Los Testigos de Madigan N.º 12

Page 1

12

1


Í6 N RESEÑA

EL HIJO DESEADO

Juan Félix Barbosa

10 | CRÓNICA |

14

SAFE EN EL ROSARIO Francisco Velázquez

CRÓNICA

EL DIABLO DETRÁS DE LAS PALABRAS Crónicas de Torresdediós

18

ENSAYO

D

LITERATURA Y LENGUAJE PARA EL ESCRITOR EN CIERNES Rocío Arellano M.


L O S T E S T I G O S LTM N. 12 0

D E

M A D I G A N

“El contenido vertido en cada uno de los textos de esta revista es de exclusiva responsabilidad de su autor, cuyo estilo y libertad de expresión se respetan íntegramente, y no reflejan necesariamente los criterios editoriales de Los Testigos de Madigan”

24

I32 36

ENSAYO

LA MOTA ES COMO EL AGUA Jesús Navarrete Lezama

RESEÑA

Y PROSIGUE SU ANDAR J. Isabel Hernández Martínez

NARRATIVA | MINIFICCIONES Montserrat Morales

C

40 | NARRATIVA AQUÍ ECUADOR David Ojeda

E


L T M

Consejo editorial

L O S T E S T I G O S

Armando Adame, Gaspar Aguilera, Armando Alanís Pulido, Juan Antonio Alfaro, Luis Armenta Malpica, Rocío Arellano, Juan Manuel Bonilla, Félix Barbosa, Daniel Bencomo, Saúl Castro, Fernando Carrillo, Joaquín Cosío, Roberto Colis, Miguel Ángel Chávez, Jorge Humberto Chávez, Luis Humberto Crostwaithe, Miguel Ángel Díaz, Miguel Donoso Gutiérrez, Alejandra Elías, José María Espinasa, Roberto Carlos Gámez, Alejandro García Ortega, Violeta García, José Isabel Hernández, Eudoro Fonseca, Joel Flores, Julián Herbert, Ana María Jaramillo, José Ángel Leyva, Gonzalo Lizardo, Claudia Luna, Élmer Mendoza, Citlalli Mendoza, Julián Mitre, Juan José Macías, Nicolás Minelli, Jesús Navarrete Lezama, David Ojeda Sánchez, Christian Ramos, José Luis Rico, Édgar Rincón, Diego Romo, Víctor Roura, José de Jesús Sampedro, César Silva, Josué Sánchez, José Eugenio Sánchez, Magali Velasco, Francisco Velázquez, Marco Vieyra y Noé Zavala.

D E

Coordinación general Laura Elena González y Jorge Humberto Chávez

M A D I G A N

Diseño Sergio Grande Corrección Ad hoc. Asesoría y soluciones en comunicación Relaciones públicas y comercialización Rosa María Zamora Los Testigos de Madigan es una revista independiente, publicada por el colectivo del mismo nombre. Su registro se encuentra en trámite y su aparición es trimestral. Los textos son responsabilidad de sus firmantes pero la revista asume su plena competencia sobre los juicios y valoraciones de carácter literario, que al Consejo Editorial le permiten justificar su inclusión en cada número. Sólo se publicarán colaboraciones previamente solicitadas y dictaminadas por dicho consejo.

4

lostestigosdemadigan@gmail.com


E D I T O R I A L

E

s casi un lugar común mencionar el aumento del estrés en el mundo contemporáneo, así como enumerar los cambios visibles que impactan la conducta de los individuos de todas edades. No hay necesidad de precisar las conocidas desgracias alrededor de nuestra existencia, solo algunas causas y efectos. Se puede elucubrar que recién termine la resaca del último escándalo mediático, algún poder estará gestando otra ola de perfidia que será revelada por #MultiplesPapelesOcultos, con la consecuente marea de sobresaltos, sacudidas de sistema y revelaciones sorpresa. Y entonces una vez más, muchos habrán de encontrar una salida al desasosiego motivado por el nuevo tema enfadándose, culpando a esto o aquello, así multiplicando la verborrea de enconos. Otros ––ojalá sean muchos–– buscarán gozo en simplemente conversar, o al ver una serie o película, escuchar música, o al bailar en casa o donde se pueda. Pero hay quienes buscan un silencio en medio del diario ajetreo, ahí es en donde están los lectores ––aquellos que al leer imaginan, escuchan, ven, sienten–– con ellos se completa el círculo de esa práctica antigua, duradera y solidaria: la comunicación entre los seres humanos que se cuentan historias para reconocerse humanos. Ésta tal vez sea una expresión muy primitiva, para describir el origen de la literatura que antes de ser escritura, sin lugar a dudas, comenzó de manera oral. Nuestra propuesta de diálogo toma forma con el número 12 de Los Testigos de Madigan, que llega para continuar los encuentros con las voces de otros. Con esta edición se cumplen tres años de vida, de sumar a la apuesta de contar historias una propuesta visual, y de este modo fortalecer la relación imagen/texto/pensamiento que se ha vuelto uno de los rasgos distintivos de la revista. Aquí se encuentran las voces atinadas, reflexivas y generosas de Rocío Arellano, Félix Barbosa, Francisco Velázquez, Jesús Navarrete, J. Isabel Hernández, Montserrat Morales, la crónica de Torresdediós y en las pausas gráficas a Rocío Arellano, Sergio Grande y Juan Pablo Meneses. Con el rescate de un columna escrita por David Ojeda y publicada hace veinte años, se puede corroborar la amplitud de conexiones y sentido de un texto en el tiempo. Otoño 2021

5


RE SE ÑA

66

EL HIJO

LO S TE STI G O S DE MADI GAN N .o 12

DESEADO Juan Fél ix Barbo sa


«

La crueldad visible hacia animales o niños. La palmada en el trasero está permitida si encuentra una justificación en la trama. Nunca será aplicada sobre las nalgas desnudas». Lo anterior forma parte de la Motion Picture Production Code, mejor conocido como el Código Hays, redactado en 1930 por el diputado norteamericano republicano William H. Hays. Este código fue el órgano rector, durante 37 años, que se encargó de censurar y limitar contenidos de las producciones fílmicas que ofendieran a la moral dominante judeo-cristiana de Norteamérica. La mayor parte de las reglas estaban orientadas a evitar escenas que sugirieran cualquier cosa relacionada con el sexo, como por ejemplo la figura de la cama matrimonial, símbolo considerado más nicho del encuentro sexual desde el punto de vista censor, que como espacio de descanso compartido entre parejas, que por cierto, también debían ser únicamente heterosexuales según el mismo código, por lo que en los filmes las camas solo aparecerían individuales y separadas. En ese sentido, la preocupación del órgano regulador cinematográfico relacionada con los niños iba más en el afán de que los pequeños traseros pudieran provocar «malos pensamientos» que en la ofensa por el castigo o el acto violento de la propia palmada. Mientras, en otros lugares (también hablando de películas) como en la Italia de los 50, bajo el auspicio del neorrealismo italiano puede verse cómo el zarandeo o el golpe franco a los menores no tiene inhibición alguna, por ejemplo, en Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica. La deferencia hacia los niños es muy reciente (hablando en términos de la historia humana), pues es hasta 1924 cuando la Sociedad de Naciones aprobó la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, que básicamente reconoce el derecho de los niños a contar con los medios necesarios para su desarrollo; y en 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de esos derechos que reconoce, entre otros, el derecho a la educación, al juego, a la salud y a un entorno que los apoye. Es decir, aún no se cumplen los cien años de este cambio que sin duda ha protegido a los niños, pero que, de manera involuntaria, entre una buena parte de la población ha dejado la idea de un aura de dudosa sacralización infantil. Curiosamente, el apartado de los niños en el Código Hays es de apenas dos líneas comparado con la totalidad de sus reglas enumeradas, y que estas últimas tienen que ver con crímenes, vulgaridad, alcohol, blasfemias y, desde luego, sexo; entre otras cosas, hoy consideradas simplezas que

