LIBRO TERCERO

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Caperucita 2002 Se puede representar como Guiñol o como teatro escenificado, siempre con la colaboración de los niños. Pesonajes: Indio, padre de Pocahontas. Lobo calcetines, amigo de Kevin Kosner. Sale a escena el Indio. I.- Jao, niños. ¿estar bien?. Yo ser Pluma blanca de cara pintada(es el apodo de rastreador). Tener 90 lunas, o ¿tener más?; domicilio Montañas Riscosas nº 5, Campamento rojo, del linaje de los cara pintada o ¿ser padre de Pocahontas?. Dar igual. Niños, ¿ver vosotros acercarse alguien? Bueno, si ver alguien llamar “pluma blanca”. Se marcha el Indio y asoma lobo calcetines. L.- Hola niños, ¿habéis visto a Caperucita Roja?, Yo soy el lobo feroz, pero no soy nada fiero, por eso me llaman calcetines; Unnn….están tan calentitas las patas con ellos puestos… Entra en escena el Indio. I.-Jao L.- ¿Quién es este? Contestan los niños I.- Yo Pluma Blanca de cara pintada, o ¿padre de Pocahontas?.


-NO LO SE…. L.- Yo lobo feroz para servirte, o ¿Cómo niños? Los niños han de contestar CALCETINES I.- Si tu no ser, del linaje de los cara pintada ¿qué buscar aquí? L.- Yo busco a Caperucita Roja, que según la historia me la tengo que comer, pero ella ha ido huyendo de mi desde que tenía siete años. Las ultimas señas que me han dado me han traído hasta aquí; pero me ha costado mucho y trabajo encontrarla porque viene en enigma. ¿sabéis lo que es un enigma?, el que no lo sepa que se lo pregunte a su maestra que ella lo sabe todo. I.- ¿Y tu creer que Caperucita estar aquí con indios cara pintada? L.- Pues si, eso creo. He dado la vuelta al mundo con Wuilli Fok y nada. Pero escucha, escucha el acertijo: Una cadena de montañas rocosas encontrarás, y bajarás por la nieve como en un tobogán; con un gran árbol toparás en el que dejarás tu señal, luego irás haciendo zig- zaj por la arboleda y allí encontrarás¿…..? I.- Traer aquí. L.- ¿Qué haces? Me lo has roto, ¿por qué? Reflexionemos niños, vamos a pensar; si me ha quitado el papel y lo ha roto es porque sabe donde está y no quiere decírmelo ¿verdad chicos? I.- Jao, yo marchar lobo calcetines, yo no saber nada. L.- Espera, espera un poco. I.- No, esperar tu, yo volver. L.- ¿Qué vamos a hacer ahora? Bien, hagamos esto, yo me voy a marchar por este caminito y si le veis me avisáis enseguida ¿De acuerdo?.


El indio se asoma de puntillas para no hacer ruido y que nadie le descubra. Pero el lobo, avisado por los niños acude rápidamente y se monta una buena bronca. L.- Ah malvado, ya te cogí, toma, toma, toma, ¿tenéis vosotros a Caperucita? I.- Noooo L.- Toma ¿tenéis vosotros a Caperucita? I.- Toma embustero. I.- Noo, no pegar más. Yo…yo decir…decir…donde estar Caperucita Roja. L.- Donde, habla, vamos. I.- Si, si, está …en nuestro…campamento… L.- Pero ¿dónde? I.- Tienda roja…con caperuza en lo alto. Pero tu llamar fonoporta entrada campamento o no dejar pasar. Ahora yo tener que huir de mi campamento. L.- Tu, ¿por qué? I.- Por entregar a Caperucita Roja para comer tu.. L.- No, no, ya no quiero comerla, quiero conocerla, decían que era muy guapa y … I.- Vaya si lo es…Pero no preocupar por eso, yo tener fotografía de cuando ser niña. Ahora ser una abuelita muy linda y simpática y querer mucho a todos. L.- Entonces vamos a ver esas fotos. Niños ya nunca más se dirá que el lobo se comió a caperucita, la historia contará que el lobo calcetines conoció a Caperucita Roja cuando era una abuelíta y que todas las tardes se pasaba a merendar con ella porque preparaba unas galletas que quitaban el sentido. ¿Dónde estoy?, ¿Os venís conmigo a dar la vuelta al mundo? Mª Dolores Madrid


