Por siempre amigos

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2011 Maricela Osorio Rizzo Memorias 20/08/2011

Por siempre amigos


A todos los que hacemos esta historia y a los amigos que me motivaron a escribirla‌

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“Tú no eres feliz, tú no te enamoras, tú no tienes amigos, entonces qu verga eres…”, la clásica de César, la frase que nunca falta en una reunión o fiesta que se respete del grupo, de los que quedamos, de los que fuimos testigos aquella noche de esa magnífica filosofía de autoría auténtica. Parece un horror semejante afirmación, demasiado impronunciable, pero encierra los mejores años, todo lo que hicimos bajo portales y esquinas cuando éramos los “Por siempre amigos”, es el resumen de lo que vivimos en tiempos en que todo era sin dudarlo mejor. Y esta es nuestra historia, no es para inspirar a nadie, sino para que no se pierda y para los que quieran conocerla y vivan igual que nosotros esos días casi imborrables de nuestra memoria. La autora

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Al principio Al principio todos andaban bajo el aura religiosa. Católica, apostólica y romana. Con el cura de turno de arriba para abajo sin saber que Lucifer se tornaría más atractivo después de un tiempo cuando Celso Montesdeoca catequizaba y aburría hasta el extremo de la desesperación que en lugar de ganar simpatizantes los perdía con una efectividad inimaginada. Un grupo de seguidores de Celso –así simple y sin adornos- decidieron crear un grupo cuya finalidad era algo confusa, pero que era parte del plan de no dejar atrás los encuentros que nacieron en tardes de catecismo. Una tarde, once, se juntaron y crearon el grupo juvenil “Por siempre amigos”, donde la democracia era cosa de pocos, pues fue entre ellos que nombraron líderes y sub líderes pomposos que luego no lideraron nada, pero a esa edad nadie sabe lo que es un líder sino que se escoge lo que suena “bonito”. La misión era llevar uno o dos amigos para la siguiente convocatoria para hacer un gran grupo de amigos, pero siempre bajo la atenta mirada de Celso que andaba espantando los demonios de la juventud jujeña con un empeño de santo o de fanático. A la siguiente semana pasé a formar parte del grupo, de sus historias, con las mías propias y las mejores también.

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Un sábado en la llamada “Renovación Carismática” nos reunimos. Ahí nos conocimos, aunque la hipocresía rondaba en cada uno de los presentes. Casi curas, adefesiosos, aniñados y monjas se miraban de forma extraña. Pasadas las formalidades llegó Celso. Con Biblia en mano se dio un discurso interminable que terminó con mi paciencia y la de todos y también con la fe de la mayoría. Todos estábamos de acuerdo que Jesús nos caía bien, que lo respetábamos, pero Celso a ese paso nos haría cambiar de opinión. El problema era que no teníamos otro local para largarnos corriendo de las garras de Celso, así que aguantamos otra semana de sermones más por necesidad que de ganas. Fue esa noche que apareció Wacho Ávila, él con su encanto natural y labia demagoga se presentó como el salvador a ofrecer una aula de la escuela de su mamá para abandonar la “Renovación”, a Celso y sus discursos, la casa de Jesús y lanzarnos al infierno directito. Pero fue la mejor decisión de nuestras vidas, de seguro que sí. Yo hasta esos días había tenido pocos amigos, no salía y mi destino había sido predestinado para convertirme en monja, aunque para el tiempo que empezó el “Club” –así llamamos al grupo desde ese entonces- había conocido a un señor de barbas llamado Ernesto “Che” Guevara y estaba segura que no quería aguantar sermones de Celso porque como que estaba 5


girando a la izquierda cada vez más. No tenía amigos, esa era la verdad y el club me venía bien. Una tarde de domingo Paty –fundadora honoraria- me descubrió igual a un muy amigo de ella, miembro del club al que poco conocíamos todos. “Tú te vas a llevar bien con Fernando porque a él también le gustan mucho los libros y leer, así que vamos a su casa”, me dijo. Ñañita, Paty y Gaby nos fuimos a la casa de Fernando y ahí hablamos de un montón de cosas, entre otras, que cada sábado para las reuniones del club pondríamos un periódico mural para que la gente aprenda algo, para dejar un mensaje. Claro que no sabíamos esa tarde que ese periódico de corte intelectual se iría a convertir en un engendro escrito de chismes, un primo lejano de la farándula escandalosa al estilo “Vamos con Todo” o la “Oreja” si se le quiere dar más glamour. Ahí empecé a conocer a Fer, el que se convertiría en mi mejor amigo, compañero y… cómplice… y otras vainas complicadas para el tiempo que escribo esto. Para cuando empecé a tratarlo, como dice la gente común, el bichito de Wacho Ávila estaba por picarme. A la siguiente semana apareció Fernando con el periódico mural, autoproclamado director del mismo, aunque la estudiante de periodismo era yo. Él había colocado segmentos educativos, yo había aportado otros, pero todos unos fracasos. A nadie le había interesado leer ese montón de 6


babosadas como los malos olores corporales, lo interesante que es leer, cuidado al estornudar y cosas así. La única sección que medianamente había interesado era una entrevista hecha a una miembro del club cuyas respuestas originales habían sido alteradas por Fernando, cuyo ingenio viperino lo hemos sufrido todos alguna vez. Ingenio, talento o como se le llame que nos hizo divertir y hasta enojar. Como director que se respete envió a su reportera a lograr otra entrevista para la publicación de la siguiente semana. Como las entrevistas estaban pactadas para hacerse en orden alfabético le tocaba a Washington Ávila Ortega. Wacho que se había dado cuenta muy bien cuál sería el estilo de las famosos perfiles, entonces me dijo que no. Sentí una vergüenza terrible. Odié a Wacho y a Fernando, al uno más que al otro o viceversa. Continuamos con el siguiente de la lista, pero esa respuesta negativa aún me duele. Qué podía esperar de un adefesioso como ese – pensé- y se lo dije alguna vez cuando ya superamos ese inicio nada amistoso. La siguiente semana el periódico estaba puesto como siempre, pero la gente iba directo a la sección de entrevistas. Entre charla y charla decidí crear un segmento cuya lectura superaría mis expectativas, la sección de “El metido”. El chisme en esencia, donde trivialidades se convirtieron en el éxito de “Qué nota”. Fernando seguía haciendo “pedazo” a la gente con sus 7


famosas entrevistas, más bien irrespetuosas ya para la licenciada graduada, con experiencia en medios y profesora de Lengua y literatura, por ahora. Cómo se puede tolerar una respuesta como: ¿Cuál es tu mayor extravagancia? “Vestir sexi y enseñar mi ombligo tierroso. ¿Con quién o con qué te identificas? “Con la paloma y el búho, con este último siento algo familiar”, entrevista tomada a Lucy Cepeda. Y qué con esto: ¿Cuál es tu pasatiempo favorito? “aplanar las calles de Jujan”, ¿tu peor defecto? “ser guapo, por dónde (observación malvada del director)”, ¿Cuál es tu mayor inversión?, “en ropa, pero la verdad no invierto mucho porque en la Pulga Story (así está escrito, debería ser store) la ropa es muy barata, ¿Qué te disgusta de tu apariencia?, “todo me disgusta”. Estas respuestas tomadas de la entrevista a Alfredo Jesús Burgos Mancilla. Nuestro buen compañero –mientras estuvoAlfredo. O esta como: ¿Cuál es tu cantante favorito?, “Cual más Salserín, si soy chola”, ¿Qué te disgusta de tu apariencia?, “Las cejas y mi cuerpo, ooooohhhhhhh que sincera (otra aclaración o acotación del director). Estas respuestas tomadas de la entrevista a Jessica Paola Carmona Avilés. A la semana siguiente le tocó a John Peter, hermano de Paola y hoy compadre del señor director. ¿Estudias o trabajas? “las dos cosas no hago”, ¿Cuál es tu mayor extravagancia?, “me encanta bailar 8


exageradamente”, ¿Con qué o con quién te identificas”, “con las flores, uuuuuuuuuyyyyyyyyy…… cuidado (otra vez el director mete la mano en la entrevista con opiniones), ¿Qué lugares frecuentas?, “las calles con hueco de Jujan”. Jenny Janeth Carpio Urgilés no salió bien parada, de entrada la pregunta ¿Cuál es tu mayor extravagancia?, “mi trasero”, ¿Cuál es tu peor defecto?, “ser guatona”, ¿Cuál es tu mayor logro?, “haber sido elegida Srta. Coca- Cola”. Y él señor director – Fernando Javier Arias Samaniego- jamás dejó su puesto para que le hagan la entrevista a pesar que su apellido le indicaba ser el siguiente en la lista. Las entrevistas no se hicieron a todos los miembros porque perdieron interés con “el metido” y la sección “La intrusa” donde se publicaban fotos embarazosas o libretas con malas calificaciones que Ñañita y Paty conseguían visitando a los chicos del club con cualquier pretexto para tomar “prestado” lo más vergonzoso que uno guarda en un álbum de fotos. Así todavía conservo la foto de la gorda Jessenia de su quinceañera. Ella luce un vestido rosado que no le hace justicia, esa es la verdad. Fernando seguía sus “ataques” llenos de ironía sana es de suponerse y yo no paraba con los chismes de “El metido”. Cada sábado la gente iba hasta el mural a ver si aparecía en las garras malvadas del escritor desconocido y a divertirse con lo que se decía de los otros, mientras 9


Wacho se indignaba por lo amarillista de “Qué nota” y porque siempre era “rayado” en cualquier sección del mural. Tildado por Ñañita como el “hombre más chiro de Jujan” nunca pagaba la cuota de 1.000 sucres que recogíamos cada sábado después de las reuniones y que eran los fondos del club. Wacho Ávila llegó de deberle al club 80.000 sucres, sumadas las cuotas a unas entradas al primer baile que organizamos y que por supuesto él no pagó porque no vendió. Nuestros inicios fueron “zanahorias”. Los tiempos de las parrilladas y las murgas, de los cumpleaños los días lunes o cualquier otro, las reuniones extras donde lo más “extravagante” e “indecente” era una que otra mala palabra. No había alcohol ni nada parecido. Los enamoramientos eran de príncipes y cuentos, eran de suspiros y miradas interminables, de encames y nada más. Eran de canciones de Ricardo Arjona –el artista que nos identificó desde el inicio del grupo- o de tarjetas hechas a computadora donde se leía “a la mejor asesora”. Predestinada yo a ser la asesora, secretaria y nada más desde esos días hasta ahora. Aquellos tiempos de tomarse la mano, abrazos tímidos y visitas casuales. Yo esperando a Wacho igual que Jenny, Olinda y María Quintana.

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Las murgas, los bailes y la pintada del parque La primer gran actividad de los “Por siempre amigos” fue una venta de chuzos y carne asada que tenía como finalidad pintar y tratar de arreglar el parque de Jujan, tan horrible como la mayoría de las cosas en el pueblo en ese tiempo y que ahora están peores. Siempre guiados bajo las decisiones de todos, pero con el toque de Wacho que tras la salida de María Quintana -a la que no le permitieron continuar en el grupo por haberse alejado de la iglesia y convertirse en mundano-, él tomó el “liderazgo” con cambio de nombre. El presidente del club que brillaba por la ausencia igual que Víctor Chong, el vicepresidente. Yo que empezaba a mostrarme como “mandona” o lo que sea, asumí las riendas que con palabras demagogas Wacho definía como de su asesora. Planificamos el primer baile que sería un concurso de coreografías. Eran los tiempos en que en Jujan se hacía baile con cualquier pretexto, se elegía todo tipo de reinas y de misses, así que teníamos el éxito asegurado. Pero para hacer un baile necesitábamos dinero, así que planificamos la primera murga de “Por siempre amigos”, una murga que cambiaría mi destino y que se convirtió en el primer gran recuerdo inolvidable. Wacho toca la guitarra y canta. Él era el líder de la murga. Estuvo temprano aquella noche de julio en la que Víctor se 11


excusó porque él tenía otros planes. Con la gente reunida, nos tomamos las primeras fotos que “inmortalizaron” nuestro paso por Jujan. Ahí estaba Wacho, él con su guitarra y nosotros detrás cantando o gritando “viva la murga”. Ahí estaban las hermanas Moncada –Jessenia y Olinda- con quien viviríamos una serie anécdotas imborrables. Jessenia se volvió el alma del club, de las fiestas, la que era esperada porque sino las reuniones no eran iguales. “En la noche azul”, “Un millón de amigos”, “Dime si recuerdas”, “Si tú no estás junto a mí”, “Puerto Mont”, “No basta” se volvieron nuestros himnos de murga. Canciones que nos marcaron. La primera murga fue todo un éxito. Para celebrarlo Wacho puso a disposición su casa, en la que no estaba su familia y Ñañita y yo nos fuimos haciendo creer a mi papi y a mi mami que la murga no había terminado. Contado el dinero y en manos de Ñañita, la tesorera vitalicia del club, llegamos a la casa de Ávila. Varios chicos compraron galletas y mortadela y la pasamos bien. En el baño me enteré que Olinda y Jenny estaban “loquitas” por Wacho, mientras yo me negaba a creer que estaba igual. Pero esa madrugada cuando cada uno se fue a su casa acompañándonos mutuamente, mientras se escuchaba una canción que provenía de la terraza del mercado, donde había un baile, Wacho me dijo adiós y yo lo miré, él me miró y 12


ahí me jodí. Me di cuenta que igual que Jenny y Olinda, a mí también se me caían las babas por él. La primera vez y a mis 20 años que yo sentía una cosa parecida. Mariposas en el estómago revoloteando y un estado de idiotez generalizado que me duró algunos años. Wacho me había trabajado bien, yo no le prestaba mayor atención porque realmente yo tenía otros intereses en la vida. Pero él supo llegar y esa madrugada aseguró su conquista. A la siguiente reunión yo fui con las manos sudorosas y seguramente tartamudeando porque llamé “Pata Pata” a Walter contradiciendo mi postura de que el nombre de una persona es respeto y no llamarla jamás por apodos o sobrenombres y menos de ese tipo que evidencian un defecto físico, pero así es el amor. Debíamos hacer entradas, colocarlas y buscar grupos para que participen en el concurso de coreografías. La asesora de Ávila, es decir yo, lo coordinó todo junto a Paty, Gaby, Jessenia, Olinda, Fernando, Merly, John Peter, Alfredo, Danny, Lucy, William, Éricka y Ñañita. Este grupo fue conocido como “los de siempre”, pues en una etapa éramos los que estábamos en todos los frentes de las actividades, los otros integrantes llegaban a bailar o a comer cuando era el caso. Para el primer baile Ñañita, Paty, Éricka, Lucy, Merly y Gaby presentaron la coreografía del club con la canción “Muévelo” de Fey que cada vez que escucho me transporta a 13


esa noche. El baile fue exitoso. Yo tuve líos en la puerta, Fernando Arias se tomó una cerveza y bailaba como loco en una mesa la versión salsa de “La quiero a morir”. Ya en la madrugada teníamos el dinero para pintar el parque. Mientras se recogía todo para dejarlo en su sitio, en el coliseo yo me enamoraba más de Wacho, que en la tarde de sábado se le había salido sin querer que yo le gustaba y eso me cargaba en las nubes, casi estúpida mientras cargaba botellas, bancos y mesas para el baile y después del mismo. El domingo definimos fecha para pintar el parque y suspendimos las reuniones para el efecto. El sábado 24 de agosto se iba a “fondear” y el domingo 25 se procedería a poner el color, a colocar columpios y sube y bajas que nosotros habíamos construidos como una contribución a la colectividad jujeña. El sábado no coordiné nada porque estaba cambiando de “look” para un matrimonio y porque enamorada de Ávila empecé a transformarme –aunque la universidad de Guayaquil ya me había cambiado también-. Los muchachos se reunieron y como nunca nada lo hacíamos completamente en serio, Ñañita jugando con Wacho, Paty, Gaby y Fernando Arias, accidentalmente recibió un brochazo de cementina en el ojo y casi se queda tuerta ante la mirada estupefacta del papá de Dora que no concebía que Wacho Ávila lidere el club, sea mayor y se ponga en esas cosas. 14


Fernando buscaba unas gotas para aliviar el dolor y los demás reían o se preocupaban por la situación. No faltaron las fotos que inmortalizaron el hecho. Ñañita no quería llegar a la casa y mi mami estaba histérica porque debíamos irnos a la fiesta, era tarde y ella no aparecía. Así que salí a buscarla y me enteré de todos los hechos que, por supuesto, yo desaprobaba como fue mi costumbre de amargada, siempre. Ella llegó a la casa cubriéndose la cara con el pelo y directo al baño y aprovechando que nosotros debíamos salir. Esa noche Érick fue a la casa a solicitar que Ñañita le dé dinero para la fiesta de quinceañera de la hermana y ella los mandó con viento fresco ante el enojo de los demás que estuvieron en la celebración en la que Wacho proclamó a la novia y no a la quinceañera. El domingo indicado estuvimos temprano para pintar el parque. Brocha en mano le dimos color, mientras Walter “Pata Pata” torturaba a todos con sus aires de maestro de las obras como columpios y sube y baja. Los que no estaban pintando -Alfredo, Danny y Joel- andaban esa mañana vestidos de mojigos y nos cayeron a latigazos limpios mientras protestábamos por los golpes. Ahí nació una de esas frases clásicas del club: “son unos lerdos, lerdos y mil veces lerdos” que repetía Fernando Arias con 15


desesperación y ademanes exagerados mientras nos repartían palos. Frase con la que Olinda se divertía siempre, la recordaba en cada fiesta, ella y Jessenia que además lo bautizaron como “Lápiz cabezón”. La pintada fue poco más que desastrosa. Terminamos tarde y en la noche había un acto por las fiestas patronales de San Agustín que congregó gran cantidad de gente en el parque, la que no respetó la pintura fresca y lo despintó y ensució tan pronto arribó al lugar. Entre semana Ñañita y Paty organizaron la despedida de Martha Quintana, una chica que estuvo poco en el club y que supuestamente se iba a Estados Unidos, pero como nos gustaban las fiestas por todo, fue un buen pretexto para volver a festejar. Ellas recogieron la cuota y organizaron todo en la casa de Alfredo. Yo no fui a la fiesta porque ese día Barcelona jugaba la final de la Copa Libertadores de América. Pero todos los que asistieron cuentan sobre el discurso de despedida que dio Wacho y que sacó más de una lágrima y más si de fondo estaba la canción “Cómo dueles en los labios” de Maná; de la cámara de humo que llevó Ciro y alarmó a los vecinos que pensaban que había un incendio; del mal olor de la casa de Alfredo a causa de unos chanchitos nada aseados y que tenían al borde del vómito y la locura a los asistentes; del beso que le hicieron dar a Ciro y Merly –todo sin saber que Ciro saldría del closet 16


y definiría su sexualidad y no porque Merly no lo quiso sino que esa era su verdadera naturalezadel triciclo que entre Lucy, Paty, Ñañita y Fernando Arias le dañaron a Alfredo y de cómo éste indignado por todo el relajo prácticamente los botó sin importarle que Lucy estaba tratando de limpiar para que no se note el desastre. Incidente que se recordaba y recuerda imitando la voz de Alfredo, algo nasal y que le ha otorgado el apelativo de “mudo”. Esa semana fue la “Fiesta de Jujan”, yo salí un rato porque tenía que estudiar. Ñañita en cambio se quedó con los chicos, mi mami y mi papi se fueron al baile al coliseo. Yo me acosté temprano para ratificar que era la amargada y la “nerd” de siempre. Esa noche caí cansada porque yo madrugaba para ir la universidad, pero en la madrugada me desperté con ganas de ir al baño y descubrí que la Ñañita no estaba. Yo me desesperé ante la posibilidad que mis papás lleguen y mi mami se dé cuenta del asunto y me cargue la responsabilidad a mí, como siempre. Entonces como loca me puse un pantalón, un abrigo horroroso y sin peinarme salí a buscarla. No me había dado cuenta del estado en el que estaba, pero yo andaba angustiada por encontrar a la negra. Así que fui a la terraza del mercado, nadie la había visto. Fui a la terraza de los Díaz y tampoco. Yo lloraba de la desesperación y me encontré con Marcos el famoso “Tolo” quien me dijo que 17


estaba en la terraza del mercado con los otros chicos, regresé y nada. Me di por vencida y mientras meditaba sobre el sermón y hasta una posible paliza, me encontré con Wacho quien me dijo que había estado con él y ya había ido a la casa. Me entró una rabia que me consumía y lo dejé a Ávila con la palabra en la boca que desesperado me decía “Mary, oye, Mary, espérame” y yo hecha una fiera no esperaba el momento de arrastrar a la Ñañita que a su vez había salido asustada a buscarme porque no me encontró cuando llegó a la casa. De lejos nos vimos y nos lanzamos dispuestas a despedazarnos por el susto que estábamos pasando, nos agarramos, pero Wacho intervino y nos separó. Yo quería matarla y ella igual, le reclamé por qué no había llegado temprano a la casa y si estaba en el baile sin permiso y ella desmintió todo. Como en Laura en América yo quería lanzarle golpes que Ávila evitaba. Al final fuimos a la casa y se aclaró el asunto. Wacho dijo que no se iría hasta que fuéramos civilizadas nuevamente, cosa que ocurrió cuando caímos en cuenta cómo estaba vestida y cómo tenía todos los pelos parados por salir sin peinarme. Nos reímos, Ávila se fue y a los pocos minutos llegó mi mami y mi papi. Mi mami nos preguntó qué hacíamos levantadas a esa hora, Ñañita y yo nos miramos cómplices y le dijimos que íbamos al baño mientras el Tafa era el único testigo de todo, pero a él solo le interesaba moverle la cola a mi mami. 18


El 28 por la noche nos encontramos todos para salir a bailar a cualquier terraza valiéndonos de las licencias que nos otorgaba la amistad. Previamente Merly se sentía incómoda con la ropa que cargaba y fue hasta mi casa a solicitarme que le dé una toalla sanitaria para ocultar su problema justo ahí donde no le gustaba que se le vea lo que se le veía y pensaba que así lo resolvería. Pero mejor salió amarrarse un abrigo a la cintura y salir a divertirnos. Nos fuimos a la terraza de los Díaz y “Pata Pata”, eterno enamorado de Ñañita, quería bailar y ella no, William y yo nos gozábamos del asunto mientras yo rogaba que a Walter no se le antojara ir a bailar con la posible cuñada. Todo iba bien, hasta los cuentos de “Tolo” y sus aires de guapo, pero de pronto un tipo de esos malosos que hay en Jujan –para ese entonces era una caricatura comparado con lo que ahora nos toca vivir en medio de matones y ladrones que nos ponen a pensar si debemos irnos de aquí- sacó un arma y amenazó disparar. Nosotros nos fuimos más rápido que inmediatamente, apelando a esa frase hecha terminamos en el balcón de la iglesia viendo quemar el castillo. Yo abrazada a Wacho pasando el frío y enamorándome más como una boba, claro que de eso me di cuenta años después, demasiados para mi gusto. Volvimos a las reuniones el primer sábado de septiembre al que llevé un periódico recargado 19


de chismes de cocinera –sinceramente- pero que eran parte de nuestra inocente juventud de ese entonces donde lo más terrible era apagar la luz en la casa de las Moncada para que John Peter le dé un beso a Merly o Paty a Byron; pasarse un caramelo con la boca en una fiesta de cumpleaños o hacer un streaper por penitencia, pero sin sacarse ni los zapatos. Ese periódico que indignó a Wacho hasta el extremo y del que conservo cada una de esas hojas y con las que me divierto de vez en vez cuando y con el que hago ejercicio de nostalgias y recuerdos como ahora.