LT M El hijo deseado Juan Félix Barbosa

7


Los Testigos de Madigan N.º 12

en la actualidad vemos incluso en el cine hollywoodense sin mayores tapujos, excepto la de la violencia en contra de los niños. El hijo deseado es un libro (el segundo) de Julián Mitre, con 18 relatos y publicado por Camelot América, en el que precisamente los niños son el eje central, y en el que, sin duda alguna, el autor no guarda reminiscencias de la herencia del Código Hays para dejarnos ver que los niños, aún dentro de esa dudosa aura de sacralización, también son humanos, y que a pesar de su edad o percepción del mundo, al igual que un adulto, son orillados a tomar decisiones difíciles debido a la condición social que los rodea; como en el cuento «Intenté besar al Diablo», en el que el menor narrador descubrirá el precio que a veces hay que pagar para acceder a lo más elemental. Los cuentos de El hijo deseado de Julián Mitre se mueven entre el realismo feroz y lo inesperadamente fantástico, en donde a pesar de que este último género tiene otras leyes y otras posibilidades, no deja de lado el detalle de la crueldad humana. En el cuento «El niño con cuernos» son los mismos padres los que desean deshacerse de su hijo debido a su extraña condición, pero no al estilo clásico de los griegos, que solían aventarlos desde un acantilado. No, acá, con toda la puya posible, los progenitores descubren una mejor manera de obtener provecho de la situación, y lo venden como atracción de circo. En «Cabrón muchacho» los padres, con el apoyo de un sicario, montan el secuestro de su hijo enfermo para desaparecerlo, trato del que saldrán beneficiados los primeros, y el segundo tendrá que cargar con la presencia fantasmal del menor finado. Otra virtud del libro de Julián Mitre es que, con toda la malicia posible, el narrador lleva al lector por un rumbo en el que este último se concentra en el problema planteado inicialmente, mismo que pareciera llegar a crecer al máximo, como en cualquier cuento, aunque después se dará cuenta que eso que ya parecía insufrible terminará por quedar corto frente al giro inesperado propuesto por el autor. Este hecho, sin duda dejará en el lector la sensación de una mayor angustia y desconsuelo, como en los cuentos «Primer día», en el que una madre lleva a su hijo a la escuela (cargando además a la más pequeña) y aquél le hace ver su suerte en medio de berrinches irracionales para no entrar a clases; en el que abre el volumen: «La pata». «La pata» es un cuento en el que un niño cree encontrar en medio de un baldío una mano de mono que le cumplirá tres

8


deseos (un muy interesante guiño al texto de W. W. Jacobs), y la lleva consigo. Más adelante, descubrirá que no es así y que esa pata está relacionada con algo completamente impensado. Lo interesante del relato es que aún en medio de ese descubrimiento se abrirá una ventana para mostrarle al lector una escena de imprevista ternura. Los personajes en El hijo deseado no otorgan concesiones, como en «Las gemelas», cuento en el que nace la primera niña con todo el beneplácito familiar, y una segunda (no esperada) acompañada desde su nacimiento de la indiferencia debido a su frágil condición. Frente a lo anterior, la única que se hace cargo de la más débil es la abuela Francisca, mujer férrea y sin tapujos que hace lo que sea cuando se trata de cuidar a los suyos o de hacer valer las reglas de su casa frente a lo invasivo que puedan llegar a ser vecinos abusones y mujeres prepotentes. Al respecto, «Las hijas de Francisca Vázquez» son varios relatos breves que protagonizarán cada una de sus hijas: Lourdes, Rosa, Alicia y Jazmín. En estos cuentos muy breves, Francisca se antoja un personaje que rememora a la Bernarda de Federico García Lorca, pues ambas son duras e inflexibles, y en sus hijas encuentran el terreno para la proyección de su autoritarismo. Coinciden aún más porque la última de sus hijas dará una sorpresa al final, al igual que en La casa de Bernarda Alba. Por otro lado, en cuentos como «El último incidente», donde de manera inexplicable llueven bebés y se estrellan en cualquier superficie, lo que provoca en algunos lectores inquietud y desasosiego; y en «El hijo deseado» un hombre pareciera buscar a su hijo ideal probando mujeres y engendrando bebés a su paso con la convicción posterior de que no son lo que ha estado esperando, desacralizan, con toda malicia, esa idea que se mencionaba anteriormente. En El hijo deseado, los niños se muestran tal como suelen ser y en medio de un mundo que los pone a prueba, lejos de la mirada cándida e inocentona que por lo general se les concede; además, Julián Mitre en su libro de cuentos no solo se permite mostrar el trasero de los niños, sino que también nos deja ver la cruel patada que les da la condición que los rodea, en lugar del benevolente y disfrazado manazo que aún hoy resuena como eco del Código Hays.

LT M El hijo deseado Juan Félix Barbosa

9


CRÓ NI CA

10

LO S TE STI G O S DE MADI GAN

Safe en El Rosario

Francisco Velázquez


Línea 2 Estoy en el metro Bellas Artes en dirección a Cuatro Caminos, pero mi destino es Azcapotzalco. Son las 11:39 de la noche del miércoles 7 de julio. Tengo que pasar siete estaciones para bajarme en Tacuba. Luego trasbordar en dirección a El Rosario y después en dirección a Martín Carrera: no sé si lo logre antes de que cierren el metro. Aunque no distingo la cara de las personas porque traen cubrebocas, pienso que, al igual que el mío, su rostro refleja preocupación e incertidumbre porque casi es medianoche. Siempre me paro en las bardas perimetrales del andén por miedo a que alguien me empuje a las vías. Ahora estoy justo detrás de la línea amarilla, donde está el círculo naranja que marca la distancia que debe haber entre los pasajeros, porque estoy ansioso de que llegue el metro. Entro en el vagón sin esperarme a que las personas bajen primero. Tampoco levanto la mirada para buscar un asiento disponible: me quedo parado frente a la puerta, como si pensara que con eso el metro va a avanzar más rápido. Línea 7 Siempre pongo atención en los nombres de las estaciones que paso, pero ahora lo único que me preocupa es ser el primero en bajarme. Llego a Tacuba. Pienso que los segundos que la puerta se tarda en abrir son suficientes para que no alcance a trasbordar y me quede varado aquí. Corro desesperado. Enseguida choco con una mujer que intenta subirse. Aunque escucho que se le cayeron unos papeles que llevaba en un folder, no me detengo a ayudarle porque perderé tiempo. Subo las escaleras. Avanzo dos escalones en cada paso que doy. Levanto la vista para fijarme por dónde debo irme. Corro. Hay otras escaleras. Bajo. Es la primera vez que trasbordo en esta estación. Nunca pensé que el tramo que conduce al andén en dirección a El Rosario fuera tan largo. El pasillo luce vacío y oscuro. ¿Estaré perdido? Le pregunto a un joven que también va corriendo si voy en la dirección correcta. Sin detenerse y sin voltearme a ver, él mueve la cabeza

