el cubo blanco y los espacios expositivos

el cubo blanco y los espacios expositivos

En el siglo pasado, poco antes de los años 20, en una primavera de abril, un artista francés vino a romper barreras y enseñar una lección muy valiosa: el arte trasciende la obra en sí misma. Al introducir "La Fuente", Marcel Duchamp amplió el concepto tradicional de arte, demostrando que el valor intrínseco de un objeto no reside únicamente en él mismo, sino que también depende de su interacción con el entorno que lo rodea.

Galerías de arte, museos, espacios públicos y centros culturales son algunos de los lugares mas habituales para el encuentro con obras de arte, todos compartiendo la particularidad de ser espacios expositivos, lo que implica que fueron diseñados y organizados con el propósito especifico de fomentar el dialogo entre la obra y el observador, asumiendo así un rol mediador en este proceso interactivo.

Sin embargo, es posible observar que hay una tendencia en estos entornos de distanciarse de su papel mediador, buscando promover una experiencia donde ese espectador pueda confrontar las obras de manera libre y directa, sin interferencia del espacio en que se encuentra. Para alcanzar esa neutralidad el espacio debe tener ciertas características, como ser amplio, blanco, sin ningún rasgo identitario y debe siempre buscar ser lo más flexible posible.

Estas son algunas de las características presentadas por el autor Santos Zunzunegui para los museos modernos, o como él los denomina, "museos de planta abierta". En su obra "Del «marco» al «margen»: el Museo Moderno", Zunzunegui explica:

Se exime a las estructuras arquitectónicas y expositivas de la carga de «monumentalidad» presente en los museos de corte clásico. Fruto de la modernidad arquitectónica, heredada del racionalismo del Bauhaus o de Mies van der Rohe (…) Estamos ante una arquitectura voluntariamente indeterminada, en la que todo se iguala bajo la presión de una razón unificadora.

Tal como señala el autor, la búsqueda de liberar la experiencia visual surge con los racionalistas de la década de los años 20, quienes sostenían que un buen diseño podría eliminar la mediación del espacio y lograr la transparencia espacial, desprendiendo el visitante y permitiendo que ese consuma del arte en su forma más “pura”.

Esta tendencia hacia la neutralidad se ejemplifica en la galería Rolf Art, localizada en Buenos Aires y fundada en 2009 por Florencia Giordana Braun, tiene el propósito de promover la producción y apreciación del arte contemporáneo. Su espacio físico, donde se organizan exposiciones temporales, se presenta como una vitrina cuyos vidrios te llevan a mirar ese salón blanco cortado hasta mitad por una única pared también blanca. Es un cubo en blanco, un espacio flexible, un contenedor transparente, que plantea o permite al observador conectarse libremente con la obra ahí expuesta.

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¿estaría el espacio expositivo realmente ausente?

En Cultura de la Movilidad, André Lemos escribe:

La movilidad informacional-virtual tiene impactos directos sobre la movilidad física y sobre el lugar y el espacio en donde opera, y viceversa. No podemos disociar comunicación, movilidad, espacio y lugar. La comunicación es una forma de “mover” información de un lugar a otro, produciendo sentido, subjetividad, espacialización.

El espacio y la comunicación están intrínsecamente ligados; no existe una comunicación neutral, y, por lo tanto, es imposible concebir una interacción entre el espectador y la obra sin la mediación del espacio.

El Parque de la Memoria, un espacio público ubicado en la franja costera del Río de la Plata, se presenta como un contraste evidente con la filosofía de Rolf Art. Desde su inauguración en marzo de 2007 como un monumento en memoria a las víctimas del terrorismo de Estado, su propósito ha sido concientizar a las generaciones presentes y futuras sobre el horror cometido por el Estado y de la necesidad de velar para que NUNCA MÁS se repitan hechos semejantes. El Parque de la Memoria se destaca por su diseño arquitectónico y paisajístico único, el monumento principal del parque fue diseñado como una herida abierta, simbolizando el esfuerzo por la justicia y la violencia estatal, con un emplazamiento significativo que rememora los hechos. Es un espacio claramente políptico que plantea abiertamente su finalidad, sin dejar lugar a ambigüedades, ya que cada detalle está cuidadosamente diseñado para reforzar su narrativa y causar un impacto en quienes lo visitan.

El recorrido por el parque incluye la obra "30.000" de Nicolás Guagnini, una creación site-specific concebida exclusivamente para su ubicación actual, puesto que interactúa de manera directa con el entorno, incorporando el paisaje circundante como parte integral de su mensaje. Es relevante destacar que el autor, Guagnini, tiene familiares desaparecidos, lo que añade una capa de emotividad y subjetividad a su obra, dejando claro que en este contexto no hay lugar para la neutralidad. Igualmente hay otros ejemplos de obras presentes en el parque, como el "Retrato de Pablo Míguez" de Claudia Fontes y "A los Derechos Humanos" de Leon Ferrari, todas comparten un discurso común, interpelando al observador de manera consistente.

Surge entonces la pregunta:

¿el visitante pierde su libertad en

espacios

La idea de alcanzar una supuesta "liberalización de la experiencia" es, en realidad, una ilusión, pues la neutralidad es una quimera inalcanzable. Nos encontramos inmersos en un entorno que inevitablemente actúa como mediador en el dialogo establecido entre el espectador y la obra de arte. El contexto en el que esas ambas partes interactúan influye directamente en la percepción y comprensión de la obra. Aunque se pretenda que el entorno sea imparcial, su influencia es innegable, dado que la simple elección de no elegir constituye en sí misma una elección. Por consiguiente, es esencial que los visitantes sean conscientes de cómo están siendo mediados en su experiencia cultural. Como explica Santos Zuzunegui:

▪ “

La liberalización del contacto con un arte que, paradójicamente, al presentarse sin intermediarios entre las obras y el público, exige de éste un grado de saber-hacer notoriamente más elevado

Es decir, la insistencia en la indeterminación del espacio conduce a su impersonalidad, alejando al espectador en lugar de acercarlo, ya que carece de la capacidad para establecer vínculos significativos. La excesiva libertad otorgada en algunos espacios puede resultar contraproducente, especialmente en el ámbito del arte, donde muchos pueden sentirse desorientados. La liberalización del contacto con el arte, al presentarse sin intermediarios entre las obras y el público, exige un mayor grado de competencia por parte del espectador, lo cual puede alienar a aquellos menos familiarizados con el ámbito artístico.

Por otro lado, también hay que reconocer que la idea de un museo de planta abierta, con su capacidad de rediseño constante y adaptabilidad, ofrece ventajas significativas al poder acoger una mayor variedad de formas artísticas y adaptarse a los cambios en las tendencias del arte contemporáneo. El punto clave radica en que la elección del espacio expositivo debe realizarse de manera consciente y de acuerdo con los objetivos específicos perseguidos. Es esencial estar plenamente consciente de las implicaciones de dicha elección.

En última instancia, la elección del espacio expositivo debe realizarse de acuerdo con los objetivos y valores individuales, reconociendo las implicaciones inherentes a dicha elección. Ya sea un parque de memoria público y acogedor o una galería privada con un enfoque comercial, lo importante es ser consciente de las connotaciones y el impacto que cada tipo de espacio puede tener en la experiencia cultural y artística del espectador. 17 ▪

Bibliografía:

Zunzunegui, S. Del ‘marco’ al ‘margen’: el Museo Moderno. Lemos, A. Cultura de la movilidad. Parque de la Memoria. https://parquedelamemoria.org.ar/ Galería Rolf Art. https://rolfart.com.ar/ O'Doherty, B. El cubo blanco.