EL DIARIO MONTAÑÉS - TRIBUNA LIBRE Rebelión contra las subvenciones 09.07.11 LUIS CUBRÍA FALLA | DIRECTOR DE S&F CANTABRIA Las subvenciones y ayudas públicas se crearon para promover buenas iniciativas y estimular de forma adecuada la demanda. En algunos sectores productivos, como el agrícola y ganadero, resultan esenciales para mantener estables producción y precios. En otro extremo, las subvenciones han permitido el rápido despliegue de tecnologías innovadoras, como el acceso a la banda ancha. Es difícil pensar en actividades, como la investigación básica, sin el soporte de la Administración, incluso en países claramente liberales. Sin embargo, la subvención se ha convertido en la herramienta estándar para poner en práctica ideas económicas o de cualquier otro tipo, y también para acallar reclamaciones de sectores empresariales. En muchos casos, el efecto es perverso y de suma cero. Como las ayudas para comprar coches, que se han convertido en peligrosas herramientas desestabilizadoras del mercado, han educado a la clientela en un camino diferente del que se pretendía y han tenido un efecto de re-distribución de la riqueza, también en dirección contraria a la deseable. Muchas subvenciones son un ejemplo de cómo lanzar medidas que nadie quiere. Como en la 'paradoja de Abilene', cuando en un grupo de trabajo no hay incentivos para expresar objeciones a malas ideas, éstas sobreviven y se consolidan como decisiones equivocadas. Las malas ideas son muy comunes. Es más, normalmente la primera solución que aportamos a un problema es una mala idea. Pero se supone que para eso están los procesos de participación, de diálogo, de análisis, que permiten contrastar distintos puntos de vista y reflexionar sobre los resultados finales de las decisiones. Desgraciadamente, es muy común que en las políticas de subvenciones nadie tenga incentivos para seleccionar, para objetar y para rechazar. A pesar de los riesgos percibidos y del daño a las entidades participantes, el deseo de no ir en contra del grupo prevalece sobre el interés propio. Las malas ideas a veces se convierten en estándares: recientemente un responsable de una cadena de distribución de coches reclamaba el regreso de las ayudas. Así que un sector industrial nos ha dado una alegría, dando la espalda a una mala idea promovida por el Gobierno de España: el 'plan renove de neumáticos'. El plan nace con una buena intención: incentivar el cambio de neumáticos hacia modelos más ecológicos. El problema es que basta dedicar unos minutos para darse cuenta de que es irracional. ¿Álguien va a renovar los neumáticos por 80 euros de subvención total? Y si hay modelos que ahorran tanto combustible, ¿qué necesidad hay de subvencionar nada? Y los riesgos y contrapartidas del programa son enormes: los talleres han estado semi-paralizados durante tres meses, justo en un momento en el que se atisbaba cierta recuperación. Las cuatro principales marcas de neumáticos han renegado del programa. Y después de una más que probable azarosa conversación con la matriz de las multinacionales,