
Portada: Adriana Escudero

Portada: Adriana Escudero
Llegó la primavera disfrazada de verano inicial con unas temperaturas elevadas y con un hecho ante el que no podemos competir: vivimos en un desfase temporal que debemos asumir.
Una semana de desfase entre el azahar, su caída inevitable y la Semana Santa y es que la estación de la luz y la flor más bella no entiende de navíos. Tras ese desfase, llega el nuestro, el de esta revista digital atemporal que ha extraviado su carácter mensual, de manera puntual, y acude puntualmente a la cita con una imagen primaveral por abril y mayo son uno, porque abril desaparece cuasi con anterioridad a su aparición porque Sevilla quiere ser efímera en su inmortal historia primaveral y este año aglutina sus dos grandes septenarias.
Gocen pues de esta edición, de cada uno de sus vocablos y el encadenado entre ellos, todos con afecto superlativo en su elaboración.
San Juan de la Cruz, pág. 5
Palabras mágicas: Melifluo, pág. 7
A paso lento, pág. 10
Primavera, pág.11
Renovación primaveral, pág. 12
Abril, pág. 13
Rocío, agua de mayo, pág. 14
Microrrelatos, pág. 16
Arriba, pág.18
Una historia, pág. 19
La mar, pág. 20
Alicia, pág. 22
Gigantes sin sabor, pág. 27
La Morada del Rey
Lección de vida, pág. 34
La Morada cofrade
Desde shiquetito, pág. 35
El buzón, pág. 38
5 minutos al compás - Entrevista
Entrevistamos a… Ibai Sánchez Azurmendi, pág. 41
Una talla muy de autor, singular en estilo porque así es la obra de Aurelio Teno y así descansa San Juan de la Cruz junto a su Santa Teresa de Jesús en la catedralicia Mezquita cordobesa, al gula que su Cristo de la Liberación.
Obra singular, alejada de lo habitual, lo tradicional y una fotografía de una novedosa colaboradora, amante de las “cosas raras” nos sirve de portada, porque si algo somos en La Morada es diferentes.
Domingo por la mañana, pijama de cuerpo entero, gris y blanco, con una simpática capucha de oso con ojitos tiernos…, seis estornudos seguidos le recordaban que había cogido frío, dos tés de piña con melifluo de caña y una bolsa de anacardo más tarde sonreía viendo videos antiguos, era feliz.
Quizá el secreto está en ponerle sentimiento. Es el más importante de los ingredientes. Demasiados años a su lado aprendiendo. El viernes Dolores se acerca y hay que deleitarse con una dulce torrija. Dame la nota mama, cual examen. Esto está de diez cariño. ¡Oh Dios aprobé! Un jugo melifluo se desliza ante tal hazaña. Ahora es ella quien impaciente las espera…
Guillermo se comió sus palabras aduladoras, dulces y suaves. Le llegó su destino. Quien a hierro mata a hierro muere. La venganza de Sonia fue amarga y salvaje, pero la libró de su mala compañía. Ya no podía soportar más en la oficina.
Patricia DelgadoMientras disfrutaba de mi fin de semana de relax en un hotel, se ocupó la habitación adyacente.
Un golpe, dos golpes, tres, cuatro, cinco.....
Y escuché una voz meliflua que decía: has estado magnífico.
El próximo ensayo del zapateado, en tu casa.
I
Su voz dulce como caramelo, su mirada de luz plena, sus manos que me regalan el cielo, su ser que mi ser libera.
II
La música ligera, la brisa tenue del atardecer, la sal marinera, la arena dorada. Recuerdos en mi hoy de mi ayer.
III
La noche me envuelve, ambiente melifluo que mi alma revuelve.
Rocío C . Gómez Katy Núñez La Renacida Arancha NaranjoCalisto y Melibea, un café amargo que intentaron endulzar...
Ángel
Se presentó de buenas maneras, saludando a todo el mundo. Engatusó a tres pasajeras y desapareció en un segundo.
Con una palabrería excelsa, digna de todo un caballero, se marchó a la francesa robando todo su dinero.
Jitan tan tan tanjafora
Tanjafora jitan tan tan
Fora ji ji jitantan ji ji jitan Tanfora tan jitanjafora Katy Núñez
Quizás sólo era necesario contar lamé verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con un poco de miel para suavizar la realidad de tu vida.
Juanma García
Fuente de Sevilla, agua que emana del monumento a la vida. Plazuela para soñar, Sevilla para quererte. Dulce manjar.
Rey San Fernando
Solo tienes que mirar al frente, consecuente.
Tan solo es vital la felicidad. Rienda suelta a la palabra, a la magia, a la alegría.
Como diría la gran Celia Cruz: “Azucaaaaar!”
El Mendigo
Caminaba a paso lento por la calle. Desconozco su nombre, pero entendí su historia nada más verle. Delante de mí, con su traje bien planchado y su sombrero de diario, derrochaba elegancia en su transitar.
Caminaba a paso lento, con su mejor perfume, con la cara suave del recién afeitado y con una media sonrisa en su boca, tras él un rastro de melancolía eterna.
Caminaba a paso lento, vestido con tonos otoñales y con una única nota de color, la que brotaba de sus manos, color en esas flores que radiaban vida, flores cuidadosamente recogidas. Seguramente él mismo se encargó de ello, la ocasión lo merecía.
Caminaba a paso lento. Mi memoria me devuelve a un día de lluvia, pero el sol quiso rendirle un homenaje y le acompañó en su paseo. Algo de luz y alegría bañaban su rostro, notablemente apagado. Demasiado se habían regado ya esas mejillas y algunas gotas más le caerían al llegar y al volver de su destino.
