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Josefina Vicens y60El libro vacío: años de la rosa perfecta de la literatura mexicana Eve Gil

Fábulas fantásticas (fragmento)

Ambrose Bierce El tráfago del mundo. Notas sobre un epistolario de O ctavio P az José María Espinasa

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 15 de abril de 2018 ■ Núm. 1206 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Entrevista con el poeta español E loy S ánchez R osillo Juan Domingo Argüelles


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Fábulas

(fragmento) Ambrose Bierce JOSEFINA VICENS Y EL LIBRO VACÍO: 60 AÑOS DE LA ROSA PERFECTA DE LA LITERATURA MEXICANA Suele abusarse de él, pero “extraordinaria” es el adjetivo que mejor define a la mexicana Josefina Vicens y a su obra: guionista prolífica, autora de verdaderos clásicos del cine nacional, cronista taurina bajo seudónimo masculino, feminista avant la lettre, defensora de los derechos laborales y las campesinas, es también la primera mujer que recibió el premio Xavier Villaurrutia por una de las dos únicas novelas que escribió –además de un solo cuento–: El libro vacío, que este año cumple seis décadas de haber sido publicado por primera vez, y del que Eve Gil habla con pleno conocimiento de causa y a partir del entrañable afecto que le suscita lo que define muy bien como “la rosa perfecta de la literatura mexicana”.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

La trágica vida del Lexicógrafo del diablo se fra­ guó desde su infancia. Uno de sus hermanos se convirtió en el fortachón de un circo mientras que otra hermana misionera fue devorada por antro­ pófagos en África. A pesar de esta información pintoresca, Ambrose Bierce despreció a su familia casi tanto como odió al resto de la Humanidad. Gozó de fama y reconocimiento; sin embargo, no atemperaron la desgracia: su esposa le fue infiel, sobrevivió a sus dos hijos varones y padeció de asma y de las heridas de guerra que le dejó la experiencia militar en la Guerra de Secesión. Reconocido como periodista, fue amigo cer­ cano y admirador de Mark Twain. Su carácter pesimista y misántropo se plasmó en la literatu­ ra –Julio Cortázar se declaró admirador de sus cuentos–, ensayada ante todo mediante la sátira. En 1899 publicó Fábulas fantásticas que in­ cluyen las secciones de “Esopo enmendado” y “Sierras viejas con nuevos dientes”, en que ridi­ culiza la corrupción y la estupidez política esta­ dunidense. Se le reconoce sobre todo por su Diccionario del Diablo. Ambrose Gwinett Bierce desapareció en algún lugar del norte de México sin dejar rastro –se dice que siguiendo a las tropas de Francisco Villa. Sus últimos años inspiraron a Carlos Fuentes la no­ vela Gringo viejo. Conmino a mis contemporáneos a que sigan el ejercicio de contrición de uno de los personajes caricaturizados –y no menos real– por El amargo Bierce, como (e)lectores y disfruten de estos tex­ tos breves y rabiosos, ¡ay, tan actuales y premo­ nitorios!: “El Elector Soberano, arrepentido, se privó a sí mismo de la influencia política apren­ diendo a leer.”

EL TESORO Y LOS BRAZOS Un Tesoro Público sintió Dos Brazos extrayendo su contenido y exclamó: –Señor Tesorero, exijo una compensación. –Pareces saber algo sobre el discurso parlamentario –dijeron los Dos Brazos. –Por supuesto –respondió el Tesoro Público–, estoy familiarizado con el desvío de recursos legislativo.

LA SOMBRA DEL LÍDER Un Líder Político paseaba en un día soleado cuando observó que su sombra lo abandonaba y se alejaba rápidamente. –¡Vuelve aquí, canalla! –le gritó. –Si hubiera sido una canalla –respondió la Sombra, aumentando su velocidad–, no te habría abandonado.

LOS POLÍTICOS Y EL SAQUEO Varias entidades políticas se dividían el botín. –Administraré las cárceles –dijo un Respeto Decente de la Opinión Pública– e implementaré un cambio sustancioso. –Y yo –externó el Escudo Manchado– retendré mi actual conexión general con los asuntos, mientras que mi amigo aquí presente, el Armiño Sucio, permanecerá en el poder judicial. La Olla Política afirmó que no herviría más a menos que la llenaran nuevamente con agua de la Alberca Mugrosa. El Poder Cohesivo del Saqueo Público destacó con tranquilidad que ambos jefes estarían a su disposición. –No –refutó la Profundidad de la Degradación–, ya están bajo mis órdenes.

UN HOMBRE DE ESTADO Un Hombre de Estado que asistía a una reunión de la Cámara de Comercio se puso de pie para hablar, pero se le objetó argumentando que no tenía nada que ver con el comercio. –Señor presidente –intervino un anciano miembro, levantándose–, considero que la objeción carece de sustento; la relación entre el caballero y el comercio es cercana e íntima. Él es una mercancía.

EL CONGRESO Y EL PUEBLO Sucesivos Congresos empobrecieron enormemente al Pueblo, que se desanimó y lloró copiosamente. –¿Por qué lloras? –preguntó un Ángel que se había posado sobre una valla cercana.

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Portada: Una rosa es una rosa... Fuente: otroangulo.info

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fantásticas –Se llevaron todo lo que tenemos –respondió el Pueblo, señalando al sugerente visitante–, con excepción de nuestra esperanza en el Cielo. ¡Gracias a Dios no pueden privarnos de eso! Pero al final llegó el Congreso de 1889.

Arte original de Arnold Stark Lobel (1933-1987) Fuente: donswaim.com

DOS POLÍTICOS Dos políticos intercambiaban ideas sobre las recompensas del servicio público. –La recompensa que más deseo –estableció el Primer Político–, es la gratitud de mis conciudadanos. –Eso sería muy gratificante, sin duda –confirmó el Segundo Político–, pero ¡ay! para obtenerla tienes que retirarte de la política. Por un instante se miraron el uno al otro con ternura inexpresable y después el Primer Político murmuró: –¡Hágase la voluntad de Dios! Ya que no podemos esperar una recompensa, contentémonos con lo que tenemos. Y sacando sus respectivas manos derechas del erario, juraron conformarse.

EL BUEN GOBIERNO –¡Eres un país muy feliz! –le dijo una República Gubernamental a un Estado Soberano. Sé suficientemente bueno para permanecer quieto mientras camino sobre ti, cantando las alabanzas del sufragio universal y elogiando las bendiciones de la libertad civil y religiosa. Mientras tanto, puedes aliviar tus sentimientos maldiciendo el poder de un solo hombre y las decadentes monarquías europeas. –Mis servidores públicos son unos tontos y canallas desde que accediste al poder –respondió el Estado–; mis cuerpos legislativos, tanto estatal como municipal, son bandas de ladrones; mis impuestos son insoportables; mis tribunales son corruptos; mis ciudades son una vergüenza para la civilización; mis corporaciones asfixian a los intereses privados. Todos mis asuntos están en desorden y confusión criminal. –Eso es verdad –asintió la República Gubernamental, calzándose las botas de suela gruesa. Pero considera cuánto te emociono cada cuatro de julio.

EL MIEMBRO HONORABLE Un Miembro de una Legislatura, que se había comprometido con sus electores a no robar, al final de la sesión se llevó a casa una gran parte de la cúpula del Capitolio. Enseguida, los votantes celebraron una reunión de indignación y aprobaron una resolución que incluía emplumarlo con alquitrán. –Son muy injustos conmigo –se quejó el Miembro de la Legislatura. Es cierto que me comprometí a no robar, pero, ¿alguna vez les prometí no mentir? Los votantes admitieron que era un hombre honorable y lo eligieron como Congresista de Estados Unidos, sin compromisos ni plumas.

EL DIRIGENTE DE PARTIDO Y EL CABALLERO Un Dirigente de Partido abordó a un Caballero a quien vio ocuparse de sus propios negocios: –¿Cuánto pagará por una nominación a un cargo público? –Nada –respondió el Caballero. –Pero contribuirá con algo al fondo de su campaña electoral, ¿no es así? –preguntó el Dirigente de Partido, guiñando el ojo. –Oh, no –negó el Caballero, con seriedad. Si la gente desea que trabaje para ella, debe contratarme sin que se lo solicite. Me siento muy cómodo en libertad. –Pero –urgió el Dirigente de Partido–, una elección es algo que se desea. Es un gran honor servir al electorado. –Si servir es un gran honor –aclaró el Caballero–, sería indecente buscarlo; y si lo obtuviera por mi propio esfuerzo, ya no sería un honor. –Bueno –insistió el Dirigente de Partido–, al menos espero que apoye el programa del partido. El Caballero puntualizó: –Es improbable que sus autores expresaran mis opiniones con precisión sin consultarme antes; y si respaldara su trabajo sin aprobarlo, me convertiría en un mentiroso. –¡Usted es un hipócrita detestable y un idiota! –reconvino el Dirigente de Partido. –Ni su buena opinión sobre mis facultades –agradeció el Caballero–, me persuadirá.

LAS LIEBRES Y LAS RANAS Los Miembros de una Legislatura, a quienes habían

tildado de los ladrones más viles del mundo, decidieron suicidarse, para lo cual compraron mortajas y, tendiéndolas en un lugar conveniente, se prepararon para cortarse la garganta. Mientras afilaban sus navajas de afeitar, unos vagabundos que pasaban por ahí les robaron las sábanas. –¡Vivamos, amigos! –le dijo uno de los legisladores al resto. El mundo es mejor de lo que pensábamos. Alberga ladrones más viles que nosotros.

LAS HORMIGAS Y EL SALTAMONTES Algunos Miembros de una Legislatura hacían el balance de su riqueza al final de la sesión cuando se presentó un Minero Honesto y les pidió compartirla con él. Los Miembros de la Legislatura preguntaron: –¿Por qué no adquiriste una propiedad? –Porque –confesó el Minero Honesto– estaba tan ocupado buscando oro que no tuve tiempo para guardarme algo que valiera la pena. Entonces los Miembros de la Legislatura se burlaron, recriminándole: –Si desperdicias tu tiempo en diversiones fútiles, no esperes, desde luego, beneficiarte de las bondades de la industria. El Rey Tronco y el Rey Cigüeña La gente descontenta con una Legislatura Demócrata, que les robaba no más de lo que tenían, eligió a una Republicana, que no sólo les robó cuanto poseían sino que exigió un pagaré por el saldo adeudado, asegurado por una hipoteca sobre su esperanza de muerte

Versiones de César abraham naVarrete Vázquez


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El tráfago dEl mundo Notas sobre un epistolario de José María Espinasa LA RECIENTE APARICIÓN DE LOS EPISTOLARIOS DE OCTAVIO PAZ CON JOSÉ LUIS MARTÍNEZ Y CON JAIME GARCÍA TERRÉS PERMITEN REFLEXIONAR SOBRE UNA DIMENSIÓN MÁS DE LA COMPLEJA PERSONALIDAD DEL NOBEL MEXICANO: SU INMENSA CAPACIDAD DE TRABAJO Y SU INCESANTE LABOR DE DIFUSIÓN DE LA CULTURA MEXICANA, PERO TAMBIÉN SU OFICIO COTIDIANO, LA TALACHA PARA SOBREVIVIR. EL EPISTOLARIO MUESTRA ASIMISMO A UN OCTAVIO PAZ VIAJERO, AUSENTE, ABIERTO AL MUNDO, PERO NUNCA DESVINCULADO DE SU PAÍS.