PARA EL PERIÓDICO EL CARMOLÍ Queridos convecinos: Otro verano más con el boletín informativo de El Carmolí. Otro verano más no quiere decir que sea igual que los otros veranos. Tenemos la suerte de ser personas y no máquinas, así los días no se repiten, ni la primavera, ni el otoño ni el verano que es lo que nos une en este maravilloso paraje que es El Carmolí. Este año ha de ser distinto ¿por qué? Porque los tiempos cambian y todo debe de adaptarse a los tiempos. Aquí podréis encontrar una guía de verano: Ocio, cultura, actualidad, cocina, entretenimientos, chistes, teléfonos de primera necesidad, y muchas cosas más. Muchos son los que se han marchado de nuestro lado y han cambiado de domicilio; la vida sigue y no se detiene, siempre los llevaremos en el recuerdo y esa también es una forma de acompañarnos. Este verano, año cuarto del siglo XXI, marcará un hito en la historia y para eso estamos todos, porque con nuestra colaboración y participación cercana podremos hacerlo TODO. Vamos a disfrutar del verano en nuestra Urbanización y a vivir las fiestas con mucha ilusión. Feliz verano La editorial Mª Dolores Madrid


MARTA

Y LA

BODA EN

LA PLAYA

un día calmoso, caluroso, donde los hechos acaecían a cámara lenta, sin prisas; lo único que no se detenía era el reloj aunque andaba con mucha lentitud. Andaba con tanta lentitud que tuvo tiempo de sacarle brillo a la plata antes de marcharse a la boda. Allí se dieron cita todas sus amigas con sus maridos; Marta era la única que no tenía pareja; pero, quien no estaba presente eran los familiares del novio ni de la novia Marta había sido testigo del nacimiento de las calles de su barrio que la vieron crecer. Una a una había tenido que sortear piedra por piedra para guardar el equilibrio y no dar de bruces en el suelo. Vio elevarse la sombra de los árboles de la plaza hasta llegar a ser un lugar confortable en pleno estío. Vio, como los


viejos secaban, debajo de esos árboles, el sudor de su frente tras el trasiego. El colegio donde ella había ido era pequeño, por lo que tenía algo de magia que lo hacía distinto y entrañable. Marta hacía que todos los sitios que ella frecuentaba fueran distintos y entrañables; además siempre la tenían presente cuando la necesitaban para alguna actividad; solían avisarla para que les echara una mano. Mano si que tenía la chica, pues siempre llevaba a todos los pequeños detrás de ella. Les contaba cuentos, jugaba al escondite con ellos, a las adivinanzas, y todo esto mientras sus madres estaban organizando la fiesta del colegio. Cuando salió de la escuela, los profesores no dudaron en acreditar el trabajo de Marta así que le buscaron un buen empleo; se colocó en una zapatería. Su trabajo consistía en atender al publico ofreciendo la mercancía. Algo muy normal en una tienda; lo que no


era tan asiduo era que, persona que entraba a la tienda, persona que se marchaba con un par de zapatos. La verdad es que le gustaba su trabajo, y estaba agradecida a los que habían hablado por ella. Por eso su trabajo había de ser perfecto. - ¿Qué desea Sr? - Preguntaba con esa dulzura que la caracterizaba. -.¿Qué número gasta? - ¿Clásicos o deportivos? Esta

conversación,

no

es

que

fuera

muy

imaginativa…, ella lo sabía, pero era lo que los clientes esperaban oír y ella se lo regalaba con toda su sencillez. Tenía una segunda parte, y era la ”fantástica” - decía ella - que sacar y sacar cajas de zapatos, presentarlos al cliente con una suave caricia, formaba parte de ella misma.


