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2.1 La violencia feminicida que sufren niñas y adolescentes
Esta investigación plantea la categoría de violencia feminicida como parte del continuum y de la acumulación de otras dimensiones de la violencia, así como su conexión con feminicidio/femicidio, desaparición, suicidio, falta de acceso a la interrupción del embarazo y muerte materna. Usar dicha categoría resulta extremadamente útil para investigar violencias emergentes poco estudiadas en la región.
2.1 La violencia feminicida que sufren niñas y adolescentes
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La violencia feminicida es una violencia permanente y cotidiana que las NyA sufren en sus propias casas, las calles y escuelas. Aunque no siempre termine en homicidio, esta violencia crea las condiciones y aumenta las posibilidades de que esa sea su conclusión (Olivera Bustamante, 2008). Incluso, aunque no se llegue a la instancia de una muerte violenta, el daño también reside en la progresiva destrucción de la esperanza y la posibilidad de que las NyA puedan disfrutar de una vida en libertad y sin violencias. La antropóloga feminista Lagarde y de los Ríos, en el mismo sentido, afirma que la violencia feminicida pone en riesgo permanente de vida de las NyA y mujeres que son violentadas con crueldad por el solo hecho de ser mujeres, aunque solo en algunos casos son asesinadas como culminación de dicha violencia pública o privada. La naturalización social de la violencia feminicida y la consecuente impunidad de sus autores se convierte en una característica de la cultura.
Para analizar la violencia feminicida, según Olivera Bustamante (2008) es necesario entenderla:
En su sentido acumulativo de violencia histórica contra la mujer. Y un elemento importante en el que debemos insistir es que la subordinación de género en las mujeres y la correspondiente hiper masculinidad [sic] y misoginia de los varones (…) son los nichos donde la violencia feminicida se reproduce, originada y dinamizada tanto por la crisis económica y social, como por la violencia social, la corrupción y la impunidad de quienes son los responsables de proteger los Derechos Humanos [sic]. Por eso decimos que no basta con denunciar la violencia y la impunidad, sino que hay que combatir sus causas estructurales y circunstanciales. (p. 27).
En la actualidad, se pueden encontrar distintos modos en los que se presenta la violencia feminicida: persiste un sistema tradicional de relaciones asimétricas de poder existente en la sociedad que nos determina como mujeres y hombres, y paralelamente asistimos a una reorganización más global de la violencia que coincide con las nuevas tendencias de la globalización neoliberal, cuya base se asienta en la extracción a gran escala mediante la expropiación de territorios, saberes y cuerpos. Los mecanismos de despojo sobre los territorios tienen su continuidad en las políticas sobre los cuerpos, en especial, de las NyA y mujeres o de los cuerpos feminizados. El hito histórico del proceso de domesticación de sus cuerpos y la desvalorización de su trabajo se encuentra en un contexto que, como afirma Federici (2004), “es instrumental a la construcción de un orden patriarcal en el que los cuerpos de NyA y mujeres, su trabajo, sus poderes sexuales y reproductivos fueron transformados en recursos económicos” (p. 233).
Las tendencias de la globalización neoliberal permean los cuerpos de las NyA y mujeres como territorios de los
que se puede extraer valor en términos absolutos: cuerpos despojados de su poder sexual y reproductivo y apropiables por mercados legales e ilegales (Fregoso, 2011; Federici, 2004; Gago, 2019). Como afirma la antropóloga argentina Celeste Perosino (entrevistada por Emanuela Borzacchiello, 2020), hay diferentes poderes territoriales legales vinculados con la economía ilegal, como el narcomenudeo, que tiene poder seductor para las adolescentes, “porque podrían dirimir algunas necesidades de estas jóvenes, como el acceso a productos y bienes, por ejemplo”.
En este escenario, la apropiación del cuerpo femenino por parte de los hombres no es solo sexual. De acuerdo con Falquet (2016), los hombres se apropian no solo del cuerpo sexualizado de las NyA y mujeres, si no que, mucho más globalmente, se apropian de sus cuerpos en cuanto “máquinas-productoras-de-fuerza-trabajo”, lo que les da acceso a un costo muy reducido, a una gran fuerza de trabajo y a muchos “servicios” más.
Aún siendo niñas, en muchos casos, es clave el papel que cumplen como cuidadoras y (re)productoras de su propia fuerza de trabajo. La violencia contra ellas se nutre de viejos estereotipos que contribuyen al mantenimiento del orden social y en la actualidad se refuerzan en el marco de un escenario que ha ido cambiado entre el 2010 y 2019, por la profunda crisis económica y social que atraviesa la región.