LIBRO: EL VATICANO CONTRA DIOS

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Los Milenarios

El Vaticano contra Dios

Curia, donde es fácil la cordialidad pero difícil la familiaridad, no se ve más que adulación vana y superficial, profusamente dada y recibida. No ha habido ningún cambio desde la época del embajador en Roma Alvise Contarini, más tarde patriarca de Venecia en 1563, que así se expresaba en su crónica al Senado veneciano: «Aquí la adulación se viste de honradez y el engaño de astucia. En resumen, todos los vicios se presentan enmascarados: todo es honradez, todo es honorable y necesario si conduce a lo útil, única divinidad a la que se adora. La simulación es el alma de la corte romana.» Por consiguiente, en el umbral del año 2000 nada ha cambiado desde entonces: cuando la sumisión se conjuga con la avidez, la unión se convierte en el plexo de la ficción natural.

Los aspirantes a hacer carrera, siempre en la pista de entrenamiento para la competición de fondo, corteses y escurridizos y jadeantes, arden de fiebre de vanidad y de ambiciones desmesuradas y, en caso necesario, saben adoptar las actitudes más apropiadas y pronunciar las palabras más idóneas para llevar a cabo sus galanteos y adulaciones. Como recaderos mercenarios que son, se introducen en los ganglios del sistema eclesiástico y, una vez en el vértice, encierran orgullosamente el rebaño en un recinto vallado regido por toda una serie de órdenes y prohibiciones de producción propia. Los listillos de aquel veinte por ciento que se prepara para iniciar la escalada en el Vaticano, hábiles y delicados en el trato, recurren fácilmente al embaucamiento de los superiores, los cuales creen tenerlo todo bien amarrado, pero, en realidad, se encuentran en la esfera de la incapacidad subjetiva y objetiva. En efecto, el embaucamiento induce a una persona psicológicamente incapaz, a llevar a cabo actos jurídicos insuficientes y perjudiciales con el fin de obtener un provecho en beneficio de los interesados. Prestaciones en simbiosis: el superior se encuentra en estado de éxtasis, es decir, fuera de su ser; y el otro, como astuto servidor, se dedica a manejar y adular debidamente al asno domado.

En el ordenamiento jurídico de la Iglesia vaticana no es punible el delito de favoritismo, sino que más bien se considera una gracia beneficiosa gratis data, otorgada con carácter gratuito. Ya desde la alta Edad Media el privilegio del favoritismo y la protección era tenido en gran estima y aprecio. Es un punto de honor para el monseñor que desbanca a los demás en sus derechos de precedencia. En el ambiente se le considera un afortunado por haber pasado por encima de los que tenían derecho. Estar siempre del lado de la parte vencedora es el principal objetivo

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