Con los niños tenía un tacto especial. Siempre guardaba unos caramelos bajo el mostrador; se lo ofrecía al clásico niño revoltoso que no iba a dejar títere con cabeza y también al niño lleno de bonanza que con su cara sonriente hacía las delicias de su madre y también de los dependientes. Tenía un buen sentido del humor, por lo que, a veces se encontraba en situaciones un tanto comprometidas. Todas esas virtudes, eran enriquecidas por su candidez, que rozaba la ingenuidad, dejándose llevar por todo y por todos. No había cumplido aún los veinticinco años cuando murió su madre, con la que vivía. Quedó sola en el piso que le dejaron sus padres, pues era única hija. Había tenido una infancia plena de cariño que le prodigaron los suyos. Su vida, a cualquier persona podría parecerle monótona, pero no, ella la colmaba con su trato jovial,


amable, educado y profesional. Los dueños estaban satisfechos con el trabajo que desempeñaba, así que la mimaban como si de su propia hija se tratara. Marta, conoció un día, camino de su casa, a un joven apuesto que le cantó requiebros al oído. Eran tan dulces y armoniosos que, ante esta situación ninguna mujer se podía resistir, y Marta, tampoco lo hizo. Nicolás, nombre que le dio el joven, la acompañaba todos los días a su trabajo y también la esperaba a la salida del mismo. Salían al cine; se veían en la cafetería y hasta iban de excursión al monte más cercano y a la playa. Marta, el primer mes, pensó que Nicolás estaba de vacaciones y no le dio importancia; tampoco el segundo. Pero cuando habían cambiado impresiones mutuamente y le pareció oportuno, le preguntó que donde tenían la suerte de tenerlo como empleado; se puso tenso y masculló unas


cuantas palabras que Marta no entendió; pero lo que sí entendió Marta era que no debía de insistir en ello. Nicolás desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Se esfumó como el humo. Le llamó por teléfono en varias ocasiones pensando que estaría enfermo; no pudo localizarle. Entonces, durante una semana, hizo todos los días las mismas rutas; recorrió las mismas calles y visitó las mismas cafeterías que habitualmente tenían por costumbre. ¡Nada!, ninguna señal de él. Marta se quedó un tanto decepcionada, pero, dispuesta a recuperar su alegría y no verse envargada por la tristeza preparó más actividad para sacar de su vida a Nicolás y olvidarse de él, algo que no consiguió del todo. Muchas de sus amigas estaban felizmente casadas y eran madres de uno o dos niños.


Transcurrieron los años y seguía haciéndole frente a una vida que, sin duda, alguien había diseñado para ella, pero que no estaba dispuesta a cambiarla. Tenía un puesto de trabajo con el que estaba contenta; ganaba un dinero para vivir y podía mantener su casa. No exigía más. Si quería salir, se unía al grupo de ”amigas” que había conocido en las Ferias del Calzado, y que asiduamente organizaban un salida para los fines de semana. Un día cuando llegó a casa, el teléfono sonaba incansablemente. Era su amiga Isabel, que, con mucha prisa le comunicaba que dentro de un mes se casaba su perla a las 13 h. en....pi...pi...pi....el teléfono interrumpió la comunicación Isabel era una amiga a la que no veía desde hacía algún tiempo; desde que Nicolás dejó de recogerla en el trabajo. Antes, de camino para la zapatería, pasaba por su


casa y se tomaban un café y se contaban cosas confidenciales. Marta no entendió bien a Isabel, puesto que hablaba atropelladamente, -. Pero, ¿por qué habrá colgado?.-. Si....a mi me faltan datos y detalles de esa información. Isabel era una mujer que trabajaba el oro bordando refajos regionales de su ciudad; una investigadora de los dibujos antiguos y autoctonos que llevaban estos trajes. Se empeñó en fomentar la utilización del traje regional y lo consiguió. Casada, con un hijo mayor y otro pequeño, su marido y una perra que la llevaba de cabeza; Isabel era la programadora de los alborotos en toda su extensión. Se casó muy jovencita y por eso tenía un hijo tan mayor. Marta ya había cumplido los treinta y ella le superaba en siete.