Caminaba a paso lento, porque esos tiempos de prisas ya se habían terminado. Él iba de visita y ella le estaba esperando, también sin prisas, como cada día, dispuesta a secarle las lágrimas y devolverle esa sonrisa con la que viene a verla, todos los días desde hace ya unos años.
Caminaba a paso lento por las diferentes etapas de la vida.
Calor que la primavera espera, luz que ensombrece nuestro caminar. Alegría a raudales, las plazas llenas, corazones que bombean, quieren disfrutar.
Aromas a incienso por las callejuelas, embriagan tu cuerpo al pasear. Pasiones ocultas en las entretelas, jazmines y azahares en su despertar.
Nubes que contemplan la macabra escena, no piden permiso para actuar. Lágrimas, llantos y mucha pena, hasta el próximo año habrá que esperar.
El Señor va de vuelta, su Virgen va detrás.
Llega de nuevo la primavera. Los campos vuelven a llenarse de flores y plantas hermosas. De los patios ya se van coloreando sus macetas. Para la escasa cantidad de agua que ha caído, la naturaleza, aún así, necesita regenerarse, reinventarse. La amapola le dice a la margarita que tenga cuidado con sus hojas. Esta le replica que es bella y útil, “la flor del amor” se llama a sí misma, aunque los enamorados se regalen rosas. Quién va a decir mejor, si no, lo que Julieta siente por Romeo en su balcón…
Los humanos, naturales por naturaleza y valga la redundancia, también pasamos nuestros inviernos. Algunos se quedan estancados en ellos, otros no lo soportan y con la mínima gota de rocío que les pueda caer y los rayos de sol se sienten vivos. Terminamos, todos de algún modo, tocando suelo, y no nos queda más opción que mirar hacia arriba, hacia el techo sin techo que es el cielo. Expresamos un reclamo, un suspiro, antes de renacer. Entonces decidimos reinventarnos desde ese mismo invierno frío y gris.
Pasamos diciembre, entramos en una “nueva” época con miles de metas y destinos posibles, pero que terminamos abandonando al poco de comenzarlos. ¡Y casi no nos da tiempo a saber si nos hubiera ido bien por ese camino! En fin, el ser humano…
De pronto, sin ton ni son, sin darnos cuenta, arriba marzo, que más que ventoso va mayeando. Los primeros rayos de vitamina D nos inundan cada rincón de la casa, y de nuestra alma. Llega la reinvención, las nuevas y renovadas energías. Y las ganas.
Ánimo y planifica, que vienen cosas grandes y bonitas. Tan bonitas como la margarita (o casi).
Abril, la primavera de la vida ya está en el mundo.
Abril aguas mil ya no persevera, viendo que marzo desde pronto mayea. El bebé que en la cuna se balancea, nacido cuando las macetas henchidas de color y olor primavera.
Y vendrá el Rocío, tan solo de nombre y Fe, porque las mañanitas de frío, poco se dejarán ver.
Fe, para ver ese llanto del cielo, a ver cuándo llega. Nombre, que resulta frío, pero nos llena de calidez.
Fe, a la que nos encomendamos.
Nombre, el de la Madre que la marisma riega.
Ojalá, Rocío, sobre los campos, para la siembra, y en la hierba.
Pobre balcón abierto, abandonado a su recuerdo. Futuro, el suyo, incierto, en un mundo poco cuerdo.
Detalles en su baranda forjada, puerta de tallada madera. Historia viva ya olvidada, todo sucumbe a la cartera.
Antigua casa de barrio ciudadano, vendida sin respeto al alquiler villano.
El paso del tiempo se hace latente, pero cuánta vida derrochó ese balcón: ¡Buenos días menganita!
¡Anda baja que te esperamos! Algún que otro beso esperado que se hizo de rogar. Demasiadas noches contemplando el infinito sin más, en un intento de solucionar un hipotético desenlace. Pura melancolía…
Patricia DelgadoSalió al balcón como cada domingo, pero ese era distinto, olía a azahar e incienso.
La abuela aún sigue pendiente, cuidando a los niños en la plaza mientras juegan y sonríen.
Y abrió el balcón. De alguna manera hay que pasar el calor en Sevilla…
Rocío C. GómezTus viejas rejas aún prometen la cara de la luna, pozo de miedos y ruegos inconfesables. Como testigo y como fe, un recuerdo que perdura. Como lo hará la imagen de ambos en el balcón, esperando el emotivo cante de tu saeta, al paso del divino Cristo de los Gitanos.
Katy NúñezYo, pequeña.
De la mano de mi abuela.
"No mires arriba, cariño, que el fantasma te va a embrujar"
"¿Que fantasma, abuela?"
"Una joven que se enamoró de un hombre, que se enamoró de la hermana de ella"
"No lo entiendo bien, abuela".
"Yo tampoco, cariño. Yo tampoco"
La Renacida
Nadie podía sospechar quién había sido el asesino. La puerta del balcón estaba abierta, el cuerpo yacía sobre un sobre con fotografías en color de cuerpos jóvenes. El viejo párroco todavía llevaba la sotana del último oficio en la iglesia del pueblo.
Alguien le había librado de sus pecados.
Arancha NaranjoCuarto mes de la naturaleza, el que llena de inciensos las plazas y casas, pero también olor a frescas flores, colorido en los patios de macetas impacientes. El que hace que la mujer vista, lo mismo de mantilla que va de flamenca por el albero. Nazarenos de capa y niños con espadas en el juego. Por las venas, poca carne y mucho fino y manzanilla. ¿Qué quieres que te cuente de abril si nací en Sevilla?