LT M Safe en El Rosario Francisco Velázquez

11


Los Testigos de Madigan N.º 12

hacia arriba y abajo en señal de que sí. Corro más rápido, lo dejo atrás. Bajo otras escaleras. Antes de llegar al andén escucho que el metro se detiene. Debo pasar tres estaciones antes de llegar a El Rosario; el tramo entre Camarones y Aquiles Serdán es el más largo. No quiero saber qué hora es. Línea 6 Antes de que el metro se detenga en El Rosario me fijo por las ventanillas para saber cuál de las escaleras me queda más cerca. Si me quedo varado aquí tendré que caminar en las inmediaciones de la estación, donde está el paradero de las rutas de transporte que llevan al Estado de México, para pedir un Uber o un taxi. Salgo corriendo del vagón. Subo las escaleras. Sé que después de los baños debo bajarme por una de las cuatro escaleras que dan acceso al andén en dirección a Martín Carrera. Hay dos a la izquierda y dos a la derecha. Las personas que vienen corriendo junto a mí se bajan por las primeras escaleras que están a la izquierda. Yo me bajo por las que están después. Escucho un silbato. Distingo a un policía y al vagón que está detrás de él. Cuando el policía me observa se retira el silbato de la boca. Aunque soy el único que pasa a un costado de él, habla en tercera persona, dice que nos apresuremos porque es el último viaje que saldrá. No sé si creerle. Después de que me subo escucho un ruido parecido al de una alarma, luego se cierran las puertas. Hasta que estoy adentro me doy cuenta de que voy en el último vagón: soy la única persona en él. Nunca me había tocado viajar así. Me siento en el lugar que está a un lado de la primera puerta, ese que siempre va ocupado. Me quito la careta, la guardo en mi mochila. Entonces me invade una repentina sensación de paranoia: ¿qué tal si alguien en la siguiente estación descubre que voy solo y quiere asaltarme? Me paro frente a la puerta. Antes de llegar a Tezozómoc echo un vistazo para saber si hay personas en el andén. Solo observo a un policía

12


que me devuelve la mirada. Como nadie se sube, me da la impresión de que las puertas duran abiertas menos tiempo de lo normal. Siento que el metro nunca se detuvo. Regreso al lugar en el que estaba sentado. Llevo más de seis meses viviendo en esta ciudad. Aunque antes de vivir aquí había utilizado el metro cuando venía de vacaciones, llevo unas semanas que comencé a usarlo nuevamente. Vengo de conocer las cantinas La Faena y Tlaquepaque, me gustó más la segunda. Es la primera vez desde febrero de 2020 que voy a un bar. Pasan de las doce de la noche. Descubrir que soy el único en un transporte donde viajan 4.6 millones de personas cada día me produce una extraña sensación difícil de describir. Me paro frente a la puerta que divide este vagón del siguiente. Echo un vistazo al que va adelante. Hay pocas personas en él, parece que están durmiendo. Distingo a lo lejos el otro vagón que sigue. Entonces me sujeto de los tubos, esos que siempre evito tocar por miedo a contagiarme del virus. Observo cómo se mueve la parte que une a los vagones. Desde aquí me resulta más familiar la manera en la que Vicente Leñero describió al metro: lombriz de tierra, serpiente subterránea, topo que horada el vientre del infierno, sierpe, reptil, gusano azteca. Siento una alegría inédita: sonrío sin ser consciente de por qué lo hago. Enseguida grito. Azcapotzalco Por primera vez no me preocupo por avanzar rápido cuando me bajo. Soy la única persona que se bajó aquí. Subo las escaleras con paciencia. Siempre confundo por cuál de las salidas debo irme. Ahora, sin gente en los pasillos ni vendedores alrededor de los torniquetes, todo me resulta más claro. Levanto la vista. Distingo las dos salidas. Me salgo por donde hay un teléfono público. Para salir a la calle más cercana que conduce a mi casa tengo que irme por la salida de la izquierda. Sonrío mientras subo las escaleras. Interpreto mi felicidad como el resultado de una auténtica hazaña.

LT M Safe en El Rosario Francisco Velázquez

13


CRÓ NI CA

(o de la primera vez que me topé con Alí Chumacero)

Parte 1 de 2

1414

CRÓNICAS D E TORERESD E DI Ó S


E

n septiembre de 1981 en el Excélsior salió una entrevista que le hicieron a Alí Chumacero para que aportara información del ganador del Premio Nacional de Poesía Colima en su calidad de presidente del jurado. Yo recién cumplía 22 años. Ya no recuerdo qué dijo, pero yo leía emocionado porque en mi edad adolescente y con inusual frecuencia leía a tres autores consentidos: Chumacero, Bonifaz y Sabines. Aún conservo en no sé dónde ese recorte. Cuando por segunda vez en mi vida subí a un avión, iba rumbo a Colima para recibir la plata y ensayaba fórmulas para saludarlo cuando lo viera: «Señor Chumacero, qué gran honor conocerlo; Distinguido maestro Alí, etcétera». De la mucha gente que vi en esa jornada recuerdo solo a una dama cincuentona de pelo color zanahoria que era la Presidenta de la Sociedad de Poetas Colimenses y que llegó al foro encabezando una protesta porque el jurado había dado el premio a un muchacho ranchero de la sierra de Chihuahua habiendo tanto poeta experto en Colima. Hacia 1989 en Zacatecas ocurrió el Centenario del Nacimiento de Ramón López Velarde con un gran encuentro de poetas que incluía a Maples Arce, Liszt Arzubide, JEP y Chumacero. Yo llegué ya de noche y me dirigí al bar del hotel Aristos, donde pronto empecé a discutir con el tabasqueño Teodosio García Ruiz porque se negaba a pagar sus tragos. Aventé con enojo unos billetes a la mesa y tomé por un largo pasillo a mi cuarto. Serían las 11 o 12. De pronto, de entre las muchas puertas salió un hombre blanco y muy alto, traje negro, corbata negra, poblada cabellera blanca. No soy católico, pero me dije: «Dios mío, es Alí Chumacero».

LT M El Diablo detrás de las palabras Crónicas de Torresdediós

15


Los Testigos de Madigan N.º 12

«Muchacho, ya que andas por aquí, hazme el favor de decirles a las personas que están en mi habitación que se vayan, que me quiero dormir», me dijo. Yo le respondí que no era empleado del hotel, que usara el teléfono de su cuarto y pidiera ayuda. «No me digas que eres poeta», reviró. Con pena le dije que sí. «Dime nada más quiénes son». Accedí y entré. Un hombre casi rubio y un amigo mío ─cuyo nombre no diré porque también es Testigo de Madigan y no le va a gustar cómo termina esta nota─ conversaban fumando en la habitación. Les di las buenas noches y les dije que el maestro Chumacero quería que lo dejaran dormir. Jaime A. Shelley, el rubio, contestó algo así como «que se espere». Le recordé a Alí quienes eran y que no se irían. Me pidió entonces que sacara de su cuarto las dos botellas de vino y los dos vasos que estaban sobre el tocador. Lo hice. Unos metros delante de su puerta estaba una pequeña salita. Ahí, como pude, abrí la primera botella y serví. Nos sentamos. «Cómo te llamas», me dijo. Le contesté. Tu nombre me suena. Entonces le recordé que me había otorgado el Premio Nacional de Poesía Colima y que con ese dinero había comprado mi primera troca. «Me acuerdo muy bien», dijo, «la noche que deliberamos en Colima yo les hice saber a los otros cuatro del jurado que se trataba de un poeta norteño, y Montemayor dijo que los conocía a todos, que no podía ser. Me lo chingué. Nos tuvimos que tomar unos wiskis por ti». Se abrió un silencio y quise romperlo. «Disculpe, Alí, por qué no quiso usted beber el vino con sus visitas de la habitación», le pregunté. Y entonces me dijo: «Empezaron a platicar entre ellos sobre la conveniencia de no tener ahorros, sino hacer inversiones en plata. ¡Son unos pendejos!».