A pesar de todo, no sabía por qué le había invitado a la boda de su hijo por teléfono, con lo detallista que era. Como pudo, se enteró que la ceremonia se celebraría a la orilla de la playa, pero a Marta le intrigaba todo el secretismo que había envuelto a esta boda. Con lo cual decidió seguirle el juego y no hacer preguntas que podían llegar a ser malinterpretadas o, incluso tacharla de marujona. Llegó la fecha esperada. Amaneció. El tiempo parecía sin correr. La playa, situada en el mar menor, estaba tranquila; una ligera brisa descargaba una suave espuma sobre la dorada arena. La transparencia de las aguas dejaba ver las caracolas menudas; unas almejas

asomaban el gajo y

jugaban haciendo burbujas. Su pudor les hacía cerrarse si notaban que algún intruso penetraba en el agua.


Un caballito de mar saltaba salvajemente sobre la superficie, exhibiendo su torso sonrosado y musculoso ante los atónitos ojos de las hembras de su especie. Se oyeron murmullos y ladridos. Al volverse pudieron apreciar a una perra Terrier color canela(Perla) vestida de novia. Un tutú blanco rodeaba su cuerpo. El velo de tul colgaba desde lo alto de su cabeza entre sus esbeltas orejas, volando al aire a la vez que corría y arrastraba mediante la correa de su collar a Isabel, que hacía de madrina. A la izquierda iba el novio, un pastor alemán negro azabache (Pocco), que lucía traje gris marengo, camisa blanca con pajarita negra, y una chistera, también negra, que se negaba a quedarse quieta en la cabeza del animal. Con la lengua fuera llevaba a su dueño que, a la vez hacía de padrino. Marta no lo podía creer, ¡era Nicolás el padrino!


De pronto, en las inmediaciones de la playa, se oyó el eco de unas risas alegres y divertidas que salieron de boca de cada uno de los invitados. Isabel, con el rictus de oreja a oreja saludó a sus amigos y les hizo señas para que se acercaran, pues iba a dar comienzo la ceremonia. Isabel entregó a Marta un devocionario perruno, en el cual solo había que leer lo que había escrito. Marta no cabía en su asombro, pero, siguiendo las instrucciones, comenzó la parodia de esta boda. Estuvo muy simpática la ceremonia; aunque Marta estaba confundida, porque no entendía qué pintaba Nicolás en toda esta parafernalia. Isabel tuvo que convencerla para que disfrutase del momento, puesto que otra boda como esta no se iba a repetir en mucho tiempo Marta, muy discretamente, le preguntó de qué conocía a ese chico. A lo que Isabel explicó que lo había conocido su hijo y que quería cruzar su perro con una


perra, a lo que el hijo ofreció a la suya. Pero Isabel puso la condición de que en su casa ni los perros se apareaban sin pasar por la ceremonia nupcial. Nicolás accedió y allí estaban todos dispuestos a pasar el día más increíble. Nicolás no paraba de mirar a Marta, hasta que por fin se decidió. "¿No te acuerdas de mi?". Soy Nicolás, nos conocimos en ...-Sssss,- le dijo Marta, no hace falta que te excuses. Nicolás le explicó que no pretendía excusarse, sino darle las gracias porque, si no llega a ser por ella, no se habría dado cuenta que no tenía un futuro; así que se clavó los codos en la mesa, marchó a la Universidad porque tenía que estudiar algo que le gustara y fuera digno de volver a ella. Lo que no podía pensar era que habiéndose instalado ayer, se hubieran visto antes de lo que tenía planificado.