Otra murga, desaparición

los

juguetes

y

la

casi

A mediados de octubre de 1998 ya habíamos planificado otra murga. Esta vez era para repartir juguetes a los niños pobres. Casi nadie se opuso a esta actividad, la del parque tuvo resistencia por uno que otro aniñado que se salió al final del club. Pero esta vez la decisión era unánime. Antes de la murga debimos ir a diario “El Meridiano” a aclarar que no había sido el Municipio el que había pintado el parque tal como había dicho Tin Yánez (+) –alcalde de entonces- en una entrevista, el señor no nos dio ni un litro de pintura y no era justo que ande hablando cosas que no eran. Una comisión que la encabecé fue a Guayaquil. Comisión que 20


además la integraban Víctor como vicepresidente, Merly, Jonh Peter, Ñañita y Jessenia. Ahí nos plantamos, dimos nuestra verdad y nos regresamos contentos por aclarar la situación del parque tal como correspondía. A la semana siguiente lo retocamos y reforzamos porque la pintura y los juegos ya estaban algo deteriorados por la falta de cuidado de la comunidad y porque “Pata Pata” no había sido tan buen soldador como Byron, un amiguito que estuvo un corto tiempo junto a nosotros. La noche de la murga Víctor estaba “nervioso” y Wacho no aparecía. Igual había que empezar, con o sin nervios obligamos a Víctor a entonar la guitarra y a que cante. Cuando ya habían pasado dos o tres casas apareció Ávila con signos de haber bebido más de la cuenta, la gente estaba indignada y yo más. Pero él soltó una de esas típicas frases con las que me compraba: “tú y yo nunca podemos pelearnos” y ahí me dejó babeando y se fue a cantar. Pero yo debía mostrar dureza así que no le hice caso, como quien dice no le pare bola y más cuando Fernando Arias, Ñañita y no sé quién más estaban molestando con unos “fosforitos” que yo lancé abruptamente al suelo de un manotazo. Fernando no me perdonó esa noche la afrenta y cuando llegó a su casa, donde también debíamos cantar, se despidió sin más explicaciones y rociando ambiental porque otros de los chicos habían prendido los “fosforitos” 21


que quedaban en su portal. Él era así, eso le consiguió algunos detractores, entre ellos, Ávila que nunca perdía oportunidad para decir cualquier cosa en su contra. Pero el de Fernando no fue el único disgusto de esa noche y madrugada. A continuación le siguió Éricka y Jessenia. Éricka llamó “ruña” de Wacho a Jessenia porque ella siempre le rendía cierto culto al muchacho. Ahí casi se van a los golpes, de no ser por nosotros y quedaron enemigas. William y yo –para variar- nos divertíamos con todas estas situaciones. William vivía enamorado de Ñañita, quien nunca lo tomó en serio. También nos reíamos porque Alfredo lloraba por Eloísa –su enamorada- con el merengue “nadie se muere por un amor que no le conviene” y a nosotros nos parecía inverosímil que alguien llore con un ritmo tropical. Al final la concentración fue en la Gruta de la Virgen y terminé perdonando a Wacho por llegar tarde, como siempre sucedía. El lunes era el cumpleaños número 28 de John Peter, aunque él todavía niegue su edad o que ese aniversario era el que celebramos. Entonces nos reunimos para festejarlo. Mi mami indignada porque teníamos fiesta un lunes, pero igual fuimos. Fernando Arias faltó porque estudiaba en Guayaquil y otros chicos importantes de esta historia de “Por Siempre amigos” aún no entraban de lleno al club. Merly estaba en la mira celestina de las Moncada, quienes querían 22


que se enganche con John Peter, quien había hecho público su interés por ella. Como éramos zanahorias no había trago y lo más escandaloso eran las penitencias en unos globos con cosas como “que le pase el caramelo con la boca”, “que se le declare a la chica o chico que le gusta”. La casa de las Moncada era el sitio ideal porque la mamá de ellas trabajaba de lunes a viernes en Guayaquil y el hogar quedaba a cargo de Jessenia que era la hermana mayor, por lo tanto disponía cuándo se hacía una fiesta o no. Nos reunimos a celebrar los 28 –insisto que ese era el número de años- y Éricka con recelo por la pelea anterior fue, pero ahí quedó olvidado todo. Recuerdo cuando llegó Wacho. Gorra, camiseta y zapatos negros y un jean. Adefesioso como siempre, llegó cansado a acostarse al mueble grande de la casa de las Moncada. Como Ñañita y Paty siempre estaban haciendo travesuras de niñas malas, pensaron que para encender la fiesta había que bañar de harina a Ávila aprovechando que estaba prácticamente vestido de negro. Por primera vez yo era cómplice de una broma. Coordiné con Omar Carpio –hermano de Jenny- cuándo debía apagar las luces, más bien desconectar pues donde las Moncada no había interruptor sino unos cables que se unían y eran motivo de joda y pretexto para apagar la luz a cada instante mientras nos juntábamos allí con cualquier pretexto. Como la pared que separaba la sala del cuarto estaba a medias, Ñañita y Paty no 23


tuvieron sino que subirse a la cama, esperar que la luz se apague y vaciar el cartón de harina sobre la humanidad de Wacho que quedó en evidencia cuando se volvieron a encender las luces y todos lo vimos blanco de pies a cabeza y él sacudiéndose indignado, indignado, indignado la harina de su cuerpo mientras todos nos moríamos de la risa con esa escena. Él quería la cabeza del o los o las culpables, entre los que jamás me contó porque yo era yo, demasiado seria y evidentemente enamorada para hacerle eso. Qué equivocado estuvo siempre. Mi seriedad me libró, pero me lo hizo pagar después. Paty y Ñañita lo ayudaron a sacudirse la harina “indignadas” también con esa broma. Padrino, quién pudo hacerle esto.- Decía Paty. Olinda aprovechó la fiesta para declarar su amor a Wacho y darle un “piquito” que él no correspondió, yo hice de “streaper” y algunos pasaron el caramelo con la boca. La penitencia preparada especialmente para Jessenia, a quien le gustaba Víctor, se quedó frustrada pues él nunca llegó. Mientras planificábamos rifas, chuzos y otras actividades a la par que cumpleaños, decidimos que debíamos hacer otro baile porque no íbamos a tener suficiente dinero para el presupuesto y comprar juguetes. Así que nació la idea del baile de reinas intercolegial. Nuevas entradas, búsqueda de candidatas, oficios y más mala cara de mi mami que no soportaba vernos 24


fuera todo el día y la noche. Si el lunes fue el cumple de John Peter, el sábado Paty participaba para criolla bonita en representación del club y de la Sociedad de Comerciantes. Eso necesitaba nuestra movilización completa al coliseo. Ahí estuvimos para alentar con gritos y vivas, mientras Jessenia le hablaba al oído a uno de los jurados. Haciéndolo creer un hombre guapo irresistible y ella de mujer fatal. Pero como Paty pertenece a una familia que en Jujan no tiene simpatizantes, estaba perdiendo la elección a pesar de que era la mejor. Hizo una excelente presentación, su vestido de andaluza o bailaora flamenca estaba increíble. La mamá de Paty –la “Terre” para nosotros- la retiró del concurso y nos quedamos con ganas de celebrar el triunfo. Los demás igual bailaron y se divirtieron y yo una noche más me quedé esperando a Wacho que nunca llegó, eso siempre me frustró y me hizo infeliz, por decirlo de alguna manera, muchas veces. A la siguiente semana la fiesta de cumpleaños era donde William e Indira, una amiga que nos acompañó también poco tiempo. El grupo iba donde William, así que Ñañita y yo teníamos que planear bien la ida allá, pues mi mami nos dio permiso para ir a la quinceañera de Indira. De forma camuflada compramos un regalo para William y otro para la quinceañera. En la noche salimos a la fiesta rosada, yo subí a dejar el 25


regalo y a ver todos los detalles posibles para al día siguiente decirle algo a mi madre que nos creía en una fiesta y nosotros estábamos en otra. Llegamos en “gajo” adonde William. Con la bulla de costumbre y con el regalo de Fernando Arias y el de Ñañita y yo. Si hay algo que nos ha definido a la mayoría es que somos cara de tuco, antes de que Rafael Correa hable de los “cara de tuco” nosotros ya sabíamos bien qué era eso. Entre gritos y aplausos Alfredo preguntó por la “mamá del santo, dónde está la mamá del santo” y ahí recién nos enteramos que la mamá de William estaba muerta, Alfredo se disculpó, pero ya la había embarrado sin querer. Bailamos y molestamos hasta que los más atrevidos hundieron al pobre William en la torta, tanto que hasta las lágrimas se le salieron por todo el decorado que le entró a los ojos. Comimos y nos fuimos como no era de esperarse. Camino a nuestras respectivas casas inesperadamente “Pata Pata” fue a dar al suelo de manera estrepitosa y ruidosa que hasta nos asustó. Como éramos buenos amigos, intentamos más de uno levantarlo, pero él con una dignidad inexplicable no se dejó repitiendo una y otra vez: “déjenme, déjenme que yo puedo solo”. Por detrás estábamos muertos de la risa por la caída y la actitud de Walter. Yo hasta me sentí culpable porque cayó tan cerca de mí que no

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sabía si yo había tenido algo que ver en su tropiezo. Para Halloween Paty y Ñañita habían conseguido unas fotos terroríficas de algunos miembros, entre ellas de las Moncada. Para darle sentido a la noche de brujas del periódico mural yo las pinté haciéndoles cachos y otros adefesios y puse una historia claramente de burla, pero que era divertida para ese entonces. Jessenia que estaba enferma no fue a la reunión, pero Olinda se molestó al extremo de amenazar con salirse del grupo. Ella que siempre disfrutaba molestando a otros, de las bromas pesadas, no aguantó estar en una de ellas y yo avergonzada y también con algo de molestia por la falta de “comprensión” al trabajo periodístico me obligó a la siguiente semana a montar un mural 100 por ciento culto para demostrar que yo no era una inepta o sin neuronas. Pero la gente aclamó el anterior formato que volvió con más fuerza que nunca y liderando pese a las amenazas de Huguito de publicar uno hecho por él junto con otros chicos para rayar a los autores de “Qué nota”. Llegó la fecha del baile intercolegial y fue mi debut junto a Fernando Arias como presentadores, siempre éramos la pareja de animadores de los eventos organizados por nosotros. Hicimos –bueeeenoooo hice- el libreto y con nuestras mejores galas presentamos un show en el que el grupo que bailó la canción de 27


Fey en el primer baile lo hizo esta vez con una de MDO, aunque con una presentación bastante discreta por no decir algo fea comparada con la primera. La elección no fue muy bien recibida por algunos que sintieron que otra chica debió ser la ganadora. Nosotros no metimos mano y salimos contentos porque el baile dobló la cantidad de asistentes del primero y ganamos bastante para los juguetes de los niños pobres. Otra noche que nos agarró casi el día arreglando, recogiendo botellas, entregando mesas y bancos y dejando medianamente limpio el coliseo. Pero nosotros en medio de todo ese trabajo la pasábamos bien y eso era lo importante. Con el pasar de las semanas Wacho no definía cuándo, dónde ni cómo íbamos a comprar los juguetes. Así que con autoritarismo y valiéndome de mi popularidad entre un considerable grupo decidí hacerlo por mi cuenta. Determiné día y hora además de que se haga el pago de un bus que trasladó al grupo que se seleccionó para ir de compras. Paty no estuvo de acuerdo porque el día seleccionado era el cumpleaños del sobrino y no podía ir por lo tanto Gaby tampoco. Fernando también tenía inconvenientes y Wacho se sintió marginado y con el orgullo herido designó a “Tolo” como su representante, una decisión que nosotros desaprobamos casi con desprecio y la más amargada fue Éricka, quien de frente 28


manifestaba su inconformidad por esa presencia. Así éramos, quizás así seguimos. El domingo fuimos en busca de las Moncada a convencer a la Sra. Maritza –la mamá de ellaspara que las deje ir después de que recién habían llegado de una fiesta. Ahí estaba Wacho torturándome y torturando a todos con sus discursos de siempre, indignado otra vez como la noche del “harinazo”, pero ahora por no ser tomado en cuenta en la compra de los juguetes. Yo había decidido y nos fuimos. Ñañita, Éricka, Alfredo, Danny, John Peter, Merly, “Tolo” -en representación de Wacho- y yo. Compramos los juguetes, comimos en KFC, jodimos como no podía ser de otra manera –pero todo sanamente- y volvimos felices. El sábado siguiente se formó el relajo que casi nos lleva a desaparecer como club y peor aún como amigos. Wacho llegó junto a Víctor muy temprano a la reunión, casi ni me saludó porque aún se sentía dolido por haber sido marginado. Empezó la reunión hablando de que eso no se hace, que pagamos mucho por el alquiler del carro y bla, bla, bla, bla (siempre fue así), luego Víctor con lo mismo, que era el vicepresidente y no fue hecho partícipe del asunto cuando en momentos trascendentales se barajaba porque anteponía otras cosas antes que el club. Paty insinuó que hubo mal manejo de dinero y con enojo habló cosas que no debía. Al final Fernando dijo que las Moncada y las Ñañitas –o sea Ñañita y yo- monopolizábamos al club. 29


Entonces ahí se me fueron las consideraciones, mandé a callar a Wacho, aclaré a Patricia, a Fernando y me fui de ahí. Llegué a mi casa y saqué los juguetes y regresé a la sede del club que para entonces era en la terraza de una casa de Paty, los tiré en medio de todos y les señalé que se los lleven y hagan lo que les dé la gana y me bajé. Detrás no fue Wacho como en otras ocasiones, sino el grupo que había ido a Guayaquil a comprar, William y otros más. Ahí decidimos que “Por siempre amigos” se terminaba y que formaríamos otro grupo, después de todo éramos los que más trabajamos y no necesitábamos a los demás. Esa noche no pude ni dormir, me dolía la pelea, me dolía estar peleada con quien supuestamente “nunca podía enojarme”, Wacho Ávila y con esos otros amigos a los que tenía un cariño especial después de tantos meses y cosas que habíamos vivido. Pero Wacho no estuvo mucho tiempo “enojado” y ese mismo domingo fue a mi casa a molestar y a hacer relajo para decir que todo estaba bien. Con los demás –Fernando específicamente- no recuerdo como continuamos la amistad, después de todo él había sido amigo de Paty desde la escuela y a mí solo me conocía seis meses para ese tiempo. No sé si fue esa misma noche antes de irme a la casa o después, lo cierto es que en la fiesta de Navidad fue mi amigo secreto y me dio un oso de peluche en 30


una caja que contenía otras tantas, uno de esos detalles que lo han caracterizado y lo han hecho especial. Un oso que todavía lo tengo, primero porque fue un regalo que me agradó, luego porque me gusta conservar las cosas que me dan mis buenos amigos, después porque se convirtió en el símbolo de aquel sentimiento que cambió con el tiempo sin que nadie hubiera podido predecir ni imaginar, ni siquiera yo. La pelea nos dejó enemistados a tal punto de que unos días después algunos de nosotros nos encontramos sin saludarnos y no todos fueron partícipes de la boda de juego entre Ñañita y Alfredo. Una boda con damas, vestido de novia, cura y padrinos. Locuras de la edad donde una joda llegaba a los extremos más absurdos que lúdicos. Allí Ñañita bajó por un balcón donde la esperaba un novio nervioso y un cura medio impaciente –Joel- unos padrinos ataviados – Jonh Peter y Éricka- y una dama de honor vestida horrorosamente con un vestido que Lucy alguna vez pretendió se enfunde una de las candidatas a reina intercolegial. En ese juego, por supuesto, no estuvieron los del desacuerdo por los juguetes, pero nosotros igual nos divertimos demostrando que el grupo lo hacíamos otros a pesar de la pena que eso nos causaba en el fondo. El día de la entrega salvamos diferencias y entregamos los juguetes no sin inconvenientes con la aglomeración o la insatisfacción de 31


algunas personas. Ahí estábamos todos los “conspiradores” incluido Ávila que no sé si por convicción de que debía estar o por alguna otra razón nos acompañó en la famosa entrega. Ese día me brindó mi primer vaso de cerveza y me volvió a ratificar que no podíamos estar enojados. Luego en una fiesta de Navidad tratamos los demás de salvar la amistad que desde que había nacido estaba predestinada para ser duradera. Casi, casi, casi para siempre…

Reina de Jujan, bailes y más actividades Un día cualquiera se nos metió en la cabeza que podíamos pedir la organización de la reina de Jujan. Medio en serio o en broma lo planificamos y nos dispusimos a hacerlo, pero antes también destituimos del cargo a Wacho y a Víctor en una noche en que la mayoría hartos de demagogia e irresponsabilidades de parte de estos dos personajes, decidimos sacarlos. Siempre habían sonado los vientos de destitución, pero no lo habíamos concretado hasta esa noche. Wacho nunca superó su salida “inconstitucional” –así me lo recordaba siempre que podía-. Ese día sí quedó resentido y nosotros satisfechos porque la gente se dio cuenta que como buen político Ávila hablaba, decía mucho, pero concretaba poco. Víctor en cambio dijo que él ya era adulto, no podía 32


continuar con nosotros y que ya era hora de dejar las niñerías. Nadie le creyó por supuesto esa declaración antojada y cojuda como todas las que Chong se mandaba a veces por su inmadurez y falta de neuronas evidenciada más de una vez. Este par estaba furioso porque ni por su labia ni por sus cachos habían logrado la popularidad necesaria para cumplir con el mandato y hasta una posible reelección. Conmigo en el interinazgo, nos fuimos a pedir la organización de la reina de Jujan 1999. Fuimos con la consigna de que lo lográbamos o lográbamos debido a que nuestra mayor competencia era la reina de Jujan del año anterior. Pero nuestra oferta fue irresistible y como no si por lograr la organización estuvimos dispuestos a dar más de lo que debíamos por el simple capricho de alcanzar ese propósito. Después lo lamentaríamos, sin embargo, al final fue una extraordinaria experiencia de vida que es lo que queda luego de cualquier empresa loca como esta. Cuando Tin Yánez nos dio el sí, Fernando Arias –como siempre- demostró su entusiasmo de forma exagerada y celebramos con champán en la casa de las Moncada. Después vino lo difícil de conseguir las candidatas, hasta que llegamos a la casa de Nelly Torres, quien nos ofreció a su hija, lo que nos pareció una locura al dejarnos llevar por como ella lucía, pero Ingrid era totalmente diferente, tanto que a Fernando le gustó mucho 33


y trató algunas veces de acercarse a ella como algo más que amigo, aunque con poco éxito. Cuando la gente vio a la pequeña Ingrid –tenía trece años- empezó a hablar que ya estaba elegida, aunque para ser honestos ella era la mejor de todas las chicas no solo por la sencillez, sino por el roce internacional que gozaba al ser ajedrecista y deportista de alto rendimiento. Con poco presupuesto hacíamos milagros. El baile de presentación fue el éxito del año en Jujan, aunque la gente estaba inconforme porque pagó mucho por ver poco, pero ya teníamos el dinero en caja, por lo tanto, ya no era tiempo de reclamos. Con la plata en el bolsillo nos pusimos exquisitos y Fernando Arias mandó a hacer una cinta de reinado nacional, compramos los trajes para la coreografía y llevamos a algunos sitios a las candidatas. Uno de esos viajes fue a las piscinas del Rancho Faytong donde además de hacer una sesión de fotos, Fernando filmaba un video que aspirábamos transmitir el día de la elección. Ñañita que siempre estaba fregando la paciencia de todos, ese día se llevó el peor susto de su vida cuando la hermana de Fernando Piguave, que era aspirante a la corona, la lanzó a la piscina más grande y casi se ahoga de no mediar Olinda que a lo “Baywatch” se lanzó para sacarla del agua. Ahí se le terminó la joda y nació otra de nuestras 34


