Cuentos Solidarios 2009 - La Curiosidad del Gato

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¿Cómo guadaña? ¿Contra ti? ¿Contra mí? ¿Contra mis hermanos? ¿Contra todos? ¿Para cercenar el tiempo? ¿Necesito hacerlo? ¿Por qué? ¿Cómo? Madre háblame. No soy mujer. Sólo soy el Tiempo. ¡Háblame, madre! Se va, arrastrando su túnica blanca por el pasillo lleno. Se va con esa lentitud con que todos nos movemos. El rostro adusto. La mirada vacua pero hoy distinta, como ayer, y una lágrima que le escurre por la mejilla porque sabe… ¿qué? El amor perdido en el tiempo, en su tiempo. ¿El amor hacia mí le hace llorar o el amor hacia él? No entiendo. No la entiendo. ¡Madre háblame! ¡Explícame! ¿Ninguna palabra sirve para evitar la muerte? ¿Qué me quieres decir con eso? ¡Explícame! Madre, no te vayas. Dime lo que quieres que haga con la guadaña. ¿La muerte? Estamos muertos en el tiempo. Somos tiempo, sólo tiempo. El tiempo lo ocupa todo. La muerte es el tiempo. La muerte es el pasado, el presente y el porvenir. No hay nada. No existe absolutamente nada. Ni siquiera el vacío. No existimos nosotros ni nada de lo que nos rodea. Todo no es sino tiempo. Inerte tiempo. Absoluto pero inerte, como la muerte. ¡Madre! Se vuelve a intervalos, y me dice con la mirada. ¿Qué? No logro aprehenderla. ¿Por qué no te he podido vivir hasta ahora? Te viví entonces, la primera vez que habité tus entrañas, y sin embargo ahora, ahora que el pensamiento está en mí no te vivo y ello a pesar de estar otra vez en ti, dentro, en tu útero. Dos veces vivo. Dos veces muerto. Distintas e iguales. Y el vacío no se llena. Y el vacío me ciega. Y el vacío me descubre que sólo el tiempo es el padre de todo


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