Las neuronas de dios una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel

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Como el vendedor, y a diferencia de Carmelo, Ellen veía a Dios, y su misión consistió en crear una Iglesia adoradora del sábado, que espera la segunda venida de Jesucristo a la Tierra. No le fue nada mal: se calcula que, actualmente, el grupo cuenta con unos dieciocho millones de miembros. Lo interesante es que esos millones de fieles pueden haber sido el producto de un golpe en la cara sufrido por una persona que pudo haber ocasionado un movimiento y una lesión importante en su cerebro; así, no es de extrañar que la personalidad de la pequeña Ellen cambiara por completo. Los adventistas, por supuesto, niegan esa asociación diciendo que, en los casos comprobados, es la epilepsia temporal la que puede causar visiones (y la corteza temporal está muy lejos de donde Ellen sufrió el golpe), además de que las experiencias místicas comenzaron varios años después del accidente. Por otro lado, las descripciones indican que sus visiones eran bastante prolongadas – podían durar desde minutos hasta varias horas–, mientras que la mayoría de los ataques epilépticos son más breves. En fin, aquí se aplica perfectamente aquello de que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Eso sí: que no le apunte al cerebro, que después pasan cosas raras. Tan raras como las que le sucedieron a Juana de Arco.

Juana y sus hermanas[71] En un lugar azul, donde mujeres bailan blues, arde la llama del Juicio Final. Ratones Paranoicos, “Juana de Arco” Sin duda, uno de los casos más fascinantes de visiones místicas que cambian una vida es el de Santa Juana –de Arco–, la doncella de Orleans, una adolescente casi analfabeta que llegó a comandar ejércitos en defensa del delfín de Francia, Carlos VII. Juana era una chica normal, tal vez un poco más devota que sus amigos, pero todo era más o menos corriente hasta que a los 12 años tuvo su primera visión. Estaba en el jardín de su casa cuando, de pronto, escuchó una voz que venía desde la iglesia acompañada de una luz brillante (así lo contó en su juicio muchos años después). Otra versión de este primer encuentro asegura que Juana estaba jugando con sus amigas y de repente oyó una voz: le decía que debía volver a su casa porque su madre la necesitaba y, ya que estaba, que cambiara el curso de su vida y se pusiera a realizar obras maravillosas en nombre de Dios y del rey de Francia, vestida de hombre y portando las armas que le permitieran ganar la guerra. Más allá de las versiones, las voces se le quedaron pegadas a Juana durante toda su vida dándole instrucciones, consejo y consuelo. Algo es seguro: la voz debía ser la de un gran estratega militar, porque con Juana al frente las tropas francesas vencieron a los ingleses en numerosas batallas. Hacia el final, y sin el apoyo del delfín, la joven fue tomada prisionera y juzgada en Inglaterra, no por un tribunal de guerra sino por la Iglesia, acusada de hereje, blasfema, bruja y otros calificativos nada simpáticos. Luego de dieciséis juicios, en los que mantuvo su historia a cal y canto, finalmente se quebró, seguramente como una táctica para que la dejaran vivir más o menos en paz. Pero entendió que no había arrepentimiento que valiera y que ya estaba condenada a la hoguera. Cuenta la leyenda que, luego del fuego, el verdugo descubrió que su corazón estaba intacto, y se convenció de que acababa de quemar a una santa.


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