16

El Diablo detrás de las palabras Crónicas de Torresdediós


PAUSA GRÁFICA /

Juan Pablo Meneses

(prueba acrílico) Titulo: Azul De la Serie: De la memoria y el píxel Técnica: Fotografía antigua, escaneada e intervenida digitalmente Año: 2020

17


EN SA YO

18

LITERATURA Y LENGUAJE PARA EL ESCRITOR EN CIERNES

Rocío Arellano M.


F

laubert señala a la literatura como objeto; un trabajo artesanal que termina cuando la hoja en blanco ha sido llenada con la escritura. El lenguaje se convierte entonces en la herramienta que nos permite concretar las ideas y plasmarlas en la hoja. Y es el lenguaje el encargado de mantener la atención de los lectores en nuestra obra. La manera en que delimitemos nuestro lenguaje a fin de mantenernos vigentes en la memoria del lector nos conducirá también a la incesante búsqueda de nuevas maneras de estructurar palabras, que, a su vez, nos guiarán hacia una nueva escritura, y traerán consigo otra literatura. Cuando pensamos en literatura, invariablemente la mente nos remite a escritores consagrados y a sus respectivas obras clásicas. Casi nunca nos ponemos a pensar en el proceso y en que por ningún motivo es una obra nueva. Tampoco es meramente casual la línea que maneje el escritor para su obra en cuestión. Un compromiso social hacia las causas que se suceden en el entorno delimita la permanencia del escritor. Esa búsqueda que constantemente realiza el escritor se vuelve un decidido renacimiento para él; la búsqueda de «nuevas» formas de transmisión y de cómo transmitir le supone una introspección hacia la historia de la literatura y del lenguaje, que debe ser capaz de valorar en su justa medida. Es esta importancia del lenguaje lo que nos indica la notoriedad en la literatura, pero también es lo que aprisiona al escritor en esa búsqueda incansable por encontrar un sentido estético y crítico, de goce y autosatisfacción, que lo lleve a seguir el camino que tal vez no esperó encontrar: «La escritura, libre en sus comienzos, es finalmente el lazo que encadena al escritor a una Historia también encadenada: la sociedad lo marca con los signos claros del arte, con el objeto de arrastrarlo con más seguridad en su propia alienación» (Barthes, 1973, p. 46).

LT M Literatura y lenguaje para el escritor en ciernes Rocío Arellano M.

19


Los Testigos de Madigan N.º 12

El escritor asume una posición social frente a su tiempo. Es su deber, como parte del engranaje en una sociedad que día a día se modifica, tratar de que la literatura sea un vínculo estrecho con los demás, sorteando también el hecho de que la literatura como tal cambie a su vez. El lenguaje que utilice será el puente para llegar hasta sus lectores. Por ello la importancia de conocer de dónde proviene ese lenguaje y hacia dónde va. Darse cuenta del espacio-tiempo que ocupamos es también parte importante en la formación del escritor, ya que esto conlleva a conocer mejor el lenguaje que manejamos y cómo podemos usarlo para crear una literatura acorde a nuestro tiempo (la modernidad) y, ¿por qué no? a la supervivencia del escritor mejor adaptado a la forma-sustancia del lenguaje. Este lenguaje que utilice el escritor para crear literatura provendrá básicamente de sus herencias, como menciona Barthes; sus logros pasados, su historia personal que dará luz a su propio estilo, el cual lo definirá de los demás escritores. El estilo será aquella lucidez que tenga con su conciencia al escribir para otros lo que desearía que ellos tomaran de él: su conocimiento, su valor al escribir, lo que conforman sus ideas, su riqueza en el lenguaje mismo, que dará mejores y mayores frutos. Las escrituras políticas de Barthes en la formación del escritor Un lenguaje utilizado de manera crítica y política supone no solo un ataque contra la literatura, sino contra la mente del lector. Al usarlo como instrumento de fuerza reaccionaria contra el establishment se produce un quiebre entre lo que pareciera ser lo permitido y lo no permitido.

20


Dice Barthes acerca de esta escritura política: Existe en el fondo de la escritura una «circunstancia» extraña al lenguaje, como la mirada de una intención que ya no es la del lenguaje. Esa mirada puede muy bien ser la amenaza de un castigo, como en las escrituras políticas: la escritura está entonces encargada de unir con un solo trazo la realidad de los actos y la idealidad de los fines.

Ahora en nuestro tiempo no podemos intentar ni remotamente escribir como Proust o Tolstoi, cada uno en su tiempo y con los conflictos que vivían e igualmente se veían inmersos. Escribimos como nosotros en nuestro tiempo. Escribimos según la problemática de nuestro entorno, o hacemos que estamos ciegos y no nos enteramos de nada; por lo tanto, escribimos acerca de nosotros, pero, ¿a quién demonios le puede interesar cuánto sufrí para darme cuenta de que quería ser escritora? He ahí la discrepancia entre qué debemos hacer. Y mientras tanto, el lenguaje nos tiene secuestrados en algún lugar inhóspito y nos complica la existencia aún más al no dejarnos la decisión sobre lo que queremos decir. Según los momentos históricos que se vivían, también fue como surgieron las escrituras revolucionarias. La sangre vertida a razón de la verdad fue su principal impulsor. Dio muestras de la valentía y la aguerrida actitud de los combatientes por defender la Revolución. Siempre un objetivo que estaba fuera de toda discusión: derrotar a los opresores de un pueblo maltrecho y convertirse en salvadores de su propia ideología. A través del lenguaje y la escritura conseguían que la sangre que manaba por sus cuerpos se convirtiera en algo veraz, algo que estaba

LT M Literatura y lenguaje para el escritor en ciernes Rocío Arellano M.

21


Los Testigos de Madigan N.º 12

ahí para incomodar al enemigo y sumar esfuerzos entre la población, la cual, cansada de ser subyugada, se alzaba en armas para pedir justicia. Esta escritura revolucionaria fue la modificación dentro de las conciencias necesaria para demostrar que con solo las palabras podían realizar un cambio generacional y transformar las ideologías con el lenguaje apropiado. Mientras, la escritura marxista, a diferencia de la revolucionaria, se dedicaba a formar e impartir conocimiento, no tanto por su lenguaje dedicado no explícitamente a mencionar palabras cuyo significado conocemos, sino a promulgarse como parte del discurso, como si de una fórmula establecida se tratara: «Así como la escritura revolucionaria francesa es enfática, la escritura marxista es litótica, ya que cada palabra es solo una exigua referencia al conjunto de los principios que la soporta sin confesarlo» (Barthes, 1973, p. 30). La escritura política solo lo es por su compromiso, como menciona Barthes; por lo tanto, los intelectuales que viven escribiendo a favor del lenguaje, mas no por una razón netamente social, quedan excluidos de esta. Utilizan al lenguaje como mera razón de sobresalir, sin tomar en cuenta la conciencia del o los lectores, para implementar cambios en su forma de sobrevivir. Tampoco digo que sea importante que el escritor tenga esa conciencia política, pero de manera personal, si vamos a escribir en nuestro tiempo, en nuestro momento histórico, debemos acercarnos a nuestro entorno, saber, conocer, difundir; es una consigna que no solo nos hará llegar a donde queremos, sino acercar a los demás a nuestra visión, por muy trágica o positiva que sea. Eso ya lo decide cada individuo.