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Octavio Paz en un retrato de 1992 Foto: Paulina Lavista

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ra previsible que una de las vetas posteriores a su muerte en el estudio de la obra y la persona de Octavio Paz fuera el trabajo sobre sus epistolarios, en especial los que estaban en archivos oficiales, tanto de la Secretaría de Relaciones Exteriores como de instituciones, editoriales y organismos con los que él tuvo relación. En el caso de los oficiales, es probable que estén en los archivos y se tenga acceso a ellos y, en la medida en que la heredera de los derechos, Marie José Paz lo autorice, se puedan ir conociendo. Como ocurre con Alfonso Reyes, el tiempo irá mostrando el valor de ese material como parte de la historia cultural, literaria y política de México. Actualmente se han publicado en libro los de ReyesPaz, las cartas de Paz a Segovia, Jean Clarence Lambert y Pere Gimferrer (han aparecido muchos en revistas y suplementos parciales que no se pueden considerar sino muestras de futuros estudios. En esa multiplicidad hay diferencias de grado e importancia y también en la preparación de las ediciones, a veces sin una mínima notación). Es el caso de los dos epistolarios aparecidos recientemente, con José Luis Martínez y con Jaime García Terrés, dan el tono de lo que se puede considerar ya un aspecto atmosférico general de esas correspondencias: la asombrosa actividad y capacidad de trabajo de Paz en relación con la promoción de la cultura mexicana y de su propia obra, así como su búsqueda para abrir ventanas para nuestra literatura, presentando a personas, introduciendo y traduciendo obras, haciendo publicar textos, promoviendo publicaciones y exposiciones. Es evidente que Paz es un motor activo e intenso de nuestra cultura como tal vez no ha habido otro en la historia del país (otra vez la comparación inevitable: Alfonso Reyes fue, creo yo, menos generoso y amplio de miras, menos “moderno”, y por lo tanto menos multidisciplinario). Paz en su periplo viajero está atento a las culturas de sus lugares de residencia –ya conocemos la importancia de sus estancias en Japón e India–, lee las revistas a su alcance, promueve el arte mexicano, sugiere invitar artistas, escritores y pensadores, provoca afinidades, facilita surgimiento de amistades, polemiza, crítica, afirma y colabora en prácticamente todo proyecto de importancia en México en los años cincuenta y sesenta (cuando está fuera) y es factor revulsivo cuando regresa al país. Evidentemente –y los dos epistolarios, el de Martínez y el de García Terrés, son ejemplo de ello–, la actividad a través de la correspon-

dencia es mucho más intensa cuando está fuera del país, porque es la manera en que puede seguir no sólo en contacto sino incidiendo en el devenir cultural.

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e ha dicho innumerables veces que Paz, cuando regresa al país y planea Plural, hace equipo con una generación más joven. No Alí Chumacero, José Luis Martínez o el propio García Terrés, sino Carlos Fuentes, Tomás Segovia, y –sobre todo– la generación de La Casa del Lago. Sin embargo, García Terrés sí está cerca de la revista a través de sus colaboraciones y, después de Plural, en Vuelta, a través de la participación activa de su mujer, Celia García Terrés, pieza clave en la organización de la publicación desde su fundación. De hecho, García Terrés realizó, desde la Universidad Nacional Autónoma de México, la mejor revista mexicana oficial que ha existido, y ha fijado el modelo para muchas de las revistas del último cuarto del siglo xx . Y más allá de su independencia Plural primero, y Vuelta después, siguen muchas de las pautas marcadas en los años sesenta (más de la mitad de las cartas del volumen giran en torno a la colaboración de Paz con la revista y con la imprenta universitaria). Ese es un detalle subsidiario de lo señalado líneas arriba: la relación de Paz con sus editores a partir de cartas –es el caso de, Orfila, Lambert y Gimferrer. ¿Existirán las cartas con Diez Canedo? La construcción paralela de una obra y una figura pública surge de esos documentos. Y, no poco importante, la manera de ganarse la vida como escritor. Paz estuvo muy lejos de ser un escritor profesional, en el sentido en que lo es ahora, por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Sus libros nunca se vendieron tanto como para permitirle vivir de escribir ni los premios, que llegaron tarde, lo liberaron (aunque ayudaron) de la necesidad material de ganarse la vida. Por eso es importante entender el contexto en el que en sus cartas constantemente habla de lo que se le pagará por textos, traducciones y libros. La situación entonces era distinta y en cierto sentido mucho mejor que la actual: el escritor cobraba, poco o mucho, por sus textos, por sus traducciones, prólogos, colaboraciones y libros. Ahora casi siempre es trabajo gratuito. Por otro lado, Paz pide a la Revista de la Universidad un pago, cosa que no creo que hiciera a la Revista Mexicana de Literatura (publicación independiente), pues distingue fácilmente entre las condiciones de una y otra. Lo que ahora puede mal que bien cobrar un escritor se debe en buena medida a la lucha por dignificar el oficio


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OctaviO Paz

Consejo de Redacción de la revista Plural. De pie, de izquierda a derecha: Tomás Segovia, Gabriel Zaid, Marie Jo Paz, Alejandro Rossi, José de la Colina y Salvador Elizondo, sentados: Octavio Paz, Juan García Ponce, Michelle Albán y Kanuya Sakai, marzo de 1975. Foto: Rogelio Cuéllar

que Paz realizó en aquellos no tan lejanos años sesenta del siglo pasado. Por ejemplo, son sintomáticas las menciones de Ínsula y Papeles de Son Armadans en España y de Sur en Argentina, revistas activas y con alguna, aunque mínima (sobre todo las españolas) incidencia en la cultura panhispánica. Paz envía sus colaboraciones a varias revistas con la finalidad tanto de ser mejor remunerado por sus escritos como de tener una presencia que exceda las fronteras mexicanas. Por un lado, se daba cuenta de los altos niveles cualitativos de la literatura escrita en español –Borges es el caso más evidente– a la vez que lo desesperaba el papel secundario que tenía en el panorama internacional (y que el boom no solucionaría). En García Terrés ve un escritor con ambiciones, un funcionario de altos vuelos y, tal vez lo más importante, un cosmopolita capaz de traducir a los griegos, de leer en varios idiomas y de estar “enterado” de asuntos diversos más allá de la esfera literaria. En ciertos momentos habla, y es una lástima que no lo desarrolle, de la diferencia ética del escritor y el funcionario. Llama la atención, al menos me la llama a mí, que Paz nunca viera que en él también había esa contradicción latente, pues ser miembro del servicio diplomático era también ser funcionario, y –dicho sea en su honor– que el arte mexicano le debe mucha de su presencia internacional a su labor. Esa contradicción reventó de manera visible en 1968, con la salida de Paz de la embajada de México en India y su protesta contra la represión contra los estudiantes. Mientras Paz estuvo fuera del país, las cartas fueron una manera de estar aquí sin estarlo, y no sería errado ver en su carta de renuncia a la embajada el cierre de su período epistolar. No es que después no las siguiera escribiendo cartas, seguramente lo hizo, sobre todo a escritores de otras latitudes e idiomas (que espero que vayan apareciendo con el tiempo), sino que tenían una intención inversa: seguir presente allá cuando estaba acá. El Paz epistolar es la vez un hombre del siglo xviii y un hombre contemporáneo, un moralista y un creador de su tiempo, y ambas cosas convergen en la carta de renuncia. Aventuro una hipótesis difícil de demostrar: Paz fue visto, en sus años de itinerancia fuera del país, si no con desconfianza, sí con distancia por los estamentos políticoculturales del México de entonces; a la vez, los escritores más jóvenes, que lo admiraban y lo respetaban (Fuentes, Segovia, García Ponce) parecían esperar de él un gesto de distanciamiento definitivo e independencia con el sistema político que él describió tan bien en El ogro filantrópico. Ese gesto fue su protes-

ta contra la represión y se materializo, más que en su ensayo Posdata, en la carta mencionada.

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hondemos un poco en la carta no como instrumento reflexivo sino en su parte más evidente de comunicación elemental: se piden y se ofrecen cosas. Colaboraciones para una revista, textos para una editorial, se pone en contacto con intelectuales y escritores a los amigos que pueden dar alguna ayuda, se solicitan favores. En ciertos epistolarios, Paz parece estar sólo preocupado por obtener esos favores y ayudas para sí, pero también, y esto se ve bastante bien en El tráfago del mundo, pide ayuda para otros –es buen ejemplo el caso de José Bianco, a quien admiraba y quería y con quien hay un epistolario. Paz pide, pero también da, libra una lucha individual pero también una colectiva. En una de las cartas menciona a Jaime García Terrés una visita a Roma, acompañado ya de Marie-Jose, donde pasa un día hablando con Diego de Mesa, Juan Soriano, Carlos Fuentes y su mujer de entonces, la actriz Rita Macedo. ¡Lo que uno daría por haber asistido o tener grabada esa conversación! Las cartas de Paz dan pistas evidentes de los aconteceres políticos y culturales, para poder reconstruirlos, pero también deja pistas de esos otros aconteceres más personales y que más que reconstruir tendremos que imaginar. De esos segundos aconteceres, más importantes para la literatura que los primeros, da alguna cuenta el apéndice, que incluye algunos textos públicos –es decir: publicados– entre Paz y su interlocutor. La edición de El tráfago del mundo se debe a Rafael Vargas, que la compiló, anotó y prologó con tino (al menos para mi gusto, que no suele coincidir con la metodología académica al uso). El apéndice se abre con un texto en el que Paz tercia en una discusión sobre el estudio que García Terrés dedicó a Gilberto Owen, Poesía y alquimia. Dicho texto, junto con la respuesta de García Terrés, puede ser visto de distintas maneras. La más superficial es que Paz lo haya escrito para mediar entre las opiniones de amigos y colaboradores de Vuelta, directamente Aurelio Asiáin (durante años jefe de redacción de la revista) e indirectamente Tomás Segovia (fundador de la revista), con lecturas que rechazan la interpretación propuesta en el libro. Lo importante es que Paz señala una verdad meridiana: el estudio sobre Owen es el más ambicioso hecho hasta ahora sobre una figura particularmente elusiva de la literatura mexicana y el menos comprendido de los Contemporáneos. Es cierto, como

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d a n p i s ta s

e videntes de los aconteceres políticos y culturales , para poder reconstruirlos , pero también deja pistas de esos otros aconteceres más personales y que más que reconstruir tendremos que imaGinar . dice Paz, que el lamento de Segovia por el olvido en que se le tiene es más fruto de esa tendencia a plañir que tenemos los críticos, y que Owen no ha sido y nunca fue olvidado, pero yo creo que, a pesar de los esfuerzos divergentes de Segovia y García Terrés, no ha sido bien comprendido. No me detendré en el asunto sino para señalar algo para mí evidente: el esoterismo que García Terrés propone en su lectura de Owen tiene raíces en la propia obra del sinaloense por su lectura de Eliot (pero esa es materia de otro momento). Rafael Vargas no señala dónde se publica el texto de Paz, y sí el de García Terrés, pero supongo que ambos fueron publicados en Vuelta. La hipótesis de que Paz tercia en una discusión no me parece descabellada; muchas veces lo directores de revistas tienen que hacerlo para limar asperezas y resquemores por ideas encontradas entre sus colaboradores. Debo agregar que la literatura mexicana es, en muchas de sus figuras centrales, de piel muy delgada; lo fue Alfonso Reyes y lo fue el propio Paz, que no aceptaban con facilidad las críticas. En todo caso, la amistad entre Paz y García Terrés no parece haber sufrido gran cosa y él siguió colaborando en la revista. El apéndice se cierra con un poema-traducción (de Blake) hecho por el último mencionado en homenaje a Paz por sus setenta años, una afectuosa reseña de la poesía reunida de García Terrés por Paz y una última página en la que el autor de Piedra de sol lamenta la muerte del amigo. El conjunto ¿cambia la perspectiva de lectura sobre la obra de Paz? No, en todo caso la reafirma, pero le aporta matices. Como sucede con la mayoría de los epistolarios publicados de Paz después de su muerte, incluyen sólo las escritas por el gran poeta y no las de sus corresponsales. Si es una decisión editorial es una lástima y un error. Habrá que esperar la publicación de las cartas-respuesta de García Terrés, si es que se conservan, para preguntarse lo mismo sobre el autor de Las manchas del sol


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VOZ INTERROGADA

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Las cosas como fueron: entrevista con Eloy Sánchez Rosillo Juan Domingo Argüelles

una vida

UNA OBRA VASTA Y YA MUY RECONOCIDA PARTE ACASO DE UNA PREMISA BÁSICA CON ENORMES CONSECUENCIAS SI SE ATIENDE CON RIGOR Y VERDAD: “LA POESÍA ES CANTO O NO ES NADA”, PUES BIEN SABE QUE “EL POETA NO ES EL QUE DEBE HABLAR EN SUS LIBROS, SINO LA POESÍA MISMA”.