Abuela, por favor, cuéntame la historia una vez más —le pedía cada vez que la veía, y se sentaba nerviosa a escuchar:
Ven acá, resalao', ¿quieres que te lea la buenaventura?
Ponme una perra aquí, ¡no me la pones!
Permita Dios y te vea con tres palmos de lengua fuera, la mollerita' pela, las barbas te arrastren, los bolsillos te críen verdines.
Anda ya, resalao', que vas apañado.
La Renacida
¿Al norte o al sur? La ola me llevó Al norte o al sur.
Al amanecer. Al anochecer.
Arena, caracolas y estrellas.
Sea donde sea, del mar siempre bellas.
—¡Pelirroja mala suerte...! Ha sonreído delante del espejo recordando la cantinela que la acompañaba desde la más tierna infancia. En la calle, en el cole, con las amigas... Una acumulación de tópicos que no cesaron con la llegada de la adolescencia, aquellos días intensos en los que no desaparecieron las pecas de sus mejillas, en los que aumentó el volumen de sus pechos y en los que el rojo de sus trenzas se expandió a aquellos pezones incipientes y a otros lugares más inconfesables.
—¡Pelirroja mala suerte...! Cuando sus compañeros de clase le tomaron gusto a la cantinela, también lo hicieron, otro tópico más, con la costumbre de pellizcarla para evitar la supuesta mala suerte. Y pellizcaban, vaya si pellizcaban, ellos sabían dónde y ella sabía dónde, aunque nadie quisiera explicar el porqué, ni falta que hacía...
—¡Pelirroja, mala suerte...! Le susurró aquel pícaro profesor particular después de enseñarle que en la mitología griega las mujeres pelirrojas eran consideradas brujas, perversas, provocativas y amigas de lo oscuro; todo, un momento antes de contarle otro secreto desconocido hasta entonces:
—Si te cruzas con una pelirroja, tendrás mala suerte durante tantos días como botones tenga tu camisa...
No sabía el pícaro educador que aquel rojo del pelo se asociaba al riesgo de una mujer que le arrancó todos y cada uno de sus botones, a la obstinación de unos pezones encaprichados en una dureza perturbadora, al peligro de
—¡Pelirroja mala suerte...!
Ha sonreído delante del espejo recordando la cantinela que la acompañaba desde la más tierna infancia. En la calle, en el cole, con las amigas... Una acumulación de tópicos que no cesaron con la llegada de la adolescencia, aquellos días intensos en los que no desaparecieron las pecas de sus mejillas, en los que aumentó el volumen de sus pechos y en los que el rojo de sus trenzas se expandió a aquellos pezones incipientes y a otros lugares más inconfesables.
—¡Pelirroja mala suerte...! Cuando sus compañeros de clase le tomaron gusto a la cantinela, también lo hicieron, otro tópico más, con la costumbre de pellizcarla para evitar la supuesta mala suerte. Y pellizcaban, vaya si pellizcaban, ellos sabían dónde y ella sabía dónde, aunque nadie quisiera explicar el porqué, ni falta que hacía...
—¡Pelirroja, mala suerte...! Le susurró aquel pícaro profesor particular después de enseñarle que en la mitología griega las mujeres pelirrojas eran consideradas brujas, perversas, provocativas y amigas de lo oscuro; todo, un momento antes de contarle otro secreto desconocido hasta entonces:
—Si te cruzas con una pelirroja, tendrás mala suerte durante tantos días como botones tenga tu camisa...
No sabía el pícaro educador que aquel rojo del pelo se asociaba al riesgo de una mujer que le arrancó todos y cada uno de sus botones, a la obstinación de unos pezones encaprichados en una dureza perturbadora, al peligro de una joven cuyas manos descendían como una melodía dotada de ritmo por su entrepierna, y a la sorpresa de toda una dama que prolongaba el rojo de sus cabellos hasta el vértice prohibido bajo una volátil falda.
—¡Pelirroja, mala suerte...!
Delante del espejo ha recordado todas aquellas secuencias en un instante. Quizás haya sido una eternidad. El cristal le ha recordado el peligro que se encierra en cada rincón de su desnuda piel. Las trenzas son el presente de un pasado cercano en el deseo. El tiempo se ha detenido en la eternidad de sus curvas de mujer. Eso pregona el espejo. En la soledad de la habitación, sus manos siguen acariciando la más sensual de las melodías...
(Del libro "Las curvas de Venus" de Manuel Jesús Roldán Salguero) una joven cuyas manos descendían como una melodía dotada de ritmo por su entrepierna, y a la sorpresa de toda una dama que prolongaba el rojo de sus cabellos hasta el vértice prohibido bajo una volátil falda.
—¡Pelirroja, mala suerte...!
Delante del espejo ha recordado todas aquellas secuencias en un instante. Quizás haya sido una eternidad. El cristal le ha recordado el peligro que se encierra en cada rincón de su desnuda piel. Las trenzas son el presente de un pasado cercano en el deseo. El tiempo se ha detenido en la eternidad de sus curvas de mujer. Eso pregona el espejo. En la soledad de la habitación, sus manos siguen acariciando la más sensual de las melodías...
(Del libro "Las curvas de Venus" de Manuel Jesús Roldán Salguero)
El detective Andrés Garet pasa por un momento delicado; el que ha sido su compañero durante años se ha jubilado y no termina de acoplarse al nuevo acompañante que le han asignado. Mientras tanto se cruza en su camino lo que en apariencia podría ser un caso más de suicidio. Garet tendrá que adentrase en la vida del fallecido, comprobar si el hombre optó por quitarse la vida de forma voluntaria o, por el contrario, averiguar si su muerte tiene alguna relación con el software que desarrollaba para hacer apuestas.
