Suplemento Semana Santa 29-03-2021

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suplemento

semana santa Guatemala, 29 de marzo de 2021


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Mauricio José Chaulón Vélez

Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Historia Coordinador Académico del Suplemento Especial de Semana Santa

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on sumo agrado el Diario La Hora publica una nueva edición del Suplemento Especial de Semana Santa, tan esperado por las y los lectores. Se trata del 6º. año de la Segunda Época, habiendo coordinado la Primera el recordado Maestro Celso Lara Figueroa, historiador, antropólogo y gran difusor de la cultura popular guatemalteca y latinoamericana. Gracias a ese trabajo del Maestro Lara y de un diverso grupo de escritores, el Suplemento Especial de Semana Santa de La Hora adquirió gran relevancia, fortaleciendo los importantísimos aportes del diario para el pueblo de Guatemala. Hoy, nuevamente en pandemia pero con otras circunstancias que van permitiendo tener nuevas posibilidades en comparación a lo vivido en el 2020, seguimos reflexionando sobre esta fiesta sacra, la más extendida en Guatemala como hecho de la cultura popular. No se detienen los estudios sobre la Semana Santa porque su historia es profunda y sumamente amplia, pero al mismo tiempo porque se encuentra ampliamente difundida en sus manifestaciones religiosas y no religiosas, lo que se evidencia a pesar de la pandemia del Covid-19. El pueblo sigue dinamizándola y manteniéndola más viva que nunca, a través de los huertos y altares domésticos, la visita a las iglesias para ver a sus imágenes de devoción, los programas en distintos medios de comunicación, los estudios y foros académicos, la escucha de las marchas fúnebres y la nostalgia convertida en esperanza de que pronto pueda celebrarse con la grandiosidad de siempre. La reducción de medidas restrictivas por parte del gobierno ha permitido que haya más actividades que el año pasado, aunque las grandes procesiones aún están canceladas. Sin embargo, en muchos lugares del territorio guatemalteco se están llevando a cabo porque hay bajos casos de Covid. Esto y actos como velaciones, altares, misas y exposiciones han generado que las diversas comunidades fortalezcan el tejido social y se construya más sentido de colectividad e identidades alrededor de estos rituales históricos y de gran importancia para el pueblo. Desde el año pasado, la gente salió a resistir el embate de la pandemia al negarse a la muerte tanto propia como de la tradición, adornando los frentes de sus viviendas y los atrios de las iglesias, con ofrendas que son símbolos de vida. El pueblo continúa caminando en sus esperanzas y es así como la Semana Santa tiene asegurada su continuidad, sean cuales sean las circunstancias. Va en este documento un aporte desde diferentes perspectivas académicas, agradeciendo al Diario La Hora el espacio de difusión, así como también a todas las personas que escriben en esta edición y a usted, amable lector y lectora. Quinto Domingo de Cuaresma 21 de Marzo de 2021.

El Cristo Crucificado guatemalteco Brenda Janeth Porras Godoy

Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, España. Docente universitaria.

Posiblemente donde más se evidencia la consolidación de una escuela escultórica guatemalteca en el segundo cuarto del siglo XVIII sea en los temas de Pasión. Buscando los orígenes de la tipología del Crucificado, lo encontramos en una pieza que hoy en día pasa desapercibida, como oculta. Se trata del relieve de un Calvario en el remate de la portada de la Ermita de la Santa Cruz, en La Antigua Guatemala, construida en el año 17311.

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s en el Cristo que pende de la cruz donde también empezamos a ver la decantación de una escuela propia, de manera especial, en el diseño del perizoma, que se reproducirá sucesivamente. Se sujeta por medio de una cuerda y se deja al descubierto ambas caderas del Redentor, siguiendo modelos sevillanos de finales del siglo XVII, aunque simplificado y menos voluminoso. Sobre la pierna izquierda, se forma una curva en V. A la derecha, se observa un amplio nudo, que cae en forma de pliegues extendidos, quizás movido por el viento, lo que aporta movimiento a la composición. Al frente, tiene un doblez que se abulta y cae en múltiples pliegues. Muy probablemente de finales del siglo XVIII, ya podemos situar al Crucificado “guatemalteco”, concordando con la sensibilidad del final del barroco, que interpreta con elegancia, incluso los temas dramáticos. Uno se encuentra en la iglesia de la Merced de la Nueva Guatemala. Se trata de un Cristo

muerto, colgado de una cruz arbórea, acentuando la disposición de sus brazos en forma de V, que se representan en tensión al señalar el entramado de venas y tendones bajo la piel. Refleja una sagrada dignidad, de expresión apacible, serena, de blando y terso modelado, de anatomía sin acusados relieves, sin contrastes violentos. De proporción alargada, su complexión es la de un cuerpo delgado, perdiéndose la sensación de masa. Sus manos están extendidas de una forma suave y tranquila y con la derecha hace un gesto de bendición. En los pies, el tallado se suaviza y se relajan las formas. La cabeza cae sobre su hombro derecho, lo que deja plenamente visible el perfil del rostro alargado, característica que se acentúa por la prolongación de la barba que nace ajustada a las mandíbulas y se extiende bífida, formando dos ondulaciones en “S” encontradas. La boca entreabierta -de gruesos labios que dejan visibles los dientes superiores-, ojos entreabiertos y cejas levemente fruncidas son las únicas manifestaciones de dolor. Tiene una afilada nariz.