Foto: Juan Ballester. Fuente: commons.wikimedia.org

Ya no se sabe quién dijo, por vez primera, que la biografía auténtica de un poeta está en sus poemas, en sus libros, en sus obras. Pero quien lo haya dicho –y lo siga diciendo– tiene razón. No hay forma de encontrar al poeta fuera de sus páginas, al margen de su escritura. En tal margen está sólo una persona, como cualquier otra, pero el poeta habita en sus poemas y en ellos permanecerá por siempre. Las cosas como son. El poeta español Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 24 de junio de 1948) ha venido, pacientemente –ajeno por completo a las “estéticas” al día– escribiendo una obra pródiga y vital, al tono de la vida y no al ritmo de la moda: con alegría y gozo, con felicidad y con melancolía, con el tesoro del pasado y los bienes del presente; una obra poética que, luego de diez libros, reúne hoy en el volumen Las cosas como fueron: Poesía completa, 1974­2017 (Tusquets, Barcelona, febrero de 2018). Antes, en 1992, con el mismo título Las cosas como fueron, había reunido sus cuatro libros hasta entonces, y en 2004, también en Tusquets, añadió un título más a esa recolección que ahora consta de una decena: Maneras de estar solo (1978), Páginas de un diario (1981), Elegías (1984), Autorretratos (1989), La vida (1996), La certeza (2005), Oír la luz (2008), Sueño del origen (2011), Antes del nombre (2013) y Quién lo diría (2015). No es frecuente o, mejor dicho, cada día es más extraño que los lectores consigan que los libros de poesía se reediten. En España, los lectores de Eloy Sánchez Rosillo logran ese milagro. La vida lleva diez ediciones, y La certeza (Premio Nacional de la Crítica 2005), Oír la luz y Quién lo diría también se han reeditado en más de una ocasión. El caso de este último es extraordinario: tres ediciones en el mismo año. Todo lo cual prueba que los lectores de poesía existen y que pueden lograr que la obra de un gran poeta contemporáneo, como Sánchez Rosillo, mantenga viva la llama del género por excelencia de la concentración del idioma. Viejo y nuevo lector que soy, cada día, de la obra del espléndido poeta murciano, he releído, siempre con emoción intensa, sin caídas, sin monotonía, las casi ochocientas páginas de Las cosas como fueron,

y no puedo sino coincidir en el optimismo más que justificado del también poeta español José Luis García Martín: Eloy Sánchez Rosillo es “un poeta que se seguirá leyendo cuando los modernos y los postmodernos resulten antiguallas”. Sánchez Rosillo ha mantenido la grandeza de la poesía española dialogante, ésa que nombra el mundo y que descubre, y nos hace descubrir, las cosas por medio de la palabra precisa, cuya música y significado son indisociables, y lejos, muy lejos, de cualquier estridencia y de cualquier retórica o antirretórica de artificio. Las cosas como son. La vida como es. La poesía como prueba más palpable de lo mejor de la existencia. En 2005, en un texto que, con modestia, intituló “Garabatos de poética”, al recordar su libro inaugural, con el que mereció el Premio Adonais de Poesía en 1977, Sánchez Rosillo refirió: “De 1974 a 1977 fui redactando los poemas del que habría de ser mi primer libro, Maneras de estar solo. Los escribí sin tener en absoluto en cuenta el contexto poético inmediato, lo que por entonces hacían los poetas españoles de mi edad, que no eran otros que los llamados novísimos, de los que no sabía demasiado en ese tiempo y que a mi modo de ver escribían como en broma.” Escribir “como en broma”, aunque se haga en serio o especialmente cuando se hace en serio, es parte de lo que ha sumido en una penosa crisis al género poético, ya que no a la poesía que siempre sale invicta en las obras que, como las de Sánchez Rosillo, reivindican su esencia y su sentido. El autor de Las cosas como fueron tuvo, desde sus inicios, una clara conciencia de la trascendencia que debe perseguir –contra todo embate de la banalidad– la poesía. “Nunca he sido un poeta preocupado por ‘lo que se está haciendo ahora’”, escribió en 2005, para luego añadir: “Nunca me han interesado los galimatías, esos poemas en los que no se entiende ni pío y que lo mismo da leerlos al derecho que al revés. La vida es compleja y misteriosa, pero es a la vez transparente y nítida. Así es también la poesía que prefiero leer y la que siempre he intentado escribir.” Si algo caracteriza a la poesía de Eloy Sánchez Rosillo es la claridad, que no es otra cosa que el lujo necesario de la difícil sencillez, como en esta inolvidable “Imagen” de Quién lo diría: “La mañana de marzo, como un templo/ de cristal y de cúpulas doradas./ En esta abierta intimidad me adentro/ con la fe que me tiembla en la mirada.” Hablamos con el poeta; conversamos para llevar el diálogo hasta los lectores que todavía creen en la verdad poética y en la humana eternidad de la poesía.


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dedicada a La poesía

-P

róximo a cumplir setenta años de edad, y luego de más de cuatro décadas de la escritura de tu primer libro, ¿cómo ves La cosas como fueron? –La aparición de este libro, sinceramente, es para mí el cumplimiento de un sueño. Yo soñaba de adolescente, cuando se apoderó de mí la vocación, con entregar mi vida entera a la poesía y con tener siempre la ilusión y la voluntad necesarias y permanentes para llevar a cabo una obra poética. Ahora me encuentro con este volumen titulado Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974­2017, que tiene 760 páginas, y no termino de creérmelo. Como por milagro, se ha cumplido lo que soñé, y lo más increíble es que parece que se ha realizado en un abrir y cerrar de ojos, pues los años han pasado en un soplo. Me considero por ello un hombre afortunado, ya que muchísimos sueños no llegan a cumplirse. Que conste que sobre la mayor o menor calidad de mis poemas yo no opino; son otros los que deben hacerlo. Te estoy hablando sólo de la satisfacción que siento por haber sido capaz de escribir los libros que he escrito y porque se encuentren ahora reunidos ahí. Te añado, además, que esto es sólo un alto en el camino, pues pienso seguir en la brecha mientras me sea posible. –La nota preliminar de este volumen de tu poesía completa es muy clara en cuanto a melancolía, desasosiego y celebración, pero ¿qué hace la diferencia, para el poeta, para ti como poeta, entre oda y elegía? –La diferencia está en la concepción que uno tenga del tiempo, en el punto de vista desde el que se considere la realidad. De joven pensaba que el presente era inestable y muy fugaz y que todo, después de pertenecernos un brevísimo plazo, se iba vertiginosamente hacia el pasado, donde se perdía para siempre. Mis poemas cantaban entonces, al igual que hoy, la hermosura del vivir (la poesía es canto o no es nada), aunque digamos que lo hacían con retraso, cuando pensaba que ya había perdido sin remedio lo que cantaba. Eso es la elegía: una celebración retardada de la hermosura, que precisamente por referirse al pasado se tiñe de melancolía. La oda celebra asimismo la vida, pero en presente, cuando las cosas que nos interesan están sucediendo. No hay razón, por tanto, para el sentimiento de pérdida, y el tono de este tipo de poemas será como consecuencia sereno, alegre e incluso exultante. Ahí estoy instalado yo ahora, en un presente inmenso, que no empieza ni acaba. Mi concepción del tiempo ha ido variando con los años. El tiempo no se lleva nada de lo que de verdad está en nuestra vida. No hay pasado, o el pasado forma parte también del presente, pues nos ha hecho ser como somos. Y lo mismo podemos decir del futuro. El tiempo no está fragmentado.

Eloy Sánchez Rosillo. Fuente: YouTube

–Diez libros y más de setecientas páginas constituyen toda una vida y dan cuenta de las cosas como fueron, pero ¿cómo son hoy las cosas de tu presente, las del poeta que mira ahora su obra a la distancia? –Aunque, como antes te decía, el sueño de hacer mi obra se haya cumplido, pienso con frecuencia que podría haber hecho las cosas mejor. Yo querría haber escrito los poemas más emocionantes del mundo, porque cuando se apuesta aspiramos a lo más alto (no merece la pena apostar de manera mezquina). Pero no hay más remedio que conformarse con lo conseguido. Aun no estando ni mucho menos a disgusto con el conjunto de mi obra, mi opinión acerca de lo ya realizado es cambiante. Hay días mejores y peores. –Dices que La certeza es un libro de transición. Yo no me había dado cuenta de ello cuando lo leí, aunque lo advertí en la relectura del conjunto de la obra. ¿Hay un poeta de antes y un poeta de después?

“n u n c a

m e h a n i n t e r e s a d o lo s

Galimatías , esos poemas en los que no se entiende ni pío y que lo mismo da leerlos al derecho que al revés .

l a vida es compleja y misteriosa , pero es a la vez transparente y nítida . a sí es también la poesía que prefiero leer y la que siempre he intentado escribir .”

–No exactamente. La transición no es algo que se produzca de golpe. Somos de tal manera y los años nos van transformando poco a poco, sin que lo advirtamos apenas. Al mirar hacia atrás ahora y considerar lo hecho; sin embargo, creo que el eje de la transición, en mi caso, está en La certeza. El poeta de antes y el de después son el mismo, si bien su manera de mirar el mundo y de intentar decirlo han cambiado en lo sustancial sin que uno tuviera ese propósito. –La vida es el libro tuyo que más acoge el lector, ¿a qué lo atribuyes?, ¿tienes alguna hipótesis de por qué es el más querido por tus lectores? –No. Para mí es un libro más de mi trayectoria. En la circulación mayor o menor de un libro influyen muy diversos factores. La vida, el quinto de mis libros, fue el primero que publiqué en la editorial barcelonesa Tusquets, que es una de las más importantes de España y que funciona de maravilla, con una organización y una distribución inmejorables. Esto, sin duda, influyó en la recepción que el libro tuvo. Yo estoy orgulloso y muy satisfecho del apoyo incondicional que he tenido por parte de Tusquets desde entonces, durante más de veinte años. Sin esa plataforma idónea para llegar a los lectores, no hay duda de que mi situación como poeta sería muy distinta. –Explicas: “Creo haber escrito sólo aquello que surgió por sí mismo dentro de mí, sin que yo alcanzara a explicarme el porqué de su brotar”. En un mundo donde los escritores actuales (incluidos los poetas) eligen “temas” (especialmente de “actualidad”) para “desarrollar” en libros, ¿qué significa esta soberanía del azar y la necesidad emocional? –Yo nunca escribo con premeditación, con programa, sobre este tema o el otro. El escribir así me parece artificioso y falso, porque el poeta no es el que debe hablar en sus libros, sino la poesía misma, y ésta es siempre imprevisible. La vida no va por temas ni se puede planificar. A través del poeta, y con su asistencia entusiasta, la poesía auténtica habla de lo que ella quiere, no de lo que el poeta pueda proponerse, como si su trabajo fuera una labor de taller o de oficina. –Cierras tu recolección poética con un poema, hasta ahora inédito, en el que dejas la puerta abierta de tu poesía con las siguientes palabras: “Para vosotros, que vendréis al mundo/ cuando yo me haya ido/ escribo este poema.” ¿Cómo imaginas a los lectores del mañana? –Semejante en todo a los buenos lectores de ahora. El hombre cambia poco. Me gusta pensar en los posibles lectores actuales, y también es hermoso soñar, sin presuntuosidad, a los lectores del futuro. Vendrán o no vendrán, pero es inevitable que los imagine. Y ese imaginar está lleno de emoción y de misericordia


8 15 de abril de 2018 • Número 1206 • Jornada Semanal

Josefina Vicens y El 60 años de La rosa perfecta Eve Gil

de La Literatura mexicana

AUTORA DE DOS NOVELAS Y UN SOLO CUENTO, GUIONISTA CONSUMADA, CRONISTA DE TOROS CON SEUDÓNIMO MASCULINO Y FEMINISTA DE PURA CEPA, LUCHÓ POR LOS DERECHOS LABORALES DE LAS TRABAJADORAS Y LAS CAMPESINAS. EN SU CENTRO DE TRABAJO SOLÍA FIRMAR SU TARJETA DE ASISTENCIA COMO JUANA DE ARCO. FUE LA PRIMERA MUJER EN RECIBIR EL PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA.