Bibliografía Bhartes, R. (2009). El grado cero de la escritura. Ed. Siglo XXI. México.

22

Literatura y lenguaje para el escritor en ciernes Rocío Arellano M.


PAUSA GRÁFICA /

Juan Pablo Meneses

(escaneada ocho) Titulo: Verde De la Serie: De la memoria y el píxel Técnica: Fotografía antigua, escaneada e intervenida digitalmente Año: 2020

23


EN SA YO

LO S TE STI G O S DE MADI GAN N .o 12

Jesús Navarrete Le z a ma

24


Haga de cuenta que la ciudad está inundada de pura marihuana.

(Frase escuchada en una conversación entre dos señoras en la calle). La mota es como el agua.

P

(Respuesta de un joven a un desconocido que le pidió un toque afuera de un bar)

refiero la mota antes que el alcohol. En realidad, lo que tiene la marihuana es mala prensa. La yerba es habitualmente desacreditada por personas que ni siquiera la han probado, o por aquellos a quienes un eventual malviaje les ha vedado para siempre la tranquila sensibilidad del fumador, «la extrañamente familiar sensación del tiempo deteniéndose», o la mágica mutación del hastío en euforia. Se acusa de procrastinador al que fuma, pero ¿cuántos lo son aún sin haber probado nunca la Verde Yerba de Estambul, como la llama Ramón del Valle-Inclán en La pipa de kif? En su ensayo El engaño de la marihuana, Alen Ginsberg se pregunta: «¿Quién inventó el mito de la paranoia asesina (…) de la debilitación y el terror, de la misteriosa y psicológica adicción psíquica?». Para Ginsberg, «La marihuana es un útil catalizador de específicas percepciones ópticas y auralmente estéticas». El poeta afirma que entendió «de una manera distinta la estructura de ciertas piezas de jazz y música clásica mientras me encontraba bajo la influencia de la marihuana, y ese entendimiento ha permanecido presente durante años en mi conciencia».

LT M La mota es como el agua Jesús Navarrete Lezama

25


Los Testigos de Madigan N.º 12

Asegura que descubrió «cómo ver los Cuadrados Mágicos de Klee de la manera que quería el pintor (como estructuras ópticas tridimensionales) mientras estaba puesto»; percibió «por primera vez la petit sensation del espacio que logra Cézanne en sus lienzos bidimensionales (a través del avance y retroceso de colores, la organización de triángulos y cubos que el pintor describe en sus cartas) mientras miraba Las grandes bañistas» puesto. Y vio, «como por primera vez, muchos panoramas y paisajes que había contemplado como ciego» sin jamás haberse dado cuenta. Sin embargo, la narrativa que persiste es la del temor, la satanización, la criminalización y la discriminación; acaso por eso, casi no hay quien se atreva a decir públicamente que es una fumadora consuetudinaria, o un consumidor más o menos habitual, dejando claro que su adicción no le ha arrastrado por arduos caminos, ni le ha llevado a abandonar sus responsabilidades, o a causar algún daño a los integrantes de su círculo cercano. Cuenta Martín Caparrós que en la entrevista que le hizo a Julio Cortázar en 1983, cuando el escritor visitó Buenos Aires para despedirse de su madre, le expuso una duda que lo había intrigado siempre: «¿Por qué se le ocurrió escribir que Johnny Carter, el protagonista de El perseguidor, se hace adicto incurable, sufre terribles abstinencias y por fin muere de una imposible sobredosis de marihuana?». Según Caparrós, el autor de Las armas secretas, le dijo «que sí, que era un error, que en 1958, cuando escribió la historia, no tenía ni idea de ninguna droga y puso marihuana como podía haber puesto lavandina y que se enteró del patinazo cuando se lo dijo su traductor americano —que hipertradujo “heroína” en lugar de “marihuana”—, pero que él no quiso cambiarlo».1

1 Julio Cortázar, último round”. Martín Caparrós. The New York Times. 2019.

26

Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2019/02/11/espanol/opinion/cortazarultima-entrevista-caparros.html


La toxicidad de la marihuana no es mortal, como podría ocurrir con otras sustancias. «No se conoce ningún caso de persona que haya padecido intoxicación letal o siquiera aguda por vía inhalatoria», aclara Antonio Escohotado, en Aprendiendo de las drogas. Este dato, subraya, «cobra especial valor considerando el enorme número de usuarios cotidianos». Por otro lado, tampoco es que se trate aquí de idealizar la experiencia. A veces el fumador o la fumadora recibe una sacudida. Es decir, hay que tomar en cuenta algunos efectos que la marihuana puede producir, y que se asocian principalmente al temor que generan los prejuicios acerca de su consumo: Si se combina con alcohol, en algunos casos, la mariguana puede producir «lipotimia», que no es otra cosa que «una brusca bajada de tensión». Otros síntomas pueden ser «náuseas y vómitos», los cuales son «siempre hipocondrias o somatizaciones» pasajeras que «suelen superarse con simples explicaciones y una actitud amable de quienes acompañan al asustado» fumador o fumadora. En contraparte, gracias a la marihuana, destaca Escohotado, reafirmando lo dicho por Alen Ginsberg, «Se captan lados imprevistos en las imágenes percibidas, el oído —y especialmente la sensibilidad musical— aumenta, las sensaciones corporales son más intensas, y el paladar y el tacto dejan de ser rutinarios.» Esta suspensión de las coordenadas cotidianas hace aflorar pensamientos y emociones postergados o poco accesibles. Con variantes potentes y sujetos bien preparados, cabe incluso que se produzca una experiencia de éxtasis en el sentido antes expuesto, con una fase inicial de “vuelo” o recorrido fugaz por diversos paisajes y otra de “pequeña muerte”». Aclara que «Naturalmente, este tipo de trance resulta tan buscado por quienes sienten inclinaciones místicas», pero es «abominado por quienes pretenden simplemente pasar el rato».

