PAT ANDREA La Haya, 1942 Asistió a la Real Academia de Bellas Artes de La Haya y, en 1967, obtuvo el Premio Jacob Maris de dibujo. Durante la década de los setenta, formó parte del grupo ABN junto a Peter Blokhuis y Walter Nobbe. En 1976, tras exponer en París, viajó por Sudamérica. Dicha experiencia produjo un cambio fundamental en su trabajo: sus composiciones figurativas adquirieron mayor fuerza y tensión formal, y la base clásica de su estilo se enriqueció con deformaciones muy personales que imprimieron a su obra gran fuerza dramática. En 1979, el crítico Jean Clair lo invitó a participar junto a David Hockney, Ronald Kitaj y Antonio López en la exposición que fundaría la nouvelle subjectivité, uno de los movimientos artísticos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. En 1998 fue designado profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París. Su obra integra las colecciones de prestigiosos museos: el MoMA de Nueva York, el Centro Pompidou de París, el Gemeente de La Haya, el Stedelijk de Ámsterdam y el de Arte Moderno de Lieja. En Libros del Zorro Rojo, Pat Andrea ha ilustrado Las flores del mal. Los poemas prohibidos (2008) de Charles Baudelaire, La puñalada |El tango de la vuelta (2014) de Julio Cortázar y Alicia en el país de las maravillas |A través del espejo (2016) de Lewis Carroll.
«Érase una vez un niño pequeño que, cuando sus padres le preguntaban qué le gustaría ser de mayor, respondía de forma invariable: “Cuando sea grande, me acostaré con la reina”.» Pat Andrea redobla la apuesta con ilustraciones habitadas por una osada impudicia que transgrede las buenas costumbres en aras de la mejor: la libertad artística.
© Archivo: Nicolas Topor
Topor es, sobre todo, un transgresor de las convenciones: un provocador. En sus escenarios artísticos —literario, pictórico—, el equívoco y el absurdo juegan, con absoluta libertad, los papeles centrales. El surrealismo francés y el componente grotesco de raigambre judeopolaca marcan su arte y su biografía. Los cuentos de este libro son de índole diversa (fábula, ciencia ficción, microrrelato, narración histórica…). En todos, el envés de lo cotidiano irrumpe desde las sombras para morder la silueta de la luz. A través del humor negro, lo visceral invade el cuerpo —siempre cortado, punzado, mutilado— y perfora, sin piedad ni concesiones, la comodidad y tranquilidad tanto de sus personajes como del lector para resaltar las hendiduras de una realidad siempre ambigua.
ROLA ND TOPO R ACOSTARSE CON L A R EINA Y OTRAS D ELIC IAS P AT AN D R E A
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ROLA ND TOPO R ACOSTARSE
CON L A
R EINA Y OTRAS
D ELIC IAS Ilustraciones:
P AT A N D R E A
R OL AND TOPOR París, 1938‒1997 Los dibujos y escritos de Topor lo definen tanto como sus sentencias: «La moral y las leyes se han creado para destruir al individuo y hacerle aceptar su muerte». Cuando le preguntaron qué opinaba sobre el humor, respondió: «Si hablamos de humor estamos forzados aún a hablar de algo inglés. No me interesa el humor: me interesa lo burlesco, lo grotesco». En su obra trabajó las relaciones humanas sadomasoquistas: de poder, de amor y de lenguaje. Este último aparece roto, desencajado, y anticipa ese sesgo áspero y siniestro de las escenas toporianas. A través de su arte practicó, con voraz apetito, el canibalismo de rasgos humanos como el conformismo y el adocenamiento espiritual: «No hay que tragar ni un bocado de una persona que nos sea indiferente. Amigo, enemigo, pariente, bien. Extraño, nunca». Él, que dejó escritas las «Cien razones para suicidarse de inmediato», afirmó: «Cuando un hombre llega a mi edad, tiene derecho a sentarse en la cazuela y cocerse». Siempre elegir: morir o vivir sobreponiéndose al infierno de los otros: «La única rebeldía individual consiste en sobrevivir». Topor murió de un derrame cerebral. Sobrevivió a través de su obra. Nunca vivió arrodillado.