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aPRO / EduaRdO SuáREz dEl REal aguilERa

El poeta Vicente Leñero

/ Eduardo SuárEz dEl rEal aguilEra

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En el volumen Luis Leñero: la sociología como instrumento de cambio, del poeta Eduardo Suárez del Real, el hermano menor de Vicente Leñero da a conocer unos poemas del narrador y fundador de Proceso, de quien este 3 de diciembre se cumplieron ocho años de fallecido. Hasta donde se sabe, jamás publicó poema alguno. Los diez poemas dedicados a su hermano en la juventud (agosto de 1957), previa autorización de la familia del escritor, se completan con una breve entrevista al sociólogo en el capítulo “Fuerte vínculo de admiración fraterna”, a continuación.

Vicente (1933–2014), hermano inmediato mayor que Luis, dada su actividad como periodista, dramaturgo, ensayista, cuentista, novelista y guionista, públicamente es el personaje más reconocido de esta saga de los Leñero. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, fue autor de obras emblemáticas de la literatura nacional, como Los albañiles, Pueblo rechazado, El juicio, La mudanza, Jesucristo Gómez y de memorables guiones cinematográficos como Los de abajo, El crimen del padre Amaro, La ley de Herodes, El callejón de los milagros y numerosos más. Es recordado por su ingente labor periodística en el periódico Excélsior y, luego, como subdirector de la revista Proceso; también por los galardones recibidos a lo largo de su vida: Premio Nacional de Literatura, Premio de Literatura Xavier Villaurrutia, Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez, Premio de Teatro Juan Ruiz de Alarcón, Ariel, Nacional de Ciencias y Artes de México, entre muchos otros. Respecto a él, Luis recuerda:

“Vicente era el más cercano a mí, fui dos años menor que él; fue mi compañero de cuarto y de juegos divertidos como el de ‘Capas y espadas’, en el que una vez casi le saco un ojo. Como él era demasiado introvertido, de chicos yo me hacía más amigo de sus amigos: él era el serio y yo el travieso. Era muy aplicado en todo, y como le gustaban mucho las matemáticas se fue al grupo de los que querían ser ingenieros, al Área 1, luego se inscribió en Ingeniería, la carrera que le propuso papá, aunque no le interesó nunca: a él le gustaba escribir. Yo recibí una gran influencia de él, me compartía todo tipo de autores y todos los cuentos del mundo. De alguna manera viví una situación similar a la suya eligiendo la carrera de Contador y metiéndome en la Escuela Bancaria y Comercial que estaba adscrita al Politécnico Nacional; así entré a la Vocacional, donde empecé una carrera a la vez que hacía el equivalente a la preparatoria; ahí lo que más me interesó fue la literatura, que también era la que sentía como mi vocación. De hecho en el examen final de esa materia recibí una mención honorífica.

“Me leí a muchos clásicos, aprendí de memoria el inicio de varias obras, incluso La Divina Comedia en italiano y La Ilíada de Alfonso Reyes en verso, nada que ver con la Contabilidad (ríe a carcajadas). Antes de entrar a la Bancaria estuve un año sin empezar en la Universidad, fue el año de mi vida en que más leí. A Vicente, en cambio, no le interesaba la literatura como tal, como lector; él escribía, escribía y no paraba de escribir. En la casa hizo un periódico en el que hablaba de los Leñero en tono de burla y juego; se llamaba ‘El Riacatán’ (estamos hablando de mediados de los años 40). Aún existen tres tomos empastados de todos los ‘Riacatanes’ reunidos; ahí ya estaba presente su buen hacer literario y su vocación periodística.

“Entre nosotros -prosigue Luis- hubo grandes puntos de confluencia, pero siempre fue delante de mí: era dos años mayor y obtenía solo dieces. Hablaba poco, no le gustaba recitar en público, pues no se sentía cómodo en el acto social de la representación; era más parco, más serio, pero todas las poesías que yo me aprendía, él ya se las sabía antes que yo. En 1957 se fue a estudiar periodismo a España, tuvo una beca del gobierno español, era nuestra primera separación; la segunda fue cuando luego yo me fui al Seminario: Vicente entonces me armó un álbum de fotos titulado ‘Mi hermano Luis’, yo lo sentí como un premio a mi ‘aventura’ como seminarista.

Después de que regresé del Seminario de Cuernavaca, Vicente escribió una obra que se titulaba ‘Timidez’, y al personaje principal lo interpreté yo: era el extrovertido que aconsejaba al amigo tímido que no sabía cómo tratar a las muchachas; parecía paradójico después de haber sido seminarista.