LT M La mota es como el agua Jesús Navarrete Lezama

27


Los Testigos de Madigan N.º 12

28

La embriaguez de la marihuana permite acceder a regiones que la conciencia tiene vedadas al ser humano. Si una persona la usa para evadirse de la realidad o de sus dificultades, error: es muy probable que durante el viaje sus problemas aparezcan con mayor intensidad. Si se usa con moderación, como cualquier otra sustancia que altere los sentidos, no habrá mayor consecuencia; en todo caso, el equívoco, o lo grave –como escribió Jean Cocteau acerca del opio– es «fumar para combatir un desequilibrio moral». Muchos son los autores que han escrito sobre las drogas, principalmente sobre el opio y el hachís. Baudelaire nos entregó Los paraísos artificiales, Thomas de Quincey, las Confesiones de un inglés comedor de opio; Walter Benjamin escribió Hachís, y el ya mencionado Cocteau, Opio. Diario de una desintoxicación. Mención aparte merecen Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, donde Aldous Huxley se ocupa de los efectos de la mescalina. Pero si se quiere una visión más terrenal podemos seguir citando a Escohotado, que señala que «Como fármaco recreativo, la marihuana tiene pocos iguales». El autor destaca «Su mínima toxicidad, el hecho de que basta interrumpir uno o dos días el consumo para borrar tolerancias», e incluso apunta al bajo costo «del producto en comparación con otras drogas», como otro punto a favor. No obstante, reconoce que «El inconveniente principal son los “malos viajes”» —casi siempre de tipo paranoide— que pueden hacer presa en algún consumidor. Sin embargo, afirma que «esos episodios quedan reducidos al mínimo entre usuarios avezados, y se desvanecen fácilmente cuando los demás prestan a esa persona el apoyo debido». Sin embargo, las experiencias que provee esta droga al usuario consciente son recomendables: maximiza el lado simple, hilarante y divertido de las cosas. El fumador se desembaraza de los prejuicios a inhibiciones culturales y personales, se torna pacíficamente irónico, pues tal parece que la realidad se desnuda para él, y muestra el anverso y reverso de las convenciones humanas.


Por otra parte, «hay un elemento de aprensión y oscura zozobra, una tendencia a ir al fondo —rara vez risueño— de la realidad, que nos ofrece de modo nítido todo cuanto pudimos o debimos hacer y no hemos hecho, la dimensión de incumplimiento inherente a nuestras vidas». Esta sensación o percepción puede ser desagradable, pues «muchas personas huyen de la depresividad como del mismo demonio, y consideran disparatado buscar introspección en sustancias psicoactivas. Pero otros creen que convocar ocasionalmente la lucidez depresiva es mejor que acabar cayendo de improviso en una depresión propiamente dicha». En otras palabras, un «mal viaje ocasional» con marihuana podría serle útil a cualquiera. Por si acaso, como dice Cocteau, conviene acercarse a las drogas como a las fieras: sin miedo. Hay que tomar en cuenta que consumirlas no es simplemente evadirse del mundo, es mirarlo desde otra perspectiva, y si esa perspectiva se torna horrorosa, es más responsabilidad del usuario que de la sustancia, y tendrá que lidiar con ella. Sin duda, la naturaleza nos ha dotado con cinco muy buenos sentidos. ¿Por qué necesitamos entorpecerlos con la embriaguez? Misterio. Pero la embriaguez nos cautiva, y tiene una larga e interesante –por paradójica– historia. Y, si seguimos el principio esotérico que afirma que «como es arriba es abajo», cabría preguntarse en qué proporción entorpece los sentidos y en qué proporción los agudiza, aunque quizá el verdadero problema radica en el uso de dos términos que se excluyen para calificar la experiencia. Entiendo que actualmente hay un sinnúmero de libros sobre la marihuana: diversos autores abordan su historia, métodos de cultivo, usos gastronómicos y medicinales. Es más, según me entero, existe una cierta literatura de ficción que aborda el tema; un rápido escaneo en la red me arroja que en Estados Unidos ya casi hay un género literario

LT M La mota es como el agua Jesús Navarrete Lezama

29


Los Testigos de Madigan N.º 12

que le concede un papel muy importante a la hierba, llamado stoner novel, que si bien trata temas dispares, también aborda diversas realidades sobre el mundo de la ganjah. Títulos como Wonder boys, de Michael Chabón, Chronic City (2009) de Jonatham Lethem, según las reseñas, narran las revelaciones y paranoias de protagonistas adictos, más o menos bajo el estereotipo: evasión, procrastinación, aspiraciones truncadas; y hay también novelas que proporcionan información sobre las diversas y sofisticadas variedades de la cannabis y sus efectos, como parte del conocimiento que debe tener el dealer moderno. Por mi parte, solo quiero decir que, como apuntan los epígrafes al inicio, la mota es como el agua, no se le niega a nadie, y sería maravilloso que lo que decía aquella señora a la otra fuese más que una metáfora, y que la ciudad de verdad estuviera inundada de marihuana, verde neumónica, cannabis índica et babilónica”.2

30

2 La pipa de kif, Ramon del Valle-Inclán.


Epílogo Lamento haber tenido que citar aquí a poetas, que yo sé que son ciudadanos que no tienen muy buena reputación, pero si se quiere entender mejor la cuestión de la droga podrían ser de mucha ayuda títulos como: Cannabis: epifanía y paranoia, o Marihuana; ficción y realidad, sendos ensayos que exponen, por un lado, el ángulo revelador y siniestro, y por otro los anacrónicos bulos y las verdades actuales sobre la hierba. Para una visión más integral o interdisciplinaria, Quimeras de izquierda y derecha nos ofrece, en uno de sus capítulos, un muy completo panorama de las ideas políticas sobre la legalización y la prohibición de la droga. Perspectivas de la embriaguez es una revisión del valor de la embriaguez en general como motor de la historia y el pensamiento, que incluye un estudio muy completo del caso de la marihuana; mientras que Tricomas de la cannabis: estructura y función nos acerca la ayuda de la botánica para distinguir entre los brotes con un alto contenido en THC, que son los que ponen, y los de alto contenido en CBD, que constituyen la mejor medicina.

LT M La mota es como el agua Jesús Navarrete Lezama

31


NA RRA TI VA

32

LO S TE STI G O S DE MADI GAN

J. Isabel Hernández Martínez


y le digo con la más espontánea tranquilidad visible, aunque no ajena de tocar en lo más emotivo de algún dolor (con seguridad), o posiblemente de abrir antiguas cicatrices, fantasmales tormentas que dejan en el rastro hilillos de hiel y sangre doloridas que al gotear hieren, se clavan con el peso de mazos y palabras huérfanas de… Gramática-madre. Todas abren la carne y ahí permanecen. La intención es cambiarle los infinitos rostros a este día de invierno y la posibilidad de jamás ofender la sensibilidad de la mujer. No se ha movido, está frente a mí. Sostengo la extenuación clara de sus ojos, quizá extrañados, y el gesto de su rostro que olvidaba o requiere una solución al desplome irreparable de toda su amargura. Sus ojos están en mí sin estarlo, ajenos en una lejanía hipnótica: no captan la realidad. Después, o creo, que rubrican sus labios la cruel ofensa que por mi atrevimiento azotará mis pómulos; porque, pudiera equivocarme, es la reacción natural y lógica. Estoy igual a las estatuas de roca originadas por Medusa. La calle sigue en su cotidianeidad: la original. Todos apuran el paso. El smog nivela la oxigenación de los transeúntes. Aquellos semáforos por vergüenza se pintan de amarillo, después verde y luego rojo: sueñan, por las noches, nombres espeluznantes de otras pandemias. Los peatones, bobos, con cubrebocas, se hipnotizan con la basura propagandística de las elecciones que pagamos tú y yo. Las paredes, celestinas maquilladas al exceso lucen sonrientes nuevos colores. Un alumbrado indiferente nos clasifica. Postes y espectaculares alaban –¡Oh, oh…! y posan sus labios en el suelo–. Son impresiones de mesiánicos titiriteros, hipócritas, circenses: sanguijuelas que hablan, caminan y convencen; saltimbanquis en guinda vestidura. Gesticuladores de doble cara, inocentes, con seguidores en busca de tapaojos. ¡Y un pueblo enajenado: hombres y mujeres tomados de las manos entonando aleluyas! ¿Quién es el culpable, el que pide que lo sigan los sordos o los apóstoles? Ayer diseñaron sus itinerarios, quizá los elaboren hoy o hace medio siglo tal vez. La verdad, no lo han hecho: improvisación pura de merolicos chupa–energías. En actitud de reproche interroga una voz en lenta tesitura de salterios: –¿… Perdón?– pregunta.

