Territorio Infinito - Lester Rodríguez

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Imagen, Mapa y Poder en la obra de Lester Rodriguez Cuando escucho hablar sobre la obra de Léster Rodríguez, de manera recurrente, encuentro esta ineludible -casi obligatoria- referencia al territorio. Esto más que un problema o incomodidad, me genera cierta ansiedad conceptual, por decirlo de algún modo. Por otro lado, me gusta pensar que el arte propone experiencias estéticas (afectivas, sensoriales, racionales) que diseccionan en piezas la realidad y los conceptos 1, tal cual esa suerte de materiales infinitos que Léster utiliza en buena parte de su obra: palillos, chupones, barcos de papel que dibujan esas imágenes-mapa de las que quiero hablar más adelante. Si asumimos que la imagen no es lo que parece, el concepto tampoco es lo que dice ser y el discurso en la obra, parte precisamente, de un retorcimiento conceptual, que genera experiencias críticas, incisivas y hasta incómodas. Pensando en esto, nos encontraremos con que la obra de Léster no habla sobre el territorio -al menos no desde una noción convencional- sino que por el contrario, interpela la construcción de la imagen-mapa. La noción de territorio ha sido abordada por ciencias tan dispares como la astrofísica y la ciencia política, la tradición paisajista y la ecología o debatida por movimientos tan antagónicos como el fascismo, el liberalismo francés, la izquierda ortodoxa soviética o el neoliberalismo norteamericano. Estas posturas y movimientos han dado cuenta de una concepción de territorio asociada al control, a la dominación y el disciplinamiento de los sujetos adscritos a esos lugares. Bajo esta noción, 1 Si la realidad para Jacques Lacan es el mundo significado por el lenguaje, el arte disgrega ese mundo

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Pablo José Ramírez Guatemala

el territorio adquiere una dimensión meta-humana que parece reducirse a un ejercicio de dibujo y de poder. Esta dimensión meta-humana a la que me refiero, se plantea en un ejercicio de des-dibujamiento de la individualidad por sobre el afianzamiento del dibujo del mapa. Es decir, el mapa existe por sobre la vida. En este sentido el mapa es un configuración de líneas que demarcan fronteras, pero estas líneas son rígidas, no son subjetivas, no son abstracciones del capricho del dibujo, son configuraciones históricamente determinadas, que plantean con exactitud los márgenes del adentro y del afuera, de lo permitido y lo prohibido, configuraciones tan concretas como ficticias de la realidad. Pero ¿quiénes delimitan estos ejercicios de poder y de dibujo? ¿Cómo operan esas fuerzas estéticas y políticas sobre las cuales se consideran las demarcaciones de frontera?, pero mas importante ¿como es que vivimos, nosotros, los que vivimos ahí? De este modo, la única forma en la que la existencia tiene cabida dentro de la lógica del mapa, la línea y la frontera es a partir de cierta noción de masa 2 La masa es entonces esa suerte de alteridad amorfa, que llena un espacio, pero no cualquier espacio, sino ese lugar delimitado por el dibujo. Entonces, de nuevo el discurso meta-humano anula la singularidad ontológica. Es decir, la masa es sujeto y efecto, es la materia viva con la que se da sentido se llena- un territorio, que en este caso esta demarcado por el Estado-Nación moderno, tal y como lo conocemos. 2 Un referente importante para pensar “lo popular” es Antonio Gramsci, desde donde se desprenden una serie de argumentos desde la izquierda ortodoxa a favor de las masas y las luchas populares, anulando lamentablemente, en muchos casos, ciertas especificidades y subjetividades disidentes.

La obra de Léster en buena medida, problematiza estos conceptos, produciendo imágenes, que de maneras muy sutiles, disceccionan el mapa, lo vuelven tramposo, generando cierta tensión entre el espectador y la obra. El ya clásico planteamiento sobre las formas de ver de John Berger, tiene justo que ver con esto. Digo, la fuerza de la hegemonía explicadora de la imagen-mapa, es tal, que no podemos ver otra cosa que esto, un mapa. Como en el caso de Vía Láctea y Paisaje, el peso de la imagen condiciona la forma en la que vemos. Pero, veamos más cerca, la imagen se desdibuja a partir del enfoque, del lugar desde el cual veamos, de la proximidad de la obra, del detalle. De este modo la imagen-dibujo de mapa, se retuerce en sí mismo al plantear una composición que sabotea en tanto dibuja. La infinitud de palillos o de chupones sitúa una imagen irremediable y fatalmente fragmentada. Tal vez, una analogía del absurdo del Estado-Nación.

El artista soberano Un nodo fundamental para pensar la idea del territorio, es la noción de soberano. Este, podría decirse, de manera muy coloquial, es quien dicta las reglas del juego. El soberano mantiene control y vigilancia sobre la organización de un territorio, dictada por el dibujo-mapa. El soberano bajo esta lógica, administra, no solo los cuerpos, sino las vidas y las almas, tal y como lo plantea de manera incisiva Giorgio


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