“Antes, durante nuestra niñez y juventud, habíamos viajado mucho juntos y de cada viaje él conservaba en la mente detalles que yo no recordaba: realmente era un observador atento a todo; en este sentido, puedo decir que también era un buen ‘sociólogo’, un buen analista de la realidad social, de los que pertenecen a tu grupo y de los que están más allá. A lo largo de su obra describía los movimientos de las personas, los gestos, las manías, y todo eso es lo que ya aparecía en ‘El Riacatán’ de nuestra infancia, donde se reía de todos, aunque a todos les gustaba que se riera, pues lo hacía con mucho humor. Sin duda él tuvo una gran influencia sobre mí: él escribía y yo trataba de escribir mis diarios íntimos.

Compartimos por años la misma recámara y en nuestras separaciones, primero cuando se fue a su servicio social para poner instalaciones hidráulicas en Salvatierra (Guanajuato) y luego, cuando se fue a España, me escribía cartas contándome sus experiencias: siento que nos extrañábamos sinceramente.

“Su obra teatral que más me gustó --comenta Luis-- fue Jesucristo Gómez: una concepción a la mexicana de los Evangelios, una obra muy lúcida. Su teatro es una representación de las realidades sociales, eso queda reflejado en las obras que escribía y que se presentaban con éxito en varios escenarios; él estaba reproduciendo con espíritu cristiano una sociedad viva. Vicente me recomendó a Graham Greene, quien hacía crítica de la Iglesia y la presentación de un cristianismo atrevido; en ese sentido y en muchos otros fuimos en paralelo: yo quería estudiar a los grupos sociales para ver cuáles eran sus problemas y qué solución tenían a través de la promoción de las organizaciones sociales, que en aquel entonces estaban controladas o por la Iglesia o por el PRI, y de alguna manera él hacía lo mismo creando un mundo escénico en el que hacía hablar a Cristo con las palabras de los mexicanos; su teatro era una reproducción social: él nunca quiso meterse en sociología, pero estuvo haciendo un trabajo que tuvo mucho que ver con un enfoque sociológico. En algún momento, en cierto modo, para mí su brillantez fue un ‘handicap’. En realidad, a lo largo de los años nuestras vidas no fueron muy encontradas: sin embargo, para el IMES escribió un folleto sobre la cultura mexicana, quizá asistió a alguna reunión mía, pero no mucho más. Yo me enteraba por diversas fuentes de su vida como escritor, periodista, dramaturgo... mas perdimos mucho contacto después de casarse; era un distanciamiento, pero sin ningún enfado”.

En una carta de Luis a Vicente, fechada en México, D.F. el 9 de febrero de 1952, pueden leerse los siguientes párrafos que ejemplifican la textura del amor fraterno que existió entre ellos: “…En cuanto a mí sólo te diré que estoy muy contento con la escuela, sin embargo, no me sentiré del todo a gusto hasta que tú estés aquí en la escuela también (no es que te desee mal, sino que quiero estar otra vez como antes)”.

“Es noche ya y me despido de ti, no sin antes decirte que ahora que estés en trabajo de gabinete (hasta entonces) si es que tuvieras tiempo, me escribas cuando menos otra cartita. Y te voy a decir la razón por la que quiero esto: Mi Diario necesita en estos días algo con qué llenarlo y si tú me escribes contándome de cómo la pasas allá y de algunos incidentes y detalles, éstos quedarán archivados (uso esta palabra ahora que estoy estudiando archivología) en las páginas de mi Diario y serán más tarde un recuerdo agradable. Ahora sí se despide de ti tu hermano que te quiere y extraña, Luis”.

Vicente Leñero

Eliminación del Tri: El drama del futbol mexicano, sufrir y no cambiar

/ Beatriz Pereyra

Una selección nacional “Peter Pan”, “porque se niega a crecer”, y un fútbol del “nunca jamás”, porque no va a cambiar, son las proyecciones que analistas y comentaristas hacen sobre el balompié nacional tras la eliminación del Tri del Mundial de Qatar 2022. “A lo mucho, como si fuera una casa, la federación le dará una manita de gato, porque ellos creen que aún no han tocado fondo”, advierten los especialistas consultados.

La eliminación temprana de la Selección Mexicana en el Mundial de Qatar 2022 no causará cambios en la estructura del fútbol nacional ni mejorará los resultados del representativo, toda vez que la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) no considera que se tocó fondo por no haber avanzado a la ronda de octavos de final, además de que obtuvo beneficios económicos por el simple hecho de haber clasificado a la Copa del Mundo, advierten analistas consultados.

“Se estuvo a un solo gol de evitar el fracaso”, declaró contundente el presidente de la FMF, Yon de Luisa, un día después de que México venció 2-1 a Arabia Saudita, resultado que, de todas maneras, no evitó que se rompiera una racha de siete Mundiales consecutivos calificando a la segunda ronda, desde Estados Unidos 94 hasta Rusia 2018. De Luisa está a la espera de que los dueños de los clubes decidan si deja el cargo o continúa.