leyendas insólitas cuando “Pata Pata” después soltó el absurdo de por qué no lo llamaron para salvar a Ñañita, pues justo en ese momento él iba en el colectivo por el Rancho. Nosotros no sabíamos si reír o llorar con tamaña confesión de ese Romeo, pero al final terminamos por gozarnos con esa declaración absurda hasta el extremo. Para la elección apelamos a todos los conocidos para obtener los obsequios, esos que el Municipio no se dignó a conseguir, los mismos que abrimos en la casa de Fernando Arias para escoger los mejores para la reina y cambiarles de envoltura, con esos obsequios nos dimos cuenta que la gente “bien” de Jujan es tacaña por dar cosas de poco valor y que sinceramente servirían poco a las ganadoras. Los ramos de flores los conseguimos con nuestros papás y el que faltaba se lo solicité a Wacho, que desde su destitución estaba resentido con todos los del club en general y conmigo en particular no solo por no apoyarlo, sino también por mi vinculación amorosa con César, pero ese es un cuento para más adelante. Resentido por lo que sea, estaba alejado. Yo apelé a mi dotes redactoras y le mandé una carta con Paola, quien era la única dispuesta a todo en el club, capaz de llevarle carta a Satanás si era el caso. Por eso, oficio que nadie quería entregar por vergüenza o lo que sea, la frase era “dáselo a Paola” y ella sin paro ni barajo lo entregaba. Por eso una tarde 35


de desesperación ante la falta de flores apelé a Wacho, quien no me falló. Esta elección también pasó a la historia por el ramo de flores que envió Wacho Flores –el ex de Merly- que lo había comprado en el cementerio, tan espantoso y propio para un velatorio como el que había enviado para la Reina intercolegial. Para la noche Fernando Arias y yo estábamos listos para volver a animar un evento. Yo me fui a peinar, me hice un vestido lindo y Fer se vistió de traje para la ocasión. Solo conservo una foto de esa noche trágica en la que llovió, yo lloré y renegué porque las cosas no salían como las había planificado. No había artistas, las chicas no estaban muy guapas y su coreografía fue más que desastrosa sin contar que se cambiaban de peinado cada salida, lo que hacía la espera larga, tediosa y triste con un escenario medio arreglado y con la locución del famoso tuerto “Jau” que no perdía oportunidad para pedir disculpas por el “escenario improvisado”, la “elección improvisada”. Ante semejante escena yo no encontré otra salida que ponerme a llorar. Se me fue el glamour y toda la dignidad y me entregué al moco sin parar mientras Fernando y todos los demás me consolaban. Yo no quería salir más y tenía ganas de largarme y dejar botada toda la novelería de la reina. Eso queríamos y eso tuvimos, nos expusimos al ridículo y bien merecido teníamos las palabras del tuerto que 36


en lugar de ayudar, empeoraba la cosa. Y el tuerto que llamaba a la señorita Osorio y al señor Arias, yo que no tenía ganas de nada sino de que me trague la tierra, mientras las candidatas caminaban por toda la casa de los Picos esperando salir. En un incidente confuso Olinda mandó a la verga a Geoconda Piedra, secretaria del Municipio, y “Pata Pata” me mostraba su solidaridad. Como había llovido hasta el libreto estaba echado a perder, con toda esta tragedia salimos a dar la cara y ganó la que tenía que ganar y la que estaba anunciada, Ingrid Alcívar, con la música de Celia Cruz, “La vida es un carnaval”, la chica más sencilla, que se peinó ella mismo y con el vestido más triste de la noche, se puso la corona. Nosotros nos bajamos del escenario aún con vergüenza por todo. Ese año tuvimos una serie de actividades, surgieron un montón de cosas casi imborrables para la memoria y fue el año en que los chicos zanahorias hasta el aniversario número uno celebrado en la Sociedad de Comerciantes donde solo se bebía agua y cola, se dejaron tentar por las garras del alcohol y las fiestas pasaron a ser “Chupifiestas”. Organizamos un campeonato de fútbol de hombres y de mujeres, pero en pleno mes de marzo, la fecha inicial debimos suspenderla porque cayó un palo de agua que empapó nuestras ganas por ganar unos cuantos sucres que todavía existían. A la semana siguiente 37


sería el torneo masculino y femenino, “Por Siempre Amigos” tenía su propio equipo de chicas que estaba bajo la dirección técnica de tres “experimentados” jugadores: César Chang, Carlos Barzola y Dalton Barco. Licuados los tres no salía un buen entrenador. Una tarde el “profesor” Chang me hizo agotar hasta el extremo con un entrenamiento demasiado exigente, que terminé donde la doctora Elena, quien me diagnosticó un excesivo esfuerzo físico, me medicó y mi mami me bajó de la nube, es decir, me sacó del equipo. Yo siempre fui una flaquita adefesiosa -como escribió Fernando Arias en una parodia de ‘Betty la fea’ que hizo para el periódico mural- que no aguantaba mucho esfuerzo. El equipo perdió un elemento importante, pero los técnicos no le dieron mayor importancia. En contra de todos los lineamientos lógicos del fútbol; Carlos, César y Dalton hicieron entrenar al equipo de forma excesiva el mismo día del partido y eso trajo consecuencias. Ñañita se lesionó al pisar el balón y doblarse el pie derecho. Ñañita no quería perderse el encuentro y estaba decidida a todo con tal de entrar en la cancha, entonces se puso en manos de un “experimentado” fisiatra y preparador físico: el loco Mauricio. El asunto demandaba una acción urgente, entonces recetó que debía meter el pie en agua tibia con sal. Después le sobó con linimento olímpico, recetó cataflán para el dolor y la inflamación, le vendó el pie y recomendó reposo hasta el momento del 38


partido. A la hora indicada Ñañita junto con las demás chicas saltaron a la cancha a hacer el papelón de su vida. Previamente quisimos meter la mano en el sorteo del torneo para que “Por Siempre Amigos” enfrente al equipo más “débil” de este campeonato relámpago. Pero las chicas del “Apolo” se dieron cuenta y prefirieron retirarse antes que verse utilizadas para nuestros fines perversos. Así que con tres equipos, “Por siempre amigos” se enfrentó al rival más temido: “San Antonio”. Fue una “masacre”, un solo equipo y tres técnicos que jamás pudieron encontrar una solución. El resultado fue contundente y “saca técnico”, 7 a 0. No solo que hubo problemas con el rival, sino internos cuando Olinda se negaba a dejar la cancha por considerar que ella podía rendir más, que estaba jugando bien y además era del club, pues los estrategas ante semejante desastre incluyeron “foráneas” en la nómina, pero a lo Barcelona no hubo mejoría y “San Antonio” –con jugadoras de talla y con cara y cuerpo de hombre- se cansó de humillar a nuestras chicas. La final fue ante Barrio Lindo, cuadro ganador del torneo. Al final Jessenia no logró vender todos los chuzos, los mismos que fueron consumidos entre nosotros. Y para que las Moncada no se lleven nada de lo que sobró a su casa –como era su costumbre de siempre-, Fernando y Ñañita se echaron en el pelo la apanadura, a Ericka le reventaron un huevo que pretendía llevarse en el bolsillo del pantalón, a 39


César le hicieron comer un hot-dog relleno de ajo y al que encontraban distraído le restregaban en la boca una tapa de limón. Una actitud que divertía a todos, menos a mí que siempre fui catalogada como la más amargada del grupo, como ya lo dije antes. Para el tiempo en que todo esto pasaba ya nos reuníamos en un local desocupado de la casa de Fernando. Empezamos en la “Renovación Carismática”, pasamos a un aula de la escuela de la mamá de Wacho, luego a la Sociedad de Comerciantes, una reunión en la casa de Alfredo, para ir a la terraza donde Paty hasta el incidente de los juguetes, destituimos a Ávila en la terraza de la casa de John Peter para terminar en ese local que hoy es un almacén. Toda esa gira de sedes siempre acompañadas del periódico mural y de anécdotas inolvidables. Para 2000 quisimos hacer un baile como nunca habían hecho en Jujan y por unanimidad decidimos que traeríamos a las “Chicas dulces”. Con el plan listo, pero sin plata, no fue sino empezar a hacer contactos con este grupo musical. Mandamos a hacer las entradas para luego colocarlas, aunque no teníamos a las “Chicas Dulces” contratadas. Una noche de desesperación se nos ocurrió la idea de ir a buscar al grupo a la playa donde se encontraban. No teníamos chofer, Wacho que era una posibilidad no aparecía, pero se me ocurrió que Aroldo podía ser. Pero mi papi sabe 40


bien que un carro no es una bicicleta que se le presta a cualquiera, así que me hizo aterrizar a los pocos minutos que le lancé esta sensacional idea. Después de unos días las “Chicas dulces” nos dijeron que ya tenían contrato para la fecha que nosotros queríamos y ahí quedamos con un gran inconveniente, pero alguien soltó la idea de “Kandela y Son” y finalmente ya teníamos reemplazo y harto trabajo y aún sin dólares o sucres –los que circularon hasta septiembre de ese año- con que contratar. Entonces empezamos una colecta inimaginable. Con un par de anillos de grado de Fernando Arias y Dalton yo presté 3 millones de sucres a mi papi; Fer por su parte prestó el dinero de su pensión de la universidad; Dora prestó a su papá y hasta Jessenia colaboró con 20 dólares para esta empresa loca que habíamos emprendido. Con lo que ya habíamos recogido de la venta de entradas fuimos a dejar el primer pago a Guayaquil. Con Merly, Paola, Fernando y Jessenia fuimos a dar a la casa de Loly Ochoa, manager de las Kandela, y pactamos los pagos no sin antes figuretiar con la Loly; y Merly y Jessenia de babosear con uno de sus hijos que estaba muy guapo eso sí. Solicitamos a la marca de cervezas Biela un escenario y amplificación aduciendo que éramos un grupo de ayuda social y parecía todo resuelto. En la casa de Fer con Paty grabamos unas voces y las pasamos durante la elección 41


para alcalde de Jujan como si fuéramos las cantantes, junto con un cassette que Loly nos dio con algunas de las canciones más famosas del grupo, aunque solo “El murcielaguito” era la más sonada. Todo iba bien hasta que los candidatos a alcalde de Jujan se mandaron un zafarrancho un día antes de las elecciones aduciendo que Tin Yánez les iba a hacer fraude para ganar él. Y entre piedras y gritos nosotros temblamos ante la posibilidad que los comicios se suspendan hasta la semana que se suponía íbamos a hacer el baile y con ley seca de por medio y contrato que no podíamos cambiar ni romper, lo perderíamos todo. Con esa desesperación yo escribí una carta para todos los candidatos donde ponía en práctica todos mis conocimientos políticos, aunque después de algunos años que volví a leer la famosa carta me di cuenta que tenía errores y estaba hasta mal redactada. La enviamos presa de la angustia porque debíamos mucho dinero y mi temor era por mi papi, cómo iba yo a pagar semejante suma. Pero se superó el incidente político y hasta nos sirvió para promocionar el baile. Respiramos aliviados, pero todavía nos faltaban más calamidades y sustos por vivir. Un miércoles, cuando faltaban tres días para la esperada presentación de “Kandela y Son”, fui con Paola a recordar a la gente de Biela sobre el baile en Jujan y de su compromiso de darnos el escenario y la amplificación, pero ¡oh! desgraciada sorpresa, ellos dijeron que nos 42


daban la tarima, pero amplificación jamás. Casi me muero porque de dónde íbamos a sacar plata y amplificación. Inmediatamente me fui a Babahoyo, comunicándome con mi celular “raspahielo” con los implicados en este baile, tratando de encontrar alguna posible solución. Fuimos a buscar a Julio Abad, dueño de Cadillac, a ver si él podía proveernos los micrófonos solicitados por Loly Ochoa para dar su espectáculo, pedidos locos porque al final “Kandela y Son” hace todo menos cantar y tocar en vivo. Nos dio un contacto de milagro y uno de Quevedo. En Milagro nos cobraban mucho, así que llamé a Quevedo e hice el negocio, me dieron un número de cuenta del Banco Pichincha donde debía depositar la primera parte del pago. Pero no sabíamos si esta era seria o no, si llegaría, pero a esa edad y con nuestra locura no pensamos jamás en eso. La noche nos mandamos una de esas chupas monumentales, con “siete pum” y otras majaderías para obligar a que la gente tome. La famosa noche del ron coquito, memorable borrachera con un evento a las puertas y sin amplificación confirmada. Al siguiente día Ñañita como tesorera se fue con Jessenia a pagar y nosotros felices sin pensar que por esas cosas que tiene la vida podíamos perder todo y sin ningún respaldo para cubrir tanta deuda.

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El sábado desde temprano inició nuestra jornada. Comprar hielo, perifonear en Babahoyo y en Jujan, cargar bancos y mesas, confirmar el escenario y la amplificación, armar los bares y andar de aquí para allá casi sin comer, sin tomar en cuenta que entre las exigencias de las artistas estaba comer seco de gallina criolla lo que implicaba que teníamos que recibirlas en una casa y preparar la comida. Entre esas idas y venidas, mientras bajábamos cosas en el colegio donde era el baile, César le dijo a Jessenia “qué fue tanque” y la gorda se mandó un resentimiento de esos históricos, mientras los que estábamos ahí gozamos harto con la ocurrencia de Cesitar y esas imprudencias a las que nos tenía acostumbrados. En la tarde yo moría de la desesperación porque no aparecía ni Biela ni el DJ. Llama aquí, llama allá, hasta que pasó mi angustia cuando arribaron el escenario y el disc-jockey. Con todo el cansancio del mundo fuimos a ayudar a Jessenia a cocinar y luego servir. No todas estábamos escogidas para ir a hacer de sirvientas de las “Kandela”, solo las de siempre porque ese era el derecho por trabajar tanto. Llevamos a la casa de don Líbano Pino todos los tereques, ollas y platos con el famoso seco de gallina. Las mujeres estas comieron, cotorrearon, se maquillaron mientras nosotros lavábamos platos como nunca antes y debíamos correr a vestirnos porque la jornada era larga. Cuando llegué con Merly me quedé sorprendida 44


al ver la cantidad de gente en las canchas del colegio. Las luces, el sonido, el escenario increíble me emocionaron y es que hasta ahí no sabía la decepción que iríamos a sufrir. El show fue bueno a pesar que las “Kandelas” doblaron y pocas músicas, pero la gente quedó contenta que era la importante. Con lo que arrojó la puerta le pagamos a mi papi, a Fernando y lo que faltaba del contrato con el grupo. Con los bancos sacamos para el papá de Dora y otros pagos, solo faltaba Jessenia. Fue una jornada dura y larga. Recoger botellas, evitar que se quiebren y luego recoger los bancos y armar las mesas. Llegó el momento de la contabilidad, cuentas iban y venían y lo único que sabíamos con certeza es que habíamos trabajado tanto por nada. Fernando Piguave, Carlos Barzola; Jonh Peter y Mauricio fueron los encargados de los bares. Al ver nuestra desesperación porque no cuadraban las cuentas, ellos de forma muy “inocente” encontraron más dinero, el que les apareció de ¡oh! sorpresa y que fue de alivio porque teníamos como cubrir lo que nos hacía falta. Aunque sospechamos de pateo por parte de los barman después de que Piguave y Barzola no nos daban confianza por la aparición “mágica de plata, al igual que el Loco y Peter que ese día sufrió de una crisis de orine que lo llevaba al baño a cada rato. Pero claro eran

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especulaciones propias de nuestra joda o de la desesperación de la jornada infructífera. Entre discusión y discusión Jessenia reclamó su pago, pues a esas alturas era a la única a la que no le habíamos dado nada. Entonces Fernando Arias empezó a recoger chicles, mentas y cigarrillos para completar con “especies” lo que hacía falta. Jessenia “brincó” y con energía soltó un “no pues chucha a mi dan completo, ‘Lápiz cabezón’ de mierda que crees que a mí no me van a pagar”. Los demás reíamos a carcajadas hasta que Fer vio a la gorda al límite de su coraje y le entregó el dinero completo. Al final de esa larga jornada nos quedaron 20 dólares de ganancia y la falta de entusiasmo para organizar otro baile igual. No había sido nuestro primer fracaso, ni el último. Fracaso económico, lleno total. Vacío total y falta de plata lo sufrimos en 1999 cuando intentamos elegir el “Nene sexi” de Jujan y Olinda dañó el disc-jockey por hablar muy fuerte al micrófono según José (+) su hermano y quien manejaba el DJ. Después fue en 2003 cuando tratamos de hacer el baile de “Debutantes” y no fueron más que los familiares de las participantes y nosotros. En ambos quedamos con deudas menores comparadas si hubiéramos fracasado con “Kandela y Son”. Nosotros no quedamos curados con la primera elección de la reina, volvimos por más en 2001. Esta vez el alcalde era Santiaguito, quien consciente de nuestra “experiencia” nos dio la 46


tarea de la organización del reinado de ese año. Es que junto a Santiago organizamos la reina de “San Agustín” de 2000 para las fiestas de agosto. Una vez más los oficios y las búsqueda de candidata que se tornó más difícil cuando a mí se me ocurrió que se debía usar trajes de época antigua tal como lucían en un diccionario que había donde mi abuelita Pompa. Así conseguimos candidatas, incluida Guilla la hermana menor de Jessenia y Olinda. Las participantes aceptaban y nosotros le dábamos a escoger un modelo pomposo que iban desde la edad media hasta la época victoriana. Como Guilla no contaba con un costurera de confianza, Ñañita le recomendó a mi tía Sara, acción de la que todavía se avergüenza y se lamenta. El día de la elección Guilla fue hasta donde mi tía Sara y se encontró con un adefesio al que no podía llamársele vestido de época. Olinda le decía “mira Johanna, esto no puede ser, mira que horrible” y Ñañita sin palabras no hacía más que reconfirmar lo que era evidente: a mi tía se le fueron las patas y cosió una cosa espantosa que no servía para nada. Como en el club siempre había astucia, se decidió que la presentación iría desde la época antigua hasta la moderna para justificar que Guilla vestiría un traje de nuestros tiempos porque no tenía otro y a esas alturas no había de donde sacar uno antiguo.

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Para que el evento tuviera más realce conseguimos que la tarima de la “Tropifarra” fuera el escenario para la elección. Los obsequios, las flores y todo lo que la organización requería consumía nuestro tiempo. Pero era lo que más disfrutábamos. Unos días antes a mí me dio una de esas crisis existenciales de “pelada” y decidí que el día de la elección me iba a quedar en Guayaquil en la casa de mi amiga Mariuxi porque tenía que hacer un trabajo para la universidad. La verdad es que el trabajo lo terminé temprano y todavía me pregunto por qué tomé esa decisión, bueno yo soy así, medio loca. Ante esa situación no había quién acompañe a Fernando Arias como presentador del evento. Ñañita es muy pilas para hablar y dominar público, pero se negaba a vestirse de gala. Con pantalón salía sin ningún barajo como nosotros decimos, pero con vestido era necesario buscarse a otra. Lily Azú se ofreció y aún nos reímos del papelón que hizo esa noche. Lily tiene una voz muy gruesa, nada femenina. No leía correctamente y a la hora de mencionar a la “Muy Ilustre Municipalidad” dijo la “muy muy municipalidad” y todos los del club se querían morir de risa y vergüenza. Después a la hora de mencionar a un miembro del jurado – esposo de una jefe de Merly por lo que ella estaba preocupada, decían los muchachos perruña- Lily bautizó “Marcos Runrun” a Marcos Runruil, jefe político del cantón Guayaquil. Mientras todo eso pasaba yo caminaba por el 48


malecón del manso Guayas intentando olvidar a Ávila, sí porque yo estaba de atar, medio estúpida desde hace algún tiempo. Una vez más Jessenia fue la que se llevó la joda más grande cuando hecha la babosa andaba detrás de uno de los animadores de la “Tropifarra” y los chicos en represalia no la quisieron acompañar a su casa para ayudarla a cargar con todos los tereques que sirvieron para una venta de hot-dog y hamburguesas, seguramente Fernando Arias dijo “quién se va a robar a Jessenia”. Ñañita y otros más se repartieron todo lo que sobró y la gorda debió cargar solo con todos los trastes sucios. Con el éxito que fue esta gala, al año siguiente Santiaguito confió ciegamente en nuestra experiencia organizativa. Con esas locuras de buscar candidatas de la mano de Paola, Fernando Arias, Jessenia, Merly y otros más fuimos a dar a Bella Luz y Libertad, dos sitios a los que solo llegan los malos, malos o los ingenuos como nosotros. Para este evento conseguimos la asesoría y trabajo de Gladys, así porque después de tantos años no recuerdo su apellido, excepto su rostro pícaro y su sonrisa que invitaba a algunos muchachos a mucho más que lo que parecía. Fernando Piguave fue el contacto y así vino ella a dar a estas tierras junto con sus dos amantes a los que tenía en la discoteca a “A tu nivel” al mismo tiempo sin que el uno sepa del otro. 49


Organizamos una serie de eventos, entre ellos, la elección de la “Señorita Bodas de Cristal” –en honor a los 15 años de cantonización de Jujanla misma que sería electa por voto popular. La venta de entradas, cervezas y bancos sería para fondos del club. Y nos fue muy bien. Para dicho baile Gladys preparó una coreografía con una canción de Christina Aguilera y nosotros pedimos unos trajes de falda y blusa en Jujan Sport para las candidatas. A este evento tampoco pude asistir porque el dengue me tumbó y yo una vez más endeble y frágil debí ponerme suero justo el sábado aquel que era el baile de elección de la “Señorita Bodas de Cristal”. La noche no empezó bien. Flor María, una participante, solicitó a Johnny, que quién sabe de dónde había sacado que era estilista, que le haga un peinado. Entonces él puso las manos en la cabeza de la muchacha para hacerle justo el peinado glamoroso que aparecía en una revista. El resultado fue un adefesio como el vestido que cosió mi tía Sara para Guilla. Cuando la mamá de Flor María llegó, casi se infarta. Histérica la señora vociferaba y amenazaba con retirar a su hija del concurso. “Pero qué adefesio es que te ha hecho el maricón hijueputa. Te retiras porque te retiras”, gritaba esta mujer. Jessenia que también se las daba de estilista se ofreció a arreglar o enmendar en algo el error de Johnny que había salido sin dejar ni el polvo.