“M

i mano no termina en los dedos: la vida, la circulación, la sangre, se prolongan hasta el punto de mi pluma. En la frente siento un golpe caliente y acompasado. Por todo el cuerpo, desde que me preparo a escribir, se me esparce una alegría urgente. Me pertenezco todo, me uso todo; no hay un átomo de mí que no esté conmigo, sabiendo, sintiendo la inminencia de la primera palabra.” Lo anterior, escrito inequívocamente por un varón, es la descripción precisa de ese Big Bang que no reconoce género cuando se está frente a la futura creación que empieza con una página en blanco. “La inteligencia es andrógina”, escribió Virginia Woolf en Un cuarto pro­ pio, parafraseando a Samuel Coleridge. Lo mismo puede decirse del oficio de escritor. Anhelas el encuentro con la escritura como una clandestina cita de amor, en especial si, como José García, a quien se atribuye el párrafo inicial, alternas el ejercicio de la imaginación con tareas domésticas o de sobrevivencia. Pero incluso és-

tas terminarán por subordinarse al influjo de lo que el señor García jamás se atreve a definir como “vocación”. El que Josefina Vicens haya optado por un narrador varón para transmitir la experiencia de la escritura creativa en El libro vacío, ha despertado extrañeza en críticos y académicos: ¿cómo hubieran recibido el relato de una señora, digamos, la abnegada esposa sin nombre de José García, que emprende una novela cuando la cocina se lo permite? Josefina, la Peque, se propuso, creo, desnudar el lado artístico, sentimental y llorón de un hombre… pero lo dotó asimismo de un desarrollado sentido de la justicia que lo lleva a hacerse una serie de cuestionamientos que muy pocos hombres se harían, menos los de la mitad del siglo xx . A José García le desespera la sumisión de su mujer que le plancha las camisas para que luzca presentable en su cita con su amante. Se irrita con ella por no hacerle reclamos, por no odiarlo, por no concederse valor como ser humano. Cuando junto con un grupo de destacadas académicas trabajé un ensayo sobre el feminismo en El libro vacío, no fue fácil convencerlas de que una novela na-

rrada por un varón puede calificarse como “feminista”. Presenté pruebas físicas del feminismo de Josefina Vicens. Su activismo sufragista, se diría, la hacía feminista por definición… pero aún las luchadoras en este campo rechazaban ser denominadas “feministas”, como la propia Simone de Beauvoir o Heléne Cixous, pionera de los estudios de género. Eso no le impediría a José García escribir: “Hay en esas mujeres resignadas, en eso que llaman actitud digna para conservar el hogar, una inconsciente y refinadísima crueldad. Tal vez para algunos hombres esa actitud resulte cómoda. Para mí era insoportable y me provocaba un dolor distinto a todos los que había sentido. Era un dolor iracundo, envenenado, porque me parecía que era ella la que me estaba traicionando. No puedo explicarlo bien. No encuentro palabras.” Josefina Vicens nació el 23 de noviembre de 1911, en san Juan Bautista, Tabasco, y murió al día siguiente de celebrar su cumpleaños número setenta y siete, en Ciudad de México. No padecía alguna enfermedad específica, aunque la atacó una paulatina ceguera que no

El libro vacío (fragmento) H

A quien vive en silencio, dedico estas páginas, silenciosamente.

oy he comparado los dos cuadernos. Así no podré terminar nunca. Me obstino en escribir en éste lo que después, si considero que puede interesar, pasaré al número dos, ya cernido y definitivo. Pero la verdad es que el cuaderno número dos está vacío y éste casi lleno de cosas inservibles. Creí que era más fácil. Pensé, cuando decidí usar este sistema, que cada tres o cuatro noches podría pasar al cuaderno dos una parte seleccionada de lo que hubiera escrito en éste, que llamo el número uno y que es una especie de pozo tolerante, bondadoso, en el que voy dejando caer todo lo que pienso, sin aliño y sin orden. Pero la preocupación es sacarlo después, poco a poco, recuperarlo y colocarlo, ya limpio y aderezado, en el cuaderno dos, que será el libro. No; creo que no lo haré nunca. Me sorprende poder escribir: “creo que no lo haré nunca”. Pero esta noche estoy tranquilo, sereno, resignado mansamente al fracaso […] Sé que no podré escribir. Sé que el libro, si lo termino, será uno más entre los millones de libros que nadie comenta y nadie recuerda. A veces repito mi nombre: José García. Lo veo escrito en cada una de las páginas. Oigo a las gentes decir: “el libro de José


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libro vacío:

Fuente: scoopnest.com

Josefina Vicens

jeta de asistencia como Juana de Arco, cosa que le caía muy en gracia a su jefe inmediato. Sus pininos en la escritura los realizó a través del guion cinematográfico. Mucho se habla de sus dos únicos libros, especialmente el primero, pero tienden a omitirse los ochenta libretos para cine, algunos de los cuales la hicieron acreedora a importantes premios. Las señoritas Vivanco fue uno de sus éxitos. Llegó a ser presidenta de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas y ejerció el periodismo dentro de un género nulamente frecuentado por mujeres: las crónicas taurinas. Es en este punto donde Josefina adoptó no sólo un punto de vista masculino, también un radical corte de pelo, un saco de anchas solapas y una camisa abotonada hasta el cuello. Y así nació el controversial Pepe Faroles (más

García”. Sí, lo confieso. Hago esto con frecuencia y me gusta hacerlo. Pero de pronto, violentamente, se rompe todo. ¡Qué absurdo, Dios mío, qué absurdo! Si el libro no tiene eso, inefable, milagroso, que hace que una palabra común, oída mil veces, sorprenda y golpee; si cada página puede pasarse sin que la mano tiemble un poco; si las palabras no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento; si la emoción sencilla, encontrada sin buscarla, no está presente en cada línea, ¿qué es un libro? ¿Quién es José García? ¿Quién es ese José García que quiere escribir, que necesita escribir, que todas las noches se sienta esperanzado ante un cuaderno en blanco y se levanta jadeante, exhausto, después de haber escrito cuatro o cinco páginas en las que todo eso falta? Hoy descanso. Hoy digo la verdad. No podré escribir jamás. ¿Por qué entonces esta necesidad imperiosa? Si yo lo sé bien: no soy más que un hombre mediano, con limitada capacidad, con una razonable ambición en todos los demás aspectos de la vida. Un hombre común, exactamente eso, un hombre igual a millones y millones de hombres. ¡Ah, quisiera que alguien me contestara! ¿Por qué entonces esta obsesión?

tarde adoptaría el pseudónimo de Diógenes García para desempeñarse como analista política). La verdad se supo cuando el admirador de un torero al que Pepe dedicó unas líneas sarcásticas, lo buscó en la redacción del periódico para “romperle el hocico.” Lo que le salió al paso fue una delicada mujercita con carita de duende, envuelta en el humo de una pipa. “¿A qué hora empezamos?”, increpó Josefina al anonadado lector, arremangándose la camisa.

CON TRES BASTA Y SOBRA

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le impidió escuchar cintas grabadas con la obra de Simone de Beauvoir, según narra su amiga, alumna y sobrina política –gracias al efímero matrimonio de Josefina con el traductor José Ferrel– Aline Pettersson. Era mucho más frecuente verla devorar libros que comida, pero fumaba, dicen, en demasía y con placer desatado. Se dice que estudió filosofía, letras e historia en la unam, pero en realidad cursó la única carrera al alcance de una “muchacha decente”: comercio. Sin su larga experiencia burocrática no hubiera creado un José García tan verosímil. No se limitó, sin embargo, a desempeñar labores propias de una secretaria: peleó a brazo partido por los derechos de las trabajadoras, lucha que haría extensiva a las campesinas durante su paso por el Departamento Agrario. Solía firmar la tar-

osefina Vicens sería la primera mujer en obtener el Premio Xavier Villaurrutia con El libro vacío; vacío de escenarios exóticos, audaces viajeros o sigue

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Sé que no podré escribir. Sé que el libro, si lo termino, será uno más entre los millones de libros que nadie comenta y nadie recuerda.

¿Por qué este dolor desajustado? ¿Por qué un libro no puede tener la misma alta medida que la necesidad de escribirlo? ¿Por qué habita esta espléndida urgencia en tan modesto, oscuro sitio? Pensé que era fácil empezar. Abrí un cuaderno, comprado expresamente. Preparé un plan, hice una especie de esquema. Con letra de imprenta y números romanos, muy bien dibujados, puse:

CAPÍTULO I. –MI MADRE. […] Pensarían que para no caer me aferro a la falda de mi madre, como cuando era niño. Así, para poder escribir algo, tuve que mentirme: escribo para mí, no para los demás, y por lo tanto puedo relatar lo que quiera: mi madre, mi infancia, mi parque, mi escuela. ¿Es que no puedo recordarlos? Los escribo para mí, para sentirlos cerca otra vez, para poseerlos. El niño, como el hombre, no posee más que aquello que inventa. Usa lo que existe, pero no lo posee. El niño todo lo hace a través de su involuntaria sigue

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F Josefina Vicens y El libro vacío...

emocionantes aventuras. Sólo un escritor enfrentado a su cuaderno, ni siquiera una bonita libreta, sino una cualesquiera, adquirida por tres pesos en una papelería; un escritor que no se reconoce como tal pues nunca ha publicado nada. Es simplemente un oscuro contador que, como Kafka, vive dos realidades alternas: la del burócrata absorbido por la rutina familiar y laboral, y la que lo empuja al abismo rayado de su cuaderno. Para José García escribir acerca de sí mismo y de sus ideas es igual a Nada, y sin embargo no puede evitarlo. Compara la necesidad de escribir con el alcoholismo, hablando de sí mismo en tercera persona: “Es un pobre hombre que tiene la necesidad de escribir, como otro puede tenerla de beber. Sólo que éste lo hace y sacia la sed. A nadie da cuenta de ese acto que tiene un recorrido íntimo; nace, se cumple y muere en él; se llama embriaguez y se disfruta o se padece solo.” José García no lo sabe, pero nosotros, los que nos sumergimos en sus vivencias que él juzga anodinas, sabemos que es un artista. Un herido de nacimiento, como él mismo se llama. Muy pocos artistas se percatan de que lo son… como los locos, que con demasiada frecuencia son artistas también. Transcurrirían más de veinte años para que Josefina publicara su segunda novela, Los años falsos, publicada en 1982, en una editorial modesta, con una bella portada de José Luis Cuevas, que es retomada en la más reciente reedición de sus dos novelas en un solo volumen, publicado por el Fondo de Cultura Económica. En Los años falsos vuelve a narrar desde la experiencia masculina. Luis Alfonso, su joven protagonista, es un antiHamlet que reprocha a un acobardado fantasma no haber resultado el padre que idealizó en su niñez. Un tipo muy macho que perdió la vida jugueteando con una pistola cargada. Al morir el rey del hogar, su “delfín” se ve forzado a ejercer autoridad sobre su madre y sus dos hermanas y, por si fuera poco, ocupa la vacante del padre en el trabajo, y es a través de esta vir-

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Fuente: scoopnest.com

s e dice que estudió filosofía , letras e historia en la unam , pero en realidad cursó la única c a r r e r a a l a lc a n c e d e u n a

“muchacha decente”: comercio. sin su larGa experiencia burocrática no hubiera creado un j osé G arcía tan verosímil .

tual usurpación que Luis Alfonso descubre que su predecesor practicaba indiscriminadamente la zalamería, la infidelidad y la corrupción. Josefina escribió también un cuento, sólo uno, titulado “Petrita”, el cual surge espontáneamente de la impresión que le provoca el retrato de una niña muerta pintado por Juan Soriano. Ese único pero magistral cuento nos trae de regreso la exquisita capacidad de Josefina de raspar con la punta de su pluma fuente esa herida de nacimiento a la que refiere José García: “Cuántas veces –escribe Josefina en “Petrita”–, cuando el pintor en un gesto automático extiende la mano para tomar un cigarro, yo siento que de ella se cayeron y se perdieron para siempre la manzana o la rosa perfectas. Y cuántas veces a solas he violentado, he torturado mi mano para que produzca una línea armoniosa, un pequeño, ágil trazo…” ¿Hasta qué punto es válido sugerir que Josefina Vicens es la depositaria del fruto y de la flor que dejó caer la trémula mano del pintor?