“Me temo que no habrá cambios como se necesitan, que no será algo estructural. Como si fuera una casa, le van a dar una manita de gato en los acabados y la pintura, aunque esperaría que realmente hubiera el nivel de conciencia (por lo fuerte de esta eliminación) como para generar una nueva historia a partir de esto que ha sido doloroso y que pasa por todas las categorías (femeniles y menores). Ojalá me equivoque, pero esta es la selección Peter Pan, porque se niega a crecer, pero no tanto por voluntad propia sino porque tenemos a la Federación del nunca jamás”, asegura Javier Alarcón, director de Deportes de Imagen TV, y quien fungió como director de Televisa Deportes de 2000 a 2015.

Barak Fever, periodista deportivo especializado en fútbol desde hace 24 años, considera que ya conocemos a la FMF como para “ilusionarnos” con que la eliminación ocasionará cambios.

“No veo un análisis en el cual realmente se piense que tocamos fondo. Veo un análisis de que sí es un fracaso y que tenemos que cambiar. Veo a quien dice: ‘Es que Argentina también ha quedado fuera en fase de grupos. Alemania en 2018 (y también en 2022), España en 2014, Francia en 2010…’”

“Estamos hablando de que Italia ya ni siquiera va a los Mundiales; entonces, México tenía un récord increíble de meterse a octavos de final, lo dábamos por hecho pese a que solamente Brasil hace eso y Alemania lo hizo hasta antes de 2018”.

“El análisis es: ‘Si les ha pasado a todas las grandes potencias, ¿por qué no nos iba a pasar a nosotros?’. El único tema que realmente va a ocasionar que el futbol mexicano cambie de raíz, y eso más o menos, tiene que ver con quién manda y quién toma las decisiones”.

“En la estructura en la cual está construido el fútbol mexicano es el dueño de un club (el América) y de una empresa en específico (Grupo Televisa): Emilio Azcárraga. Ahí se toman las decisiones y no en la federación”, explica Fever, quien de 2010 a 2013 trabajó en ESPN México y actualmente lo hace en la sede que esta cadena televisiva tiene en Estados Unidos. – Hace años que se viene advirtiendo que las malas decisiones matarían a la gallina de los huevos de oro, ¿ya ocurrió eso con este descalabro? – se le pregunta a Javier Alarcón. – No, el problema es ese, que el negocio está hecho para los anunciantes y para los que meten el dinero una vez que la selección califica al Mundial, entonces hasta haciendo mal las cosas es un gran negocio y no cambian ni cambiarán los hábitos de consumo de los aficionados. Terminaron por gritar el “¡ehh, puto!” en el partido contra Arabia, y este es el mecanismo que tienen para tratar de protestar por el trato que reciben.

“Pese a los fracasos deportivos, mientras la Selección Mexicana siga generando dinero y el interés que sigue despertando en dos países con tantos millones de habitantes, como México y Estados Unidos, pues no va a cambiar nada”.

“Si llega ese desinterés, que es algo que veo muy difícil, ahí sí tendrán que buscar nuevas fórmulas, como lo hicieron países como Inglaterra, Alemania, España o Francia, donde se dieron cuenta que se tenían que modernizar e invertir en las estructuras de su fútbol”, añade Fever, quien de 1998 a 2009 trabajó en TV Azteca.

Tanto Alarcón como Fever coinciden en que en Mundiales anteriores el equipo Tricolor atravesó las mismas dificultades que en Qatar 2022, es decir, pasando apuros para calificar a los octavos de final. Fever recuerda Estados Unidos 94 (los cuatro países del grupo terminaron con 4 puntos y México avanzó por diferencia de goles), Francia 98 (con un gol al minuto 90 de Luis Hernández para el 2-2 con Países Bajos) y Rusia 2018 (Corea del Sur derrotó 2-0 a Alemania y la eliminó).

Alarcón hace referencia al equipo que dirigió Miguel Mejía Barón en Estados Unidos 94 que cosechó un ganado (2-1 ante Irlanda), un empate (1-1 con Italia) y un perdido (1-0 con Noruega); al de Alemania 2006, de Ricardo La Volpe, “muy admirado el formato de juego y el estilo”, pero también se ganó un partido (3-1 ante Irán), se empató otro (0-0 con Angola) y se perdió otro (2-1 con Portugal); y al de Sudáfrica 2010, cuando de la mano de Javier Aguirre se venció a Francia (2-0), se empató con Sudáfrica (1-1) y se perdió con Uruguay (1-0).

“¿Qué tenemos en este Mundial? Un ganado (Arabia Saudita), un empatado (Polonia) y un perdido (Argentina), entonces aquellos festejos eran demasiado artificiales. Esta derrota la estamos magnificando porque por un gol no clasificamos y en aquellas ocasiones sólo por un gol clasificamos”, dice Alarcón, quien en enero próximo cumplirá 35 años como periodista deportivo.

