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Relatos con respuesta

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Editorial

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Relatos

con respuesta

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El interrogatorio Roberto Solís, 3º C

-Cuéntenos todo lo que sepa. -dijo el agente. -A ver, por dónde empiezo-dije yo. -Está claro, solo necesitamos la información de lo sucedido el 16 de abril del 2022. -¿Hace falta concretar tanto agente? -Pero vamos a ver, ¿quiere responder de una santa vez? -Estaría de más señoría. -Soy agente de policía, no soy el juez. -Perdone agente, estoy muy nervioso. En esos momentos pensé que me iban a meter en la cárcel o algo así, y aunque no era eso, al fin y al cabo fue peor, pero aun no lo sabía. -Y bien, ¿a que está esperando? -A un café-susurré bromeando. -Esto no es un juego, ¿me oye? -dijo con un tono amenazante. -Vale emm… Comenzaré relatando desde el momento en que me levanté. Eran las ocho de la mañana de un martes. Yo no trabajaba ese día, me pedí vacaciones para estar con mis amigos. Me peiné nada más levantarme y fui directo a la cocina a prepararme un desayuno que consistió en un Colacao y unas galletas. Acto seguido, fui a lavarme los dientes y a ducharme.Cuando salí, vi que tenía un mensaje de mi amigo Luiscar que decía lo siguiente: «Eh!, he oído que te has pillado las vacaciones, ¿te apetece que vayamos a tomar algo a las doce o así?».Yo le conteste que sí, ¿qué iba a hacer si no ese día? Los minutos pasaban mientras que veía Breaking Bad por trigésimo novena vez. Menos mal que me puse una alarma, porque si no le hubiera dejado plantado en la cafetería y me hubieran dado las diez de la noche. Me dispuse a salir.Me llevé dinero, mi móvil y las llaves. Fui andando hasta la cafetería. El señor que estaba en la entrada nos preguntó si preferíamos interior o exterior. Como hacía un buen día, decidimos quedarnos en el exterior. Ahora que lo pienso, todo esto no hubiera ocurrido si hubiéramos estado dentro. El señor, muy majo, nos dijo dónde debíamos sentarnos. Después de un rato de cháchara, observé que había alguien en un callejón oscuro que teníamos enfrente. Estaba mirando a ese hombre y de repente sacó un arma y se puso a disparar. Básicamente tengo recuerdos poco lúcidos de ese momento.Lo último que recuerdo es una furgoneta negra que se paró a recogerme. Y bueno, ahora estoy aquí.

Terminé de contar la historia, el agente se quedó en silencio unos momentos mientras miraba fijamente al techo.

-¿Está bien? pregunté. -Perfectamente-dijo él.-Al parecer las drogas que te inyectamos no funcionaron contigo. -¿Qué quiere decir? -Bueno, no todo acaba bien. Sacó la pistola mientras la cargaba lentamente. -No soy un agente de policía Entonces todo se puso blanco.

En el próximo

Inventa un relato a partir de esta fotografía.

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Tu historia debe cumplir con estos requisitos:

- Narrador en 1ª persona del plural. - Los hechos deben discurrir en torno a la causa por la que están las zapatillas colgadas del cable.

La extensión debe ser entre 350 y 500 palabras.

Fotografía: Silvia Sánchez

El callejón Álvaro Acevedo, 2º D

El otro fin de semana lo pasé con mi amigo Juan en un pueblo de Cuenca que solo tenía noventa habitantes. Nos dirigimos allí porque era el pueblo de su abuela y fuimos a verla Íbamos a estar en una casa rural que pertenecía a los tíos.

El primer día me estuvo enseñando el pueblo y llegamos en bici a un río para pescar. Juan era un amante de la pesca, tenía todo tipo de cañas, anzuelos, rápalas, hilos... y se sabía un sitio muy especial para pescar que no conocía nadie. Ese sitio se lo enseñó su abuelo cuando era pequeño porque su familia vivía de lo que pescaban y de sus huertos.