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El portazo resonó en toda la planta. La orientadora laboral, el coordinador de formación y varios docentes ociosos que charlaban en la sala de profesores, se asomaron al descansillo de la segunda planta para comprobar cómo Quique Alonso, profesor y jefe del departamento de cocina, abandonaba de mala leche el despacho de dirección. Acababa de ser despedido.
Quejas de padres, de alumnos, de compañeros, de proveedores, de los conductores de autobuses urbanos, de policía local, de los electricistas que se encargaban del mantenimiento del instituto, de la Consejería de Educación y del Ministerio, volvieron la situación insostenible. Nunca pasó por la cabeza de Alonso seguir, el según su criterio, estricto e inservible guión legislativo, ni contempló la dimisión por el que estaba convencido era un excelente trabajo con sus alumnos.
Vacía su taquilla y se despide de ella con otro manotazo sonoro que se convierte en tres por el vaivén de la puertecilla. Le contempla estupefacto su más fiel seguidor, el alumno Sixto Barriga.
—¿Qué le ocurre, Señor Alonso? —se inquieta Barriga mientras intenta ajustar el gorro de cocina en su cráneo, a simple vista de perímetro bastante mayor que el de la prenda.
—Me largo. ¡Lo dejo! El centro y la enseñanza. Se acabó. No aguanto más tonterías. Los institutos son fábricas de mediocres y no voy a contribuir a eso ni un día más.
Una vena se le hincha a Barriga y el gorro salta hacia arriba desde su cabeza.
—No me cabe —se disculpa Sixto avergonzado.
—Suerte, muchacho, no hagas caso de lo que te digan. Disimula, haz como que aprendes y pon en práctica todo lo que os he explicado. —Alonso rodea al alumno, sale con otro portazo para volver a asomar la cabeza al momento—. Lo siento, Barriga, no es por usted —dice y cierra con delicadeza.
Que Sixto Barriga recordase, era la segunda vez en su vida que alguien le pedía disculpas. Mira fijamente al techo, reflexiona con urgencia y movido tanto por la admiración como por un sobrevenido cariño sale apresuradamente.
—¡No se vaya! —Grita Sixto en el parking cuando Alonso arranca su furgoneta—. ¿Qué va a ser de mí?
El dimitido profesor gira a toda velocidad la manivela de la ventanilla y se explica a la vez que el cristal es engullido por la puerta de la Citröen C-15:
—No puedo hacer nada por ti. El sistema ha vencido. Serás un buen cocinero de paellas de chiringuito. La vida te irá bien.
Alonso sabe que Barriga no es de lejos el mejor alumno, ni el más despierto, ni el más trabajador, pero sí el más curioso. Al menos es quien más pregunta. Nunca supo si lo hace por reducir aún más el escaso tiempo de clase, por algún desfase que pudiese sufrir durante el proceso de comprensión o por un interés real en la asimilación de contenidos. Sea como sea, ese chico le admira y podría serle muy útil en el proyecto que estaba a punto de emprender.
—¿Qué va a hacer usted, quedarse en casa cobrando el paro?
—De eso nada, Barriga. Tengo unos ahorros. Una herencia de un familiar que sufrió un accidente en la cocina de su vivienda y falleció. No entraré en detalles. Una tragedia. Cierto que yo estaba presente en la preparación de aquellas torrijas al vino, pero ya ha concluido la investigación y estoy libre de toda sospecha. No voy a aburrirle con esa historia, solo le diré que me corresponde una buena suma... Por cierto —Alonso le mira con decisión a los ojos—, necesitaré un buen ayudante…
—¡Voy con usted! —interrumpe el chico sin pensarlo abriendo la puerta del copiloto.
—¿No se cambia de ropa?
—¿Y si se va sin mi?
—Le esperaré. La palabra de un hombre lo es todo, y desde ahora mismo le digo que es usted mi ayudante. Le aguarda una vida de experiencias culinarias alucinantes, de triunfo profesional y reconocimiento social a quintales. Querido muchacho, le ya le veo dirigiendo un local con tres estrellas Michelin, se lo garantizo.
«Delicias nómadas», bautizó Alonso la empresa.
—¿Qué le parece?
—Nómadas… me encanta. ¿Cree usted que funcionará?
—Desde luego, Barriga. Nos conocerán en todo el país. Llevaremos nuestros conceptos a cada rincón. Lucharemos contra gigantes, empresas que venden comida de mentira, que captan a nuestros jóvenes para la causa del colesterol y les condena a usar de por vida una talla especial de chándal. ¡Pero ojo! —Advirtió Alonso para dejarlo claro—. Son muchos, muy grandes y sus redes pegajosas. No será fácil.
—Parece mucho trabajo. Se lo tendré que decir a mi novia. ¡Y a mis padres!
—Hágalo, muchacho. Nos vamos al sur.
El viaje transcurría como la seda hasta que Alonso giró bruscamente y abandonó la autopista. Destino: área de descanso.
—Conozco este lugar, Barriga. Entre y dígale al encargado que deseo hablar con él, que somos cocineros de verdad y debe cambiar su modo de hacer las cosas, incluidos productos, elaboración y presentación de sus platos.
—Pero… No va a querer.
—Pues insista, hombre. No acepto un «no» por respuesta. ¿Quiere su sueño, su restaurante estrellado? Pues comencemos a trabajar. No hay más remedio que cambiar todo desde la base.
