La Avispa 53

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tierra, entre sol y frío, niebla y esperanza. (...) Todas conocían a Neruda. Me conmovió. El acto en la Universidad de Chile en solidaridad con los estudiantes que luchan por la gratuidad de la enseñanza frente a una derecha voraz que sólo falta que cobre por el aire que respiran, nos acercó a la realidad chilena. A los estudiantes se ha sumado la sociedad civil. Los indignados, pues. Además, nuestra presencia en escuelas primarias y de educación media superior, donde brotó la calidez de niños y adolescentes, revitalizó el valor –inmanente– de la poesía. Pero había algo más que me iba a sorprender: la mina de cobre “El Teniente”, en las faldas de Los Andes. Qué poema visual las barrancas del exterior, qué carretera tan sinuosa, qué espectáculo de la espuma de nieve, qué limpidez del cielo, para luego entrar a un mundo sui géneris mil metros bajo tierra. Qué impresionante tecnología. Ese vivir cotidiano –a pesar de las excelentes medidas y cultura de la seguridad– con la muerte al lado. Y sin embargo hay sonrisas y hay poesía. Ahí encontré a Nelson Carrizo, “el poeta minero” quien me confió que al principio sus compañeros se burlaban cuando escribía sobre el entorno –humano y físico– de la mina. Después ellos se lo pedían y por ello pudimos ver en los largos y amplios túneles carteles con poemas de Nelson. Ya en la noche, en Rancagua, cena y exquisitos vinos y música: Payadores, un cantor que nos recibió con esto: si no creyera en la verdad, hubiera sido político, y una dama –de cuyo nombre no puedo acordarme– que cantó como las clásicas de la música latinoamericana. Este volandero texto no puede resumir toda la experiencia vivida. Acaso agradecer a la vida por haber conocido a la cubana Marina Tamayo al culto, humorista voluntario e involuntario cordobés argentino Pepe Araujo –para más señas doctorado en derecho–; a María Ahumada, chilena a quien atosigaba con: si vas para Chile, te ruego que pases por donde vive mi amada; a la paisana de Chihuahua Lucía Cano, que salvó la honra nacional mexicana llevando tequila que apenas alcanzó para calentar nuestras friolentas gargantas; a mi tocayo Oscar Benítez de El Salvador y a su esposa, la compañera de fumada Marcela Predieri y a Graciela Barbero, argentinas. En fin a todas y todos, por el saludo y la sonrisa y su poesía. Felicito de nuevo a Luis Arias Manzo por la paciencia y la organización, a su sensible esposa Magui, al todavía joven poeta argentino Gerardo Gómez Portela y a todos los que nos hicieron vivir tan gratos momentos. Por ellos Poetas del Mundo camina. Ya van más de siete La Avispa 53

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