FotografÌa WICHO BERDÚO

La cabellera peinada refleja una tranquila hermosura, formada por superficiales líneas, que nace muy ajustada a la cabeza, partida a la mitad, formando dos casi imperceptibles curvas sobre la frente y termina formando gruesos mechones sinuosos, con ondulaciones que se recogen sobre la bien lograda oreja y cae en tres vueltas. Largos mechones de pelo caen sobre su hombro derecho. El paño de pureza acordonado tiene la misma disposición de telas y nudo, que ya veíamos desde los años treinta del siglo XVIII en el Crucificado del Calvario de la fachada de la Ermita de la Santa Cruz. Aunque de frente apenas tiene muestras de la pasión –la policromía de sangre es escasa y la llaga del costado tiene forma cóncava larga apenas abierta-, no es así en la espalda, que se observa completamente lacerada. Del mismo modelo y similar tamaño es el Crucificado conocido como “de las Ánimas” de la catedral. Esta tipología de Crucificado fue imitada incansablemente, principalmente en obras de pequeño formato y también se cuenta con una representación pictórica en un retablo lateral de la iglesia de Quetzaltepeque, Chiquimula. Es lógico que sean precisamente los temas de pasión, propios de la devoción hacia la muerte redentora del Hijo de Dios, promovidos durante el barroco, los que presenten mayor cuidado e innovación en las soluciones formales.


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El Bicentenario de las tradiciones de Cuaresma y Semana Santa en Guatemala Fernando Urquizú Licenciado en Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala, Doctor en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México, investigador IIHAA, Escuela de Historia. Universidad de San Carlos de Guatemala, Miembro de la Comisión de Investigación del Arte en Guatemala, CIAG. Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Contacto: fernando. urquizu@gmail.com

La efeméride del Bicentenario de la Independencia de América Central puede constituirse en un punto de referencia para comprender la vida y pervivencia de las procesiones de Pasión en el imaginario de los guatemaltecos del siglo XXI, que cobra gran importancia para sus habitantes por encima de sus diferencias económicas, étnicas y culturales creando los espacios propicios que fortalecen una atmosfera espiritual de paz y solidaridad.

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l origen de estas manifestaciones El origen de estas manifestaciones lo podemos inferir de dos fuentes: una, como parte del desarrollo de la cultura prehispánica cuando florecieron las grandes metrópolis diseñadas para el paso majestuosas procesiones de sus líderes, cumpliendo una vida ritual que determinaba según ellos, los ciclos de la vida y la naturaleza, donde desempeñó un papel fundamental la penitencia en ceremonias de derramamiento de sangre como las evidentes en las pinturas murales del sitio arqueológico San Bartolo del Departamento del Petén. Un segundo aporte lo encontramos en la cultura hispánica en el cristianismo católico donde las procesiones y los ritos de sangre coincidían con la cultura de los

pueblos ancestrales del Nuevo Mundo, estableciéndose rápidamente una relación espiritual que fue integrada por los concilios de Lima y el Tercer Concilio Mexicano, que uniformaron el culto católico hacia la última década del siglo XVI, adaptando los principios del Concilio de Trento a una didáctica del evangelio que se adaptó a cada comunidad donde los idiomas y cultura eran diferentes. El fin máximo de este proceso fue alcanzar un estándar de comportamiento individual y social en todos los reinos españoles, donde el uso de la imprenta fue fundamental, debido a que permitió la difusión de una misma prescripción del imaginario cristiano, por medio de símbolos acompañados de breves explicaciones en idioma latín, que fueron interpretadas por presbíteros y predicadores debidamente calificados, que ejercieron su labor con sueldos de funcionarios reales pagados por los gobiernos locales, logrando altos beneficios en poco tiempo, ya que velaban por el pueblo de Dios cuya dirigencia había sido encomendada al monarca español, representado en sus autoridades. El arte como material didáctico del imaginario cristiano, la estandarización de las ideas y el comportamiento. Esta relación de la monarquía e Iglesia católica permitió la articulación del imaginario cristiano, que fue enseñado y recapitulado de manera cíclica anual organizado en temporada de Adviento, Navidad, en los meses de diciembre y enero; Cuaresma, Pascua en marzo y abril y Tiempo Ordinario; el resto de años, estandarizando paulatinamente el conocimiento y el comportamiento individual y social de todo el imperio español, que abarcaba territorios en cuatro de los cinco continentes del planeta. En una primera etapa, las diferencias idiomáticas y de analfabetismo fueron vencidas con la formulación de una cruzada de enseñanza del evangelio basada en una colección de escritos ilustrados por Alberto Durero titulados: El espejo de la Salvación, que sirvieron como material de apoyo para crear las primeras imágenes cristianas en el Nuevo Mundo y en el

caso particular de la ciudad de Santiago de Guatemala y más específicamente en imágenes relacionadas a la Pasión de Cristo podemos citar las esculturas del Jesús de la Paciencia de la iglesia de la Merced de la Nueva Guatemala y el Santo Cristo de Esquipulas que se encuentra en la Basílica esta advocación en el Departamento de Chiquimula. Los primeros artistas que realizaron estas obras venían procedentes de la península ibérica y enseñaron a personas locales de las distintas etnias su arte, que era considerado un oficio de mucha demanda debido a que como material didáctico que reproducía los imaginarios oficiales, debía contar con estándares de calidad dictaminado por los alcaldes electos de cada oficio que actuaban presidiendo un pequeño tribunal de evaluación

de obras de arte en especialidades de cada materia; circunstancia que no necesariamente dejó fuera la contratación de artistas populares, que imitaran estas obras y surtieran la gran demanda de imágenes de todos los rincones del reino donde fueron colocadas siempre que no contravinieran el fortalecimiento del imaginario cristiano. Los personajes a representar por las imágenes Las imágenes principales a representar fueron la Santísima Trinidad como Dios Divino, fuente inmaterial del destino de la humanidad, Jesús y la Virgen María, como modelos ideales de obediencia a las leyes divinas y terrenales, los ángeles como seres celestiales mensajeros de la