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Una vez superado el incidente del peinado, estaba por llegar lo peor. Las chicas debían hacer su baile de la Aguilera, pero previamente sonaba el reggaetón “La culebrita”. El DJ de Hernán se quedó solo en “y es mi culebrita… y es mi culebrita” y las chicas una y otra vez hacían lo mismo hasta que Gladys histérica por ese papelón las llamó de vuelta al “camerino” y de coraje se arrancó un hermoso collar de piedras que fue a dar por los pies de Cesitar. Hernán ni sabía quién era Christina Aguilera, así que en esas condiciones el baile no se haría y nosotros estábamos quedando mal ante el concurrido público. Gladys se le “cargó” a Hernán con palabras que iban desde los insultos hasta los lamentos y entonces Meche Zambrano –cuñada “amorosa” de ese entonces de Hernánse metió a defender a su hermano político y la cosa parecía que se iba al puñete limpio porque las dos mujeres se conocían de los años de colegio y cada una decía que sabía muy bien cómo era la otra. Pero para esos problemas urgentes y a los que nadie quería enfrentar por cobardía y vergüenza, estaba Paola. Ella ni corta ni perezosa se ofreció a conseguir el CD de Christina Aguilera donde Julio Toaza, dueño de la discoteca “A tu nivel”, lugar donde las chicas ensayaban lo que daba cuenta que él lo tenía. Paola corrió, le tocó rogar, pero lo consiguió porque ella no daba nada por perdido. Las chicas bailaron, Amparito arrasó la elección popular y nuestras arcas quedaron bien 51


nutridas. Yo superé el dengue días después para el baile de gala de la “Señorita Simpatía”. Qué tiempos aquellos, nosotros sí que le dimos guerra y brillo a este pueblo hoy sombrío. Para la noche de la “Señorita Simpatía” Fernando Arias –el aristócrata del grupo- exigía que la gente vaya formal. La fiesta fue con invitación, es decir, gente selecta, la crema y nata jujeña, más unos invitados de cada candidata. Nos la pasamos bien, nos tomamos unas cuantas botellas de cerveza, bailamos y molestamos a Fernando con Nínive, una de las candidatas. Él había mostrado su interés por esta niña a la que yo no consideraba la ideal para mi amigo, he de confesar. ¿Celos? Sí por un amigo al que quería y apreciaba mucho. ¿Una premonición de lo que sentiría después por Fer? Quién sabe, cosas del destino, pero ella no me caía bien. El día de la elección nos tocó hacer mucho, trabajo duro como el que sabíamos nos esperaba, pero con el agregado de que Santiaguito y su gente nos querían barajar del evento cuando nosotros lo habíamos armado todo. Por eso con Fernando Arias no quisimos entregar el libreto que habíamos armado para Frank Palomeque, quien sería el animador. En la noche fuimos a retirar nuestras camisetas que nos identificarían a Jujan Sport. Pero fueron un desastre. Las tallas grandes eran chicas y las chicas extra grandes. Así que pocos lucimos las 52


camisetas más feas que tuvimos en la historia del club. Ya vestidos con la camiseta de espanto, Fer y yo fuimos a donde estaba el Palomeque, quien con aires de divo no quiso el libreto, solo los datos. Salimos a la Gruta de la Virgen donde estaba el asunto grave porque Santiago en su cuarto de hora más raro intentaba despojarnos del crédito de organizar la elección. Una concejal quería imponer criterios y hasta la reina si se lo permitíamos y a esas alturas además nosotros no teníamos jurados para el evento. A esa hora solo Jerson Nivela, un invitado que siempre nos acolitó, había llegado. Así que era hora de improvisar. Uno de los amantes de Gladys, un cobrador de una Santa Elisa, subió como el ingeniero experto y salido no sé de dónde, una amiga de ella la pusimos como reina de la provincia de Los Ríos aunque de reina ni el nombre por lo que la gente reunida en la calle comentaba y no quería tragarse ese cuento. Resuelto ese “pequeño” problema entonces casi nos vamos a los golpes con Santiago y con la “vieja Margarita”, la concejal metida que quería robar película cuando no había estado ni en pelea de perro con nosotros. Ahí en la escalera se paró John Peter a forcejear para que no entre la loca, con aclaraciones fuertes le hicimos ver que nosotros no éramos ningunos caídos de la mata y que no estaba ni tibia si alguna vez pensó intimidarnos. Entre empujones y 53


amenazas de las candidatas de retirarse si nosotros no continuábamos al frente del acto se dio inicio al evento. Al final Amparito se llevó la corona y la amada de Fer el virreinato, amada que pretendió llevar a una fiesta nuestra junto con otras ex candidatas, siempre secundado con otros babosos del club, pero al final nos impusimos, aunque eso es relato para más tarde. Nos tomamos la foto de rigor incluida con Palomeque y nos fuimos de ahí “jurando” no volver a organizar nada de nada con Santiago Medrano, tan tacaño que no dio ningún premio que valiera la pena a las ganadoras y a nosotros ni las gracias quién sabe por qué demonio que se le metió o que cuento de algunos sufridores que nunca nos soportaron a los “Por Siempre amigos”. Las “chufiestas” Nosotros empezamos como niños buenos. El más “dañado” era Wacho Ávila y quizás Víctor. Los demás apenas estábamos conociendo gente, haciendo amigos y saliendo a fiestas. En las fiestas poníamos penitencias “locas”, pero de tomar cola no pasábamos. Así sucedió en la fiesta de cumpleaños de Fernando Arias, donde también hubo penitencias como en matiné, por eso me tocó perseguirlo de rodillas por toda la sala de su casa. ¿Otra predicción para el futuro? Los chicos se divertían con eso porque éramos sanos. Lo más divertido fue el “glass” de la torta que dejó con los dientes azules a varios de los 54


muchachos. Para la reunión de Navidad hicimos un intercambio de regalo en el que había más tensiones que en Irak por la pelea de los juguetes y la casi división del club. Fue el día de los regalos imborrables. Wacho le dio a Ñañita un portarretratos cuadrado indescifrable, una cosa espantosa y poco digna del presidente de “Por siempre amigos” y que claramente evidenciaba que no pasaba de uno o dos dólares. Merly como no estaba de buenas con Paty, le dio una bola de pelos de peluche que era el comentario de la noche, peluche que luego fue a parar a las manos de Paola después de que Paty se lo dio como regalo a ella. Fernando me dio un osito que aún conservo. Lo puso en varias cajas para hacer parecer que me había llevado el obsequio más grande, detalles que siempre lo han identificado. Lo más trágico de la fiesta fue el concierto del grupo Torbellino que se mandaron John Peter y Lucy. Fue una tortura que nadie se atrevía a interrumpir y sin ninguna vergüenza, creo que se cantaron todo el CD. Después de la comida cada quien se fue a su casa, temprano, porque nosotros estábamos en la onda fresa, zanahoria, es decir, sana y sin excesos. El alcohol no entraba en nuestras reuniones y así sucedió hasta la fiesta del primer aniversario del club. La hicimos motivo “Rugrats”, con una piñata llena de harina que esta vez fue a dar al cuerpo y vestido de Gaby y Ñañita. Comida, 55


baile y nada más. La llegada a las garras del trago empezó en el siguiente cumpleaños de Fernando Arias. Ahí sirvió vodka con cola, sangría y alguna otra cosa que nos tragábamos a esas alturas sin ninguna dificultad. Como la gente no estaba tan acostumbrada a la bebida entonces se apelaba al juego “siete pum”, después a juegos como marcas de carro, “nombres de güevadas con r como Raúl”, según pedido de Olinda, que estaba decepcionada del que ahora es su esposo. Nosotros nos gozábamos de esa ocurrencia y también de los reclamos de Jessenia que bravísima la acusaba además por no saber los múltiplos de siete en el juego del “siete pum” y emborracharse demasiado rápido. Fue una memorable jornada alcohólica que se repetiría y de las que saldrían nuestras más picantes y locas anécdotas. En 2000 Olinda fue la reina del club y para la ocasión Fernando Arias preparó una joda que haga notar lo bajita que era nuestra amiga. La Patucha que según ella tenía “bastante por delante y por detrás”, se creía con suficiente cuerpo y personalidad para ceñirse la corona de “Por siempre amigos”, aunque nunca imaginaba que Fer se había tomado la molestia de grabar música infantil en radio “Patín” para ponerla como fondo cuando la reina hiciera su paseo triunfal en un local de la casa de Lily Azú. Eso enardeció a Olinda y a nosotros nos divirtió a morir. Eso fue memorable tanto como el 56


rompope que yo preparé para esa noche. Yo que siempre he sido loca testaruda y que recibe muy pocos consejos por creerse la dueña de algunas verdades absolutas, no tomé de buena manera la advertencia que mi bebida no saldría bien. Con un recetario en mano que encontré entre algunos libros viejos, empecé a cocinar ese “veneno” insufrible que hasta a mí casi me mata. Ron, unos huevos y una lata de leche condensada estaban listas en la licuadora, ahí se fue dando paso a esa mezcla espantosa, la cual nadie quería probar porque con el solo hecho de acercarse producía ganas de vomitar, aunque yo me negaba a reconocerlo. Entonces para desvararnos de aquel brebaje infernal lo sometimos a beberlo como parte de una penitencia. La peor noche de la vida de Dalton fue sin duda cuando en su papel decía que debía meterse a la boca semejante unión de huevo, ron y leche condensada. El pobre suplicaba que por favor “ya no más, ya no puedo” y ¡guácala! Directo a vomitar, si Dalton hablaba poco, esa bebida lo dejó mudo casi el resto de la noche. Como él no pudo terminar de beberse el rompope y había que salir de él como sea, entonces yo recibí de mi propia medicina y ahí casi muero y no literalmente, sin imaginarlo a mí también me tocó un maldito papel que me obligaba a tomar el rompope. Todas las pocas tripas con las que cuento, casi se me salen por la boca y mi estómago se sintió tan ofendido que no resistió siquiera ni un caramelo en lo que 57


quedó de la noche. Ese rompope es motivo de burla cada vez que Fernando recuerda el suceso, acusándome que yo me creía Biachi o Mariaca, cocinando para la televisión. Fue inolvidable semejante cosa que del solo recordarla me dan ganas de vomitar y seguramente Dalton me odió y nos odió algún tiempo por eso. Esa noche la moda era el “agua loca”. Tampico con ron, lo que provocó que la gente empiece a hacer relajo más de la cuenta y Gustavo Azú – papá de Lily y famoso porque no aguanta paro ni barajo ni relajo- nos botó del local y terminamos debajo de la casa de Fernando el resto de la fiesta, ahí Jessenia y Olinda hicieron lo que pudieron a la hora de repartir la comida, su tradicional arroz millonario y tallarín millonario, el mismo plato en el cual encontré un chicle masticado el día de la fiesta de graduación de Olinda un año antes. Como ya habíamos probado el néctar prohibido del alcohol no fueron pocas veces las que nos reunimos para conversar, probar la virginidad de la gente si los periódicos que poníamos en el portal de la casa de Fernando Arias para sentarnos se rompían o no, todo con la compañía del trago que para la época era el que viniera, pues no contábamos con el presupuesto suficiente. El favorito el ron con cola. Así fue como en una noche de cuentas del baile con el grupo “Kandela y Son”, Ñañita llevó el famoso 58


“Ron coquito”, que según Arias si tomabas unos cuantos tragos entregabas el “coquito”. Esa noche teníamos un montón de problemas no resueltos con el baile, sin amplificación y la incertidumbre de si la conseguiríamos a falta de tres días para el evento, igual no podíamos dejar pasar el aniversario número dos del club. Así que en el local en el que hacíamos las reuniones nos juntamos los borrachos de siempre. Con el tradicional juego del “Siete pum”, pasamos a continuar la letra de la canción, la misma que unos más malvados que otros utilizaban para emborrachar a los más ingenuos y ellos mismos librarse de beber. Así quedó registrado el momento en que Fernando Piguave lanza la primera parte de la canción “Clavado en un bar” de Maná para Fernando Arias: “aquí me tienes bien clavado…sigue” un silencio y las risas que estallaron por la cara de sorpresa de Arias y Piguave y por la interpretación de doble sentido que inmediatamente se le dio a semejante afirmación. “Viiiiii esa nota, que te tienen clavado”, dijo John Peter y no parábamos de reír y claro con unos cuantos vasos de ron encima, la joda era mayor. Yo había pasado casi invicta porque César había sido considerado conmigo al interpretar canciones que yo conocía, la peor parte la estaban llevando Lucciola y Ñañita. Yo bien hasta que llegó Wacho Ávila y como de costumbre arrinconó a todo el mundo para sentarse a mi lado y ahí se terminó mi suerte porque empezó a cantar unas canciones 59


totalmente desconocidas para mí y así comencé a beber más de lo que tenía planeado. Después trajo la guitarra y la noche se alargó. En el local de la casa de Fernando Arias no había baño y Ñañita se hacía porque se hacía, así que aprovechó que Fernando Piguave y Mauricio fueron a dejar a Lucciola a la casa de ella –con demasiado ron coquito y castillo encima- y así proceder a meterse atrás del Subcentro de Salud y orinar, al final era lo que quería y los detalles de que los muchachos u otras personas podían verla eran eso, detalles. Cuando regresó estaba totalmente ebria y ya era hora de marcharse, antes Jessenia nos llevó a la fonda de su papá para prepararle un café a ver si le pasaba la cruda borrachera. Mientras tanto estábamos junto a Wacho sentados en una vereda a ver si reaccionaba y ella que insistía una y otra vez “cuñado, que fue cuñado” y nosotros solo nos mirábamos cómplices y yo con algo de vergüenza, pero Ávila era fresco y eso era lo más importante a esas alturas de la madrugada. Nuestras chupas fueron memorables, tanto como las que se mandaban solo los chicos. Así una noche de sábado solo para hombres, en un bar de Javier López, César y Wacho me hicieron valer una cerveza por una apuesta, mientras que en otra que tuvieron en un antro llamado “La tertulia”, nuestro ex miembro, Ciro, “confesaba” a voz en cuello que Carlos había sido su primer 60


amor y marido, siempre ante los pedidos del implicado de que mejor se calle de hablar tonterías; noche en la que el loco Mauricio asegura haber salvado la virginidad y hombría de bien de Fernando Arias en un baño de aquel lugar, cuando un mamarracho que estaba en el bar quería aprovecharse de lo pasado de tragos de nuestro amigo y de que pensaba que Arias no le iba al Necaxa, lo que le indignó y quiso romper una botella para caerle al tipo, claro está ofendido de esa acción. Casi terminan al golpe. Para cuando ya estábamos totalmente salidos del redil al que alguna vez quiso meternos el padre Celso, los fines de semana estaban casi todos acompañados de una cerveza aunque sea, también de unos cuantos Marlboros blancos para los que fumábamos por el frío o solo porque sí. En esas noches Dalton y Dora anunciaron que habría boda y César casi se muere, tanto que sin ninguna vergüenza aconsejaba al flamante comprometido que lo piense bien con el típico “chucha no te cases, loco”. Pero el amor o el apuro ya habían decidido y Dalton que no quería sufrir otra decepción amorosa como la de dos años antes en que lloraba pasado de tragos porque creía que Dora le montaba cachos en la Universidad de Guayaquil, lamentos en brazos de César, decidió que lo urgente era tener la presa en la mano y no escuchó al Chino.

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Antes se casó Olinda con su eterno Raúl y ahí no volvió a ser parte de esta historia, Dalton y Dora, luego Merly y John Peter, César que hablaba de soltería por siempre, Ñañita y Carlos que se rejuntaron y al final la gorda Jessenia a la que perdimos para siempre cuando salió de nuestra famosa lista de emperchados. Pero los amores y desamores son para después. Por primera vez decía Fernando Arias que durante su presidencia del club se iba a tener una verdadera cena de fin de año, fiesta tradicional en la que cada 30 de diciembre nos reunimos a festejar o despedir, a hablar una sarta de pendejadas según Mauricio o para no perder la costumbre de buenos amigos, creo yo. Arias se encargó de la comida y nosotras del trago, es que ese ya era para los miembros del club primero que la comida. Para la ocasión habíamos preparado unos años viejos que se han enmarcado en los mejores de la historia de “Por siempre amigos”. Como no teníamos nada más que hacer que estudiar la mayoría, entonces todas las noches les dimos forma a Dalton y Dora. Nos quedaron espectaculares con las “cara sucias” y otras especialidades conocidas que Dora vendía en la plaza como parte del negocio de panadería de su papá. Dalton era un futbolista con aspiraciones de jugar en primera que nunca llegó ni a segunda. Así Dora ataviada de ropa de marca y con un plumero para soplar las moscas tal como usan 62


las personas que venden pan, fue nuestro mejor trabajo. El papá de Dora estaba indignado con nuestra creación, pero los chicos se lo tomaron bien y gozaron con nosotros. Jessenia se perdió esta fiesta porque le debía 20 dólares al club y no nos había pagado a pesar que había pasado mucho tiempo y como necesitábamos para la fiesta, junto con Ñañita y Fernando Arias fuimos a cobrarle, pero ella se hizo negar de Guilla. Entonces Arias que ha gustado de la joda empezó a decir: “Sal Jessenia que bien que estás aquí, apúrate”. Pero nada, así que Fer entró pese al impedimento de Guilla y cogió el televisor amenazando llevárselo como pago. Después de fregar un rato, dejó el televisor y nos fuimos. Una hora más tarde Jessenia apareció en la casa de Fernando para pagarle los 20 dólares, pero no fue a la fiesta de fin de año porque estaba resentida con nosotros. Con esos antecedentes, Arias ofreció un menú que no era el tradicional y con presupuesto en mano se fue a comprar un jamón que lo cocinó, adobó quién sabe con qué en una mermelada. Su anunciado “por primera vez comeremos bien” se quedó en promesas y la insatisfacción fue general. Mauricio sentenció –como siempre“venir tan lejos de mi casa para comer menestra con mortadela”. Eso fue fino, digno de una mente retorcidamente despierta para la joda como la del Loco, pero la cara de Fernando fue 63


mejor. Aún se irrita cuando la gente le recuerda ese menú que podía ser muy “guay”, “chic”, “pelucón” o lo que sea, pero para los del club era casi incomible. Siempre recuerdo la cara de Manuel haciendo esfuerzos por continuar degustando el supuesto jamón con sabor a mortadela, embadurnado de una mermelada que definitivamente no gustó a nadie. Decididamente lo mejor fue el trago, los monigotes y la reunión para hablar de un montón de cosas sin sentido como siempre. Si Arias había ofrecido buena comida para ese fin de año, hizo la misma promesa para el aniversario número tres del club. Como había presupuesto de sobra por la organización de la reina en el período de Santiaguito, una comisión fue especialmente a comprar comida a un Chifa de Guayaquil. Ahí toda la directiva se jactaba que sería la mejor comida sin contar que al pasar mucho tiempo y ser productos guardados en congelación, la comida a duras penas pasaría por el paladar de los más afrentosos que asistieron a la fiesta. La “Acuarela” fue especialmente contratada para ese aniversario. La cerveza estaba a la orden del día y yo no pude ver la entrada triunfal de Fernando Arias con Nínive, la virreina y la chica que le gustaba, junto con Fernando Piguave y otra de las concursantes, avalados por Mauricio que dice que a Fer le gustaba mucho Nínive, pero ella le dijo que no a pesar que la mamá de 64


ella estaba encantada por ese joven “bien” que pretendía a su hija. Nunca nos pareció una idea buena porque las chicas no eran de nuestro agrado y por considerar que ellas y los chicos solo buscaban figuretiar. Ahí se fueron en busca de la virreina y la otra ex candidata, se plantaron en la fiesta, pero la mala cara de las chicas de “Por siempre amigos” espantó a las dulces doncellas y para cuando arribé a la fiesta solo encontré el comentario del atrevimiento de llevar invitadas no deseadas a nuestro aniversario número tres. Lo primero que hicimos fue proclamar a Ñañita como reina del club, honor que se llevó por ser una de las pocas chicas en el grupo capaces de ponerse la cinta que antes se habían ceñido Gaby, Merly, Olinda y María Elisa. Wacho fue el proclamador oficial a pesar que el domingo previo a la fiesta insultó a la Ñañita, quien no caminaba por la vereda, así que la mandó a usar la acera con un método nada diplomático debido a los muchos tragos que traía encima, por eso le dijo “camina por la vereda mama verga…” y Ñañita se sorprendió por semejante trato, Carlos que iba con la negra quería caerle a puñete como algunos en el club, pero se contuvo. El viernes proclamó a la reina y hasta se tomó fotos con ella como si nada hubiera pasado y como era costumbre en nosotros, inmortalizar los buenos momentos. Luego ordenamos las sillas en una rueda para empezar a libar y a hablar las mismas incoherencias de siempre. Las penitencias no 65


faltaron ni los juegos para acelerar que la gente tome la cerveza comprada para la ocasión. En una de esas penitencias, aleccionado por Mauricio, Fernando Piguave pidió a John Peter que diga tres veces “Soy mono, soy mono, soy mono”, entonces la gorda saltó en defensa de su primo e indignada cuestionó tremendo pedido. “No pues, me parece una falta de respeto, no me parece”, mientras tanto los demás nos reíamos un tanto con vergüenza y otro tanto con descaro. Después el turno fue para César. Ahí el Chino demostró sus dotes de bailarían “streaper” enseñando más de lo que debía con la barra siempre bullosa de Jessenia. Para ese momento Dora andaba disgustada con la Gorda por un globo y de a poco se subían las cervezas a la cabeza de la gente. Como era de costumbre, Wacho Ávila ya se había quedado dormido en plena fiesta y Ñañita y Fernando Arias, con inmadurez y ganas de joder, llegaron a la conclusión de que el harinazo en la casa de las Moncada no había sido suficiente para enseñarle respeto hacia nosotros, así cuando menos lo imaginamos, untaron “glass” de la torta al cabello de Ávila, quien quedó como un auténtico “Pepe L’ Pu”, un zorrillo encaramado en una silla. Cuando Ávila despertó nosotros no parábamos de reír y el tipo se enfureció, así como lo hizo donde las Moncada y una noche de domingo donde recibió otro harinazo, pero por carnaval. Estaba harto de ser el puerquito de la fiesta, el payaso y el objeto de burla de la 66


