El componente cultural de la violencia
451
culturas árabes y de Oriente Medio, las culturas latinas y sudamericanas y los estados del sur de los Estados Unidos de Norteamérica. En estas culturas se enfatiza el honor masculino y se fomentan los roles de género tradicionales que animan y perpetúan la violencia contra las mujeres. La diferencia con las culturas de no honor descansa en la saliencia y centralidad que estas cuestiones del honor tienen sobre la interacción social cotidiana (Vandello y Cohen, 2003). En definitiva, se ejerce violencia contra las mujeres en nombre del honor (Amnesty International, 1999) y este fenómeno está más presente en determinadas culturas o países como Turquía, Pakistán o Afganistán, entre otros y, más en general, en aquellas culturas donde la idea de patriarcado y el control masculino es mayor y no tanto por una enseñanza religiosa islámica (Sever y Yurkadul, 2001) sino por la amenaza que supone la igualdad de género a la pérdida del poder y del control de la pareja (López-Sáez, 2006), de manera que se justifica la violencia hacia la mujer por un incumplimiento de su papel de género o estereotipo de género (Ferrer y Bosch, 2000). El rol de género se refiere a una serie de creencias consensuadas sobre las características de hombres y mujeres que se convierten en normativos sobre lo que se debe y no hacer para cada sexo (Eagly, 1987). Este rol juega un importante papel sobre todo en culturas basadas en el honor que implica un conjunto de características de identidad conocidas como machismo (véase el Cuadro 16.6). Cuadro 16.6: Un estudio sobre el rol de género y la cultura del honor. Rodríguez, Manstead y Fisher (1999, 2002) estudiaron las diferencias entre España y Holanda en la cultura del honor. Esta se caracteriza por la saliencia de códigos de honor relacionados con el género. • El honor femenino se centra en la vergüenza sexual (virginidad, modestia y restricciones sexuales). • El honor masculino en la virilidad, en la protección de la familia, y en la reputación de ser un hombre duro. La cultura del honor, más fuerte en España que en Holanda, afecta a las actitudes hacia los roles sexuales. Las respuestas a los insultos que amenazan al honor familiar son distintas en función de la nacionalidad y género: los españoles reaccionan de manera más intensa y especialmente si son hombres (Rodríguez, Manstead y Fischer, 2002).
Vandello y Cohen (2003) realizan dos estudios en los que comparan una cultura del honor con una cultura de no honor teniendo en cuenta, por un lado, las percepciones acerca de un hombre que ha sido engañado por su mujer y su reacción violenta ante este hecho y, por otro, las reacciones de las personas ante una situación real de violencia. En el primer estudio, con participantes en Brasil y en Illinois (USA), sus resultados muestran una clara diferencia entre la cultura del honor y la cultura de no honor. Así, mientras que los estadounidenses de Illinois percibían al hombre que respondía con violencia como menos digno de confianza y menos “hombre”, los brasileños consideraban que era ligeramente más hombre y que mediante la violencia recuperaba parte de su honor. Y, aunque en los dos países se condenaba la violencia, sólo los brasileños mostraban cierta justificación en su uso. En el segundo estudio también se producen diferencias culturales en las reacciones ante una mujer que ha sufrido violencia. Los participantes procedentes de culturas del honor (hispanos y sureños de Estados Unidos de Norteamérica) tenían mejor impresión de la mujer que manifestaba lealtad y arrepentimiento y la evaluaban como más fuerte si decidía continuar la relación, mientras que las personas originarias del norte de los Estados Unidos eran más favorables a una mujer que manifestaba independencia y se proponía abandonar al agresor, mientras que, si continuaba la relación, la