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Viene de la página 3 voluntad divina, los santos como legatarios del proceso conductual del ser humano a través de valores formados como: la sabiduría basada en la fe, la caridad y la lealtad a Dios y sus autoridades. La figura de estos personajes se fue fortaleciendo en la medida que sus aportes al cristianismo fueron enseñados en el calendario cíclico citado anteriormente donde se proclama la venida de Dios encarnado en Jesús a la tierra, en adviento; su prédica, pasión, muerte y resurrección en Cuaresma y Pascual; así como la permanencia del espíritu de sus enseñanzas en el Tiempo Ordinario. Estos conocimientos impartidos fueron mediatizados con la utilización de las artes visuales, reforzados por las demás con el fin de fijarlos correctamente en la memoria de los fieles, al grado que comenzamos a tener a Cristo como punto de partida para contar la historia hasta nuestros días. Las imágenes de Cuaresma y Semana Santa, su utilidad en el traspaso a la cultura hispánica de Guatemala, la práctica de penitencia El avance de la cultura hispánica determinó un refinamiento del arte expresado en el dramatismo barroco local en el siglo XVIII manifiesto en muchas obras de arte de las cuales podemos citar dos series de las más completas realizadas por Tomas de Merlo (16941739) en la pintura y Agustín de España (1678-1748) en la escultura; mientras que tomó posicionamiento de manera paralela la imagen del Hermano Pedro de Betancourt (1626-1667) como ejemplo local de las prácticas penitenciales de la Cuaresma y Semana Santa, que fueron transmitidas a místicos locales como la madre Teresa de Aycinena, (1784-1841) quien desde la Semana Santa de 1816 tuvo revelaciones registradas por los funcionarios de la Iglesia católica local como de carácter sobrenaturales. En la interpretación de estos datos debemos tomar en cuenta que la práctica penitencias públicas habían sido prohibidas en la Nueva Guatemala de la Asunción desde la última década del siglo XVIII, razón que nos explica el relevo de las dramáticas imágenes y sus procesiones de sangre por altares comúnmente llamados: “Huertos” y los “Sagrarios” propios para la noche de Jueves Santo. Las procesiones de Pasión y su transición al racionalismo en el siglo XIX en los tiempos de la independenciaLa mística de la tradición hispánica local se fue transformando de las procesiones de Sangre a desfiles sacros llenos de espiritualidad donde el silencio es roto únicamente por los cuerpos de música que acompaña los cortejos; recibieron un nuevo impulso la noche del Jueves Santo 9 de abril de 1857 cuando en el coro bajo del convento del Beaterio de Belén la madre Encarnación Rosal, de nuevo recibió una revelación mística del mismo Jesús en donde ya no se le presentó ensangrentado, sino en serena majestad en la advocación del Corazón

de Jesús, que también patente en otras imágenes como el Señor Sepultado del templo de Santo Domingo. Las procesiones de Pasión, los primeros brotes de identidad guatemalteca La noche del 23 de octubre de 1859 fue estrenado el Teatro Carrera, materializando un primer paso que concreta la idea de la Nueva Guatemala a la manera de un pequeño París que se enriqueció con la inauguración del nuevo altar mayor de la Catedral Metropolitana importado y armado en el lugar por expertos venidos de la Ciudad Luz. En el ámbito de la Semana Santa de esta década, la nueva imagen del Señor Sepultado de Santo Domingo fue colocada en una urna también importada del mismo lugar para la procesión del Santo Entierro, que ya era acompañada de una banda marcial que ejecutaba marchas fúnebres de corta neoclásico del repertorio de autores como: Beethoven y Chopin; que pronto fue enriquecido por interpretaciones locales de los maestros; Benedicto Sáenz, hijo, Pablo Sáenz Lambour, transfiriendo estas nuevas formas musicales a una la siguiente generación donde destaca el nombre del maestro Rafael Álvarez Ovalle, quien recogió todo este sentimiento patriótico de la cultura religiosa y liberal que expone en su obra cumbre la Música del Himno Nacional de Guatemala. Las procesiones de Pasión, las efemérides de la Independencia de Guatemala y América Central La última década del siglo XIX vio materializar en impuestos las primeras grandes cosechas de café, eventualidad que dio fondos disponibles para la conmemoración de la Efeméride de Plata de la Revolución Liberal y la de Diamante de la Independencia de Guatemala, que se expresó en un programa de un año de actividades académicas y culturales; que incluyeron la inauguración de un bulevar que ampliaba la influencia citadina hacia el sur que recibió el nombre de: “30 de Junio”, actualmente “Avenida La Reforma”, que originalmente partía del monumento a Miguel García Granados donde destaca la figura de La Patria Guatemala en su versión de 1896, cuando fue estrenado el 30 de junio de aquel año. Dicho lugar sería desde entonces también un escenario propicio para las Fiestas Patrias que alcanzaron un brillo especial el de 15 de septiembre. Al siguiente, el día del Señor San José, 19 de marzo de 1897, regresó de su destierro el arzobispo Ricardo Casanova y Estrada; esa misma noche que se estrenó el Himno Nacional de Guatemala en temporada de Cuaresma, preparando el camino para una fastuosidad inusual en las procesiones de aquel año, que ya fueron organizadas bajo los parámetros de convivencia del Estado liberal burgués y la Iglesia católica. El arreglo de las andas fue desde aquel entonces algo muy especial debido a las imágenes que fueron colocadas en sendos cojines que simbolizaban la unidad de las devociones a la Iglesia y la Nación, como ya se había dado desde los tiempos de la Jura por Fernando VII,