Isabel imaginó que ese muchacho sería el mismo por quien suspiraba tanto Marta, aún sin darse cuenta; por lo que invitó también a Nicolás a comer con ellos. Nicolás le dijo a Marta -.Ahora ya puedes preguntarme en qué trabajo. - Venga pues, reanudemos aquella conversación contestó Marta. Había estudiado veterinaria, y como consecuencia había abierto una clínica, incorporando criadero de perros y una alternativa para las familias que tienen que viajar y no pueden llevarse a sus mascotas: Una hospedería canina. Marta debía estar soñando porque no oía nada de lo que le decía

hasta que dijo:- "solo estaba deseando de

acabar con lo que me había propuesto para venir a buscarte". Eso lo oyó a la perfección y siguió prestándole atención a su entretenida exposición. La chica le dijo que


había cambiado mucho, ya no era la jovencita que había conocido y que quizás ya no le interesaba como antes. Además, podía estar casada. - Pero no lo estás ¿verdad?. Nicolás le contó que estaba buscando una persona para su clínica, para que le ayudase en las gestiones. Con mucho tacto le preguntó si le gustaría cambiar de trabajo. Marta estaba dispuesta a intentarlo de nuevo, sin prisas, para comprobar si de verdad estaban ambos interesados el uno en el otro. Así que hablaron de las condiciones del contrato y quedó en pensarlo. Aquel día se hizo memorable; la boda, el encuentro.... Cuando pasó el tiempo, recordaba aquélla boda como una anécdota muy simpática, que cambió su vida y la de Nicolás. Pasados unos meses, Marta abandonaba su lugar de trabajo a otra chica tan joven como ella cuando empezó.


Estuvo enseñándole el sistema que utilizaba, la forma de facturar las cuentas, los balances y demás datos administrativos hasta que cogió la soltura suficiente para dejar la zapatería en buenas manos. Marta dejaba la zapatería para casarse con Nicolás y ayudarle en el negocio, ya que necesitaba una persona de confianza que le llevase las cuentas. Los perros no la entusiasmaban pero Nicolás sí. La boda se celebró en la playa, siendo los pajes Perla y Pocco, seguidos de una docena de cachorrillos canela y negro.

Mª Dolores Madrid


¡ Qué ironía! Lo que voy a relatar ocurrió a lo largo de toda una vida; en una ciudad que podría ser la tuya, cuando los tiempos eran difíciles, pasando por otros no más fáciles pero sí con otras posibilidades. Se desarrolla en una sociedad donde todo el mundo es consciente de que tiene que arrimar el hombro para sobrevivir. La mujer iba ocupando cada vez más puestos de trabajo,…pero este no era el caso de la mujer de Quico. Quico se casó muy joven, hizo la mili en su ciudad natal y pronto fue padre. Pero Quico no era un padre normal porque tuvo los hijos a pares, o sea, su mujer tuvo mellizos. La crianza de estos hijos supuso mucho sacrificio y esfuerzo para sus padres, que a pesar de todo el cariño que profesaban a los pequeños, a uno le falló su corazón y no sobrevivió. La niña le dio muchos quebraderos de cabeza, pues de pequeña cogía todas las plepas que flotaban en el ambiente. Esto, y como dar a los suyos todo lo que


necesitaban privó del sueño a Quico hasta que encontró otro trabajo extra como complemento. A los dos años nació un hermoso niño. La preocupación de Quico aumentó hasta que por fin la Providencia le regaló con un trabajo estable y bien remunerado. La situación había mejorado un poco y le dio pie para darse el capricho a soñar. Soñaron y soñaron, pero pronto cayeron en la cuenta de que lo más prioritario era comprar una casa. Entonces, se unió Quico a un grupo de compañeros que iban a construir una vivienda. Con la euforia que tenía, no profundizó muy bien en los pagos que tenía que hacer durante el tiempo de la obra, sin olvidar los que tenía que afrontar durante quince años. Esto también quitó el sueño a Quico, que se pasaba el tiempo libre haciendo cuentas. Así fue como haciendo números comprobó que, si entraba a turno podría sacar


