Son las manos de las artesanas, esas que no pierden el hilo y son capaces de tejer una historia propia, las que han logrado mantener, cuidar y reparar el oficio textil artesanal mismo, la tradición y con esto la unión de un territorio.
Cuando el hilo nos teje nace con el motivo de entender qué, quiénes, y cómo se mantiene vivo el oficio textil en la cotidianidad, desde la autonomía propia de un territorio y no desde las dependencias hacia el mercado: de esta manera, se busca reconocer los factores que generan estas formas de permanencias. Mi trabajo inicia con el encuentro, reconocimiento y aprendizaje con la comunidad tejedora de Sutatausa, a través de las acciones emprendidas por el colectivo Tejilarte. En ellas, encontré́ prácticas de cuidado desde y hacia el oficio artesanal que entretejen no solo lo material sino también la comunidad. En Sutatausa se está tejiendo un presente y una herencia que protege a sus artesanas, las abriga y las une para poder continuar con sus puntadas.