cuando la procesión de traslado de la Virgen del Rosario fue llevada de la casa de su principal mayordomo al templo estrenado el 5 de noviembre de 1808 y fue encabezada por dos ángeles que presidian el cortejo portaban también cojines con los símbolos del poder transferidos a las imágenes de Pasión. Las efemérides de la Independencia y Revolución Liberal conmocionaron profundamente el imaginario citadino, iniciando una reactivación de las procesiones como manifestaciones públicas de fe, que fueron remedadas con distintos objetivos ideológicos por la Huelga de Dolores y las Minervalias desde 1898. Estas últimas fiestas transfirieron su capital simbólico, al de las Fiestas Patrias, mientras que las tres conmemoraciones citadas, han competido cada año en el imaginario del país por ser el equivalente válido y mayoritario del imaginario nacional. Las tres cuentan con sus días específicos para realizarse en Cuaresma y Semana Santa, Viernes de Dolores y 15 de Septiembre y alcanzaron un mejor impacto en el imaginario citadino cuando fueron terminados los monumentales edificios del actual Centro Histórico de la ciudad de Guatemala que se convirtieron en los escenarios idóneos para un mejor efecto en la memoria colectiva, debido a que materializaban corazón del poder del Estado Liberal, que prohibió la Huelga de Dolores en el periodo del gobierno del general Jorge Ubico, (1931-1944) mientras que las procesiones fueron amenazadas de extinción con la propagación del conocimiento científico antirreligioso de los gobiernos revolucionarios. (1944-1954). Las Fiestas Patrias también comenzaron a sufrir deterioro ante el cuestionamiento de su razón de ser a partir del V Centenario del Descubrimiento de América que replanteó

el sentido de nacionalidad y pertenencia de los pueblos, que fue muy bien aprovechado por el capitalismo mundial para avanzar sobre el imaginario de una sociedad de consumo con planteamientos y sentimientos históricos muy vulnerables que fueron dispersados y uniformados con nuevos ideales de carácter global. Las procesiones de Pasión como patrimonio del país y la humanidad Los Acuerdos de Paz de 1996 dieron un punto de replanteamiento de ideas al imaginario de la sociedad guatemalteca, que comenzó a percibir las manifestaciones sociales identificadas como parte de su patrimonio intangible, realizándose sus primeros listados en el siglo XXI y en el caso particular de la Semana Santa en Guatemala en 2008 fue reconocida como Patrimonio Intangible de la Nación. Sin embargo, el estudio de la misma, no ha sido conectado debidamente con la historia del país, divorciándola de las otras manifestaciones tradicionales de la cultura contemporánea guatemalteca muy amenazadas en su conjunto por la incursión, cada vez más profunda del mercado mundial, que plantea el consumo de nuevos productos que se insertan y desplazan a las tradiciones locales.


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Los nuevos retos de la devoción popular en tiempos de pandemia

FotografÌa WICHO BERDÚO

FotografÌa WICHO BERDÚO

Héctor Fernando Castillo Zamora Licenciado en Mercadotecnia, miembro de los colectivos Cucuruchos Seculares, Memorias del Cucurucho y Semana Santa Histórica.

Tras el anuncio de la prohibición de las procesiones y otras manifestaciones de piedad popular, dado a conocer por las autoridades durante la tercera semana de Cuaresma del 2020, muchas fueron las incógnitas que miles de devotos se plantearon.

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as restricciones, derivadas de la propagación masiva de la enfermedad de la Covid19, fueron sin duda una triste noticia para el pueblo devoto y un duro golpe a la religiosidad popular de un país que vive y siente la Semana Santa más bella del mundo. Las medidas preventivas de la época apenas permitieron a algunos devotos acercarse a dejar una ofrenda o hacer una oración al templo donde se venera la imagen de su devoción. A diferencia del año pasado, pese a que persisten muchas de las restricciones, en el 2021 se ha tenido la oportunidad de llevar a cabo actividades que acerquen al devoto a las tradiciones cuaresmales, bajo las medidas preventivas pertinentes y recomendadas por las autoridades en la materia. Desde luego que las circunstancias plantearon un reto a las distintas hermandades y asociaciones que debieron buscar las formas de transmitir un mensaje de esperanza por medio de las imágenes de pasión. Diego Rosales vicepresidente de la Hermandad de la consagrada Imagen de Jesus Nazareno del Perdón Santuario Arquidiocesano del Santo Hermano San Francisco El Grande, Antigua Guatemala, cuenta que desde noviembre del año 2020 se empezaron a evaluar algunas posibilidades de realizar actividades que acercan a la feligresia. Relata que se evaluaron tres escenarios: uno presencial, otro semi presencial y un último virtual. Luego de analizar todos los protocolos con el Dr.