Cuando volvimos al anochecer, nos quedamos en la calle charlando hasta tarde y luego nos fuimos a la casa a dormir. El sábado desayunamos unas magdalenas caseras que nos hizo María, la abuela de Juan. Después de desayunar nos acercamos al pueblo de al lado a un bar al que suele ir Juan con sus familiares y amigos. Y después, por la tarde, nos marchamos a casa y nos quedamos allí porque estábamos cansados.

El domingo fue un día muy raro. Nos despertamos y nos salimos a dar una vuelta sin haber desayunado siquiera. Estábamos volviendo ya para la casa cuando en un callejón nos encontramos a dos chicos hablando que se nos quedaron mirando de una manera extraña. De repente los dos chicos echaron a correr y nosotros, sin saber porqué, les perseguimos. Se pararon y al girarse hacia donde estábamos se convirtieron en dos enormes lobos que se lanzaron sobre nosotros. Sentí los colmillos de uno de ellos en mi cuello...Creí morir cuando escuché la voz de Juan que me estaba diciendo buenos días. Entonces me di cuenta de que era todo una horrible pesadilla.

Así que nos vestimos tras el desayuno, nos fuimos a la calle y le dije a Juan que me siguiese, le estaba llevando al callejón por curiosidad, para saber si existía de verdad ese lugar o solo en mi mente. Estuvimos un rato hasta que lo encontré era exactamente igual al de mi sueño aunque nunca antes había estado allí. Le relaté mi pesadilla mientras pasábamos por ahí. Repentinamente aparecieron los mismos dos chicos de mi pesadilla y empezaron a correr, pero esta vez en vez de perseguirles nos marchamos para casa.

La respuesta de Silvia

En este número se trataba de escribir

un relato basándose en una foto que ya de por si es borrosa, con un fuerte contraste entre el blanco y el negro, oscura, atemporal y con pocas referencias claras: una silueta

anónima, sin rostro, sale de un callejón y se dirige hacia la cámara. Esta vez, desde un punto de vista narrativo, la propuesta era complicada, por eso considero que las historias de Álvaro Acebedo y Roberto Solís han sido muy acertadas, incluyendo los elementos propuestos y sorteando las dificultades de una imagen tan ambigua y envuelta en cierto halo misterioso. Esa

ambigüedad dotada de misterio es la propuesta de Álvaro Acebedo en su relato El Callejón, una historia donde lo terrorífico forma parte de lo cotidiano, aunque sea dentro de una visión onírica, que cumple con ciertos elementos propios del género del terror, incluso me atrevería a incluirlo dentro del terror manchego: un pueblo de Cuenca de tan solo noventa

habitantes, callejones oscuros que aparecen en sueños y que luego existen en la realidad, o vecinos que se transforman en lobos hambrientos de sangre humana. En el relato, Álvaro ha jugado con el sueño y la realidad, con lo racional y lo onírico para contar una historia que nos deja esos interrogantes necesarios en el paladar y que, sin duda, han enriquecido el relato: ¿qué hubiera pasado si el protagonista en lugar de darse la vuelta sigue a los extraños? ¿Es más real el miedo irracional que la conciencia de lo real?

Por otro lado, El Interrogatorio, la propuesta de Roberto Solís, se acerca más al género Noir a través de una historia donde parece que nadie es quien dice ser. De este modo, acompañamos al protagonista y somos testigos y partícipes de su desconcierto al no saber por qué está siendo interrogado por la policía. Escribir es tomar decisiones y una de las más importantes es el tipo de narrador que conforma una historia, por eso considero que Roberto ha tomado una decisión muy acertada al narrar el relato a través del diálogo, un diálogo natural, dinámico y nada artificioso, muy apropiado de este género. Al mismo tiempo, otro de los aciertos que pueden apreciarse es el uso de ciertos elementos dentro del relato: no hay una historia noir sin falsos espías o policías, protagonistas que son secuestrados en vehículos oscuros y frases lapidarias como la que ha incluido Roberto al final de una

manera muy eficaz y efectiva: «No todo acaba bien»..

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