gente, faltaba más. Así que corrió hasta la torta y untó sus manos de “glass” para embarrar a Fernando Arias de quien ya sabía era el autor intelectual y material de la broma, pero Arias con más fuerza que Wacho lo único que hizo fue agarrarle las manos y embadurnarle a él mismo la grasosa sustancia, los demás veíamos muertos de la risa la escena y yo con algo de indignación. Ese hecho de que no tuvo suficiente fuerza para vengarse de Arias, enardeció más a Wacho que parecía un loco furibundo persiguiendo y embarrando al que se le acerque. Se había quitado la corbata y la camisa que lucía para la ocasión y la dejó a un lado para evitar que se ensucie, pero Ñañita de malvada trapeaba el piso del baño con ellas sin que el otro sospechara. Yo me creía suficientemente seria y sobria para aguantar semejante despelote, entré a la cocina de la “Acuarela” donde Jessenia había dejado un abrigo que le había prestado para que no se le vieran los calzones por la micro falda que se había puesto, segura porque ni se me pasaba por la cabeza que Wacho, mi caballero sin armadura, mi eterno enamorado osara si quiera a tocarme un pelo… pero lo hizo. Me embarró y me metió un pedazo de torta hasta por la oreja y yo lo odié y me indigné tanto que le tiré una jarra que encontré y contribuí también con el desastre que ya era el local, el infeliz me embarró por dos ocasiones, pues yo me había lavado la cara luego de la primera embarrada. Lucciola tenía 67


los lentes lleno de “glass” y de torta y suplicaba “Wacho, por favor, ya no, Wacho…”, nada, ese hombre estaba incontrolable. Los demás habían logrado escapar del ataque feroz, Merly y Jonh Peter ya estaban a una cuadra viendo de lejos, al igual que Jessenia a la que Fernando Arias apenas alcanzó a barretear una pierna mientras salía en unos segundos que según ella le parecieron eternos. Calmados los ánimos arribó el arrendatario del local y no podía creer el desastre que había. Las paredes sucias de “glass” y hasta de la comida china que casi nadie se comió por estar dañada, agua inundando la cocina y en la que nadaban CD’s y otros objetos. Como teníamos plata debimos indemnizar a “Chilinga” por semejante desbarajuste impropio de personas adultas, pero un desastre muy digno de los “Por siempre amigos”. Jessenia se llevó a su casa la torta pelada, quedó como si nunca hubiera sido decorada, para mí era asqueroso porque ese cake había sido tocado por tantas manos sucias que me negué a probarlo con un chocolate que preparamos luego en su casa, donde entre la rabia y la indignación me reía con los demás por semejante y memorable incidente, impropio hasta el extremo. De repente, bañado y perfumado apareció Wacho Ávila a suplicar mi perdón aduciendo que “Mary, tú siempre te has creído intocable, que nadie te puede hacer nada, te equivocas”, yo lo quería matar, pero también perdonar porque así es el amor, sin 68


embargo, me mantuve firme hasta que llegué a mi casa cerca de las tres de la madrugada en que Ávila insistía que no se iría hasta que lo perdone. Le di un beso y lo perdoné, aunque siempre que pude le recriminé con auténtico coraje que era un patán. La siguiente gran “chupifiesta” fue la de fin de año en la casa de la abuelita de Fernando Arias, quien había fallecido pocos días después que mi abuelito Osorio. A falta de local esa casa quedó perfecta. La tarea de limpiarla fue titánica a pesar de algunas “aniñadas” como Merly y Dora que se asqueaban porque de verdad que había mugre auténtica y un olor a ratón muerto casi insoportable, yo que sin ser burguesa vivía y me trataba como tal, no puse reparos y limpié al igual que Ñañita y Jessenia que en silencio puteaba a todo el mundo por la falta de entusiasmo. Después de unas horas la casa quedó reluciente. Con una sala amoblada, comedor de lujo, cocina a disposición y vajilla lista, nos aprestábamos a celebrar el fin y la llegada de otro año. Para la ocasión hicimos los años viejos de César y María Elisa. Con una olla de morocho –la mamá de Mary se ganaba unos dólares vendiendo este producto- y unos trofeos por la frustración de futbolista del Chino. A los muchachos se le pasó la mano en la estructura que simulaba a María Elisa, tanto que la mamá de ella pensaba que era ella misma y no su hija la retratada y también andaba enojada. Para 69


este evento mandamos a cocinar un platillo especial donde Lili Azú que se decía chef, compramos tanto pan y chocolate que se desperdició porque lo que más importaba era la cerveza. Ese año se hizo la segunda entrega de los premios “Por siempre amigos” en los que se premiaría por elección entre nosotros –días previos al 30 de diciembre- al más cachudo, peor vestido, más pegajoso, más pepudo, mejor amigo, mejor vestido, más sexi, más tacaño, más ladilloso y algunos otros osos y al chico por siempre amigo. Fernando Arias cuyo ingenio para la joda no se compara, se consiguió unas fundas de regalo muy bonitas y entonces colocó los “obsequios” de acuerdo a cada categoría. Con las respectivas palabras se procedió a la premiación que inició con la categoría peor vestido a la que por segunda ocasión consecutiva asistían como nominados John Peter, Paola, Merly y Jessenia. Todos ellos estaban indignados por aparecer en semejante categoría. El ganador fue John Peter, quien recibió un montón de trapos viejos, entre ellos, unos calzoncillos de viejo, que quién sabe de dónde sacó Fer. El loco Mauricio y Tolo terminaron empatados como los más pepudos y debieron repartirse la funda de Quaker que recibieron para la ocasión, Fernando Piguave se hizo acreedor a una piedra por ser el más tacaño y Paola una funda de grillos por ser la más pegajosa, Jessenia recibió un hilo dental al 70


ser declarada la más sexi y yo recibí un chocolate por ser una de las mejores amigas, Ñañita repitió su premio de la más cachuda. Cuando llegó la hora de cenar, la gente estaba pluta y quería seguir bebiendo más y desperdiciamos comida en una de esas cenas que se suponía sería la mejor y no lo fue. A las 12:00 am del 31 de diciembre quemamos a María Elisa y César y Fernando puso la voz de Carlos Armando Romero Rodas anunciando que el año se iba y venía otro, luego el Himno Nacional. Nosotros celebramos con todas las de ley y así se fue otro año. En 2002 las “chupifiestas” se incrementaron, antes John Peter y Merly decidieron casarse porque se comieron el sanduche antes del recreo, adelantaron la luna de miel y ya tenían encargo de por medio. Yo trabajaba en el periódico y eso me trajo una crisis de gastritis bárbara por lo que el día de la boda estuve metida donde el médico, el que me recetó unas pastillas que mandaban a dormir y me daba la sensación de desgano para siempre, así que di unas cuantas palabras para el brindis y dejé el lugar, por eso no fui testigo presencial del papelón que hicieron Carlos y Manuel al pelearse por Ñañita, casi le arruinan el matrimonio a Merly y quedaron marcados con ese suceso de machos que parece en el club era constante. Mi cumpleaños número 24 lo celebramos en nuestro sitio de reunión favorito, debajo de la 71


casa de Fernando. Con una botella de piña colada “Zhumir” al calor de unos pocos tragos yo me creía Shakira, en la buseta del papá de Fer armé mi concierto. Don Lucho Arias nos botó porque estábamos por desbaratarle el carro. Nosotros salimos de ahí, pero seguimos bebiendo. Después de un rato yo estaba con ganas de hacer locuras y empecé a bañarme en la lluvia y a decir que amaba a Wacho y vaya que me pesaba que él no estuviera ahí conmigo justo en ese día. Ñañita estaba bravísima conmigo y además con Lucciola, otra borracha incontenible que se quería ir con “Cabeza de batería” en su carro porque le decía a Ñañita “déjame, Johanna, que es mi amigo, déjame” y Ñañita que luchaba para defender la dignidad y virginidad de la paisana. Mauricio cargó con las dos locas, la una en cada pierna para que no hagamos más el ridículo de lo que estábamos haciendo. Fue en ese despertar cuando recibí un interrogatorio bárbaro que empezó con una pregunta directa de John Peter: “¿Mary, tú eres virgen?” y yo de bacana le dije: “lamentablemente, sí”. Risas y aplausos por semejante respuesta salida de mi boca, entonces Peter lanzó la siguiente ronda: ¿y qué quieres perderla con Wacho? Y yo envalentonada por el trago le dije que sí, que obvio pues yo estaba enamorada de él como una loca. Después quería irme de Jujan de la vergüenza, pero ya estaban lanzadas las palabras y nada se podía hacer. La gente 72


empezó a hablar de sus historias de amor y decepciones, fue entonces cuando Fernando Arias señaló que él no estaba metido en ese asunto de sufrimientos ni nada que tenga que ver con el amor, se declaró alguien a quien nada le importaba y nació la frase más clásica del grupo. César, muy serio –y pasado de tragosencaró a Fer: “Tú no eres feliz, tú no te enamoras, tú no tienes amigos, entonces qué verga eres…”, entonces nosotros lanzamos una carcajada estruendosa –especialmente Jessenia- por semejante comentario y por la cara de Arias a quien definitivamente sí le afectó en su orgullo que Cesitar le haya hecho esa observación tan malvada y tan típica de él y que años después todavía está esperando respuesta. Desde ese día, no hay fiesta ni reunión en que no recordemos aquella frase tan auténtica. Fue otra de esas noches y madrugadas donde nos confesamos y expresamos a los amigos lo que sentíamos y cómo lo vivíamos, yo sentía que me liberaba de ese fantasma que era Ávila, que de alguna manera había que exorcizarlo, aunque faltaba bastante para hacerlo definitivamente. Para ese tiempo había dos parejas legalmente unidas, pero eso no les impidió ser parte de nuestras reuniones bañadas en alcohol. César se amargaba porque la gente dejaba la soltería, él siempre expresaba sus opiniones contrarias, con o sin trago mandaba a la mierda a todos los 73


que decidían unirse en matrimonio o rejuntarse no más. Pero el Chino pagó sus opiniones cuando en un día que nadie imaginaba se rejuntó con María Elisa y nosotros casi caímos para atrás como Condorito. Cuando los recién juntados regresaron, era hora de celebrar la unión una vez más en el portal de la casa de Fernando Arias. Cervezas iban y venían al igual que las preguntas sobre esa decisión tan sorpresiva. Lo único que se sabía era que Carlos había sido quien ayudó a escapar a María Elisa y la había dejado en manos del Chino. Cada uno de nosotros deseó éxito a los nuevos esposos, al tiempo que Jessenia se peleaba con Wacho, quien de forma grosera y como siempre estaba que molestaba y molestaba a la Gorda, tanto que le dio una palmada en la espalda que casi le saca un pulmón y ahí Jessenia se cabreó y le dio las típicas puteadas a Ávila que lejos de calmarlo lo animaban a seguir jodiendo. “Ya pues narizón hijueputa qué es lo que te pasa, que te arrechaste” le decía Jessenia y Wacho se mataba de la risa al igual que nosotros. Y es que si César es un personaje, Jessenia también. Ella era el alma de la fiesta, la única capaz de decirle a la gente la verdad en su cara y también el objeto de las bromas de los muchachos. Ella a pesar de sus kilos de más era una mujer sexi. Siempre con blusas straples y micro faldas, andaba sin complejos. Alguna 74


que otra ocasión se molestaba, el resto también celebraba las jodas que le hacían, las fiestas nunca podían ser tal sin ella. Acostumbraba a ir a buscar a Fernando Arias a su casa con una autoridad que a cualquiera le hacía pensar que era algo más que su amiga y todo para que Arias se apure en bajar porque siempre era el último en salir con nosotros porque se tardaba una eternidad vistiéndose. Es que después que su “Oli” se casó con Raúl, Fer decidió entablar “relación” con Jessenia y debía aguantarse a la Gorda y a sus continuos escándalos en su puerta. Como no habíamos celebrado el aniversario cuatro del club, un sábado de julio nos juntamos donde la abuelita de Fernando y ahí una vez más nos bebimos, más bien se bebieron hasta el agua de la cisterna. Entre jodas y arengas el recién casado César volvió a bailar para las chicas y su esposa, aunque una afirmación de esas que eran propias de él puso a pensar a más de uno, según César a veces estar en el mismo hueco cansa y eso hizo que los muchachos levantaran el avispero, pero María Elisa fresca no prestó atención y Wacho por detrás me decía que eso no se dice jamás. Mientras cervezas iban y venían y el tema de conversación era la virginidad codiciada por “Cabeza de batería” y lo bien que pagaba por ella, Wacho Ávila quién sabe de donde consiguió un bejuco que introdujo entre las 75


piernas descubiertas de Jessenia gracias a su micro falda. Cuando vimos eso y la expresión de la Gorda “este narizón hijueputa”, entonces soltamos la carcajada, además porque la gente decía que se le había arruinado el negocio de la Gorda con “Cabeza de batería”, aunque Fernando Arias y Mauricio no creían en la santidad de la Gorda y afirmaban que esa virginidad era ficticia porque sin pagar ni un dólar había terminado con “Mirada” un ex de la Gorda que ahora odiaba y no permitía que ni se lo mencionen. Ñañita bebía y bebía y estaba de abrazos y confesiones de amistad con Éricka, quien salía con Fernando Piguave y que había tenido un romance fugaz con Carlos cuando este era enamorado oficial de la Ñañita. Ese par de borrachas eran el deleite de la gente. Así copas van y copas vienen intentando emborrachar a la Gorda, Fer consiguió el vaso más grande y John Peter se lo servía lleno y nada. En eso estábamos cuando Jessenia se fue al baño y tras ella John Peter y Arias y cuando menos lo esperaba ella, John Peter en complicidad con Arias le empujó la puerta y Jessenia quedó al descubierto. Sentada en la taza y con la nalga al aire fue otra vez el objeto de la joda. Qué risa aquella escena y sobre todo por las puteadas que se ganaron Peter y Fer de parte de la Gorda. Ñañita en cambio casi me hace llorar cuando se acostó en una cama y se hizo la desmayada y yo que la llamaba y ella no respondía, yo de verdad me asusté, pero 76


cuando se levantó en medio de risas y burlas la quería matar. Nos la gozamos esa noche que quedó registrada como la de la declaración de amistad de las “ñañas” Éricka y Ñañita y de la nalga al aire de Jessenia. Otro año más que se iba y la siguiente reunión fue en el “Baby shower” de Merly, el primero del grupo y que además hicimos mixto. Pasamos una serie de adversidades, pero lo realizamos y ahí pronuncié uno de mis primeros discursos cargados de esas anécdotas que nos han acompañado. John Peter tuvo que hacerla de mujer parturienta y Víctor Chong se bebió efectivamente una cerveza con un chupón. Ahí quedaron otras tantas fotos que muestran lo mucho que nos gustaba joder la vida. Llegó otro fin de año y una vez más una “chupifiesta” –la última- en la casa de la abuelita de Fernando que era el sitio de la reunión. Esta vez no hubo ofrecimientos de comidas espectaculares y lo que se compró fue bastante cerveza, unas presas en KFC, pan de pascua y chocolate. La invitación la hicimos en la casa de Fernando Arias en la que se especificaba claramente que era una “chupifiesta”, que el que quería ir, tenía que salir comiendo bastante de su casa. Además la invitación estaba blindada contra paracaídas, es decir invitados no deseados que no habían pagado la cuota. Las especificaciones estaban dirigidas a Cesitar, quien no vivía en Jujan con su esposa, por lo 77


tanto no pagó los cinco dólares que se recogió para la ocasión. Pero aunque nosotros intentamos ocultar el sitio de la reunión y hora, nada. El Chino se presentó a la “chupifiesta” y ya no hubo más que hacer. Qué grandes amigos, pienso ahora. Pero defendíamos la cuota que habíamos recogido para esta nueva junta de compañeros en la que no faltaron las jodas a Jessenia y el recuerdo de las diversas anécdotas que habíamos vivido hasta esa hora. Otra vez el himno, nuevamente los premios “Por siempre amigos”, felicitaciones y más anécdotas de por medio. No faltó la cerveza, la misma que hizo estragos en mí que me tocó trabajar en el periódico, tenía tanto sueño que cuando regresaba a Jujan estaba en la terminal comprando boleto a Paján. Nosotros siempre disfrutamos gastar tiempo juntos así que el 1 de enero nos íbamos a la casa de campo en el que mis abuelitos vivieron durante muchos años, demasiados. Ahí con lo que sobraba de la cuota y algo más que poníamos en mismo día, se compraba algo para comer. El éxito era bañarse en el río y molestar por supuesto a todo el que se cruce por el camino de la memoria. Las fotos encaramados en unas ramas de árboles gigantes, las jodas a Jessenia y a Cesitar eran el deleite. Ese año nuevo nos trajo muchas aventuras. Para 2003 parecía que la madurez había tocado nuestras puertas, pero “Su majestad” nos sacó 78


de esa idea equivocada cuando buscó nuestra ayuda. Lissette Santacruz, reina de Jujan por dedocracia de Santiaguito, necesitaba realizar actividades que le permitieran hacer un reinado que no pase intrascendente como la mayoría, así que se juntó con nosotros para que con nuestra experiencia la ayudemos a lograr su objetivo y fue como de “Por siempre amigos” pasamos a un engendro llamado GADECO (Grupo de Ayuda y Apoyo Comunitario). Conservamos nuestro nombre original, pero éramos los mismos integrantes nostálgicos por los inicios del club. Pensamos que “Su majestad” y sus hermanas despertarían al mundo que nos había cautivado a nosotros, pero nos equivocamos porque estas niñas habían crecido en jugo de limón y no en líquido amniótico. Nada de lo que a nosotros nos mataba de la risa o del placer a estas niñas les parecía interesante y eso me hace pensar si es que hemos sido demasiado simplones para vivir o ellas eran un caso grave. Propusimos una murga que contó con la ayuda de Víctor al que chantajeé para que cantara y así yo le presentaría a “Su majestad”, de quien vivía enamorado. En la reunión a la que asistió evidenció su falta de uso del cerebro al decir que tenía “un millón de ideas” para ayudar a “Su majestad”, pero no exponía ninguna. En ese transitar fue que nació la idea de montar una casa abierta sobre la historia de Jujan y con Fernando Arias nos dedicamos a eso mientras 79


“Su majestad” haría el baile de la Fiesta de Jujan para obtener fondos, pero como “Su majestad” era una digna miembro de la realeza, acostumbrada a que le hagan todo, cuando se sintió sola renunció al baile y hasta la corona. Fue en esa búsqueda histórica para nuestra casa abierta cuando el “Gordo” López (+) nos contó de la cantonización de Jujan y de dos administraciones municipales y fue cuando su narración se tornaba encendida y furiosa recordando a la presidencia del concejo de Carlos Lama (+) y de repente soltó su furibundo ataque a los que se llevaron el dinero aprovechando lo buena gente de Lama. “Ahí está ese al que le dicen el ‘guapo’ Sánchez, se llevó la plata de doscientos pozos, no hizo ninguno”. Fernando y yo nos miramos, luego al mismo tiempo volteamos a ver al loco Mauricio que ese día nos acompañaba, la reacción fue inmediata porque el tal “guapo” Sánchez es el papá del Loco. Fer le hizo un gesto que Mauricio le devolvió con otro con el que le decía que se calle, que deje hablar a López. Cuando salimos de esa casa no nos aguantábamos la risa y las ganas de molestar a Mauricio. Él tomó de buena manera, aunque nos aclaró que no eran doscientos los pozos y que además su papá hizo un reclamo por semejante afirmación. Desde ese día Fernando siempre saca a relucir ese cuento de los pozos del “Guapo” Sánchez.