F El libro vacío (fragmento)

inocencia, como el hombre a través de su congénita ignorancia. La única forma de apoderarnos hondamente de los seres y de las cosas y de los ambientes que usamos, es volviendo a ellos por el recuerdo, o inventándolos, al darles un nombre. ¿Qué sabía de mi madre cuando tenía yo nueve años? Que existía, solamente […] Éramos entonces demasiado reales, demasiado actuales para poder darnos cuenta de lo que éramos y de cómo éramos. […] No escribo para mí. Se dice eso, pero en el fondo hay una necesidad de ser leído, de llegar lejos; hay un anhelo de frondosidad, de expansión. Entonces pensé que no podía usar situaciones y sentimientos personales que reducirían, que localizarían el interés. Y empezó la lucha por atrapar el concepto, la idea amplia, de entre el montón de paja acumulado en mi cuaderno número uno. […] Pienso: ¡en torno a esto, en torno a esto hay que poner algo! Pero la frase se me queda así, seca, muerta, sin el calor que tiene cuando la empleo para justificarme.

Alguna vez creí que no era bueno el sistema de tener dos cuadernos. Para el número dos no encontraba nada digno, nada suficientemente interesante y logrado. Tiene que ser directo, decidí, y me puse a escribir con valor, sin titubeos, resuelto a empezar. Al día siguiente tuve que volver al antiguo método. Sólo había escrito: Estoy aquí, tembloroso, preparado, en espera de la idea que no llega. Es un momento difícil. Al principio uno no sabe cómo hacer para atrapar a los lectores desde la primera palabra. A los lectores o a uno mismo. Uno puede ser su lector, su único lector, eso no tiene importancia. Escribo para mí; que quede bien entendido. Escucho con avidez los ruidos de la casa; dirijo la mirada a todas partes. De alguna tendrá que venir una sugestión, un recuerdo, una voz… ¡Los ruidos! ¿Qué puedo recibir de ellos, conocidos hasta el cansancio? Hay uno: el murmullo tierno de una mujer que va y que viene haciendo cosas mínimas. Por el número de pasos sé perfectamente en dónde se encuentra y a dón-

de se dirige. En la cocina, el discreto ruido personal se acompaña de otro, peculiar y molesto. Parece que el simple hecho de que alguien entre en la cocina pone en movimiento los platos, los cubiertos, la llave del agua. Hay un tintineo y un gotear enervantes. Además, fatalmente, algo cae. Menos mal si se rompe, porque entonces el ruido termina pronto y tiene una especie de justificación dramática. Lo terrible es cuando caen esas tapas de peltre o aluminio que siguen temblando en el suelo, en forma ridícula, y que no sufren daño alguno con el golpe. Es inevitable; cuando ella entra a la cocina tengo que permanecer quieto, prevenido para que no me sorprenda el estrépito. […] No sé cómo empecé a hablar de esos ruidos domésticos que de tan oídos nadie escucha ya. Salió tal vez por el miedo que tengo a lo que ocurre después: ella que se acerca y entra en mi habitación secándose las manos. Luego, todavía húmedas, las pone sobre mi cabeza, y pregunta, como todas las noches: –¿Estás cansado?


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Jornada Semanal • Número 1206 • 15 de abril de 2018

Del río que corre, Poesía en Blanco Móvil a través de 30 años, Varios autores, Libros del Marqués y Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, México, 2017.

Del río que corre o la pasión de Mosches JOSÉ ÁNGEL LEYVA

E

l tema de la antologías de poemas y poetas es y será polémico, no sólo por sus criterios sino por sus utilidades y aportaciones, por sus aciertos y sus injusticias, sus presencias y omisiones, sus propósitos y despropósitos. Eduardo Mosches no sólo ha resistido la corrosión del tiempo y el desgaste de la promoción cultural, de la edición de la revista Blanco Móvil durante treinta y dos años, sino ha sido capaz de renovar la publicación en lo formal y en lo sustancial; sobre todo la ha mantenido como una revista impresa que poco a poco toca los dominios de la virtualidad. Pero lo suyo hasta ahora es el papel. Quizás por esa fijación a la letra impresa y a la movilidad específica del tiraje, del natural deterioro de la materia, ha pensado en extraer de esa memoria o de ese cauce del olvido lo que a su parecer es más salvable o recuperable, o quizás más compartible, del bagaje lírico acumulado a lo largo de treinta años. Su justificación la halla en esas tres décadas dignas de celebrarse con una edición conmemorativa. La presencia periódica de una revista o de un suplemento cultural tiene de manera relevante el registro casi cotidiano de una actividad cultural visible, pero que puede transcurrir de modo imperceptible a la invisibilidad del pasado. Es allí, en esas vetas olvidadas, donde los investigadores, los académicos y los estudiantes encuentran información para identificar, descifrar, clasificar, conceptualizar, ponderar, etcétera. El horizonte de una publicación cultural es muy amplio y diverso, aun cuando su inclinación ideológica o estética esté más o menos decantada en su política editorial, en su discurso. En Blanco Móvil caben muchos intereses artísticos y culturales, pero la poesía ha tenido siempre un lugar de privilegio, en el sentido común no de un colectivo, sino de la dirección editorial en manos de Eduardo Mosches y una cauda de colaboradores, amigos, familiares, conocidos que han aportado sus granitos de arena o sus ladrillos en la construcción de esta ya larga historia de 140 números. Del río que corre no es un gesto romántico y nostálgico de Mosches, es una acción consciente e intencional de un editor que vislumbra la necesidad de colocar señales, indicaciones, mojones en el camino

para quienes decidan emprender la revisión de su trayectoria como artífice de Blanco Móvil. Es además la facilitación de la lectura, en este caso de los poemas que, a criterio del antólogo, merecen ser releídos, reconocidos bajo la metáfora heracliteana del tiempo como río. Algo semejante hizo Edmundo Valadés en la revista El Cuento, al agrupar los relatos en antologías temáticas como La picardía amorosa, Con los tiernos infantes terribles, Ingenios del humorismo, Amor, amor y más amor, entre otros. La propuesta de Mosches conlleva un recuento de los poetas y poemas que han aparecido en la páginas de Blanco Móvil y que al parecer responden a la exigencia de su gusto y de su lectura crítica. Es un registro de autores, sí, pero es también una nómina de poemas cuya calidad es innegable en su gran mayoría. Las ausencias hablarán también de su injusto vacío, pero es verdad que se palpa la dimensión de una pluralidad de voces y de orígenes, de generaciones y de épocas, de temas y poéticas que hacen interesante y recomendable la antología en cuestión. Este muestrario de poemas y poetas sitúa a Del río que corre en el tipo de antologías que hacen acopio del agua corriente en pequeñas o grandes represas, como lo ha sido el ya extinto Anuario de Poesía que comenzó a publicar Literatura del Insti-

tuto Nacional de Bellas Artes y luego el Fondo de Cultura Económica para dar a conocer los poemas más “sobresalientes” publicados en revistas y suplementos culturales de México cada doce meses. Los antólogos también sometieron a sus gustos y a sus exigencias dichas selecciones y, por qué no, también a sus filias y sus fobias. La diferencia básica está en el rigor y en la ética que mueve cada decisión. Puedo afirmar que en el Mosches editor hay una ventaja sustancial: él mismo ha sido ya previamente el editor de los autores y poemas de numerosos países y diversas lenguas que ahora elige, y lo ha sido también de los poemas que, digámoslo con eufemismo, no incluye. Su antología no tiene un propósito canonizador, taxativo, y sin embargo resalta figuras o presencias insoslayables e incuestionables, pero cuyos poemas menos afamados se defienden por sí mismos. Durante estos treinta años de poesía contenida en Blanco Móvil hay que destacar lo que Carmen Boullosa –quien por cierto no aparece en la muestra poética– apunta en su prólogo: “constancia editorial, generosidad y empeño” de la revista. Permanecer es una proeza en un país donde todo se desmorona cada sexenio, donde lo cultural renace de sus ruinas o de sus cenizas, o donde hacer un proyecto cultural fuera de las instituciones, de la burocracia, del poder gubernamental o financiero es invisible y a menudo despreciado. Pero no es el caso, porque Mosches es un gestor cultural que convoca y enlaza, amarra y tira de cualquier cabo para concretar sus ideas e iniciativas. Así, esta antología cuenta con la complicidad y el apoyo de la Secretaría de Cultura de Ciudad de México. Del río que corre es el zumo de una acción sostenida en favor de la inteligencia y la sensatez, una aportación cultural que nace de la migración en un México dolido por la expulsión de sus campesinos y sus trabajadores, de una población acosada por el terror y la desesperanza. Eduardo Mosches llegó a este país ante la imposibilidad de vivir en el suyo, Argentina, y estos más de treinta años de Blanco Móvil y Del río que corre, son testimonio de esa fértil relación con el territorio que es también su patria: la poesía..., y, tal vez, este paisaje y paisanaje que lo convierten en mexargén, como dijera el extrañado Juan Gelman 


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15 de abril de 2018 • Número 1206 • Jornada Semanal

Prolongación de la noche, Ignacio Solares, Alfaguara, México, 2018.