Miguel Ángel Calderón, vocal segundo de la hermandad, “se establecieron todas las medidas tomadas por el Gobierno central y se tomaron en cuenta ejemplos mundiales como los presentados en los parques de Disney”, comenta. Ese aprendizaje les permitió realizar la velación de la Virgen de Dolores el quinto fin de semana de Cuaresma y la velación de Jesús Nazareno del Perdón el Martes Santo. Daniel Augusto Barrera Galindo, tesorero de La Asociación de devotos de Jesús Nazareno de la Buena Muerte, cuenta que para poder realizar la procesión intramuros de Jesús Nazareno y realizar la velación en el claustro de Santo Domingo “se evaluaron los aforos permitidos se tomaron precauciones como aplicar alcohol en gel a todos los visitantes y miembros de la Asociación”. Además, se implementó el uso de careta para todos los miembros que tendrían contacto con el público asistente y se creó una comisión especial encargada de desinfectar las andas al terminar cada turno verificando todas las normas de bioseguridad”. Todos los protocolos usados fueron verificados por médicos privados de distintas instituciones. La planificación se realizó con ocho meses de anticipación y en todo momento se evaluaron los posibles escenarios que tendría el país al llegar a la cuaresma 2021. Diego Rosales nos invita a que apoyemos, colaboremos y participemos en nuestras tradiciones. “Vivamos con todo lo que cada hermandad con mucho esfuerzo nos presenta día con día de esta Cuaresma y Semana Santa 2021, sabemos que todo ha sido sumamente difícil, pero sabemos que con esfuerzo de todos vamos a salir adelante y pronto nos veremos de nuevo en las filas de Nuestro Nazareno del Perdón”, expuso. Daniel Barrera indica que “el mensaje que como asociación queremos dar es que los hogares de todo el pueblo de guatemalteco se encuentren

unidos y fortalecidos en la fe, busquemos en este tiempo de Cuaresma la reconciliación con el padre a través del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que aún no podemos desarrollar todas las actividades como se venían realizando años anteriores por eso de parte la Asociación y de nuestro director espiritual queremos agradecer a los devotos que nos acompañaron durante las actividades desarrolladas este tercer domingo de Cuaresma visitando al Nazareno de la Buena Muerte Tenemos la convicción que pronto nos volveremos a ver caminando en las calles de nuestra capital a la par de nuestro Dulce nazareno Dominico y su Madre Santísima”, puntualizó. La Cuaresma y Semana Santa 2020 y 2021 serán recordadas como tiempos difíciles para los devotos y devotas de Guatemala, pero también como un momento en donde la unión, la creatividad, la preocupación por el prójimo hizo que un sin número de personas dieran su máximo esfuerzo para que nuestras bellas tradiciones no se perdierar en su totalidad y que a pesar de la pandemia el mensaje cuaresmal haya llegado y que el pueblo de Guatemala, con fe y esperanza de que el 2022 el pueblo cátolico podrá disfrutar a plenitud su tan amada Semana Santa.


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El Calvario de la ciudad de Guatemala

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l modelo de ciudad renacentista construida en los territorios españoles conquistados a ultramar a partir del siglo XVI fue el que predominó en el reino de Guatemala. La ciudad fue la base de la vida administrativa, política y religiosa durante el periodo de cultura hispánica. Surgen las grandes urbes por la necesidad de organizar la sociedad colonial dándole importancia a los edificios religiosos que se levantaron en espacios urbano citadinos escogidos estratégicamente, que tenían la finalidad de reproducir las ideas de los grupos dominantes, marcando una estratificación que irradiaba desde el centro hacia la periferia de la ciudad, en el que se encontraba el edificio religioso principal presidiéndolo, disputando por su jerarquía, los espacios que ocupaban las sedes del poder civil y la autoridad real representados en instituciones desde las que el estado colonial imperial ejercía el poder. Las arterias citadinas se transformaron en espacios sagrados por la existencia de un templo con sus atrios y casas conventuales, situadas de forma deliberada en la periferia, de tal forma que las moles construidas sirvieran para la defensa militar de la ciudad, de ser necesario o como un disuasivo para quienes lo intentaran. De esta forma las calles y plazas tomaron el nombre de los templos que las presidían, teniendo especial importancia las calles dedicadas a misterios cristológicos vinculados con el sufrimiento humano que padeció el

Juan Alberto Sandoval Aldana Escuela de Historia Universidad de San Carlos de Guatemala

justo, llevando la cruz a cuestas hasta el lugar de su ejecución, constituyéndose estos espacios en áreas públicas para ser recorridas a pie, desarrollando ejercicios piadosos penitenciales, conformándose en rutas consagradas dentro de las ciudades, que contribuyeron para que en estos espacios se desarrollaran los grandes rituales y ceremoniales de la Semana Santa, conmemorativos de la pasión y muerte de Cristo en la Cruz. De esta forma subsisten en la ciudad calles con nombres que la piedad popular les ha otorgado, tales como “Calle de la Amargura”, “Calle del Vía Crucis” llamada posteriormente “de los pasos” y la “Calle del Calvario”. Estas rutas consagradas dirigen a los fieles a los templos que existen en la ciudad y en todos los pueblos al interior del país afincando las sedes de la jurisdicción religiosa con el nombre de “Calvario” que regularmente coincide con la terminación del camino real, o siendo una prolongación de éste, sitios en los que se localiza la salida o entrada de la ciudad, con sus humilladeros para santiguarse, capillas pozas y cruces atriales, construido de forma general en la cúspide de una prominencia que domina la planicie inmediata, simulando el Monte de las Calaveras en el que se produjo la muerte vicaria de Jesucristo en la Cruz la tarde del Viernes Santo, según lo narran las fuentes hagiográficas y los evangelios canónicos sobre los pasajes de la sagrada pasión. Las procesiones de “Reseña” que son de carrera corta y las de