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Nosotros montamos la actividad más destacada hasta ahora en la vida cultural de este pueblo, no sin antes trabajar como locos como siempre solo por el placer de hacerlo y por joder la vida también. Nuestra casa abierta “Jujan, historia y tradiciones” fue todo un éxito y un suceso. Editamos un periódico, expusimos lo mejor y peor de la cultura jujeña, casi nos cae a puñete Lita Yánez, hija de Tin Yánez que por su falta de cultura lectora no entendió el artículo que hice sobre su padre y creía que le faltaba el respeto cuando era todo lo contrario, tanto que el propio viejo hizo el ridículo en un meeting político al romper el periódico que editamos y decir que nos habíamos llevado hasta las puertas del municipio o lo íbamos a hacer y de ahí nació otra de nuestras clásicas: “agarra tu pedazo de municipio”. El cura también nos reclamó por la exposición en la que también se abordó lo que los jujeños piensan de los párrocos. Todo fue bueno en esta casa abierta que en noviembre la volvimos a montar para la elección de “Miss Agua Dulce” que Jujan acogió por iniciativa de Santiaguito y en la que nos visitaron candidatas de algunos países, aunque la gente decía que todas eran ecuatorianas, de Manabí específicamente. Cierto o no, aquí hubo reinado internacional, tropezado y dudoso, pero internacional al fin según Santiaguito con quien volvimos a trabajar en la casa abierta de agosto y en la de noviembre a pesar de jurar no volver

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a hacerlo después de la accidentada elección de la reina de Jujan dos años antes. Ese año nació otra de nuestras clásicas y fue en el cumpleaños de Fernando Arias. Invitó a sus amigos de siempre y nos reunimos para, entre otras cosas, tomar y hablar las mismas pendejadas de siempre. César llegó tarde a la reunión, pero se puso al día con el trago que no había tomado con nosotros y al cabo de un rato ya estaba su cara roja, hinchada y con los pelos alborotados, señal inequívoca de que está plutote. Cesitar fue el pato del momento, tanto que después aseguró que Ñañita y Fernando lo tabaquearon, y que por eso se emborrachó rápido y se puso como “loco”. Un tiempo Arias estuvo resentido por esa afirmación que ponía en duda su integridad de buen anfitrión y amigo. Esa tarde y noche Wacho Ávila llegó a dejar su huella negativa en nuestras reuniones. Primero en un incidente medio raro, tiró su plato de comida, lo que enfadó a la hermana de Fernando que hace años había vivido la misma escena con nosotros. Después entre conversaciones revolucionarias y políticas quedó otra frase para la historia cuando Ávila aseguró que Mauricio era un político turro porque no había leído el “Manifiesto comunista” de Carlos Marx. Eso causó la risa entre nosotros, sobre todo, porque Arias no paró de molestar al Loco con eso al imitar supuestas pesadillas de él con la frase de Wacho “político 82


turro, político turro” y hoy es infaltable recordarle al Loco lo que dijo Ávila de él. Pero Wacho no había cerrado aún sus faltas de respeto o sus imprudencias. En otro incidente confuso Ñañita empezó a lanzarse unos caramelos que había en la mesa para que el trago no emborrache rápido y fue cuando Wacho presa de un rencor hacia mí inexplicable para los demás, me lanzó un puñado de caramelos que casi me deja tuerta, todo ante el estupor de los chicos e incluso de la mamá de Fernando que justo salía de la cocina cuando vio semejante acción. Yo no lloré por dignidad. Fernando me tomó del brazo y me sacó al balcón para consolarme no solo por el dolor que sentía en el ojo y la frente, sino en mi orgullo y hasta en mi alma por el sentimiento que había profesado por Ávila. Tantas premoniciones sobre Fer y yo, ahora que lo pienso, pues sus palabras y solidaridad me sirvieron en esa noche y para después también. Mauricio quería caerle a puñete, pero se contuvo para no arruinar la fiesta. Desde esa noche no hay reunión o “chupifiesta” donde yo no sea rayada por los “caramelazos” que Ávila me lanzó indignado por haberle dicho que su presencia en la fiesta de Arias me era indiferente, que era igual si estaba o no. Lo dije en serio, pero ese es cuento para después. Así soy objeto de burla sin que yo pueda tener opción a reclamar nada porque hago parte de esta loca historia. Así siempre dicen que si quieren demostrar su amor por mí, deben 83


lanzarme caramelos y casi dejarme tuerta porque me gusta el amor “pastuzo”. Esa noche la gente se emborrachó y la mayoría se fue, excepto el político turro, la agredida por el ex, Ñañita, Jessenia y Fernando Piguave. En esa calentura de tragos, Ñañita estaba acostada en mueble y Mauricio la agarró en una pose comprometedora mientras Fernando Arias tomaba fotos, después la agarraron entre él y el Loco y más fotos. Luego ella se abrió la blusa para enseñar parte de sus tetas como en revista porno, fotos que según el Loco no fueron del agrado de Carlos cuando vio semejante escena entre la Ñañita y sus amigos. Wacho no aprendió con lo que me hizo y lo mal que quedó y se presentó en la siguiente “chupifiesta” de fin de año donde fue humillado su orgullo al recibir por parte de Fernando Arias el premio “Por siempre amigos” a la “incalidad” por haberle vendido una computadora que nunca sirvió y daba más problemas que soluciones al igual que su proveedor y su pomposa empresa “PC soluciones” que según Fer era “PC ‘insoluciones’”. Entonces valiéndose de su ingenio mordaz, consiguió un teclado de computadora vieja, unos diskettes y otras tonterías, además le entregó un kit de peluquería. Cuando el tipo recibió eso y la gente empezó a reírse a carcajadas, quería que la tierra se lo trague y yo no pude defenderlo porque seguía ofendida por el incidente de los 84


caramelos y además ya no tenía ganas de hacerlo. A la hora de darse el “feliz año”, yo me acerqué más fría que un hielo y más por educación que por convicción y fue cuando Ávila decidió irse porque se dio cuenta que no tenía nada que hacer ahí, pero eso sí dejó otro “representante”, esta vez Huguito, que fastidió toda la noche a Lucciola. Esa noche el trago no faltó ni la comida, esta vez no hice un rompope sino un pollo horneado que estuvo a la altura y no un espanto como aquella inolvidable bebida. Luego empezamos los juegos de siempre en los que Lucciola una vez más empezó a perder a falta de Olinda, que al estar casada ya no era parte de estas fiestas. En la casa de Jessenia estábamos los de siempre disfrutando y jodiendo. Esa noche Arias y Mauricio estaban con una cámara intentando fotografiar el hilo dental de la Paisana, cosa que me indignó y reclamé, pero ellos más bravos decían que era una metida y que andaba cuidando la nalga ajena, expresiones del Loco, claro está, y de que era una adefesiosa en expresiones de Arias. Uno de los juegos era perder una prenda, una penitencia o un trago. Yo no quería beber así que entregaba un anillo, una vincha, una pulsera. Cuando me dio ganas de que me pongan una penitencia porque sabía o sospechaba cuál me iban a poner, me dio tanto coraje como con los “caramelazos”. Mi penitencia era darle un beso a Fernando Arias. Él no respondió igual que Wacho con Olinda en 85


la fiesta de John Peter cinco años antes y ahí supuse lo que ella sintió. Me dolió y aún cuando recuerdo aquello me da coraje. Como hago constantes las premoniciones del futuro, de seguro esta era más cierta que las otras. Nos quedamos hasta altas horas de la madrugada, celebrando y molestando. Haciendo sumas y restas de un año en el que tuvimos éxitos y fracasos como ese baile de debutantes –el último que organizamos en nuestra historiadonde perdimos dinero y casi que no pudimos pagar las deudas que nos quedaron. Con el pasar de los años las “chupifiestas” se acortaron a la reunión de fin de año. La gente tenía hijos, estaba casada, tenía un trabajo al que no debía descuidar y eso nos limitó al encuentro anual. Ya no había tiempo para los sábados en la discoteca “A tu nivel” para tomar un tequilazo, ni celebración de nuestro aniversario. Excepto un cumpleaños, nuestros encuentros se acortaron. De la casa de Jessenia pasamos al departamento de Ñañita, quien se había rejuntado con Carlos. Ahí nos reunimos los que habíamos quedado fieles a la causa. A esas nuevas juntas solo llegábamos unos pocos, pero era suficiente con la Gorda y el Loco. Todos podían faltar menos ellos, porque eran los que ponían el humor que es como la sal de la vida. Así la última vez que la gorda se reunió con nosotros fue en 2006, al año siguiente consiguió 86


marido, salió de la percha y se encerró en un mundo aparte donde ya no había farras ni murgas ni nada. Ella cambió y eso lo lamentamos cada vez que podemos. Se volvió “mandarina” irremediable, con un marido que la esclavizó y le quitó la sonrisa, hasta se volvió flaca entre tanta tragedia que le ha tocado vivir por agarrar al primero que le ofreció sacarla del estante de los emperchados en el que estaba junto a algunos de nosotros. Claro que eso lo decimos nosotros, ella siempre ha dicho y dirá lo contrario. Nos seguimos juntando, los tragos no faltan ni tampoco el recuerdo de todo lo que se ha narrado. En orden o en desorden, por orden alfabético o de asiento, a todos nos toca un rato de joda y donde se nos restriega en la cara algo que hicimos o cómo la embarramos en alguna situación. Y fue en una noche acompañada de “Zhumir” sandía en que nació la idea de que había que poner sobre un papel todo lo que hemos vivido y esperamos seguir viviendo, claro está. Wacho Ávila nos acompañó casi a todas las “chupifiestas” hasta que la gente indignada por la falta de respeto que siempre nos mostraba decidió vetarlo para siempre de nuestras reuniones. La de 2007 fue la última. Ahí casi le destroza el departamento a la Ñañita ante la indignación de Carlos que quería caerle a puñete. Fue el día en que me di cuenta que con 87


alcohol tal vez mostraba su verdadera personalidad y a mí me decepcionó para siempre cuando por el adefesio de no querer caminar hasta mi casa me subí a su carro para que me haga el favor de llevarme a mi casa y él me quiso hacer otro “favor” irrespetando que ese no era mi deseo y que tampoco respetaba nuestra amistad. Ese día se me cayó la última parte de la venda que tuve desde que lo conocí y aunque volvimos a salir después a tomarnos un café, ya nada fue igual. Por eso nunca entenderé porque me invitó luego a su boda, yo jamás lo hubiera hecho, sin embargo, fui para demostrar y demostrarme que ese sentimiento que alguna vez le profesé ya no existía más, seguramente desde los “caramelazos”, pero ese cuento –insisto- va después. No hemos dejado de reunirnos por los cumpleaños o por fin de año. Ahí seguimos los más firmes “Por siempre amigos”, aún riéndonos de todo esto que hemos vivido. Seguimos molestando a Cesitar por sus frases, a Mauricio por los pozos que el papá no construyó, a Fernando Arias por la pregunta que nunca le ha respondido a César sobre lo que realmente es, a Merly y a John Peter, a mí por los “caramelazos” y por aquel rompope asqueroso que preparé, a Ñañita por sus cachos y por sus galanes como “Pata Pata”. En fin, siempre estamos añorando esos días que a veces parecen tan lejanos… De amores y odios 88


Me pregunto cómo empezar. Si por la historia de los demás o por la mía propia. Cuando llegué a “Por siempre amigos”, la mayoría de nosotros se veía por primera vez, algunos tenían enamoradas, enamorados o “peor es nada” fuera del grupo. Merly vivía con la cabeza pesada del dolor que le producían los cachos que le ponía Wacho Flores, John Peter se gastaba horas donde Arturo Pico tomando batido con Verónica Noriega, a William le gustaba Ñañita y ella no le paraba bola, Éricka salía de vez en cuando con Jimmy Aguirre, Olinda tenía el mismo dolor de cabeza de Merly por Raúl, a Jessenia le gustaba Víctor -quien se autoproclamaba el “taladro”-, a él le gustaban todas menos la Gorda, Wacho tenía enamorada en Babahoyo pero “vacilaba” con la primera que le diera la oportunidad, Alfredo sufría por Eloísa, de Danny y Joel no supe nada, Walter “Pata Pata” también quería con Ñañita , sin embargo, él aseguraba tener una enamorada, Marita Azú estaba destinada a monja, “Tolo” también decía que le gustaba Ñañita, aunque él tenía una novia con la que después se casó, Paty salía con Polo, Lucy quería a su “Negrito”, Paola tenía algunos enamorados conocidos, Gaby subía al espacio con el “Ovni”, Fernando Piguave se decía un macho castigador, César sufría porque no lo aceptaban como enamorado de Amparito, Carlos tenía amores con la “Gringa”, Dalton salía con Dora, Christian Villacrés no sabía qué hacer porque estaba soltero, Huguito no 89


manifestaba sus sentimientos, Jenny salía con el primo de Polo, pero también le gustaba Wacho al igual que a la Patucha y María Quintana, Mauricio aún estaba deprimido por Evelyn Pinagorte, a Ciro le gustaba Merly cuando a él le gustaban las mujeres, de Fernando Arias nadie sabía nada y él manifestaba que no le importaba –ya lo dijo César después en una chupa-, mientras que yo estaba preocupada en ser presidente de la República. Las cosas fueron cambiando con el tiempo. A mí no me interesaba Ávila y menos después del papelón que pasé cuando Fernando Arias me mandó a entrevistarlo para el periódico mural. Me sentí humillada y lo último que esperaba era tenerlo cerca. Entre nosotros nadie hablaba de amor, todo era joder ante esta experiencia que nos venía a unos por primera vez. Wacho fue acercándose de a poco. Él era muy amigo de Ñañita, del grupo y de la universidad donde él era ayudante del laboratorio de la FAFI. Llegaba a mi casa muy seguido y yo no tenía interés en entablar más diálogo que un hola. Pero un día en que él hablaba con Ñañita y yo hacía un papelógrafo para una exposición, él se acercó y tomó todos los marcadores, se los guardó en un bolsillo y me dijo: “oye, ven a conversar”. Eso me desconcertó y ahí empezó mi tragedia hasta que el amor hacia él me asaltó la noche de la primera murga. Después de que se cumplió la 90


serenata en todas las casas y fuimos a comer galleta con mortadela en la suya, cantó con su guitarra “Si tú me miras” y me miraba de una forma que yo no entendía, ahí sí todo cambió, más cuando fue a dejarme en mi casa y me dijo que el oso de peluche -que sacó esa noche no sé con qué objetivo y que las chicas se pasaban de mano en mano- se llamaba Bernardo y me sonrió y yo le devolví la sonrisa, entonces ahí sí Colón había llegado a Guanahaní, es decir, a América. De ahí en más soñé sola o acompañada y conocí el amor y lo que duele el amor. Él se encargó de marcar el territorio y declaró enemigos a Mauricio, de quien siempre desconfió y pensaba que estaba detrás de mí y también a Fernando Arias, mi amigo de siempre y cuya relación más estrecha era por el periódico mural y por eso alguien indignado con los chismes del “metido” escribió a un lado que a Fer y a mí nos veían sospechosamente juntos, entonces Ávila entre en serio y en broma me preguntó sobre eso y ahí también siempre que podía desacreditaba al Loco y a Fer. Este macho latino y castigador era el delirio de María Quintana, la líder del club hasta que fuimos a dar a las manos de Satán cuando dejamos la “Renovación Carismática”, sacaba suspiros a Jenny que decía que era un hombre lindo, lindo y claro está de Olinda, quien una noche juró ante nosotros que “yo ‘vacilo’ porque me ‘vacilo’ a Wacho y anótalo, Mary”. Él tenía enamorada oficial –la que hoy es su esposa-, sin embargo, 91


John Peter lo acolitaba para que él se me acercara como algo más que amigo. Luego de poco tiempo nos juntamos más a las Moncada, quienes gustaban de unir parejas –Jessenia era quien alentaba más nuestra unión- y también sapear si era el caso, pues fueron ellas las que alertaron a Ñañita que Carlos le montaba cuernos con Éricka por esos errores de la vida, así confesaría él después en una de nuestras famosas chupas. Un compañero, Érick, también decía estar enamorado de Ñañita, a la que varios chicos le manifestaban su interés, según Fernando Arias por ciegos y pésimos a la hora de escoger. Lo cierto es que este chico buscó de padrino a Wacho Ávila, quien ni corto ni perezoso lo llevó una noche de domingo después de la misa para que le confesara su amor a Ñañita, la que estaba indignada peor que los hijos del yugo con Wacho. Con el paso del tiempo algunas relaciones ya no tenían arreglo como la de Merly y Wacho Flores, así que una vez sola, buscaba príncipe. John Peter se olvidó de los jugos interminables con la Noriega y expresó su sentimiento por una chica del club, después de un tiempo supimos que era por ella y las Moncada iniciaron su trabajo para que se junte esta pareja. Todo se dio en la fiesta de cumpleaños de Peter, la noche del harinazo a Ávila y de las penitencias “pásale el caramelo con la boca”. Esa noche después de la fiesta, 92


Jessenia y Olinda lograron que Merly y John se queden a alargar la celebración y en compañía de Wacho alcanzaron juntar a los nuevos enamorados. Al filo de la madrugada Peter consiguió el sí del que nos enteraríamos mucho después y Olinda también esa noche y madrugada cumplió su promesa de “vacilar” a Ávila. Merly y Peter formaron la primera pareja auténticamente “Por siempre amigos”. Merly siempre soñó y sueña todavía con una gran boda, con corte de honor, vals y gran fiesta. Pero ella y John Peter no se aguantaron las ganas y una de esas noches un espermatozoide astuto se convirtió en Jeremy, mi ahijado y el de Fernando Arias, entonces no les quedó otra opción que adelantar el matrimonio, hacer una fiesta con sus amigos, la misma que casi se arruina cuando Ñañita se convirtió en el centro de la disputa entre Carlos y Manuel, un niño que la seguía desde que ella tenía catorce años y al que nunca le dio ni la hora. Yo no presencié ese escándalo porque apenas hice el brindis me fui, pues estaba narcotizada con unas pastillas para matar el “helico bacter pílori” y que casi me mata a mí. Parece que entre los chicos estaba de moda eso de disputarse una mujer. Antes lo habían hecho Wacho y César por mí. Después Merly y John aumentaron la familia y los posibles nuevos integrantes de “Por siempre amigos” con Sharik.

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Un año después de conocer a Wacho y sentir que lo amaba y lo odiaba al mismo tiempo, yo decidí que debía terminar con ese sentimiento absurdo. César se había hecho muy pana de nosotros a raíz del campeonato de fútbol para el cual “desentrenó” a las chicas del club. A mí me llamaba la atención el Chino, porque no estaba mal el niño. Así que empecé por jugar, a insinuar que me gustaba. Nos paseábamos por las calles de Jujan de la mano, de abrazos y muy juntos, demasiado. Ávila resentido por haber sido destituido de la presidencia del club estaba alejado de nosotros y más aún cuando me vio muy cerca de Cesitar, lo que seguramente lo hizo sospechar de algo y seguramente lo confirmó en la misa de resurrección a la que fuimos la mayoría de los chicos confesados y listos para ir al cielo, esa madrugada estuve muy junto del Chino disfrutando de las miradas de odio que me lanzaba Ávila y que me animaban a ser muy cariñosa con mi amiguito. Pero el juego se tornó peligroso, eso lo supe un día que íbamos a Guayaquil para buscar la tarima de la “Tropifarra” para la primera elección de la reina que organizamos. Merly me contó que César le había dicho que estaba enamorado de mí o le gustaba demasiado. Entonces sentí un vacío en el estómago y me vi con una cara de bruja malvada por haber provocado ese sentimiento en mi amigo, el mismo que yo no correspondía porque pese a todo yo seguía irremediablemente enamorada de Ávila. Yo le 94


dije eso a Merly y esa charla me persiguió muchas noches, pero mi orgullo al ver que Wacho era totalmente indiferente conmigo me animaba a no aclarar las cosas con Cesitar. La noche del 19 de mayo de 1999 después de nuestra “improvisada” elección de la reina, salimos con los chicos a dar vueltas por las mismas calles de Jujan. Yo dejé las llaves de mi casa con el Chino y me fui sola con Mauricio, cuando nos volvimos a juntar, él había despintado mi llavero de Barcelona por emelecista amargado y picado. Lo traté mal, él se resintió y yo me fui con el Loco echando espuma por la boca por mi llavero. Íbamos abrazados contando un montón de cosas cuando por la calle del mercado sentí que me agarraban por la cintura y una voz me decía hola. Era Wacho Ávila que me separaba del lado del Loco como lo había hecho una noche en que caminábamos por la Gruta de la Virgen abrazados, él se bajó de una FBI y con paso largo nos alcanzó y retiró con fuerza y coraje el brazo de Mauricio que me rodeaba el cuello, mientras el Loco se aguantaba las ganas de darle un puñete por ridículo. Mientras eso sucedía, el Loco después de demasiado tiempo volvía a ver a su ex tormentoso Evelyn Pinargote y él se fue con ella por un lado y yo con Wacho por el otro. Nos sentamos en el parque a hablar de todo como siempre y como yo estaba pendiente de la hora a cada instante, quitó el reloj de mi mano y lo guardó en un 95


bolsillo, diciendo que no importaba el tiempo sino que estábamos ahí juntos porque al final de cuentas él y yo nunca podíamos estar enojados y siempre seríamos amigos, así lo decretó con una tarjeta de Navidad que me había entregado el año anterior con una frase que me marcó para toda la vida: “tú y yo seremos amigos de por vida aunque te suene un poco a sentencia o cadena perpetua”. Suya o no, cierta o no, es lo más profundamente inolvidable que me han escrito hasta ahora. Después de esa noche que yo quería que no se acabe nunca y que Ávila sellara con un beso que no llegó, no me quedó más que pedir disculpas a Cesitar y decirle la verdad, que yo no lo quería y que Wacho era a quien amaba. César no me perdonó y por mucho tiempo ni me saludaba, pero crecimos y lo que nos pasó se volvió motivo de joda entre nosotros y más cuando una noche él y Ávila apostaron quién me había besado primero y Cesitar ganó. Yo nunca me acuerdo de ese beso con el Chino, para mí el primer beso fue con Ávila, aunque todos insistan que no. Tanto es el olvido que le consulté por intriga y curiosidad el caso a la sicóloga del colegio donde doy clases y ella me dijo que existe un fenómeno de mentes que seleccionan recuerdos y desechan otros, a tal punto que puede parecer una amnesia. Lo comprobé porque soy capaz de olvidar nombres y rostros al extremo de que da la impresión de que jamás tuvieron algo que ver con mi vida, en cambio con cosas que me 96


marcaron me sucede al revés, como estas memorias intactas que ahora escribo. Entonces supe que eso pasó con el beso con Cesitar, como estaba al extremo del manicomio por Ávila, inconscientemente le dije que era el primero que me besaba cuando no era así. Por eso aquella noche en que ambos personajes casi se van al puño de no mediar los demás muchachos, él dijo que yo lo había decepcionado y adicionó al Chino a la lista de aquellos a quienes no consideraba buenos amigos ni buena influencia en mi vida. Fernando Arias siempre me ha dicho que se arrepiente de haber defendido a Wacho junto con los otros chicos y que hubiera sido mejor dejar que César le pegue y lo deje sembrado en el suelo sin mucho esfuerzo porque Wacho estaba tan ebrio que no podía ni hablar ni sostenerse. Cuando yo le pregunté sobre ese incidente que me avergonzó a mí y del que siempre se acuerdan en cada reunión, Ávila aseguró no acordarse de nada por su estado, igual que con que el “caramelazo” y puede ser también con esa vez que me llevaba contra mi voluntad a la salida de la chupa de fin de año en la casa de Ñañita. Otra pareja nacida del club fue la de Ñañita y Carlos. Yo estaba indignada porque mi hermana se hacía grande y los celos hacen que no haya tusa que te ajuste como dice mi papi. Todo se dio en el baile de la presentación de las reinas de la elección desastrosa en la administración 97


