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Mensaje de la directora

¡Qué refrescante que volvamos a conversar!

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Niños, jóvenes, docentes y apoderados nos volvemos a encontrar, sin embargo, nosotros ya no somos los mismos, ya no podemos ser los mismos, porque, como decía Heráclito, “ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces”. Así que ¿por qué no empezar este nuevo año reflexionando sobre lo aprendido?

Dos años de pandemia, de incertidumbre. Vimos como la desigualdad social marcó aún más la educación; hoy vemos por las noticias lo que ocurre en Ucrania, también hay otras guerras de la que no nos enteramos.

Todo ello nos plantea nuevos desafíos sobre la enseñanza de nuestros hijos. Ya habrán escuchado o se habrán oído decir: ¡LO QUE MÁS DESEO ES QUE MI HIJO/HIJA SEA FELIZ! Y para lograrlo, haremos todo lo que esté a mi alcance o nuestro alcance! Y claro, ¿Quién no quiere que su hijo/hija sea feliz? Sin embargo, repetir esta frase como un mantra ¿es suficiente? ¿Es realmente eso lo que debo desear para mi hijo/hija? ¿Qué es ser feliz? ¿Cómo alcanzar la felicidad?

Los padres modernos parecemos enloquecidos con la idea de darle felicidad a nuestros hijos/hijas. Pero ¿podremos dar o regalar felicidad tal como les damos la vida? ¿Es la felicidad algo que nos pueden dar? ¿La felicidad en una cosa que puedo adquirir o vivir cuando estoy con una persona en especial?

Con estas preguntas en mente, recurrí a mi amigo Aristóteles y fue tajante en explicarme que él distinguía entre “Felicidad (eudaimonía) y bien vivir (eu zeen)”.

-¿Podríamos decir que la felicidad nace en nuestro interior y se expresa a través de nuestros actos consolidándose en un exterior favorable que nosotros mismos ayudamos a construir de forma consciente?

-Así es. Solo la polis como comunidad y la razón humana hacen efectivamente realizable todos nuestros fines. Sin ella no podemos ser felices, porque no podemos alcanzar el grado más alto de la vida según la razón, “el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es sino una bestia o un dios». Estar integrados a la ciudad o comunidad es la culminación de un proceso que proviene de la esencia humana, donde cada individuo satisface una radical nostalgia de pertenencia al todo humano.

¡Gracias Aristóteles, nos vemos pronto!

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