“Vía Crucis”, de carrera larga, que salen a las calles desde el Lunes Santo, especialmente en el ocaso del Jueves Santo y la madrugada del Viernes Santo se dirigen invariablemente al Calvario de la ciudad, alcanzando su cúspide de clamor y suntuosidad las ceremonias de ese día viernes, que tendrán un epílogo glorioso el día próximo Domingo de Pascua, en el que saldrán del mismo templo del Calvario, las procesiones festivas del domingo de pascua, cumpliendo así la representación del drama de la pasión en la enseñanza didáctica del Evangelio, que concluye en la realidad litúrgica de la resurrección. Con la llegada de las primeras órdenes religiosas en 1525, se desarrolló de forma sistemática la construcción de edificios para albergar a los religiosos y los bienes muebles que eran utilizados para los oficios, incluyendo imágenes sagradas, ajustándose a un patrón común; Disposición a lo largo de la calle, portadas laterales, una nave y dos coros. El modelo de iglesia colonial contaba en su distribución espacial con tres secciones: Atrio, nave transversal para formar la planta de cruz latina o de origen románico en las que se instalaban sendas capillas dedicadas a santos principales y el presbiterio. Los postulados de la contrarreforma exigieron en América que los templos religiosos cumplieran con varios requerimientos, siendo estos buena visibilidad y acústica, ubicación estratégica del púlpito debiéndose instalar en la calle del Evangelio y atractivos físicos artísticos en el ambiente. La cúpula en el crucero para la distribución y aprovechamiento de luz cenital y la fachada retablo regularmente de tres calles y por lo menos dos cuerpos que desempeñaban las funciones de escenario en el atrio, completaban la monumentalidad de las edificaciones. Los templos dedicados al santo calvario eran considerados ermitas, construidos generalmente de una nave y techumbre pajiza o de teja a dos aguas, con escalinatas prolongadas por el mismo número de pasos que según la tradición Jesús recorrió llevando la cruz a cuestas desde el pretorio al monte Calvario, en las que se colocaban cruces o altares con los números de las estaciones sagradas, con una fachada que muestra cierta libertad en la decoración y el trazo, limitándose a contener en los nichos un crucifijo acompañada de las efigies en estuco de San Juan, María Magdalena y la virgen de

dolores, elementos de gusto popular y singular de cada región del país. Mario Monteforte Toledo en sus escritos sobre la vida colonial señala que los españoles pusieron en evidencia un denodado interés en la función desempeñada en los lugares ya sacralizados a través de los ritos de las antiguas religiones preexistentes, localizados en las cumbres de cerros o en cuevas sagradas, imponiendo en esos mismos sitios sus templos. En el caso de la ciudad de Guatemala, tanto en el asiento en el valle del Panchoy -1541/1775-, como en el valle de la Ermita, Llano de la Virgen -1776 a la fecha-, el templo de la Orden de San Francisco al que se le agregaba en el nombre, el adjetivo de “El Grande”, fue el inicio de la calle llamada “de los pasos” por encontrarse en el interior de ese edificio la primera estación del Vía Crucis, contando con otras 10 capillas dispuestas para el rezo, con imágenes pasionarias propias de cada capilla, hasta llegar en la desembocadura de las calles siguientes en donde en un cerro se localiza el templo del Calvario, quedando las estaciones XII, XIII y XIV referidas respectivamente dentro del templo, siendo la XII la que contiene el conjunto monumental de “El Calvario” integrado por las tres cruces y los crucificados en ellas, la XIII que es la del santo entierro en la que se venera el Santo Cristo Yacente que sale en procesión de santo entierro y la XV estación, de la piedad, presidida por la extraordinaria escultura atribuida al notable escultor Vicente España, siendo la última la XVI que es la de la soledad de Ntra. Sra., que se visita el sábado santo para dar el pésame a la virgen doliente, que se encuentra sola, siendo este ejercicio piadoso de “Vía Crucis” de 16 estaciones, visitados los 4 altares interiores, en un concepto muy guatemalteco con una estación agregada, por el magisterio y la sabiduría del pueblo novo guatemalense. En el abandonado asiento de la ciudad en el que se yergue hoy La Antigua Guatemala, aún se conservan en pie las capillas del Vía Crucis que se prolongan hasta la Ermita del Santo Calvario, construida entre 1652 y 1655, bendecida e inaugurada el 19 de marzo de 1657, reconstruida luego de los terremotos de san Miguel en 1717, abriéndose de nuevo al culto en 1720. Destruida parcialmente durante los terremotos de Santa Marta en 1773 se traslada la sede al nuevo asiento de la ciudad, en 1779, en cumplimiento con el