Cuarenta y siete mundos* JOSÉ RAMÓN ENRÍQUEZ

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ocos meses faltan para que se cumplan siete mundos”. Porque son cuarenta y siete los cincuenta años de mi primer encuentro relatos y cada uno es un mundo en sí mismo. con Ignacio Solares. En otras ocasiones Pero no iría más allá del juego porque el me he referido a ese momento mágico en insomnio, como condena a un Sísifo contemel cual un joven dramaturgo (Ignacio) invita a poráneo, es el espacio y el tiempo para la un actor joven (yo mismo) a encarnar dos creación de los cuarenta y siete relatos. Cada personajes suyos en la escena. El ritual teatral uno de ellos es, por lo tanto, una Prolongadeja marcas indelebles, sobre todo cuando ción de la noche, como atinadamente nombra comienza a vivirse. Habíamos nacido ambos el autor a su volumen. Quizás los sueños del en 1945, lo cual estrictamente nos situaba en insomne sean los más punzantes, como la asfila misma generación, compartíamos la misma xia del enterrado vivo en una pesadilla que fe en mucho de lo relativo tanto al más allá se convierte de pronto en la apnea de quien como al más acá y se trataba de dos obras despierta incapaz aún de respirar. breves (El problema es otro y El jefe), las primeDesde el relato breve cuyo humor nos ras de su autor, que señalaban ya algunos de recuerda las greguerías ramonianas que tanto los derroteros por los que habría de transcu- gustan a Solares hasta el relato desgarrador, rrir toda su obra en las décadas siguientes. de largo aliento, donde se cruza el alcoholisPor eso, al leer su recientemente aparecido mo (otro de los temas centrales de quien es el volumen de relatos Prolongación de la noche, la autor de Delirium tremens) con la búsqueda del memoria me traslada a aquellos días. Sobre padre más allá de los confines de la muerte. En todo porque uno de los textos, hoy en versión todos, la irrupción de la otredad, ya sea la que narrativa, ya había sido llevado por mí a esce- nos habita, ya sea la encontrada al viajar, como na en su versión dramatúrgica con dos actores Alicia, hacia el otro lado del espejo. extraordinarios. Uno, de nuestra generación, Prolongación de la noche son cuarenta y siete el maestro Miguel Flores, que sigue brillan- mundos que forman la galaxia personal de un do y haciendo brillar el teatro mexicano, y escritor imprescindible en nuestras letras. otro que prometía muchísimo, Xavier Rosales, pero que se cruzó a destiempo con la muer*Reseña originalmente publicada en La te. Como aquella obra teatral, Los mochos, en Jornada Maya, el 28 de marzo de 2018  esta versión, se refiere a lo que hubiese ocurrido si José de León Toral, en lugar de dar el balazo fatal al general Obregón, hubiera atravesado el dibujo que le había hecho y en ese momento le mostraba. El gusto por modificar la historia en su imaginación y replantear el país desde otras perspectivas es una de las constantes de Ignacio Solares. El realismo aparente, subrayado por su oído para el habla cotidiana, suele ser reventado desde dentro con un giro, con una sola palabra, con un guiño al lector, con las trasposiciones a mundos paralelos que fascinaran al recientemente desaparecido Stephen Hawking tanto como a uno de los autores que más han influido en Solares: Julio Cortázar. Por ello creo válido parafrasear (así como Cortázar en homenaje al otro Julio llamó a uno de sus libros La vuelta al día en ochenta mundos), jugar al cambio de título de Prolongación de la noche de Solares por “Cuarenta y

La filosofía del arte de Karl Marx, seguido de Literatura y marxismo, una controversia, Mijaíl Lifshitz, Siglo xxi Editores, México, 2017.

En la carátula aparece solamente el nombre de Lifshitz, autor de La filosofía del arte…, pero el segundo título es de autoría colectiva y pertenece a v. Kemenov, i. Nusinov, Fiódor Levin,i. Satz y Mark Rosenthal. Hablando de nuevo sólo del primer título, la primera edición en español data de 1981 y estuvo al cuidado de Jorge Tula; la primera edición en inglés apareció un siglo antes exactamente, en 1938, y la original en ruso corresponde a 1933. Ángel Flores lleva crédito por el prefacio y las notas. Por su parte, el segundo título fue publicado originalmente en inglés en el citado año de 1938, y la primera edición en español, de 1981, estuvo al cuidado nada menos que de María Luisa Puga. Con cambio de formato, esta es la primera edición en un solo volumen y, finalmente, la traducción es de Stella Mastrángelo. Vaya la extensa nota editorial para resaltar dos aspectos que conviene no soslayar: el primero, que en materia de traducciones y la consecuente disponibilidad de ciertas obras en otros idiomas, muchas veces el tiempo transcurrido entre la creación original y su derivación en otra lengua parece –y es– demasiado largo; el segundo es que, con todo y esa tara, hay textos como los aquí agrupados a los que el paso del tiempo no mella en absoluto sino, por el contrario y en paradoja afortunada, los vuelve asombrosamente actuales. Así sucede con el ensayo de Lifshitz sobre la filosofía del arte en Marx, del cual acertadamente los editores sostienen que “lejos de ser un compendio de comentarios de Marx sobre arte y literatura, examina sus opiniones sobre estos temas como parte integral de su pensamiento”. Exactamente lo mismo puede afirmarse de la “controversia” propuesta por el segundo apartado del volumen, es decir, el que aborda la obra literaria de autores como Gogol, Tolstói, Pushkin y Shakespeare, bajo la luz del pensamiento del autor de El capital. Una lectura muy recomendable, sobre todo para esos revisionistas tan interesados en ponerle más clavos a un ataúd en el que, a pesar de sus esfuerzos, jamás han podido meter el cuerpo de ideas del interminablemente polémico filósofo alemán 

En nuestro próximo número

FESTIVAL INTERNACIONAL DE LA IMAGEN:

una fuerza inagotable

@JornadaSemanal

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

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Arte y

Jornada Semanal • Número 1206 • 15 de abril de 2018

pensamiento germaine gómez haro

germainegh@casalamm.com.mx

Tarsila Do Amaral y el modernismo brasileño

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acia finales del siglo xix y principios del xx , numerosos artistas latinoamericanos viajan a Europa y se vinculan con los movimientos de vanguardia, especialmente en París, Barcelona y Berlín. Es ahí donde abrevan en las nuevas propuestas, como el expresionismo, el cubismo, el dadaísmo, el futurismo y el surrealismo. Sus obras y manifiestos insisten en la autonomía del arte y se alejan de la pintura y escultura como modos de representación de la realidad. De regreso a sus países de origen devienen protagonistas de las escenas artísticas locales y creadores de las modernidades regionales latinoamericanas. Tal es el caso, por ejemplo, de Diego Rivera y Roberto Montenegro en nuestro país; en Brasil, Tarsila Do Amaral (1886-1973) es la pintora emblemática que por primera vez ha sido motivo de una gran exposición individual en Estados Unidos, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (moma): Tarsila Do Amaral. Inventando el arte moLa negra derno en Brasil. El arte moderno y contemporáneo brasileño goza de prestigio y reconocimiento a nivel mundial por sus valiosas aportaciones estéticas y plásticas. Sin embargo, llama la atención que nunca antes se haya puesto la merecida atención en Tarsila quien, sin duda, fue la piedra de toque de la vanguardia en ese país, al lado –o más bien, por encima– de sus también célebres contemporáneos: Anita Malfatti, Emiliano Di Cavalcanti y Cândido Portinari. Por esta razón, la actual exhibición en el moma ha dado mucho de qué hablar. Tarsila creó un lenguaje propio que no tiene parangón, toda vez que su arte abrió la brecha al debate sobre la diversidad racial y la revaloración de los valores autóctonos en ese país, en un momento en el que la sociedad tenía puesta su mirada en los modelos europeos y reinaba la discriminación y el rechazo a lo propio. Temas que un siglo más tarde penosamente siguen vigentes en algunos ámbitos de los países latinoamericanos. Tarsila creció en el seno de una acaudalada familia de terratenientes que producían café en plantaciones cercanas a Sao Paulo. En 1920 viajó a París a estudiar arte en la Académie Julian y tuvo la fortuna de ser pupila del grabador Émile Renard y de Fernand Léger, cuyas figuras tubulares se vislumbran en sus pinturas tempranas, las cuales son evocación de los paisajes idílicos y exuberantes de su tierra natal, plasmados en un lenguaje naif, diríase casi folclórico. Pero París la “contaminó de ideas revolucionarias”, según sus propias palabras, y en 1923 pinta La negra, retrato estilizado y simbólico de una trabajadora de la hacienda Abaporu familiar que rompe con todos los cánones convencionales de representación, e inaugura el tema de las raíces autóctonas hasta entonces vetado por la sociedad brasileña que inclusive lo consideraba de “mal gusto”. Se trata de un desnudo femenino de proporciones exageradas que lo dotan de una fuerza física descomunal, lo que se podría interpretar como el deseo de la pintora de poner en evidencia la fuerza de la raza negra. El rostro más bien grotesco, totalmente alejado de los cánones de belleza clásica, recibe los elogios de Léger quien la considera una artista atrevida y original. En la exposición que reúne un nutrido corpus de su quehacer artístico, sobresalen sus tres pinturas más destacadas, obras maestras paradigmáticas del modernismo brasileño: La negra, Abaporu (1928) y Antropofagia (1929). Abaporu (que significa en la lengua tupi-guaraní “el que come personas”) fue pintada como regalo a su marido, el poeta Oswaldo de Andrade; es una inquietante figura desnuda en actitud meditabunda cuya cabeza es muy pequeña y sus manos y pies totalmente fuera de proporción. Inspirado en este misterioso personaje que Tarsila considera la fusión de las lecciones aprehendidas en Europa y su necesidad de rescatar sus raíces indígenas para propiciar la emancipación racial y política, De Andrade lanza el Manifiesto Antropófago, que pugnaba por el resurgimiento de la cultura brasileña a partir del “consumo” y la “digestión” de las influencias externas. De esta propuesta revolucionaria y renovadora surge la también multicelebrada pintura Antropofagia. “Quiero ser la pintora de mi país”, escribió Tarsila en los inicios de su carrera y su sueño se hizo realidad. Cuando murió, a los ochenta y dos años, se había convertido en una de las creadoras más importantes en la historia de su país y, por ende, de toda América Latina  Antropofagia

BITÁCORA BIFRONTE

ARTES VISUALES

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ricardo venegas

Guillermo Monroy, el sabio pintor

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ECIENTEMENTE SE PRESENTÓ la página web del maestro Guillermo Monroy (1924), quien fuera discípulo de Frida Khalo. La actriz Carmen Rodríguez, los artistas plásticos Víctor Manuel Contreras y Jorge Cázares Campos, el periodista Mario Parra, el homenajeado y su hijo Diego Monroy, se dieron cita en un recinto decimonónico para compartir las anécdotas inherentes a la amistad de muchos años, como las que el propio Guillermo podría contar al abordar su cofradía de muchos años con José Revueltas, a quien recibió en distintas ocasiones en su propia casa. Monroy forma parte del grupo conocido como los Fridos (Fanny Rabel, Arturo Estrada, Arturo García Bustos y Guillermo Monroy), sobrenombre que se dio a los alumnos discípulos de Frida Kahlo. Vivió el gran momento en el que ser artista era también sostener un cúmulo de ideales y vio militar a sus maestros y amigos en el Partido Comunista. Al escuchar a los artistas plásticos se pudo sentir la indignación generalizada por la inauguración del Centro Cultural Juan Soriano, un artista que no es morelense ni tiene arraigo alguno en Morelos. Tal vez un nombre más preciso para este centro hubiera sido el de Centro Cultural de Jalisco en Morelos Juan Soriano, justamente porque su creación parece tan absurda como fuera de lugar, por carecer del más mínimo vínculo con la entidad, y porque habiendo un sobrado número de creadores eméritos para colocar su nombre en dicho centro cultural, se eligió el de un artista de fuera, impuesto con calzador. Los participantes lamentaron que la administración de Graco Ramírez se conduzca caprichosamente con los recursos de los morelenses para realizar proyectos ajenos al estado. Carmen Rodríguez habló sobre el panorama cultural en el que Morelos se encuentra estancado y recordó la época en la que hubo una ebullición de la cultura con el Instituto Regional de Bellas Artes. Víctor Manuel Contreras, creador de La paloma de la paz, obra emblemática de la ciudad, dijo que no había justificación para que en Morelos hubiera un centro cultural que ha despertado indignación de la comunidad artística. Guillermo Monroy, dijo, merece más el honor de colocar su nombre en este lugar, a lo cual se sumó el reconocido Jorge Cázares Campos, quien durante décadas ha publicado su obra en la cerillera La Central. El artista homenajeado con la apertura de su página web es maestro titulado de la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda; sus maestros fueron, entre otros, Diego Rivera, Raúl Anguiano y José Chávez Morado. Estudió también en el Taller de Ensayo, de Pintura y Materiales Plásticos del Instituto Politécnico Nacional, fundado por el maestro David Alfaro Siqueiros 


