La Avispa 33

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La Avispa Nº33 - Mar del Plata - Argentina

Relatos y cuentos

El vencido Diego Orcoyen La oscuridad nos ha poseído, las sombras, ya la muerte nos aguarda. Podemos ver como se extingue la vida, el último hálito de blancor en este mundo planeado, limitado, cuadriculado y predecible. Luego de hoy, mañana, y mañana nuevamente hoy, y pasado, noche, día, sol y sombras; y la muerte, el final irrefutable que comenzó al nacer esta vil partida, siempre llega... siempre. Ahora todo es negro, ya lo sabía yo, la expiración está cerca, aunque todavía no se ha concretado. Sólo queda correr hacia delante tropezando una y otra vez, cayendo, arrastrándose hasta la meta sedientos de final, ávidos de respuestas, deseosos de vacío, de silencio y no tiempo. Sólo eso queda, ¿o acaso puedo yo cambiar este mundo, esta maraña inextricable de sentimientos, ideales y estupidez?, ¿o acaso puedo yo borrar lo ya escrito? Vida y muerte. Hormigas, polvo, granos de arena; un sueño, una idea, tal vez eso... Los oscuros reyes de las tinieblas atormentan nuestras almas al son de los azotes desvaneciendo la postrera albura de este diezmado ejército de antemano vencido. Sus huestes se mueven con decisión, docilidad y rapidez. Un plan de exterminio ha sido puesto en práctica con maquinal perfección; estamos siendo eliminados... Vida y muerte. Ya nos están cercando y pronto estaremos rodeados. El desenlace se acerca. Están por todas partes, casi no podemos movernos. Véanlos allí, acechándonos cual una jauría hambrienta de perros salvajes, con sus ojos inyectados en sangre y sus corazones repletos de odio; su presa, nosotros, entregados a aquel brutal frenesí. Mis súbditos caen ya bajo sus oscuras garras y sus carnes desgarradas son devoradas con violencia por sus sanguinolentas fauces; aquellas carniceras bestias parecen disfrutar de su labor. Todo es negro. Lo que aún ofrecía resistencia en mi se ha desvanecido; si todo ha sido ya, si de esta historia el final conocemos, ¿cómo luchar, entonces? Ahora puedo ver sus ojos ennegrecidos y fríos, su cuerpo rígido acercarse, su postura inconmovible agigantarse; el rey viene para sellar su victoria, la del mal, la del color negro. Sólo resta una frase, un grito de triunfo y aniquilación... –¡Jaque mate! –dijo el viejo dando un grito y levantándose a la vez de su asiento. –¡Será posible! Me volvió a ganar otra vez, don Raúl –exclamó el muchacho entre risas. –¿En qué estás pensando, pibe? ¡Tenés que concentrarte! –le reprochó amistosamente. –Es que usted, don Raúl, es un experto en esto. ¡No hay manera de ganarle! –dijo él, aún risueño Ernesto se despidió y se fue. Hoy estaba alegre, feliz de vivir. Tenía que preparar el bolso para el viaje a Tandil. Cruzó la calle y se perdió entre los edificios. En el parque Lezama ya estaba anocheciendo.

GRUPO LITERARIO Coordinan: Lic. Damián Katz y Susana Trajtemberg ASOCIACIÓN PARA EL DESARROLLO DE LA SALUD MENTAL Página 11

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