de Tin Yánez. Yo no consideraba buen partido a Carlos y Wacho siempre decía que las cosas se dan sin que nadie las evite. Pero cuando él se metió con Éricka, yo lo tomé más personal que Ñañita. Las Moncada nunca se aguantaron la sapada y lo vendieron. Llevaron la negra hasta el punto exacto donde él estaba con esa amiga con la que prácticamente nos habíamos criado y entonces rompieron palito, pero no por mucho tiempo. Cuando menos lo pensé ya estaban de vuelta y sería de largo, tanto que ahora su unión se llama Abel Andrés, el “Iquito” que es mi vida, mi sobrino y ahijado. Fernando Arias –como siempre- no deja de recordar nunca lo metida que eran Jessenia y Olinda y también malas amigas al no callar cuando debieron hacerlo. En una de esas chupas infaltables, los muchachos –Mauricio para ser exactos- preguntaron a Carlos mientras jugábamos a la botella si le puso los cachos a Ñañita y por qué, él soltó una de esas frases clásicas de las que siempre nos reímos: “sí, pero fue por un error de la vida”. Y nuevamente nosotros soltamos la carcajada, los muchachos se querían morir y llegaron a la conclusión de que Carlos era un cojudo, porque todo puede ser, pero un hombre debe incluso morir si es necesario para defender que no pasó así sea cierto y de eso César, Mauricio y Wacho eran los más defraudados y sorprendidos por aquella respuesta. Después le hicieron pedir perdón de rodillas, pero no sé si a Ñañita o a ellos mismos por semejante confesión. Luego se 98


vendría mi turno y perdí y uno de los malvados me hizo darle un beso a Fernando Arias y yo después no podía ni verlo a la cara de la vergüenza, porque yo soy así, esa pudo ser otra de las señales para lo que sentiría después, pero cómo saberlo. Dalton y Dora llegaron como enamorados al club. Ellos eran una feliz pareja, estable como pocas, aunque cuando Dorita se fue a la universidad, a Dalton le entraron los celos y lloraba en los brazos de Cesitar su desconsuelo y más cuando tenía metido en su cabeza que los cachos se la adornaban y aunque eso podría darle unos centímetros más de altura, él no quería vivir esa situación y no compartía la teoría de Mauricio de que los “cachos son como la muerte y a todos nos llegan”, más bien estaba de acuerdo con otra afirmación del Loco de que el “amor es como un culo hediondo, que aunque te lo laves, apesta”, porque a pesar de que el Chino le pedía que deje de sufrir y más bien procure buscarse otra, él seguía pensando en Dora. Sin escuchar ni la filosofía desbocada del Loco ni los consejos liberadores de César, Dalton y Dora siguieron en firme y para demostrar su amor se convirtieron en la pareja chicle de “Por siempre amigos”, así a cada sitio que iban o donde nos sentáramos ellos ya estaban entrelazados comiendo delante de los pobres y Fernando Arias les decía que eran como los pájaros que hacían nido en cualquier 99


palo. A veces Jessenia se cabreaba y mandaba a la mierda a los enamorados y se les sentaba en medio porque decía que era una total descortesía estar cruzando saliva mientras los demás estábamos conversando o echándonos un trago. En 2000 Dalton y Dora dieron el paso más importante de la vida de cualquier mortal y se casaron como debe ser, es decir, con una fiesta donde los principales invitados eran los “Por siempre amigos” y yo daba el discurso del brindis. Luego ellos añadieron dos miembros más a la lista de los futuros miembros del club, Andy y Angie. Ellos tampoco dejaron que el matrimonio les impida seguir en nuestras reuniones, aunque la mayor parte de las veces sufren “calamidades domésticas” un poco absurdas y poco creíbles, pero han estado en los momentos más claves de esta memoria. César nunca predicó con el ejemplo. Antes de tirarme los perros, él manifestaba que su objetivo era conseguirse una vieja con plata que lo mantenga. Después de que amó tanto a Lily Azú por la que hasta se quedó de año en el colegio, lloró junto al Loco y Vicente Toaza su desamor porque al final ella lo cambió, le llegó otro amor, pero peor porque Amparito no era libre para quererlo como él quería. Su familia no la dejaba acercarse ni a una cuadra de él, por eso Ñañita lo molestaba y le decía que le enviaba los besos por fax. El destino parecía siempre oponerse al Chino. Eso le vino desde 100


pelado. Cuando manifestó su amor a María Sol Castro, ella tenía catorce años y consideraba que era muy joven para tener enamorado, así que le pidió que la esperara un año y César soltó una de sus famosas y célebres frases: “en un año me puedo hacer maricón”. Así que dio la vuelta y se fue por otro caminito. La vida amorosa del Chino no había sido perfecta, aunque él describía que era uno de esos machos irresistibles no solo por su labia feroz capaz de convencer a cualquiera, sino porque era inmejorable en la cama, aunque un día confesó que “eso” no le funcionaba en el frío, por eso en los veranos jujeños o del litoral en específico, la cosa se le complicaba. Por esas declaraciones derrochadas y presuntuosas, Ñañita lo bautizó como el “Ídolo de multitudes” y escritor del libro “mil y un formas de amar, mejor que el kamasutra”. Cuando conoció a María Elisa, en cambio Fernando Arias lo hizo autor del libro “Morocho fácil”, por eso de que la mamá de la muchacha en cuestión vendía esta bebida en una esquina cerca de su casa. César la vio y seguramente quedó impactado y al poco tiempo el seductor fue detrás de la presa para atraparla y él confirmó lo que dijo Facundo Cabral de que el esclavizador termina siendo esclavo de lo que conquista. Si él pensaba que María Elisa era otro de esos amores, se había equivocado. Al poco tiempo los enamorados intensificaron la relación, eso sí enfrentados a la 101


“vieja chucha de tu madre” –la mamá de Maríaque tampoco quería a este galán. Ella le impedía aquella relación y él despotricaba sin control, lanzándole epítetos de toda índole y de ahí que quedó bautizado como el “chucha de tu madre”. Una enfermedad que lo llevó a los cuidados de su mamá en Guayaquil también le trajo a más de fiebre la responsabilidad de un compromiso. María Elisa por amor y desesperación buscó a Carlos para que la junte con su amado, el otro rápido Dr. Corazón la llevó a los brazos del Chino, la dejó allá y se regresó feliz por haber unido a estos amigos y así fue como César quedó ascendido a marido ante la sorpresa de todos nosotros, quienes le organizamos su chupa de bienvenida o despedida, el caso era celebrar. No siempre fueron días felices para estos compañeros, pero la gente crece y madura y también tienen dos miembros para el club: César Andrés y Carlos Gabriel. Ellos tienen cara de que van a continuar la zaga de Cesitar y sus anécdotas inigualables. La mayoría de los que empezamos esta historia fue separándose y encontró el amor en otra parte. Jessenia siempre sufrió las jodas de la gente y no tenía un amor conocido para nosotros hasta que llegó “Mirada”. Para la Gorda William era el hombre más perfecto de la tierra, mientras nosotros veíamos que el tipo era un aprovechador que iba a comer gratis a la fonda de ella. Pero Jessenia lo veía con ojos de 102


enamorada y cualquiera que la escuchara hablar y no supiera quién era “Mirada”, pensaba que era un tipo sacado de una novela venezolana. Nunca le dijimos lo contrario de frente, todo a sus espaldas como era nuestro estilo venenoso. Ya lo decía Fernando Piguave “me quedo hasta el último porque ustedes apenas uno se está yendo empiezan a hacerlo pedazo”. Así que por detrás nos burlábamos y nos apenaba la situación de la compañera. Mauricio siempre se ganaba las famosas puteadas de la Gorda cuando él le insinuaba que la había visto salir de los Ficus –un motel-. Eso a Jessenia le dolía tanto como le insulten a su mamá y más cuando terminó con “Mirada” y los muchachos le recordaban su relación con este hombre que nunca entendimos cómo llegó a ser parte de su vida. Ya sea canturreando canciones, frases intencionadas –Fernando Arias especialmentesacaban a relucir a “Mirada” y la Gorda se indignaba al extremo de amenazar con abandonarnos para siempre. Después Jessenia se dedicó a trabajar y a vivir su vida, asumiendo con cierta resignación el papel de emperchada que le habían asignado junto a Mauricio, Fernando Arias y yo. Un enamorado desconocido del que me contaba de vez en cuando era lo único que sabíamos hasta que conoció a Jacinto, quien sometería a este mujerón que más de una vez escupió sobre aquellos “mandarinas” a los que maridos y mujeres no los dejaban ser libres y Cesitar 103


siempre se acuerda de eso y de haber sido víctima más de una vez de las burlas de la Gorda. Pero todo se paga, todo. Y Jessenia se volvió “mandarina” entre las “mandarinas” y un hombre –casi un muchacho- la separó de su mundo, de nosotros y de todo aquello que tanto amó: la joda, la chupa y aplanar las calles de Jujan –en términos de Arias-. Ahí la perdimos y nunca más ha sido parte de las reuniones desde que en 2007 salió del club de los emperchados para ir al club de Jacinto. Mauricio sufrió la mutación de aquellos que tienen el gen del “guapo”, él es medio “guapo”, sin embargo, eso le ha bastado para tener más sexo que mi abuela como canta Ricardo Arjona. Él si puede ser catalogado como “Ídolo de multitudes”, aunque según Ñañita de mujeres locas que son las únicas que le pueden hacer caso al Loco, a las mismas -que según ella- las trataba de conquistar recitándoles “y yo que la llevé al río pensando que era mozuela…”, versos de “La casada infiel” de García Lorca. Evelyn Pinargote fue su primer amor. Esa relación lo marcó por mucho tiempo, le enseñó algunas cosas que después aplicaría en el futuro. Cuando llegó al club tenía una relación con una niña a la que no conocí, lo único que supe es que en un arrebato cortó con él y le mandó a devolver todo lo que le había dado, incluso un peluche que fue a parar a manos de Ñañita. Dice él que nunca había regalado nada, 104


pero Éricka le insistió a que tenga un detalle que la susodicha al final no apreció. Después conoció en la universidad a Germania, una compañera de Ñañita. Estaba enamorado de ella, pero la muchacha no correspondía como el Loco esperaba, según él Germania era fría y no gustaba de detalles como abrazos y besos expresivos, no obstante, esta relación le valió el premio “Por siempre amigos” del “más perro” y para la ocasión Fernando Arias le dio un bozal. Después las relaciones del Loco fueron y vinieron. De moteles y donde la situación lo amerite. Buscando a la mujer ideal en cada lugar mientras intentaba cambiar el mundo haciendo la revolución. Dejando frases célebres como las antes mencionadas, que hasta sufrieron alguna alteración como una vez que contaba sus desengaños y búsqueda y Fernando Arias sorprendido y para recriminarle que él había señalado que el amor hace sufrir y queriendo mencionar una de sus célebres sentencias le dijo “y tú no dices que el amor es como un calzón cagado” tratando de decirle que era como “un culo hediondo”, cambio del que siempre nos acordamos muertos de la risa como no podía ser de otra manera. Por ahí de vez en cuando ha pensado encontrar la mujer perfecta, aunque no siempre ella ha sabido corresponder a ese amor. Como Mauricio es “medio guapo” siempre tuvo algunos rivales como “Tolo”, porque como él mismo decía “entre guapos no se pueden ver”. Con Fernando Piguave también 105


siempre hubo pica y todo por Éricka. Piguave fue el enamorado oficial de Éricka por algún tiempo, hasta se habló de boda, pero ella no estaba del todo segura y tenía otros planes que incluían algunos otros en su vida y en su cama. Para abrirle los ojos quién más sino el Loco, así una noche en que estaban los dos Fernando y Mauricio, Éricka por su parte intentaba meterse a la casa de su ex Jimmy Aguirre con quien de vez en cuando recordaba “viejos” tiempos, pero no contaba con que el Loco la iba a ver justo en ese instante, así que Mauricio acolitado por Arias encaminaron a Piguave a un sitio en el que pudiera ver bien a su amada y así como las Moncada sapearon a Carlos con la misma Érikca esta vez fueron Mauricio y Fernando Arias los que hicieron lo propio. Fernando Piguave sintió morir y luego de un tiempo terminó con su relación de la que le quedó un hijo, pero eso sí la pica manifiesta con el Loco, no. Wacho Ávila siempre me decía que Mauricio no era de confianza y me recriminaba cada vez que podía porque yo le contaba mis cosas y sentimientos que lo incluían a él. Él siempre tuvo celos y supo que si yo no siempre creí sus cuentos de hadas era porque el Loco me abría los ojos, era como mi guardián, aunque eso al Loco no le hace gracia, más bien dice que cuida a la gente que quiere y yo celebro esa versión. De Piguave siempre hubo sospechas sobre su verdadera naturaleza sexual y si algo tiene esta 106


memoria es que está hecha de recuerdos relatados con honestidad, así que no se puede esconder que una de nuestras jodas favoritas a espaldas de Piguave era sobre su sexualidad y no por homofóbicos sino por pelados o adultos malvados burlándose de todo. Claro que él contribuía mucho con esas sospechas. Su evidente amaneramiento, sus historias mordaces sobre las mujeres aunque decía que se acostaba con muchas y que tiene un montón de hijos regados por ahí, no disipaban nuestras malvadas conjeturas. Es que Piguave lanzaba unas perlas como aquella vez en que bajo el portal de la casa de Fernando Arias mientras acompañábamos la noche de la Fiesta de Jujan con una biela, dijo que a las mujeres le apestaba la “cosa” aquella mientras tenían sexo y a los hombres no y Wacho lanzó un comentario hilarante al decir “ah no sé hermano, yo nunca he estado con un hombre” y nosotros celebramos con risas y jodas de ahí en más tan acertada aclaración. Siempre consciente o inconscientemente tenía ese tipo de manifestaciones como en el único cumpleaños al que lo invité y que fue el deleite de todos cuando posaba con unas plumas que compré para la hora loca. Nunca he juzgado a nadie y siempre he sostenido que la gente debe ser como se siente sin que a nadie le importe, pero no pude estar libre de aquellos comentarios cargados de intolerancia que a veces sin querer soltamos porque aunque yo he sido su más 107


“sincera” amiga, no siempre he soportado su presencia incluso hasta por celos... La patética del club siempre fui yo. Enamorada demasiado tiempo de Wacho Ávila se me gastaron algunos años. Desde que lo conocí esperé algunas limosnas, entre ellas un beso. Eso llegó una madrugada en que habíamos fracasado con el baile del “Nene sexi” y yo volví a echar otras lágrimas de impotencia. Pero como no era el fin del mundo y yo había invitado a una amiga de la universidad que era modelo y debía ser la atracción en la terraza del mercado donde debíamos elegir al hombre más sexi de Jujan, había que hacer algo para que el fracaso no pese ni ella lo vea, especialmente impulsados por Víctor Chong que para variar andaba perro por mi amiga. Nos mandaron a comprar mortadela con galletas y al regreso Wacho me hizo la pregunta que yo había esperado hace tiempo. “Te puedo dar un beso”, me dijo y yo le manifesté “tal vez” y eso indignó al galán que con cierta imposición –vista muchísimos años después- me inquirió “tal vez no, sí o no es la respuesta” y yo respondí que sí y me jodí. El mundo daba vuelta más rápido, yo sentía que todos los que estaban en la casita del parque se habían dado cuenta que Wacho me había besado, cosas de una loca como yo. Le escribí poemas cursis, lo odié porque yo pensaba que ese beso significaba algo más y luego de forma deliberada en una conversación 108


después me dijo que un beso es solo eso, un beso. Cero compromisos y nada, es decir, una versión de diccionario: “la yuxtaposición de los labios”. Yo a morir de las iras conmigo y contra él y más cuando una vez en que sentados afuera de mi casa con él y Mauricio hablábamos del amor y el esgrimía su teoría –como Cabralque basta con que uno ame para que el amor exista, entonces me preguntó si yo me acordaba qué día era el 26 de septiembre y yo muy segura expresé que era “el día de la bandera” y él ofendido me señaló que fue la fecha cuando nos dimos nuestro primer beso y cuando intenté arreglar el asunto asegurando que nunca lo olvidaría así tenga noventa años, era tarde, probablemente lo recordaré hasta ahí, pero por la embarazosa situación de la fecha que no logré meter en mi cabeza. Pasaron muchos años para que yo me liberara de ese amor. Aunque tuve mis venganzas personales como aquella vez en que en “A tu nivel” mientras él me besaba yo pensaba en un compañero del trabajo que sí estaba bueno el condenado y no me dejaba concentrar en el que en ese momento posaba sus labios sobre los míos. Esa misma noche me pidió que me cuidara porque él no podía hacerlo y sentí que se despedía oficialmente de mí. Pero eso no significó que yo lo olvidara fácil y él lo sabía, por eso aprovechaba cuando podía como después de la primera fiesta de fin de año en la casa de la abuelita de Fernando Arias cuando me fue a 109


dejar a mi casa y el simple beso de adiós lo convirtió en otra yuxtaposición de labios que me idiotizó el 31 de diciembre y luego el 1 de enero en que nos fuimos a la Providencia y él me cantó una canción de Luis Eduardo Aute en una de esas tantas cosas que hizo y yo nunca entendí por qué. Nunca le pregunté y no solo debí aguantar la soledad, sino los comentarios de todos los que criticaban mi empecinamiento en este señor que me dio más penas que alegrías. Así me pasé el tiempo, evadiendo también sus invitaciones llenas de insinuaciones a su departamento que yo diplomáticamente rechazaba no sin antes recriminarme por qué, si al final del día yo me moría por aceptar, no obstante, recordaba el Ibis de Vargas Vila -que Mauricio me prestó para que lo lea y me libere de ese sentimiento absurdo- y sabía que solo era para hacerme objeto de su colección o por pura descarga biológica. Pero la cosa empezó a cambiar sin que yo lo quisiera, planeara y sospechara. Con el que menos pensé, imaginé o aposté. Como conté, pasamos de “Por siempre amigos” al engendro Gadeco con “Su majestad”. Fernando Arias y yo nos dedicamos a la búsqueda de la información para la casa abierta que presentaríamos como parte de las actividades de este grupo y los antiguos “Por siempre amigos”, así nos pasamos varios días recolectando papeles, fotos, en entrevistas con 110


gente mayor que podía contarnos más sobre el pueblo. Antes dije que estas memorias eran honestas y por eso no me puedo detener ni esconder que una noche en el cuarto de Fer mientras nos reíamos del origen divino que según Santiaguito tenía Jujan -porque su nombre era debido a un árbol, como Dios creó al mundo, entre otras cosas las plantas, Jujan tenía un origen divino- él me miró y yo sentí algo difícil de explicar en ese momento, excepto que mi amigo había cambiado el curso de mi historia, de esta historia. Cuando me dijo que me iba acompañar a mi casa porque era tarde, yo me quedé extrañada no por la cortesía inusual en él, sino porque mi corazón saltó por alguna emoción rara, esas mariposas en mi estómago que yo había sentido antes con esa misma intensidad y que una vez me habían indicado que eso a veces toma el nombre de amor. Cuando llegué a la casa, no hacía otra cosa que darle vueltas al asunto, pero los problemas del trabajo corrieron las mariposas y más cuando decidí renunciar y sentía que había perdido todo lo que amaba hacer gracias a alguien que se llamaba mi amiga y me hizo conocer también lo que es el odio. Cuando me dediqué a la casa abierta en esos días libres, en medio de esa nada en mi vida, encontré a mi mejor amigo, quien me sacaba una sonrisa cuando podía con sus ocurrencias y comentarios. Fui dándome cuenta que entre él y yo nada era igual, al menos yo ya no lo veía 111


igual. Al final de ese año le escribí y le entregué una carta sincera donde exponía todo lo que sentía y lo mucho que le agradecía haber sido parte de mis horas y minutos cuando más me había hecho falta, sin dudas, él ya no tiene esas líneas que yo aún guardo como testigos de que gracias a él mi renuncia del trabajo fue menos dura y que gracias a él me fui olvidando de Wacho al extremo de que la noche de los “caramelazos” yo le había dicho muy honestamente que no me importaba si había ido a esa fiesta solo por mí. Ávila me conocía y las muchas ocasiones que nos habíamos reunido, sabía con el solo roce de mis manos o mirarme profundamente, que yo seguía igual de torpe y enamorada por él. Pero aquella tarde y noche era diferente, yo no era igual. Lo presintió desde que llegó, desde que se sentó junto a mí como antes y vio una veta distinta en mis ojos, era la veta de amor de la que habla Mario Benedetti y que esta vez no era para él. Por eso cuando Ñañita empezó a lanzar los caramelos, Ávila herido en su orgullo y sin saber para quién era esa veta de amor, me lanzó los duros caramelos con todo el odio y desprecio que le salió del cuerpo y el alma. No se había equivocado, ya nada era igual. Un tiempo después nos volvimos a encontrar y yo le escribí el último poema en donde entre otras cosas le hacía todas las preguntas que nunca me había atrevido a hacerle y que, por supuesto, nunca iban a obtener respuesta. Empecé otra historia, más 112


