Priscilla West - Entregarse a lo secreto #2

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rápidas en mi boca, más profundamente de lo que yo lo había hecho, pero no tanto como para provocarme arcadas. Con la mano detrás de mi cabeza que me guiaba ligeramente y el movimiento atrás y adelante de sus caderas, suave, pero con urgencia, podía sentir que se calentaba más, su necesidad se hacía más desesperada. El sabor tibio que sentía en la boca se hizo ligeramente salado, un rastro claro de su excitación. Pensé que alcanzaría el clímax en cualquier momento y estaba lista para tomarlo. Completamente. Me apartó, mis labios hicieron plop cuando liberaron la succión de la cabeza del pene. —Necesito probarte a ti —farfulló. En un frenesí de lujuria, me recostó sobre la espalda y me arrancó la camisa junto con la falda y la ropa interior, y lanzó todo detrás de sí. Por la comisura del ojo, vi que mi ropa aterrizaba accidentalmente sobre el fogón y ardía en llamas, pero la lujuria acalorada hizo caso omiso del pensamiento racional. Si tenía que caminar desnuda por la isla de Vincent, que así fuera. Con el pecho agitado, separé las piernas y rápidamente se ubicó entre ellas. Bajó la cabeza y me tomó un seno ardiente con la boca, para succionar y lamer el pezón. Lo mordisqueó ligeramente y jaló de él con firmeza. Lancé un grito ahogado ante la sensación, el ardor que sentía en el pecho descendió hasta la zona entre mis muslos e hizo que apretara las piernas alrededor de su cintura. Vi que extendía el brazo para tomar el jarabe y que agitaba la botella con impaciencia. Puso la boquilla hacia bajo y comenzó a chorrearme chocolate por todo el pecho. Ahogué un gemido ante la sensación fría. Hizo los primeros garabatos de chocolate por todo el pecho al azar y luego disminuyó el ritmo, para formar espirales prolijas alrededor de cada seno sensibilizado. Después de poner el toque final sobre cada pezón, se deshizo de la botella y se tomó un momento para apreciar su obra. Con un dedo, arremoliné el chocolate alrededor de cada pezón, observando cómo se le ensombrecían los ojos de lujuria. Con las manos comenzó a mullir cada seno. Bajó la cabeza de nuevo y se llevó un montículo a la boca, para lamer el chocolate y pasar la lengua lentamente por las líneas de jarabe. —Ay, Vincent. Arqueé el pecho hacia él, para gozar con el roce de su boca caliente contra mi piel fría. Con la lengua, rozó ligeramente la punta sensible de mi pezón, lo que me desencadenó un estremecimiento cálido por toda la médula. Incliné la cabeza hacia atrás y gemí. Me recorrió con besos pacientes pero urgentes desde el pecho hasta los muslos. Luego atacó mi clítoris y comenzó a rozarlo ligeramente con la punta de la lengua y


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