LT M …y prosigue su andar J. Isabel Hernández Martínez

33


Los Testigos de Madigan N.º 12

Sus labios por fin reaccionan… y le repito la intención de mi coloquial propuesta: … que si pudiéramos unir nuestras amarguras, sueños, esperanzas y sinsabores… sería un milagro maravilloso de profecías legendarias. Inventaríamos nuevos diálogos; andaríamos caminos sin tinieblas. Con una vida, sí una vida bajo el pórtico de un hogar donde la tranquilidad sea la simpleza en los amaneceres, o lo que los días le suelden a los halagos y otras texturas. Y ahí arrebatarles a las incertidumbres el único placer de ser noches, o acompañar a la inocencia de los niños y, ¿por qué no?, condolerse por el caminar lento de los viejos, o por el hambre de los marginados. Ahí están, pero son invisibles y perennes. Atenta en el latir de dos corazones próximos; o ser el perfil en un atardecer de verano. Quizá, imagino, el roce nervioso de los labios de un hombre y una mujer al encontrarse después de una eternidad de tres días. Pudiera ser que vea, sí, en lo más sombrío de todos los atardeceres, la señal de la cruz en los dedos de mi madre; o quizá, en la opacidad de nuestros cerebros detonen sonrisas nuevas, agradables, únicas, libres, sobre alas invisibles perforando lejanías, borrascas y tiempo. Forjar en el yunque de la expresión escrita, Braille y oral, ¡millares de vocablos, símbolos o alegorías hasta igualar a la par el número infinito de idiomas! ¡Siempre que convenzan al amor y los belfos se busquen! …Se queda mirándome… ¿incrédula? Vuelve su faz indiferente al camino; atisba sus pies y prosigue su andar…

34

…y prosigue su andar J. Isabel Hernández Martínez


PAUSA GRÁFICA /

Juan Pablo Meneses

(azul) Titulo: Azul De la Serie: De la memoria y el píxel Técnica: Fotografía antigua, escaneada e intervenida digitalmente Año: 2020

35


IGUALDAD DE

DE SAFO

LOS CLICHÉS

Por: Montserrat Morales

OPORTUNIDADES

NARRATIVA LO S T EST IGOS D E MAD IGAN

36 minificciones


Los clichés de Safo Era realmente un estuche de monerías, y su situación era muy ventajosa, según lo veían las personas a su alrededor. A los amigos de Safo les encantaba salir con ella porque era como un chico más, porque se tomaba la cerveza de la lata y jugaba a las luchitas, y hacían chistes machistas, de los cuales ella, sin duda, se reía. A sus amigas les convenía porque sabían que ella no les iba a robar el novio, así que confiaban mucho en ella, siempre y cuando no se les acercara demasiado… una nunca sabe. En casa, la ropa del hermano se la pasaban a ella, decían que no tenía sentido que fuera femenina, que ara qué gastaba en ropa bonita. Y en el trabajo no la acosaban porque sabían que no se prestaría a esas cosas con sus jefes hombres. Con tanto a su favor, Safo no entendía por qué no terminaba de encajar en ningún lado. En las fiestas sus amigas siempre invitaban a sus novios. Las tías siempre le preguntaban que ella para cuándo con los hijos, y sus padres sutilmente se lamentaban por los nietos que no tendrían. Safo, en realidad, se sentía siempre muy sola.

LT M Minificciones Montserrat Morales García

37


Los Testigos de Madigan N.º 12

Igualdad de oportunidades En la recepción esperaban cuatro personas: tres hombres y una mujer. Uno de ellos era Jaime. No era la primera vez que vivía esta experiencia, llevaba casi un año pasando sus mañanas y tardes en lobbies, salas de espera y recepciones para ver a alguien que tenía el poder, autoridad o ganas de cambiar la vida de este persistente hombre. Finalmente, después de un largo rato, llegó su turno. Entró con sus papeles en las manos, que le sudaban mucho debido a los nervios. Se sentó frente al escritorio del titular de aquel lugar y respondió atentamente cada consulta. Cuando terminaron las preguntas y aclaraciones, se despidió. Afortunadamente no le tendieron la mano para estrechársela, pues la suya se había tornado un puño tembloroso a punto de no poder contenerse. Cabizbajo, anduvo el camino a casa pensando otra vez una nueva forma de disimular lo que sentía, de asimilar lo que había vivido, aunque en el fondo sabía que no tenía que por qué hacer ni una ni otra cosa, porque era un hombre libre, con derechos como todos, a pesar de no sentirse así. Al llegar a casa, fue recibido con amor conyugal, un beso en los labios y un abrazo, a los que solo pudo responder desplomándose y cubriendo su rostro lleno de lágrimas con sus manos que eran puños. ¿Qué cómo le había ido en la entrevista de trabajo? Bien, pero le preguntaron si estaba casado y con quién. Sebastián lo abrazó.

38

Minificciones Montserrat Morales García


PAUSA GRÁFICA /

Ro c i o Ar e l l an o

“David O jeda” Té c n i c a : B o r d a d o l i b r e

39


NA RRA TI VA

LO S TE STI G O S DE MADI GAN

Aquí Ecuador

(I: Timbalero y sabrosón) David Ojeda

40


Hace 20 años…

H

ace una semana los problemas de compatibilidades y formatos impidieron la publicación de esta columna. Espero que esta ocasión logremos Usted y yo superar ese obstáculo. El mundo a nuestro alrededor se carga de nubes y vientos amenazantes. Y en lugar de que nos demos a la tarea de superar los prejuicios que nos conducen a ellos, más prejuiciosos nos volvemos para apreciar tiempos, gentes, lugares, pueblos, instituciones, ideas. Por mi parte, el sábado anterior comencé a darle a Usted noticia de un festival internacional de teatro al que tuve la fortuna de asistir. Por eso reproduzco a continuación la columna que la semana pasada no pudo publicarse. A Usted seguramente le encantaría este lugar: El Pacífico. Se trata del gran--gran océano. Estoy frente a él porque ando este día de teatrero, ¿por qué soy teatral?, ¿porque la vida es teatro? Y todo comenzó con un martes terrible. El martes once de septiembre: 2001. A las nueve de la mañana de ese día me despertó la voz de mi alarma y de mi vida: «Están bombardeando Washington», me dijo para sacarme de ese territorio gris y placentero al que llegamos con el sueño. Parpadeé mucho. Y caí en el lugar común de creer que soñaba. Pero era cierto: malsania y tristeza. ¿Quién dudará si decimos que formamos parte de la especie que más maltrata a los suyos? En la televisión el horror me confirmó lo que yo no quería creer: desesperados y terribles, como el cuchillo de Dios o el trinche del diablo, algunos creyeron que sus razones eran suficientes y justificadas para alzar su mano y prender su fuego contra el semejante.