Con el ceño fruncido escuchó Alonso el recado que trajo de vuelta Sixto Barriga: «Dice que nos vayamos a la mierda».
—Barriga, póngase al volante y mantenga la furgoneta arrancada, ahora vuelvo.
Tras unos minutos y de nuevo en ruta, con apenas un kilometro recorrido, escucharon una explosión. Sixto vio por el retrovisor una tremenda llamarada y una columna de humo elevándose al cielo desde el restaurante del área de descanso. Miró extrañado al profesor.
—Esos fogones no cometerán más ofensas —aseguró Quique Alonso sin apartar la vista del asfalto.
La policía tomó declaración al encargado del complejo: «Han sido un muchacho de cráneo llamativo y con escaso poder de convicción y un cincuentón de mirada turbia y cabeza normal». «Mmm…», opinó el inspector de policía entrecerrando los ojos.
Anochecía al dejar de nuevo la autopista. Pararon en el primer hotel que encontraron en la ciudad. Frente a ellos, en formación, una hilera de motocicletas aparcada a la puerta de un establecimiento de comida rápida e internacional.
—¡Será posible! —Exclamó Alonso— ¿Ha visto eso?
—Sí, hacen unos tacos deliciosos.
—¿Cómo dice? Vaya dentro y hable con el cocinero. Comuníquele que no me meto en sus variedades culinarias, pero necesariamente esos alimentos llegarán fríos carentes de alma a sus destinos. Exprésele mi deseo de reunirme con él. Deben suprimir esa forma de distribución e incentivar a los comensales para acudir a su establecimiento.
—Pero, mire lo que pasó la última vez…
—¿Qué pasó? ¡Nada! Conseguimos nuestro objetivo, estamos sanos y salvos. Unos desperfectos en una cocina. Una mano de pintura y habrán entrado en razones. Escaso precio a pagar para el favor que les hicimos. Entra y anuncia que tiene esperando a Quique Alonso, el chef. ¡Vamos muchacho!
El interlocutor de Sixto Barriga, un veinteañero lento y confundido, rehusó la reunión, «no me apetece», fue el argumento. Al escucharlo de boca de Barriga, Alonso, desairado, sacó una soga de la furgoneta.
A los pocos minutos, desde la ventana del hotel, alumno y profesor observaron alborozados como arrancaba un camión arrastrando en bloque las motos atadas a su parachoques mientras el encargado del local corría tras el amasijo.
—Descansemos, esta noche tenemos batallas que librar —avisó Alonso satisfecho y corrió las cortinas dando por terminado el espectáculo.
Tras varias cerraduras selladas con silicona, ruedas de motocicletas pinchadas, dos incendios de terrazas patrocinadas y algunas pintadas expresionistas, la policía se involucró de lleno. La explosión de la autopista salió en las noticias y las pesquisas condujeron hasta un muchacho poco desenvuelto que solicitaba un cara a cara con un tal Alonso, cocinero. «Tenemos el modus operandi», dedujo el inspector.
El sur era precioso, el mar lo definía y la luz lo inundaba todo. La diversión vivía allí. Un primer vistazo al paseo marítimo del pueblo, sembrado de carteles con menús del día, causó espasmos en Alonso y desasosiego en Barriga, que anticipó un día cargado de peticiones de entrevistas con su jefe.
—Esto es el infierno alimentario. ¿Ha visto esos calamares? Empezaremos por ese lugar. Ya sabe, Barriga: quiero hablar con ellos.
Tras dos días arrasando restaurantes y centros comerciales de la localidad, sintieron cerca el aliento de las fuerzas del orden y el profesor decidió, por seguridad, alejarse de la costa. Se camuflarían en el medio rural. Allí la comida era otra cosa, podrían tomarse un día de descanso, sin reuniones de trabajo. Barriga lo agradeció. Se decantaron por un pueblo tras ver un tradicional mesón en la plaza.
—¡Aquí comeremos como marqueses, muchacho! —Alonso sacudió a Barriga por los hombros, sentado frente a él.
En ese comedor con vigas de madera, sillas de estilo castellano y manteles blancos como la nieve, todo volvía a cobrar sentido.
—¡Mesonero! Tomaremos vino de la casa, por hoy no conduciremos más.
En la televisión, el telediario hablaba de un grupo descontrolado de radicales de extrema izquierda que estaba sembrando el caos en franquicias de multinacionales. La policía estaba tras su pista: «Están acorralados», manifestó el comisario. Ajenos a las noticias, Quique Alonso y Sixto Barriga
esperaban la carta con expectación.
Tras revisar dos veces la única página, el profesor Alonso buscó al camarero con los ojos inyectados en sangre. Barriga tragó saliva y secó el sudor de su frente con la servilleta de hilo. En la carta todo eran fotos de perritos calientes, hamburguesas y platos combinados. Los guisos y el cabrito al horno sólo se preparaban por encargo con un día de antelación.
Lo que ocurrió después fue rápido y confuso. Así quedó reflejado en el informe policial: «Violencia descontrolada acompañada de un mensaje pesimista y ofensivo para la gerencia del devastado local y la hostelería en general. El más joven se escuda, sin convicción en que el suceso lo provocó un problema con la bebida del mesón, argumenta que el vino no era de la casa, al menos de esa».
A Ti que pocos te miran, a Ti que pocos te esperan.
A Ti, que nadie te reza…
Tú qué eres ejemplo, sinónimo eterno.
Tú qué eres lección de vida, Tú que en la victoria habitas.
Tú, a Ti, para Ti,… ninguneando la muerte, abrazando la vida.