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15 de abril de 2018 • Número 1206 • Jornada Semanal

pensamiento

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OS ASALTOS A MANO armada en autobuses de la carretera a México mantuvieron su promedio mensual en marzo lo mismo que las fuerzas policíacas que siempre llegan escasamente y con retraso. Si sobresalieron fue porque en tres hubo cinco muertos y en otro, aunque fue sin sangre, la empresa omitió la denuncia y una persona difundió la anomalía. En cambio, al robo del jamón llegaron tantos y tan pronto que cuando el testigo iba a recibir su cambio alcanzó a ver que en la puerta de la tienda un tipo de azul empujaba a una señora de anaranjado haciéndola caer. Los gritos, más altos que el retintín de la morralla y del ¿gustaría redondear?, lo incitaron

a sacar su cel para filmar a un gordo con uniforme estilo camuflaje de manchas azulosas. Clientela cajeras empacadores ancianos empleados de comercios adjuntos, nadie movía ni las pestañas. Gritería silbato chirriar del carrito copeteado de compras y la frase ámonos gorda al ratito lo suben al yutub. Cuatro de la tarde vio la hora y vio que no había apretado el botón rojo. ¿Qué –dijo el gordo–, vengo vestido de payaso?, somos la autoridad y usted está entorpeciendo nuestra labor. Dos de sus colegas habían levantado a la señora y no sin la competente oposición de ella y de alguien más la jaloneaban hacia una de las tres camionetas de doble cabina con torretas azulgrana. Después de fingir un paneo a los rótulos P o l i c í a E s t a t a 0 2 0 1 el testigo guardó su cel y vio el uniforme policíaco del gordo. No no viene usted vestido de payaso sin embargo (y esto sí lo dijo en voz alta:) usted no es la autoridad, la representa, que es diferente, y estoy registrando su abuso. Una mujer dejó al garete a la de anaranjado y se acercó al testigo para puntualizar entre otras cosas que quien había tumbado a su conocida no era policía. La conocida cedía milímetro a milímetro el espacio que la separaba de una portezuela abierta. ¿No? No, fue un vigilante de la tienda, trae chamarra azul. ¿Dónde está? No pus se metió corriendo. La oficial que venía al mando del operativo de unos diez elementos terminó de hacer a un lado al que no venía vestido de payaso, era la única sin arma larga. Venimos por un llamado de la tienda, a la señora, a quien ya habían podido meter en un asiento trasero, se le acusa de robar medio kilo de jamón y de alterar el orden. Venía yo con ella, la mujer asomó su cara desde atrás del testigo, pero yo no tomé nada, yo hice trescientos pesos de compra mire aquí está mi tique. La comandanta preguntó si querían entrevista. ¿Eso qué es? Responder preguntas y decir lo que quieran decir. Sí. ¿Y usted? No pus

también porque yo no tomé nada yo vi pero… Entrevístalos, pidió a un policía atlético y pelado a rape. Los clientes se habían dispersado y los de ahí quitaban y ponían de su cosecha. Pero no se la vayan a llevar, ¿eh? Por vida suya padece diabetes soy su vecina.Ya la esposaron alguien dijo. El gordo se había metido refunfuñando en la última camioneta. Mientras los entrevistan vamos a que la gerente nos entregue al que la tiró. Y entró en la tienda junto a seis elementos. A ver cuéntenme qué pasó, al policía joven sí le sentaba el estilo camuflaje. Pues resulta que salía de la tienda cuando vi a un vigilante de la empresa jalando a esta señora y a la de anaranjado y tal y tal. La vecina repitió casi lo mismo pero que ellas no eran de aquí de Pachuca, venimos de fueras y yo salí a las tres del Hospital General porque anoche tuve un aborto, mi vecina trabaja cerquitas haciendo sopes y al acabar se regresa y por eso quedamos de vernos pero yo no... En el estacionamiento no se veía la de anaranjado. El entrevistador, que nunca descansó su arma, les dio las gracias y los convenció de que esa falta no ameritaba detención. La vecina y el testigo fueron a la camioneta a tranquilizar a la de anaranjado y luego entraron a la tienda a esperar a la gerente, quien apareció a las quinientas para anunciar que tenía videos para probar/ Salieron a las seis sin el agresor, una camioneta ya no estaba, ¿no que no se la iban a llevar?, recójanla en la municipal. Llegaban retacados, domingo de quincena. Y más los carros de la policía estatal. En dos celdas contiguas de un sótano se apeñuscaban los hombres y las mujeres. No se diga el pasillo, así de familiares y amigos averiguando y cayéndole mire. La señora salió a las once de la noche después de poner en la mano del juez calificador dos mil ochocientos pesos. Que por alterar el orden público 

Woody londinense …si uno está destinado a la grandeza resulta preocupante que esta haya pasado de largo… Adam Thirlwell, Estridente y dulce

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ORGE LUIS BORGES decía que toda novela, en el fondo, es una novela policíaca. Adam Thirlwell, que con seguridad leyó al argentino, le da un ligero vuelco a la frase: en el fondo, toda novela es una novela cómica. En su nombre podría agregar: no toda comicidad tiene como fin la carcajada… mucho menos si se es de origen

inglés, cuna mundial del humor flemá- un riachuelo, se trastorna. Acaba de destico. A eso habría que agregar que tanto pertar al lado de su mejor amiga, en la Thirlwell como el protagonista sin nom- cama de un hotel. Sale a tomar aire, a desbre de la novela Estridente y dulce (Ana- pejarse la mente con un café. Trata de regrama, Panorama de narrativas, Barcelo- cordar cómo llegaron ahí. Habrá de pasar na, 2017, traducción de Aleix Montoto), un rato antes de que se percate de que la son judíos. Eso justificaría la sensación joven ha dejado un charco de sangre sode estar ante una versión londinense de bre la almohada. No se trata de una novela negra, coWoody Allen… millenial, además… Nacido en 1978, el mismo Thirlwell corres- mo pudiera suponerse. Romy no muere, pondería a esa generación que, como nadie ha encajado un cuchillo en su cabetodas las generaciones, se define más por za… ha sufrido una hemorragia nasal sus deficiencias que por sus logros, igno- como consecuencia de una infortunada mezcla de sustancias, porque los persoro el motivo. Thirlwell publicó su primera novela, najes no emplean las prototípicas mariPolitics, a los veinticinco años y obtuvo el guana o cocaína –parecen como pasadas Betty Trask Award a la primera mejor no- de moda– sino cocteles de fármacos divela británica de 2003. Las revistas Granta, versos en dosis muy específicas. La consedel Reino Unido, y Lire, de Francia, lo inclu- cuencia del incidente con Romy, es que yeron en sus respectivas listas de los me- Nuestro Heroe se obsesiona con ella… se jores jóvenes novelistas europeos. El que enamora, aunque sin dejar de querer a nos ocupa es el quinto título de su pro- Candy, que sin ser una yonqui se porta ducción, cuyo protagonista y narrador es como tal, como quien contempla la vida la quintaescencia del treintañero de prin- desde un palco. Candy y Nuestro Héroe cipios del milenio, casi una parodia cruel co i n c i d e n co n R o my y co n s u n ov i o, y, no obstante, con una gran capacidad de Epstein, en lo que pareciera una fiesta observación e interiorización que escapa de parejas, nueve personas donde sólo a la filosofía. Más cercano a los cuarenta sobra Hiro, el mejor amigo del narrador, que a los treinta, Nuestro Héroe –por lla- que siempre va solo. Es Hiro que, con marle de algún modo, ya que nunca co- lo que pareciera una inocente y hasta jonocemos su nombre– no sólo continúa cosa propuesta, le da una segunda vuelviviendo con sus padres, al estilo de sus ta de tuerca a la historia, “¡hagamos una predecesores (Generación x , nos llama- orgía!”, y dos chicas no lo piensan dos veban): se ha llevado con él a su esposa Can- ces para quitarse la ropa. n. h y Candy terdy, que debe tener más o menos su edad. minan participando en un cuarteto con Al instante de arrancar la trama, Nuestro Romy y Epstein, y presenciar cómo Romy Héroe ha abandonado un empleo estable “interactúa” con Candy incrementa la obpara consagrarse a una recién descubier- sesión del narrador por aquélla. ta vocación artística. La situación alcanEl narrador, melancólico y aburrido za el máximo nivel de absurdo cuando, –más lo segundo– se deja llevar como un ya muy avanzada la narración, caemos en niño de la mano del bonachón Hiro, que cuenta de que Nuestro Heroe no ha men- llega a ser truculento cuando está abucionado cuál es esa vocación. Pareciera, rrido o muy drogado. Una espiral de por momentos, que es escritor…o pin- sucesos habrá de trastocar irremediator…o un poquito de todo. Nunca lo ve- blemente la existencia del protagonismos escribiendo una novela, pintando un ta, que es capaz de exponer y justificar cuadro, componiendo una sinfonía. Pasa- cada acto con prístinas claridad y conrá mucho antes de que confiese que su vicción, más propias de un rabino que máxima aspiración es hacer de su propia de un filósofo. El principal talento de vida una obra maestra. Y las obras maes- Adam Thirlwell consiste en la infinita tras, las literarias al menos, son complejas, capacidad de impregnar de sentido los caóticas…trágicas, de preferencia, y esta hechos más vacuos, cualidad que Enrinovela comienza segundos después de que Vila Matas ponderó en su faceta de que su existencia, que transcurre como ensayista 

Adam Thirlwell

BIBLIOTECA FANTASMA

El jamón es primero

eve gil TOMAR LA PALABRA

agustín ramos

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Arte y

Jornada Semanal • Número 1206 • 15 de abril de 2018

pensamiento ALONSO ARREOLA

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RABADA PARA EL DOCUMENTAL sobre free jazz Imagine The Sound (1981) del realizador Ron Mann, la “Improvisación #3” de Cecil Taylor presenta muchas de las mejores premisas del género. Su técnica pianística es indiscutible. Su dinámica e interpretación son absolutamente persuasivas. Su imaginación oscila entre la furia instintiva y pasajes de reflexión poética. Su creatividad –que no es lo mismo– resulta reveladora como pocas. Viendo esa ejecución en Youtube (así es, la puede presenciar ya mismo), atestiguamos la química profunda de su fuego, el encadenamiento de gérmenes melódicos-rítmicos que acusan evolución constante y prodigiosa. Dicho en otras palabras: pocas veces podemos sorprendernos tan grata-

Cecil Taylor

mente con la materia de un artista dedicado en cuerpo y alma a los avatares de la libertad espontánea. ¿Pudo terminar de leer esas líneas? ¿Le parecieron oscuras? ¿Le quitaron ganas de otorgarnos unos minutos de su domingo? Lo entendemos. Por lo mismo nos pareció increíble –literalmente hablando– que llegada la muerte de esta mítica leyenda del jazz su nombre ocupara un lugar en el llamado Trending Topic de Twitter. O sea: que causara sorpresa a una gran cantidad de gente común, melómanos de a pie que en ratos de lectura o preparación de pasta italiana en la cocina sabatina, gustan de provocaciones auditivas de altos vuelos. ¿De verdad? ¡Mentira! Si tanta gente en México tuviera la sensibilidad de escuchar –si conocieran y valoraran– a artistas como Cecil Taylor no estaríamos como estamos. Punto. Esos arranques de hipocresía estética sólo demuestran la capacidad de nuestros disfraces-de-un-minuto, como si celebrar aniversarios y onomásticos de escritores, pintores o escultores nos puliera el podrido magín que cada día se entrega al egoísmo. También demuestran, por supuesto, que la cantidad de gente activa en esas plataformas es mucho menor de lo que imaginamos. Eso es evidente cuando no hay festivales, finales de telenovela, premiaciones o eventos puntuales que disparen sus matemáticas bolas de nieve. Más creíble parece, eso sí, que los amantes de las redes aplaudan en Twitter la vida del gran Isaho Takahata, muerto en Japón el mismo día. A él se deben dos joyas impulsadas por los Estudios Ghibli (de su amigo y competidor Hayao Miyazaki). Nos referimos a La tumba de las luciérnagas y La princesa Kaguya, obras cumbre de la animación nipona. Así es. Takahata era un artista gráfico y literario, no un músico, pero igual celebramos su paso por la vida pues, como Taylor, compartió el hermoso oficio de la creación extrema. Así pues, leyendo ambos nombres en Twitter se nos ocurrió un experimento que deseamos recomendar.

