LA JORNADA Domingo 3 de julio de 2022
OPINIÓN
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Tráfico de migrantes JORGE DURAND
H
ace seis meses murieron 50 migrantes en un tráiler que se accidentó en Chiapas, hace una semana fallecieron 26 más asfixiados en otro tráiler, éste cerca de San Antonio, Texas. No son actos separados, forman parte del mismo proceso migratorio y del mismo sistema internacional de tráfico de personas. Entre los dos casos, el de diciembre de 2021 y el de junio de 2022, hay una serie de sucesos similares, con la diferencia de que no en todos los casos hubo pérdidas humanas, pero forman parte del mismo modus operandi, en el que se realiza el tráfico masivo de migrantes entre México y Estados Unidos. Un resumen somero de este tipo de eventos, pone en evidencia de que no es un asunto aislado, sino algo cotidiano que sucede a diario, de manera subrepticia y de lo cual podemos contar con evidencias. El día 10 de diciembre de 2021 murieron en Chiapas 50 migrantes en el accidente de un traíler, que iba a alta velocidad. Al día siguiente se formó una comisión internacional, con la participación de una decena de países, presidida por Marcelo Ebrad, el llamado GAI, Grupo de Acción Inmediata, para el combate al tráfico de migrantes. Como resultado, en República Dominicana se localizó a la banda de traficantes que había sido contratada y fue desmantelada. En México no se ha reportado ningún resultado, salvo el traslado de cadáveres a Guatemala. El 16 de enero en Veracruz, en un puesto de control, se detectó a 359 migrantes hacinados en la caja de otro traíler. El 4 de febrero, la Guardia Nacional detuvo uno más, con 312 migrantes, en Córdova, Veracruz. El 7 de marzo se encontró un tráiler
abandonado a la orilla de la carretera con 250 migrantes, una mujer embarazada murió asfixiada en el trayecto. El 12 de abril, en Río Verde, San Luis Potosí, en un retén se detectó un tráiler con 160 migrantes, unos 30 lograron escapar y los restantes fueron detenidos. Y así el 4 de mayo en Veracruz, el 15 de ese mes en el estado de México, el 17 de junio en Chiapas. En este último, el tráiler estaba abandonado al lado de la carretera y viajaban 249 hombres, 55 mujeres y 62 menores de edad, de los cuales 25 viajaban solos. El vehículo transportaba migrantes de países tan lejanos como Bangladesh, India, Nepal, Yemen, Uzbekistán y Sudáfrica. También había personas de Cuba, República Dominicana, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Perú, El Salvador y Venezuela. En total 16 nacionalidades. Organizar un viaje para más de 300 personas requiere de mucha organización, de instalaciones para acomodar o trasladar a tantos seres humanos y para cobrar por el servicio. Se estima que en promedio se cobran entre 10 y 15 mil dólares por persona, lo que da un total aproximado de 3 millones de dólares por un tráiler de 300 personas. Cobrar esas cantidades es un operativo complejo; unos pagan en efectivo, otros por transferencia, unos son enganchados y pagan con “trabajo esclavo” al llegar a su destino. En muchos casos son los familiares los que envían el dinero desde Estados Unidos. Se trata de mafias, pero también de una organización empresarial para manejar tal volumen de personas y de dinero. Como se ha visto, utilizan diversas rutas por México y, luego del cruce subrepticio, continúa el traslado con el mismo modus operandi en Estados Unidos. Este recuento somero, pone en evidencia que se trata de un asunto cotidiano, todos los días transitan por territorio mexicano y
Un Estado desarrollista para una misión transformadora ROLANDO CORDERA CAMPOS
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n tiempos de confusiones, omisiones, dislocaciones y desazones, resulta buena conseja regresar a lo básico. Los mercados nerviosos, los ánimos desbordados y los actores políticos peleando con sus propios reflejos y persiguiendo sombras, no anuncian puerto visible, menos seguro. Desde la crisis global de 2008, ciertamente agravada por los fenómenos recientes como la emergencia sanitaria de la pandemia, la desigualdad y disparidad de políticas aplicadas, el rompimiento de cadenas productivas, la galopante inflación y la guerra declarada, el mundo, nosotros con él, viene presentando una combinación peculiar, por así decir, de confusiones y difusiones. De vez en vez los dirigentes políticos y las élites económicas y financieras han sido capaces
de parar su andar para revisar el rumbo. Ha sido el caso de grandes crisis, como ocurrió en los años de la Gran Depresión de la década de los 30 del siglo pasado. En esos momentos, los dirigentes fueron capaces de construir grandes acuerdos, fue algo así como una toma de conciencia, no sólo de la gravedad del momento, sino de la interdependencia común. De ahí las nuevas reglas para gobernar y operar los mercados y, en los hechos, las economías en su conjunto. Irremediablemente, lo que en el fondo les quitaba el sueño a las élites y coaliciones conservadoras fue puesto sobre la mesa y sometido a radicales revisiones. El papel de los Estados en la operación de la economía fue modificado sustancialmente y una nueva época, presionada además por la Segunda Guerra, emergió de las tinieblas depresivas y las querencias autoritarias y dictatoriales. México buscaba, en gran medida