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reglamento de traslación de la ciudad determinado por el rey don Carlos III de la casa de Borbón, en el que se contenían las órdenes de que las parroquias, 4 rectorales a la fecha del terremoto de Santa Marta, siendo estas El Sagrario, San Sebastián, La Candelaria y Los Remedios, asumieran los templos y oratorios menores. Esta última, la de Ntra. Sra. De Los remedios, en cumplimiento de la orden real asimiló los templos menores de Ntra. Sra. Del Rosario de la Santa Cruz del Chipilapa y el Santo Calvario. La nueva sede de la parroquia rectoral de Ntra. Sra. de Los Remedios y sus templos fusionados, luego de permanecer temporalmente en el cementerio de la orden franciscana, espacio en donde posteriormente se instalaría la plaza de Las Victorias o de La Concordia, en la actualidad parque Enrique Gómez Carrillo, pasa a ocupar su sede definitiva en la cúspide del cerro cuya prominencia limitaba la extensión de la ciudad al sur, en donde se construyó un templo de similares características a la Ermita del Calvario que se había abandonado en el asiento proscrito por la autoridad constituida, orando con los monumentales cuadros de la pasión, pintados en el taller del Pintor Tomás de Merlo, robados recientemente, esperando su aparición para colocarlos en su lugar. El edificio parroquia de Los Remedios y los templos fusionados cuyos bienes y registros quedan albergados en un mismo edificio que se construyó en 5 años entre 1784 y 1789, bajo los mismos conceptos coloniales, al final de la calle real, cuya prolongación de la 13 a la 18 calle de la actual zona 1 de la ciudad de Guatemala se llamó de igual forma “Calle de los pasos”, construyéndose las 10 capillas del “Vía Crucis”, las cuales fueron demolidas luego

del terremoto de Navidad en diciembre de 1917 que las arruinó, desapareciendo para siempre al ser demolidas, quedando únicamente registros gráficos de las edificaciones y algunas de sus imágenes talladas o pintadas al óleo atribuidas por Fuentes y Guzmán al pintor Antonio de Montufar, albergadas en otros templos para continuar su veneración, siendo la más reconocida la del Señor Crucificado de la capilla de ánimas del hospital de la Misericordia, el Sr. de las Misericordias. El templo parroquial sede de los templos fusionados resistió los embates de los terremotos de 1917 y 1918, no obstante lo anterior, por disposiciones del supremo gobierno liberal, presidido por el Gral. José María Orellana expropia en 1926 el templo y cerro para ser demolidos para abrir una nueva frontera al sur de la ciudad y prolongar la calle hasta el cantón Tívoli, construyendo la avenida independencia y 15 de septiembre hasta el actual Boulevard Liberación zona 13, regresando a la sede abandonada en la ciudad de La Antigua Guatemala, parte de los bienes muebles y obras de arte, luego de funcionar como sede del museo de Historia y Bellas Artes desde 1936, mientras se construía a la vera, el nuevo templo, que recibe el apoyo del presidente Lázaro Chacón en 1931 para continuar la obra iniciada por Reyna Barrios, la cual se termina en 1932 con apoyo gubernamental del presidente Jorge Ubico Castañeda, presentando un nuevo estilo arquitectónico, siendo bendecido, consagrados sus altares e inaugurado al culto el nuevo templo, el 21 de noviembre de ese año 1932, a instancias de su párroco rector, don Pedro Guittart, el Sr. Arzobispo reinante, Monseñor Luis Durou y Sure, en presencia de padrinos, invitados especiales, el venerable cabildo

metropolitano, ingresando a las 10:00 horas el consagrante y sus asistentes, Canónigos Monseñor Mateo D. Perrone y Herlindo García, el protonotario apostólico Monseñor Córdova y Zeceña, el maestro de ceremonias Pbro. Eugenio Novi, seguidos del seminario mayor de La Asunción, luego ingresó el pueblo para asistir a la celebración eucarística cantada a tres voces. La cátedra fue ocupada por el Sr. Canciller del Arzobispado y canónigo maestre escuela don José Luis Montenegro y Flores, quien pronunció el discurso de recepción. Finalizada la ceremonia el Sr. Arzobispo cantó solemnemente las preces del “Te Deúm”, acompañado de gran orquesta y coros. A las 4 de la tarde salió la procesión eucarística del altar del sagrario de catedral metropolitana llevando la sagrada forma consagrada, llegando a las 17:50 horas, organizada la procesión por don Carlos Olivero Nelson y Juan Aycinena. El ostensorio con la hostia consagrada fue llevado bajo palio por el Sr. Arzobispo acompañado de las niñas de la Casa Central y del Asilo Santa María, alumnas del colegio Santa Teresita y señoritas llevando flores haciendo valla al santísimo. El comité de la bendición e inauguración del templo estuvo integrado por los Señores Francisco Cordón Horjales, Héctor Cáceres, Manuel Muñoz, Miguel Rómulo González, Víctor Rodríguez, José Gambau, Gregorio Valdez, Daniel Ramírez, José Tazo Morales. Al repique de campanas el arzobispo impartió la bendición con el santísimo que quedaría para siempre guardado en el sagrario, al repique de campanas y quema de cohetillos. La ceremonia fue grabada en película silente, en blanco y negro, por los camarógrafos del ministerio de fomento,