Apuntaba maneras. Cual paso de Semana Santa de la ciudad hispalense, tomó una caja de cartón, era ideal, se metía debajo, tenían que verle su carita, tan pequeño. Entonces, la imaginación volaba, allá por el mismo cielo y el pequeño Jose Javier hacía que esa caja cobrara vida. A tan pronta edad, una voz angelical arrancaba el aplauso del barrio al grito de ¡a esta é!
Siempre jugó a los pasos. Su mayor diversión. Cogía una banqueta y la movía al son de un marcha, cual cofradía por Campana. El tendedero de casa hacía las veces de uno de los palios más bonitos, meciéndolo con arte y compás.
Los padres de la criatura, fieles cómplices, montaron su primer paso. Cuatro tablas sirvieron para dar vida a una ilusión, esa que brotaba desde lo más profundo, la que dio rienda suelta haciendo realidad un sueño, bendito sueño.
Pero un buen día, el paso de sus anhelos, no estaba en su sitio
predilecto, donde lo guardaba todos los días. Tan grande fue su pena que el pequeño se ahogaba entre lágrimas. No había consuelo para Jose Javier. Para calmar su angustia su padre elaboró un nuevo paso, de estructura más sólida, que poco a poco fue tomando consistencia, afianzando un proyecto más moderno. Una alegría desmedida irradiaba día a día su carita.
Sacaba su paso a su antojo, no había fechas ni horas, vivía el momento dándolo todo. Jose Javier lucía orgulloso su costal trianero. Fue capataz, dando órdenes a golpe de martillo y chicotá, fue penitente, pues casi descalzo y sin capirote cumplió dulcemente su penitencia, es saeta pues canta con la mayor de las devociones, es aguaó que no falte un fresco jarrillo que alivie la sed, es sin duda, un pequeño gran cofrade.
Las ganas de más, no se agotaban. El pequeño crecía al igual que crecían sus ansias de reinventar. Tocaba un nuevo diseño, un conjunto ornamental, más trabajado, cuidando
con mimo los detalles: una pequeña cruz dorada cual llamador, la Giralda a los pies de la imagen, una Virgen coronada, con un rosario y un delicado pañuelo entre sus manos. Dorados respiraderos, un justo faldón de azul terciopelo cubriendo la parihuela. Verdaderamente quedó precioso.
Y el primer domingo de primavera, el niño estrenaba su paso. Porque era suyo. Tocaba su salida triunfal, en el parque del barrio. Todos estaban expectantes. Dieron las cuatro de la tarde y ya asomaba por la puerta del bar que regentaban sus padres, el tan esperado paso. Dos costaleros formaban la cuadrilla, no
más, orgullosos de llevar sobre sus hombros su apreciada Virgen. No temían a los nervios, ya eran años de experiencia, los ensayos dieron su fruto con una digna ovación de los allí presentes.
Un día, no muy lejano, creando escuela, se verá en la delantera del palio, al cuidado del llamador, un capataz de nombre Jose Javier, dirigiendo a la espléndida cuadrilla de Nuestra Señora de la Esperanza de Triana.
Solo entonces, será memorable indagar en el recuerdo, quizá con los ojos empañados, a sabiendas, que todo comenzó con una adorable y simple caja de cartón…
Tengo la mano de mi padre agarrada. Una mano rugosa, deformada por la artrosis, ya casi no puede coger la pluma y escribir a máquina no le gusta. Me recuerda al pintor Renoir en el final de su vida. Lo he visto en su biografía, en algunas fotos sus manos aparecen envueltas en vendas que intentan sujetarle los pinceles, porque los dedos están demasiado anquilosados. Estamos sentados en el mirador delante de los paraguayos en flor. Cualquiera diría que se trata de un jardín japonés, pero estamos en el Mediterráneo y no son cerezos: la flor es algo más grande y de un rosa más intenso. Abril es un mes muy bonito en la costa, la temperatura es agradable y los campos están llenos de colores.
–Nunca le he contado esto a nadie, -me dice con una voz pausada, mirando al huerto primaveral-. ¿No sé si es importante, si puede ayudar a alguien en su camino para llegar a ser un escritor?
Yo era pequeño cuando ocurrió, no tendría más de catorce años y fumaba. Lo recuerdo porque tenía una pitillera muy bonita de cuero color marrón, para tabaco y papel de liar. Entonces, si eras hombre, te regalaban una cigarrera para la confirmación. Yo muy orgulloso de ella, la exhibía en el bolsillo de la camisa, dejando que se viera un poco el borde.
Mi madre me mandó a echar una carta para el primo Zapatero, le pedía esta casa en la que estamos para el mes de julio, para librarnos del calor estival de Madrid. Yo iba con el pitillo de la mano a la boca y de la boca a la mano y en un descuido tiré el sobre junto con el cigarrillo al buzón, una cabeza de león pegada a una pared con unas fauces enormes por donde se depositaba la correspondencia. Me asomé por la abertura y pude comprobar, para mi desgracia, que la colilla había prendido fuego a todo lo
que había allí dentro, misivas con ribete de color azul, sobres de papel maché, otros con ventanilla transparente… Estos últimos, muchas veces, eran los más importantes para el destinario:notificaban el cobro de impuestos, concesión de licencias, etc. Era la vía de comunicación para la Administración Pública, pero carecían de interés para un escritor en ciernes. Entré corriendo a la estafeta de Correos para apagar el fuego. Un hombre vestido con un guardapolvo azul me acompañó hasta el sótano donde caían las cartas desde una red a una caja de madera.
