DE BÓLIDOS Y HOMBRES. Robert Daley

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Debido a que las carreras programadas para cada temporada eran apenas ocho o diez, y los premios igualmente escasos, los pilotos de nivel también solían inscribirse en las principales pruebas para coches deportivos (cinco o seis al año). Eran carreras donde los coches corrían al límite durante horas, mezclándose pilotos profesionales con corredores amateurs. Estas carreras eran largas, a veces demasiado largas (seis horas, doce horas, veinticuatro), y a medida que se corrían el factor riesgo aumentaba de forma exponencial, pero también ofrecían más oportunidades de victoria a cualquier corredor. Los ingresos de los pilotos actuales —y su larga supervivencia tras el volante— asombrarían a la gente de entonces. La seguridad en pista y la propia construcción de los coches modernos, más sólidos, bajos y seguros, también; por no hablar de los circuitos, cuyos trazados, estudiados cuidadosamente y pavimentados con esmero, poco o nada tienen que ver con las peligrosas pistas de la edad de oro de los Grandes Premios, una época en la que bólidos y hombres eran el núcleo de un deporte diferente, en un mundo diferente, donde a menudo se pagaba un precio demasiado alto por pilotar coches de carreras. Fue la época excesiva y fascinante en la que están a punto de sumergirse.

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