@luistovars

Lejos de la ingenuidad de quienes sostienen que Pink Floyd musicaliza secretamente The Wizard of Oz con su Dark Side of the Moon –factoide total–, y a sabiendas de que se trata de un diálogo imposible en tiempo y en espacio, ingrese por favor a internet y abra dos ventanas de su navegador predilecto. Dirija ambas a Youtube. En la primera reproduzca la película The Grave of The Fireflies, de Isaho Takahata, y baje todo el volumen (¿subtítulos?); en la segunda haga play a este disco: Silent Tongues, de Cecil Taylor. Póngase cómodo y renuncie al mundo por un rato. Observe esa entrada de piano, escuche los andenes del triste ambiente subterráneo. ¿Le faltan coincidencias lectora, lector? Constrúyalas con la furia que almacena semana a semana, esperando un mundo que no llega. Opción diferente es que encuentre la improvisación de Taylor en el funeral de ese otro grande del free jazz, Ornette Coleman, muerto en 2015. Acordes aislados, agudos, espaciados… inicio de una melodía dulce, en trémolo… Comienzan las tensiones en la zona media del piano... Frases repiquetean insistiendo en la séptima de la escala menor armónica, se forman los violentos arpegios que hicieran famoso al músico... Se desata el impresionismo galáctico que tanto importara a su amigo Coleman. Cuesta trabajo creer que ese anciano sentado al piano sea el origen de la parafernalia estelar que estamos escuchando. Dice adiós… ha trazado el arco de una vida tan singular como la suya propia. Aplausos. O puede ser que para despedirse de Takahata prefiera la película Goshu, el chelista. Realizada tras Panda Go!, pero antes de Mis vecinos los Yamada y Pompoko; en ella encontrará fuerzas que lo impulsaban. La vida sencilla que se complica por factores externos que obligarán a madurar y, finalmente, a ser mejores. Como quiera que prefiera, acérquese a estos artistas excepcionales muertos el 5 de abril pasado. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

BEMOL SOSTENIDO

Taylor y Takahata, colaboración post mortem

Luis Tovar

@labalonso

Rafael Aviña en las profundidades del mex noir

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S IMPERATIVO DARLE la voz al maestro, de modo que la cita es larga:“Pese a que no se trata de una producción muy amplia, el mex noir y el cine mexicano de temática policíaca y delincuencial fueron una de las manifestaciones fílmicas más inquietantes y provocativas, sepultada por esa otra cinematografía de prestigio nacional que traspasó fronteras. Poco valorado en su momento, e incluso hoy en día, el cine negro mexicano ostenta relatos a la altura de lo mejor del género desde su propio contexto nacional y con sus evidentes limitaciones de producción.” Más adelante, en el mismo texto: [el mex noir es] “…una suerte de subgénero o movimiento estético que estiliza al máximo sus argumentos y su puesta en escena,

explorando al límite sus conceptos de de la pasión que siempre ha sentido por moralidad. Un estilo y una premisa, don- estos ámbitos fílmicos, Aviña revisita cinde lo nocturno y lo hormonal se catapul- tas emblemáticas del cine negro mexicatan en una vorágine de sexo, maldad, no como La noche avanza, En la palma de heroísmo, muerte y predestinación fatal, tu mano, Distinto amanecer y A la sombra cuyos destellos fulguran en la penumbra del puente, entre muchas otras, lo que es y en las sombras de una ciudad perturba- tanto como decir que pasa revista a moda o una provincia misteriosa y solitaria. mentos cruciales/cumbre de la trayecDesde finales de los años treinta y, sobre toria de cineastas insoslayables como todo, en los cuarenta, la radio, la historie- Alejandro Galindo, Roberto Gavaldón, ta y el cine se trastocaron con rapidez en Chano Urueta y Juan Bustillo Oro, por un intrigante espejo social. Así, notables mencionar sólo un póquer. “Atípico y casi clandestino”, como lo cineastas y eficaces artesanos se foguearon en tramas criminales de bajo presu- describe el autor, el cine mex noir es repuesto a la sombra de un cine oficial y de flejo fidelísimo del espíritu de una época, pero vista desde su lado más oscuro prestigio.” El que habla es el insustituible y entra- –“ese México de noche […] con sus eleñable colega Rafael Aviña, y sus palabras mentos de sensualidad, sangre, pavor y han sido entresacadas del prólogo a Mex paranoia”–, y no a través de esa otra filnoir, cine mexicano policiaco, el más re- mografía canonizada que tantos han ciente de los ya varios volúmenes que querido entender como si fuese la única ha publicado, por cierto muchos de ellos del lapso conocido como Época de Oro. orientados por un interés común: el de Contra esa simplificación, mero fruto del recuperar, dar a conocer y reflexionar en desconocimiento e inevitablemente detorno al género negro cinematográfico, formadora y prejuiciada, Aviña propone tanto mexicano como internacional. Bas- una relectura cinéfila capaz de captar en ten como ejemplos previos los títulos El las tramas, los contextos, los personajes cine oscuro. El placer criminal: crónicas y los diálogos de ese cine, un valor que del infierno ( Times Editores, 1998) y Or- por supuesto va mucho más allá del meson Welles en Acapulco (y el misterio de la ramente nostálgico y alcanza el nivel Dalia Negra), publicado por Conaculta en de radiografía social, emocional e incluso 2013, así como la sección “Los expedien- política, en más de un caso. Bien por la Cineteca Nacional, que se tes secretos (Me) x ”, que durante alguna época publicó en la hoy extinta revista dio a la tarea feliz de editar el libro, y mejor aún por quienes no se hayan acercaCinemanía. En Mex noir, Aviña sostiene –y con so- do antes a esta filmografía riquísima y a brada razón– que, de todos los géneros partir de la lectura sientan el deseo de fílmicos, “el cine negro mexicano [es] el abordarla, lo mismo que quienes, conomás perturbador y audaz”, que en su fac- ciéndola, podrán ampliar enormidad sus tura “proporcionó elementos psicológi- perspectivas  cos, sociales y en ocasiones poéticos a géneros de simple explotación como el drama policíaco, o el melodrama de temática homicida o detectivesca”. Desarrollado desde finales de la década de los años treinta y hasta principios de los cincuenta del siglo anterior, ese cine supo ser atractivo para las grandes masas d e e s p e c t a d o re s, s i n q u e t a l condición lo obligase a la complacencia ni a la morigeración de su valor como elemento denunciante de una realidad bastante menos digna del optimismo oficial de aquel entonces, es decir el de Miguel Alemán y su “México moderno”, según el cual este país podía cambiar su nombre por el de Jauja. Como resultado de una investigación a fondo y, a partes iguales,

Isaho Takahata

CINEXCUSAS

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La Jornada Semanal México, D.F., a 4 de abril de 2018 En referencia al artículo “La revolución melancólica de José Revueltas” aparecido en su prestigioso suplemento el 18 de marzo de 2018, en el que Evodio Escalante reseña acertadamente el libro de Arturo Anguiano José Revueltas, un rebelde melancólico. Democracia bárbara, revueltas sociales y emancipación, me permito hacer la aclaración siguiente. Evodio Escalante estima que las Obras completas ( oc ) de José Revueltas –de las que fui editor junto con Andrea Revueltas– “merecería pasar por la criba de la crítica”, lo cual es inobjetable pues con el paso del tiempo es preciso revisar varios aspectos, sobre todo en lo que se refiere a los textos políticos. Pero donde discrepo es cuando Evodio escribe que los editores “desarticularon de tal modo la edición original de México: una democracia bárbara […] que la dejaron irreconocible”, lo cual habría llevado a Anguiano a cometer el “error” de postular “que con este libro Revueltas realizó el ‘epitafio político’ de […] Lombardo Toledano”. No creo que se trate de un error. El tomo 16 de las oc tiene por título completo México: una democracia bárbara (y escritos acerca de Lombardo Toledano), y en la “Nota sobre la recopilación” queda

claramente expuesto que se decidió ubicar la segunda parte del libro original (“Posibilidades y limitaciones del mexicano”) en otro volumen (y no eliminarla a secas de las oc , como se podría desprender de lo que dice Evodio), porque éste reunía textos afines, todos referidos a la historia de México y a la problemática de “lo mexicano”: Ensayos sobre México (tomo 19). Resultaba lógico añadir textos sobre Lombardo al ensayo “México: una democracia bárbara”, puesto que después de una introducción histórica gira esencialmente alrededor de la cuestión electoral en 1958 y de ese personaje. Esa modificación permitió dar más coherencia: lo políticoelectoral por un lado (tomo 16) y lo mexicano por el otro (tomo 19). El tomo 16 ilustra la evolución de Revueltas desde su cercanía con Lombardo, su paso por el Partido Popular, hasta la crítica radical de su oportunismo con el “canto del cisne de Lombardo”, aquel ensayo magistral que data de 1968: ahí está el “epitafio político”. Pero no se puede pasar por alto que el ensayo de 1958 (“México: una democracia…”) constituye en sí mismo un primer epitafio, porque la crítica contra Lombardo que contiene es ya demoledora; y por si fuera poco, el propio autor se refiere a un “piadoso epitafio en memoria de Vicente Lombardo que desaparece para siempre del campo marxista” (p. 55). Así pues, hay una continuación evidente entre los dos ensayos escritos con diez años de distancia; por lo tanto, al referirse a este tomo 16, Arturo Anguiano no comete ningún “error” cuando dice

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que se trata del epitafio político de Lombardo. 16 Tiene toda la razón: en 1958 Revueltas ya lo había desenmascarado (e incluso desde su salida del Partido Popular en 1955) y en 1968 le dio la estocada –sin malos juegos de palabras ya que Lombardo falleció en noviembre de aquel año. Sigo creyendo que fue acertada aquella difícil decisión (difícil porque implicaba modificar un libro armado por el propio Revueltas). Los dos tomos (16 y 19) se completan. Ahora bien, lo que es de lamentar es que el segundo (Ensayos sobre México) no ha sido reeditado desde hace muchos años, y que con excepción de México 68 los ensayos teóricos y políticos, que son cada vez más d i f í c i l e s d e c o n s e g u i r, d e s a p a re c i e ro n p o r completo en los siete tomos de la Obra reunida (Era-Conaculta, 2014). En este sentido, sí es necesario volver a armar una edición de estos textos, tal vez bajo la forma de una antología (proyecto que teníamos en mente Andrea y yo, pero que no se pudo llevar a cabo) –con todos los riesgos que acarrea, ya que resulta imposible poner a todos de acuerdo sobre un criterio editorial único. Lo cual tiene la ventaja de alimentar la discusión… Por último, un detalle: cuando Evodio enumera a personajes con los que José Revueltas compartió suerte en Lecumberri a raíz del movimiento del ’68, cita a Roberto Escudero. En honor a la verdad, Roberto no estuvo encarcelado, logró exiliarse a Chile.

15 de abril de 2018 • Número 1206 • Jornada Semanal

Acerca de “La revolución melancólica de José Revueltas”

Philippe Cheron


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