La Congregación de los Muertos

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EL EXTRANJERO. COLONIA OBRERA, 1952-1958 1 Tirado en la cama, veía el radiecito blanco que estaba sobre el ropero. Además de esperar a que de un momento a otro se asomara alguno de los seres diminutos que hablaban desde su interior, asociaba estas voces al café con leche o a la avena que me daba mi madre como merienda. En esos años, los cincuenta, se oía mucho en el radio y en las rockolas de las loncherías una canción: “Amorcito corazón, yo tengo tentación, de un beso...”. Con ésta me acordaba de un pedazo de bolillo con un poco de nata y azúcar. Los aplausos de los programas de cómicos y canciones de la XEW me llevaban al té de limón que mi madre hacía cada noche. Por la tarde, me exaltaba con las aventuras narradas por las extraordinarias voces de los actores que protagonizaban las populares radionovelas, que se conocían como las comedias. Escuchaba, a veces distraídamente, a veces con atención, e imaginaba cada cosa que vivían o decían vivir esas voces. Pero, esas voces eran, para mí, personas que yo veía con claridad. Vino entonces a mi recuerdo una escena donde el actor besaba y acariciaba a la actriz. Se oían sonidos con la boca, que yo creía que eran besos, y de eso se trataba, además de pequeños ronroneos mientras ella emitía unas risitas de aceptación y de goce. Otra escena inolvidable fue la que consistía en un terrible

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