un plus que le aliviaría de los muchos gastos que tenía que soportar. Solicitó el puesto y como había una vacante se la concedieron. Ahora también le costaba el sueño, pues al entrar en el turno de noche durante una semana seguida tenía que dormir por la mañana. ¡No era agradable dormir por la mañana! Es más, no se podía dormir bien. Cuando no era el cartero, era el butano, o para tomar nota de la luz o del agua. Su mujer era una de las muchas sufridoras silenciosas, que saben que su marido no puede descansar, que ha de tener el teléfono mudo además de a sus hijos; pero algún día dejará el turno – decía ella Estrenada la casa nueva, todo iba sobre ruedas. Un vergel,- decía – con los pinos asomándose a las ventanas, adornando las paredes con esas sombras grotescas y caprichosas que ofrecen los árboles en


movimiento. Un sitio tranquilo, sin tráfico, donde los niños podían jugar en la calle y hasta hacer las hogueras de San Juan sin provocar ningún peligro. La calle se fue llenando de más viviendas, de coches, y poco a poco de tráfico. Los bajos de los edificios aún estaban vacíos. ¡Había mucha tranquilidad!. Posteriormente se estableció en un bajo un almacén, en otro un bar, en otro una panadería, una mercería. Cerró la mercería y colocaron una sala de recreativos; lo que era un almacén pasó a ser otro bar; donde había un bajo cerrado, otro bar; una cochera y la panadería fueron también locales de copas. La calle se llenó de coches que se acercaban a comprar; camiones que llegaban a descargar y a los vecinos les quedaba poco sitio para aparcar. A pesar de todo Quico encontraba su calle tranquila y empezaba a dormir.


Se había adaptado al turno, a los coches y había podido aislarse del cartero, del butanero, y de la vecina que llegaba pidiendo un poco de sal o un poco de aceite. Los pinos que tapaban el sol del verano en la fachada de su casa le ayudaban a relajarse. Todo empezaba a ir sobre ruedas. Se compró un coche, primer signo de que las cosas iban bien; con él llevaba a la familia a la playa y al campo donde vivía su madre. De pronto y como un torbellino, comenzaron a instalarse bares incontroladamente; de tal manera, que la juventud se pasaba las horas durante todo el día y ya no podía dormir cuando le tocaba el turno de noche. ¡Esto son modas que pronto pasan!- decían sus amigos. Pasaron unos años y lo que parecía que iba a desaparecer se convirtió en un peligro para la juventud y para los vecinos que ya no podían aparcar sus coches en la zona porque los utilizaban como mesa de copas. Cambiaron las costumbres; ya dejaron de reunirse durante el día y comenzaron a hacerlo por las noches. Esto


llevó a otro cambio en el ritmo ya alterado de Quico, con la consiguiente falta de descanso en su cuerpo, un tanto cansado. Lo que antes eran simples alborotos en la calle, acabó en música estridente dentro de los locales acompañado por arrastrónes de sillas, gritos y cantos de cumpleaños hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Las malas lenguas decían que en los bares se servían algo más que bebidas. De aquella manera, Quico no podía dormir y decidió pregonar a los cuatro vientos lo que estaba pasando en esta calle. Así conoció a un grupo de personas que estaban en la misma situación que él, y se unió a ellas para hacer más fuerza y que le escucharan. Algunos de ellos tuvieron que cambiar de domicilio, pero él no aceptaba eso como solución. ¡Tenía que haber otra vía! Quico solo pretendía vivir tranquilo, sin que le molestaran en su propia casa; de la misma forma que él no molestaba a nadie. Le escucharon en muchos sitios, pero en ninguno le oyeron. Después de quince años, Quico sacó la conclusión de que la administración está formada por gente sorda.


Quico se retiró del trabajo, aún siguió soportando durante muchos años la música hasta que se aburrió y se marchó a vivir al campo. Pronto comenzaron a instalarse en el campo discotecas y pub, dándose la circunstancia que una se construyó en uno de los terrenos que Quico vendió cerca de su casa.

Mª Dolores Madrid


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