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corresponsabilidad a favor de la paz mundial. ¡No es posible la paz entre los pueblos sin una paz entre las grandes religiones del mundo! Y tampoco es posible la paz entre las grandes religiones del mundo sin una paz entre las iglesias cristianas.3 Con esto en mente, observamos las dificultades que enfrenta el ecumenismo, la teología de la unidad. No se pretende con el ecumenismo crear de todas una melcocha de religión única. Lo que se busca es un “mundo habitable” y para ello necesitamos paz. Esa paz no se obtiene gratuitamente pero tampoco vendiendo principios bíblicos básicos. 3

Hans Küng, Teología para la posmodernidad. Fundamentación ecuménica, (Madrid: Alianza Editorial, 1998): 183.

Es aquí donde la Iglesia debe ser perspicaz y, al mismo tiempo, abierta al diálogo. Buscamos a través del ecumenismo un ambiente en el que se pueda convivir en armonía. Sin embargo, la Iglesia no busca con ello un proselitismo pues, en ese caso, se torna en una proclama parcial y utilitaria: “Lo que ella [la Iglesia] quiere es algo totalmente distinto: un servicio desinteresado y sin pretensiones por la salud eterna del mundo.”4 Y sólo así el mundo verá el testimonio de los hijos de Dios. Por lo tanto, debemos proveer a los cristianos una enseñanza bíblica sólida en las iglesias. Velar para que puedan tener la información y formación adecuada para que sean capaces de responder al llamado ecuménico. Y fomentar un ambiente de diálogo entre religiones de modo que tengamos un mundo habitable en paz.

Si logramos permanecer en unidad, no sólo entre denominaciones evangélicas, sino en unidad con nuestros hermanos católicos que al igual que nosotros confiesan su fe en Cristo Jesús, podremos dar testimonio del amor de Jesucristo que rompe todas las barreras de separación y seremos la Iglesia que él desea, aquella Iglesia que es luz para todo el mundo. El mundo que tanto necesita de nuestro ejemplo, de nuestro amor sacrificial, de la palabra de Dios, el Evangelio encarnado en nosotros, podrá experimentar una muestra de la paz, el shalom que Dios creó desde el comienzo de la tierra y que tanto desea para ella. Entonces, habremos jugado en equipo y sin temor ni incertidumbre podremos decir: “¡Nos vamos al mundial!” al mismo tiempo que traemos esperanza en Cristo Jesús a la humanidad que tanto la necesita.

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Hans Küng, La Iglesia, (Barcelona: Editorial Herder, 1970), 380.

Copa Mundial FIFA. Hasta 1970 el símbolo de la victoria mundialista era la Copa Jules Rimet, trofeo que Brasil había ganado el derecho a retener tras su tercera victoria como campeón mundial. Fue entonces que la FIFA abrió un concurso para la creación de un nuevo trofeo para la décima edición de la Copa Mundial (1974). Se recibieron un total de 53 diseños realizados por expertos de siete países y, finalmente, se optó por elegir la obra del artista italiano Silvio Gazzaniga, quien trabajaba para el taller Bertoni. El trofeo original mide 86.5 cm., está fabricado en oro de 18 kilates y pesa 6,175 grms. La base contiene dos añillos de malaquita, y en su zócalo se encuentran grabados los nombres de los ganadores de la Copa Mundial de la FIFA desde el año 1974. Así describe Gazzaniga los principios que inspiraron su creación: “Para los bosquejos me inspiré en dos elementos principales: los deportistas y el mundo. Tenía la idea de crear figuras que simbolizaran el enorme esfuerzo del deportista, a la vez que formas que expresaran armonía, sencillez, y paz. La silueta debía ser lineal para atraer la atención sobre el protagonista, es decir, sobre el futbolista; un hombre que en el momento de la victoria se vuelve un gigante, pero que en realidad no tiene nada de sobrenatural. Tenía que ser un héroe que al mismo tiempo simbolizara el esfuerzo y el sacrificio diario que se exige a sus semejantes, y cuyos brazos, que parecen abrazar el mundo entero, simbolizaran la universalidad del deporte”. En esta escultura las líneas que surgen de la base suben en espirales y se estiran para recibir al orbe, dando forma a un par de figuras atléticas en el emocionante momento de la victoria. Artículo de Martha Reta en: Pasíon y fe. Futbol: manifestaciones populares de religiosidad, (México, D.F.: Museo de la Basílica de Guadalupe, julio-septiembre, 2006): 35-37

LEAN 1.6 agosto 2010

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