La brasa se había limitado a quemar solo la esquina superior izquierda de la caja sin alcanzar a formar llamas. Lo extinguimos rápidamente y recogimos un buen manojo de correspondencia quemada. Dado que yo era el culpable, me presenté como voluntario para comprar nuevos sobres y reescribir las direcciones que no se habían perdido. El hombre gris aceptó.
Mi adolescencia pertenece a un tiempo en el que no había problemas con la protección de datos, ni siquiera sabíamos que se podría llegar a hablar de algo así algún día.
Me tomé mi misión con mucha responsabilidad, porque a los catorce años uno era muy serio y quería hacerlo todo bien. Primero clasifiqué aquellos restos; si eran misivas administrativas, me iría a la oficina correspondiente y les advertiría sobre mi torpeza, pero si el remitente no era oficial, leería lo que quedara del mensaje, imaginaría y confeccionaría otro. Aprovecharía mis ratos libres después de clase y los fines de semana. Fue una tarea ardua, pero a la vez no exenta de atractivo. Me llevó aproximadamente medio mes, al cabo del cual solo me restaban dos o tres sobres tan estropeados que no pude rescatar ni la dirección ni alguna información que pudiera darme alguna pista. Creo que aún están guardados en alguna carpeta en mi despacho. Porque pensé que podría utilizarlos para el núcleo de algún cuento. Pero después de aquel ejercicio de escribir diariamente conseguí crear un hábito, sacar tiempo para de escritura diaria y, lo que es más importante, aprender a inventar partiendo de unas pocas palabras.
Lo asumí como mi técnica: redactar al menos mil palabras todos los días durante dos semanas. Urdiendo una historia diferente por el mero hecho de escribir, de
imaginar. Y así he seguido; tres o cuatro veces al año me dedico a espolear la imaginación durante quince días. Ahora ya estoy cansado, ya no escribo más, pero mis inicios fueron así. No sé si le servirán a alguien.
Era la primera vez que mi padre me hablaba de sus comienzos como
escritor. Había llegado el tiempo para las confidencias del hombre corriente. La conversación había sido larga y se le notaba cansado. Lo arropé con una manta de sofá y le llevé un vaso de agua. Así sentado con su sombrero de paja, el cuerpo cubierto, la cabeza ladeada sobre el hombro, parecía un pintor queriendo captar la luz de la tarde.
Ante todo Ibai muchísimas gracias por concedernos la entrevista. ¿Como estás? ¿En que momento de tu vida te encuentras?
En primer lugar, feliz de atenderos y contestar a todas vuestras preguntas. Estoy en un momento relajado a nivel personal, y sin parar a nivel profesional. En 2020 se paró el mundo, y a día de hoy no se ha recuperado el ritmo del todo. Se siguen celebrando conciertos de giras aplazadas y eventos que han tardado tres años en volver a programarse.
¿Cómo descubriste que querías dedicarte al periodismo? Y sobre todo de especializarte en la música.
Trabajar en la televisión es toda una sorpresa y algo que ni yo mismo esperaba. Mi sueño desde pequeño fue ser locutor de Radio y Dj. La música es la protagonista de todos mis primeros recuerdos. Disfrutaba durante horas escuchando la radio y sus novedades , viendo programas de actuaciones , haciendo mis primeras mezclas en cintas de casete y comprando mis primeros discos en 1993.
El mismo día que cumplí 18 años, empecé a pinchar en el local más conocido de un pueblo llamado Mungia. A los 20 y sin terminar de
estudiar, ya tenía mi contrato en una televisión. Mis conocimientos musicales y mi interés por aprender hicieron que rápidamente me dieran una oportunidad. Una tarde de 2002 había muchos eventos que cubrir en Bilbao y entre ellos un reportaje aniversario con las chicas de Bellepop (PopStars España) , y no dudaron en mandarme a cubrirlo. Desde aquella noche, no he parado hasta hoy.
De hecho, se suele escuchar que el periodismo musical ya casi no existe ¿Cuál es tu opinión? ¿Crees que hay futuro en el?
Hemos cambiado la forma de consumir música y eso ha hecho que se pierda todo el interés. En su día se vendían discos , revistas , merchandising , había listas de novedades , singles... A día de hoy, nadie se escucha un disco completo y tampoco tiene interés por saber el artista que canta su canción favorita. Antes la vida de un disco era de casi dos años , se sacaban hasta nueve singles de un trabajo de diez , y se salía de gira durante dos o tres años con el mismo repertorio.
En 2023, la canción Top que se estrenará el próximo Viernes, nadie la recordará tres semanas después. En cada emisora suenan sus 30 o 40 canciones en bucle y no hay rotación
de ningún tipo. Una persona menor de 25 años piensa que Rosario o David Bisbal son populares por ser Coach de La Voz , que Mónica Naranjo se hizo popular en OT y la isla de las tentaciones o creen que Nirvana es una marca de camisetas del Bershka . El interés por la música se ha perdido por completo.
No tengo claro que pasará en los próximos años con el periodismo musical. Últimamente nos preocupa más que Aitana Y Yatra se besen en un evento, que sus respectivos lanzamientos.
También he visto que eres DJ ¿Con que dirías que disfrutas más?
¿Siempre estuviste interesado por eso?
Considero que los 80 y 90 fueron dos décadas brutales musicalmente hablando, y la música de baile marcó mucho en aquellos años. A mi desde pequeño me volvía loco el mundo de los djs y su mezclas. Soñaba con mezclar las canciones que más me gustaban, y el 4 de Noviembre de 1999 se empezó a cumplir el sueño. Un Dj es un Psicólogo, una persona capaz de hacerte pasar por diferentes estados de ánimo en pocos minutos. Sabes
elegir la canción perfecta en el momento exacto, es algo que no todo el mundo sabe hacer y que se aprende con los años. 24 años después de empezar en el mundillo, sigo disfrutando en cada evento o sesión. Me sigue volviendo loco pinchar remezclas, versiones, y selecciones musicales que considero especiales. No podría elegir ser Dj o presentador de Local Musical .