incierta eso sí, pero suficientemente intensa para haberme arrancado sin querer ni proponérmelo ese amor del que renegué tantas veces, preguntándome cuándo y cómo se me iba a pasar. Ese cariño se hizo evidente incluso para los que me rodeaban, alguien por ahí alguna vez me dijo que se me notaba el amor por Fer, aunque yo lo negué decididamente, con poca convicción, diciendo que solo era mi amigo, mi mejor amigo y nada más. Por ese sentimiento es que recuerdo muy bien el único beso que nos hemos dado, aquel que nació en una chupa en Baños en un viaje que hicimos junto con la Gorda y Fernando Piguave. En una habitación de hotel donde las botellas de tequila encendieron la noche y en la que yo era el fusible que evitaba que se desborde la locura, pues no estaba tomando porque tenía tos y tomaba antibióticos. Ahí en esas penitencias infaltables, Jessenia preguntó a mi amigo si yo le gustaba, él dijo que sí, nos hizo dar un beso que solo fue un dulce juntar de labios, así que la Gorda con tragos encima –la única vez que la vimos borracha- dijo no sentirse satisfecha y pidió que el beso sea lo suficientemente largo y de verdad: “a ver, con legua incluida”. Ahí tomé el rostro de mi amigo y nos dimos aquel beso, ese que recuerdo tan claro como si fuera ayer. Luego su trabajo y el mío mantuvieron una distancia prudente que no permitía aflorar más aquel sentimiento que había surgido por una casualidad. Muchos meses, muchos días en los 113


que estábamos concentrados en un montón de cosas que pensaba yo me llenaban más que cualquier otra cosa, eso sí agradeciendo a mi amigo haberme sacado de la absurda situación en la que viví con Ávila, aunque ese agradecimiento era interno porque nunca se lo dije de frente ni mirándolo a los ojos ni en broma siquiera porque lo guardaba para mí. Esa veta que fue Fernando eso sí no evitó que yo tuviera recaídas, eso pasó alguna vez en que Wacho escribió a mi número y yo no lo tenía registrado, luego de un rato se reveló como el que había sido destituido ilegalmente y supe que era él y salí a su encuentro como antes, con un solo llamado. Pero todo era producto del conocimiento cierto de que Fernando y yo éramos solo amigos y que le debía el olvido de Ávila, pero él jamás se dio o quiso darse cuenta que logró eso. El tiempo había pasado inexorablemente y todo lo que sentí, escribí y dije de Ávila fue solo un recuerdo gracias a aquella noche de julio de 2003. Las memorias a veces tienen mucho de confesión y ese sentimiento que yo nunca manifesté abiertamente se hizo más claro hace un año cuando por circunstancias del nuevo trabajo de Fernando Arias nos juntamos como en aquella ocasión de 2003 por la casa abierta. Esta vez me fue mal a la hora de tratar que esa veta que se adivinaba en mis ojos y que Wacho intentó borrármela con unos caramelos, no se 114


me notara y no me afecte por eso de que ya lo dije antes, soy la más patética del grupo, siempre enamorada del equivocado, amando sola y esperando lo que jamás llega. Ocultando y mostrando, salvándolo de los malos comentarios de los jujeños que al verlo muy amigo de Piguave lo enredaban en la vida del otro, haciendo creer a todos lo que no existe, para que él sea feliz si es que acaso lo necesita porque nunca me lo pidió, yo sola asumí la tarea de rescatarlo, incluso de mí cuando era necesario porque a veces sentí que lo acosaba con mis excesos de cariño y amistad, que me metí en su vida más de lo que debí. Claro que en los últimos tiempos algunas cosas empezaron a cambiar porque como que de pronto le quedó más claro lo que yo sentía y vivía, pero sin que se atreviera a preguntarme directamente en qué momento se torció todo y para aclararme que se estaba jodiendo la amistad y que él no era responsable de eso, que la película la hice yo solita. A veces creo que también tiene parte de culpa al no frenarme cuando acariciando sus manos o tomándolas, simplemente le decía te quiero y se quedó con un silencio cómplice. Escribir esto me ha liberado de algunos fantasmas, de eso se trata también. A veces me siento a recordar y me río con ganas, como cuando leo una carta que le escribí a Wacho y que nunca le envié. Me río porque son unas 115


líneas cursis y llenas de frases hechas, ya dije que soy patética. Me río recordando esos mensajes que le envié a Fer diciendo y no diciendo, perdonándole algunos plantones, regalándole algunas frases que aprendí y tomé como mías. Me divierte que algunos amigos se rompan la cabeza intentando descubrir qué pasa entre los dos. Me saca una sonrisa alguno que otro llamado de atención del Loco que entre serio y en broma me dice que nunca he sabido escoger el amor. Pero me es útil también el sentimiento porque es una musa para escribir algunos poemas de frases hechas y hasta esta memoria. A Fernando le debo esa veta que me hizo olvidar a Ávila y aunque la veta sigue, seguro vendrá otra que la borre Las “clásicas” Para hablar de frases célebres hay que empezar por César Chang. Cesitar es el autor de nuestras más célebres frases porque su capacidad para soltar afirmaciones no tiene igual en el club. No por erudito sino porque siempre fue un “pobre y triste” en términos “Por siempre amigos”. Él tampoco no ha tenido nunca reparos a la hora de decir algo ni de hacer algo. Por eso fue el escogido para devolver una guitarra a la mamá de Paty, la misma que nos acusó de romperla en la segunda murga que hicimos en el club, aunque 116


no fue así. El Chino no se anda con vergüenzas ni miedos, así que tomó el aparato pegado con goma y hecho un adefesio y sin ponerse colorado por lo horrible que estaba, se la entregó al hermano de Patricia, “El tipo”, así le decíamos nosotros. Casi se arma una bronca, pero Cesitar hizo su trabajo sucio y nos dejó las discusiones a nosotras, especialmente a Olinda. Cuando César se metió de lleno en este club, su primera confesión la hizo en el coliseo. Señaló que tenía problemas con el sexo en noches de frío, nunca dio mayores explicaciones sino que lanzó la frase y desde ese día siempre que podía yo se lo recordaba en el periódico “Que nota” con mordaces líneas como “César está preocupado porque es verano y a él en el frío, naranjas”. También se quedó como el “Chucha de tu madre” como conté antes por eso de que la suegra recibía una descarga de insultos matizados cada dos o tres por esa frase. Pero la más notable afirmación de Cesitar fue la noche en que indignado ante tanta insensibilidad mostrada por Fernando Arias –como también ya conté-, él con una seriedad asumida por los viejos, curas o pastores soltó nuestra más famosa y clásica sentencia. “Tú no eres feliz, tú no te enamoras, tú no tienes amigos, entonces qué verga eres…”. Fernando Arias no quedó contento con semejante recriminación, pero no supo contrarrestar esas líneas con otras iguales. No hay fiesta –como lo he dicho antes- que no 117


aparezca o se haga eco de esta clásica del Chino, tanto que una noche en la casa de John Peter entre “Zhumir” que va y que viene, él me preguntó qué mismo era lo que pasaba entre Fer y yo, que para “sacarme la vuelta” le dije: “no sé qué verga siento, como dijo César”. La respuesta fue celebrada a la salud de Cesitar que nos regaló este sublime y sin igual conjunto de palabras con las que intentó investigar qué sentía Fernando Arias, quien siempre se ha mostrado impasible e insensible ante cosas que a los demás nos han hecho hasta llorar. El autor de semejante frase no podía sino ser un “experto” asesor de cómo manifestar los sentimientos, así asesoró a Carlos para que le envíe a Ñañita unos versos que son otros clásicos nuestros. Los versos decían que “yo sé que te gusto, pero bien que te haces la cojuda”. Qué más se puede pedir. Cualquiera cae rendida aunque sea por coraje, pero Ñañita asegura que tales versos nunca existieron y que son puro cuento para joder de Fernando Arias. Luego el Chino acompañó estas palabras con algo más dulce como que era “un pajarito con patas de algodón” y que quería posarse en su corazón. Visto ya la cosa después de muchos años, eran más originales los primeros. Mauricio también es un filósofo y dejó “clásicas” enseñanzas como esas de que los “cachos son como la muerte, tarde o temprano a todos nos llegan”. Él había sufrido algunas veces los 118


reveses de los cuernos, así que decidió tomarse el asunto con calma y no amargarse, porque los cachos no duelen ni se ven. Como el Loco siempre ha tenido líos con el amor, también nos trajo otras de sus famosas afirmaciones como esa de que el “amor es como un culo hediondo, por más que te lo laves, apesta”, alguna vez Fernando Arias cambió el sentido de la frase a que “el amor es como un calzón cagado”. La última de Mauricio fue en un cumpleaños de Merly en que pedía a Cesitar que libere su lado homosexual –que no tiene, sino por joda- con un hilarante: “China libérala, deja fluir al maricón que hay en ti”, pero a César no le cayó en gracia y estaba bravísimo con el Loco porque está bien la joda, pero todo tiene su límite, aunque después se rió de buena gana. Jessenia en cambio una vez fue catalogada como la única mujer que tenía un metro en la boca capaz de medir un pene. Ella fue la designada para comprobar si la afirmación de Fernando Piguave de que tanto uso de ese órgano lo desgastaba, entonces la Gorda se rompía la cabeza pensando cómo era posible saber eso y Fernando Arias le salió con eso de que ella podía medirlo con su boca, claro que en son de joda, pero eso se quedó como otra de nuestras sentencias “clásicas”. Y si de Piguave hablamos, él también era de los que afirmaba que un “pedacito” no se le niega a nadie y Jessenia se molestaba por la falta de respeto a 119


la pareja y por detrás Wacho me preguntaba si ese “pedacito” no se lo negaba Piguave a un hombre o una mujer, como dije la orientación sexual de él siempre fue motivo de joda entre nosotros y más de Ávila que dudaba de la hombría de algunos en el club y me lo manifestaba para verme indignada porque yo le decía que ni a él le constaba y tampoco tenía por qué importarle. Por eso cuando Piguave afirmó eso de que a las mujeres le apesta la vagina durante el acto sexual y a los hombres no, Wacho no dudó en comentar que a él no le constaba porque jamás había estado con un hombre. Cada palabra la dijo mediada para insinuar, más bien asegurar que el otro sabía bien de lo que hablaba porque había estado con un macho. Él me confirmaba su intención por detrás muerto de la risa. Ñañita en cambio le decía a Piguave que eso lo decía por el tipo de mujer con el que se juntaba, mujer que por cierto no tenía fama de limpia y por eso es que se atrevía a afirmar tal cosa. Jessenia también enojada ratificaba las palabras de Ñañita y cuando Fernando Piguave se fue, ella junto con Mauricio coincidían con que “este maricón hijueputa habla güevadas”. Por mi parte yo solo escuchaba porque me decretaba de mente abierta y cada quien podía pensar lo que quisiera. Los demás reían y callaban por estas afirmaciones traídas de los pelos.

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Es que aquí era como la casa del jabonero que el que no cae, resbala. Así Dora durante una chupa confesó practicar sexo oral con Dalton “porque ya pues así toca”, todo por estar respondiendo sobre sus intimidades a las preguntas de John Peter que por su parte solo se mataba de la risa y no contestaba si él y Merly también tenían estas prácticas. Desde ese día Dora y Dalton también formaron parte de estas clásicas. Otras afirmaciones de los muchachos era que a Jessenia le gustaba servirse los famosos “tres platos”, esto es, sexo por adelante, atrás y oral. La Gorda al principio se daba contra el piso del coraje, después celebraba con su risa contagiosa y siempre andaba preguntándole a Merly si es que ella se servía esos platos con John Peter. Errores de la vida ha sido la afirmación que ha perseguido a Carlos en cada “chupifiesta” desde que señaló que por esa causa le había puesto los cachos a Ñañita con Éricka. Así si alguien comete un error o se equivoca en algo tiene a mano para justificarse eso de que “fue un error de la vida”. Hemos dicho y hecho tanto que sería imposible recoger lo que hemos hablado en cada noche de chupa o de reuniones porque sí. Sin embargo, aquí está la esencia de aquello que nos ha marcado y lo que ahora espero es que 121


todas estas líneas no me regalen enemigos, sino que la amistad se profundice y siga siendo verdadera, porque estas memorias son un homenaje a nuestra juventud en un pueblo distinto del que le vamos a dejar a nuestros hijos. Es un ensayo de recuerdos y nostalgias para que de verdad sea cierto el nombre de “Por siempre amigos”.

Nosotros Azú Marita y Azú Lily: Hermanas. Tuvieron su paso fugaz por el club. La una tirada a monja y la otra –en ese tiempo- discípula de Satán. La una sigue aspirando a los altares y la otra es madre de familia. Arias Samaniego Fernando: El aniñado, burgués y gracias a su nuevo trabajo, admirador del Che cuando antes ni sabía quién era. Ingeniero agropecuario, Jefe Político de Jujan y el único que no se enamora, no tiene amigos ni llora y no se sabe qué verga es según Cesitar. Mi mejor amigo, la veta de amor en mis ojos y el que me hace sufrir, aunque él no lo quiera reconocer en tiempos que escribo esto. Avilés Walter: Alias “Pata Pata”, nunca me gustó llamar a nadie por el apodo, pero una noche de descuido lo llamé así y aún me da vergüenza. Enamorado eterno de Ñañita, le

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regaló el CD original de Salserín dedicándole “Amor a primera vista”. Alcívar Marcos: “Tolo” fue el rival de Mauricio durante varias semanas disputándose el mejor cuerpo del club. Galán que intentó conquistar a Ñañita y luego a mí. Un emprendedor, aunque no pocas veces presumido. Alcívar Gabriela: Fue la primera reina del club, más para que no moleste que por convicción de que representaba la belleza de las chicas de “Por siempre amigos”. Una pelada a todo dar hasta que nos acompañó a pesar que la pelea de los juguetes de Navidad cambió mucho la relación de amistad. Se alejó del extraterrestre y pisó tierra al casarse con otro. Ávila Ortega Washington: Nos rescató de la “Renovación Carismática” y de ahí en más se tornó en protagonistas de varias historias. A veces se portaba a la altura y otras era un verdadero patán. Me regaló las frases más bonitas de mi vida hasta ahora, pero también muchas cosas tristes, claro que desde hace tiempo me da risa todo. Nunca nos perdonó la destitución como presidente del club. Está casado y a su boda solo nos invitó a Fernando Arias y a mí y nunca entendimos por qué. Es padre, vicerrector del Instituto Pedagógico y quién sabe qué otras cosas más.

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Barzola Romero Carlos: Un error de la vida seguramente lo llevó al club. Se quedó por Ñañita y nos acompañó para siempre. Padre de Abel mi compadre y el de Fernando Arias. Barco Dalton: Cuando llegó al club casi ni hablaba. Menos mal lo rescatamos y le dimos voz. Se juntó con nosotros y aprendió a joder como todos. Es acusado de que Dora lo manda. Padre de dos hijos. Burgos Alfredo: Un buen amigo y el que siempre estuvo ahí hasta la madrugada para ayudarnos a cargar las sillas, las mesas y las jabas durante los bailes. Padre y esposo. Carmona Paola: Capaz de buscar al diablo si se lo pedíamos, varias veces nominada y ganadora de los premios “Por siempre amigos” a la más pegajosa y peor vestida. Casada y con un hijo. Carmona John Peter: El más viejo del club aunque él siempre lo niegue. Bailarín y excelente conversador cuando está de buen genio. Salió de la percha gracias a las Moncada que le hicieron el enganche con Merly. Felizmente casado y con dos hijos. Todavía no pierde su espíritu celestino. Carpio Urgilés Jenny y Omar: Hermanos. Estuvieron poco tiempo en el club, nos acompañaron los primeros meses, después se unieron con sus respectivas parejas. De la una 124


siempre recuerdo su “exagerado” trasero de la entrevista que le hizo Fernando Arias y del otro que siempre comió gratis porque nunca pagó la cuota que recogimos para las actividades que hicimos. Carrasco Dora: La aniñada, así le decíamos al principio. Su papá casi se infarta cuando pintamos el parque y Ñañita por poco quedó tuerta. Novia eterna de Dalton y como no puede ser de otra forma, ahora su esposa. Cepeda Lucy: A todo dar y dispuesta a ayudar en todo cuando nos acompañó. De risa estruendosa y con una mamá bravísima a la que en una murga le cantamos como tres canciones sin que nadie se atreva a cobrarle porque no teníamos cantante y solo nos acompañábamos de nuestra nada melodiosa voz y unas botellas llenas de piedras. Casada con hijo. Chang César: El chino, ídolo de multitudes, al que el frío lo hace sufrir, quien de tanta espera puede hasta cambiar de sexo, el primero en emborracharse en las chupas, autor de las más clásicas y célebres anécdotas del club. El verdadero protagonista de este libro. Casado con dos hijos y a punto de graduarse de economista. Chong Víctor: Un guapo irresistible, auto proclamado el “taladro”, contador de cachos y también odiado varias veces por adefesioso. 125


Vicepresidente destituido del club. Hoy no sé de nada de su vida. Seguramente casado y con hijos. Fuentes Patricia: Después de la pelea por los juguetes la amistad nunca fue igual. Se divide en un antes y un después de ese incidente. A pesar de todo llegó a presidenta del club. Lo que más se recuerda es que era la reina del “remo”, le gustaba sangrar a todos en tiempos en que la mayoría era puro pelados chiros. Hoy está casada, pero no con alguno que creíamos sería su marido sino con otro. Laborda María Elisa: Fue reina del club, una linda niña inocente a su llegada, hoy la dura de Cesitar. Ella dice que el Chino es libre de hacer lo que quiera, pero con una mirada lo frena. Mantuano Merly: Llegó decepcionada por Wacho Flores, pero encontró galán en el club. Estuvo en las duras y maduras junto a nosotros y fue una de las que me animó a escribir estas memorias. Mi comadre y de Fernando Arias. Secretaria, madre y esposa. Jamás ha perdido las ganas por la joda. Moncada Jessenia: La gorda que siempre estuvo a nuestro lado. Fiesta sin Jessenia no era igual. No aguantaba paro y le decía a la gente lo que sentía y pensaba, cuando ameritaba el caso puteaba al que se le 126


atravesara. La más apetecida para la joda de todos por eso Fernando Arias “Lápiz Cabezón” y Wacho Ávila “Narizón” se ganaban los insultos de la Gorda. Madre y con una hija. Moncada Olinda: La patucha. Siempre dispuesta a acompañar a cualquier actividad con tal de joder como le gustaba. Reina del club en 2000, la misma que tenía mucho por delante y por detrás. Al poco tiempo se fue con Raúl a Quito y después se casó. Madre de tres hijos Osorio Rizzo Johanna: La ingeniera siempre fue la tesorera del club, vitalicia como Pinochet. Fue una de las más deseadas, incluso dice que Cesitar se le declaró cuando todavía no existía “Por siempre amigos”. Se le cuenta desde Érick “Poncharelo” hasta Walter “Pata Pata”. Mamá de Abel y actual profesora de escuela. Piguave Fernando: Fue un buen amigo hasta que nos acompañó a pesar de nuestras burlas a sus espaldas por sus presuntas preferencias sexuales. Con el paso del tiempo dejó de hablar a la mayoría de nosotros excepto a Fernando Arias, su pata de mucho tiempo por lo que Arias estuvo enredado en la lengua viperina de los jujeños. También me habla a mí por mi manifiesta tolerancia, pero en el fondo a veces me da celos su amistad con Fer. Ahora trabaja para el Municipio y seguramente espera que Yoyo se eternice en el poder como Fidel para seguir de pipón. 127


Ramos Arbaíza Éricka: Estuvo junto a nosotros bastante tiempo hasta la noche en que Piguave la descubrió subiéndose a la casa de otro. Crítica constante de Jessenia por ser seguidora incondicional de Ávila, ayudó en algunos eventos, pero estuvo en pocas de las mejores “chupifiestas”. La “ñaña” de Ñañita en otros tiempos, ahora madre de dos hijos. Rodríguez Hugo: Su sueño de siempre fue la legalización del club y que le quitemos la sede al sindicato de choferes para nosotros. Crítico de Chong al que acusaba de no ser un buen vicepresidente, siempre pidió su destitución del cargo, amenazó varias veces con sacar un periódico para tumbar “Qué nota”, pero nunca cumplió. Ahora trabaja para el Municipio y seguramente también aspira a que Yoyo no se vaya nunca de la alcaldía para no perder el “trabajo”. Sánchez Molina Mauricio: El Loco llegó sin mucha bulla al grupo y se convirtió en el alma de las fiestas igual a la gorda Jessenia. Político, pero no turro, medio poeta y revolucionario, siempre ha tenido las frases justas para joder a todo el mundo al extremo de que Ñañita quiso botarlo de su departamento en una reunión de fin de año. No solo por sus bromas explícitamente sexuales sino por su elevado tono de voz que hacía que todo el barrio se entere de lo que hablaba. Otro de los que me animó a escribir las memorias del grupo. Trabaja 128


en el municipio de Urdaneta y aún cree que se puede cambiar el mundo. William Vera: Hubo un tiempo que pensamos que se haría cura y otro en que levantaba sospechas porque solo andaba con Merly. Decía que le gustaba Ñañita y corría del acoso que le hacía Paola. Su casa era la primera en visitar durante las murgas. Al final él se convirtió en un profesional exitoso, se casó y tiene dios hijos. Maricela Osorio Rizzo: Yo, la autora, la inteligente, la poeta medio loca, la flaquita adefesiosa. La asesora de Ávila en mis tiempos mozos y la asesora de Fernando Arias ahora que es Jefe Político. Ambos me han hecho cuadritos la vida. Pero no les guardo rencor, del primero tengo algunos buenos recuerdos y algunas frases inolvidables. Al otro aún lo quiero, pero sé que después que lea todo esto va a odiarme y casi que va a querer matarme. Seguramente se buscará otro asesor.

Hay otros nombres, pero fueron muy fugaces para ser incluidos en esta historia. Ellos fueron bastante intrascendentes para estas memorias.

Maricela Osorio Rizzo

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