ENTREVISTA A OSCAR MARTÍNEZ

LOS MUERTOS Y EL PERIODISTA

El periodismo en América Latina se enfrenta a instituciones de justicia que nunca han funcionado

Javier Moro Hernández

Oscar Martínez es un periodista salvadoreño experto en violencia y en migración. Sólo con esta presentación ya podríamos imaginarnos muchos de los temas que el jefe de redacción del periódico digital El Faro abordó a lo largo de sus últimos quince años de trabajo. Pero sin duda, no podemos entender el compromiso de su trabajo sino después de leer su más reciente libro titulado Los muertos y el periodista, publicado por Anagrama. Un libro que podríamos decir que le echa “sal a la herida del periodismo”. Un libro que explora los errores, los aciertos, los momentos más oscuros del trabajo periodístico. Un libro que re explora el trabajo que Oscar Martínez (El Salvador, 1983) realizó en los últimos años. Un libro que es una toma de posición frente al oficio del periodismo. Un libro que es una toma de conciencia frente al periodismo realizado en uno de los puntos más calientes, más violentos del mundo: El triángulo norte de Centroamérica. Región que, junto a México, representa una de las regiones más violentas del mudo. Narcotráfico, corrupción, migración, pobreza, impunidad e instituciones de justicia opacas, poco transparentes en muchas ocasiones. Y en otras, francamente coludidas con los poderes fácticos que dominan amplias regiones de nuestros países.

Los muertos de este libro son tres: Rudy, Herber, Wito. El periodista es el mismo Oscar Martínez que ha documentado desde hace quince años la violencia interna en El Salvador. Una violencia heredada de la guerra civil que se desarrolló entre el Estado y la guerrilla del Frente Farabundo Martí. Una guerra que expulsó a miles de personas, que serían desplazados de manera forzada hacia los Estados Unidos. Jóvenes que serían repatriados a una patria que no los reconocía como suyos. De ahí surgiría la violencia de las llamadas pandillas: las maras. Una violencia a la cual el Estado respondería con más violencia. Un círculo de nunca acabar. Los muertos de este libro son tres, pero representan a miles. Los muertos del libro de Martínez están todos documentados en sus reportajes. Pero este libro, que no es un manual de periodismo, es un cuestionamiento personal del periodista hacia su labor. Este libro es un recuento personal, y una búsqueda para encontrar respuestas sobre la labor del periodista en este continente que como nos dice Martínez en entrevista; “no conoce la paz.” Oscar Martínez se ha desempeñado como jefe de redacción del periódico digital El Faro y es autor de libros como Los migrantes que no importan, Una historia de violencia y es coautor del libro de crónica Jonathan no tiene tatuajes, Crónicas desde una región que no cuenta, Los Malos y El niño de Hollywood, entre varios más.

Javier Moro Hernández (JMH): Es un libro doloroso y muy sincero, me imagino que cuesta mucho trabajo escribir un libro así.

Óscar Martínez (OM): Siempre he dicho que en un libro antagónico en varios sentidos. Claro que fue doloroso y difícil darse cuenta de cómo algunas de las historias más dolorosas que cubriste terminaron en nada, terminaron en ocho policías que masacraron a una persona, abrazándose en una sala de juicio y una madre llorando a su hijo asesinado. No es agradable acordarse de eso, no es agradable acordarse de cómo asesinaron a los tres personajes principales del libro, a los hermanos de Rojas, Rudy y a su hermano. Pero, por otro lado, y aunque esto suene terrible que satisfactorio porque las carreras periodísticas se construyen de eso. Vos no podés aspirar a cubrir violencia en la región más homicida del planeta, que fue el norte de Centroamérica por mucho tiempo, no podés aspirar a cubrir violencia en un país tan violento como El Salvador, y no aspirar a que te ocurran esas cosas, a que eso debacle pasen, a que esos pequeños cataclismos ocurren alguna y otra vez con las historias. Parte de la razón por la que escribí este libro es por eso, porque pensé que haberlas escrito una vez no valía la pena, que son historias que todavía se podían exprimir para sacarles esencias diferentes. Agarré las historias que cubrí las más trascendentales en estos años de cubrir violencia, historias que ya había plasmado en publicaciones y las estrujé para sacarles la esencia más poderosa en términos de su mensaje, no sólo como historia, sino como lección a la hora de cubrir. Fue un proceso doloroso, fue un proceso interesante, pero también fue un proceso muy satisfactorio.

JMH: En tu libro encontramos un cuestionamiento al trabajo periodístico, en un momento histórico donde hay un ataque a la prensa, tú das un paso al costado y te preguntas te cuestionas el trabajo periodístico desde esta perspectiva dolorosa, que me parece muy importante hacerlo.

OM: Vivimos un momento terrible de ataques a la prensa, no solo eso, vivi-

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