De todos los famosos con los que has podido tratar ¿Con cuales ha sido más fácil trabajar y quién te ha sorprendido más?
Son más de 20 años entrevistando a todos los artistas del momento, y casi todos son maravillosos. Con el paso del tiempo, algunos son amigos y con otros tengo un trato estupendo . Puedo presumir de tener una relación muy especial con Merche , Sergio Dalma , Vanesa Martín , Fangoria , Shinova , Ainhoa , Manuel Carrasco , Amaral o Dorian entre otros.
Y de cara al futuro ¿Cómo crees que podrás encaminar todo este mundo?
Posiblemente seguiré siendo un friki musical durante muchos. El mundo de la música ha cambiado mucho, pero creo que hay personas (Aunque sean cada vez menos) que necesitan seguir estando informadas. Local Musical se renueva poco a poco e intenta ponerse
al día , pero tampoco quiere renunciar al formato de siempre. Sus entrevistas jamás podrán desaparecer.
Dentro de tu vida profesional ¿dónde
Dentro de tu vida profesional ¿dónde te encuentras más feliz?
Me encuentro muy feliz pinchando y haciendo entrevistas, pero entiendo que no podré estar pinchando con 60 años. Posiblemente con el paso de los años, tendré que seleccionar bien los eventos y fiestas que más me apetezca hacer, y en la televisión seguiré siempre con Local Musical o con un proyecto vinculado a la música.
A nivel personal he descubierto que eres bastante eurofan… ¿Cómo has llevado todo este BeniFest? ¿Estas emocionado con Eurovisión este año?
Eurovisión es sin duda una de las grandes fiestas anuales de la música. Es absolutamente brutal que cada año un festival nos presente tantas nuevas canciones y nos de oportunidad de valorar y descubrir las apuestas de cada país. Hablo de las canciones seleccionadas para ir al festival, y las cientos de propuestas que conocemos en las preselecciones.
El Benifest del pasado año fue oro. Chanel , Rigoberta , Rayden... Fue un año sobresaliente.
Este año mi apuesta era Agoney, y la canción Nochentera. Agoney brilla siempre sobre un escenario, y hubiera quedado muy muy bien en Europa. Su voz , su puesta en escena , una
canción compleja pero muy rica en matices... Era el año de Agoney.
Después se ha demostrado que Vicco es la gran revelación y revolución del año. Nochentera sigue arrasando meses después de salir, y eso lo consiguen muy pocos a día de hoy.
Además Vicco tiene un 2023 imparable (Me lo contó la semana pasada en Local Musical)
No me gustaría ser malo, pero considero que Blanca Paloma se parece demasiado a voces que ya triunfan o han triunfado en España. En el Benifest del pasado año, parecía una artista malagueña que adoro, y este 2023 creo que su apuesta es buena pero no me emociona. A pocos días para la final, nadie sabe cantar más trozo que el Eaeaea...
Mi apuesta para ganar Eurovisión 2023 es Loreen o LaZarra
También hemos visto tu entrega completa en redes, reinventándote siempre que puedes.
¿Crees que las redes y las nuevas plataformas favorecen a nuestro trabajo?
Creo que las redes son una gran herramienta para descubrir y compartir, pero son un arma de doble filo. Hay gente que escucha las canciones durante 20 segundos, y
pasan directamente a la siguiente. Todo es rápido y ya. Hemos aprendido a consumir listas de música, y casi nunca seleccionas un disco completo. Por otro lado, son maravillosas para estar al día de lanzamientos , nuevas fechas de conciertos e información sobre el artista que más te gusta.
Mi recomendación siempre es escuchar los discos en redes y posteriormente comprar el Cd, vinilo o hacer la descarga legal.
Jijiji. Cerveza en cualquier formato. Barril , botellín o lata... Siempre rubia y lo más fría posible, y la tortilla siempre siempre siempre con cebolla y no demasiado cuajada.
Y por último, ¿Qué consejo nos darías a todos los futuros periodistas?
Antes de la última pregunta, tenemos la necesidad de saciar nuestra curiosidad, ¿cerveza de barril o botellín? Y… ¿tortilla de patatas con o sin cebolla?
Mi consejo es seguir soñando en grande hasta que se cumpla. Yo trabajo en televisión y en la radio más escuchada del País Vasco, pero en la actualidad hay otras opciones. Puedes hacer periodismo en tu canal de Youtube, en una emisora online y hasta en TIK TOk . Lo importante es no dejar de luchar por lo que quieres.
Mil gracias.
Primavera, la estación perfecta. Y con ella esta edición bimensual donde abril y mayo se conjugan a la par, con la felicidad de confirmar que la familia, esta tribu de locos, no tan bajitos, crece y crece y nuevas formas y firmas se suman a esta revista, en nuestro día a día y en estos especiales que tanto disfrutamos.
Una vez más, una revista cultural, repleta de palabras de verdad para nuestro disfrute personal y así, poder llegar. Y sin ademas, perdéis un ratito en leerla, aún mayor felicidad.
Gracias a todos los firmantes y a Ibai que nos ha regalado, le ha regalado a Marisol, una entrevista musical muy especial.
Y a Adriana, que se estrena con la portada y a la que ya le he comentado que no deje la fotografía, que lo hace genial.