Priscilla West - Entregarse a lo prohibido #1

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Observé su mentón, esculpido con ángulos perfectos, como si se hubiese tallado en un bloque de mármol. Mis ojos ascendieron hacia la boca, de labios carnosos y suaves. Me aclaré la garganta. —Sí, es hermoso. Nunca me acostumbré realmente a la vista. Un gusto verlo de nuevo, Sr. Sorenson. —Por favor, Kristen, toma asiento. —Tropecé hasta la silla para invitados frente a su escritorio mientras que Vincent permaneció junto a la ventana. Sentí que me daba pie para continuar. Dejé mi bolso en el piso y busqué dentro los documentos en papel satinado que Richard y yo habíamos preparado para una segunda reunión. Vincent me estudió por un momento, con la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado, como si examinara una obra de arte. O su presa. Sin saber qué más hacer, solté mi discurso ensayado. —Gracias por reunirse de nuevo conmigo. Waterbridge-Howser será una elección excelente para sus necesidades de gestión patrimonial. Brindamos atención personal como también productos que amplían… Levantó la mano para detenerme. —Decidí que voy a optar por Waterbridge-Howser. —Se deslizó desde la ventana hasta mí y ocupó el reducido espacio entre mi asiento y su enorme escritorio. Se inclinó hacia atrás y se sentó sobre el borde, con la entrepierna apenas a unas pulgadas de mi rostro encendido. Por un instante, olvidé dónde estaba o incluso qué estaba intentando lograr. Un momento, ¿acaso acababa de decir que quería trabajar con Waterbridge-Howser? Me di cuenta de que tenía la boca abierta y la cerré de golpe. Sentí una ola de adrenalina por todo el cuerpo. Acababa de cerrar trato con una cuenta grande… esto era extraordinario. —¿Señor? —le dije, ignorando su ubicación para no llamar la atención. —Por favor Kristen, llámame Vincent. Hoy más temprano lo dejé pasar cuando me llamaste Sr. Sorenson, pero si me vas a decir “señor”, tendré que llamarte “señora”. Ahora, volvamos a los negocios. Vincent Sorenson ansioso por volver a los negocios. No se me escapó la ironía, ni siquiera con mi estado de aturdimiento. —Puedo firmar los papeles hoy, pero tengo una condición. —Hizo una pausa—. Tú debes ser mi punto de contacto. Necesitaré un número para comunicarme contigo en cualquier momento del día. Sus pupilas oscuras atrajeron mi mirada y me di cuenta de que no podía apartarla. Sabía que habría alguna trampa. —Generalmente es Richard el que trabaja directamente con los clientes y no estoy


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