LT M Aquí Ecuador (I: Timbalero y sabrosón) David Ojeda

41


Los Testigos de Madigan N.º 12

Usted lo observó también: un avión convertido en instrumento de matanza. Y permítame describirle la escena que imagino: se alza de su asiento el terrorista, con una arma mínima en la mano, nervioso pero firme en sus terribles convicciones, sin demostrar miedo o inseguridad, sintiendo que su razón lo asiste, luego aferra con violencia el cuerpo de la azfata que le impide el paso a la cabina, en un vuelo doméstico y común, tras meses de planes y años de ira y memoria nacional acongojada y comprensiblemente rencorosa; y después de someter al piloto el terrorista toma el control de la nave para conducirla a Nueva York, la gran y sufrida manzana, y así enfila contra un gran edificio desde el cual algún incrédulo oficinista ve como última imagen en su vida una aeronave que se agiganta y es su destino, la hora de la muerte, amén. Que Dios los perdone a todos. Y también a mí. Por alzar la voz y la ira, por guardar rencores y hacer agravios, por servirnos del prójimo y lucrar con su dolor y su esfuerzo, por inventar razones como «historia» o «estado» para manipularlo y conducirlo a un indistinto fin anónimo. Que Dios nos perdone. Luego de convencerme de que lo que veía era cierto, que las Torres Gemelas se incendiaban, testimonié el colapso de la primera. Y entonces, seguramente como buena parte de todos los que atestiguábamos esos hechos, conmovido, entendî con mayor precisión la fragilidad de las casas del mundo. El acero se quiebra y se derrumba, el paisaje urbano se convierte en polvo que nos sepulta. Y en medio de la conmoción, como si en realidad se proyectara en la pantalla de la tele una película y no acontecimientos reales, se instaló en mi mente mi incertidumbre particular, mi problema a resolver. «Mañana», me dije, «mañana debo salir al Ecuador y tengo que conseguir dinero para comprar dólares, y quién sabe cómo se vaya a poner el cambio.»

42


Entonces el espanto neoyorquino pasó a un segundo plano y me di a la ingrata (siempre ingrata) y triste (siempremente tristérrima) tarea de conseguir unos pesos. Uff. Pero las almas caritativas y nada centaveras que controlan el cambio de dólares en nuestra ciudad, nomás por si las moscas, decidieron sólo comprar dólares (a nueve veinte) y cerrar la venta. Por fortuna, alguien en mi vida (con recursos e ingenio y gracia) se atrevió a esperar a una cliente que iba a vender dólares (el envío de un buen marido que trabaja como jardinero o albañil o cocinero en Atlanta o Chicago). Y así conseguí estos dólares que me permiten ahora estar sentado frente al gran océano: el mar de la paz y la brisa, en Manta, Ecuador, como parte de un grupo de músicos, actores, bailarines y pintores potosinos que presentan, en el XIV Festival Internacional de Teatro de Manta, «El canto Sangurima». De dicha obra ya le he contado algunas cuestiones en esta misma columna. Se trata de una adaptación escénica musical de la novela «Los Sangurimas», del narrador ecuatoriano José de la Cuadra. Con música de Fernando Carrillo y teatralización de Jesús Coronado esta obra ha generado una expectativa notable en Manta. Ella incorpora el trabajo actoral y dancístico, al igual que el musical, de jóvenes potosinos en verdad extraordinarios. A mí me corresponderá ofrecer algunas charlas en distintos espacios de Manta y Guayaquil para compartir tal o cual idea de la actual literatura mexicana, aludiendo sobre todo al hecho de que Miguel Donoso Pareja, un ecuatoriano de Guayaquil que viviera en nuestro San Luis, dedicado a coordinar el taller literario de nuestra Casa de la Cultura, es el escritor a quien le debemos parte de la vida literaria potosina presente. Pero yo, en este lugar, siendo un viernes y viendo frente a mí un océano portentoso, a pesar de Nueva York y la ausencia, tengo sólo motivos de placer.

LT M Aquí Ecuador (I: Timbalero y sabrosón) David Ojeda

43


Los Testigos de Madigan N.º 12

Como arroz con calamar, tomo cerveza y distingo fente a mí a una hermosa joven gorda que minimizaría la obra entera de Botero. Ella está inclinada junto a una negra cuidadosa que le trenza los cabellos y cuida a su pequeño: un negro travieso y vivaracho, relumbrante. Estamos en una zona donde la negritud abunda y es hermosa, noble. A doscientos kilómetros al norte de Manta hay un lugar llamado Esmeraldas. Frente a su costa naufragaron a lo largo de varios decenios barcos cargados de africanos destinados a la esclavitud. Muchos se salvaron y han poblado esta zona, otorgándole un estilo de vida, una sensibilidad, gratificantes y guapachosas. Llegamos a Manta el jueves trece, a las tres de la mañana, luego de un viaje de casi veinticuatro horas que comenzó en la central camionera de San Luis, a las seis de la mañana del miércoles. En Querétaro transbordamos a un autobüs que va directo al aeropuerto de México. Nuestro vuelo salió a las tres de la tarde, luego de una y otra revisión motivadas por la psicosis en torno a los acontecimientos de Nueva York. En Panamá hicimos conexión con otro vuelo hacia Guayaquil. Ahí nos esperaba un autobús de la Universidad Laica «Eloy Alfaro», de Manta. Y ya en él me instalé en el asiento delantero, junto al chofer. Desde ahí vi una carretera llena de sombras y luces. Ya en Manta, luego de cuatro horas de viaje, acomodados en un hotel confortable y verde, siendo la madrugada, la fatiga se combinó con el olor y el ruido del mar para hacernos dormir de inmediato. Al otro día, el jueves, el mar nos ofreció su visión: agua verde olas alegres, fuerza y misterio. En situación así, por supuesto, de inmediato se pone uno a extrañar a los suyos, pues desea compartir con ellos el espectáculo, el placer, la dicha de estar vivo y en control.

44


El festival de teatro, se inauguró la tarde del jueves, con un grupo peruano. De esto, sin embargo le comentaré a Usted más cosas el próximo sábado. Porque hoy sólo quiero darle una noticia: por fin comprendo el gusto y la sabrosura que acompañaron a Tito Puente, el timbalero mayor. Luego de la función inaugural fuimos invitados a la casa de un empresario manteño. En ella, frente a una alberca azul y con la vista de la ciudad a nuestros pies, se organizó la música de Fer Carrillo y su grupo: ¡saaabooor! Y al final, cuando los tragos nos tenían emocionados, recibí mi alternativa como timbalero. Porque el buen y generoso timbalero del grupo, Manolo Cossío, viendo cómo me brillaban los ojos, con una sonrisa de hermano en la música y el baile, se acercó a mí y me ofreció las baquetas diciendo simplemente «hórale ‘che David». Y para qué le cuento. El alma se agita, la sangrita bulle, los oídos son felices, uno está en paz, uno está de pie sobre la madre Tierra con este gozo. Ahora sé que el placer de ser timbalero ha quedado en mí con su lección y estímulo. Y entiendo, al contemplar a los turistas en la playa, que se ama a la gente porque en toda la gente se refleja la mujer que se ama, que se está en paz porque hay entre toda la gente del mundo la mujer que uno ama. Entonces el mundo es esto hermoso y perdurable: Manta, en Ecuador. Cosas que, por supuesto, Usted comprende y avala.

LT M Aquí Ecuador (I: Timbalero y sabrosón) David Ojeda

45


@seryogrande

EL CIERRE / Il ustra ció n / Serg io G rande

AUTOBOICOT


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.