Urgen operativos sobre los sistemas de transferencia que utilizan los traficantes para cobrar. Quienes viajan en los tráileres y sus familiares pueden dar nombres, fechas, cantidades, compañías y números de las transferencias
Estamos en plena campaña por la sucesión presidencial. Normalicemos nuestros excesos y allanemos el rumbo para unas elecciones pacíficas y ordenadas
también por Estados Unidos, tráileres con cargamento humano, hacinados, hambrientos, sedientos y sofocados. En algunos casos han funcionado los retenes y operativos, en otros es la pura casualidad que se les encuentre, abandonados a la orilla de las carreteras o en rutas secundarias. En el tráfico de migrantes, a diferencia de la trata, hay un descuido total con la mercancía, si pasa algo no pierden el dinero ya cobrado y si mueren, como en el caso de San Antonio, ni quien reclame. Sucede lo mismo con las pateras y lanchas llenas y hacinadas de migrantes en el Mediterráneo. Por eso no les interesa ofrecer condiciones mínimas de seguridad para las personas. A mayor número de personas en un tráiler o en una patera, mejor, más negocio. No es el caso de los tratantes, que por lo general cuidan y protegen a su mercancía porque luego les va a proporcionar beneficios y dividendos. A diferencia del narcotráfico, en el tráfico de personas las posibilidades de infiltrar, conseguir información y hacer operativos exitosos son mucho más sencillas. Simplemente no se pueden tomar medidas sofisticadas de control y seguridad al trasladar a 300 personas de diferentes nacionalidades. Hace décadas que se insiste en llevar controles y hacer operativos en los sistemas de transferencia que utilizan los traficantes y extorsionadores para cobrar. Tanto los migrantes, como los familiares pueden proporcionar información: nombres, fechas cantidades, compañías y números de las transferencias. Es evidente que la lucha contra el tráfico de migrantes va a incrementar los precios y afectar a muchos migrantes y sus familias. Pero ya no se trata de coyotes o polleros, como en el siglo pasado, son mafias criminales que se aprovechan de las esperanzas e ilusiones de las personas migrantes y que todos los días ponen en riesgo sus vidas.
a tientas, un reacomodo y un perfil nuevos, en concordancia con los mandatos de su nueva Constitución y los legados de una revolución y una guerra civil sangrienta y destructiva. Había que reconstruir, país y Estado, sin prisa, pero sin pausa. En este sentido, ahora podríamos diseñar cinco fases para arrancar nuestro camino, enderezar la nave nacional y retomar un nuevo curso de desarrollo. Una primera fase tiene que ver con un acuerdo común, un piso básico de entendimiento de cómo estamos y por dónde queremos ir: asumamos que la mejor política social es una buena política económica. Que es indispensable una economía política comprometida explícitamente con el crecimiento alto y sostenido de la economía y el empleo y la creación de los mecanismos institucionales mínimos necesarios para redistribuir. Segunda fase: la pobreza se abate y supera con el crecimiento y el empleo, mientras que la redistribución se logra con poderes compensatorios efectivos y comprometidos con el cambio en la pauta distributiva en favor del trabajo. Para bien redistribuir, la protección social debe ser para todos. Tercera: no hay capacidad de crecimiento y redistribución en una economía globalizada sin acuerdos sustanciales entre capi-
tal y trabajo y una creíble interlocución del Estado como árbitro, promotor y monitor, de estos convenios. Cuarta: no existe crecimiento alto y sostenido sin inversión sostenida; no habrá la inversión necesaria para crecer sin inversión pública que haga las veces de complemento y “empuje” de la privada; que pueda contribuir a abrir nuevos espacios de acumulación, producción y ganancia. Y quinta: en el capitalismo “realmente existente”, el fisco sigue siendo la mejor institución redistributiva. De aquí el papel inevadible de un Estado comprometido con la redistribución del ingreso y la riqueza. Expresamente comprometido con la justicia social y con los valores de un régimen de gobierno y de Estado democráticos. Un Estado desarrollista que culmine estos caminares sería la coronación de una misión transformadora como la esbozada. La continuidad o la alternancia lograda por la coalición tendrían que abocarse a asumir esta problemática; como eso, como problema a sortear. Y dejar de jugar a los volados. Ya reformaron por la vía de los hechos la ley electoral y estamos en plena campaña por la sucesión presidencial. Normalicemos nuestros excesos y allanemos el rumbo para unas elecciones pacíficas y ordenadas.