cuyas escenas se conservan en el acervo de la cinemateca Enrique Torres, como material para la investigación y docencia de la universidad de San Carlos de Guatemala. El final del primer templo construido en el valle, llegaría luego de la traslación de la virgen de los Remedios, patrona titular, saliendo de él, con destino al nuevo edificio, llegando hasta la 13 calle en el atrio de San Francisco El Grande, recorriendo la calle de los pasos hasta la 18 calle llegando al nuevo templo pasadas las 16:00 horas, acompañada por las señoritas de la Casa Central, las hijas de María y fieles llevando velas, quienes al ingreso cantaron La Salve Regina. Expusieron los conferencistas la santa misión iniciando el Pbro. Fray José Dalmau Moreno, respondiendo la retórica, en oposición, el Pbro. Luis G. Piu. Terminada la misión, el Pbro. Don Belisario Trejo, finalizando la ceremonia. El viejo calvario y su cerro fueron demolidos en 1947, dando paso al desarrollo y ampliación de la ciudad, lo que le valió al gobierno revolucionario del Dr. Juan José Arévalo recibir las quejas de los vecinos y feligreses, quedando finalmente en funciones el nuevo templo hasta la presente cuaresma del año 2021, a 89 años de su bendición y consagración, siendo desde sus inicios hasta la actualidad, la sede de las solemnes ceremonias pascuales de mayor participación popular en La Nueva Guatemala de la Asunción, además de depósito para resguardo de invaluables e irrepetibles tesoros artísticos que cumpliendo su función mediática, recibe culto en el templo del Calvario. La Nueva Guatemala de la Asunción, 19 de marzo de 2021, día del Señor San José.


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La procesión de los conjurados: un sobrio homenaje a Jesús de la Merced Juan Manuel Castillo Zamora

Sobre la 5ª. calle, del Centro Histórico, caminan sigilosamente una veintena de penitentes, cubren su rostro con una capucha morada y visten su túnica talar del mismo color. Van con cadencia, como si sobre sus hombros cargaran un pesado madero.

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a tétrica procesión se aproxima con solemnidad a la 7ª. avenida. Atrás ha quedado la parte trasera del Palacio Nacional, continúan con firmeza y determinación, buscan el templo mercedario, que les espera rojizo, bajo una luna llena que se asemeja a la de Nissan. Una cruz alta antecede el paso de los cucuruchos y el silencio sepulcral solo es interrumpido por el sonido de las matracas, el tambor y el Xijolaj. Las crónicas del ayuntamiento de finales del siglo XVI describieron escenas como la narrada en los párrafos anteriores. “Los hombres iban vestidos con una túnica morada, con una esclavina blanca al estilo de los penitentes de Santiago de Compostela y los criollos nobles iban ataviados como penitentes, portando cucuruchos negros, túnica y alba negra que les cubría el rostro”, escribió el historiador Celso Lara. En efecto el surgimiento de las procesiones mismas sigue muy de cerca los colores y el simbolismo de la Cuaresma y Semana Santa definida por el Concilio de Trento entre los años 1559 y 1565. Pero la escena descrita ocurrió hace apenas unas semanas, durante una manifestación de piedad popular organizada por un grupo de cucuruchos, cuya identidad se desconoce. Toma relevancia en un contexto pandémico, con la cancelación de las procesiones de Cuaresma y Semana Santa por segundo año consecutivo. Los detalles de la organización de aquella solemne procesión, llevada a cabo en el marco del tricentenario de la declaración de Jesús Nazareno de la Merced como patrón jurado contra las calamidades, continuarán en el misterio. La noche del 27 de febrero alrededor de las 22:00 horas la marcha fúnebre La Reseña fue interpretada por un grupo de músicos en la 5ª. calle y 10ª. avenida A de la zona 1. La veintena de penitentes se postró frente al neoclásico templo mercedario e hizo guardia por espacio de dos horas. A las 0 horas del domingo 28 de febrero, sonó Señor Peque de Monseñor Joaquín Santa María y Vigil, le sucedió La Granadera, de autor desconocido. Con ello culminó un homenaje discreto pero cargado de simbolismos. Con ese acto penitencial se demuestra que las manifestaciones de piedad popular transcienden las restricciones impuestas por la jerarquía católica y que le pertenecen al pueblo. Los cucuruchos no requieren de permisos, ni respaldos institucionales para salir a las calles y manifestar su devoción. Desde luego que este

no es un llamado a la insurrección, ni mucho menos a sacar procesiones masivas en un año donde la seguridad sanitaria aún está en tela de duda y donde la enfermedad de la Covi-19 sigue infectando y matando a los guatemaltecos. El simbolismo pasa por la importancia de la piedad popular para los pueblos, incluso en años turbulentos. Lo que ese grupo de conjurados hizo fue demostrar su fervor y devoción hacia una imagen que es un ícono para la historia del país. Las capuchas en la historia Tal como lo expresó alguna vez Celso Lara, los atuendos penitenciales solían cubrir el rostro de los penitentes. Los Gobiernos liberales prohibieron el uso de los sombreros cónicos que cubrían el rostro. El historiador y antropólogo Mauricio Chaulón Vélez explica que en los años 1879 y 1882 se insistió en la prohibición de que los cucuruchos fuesen con el rostro cubierto. “Los gobiernos liberales, dentro de la lógica de normar el sentido de nación, ven en la prohibición un intento de buscar hacerla más ilustrada y justifican su accionar en supuestas quejas de la gente, pero en realidad lo hacen en el marco de las prácticas del conservadurismo”, acota. El especialista refiere que en tiempo del obispo Ricardo Casanova y Estrada por el año 1897 se retoma la tradición penitencial de cubrir el rostro con el tradicional sombrero cónico del cucurucho. No obstante, la utilización de esta indumentaria penitencial se erradicaría definitivamente en tiempo del dictador Manuel Estrada Cabrera, quien con ayuda de su aparato de inteligencia, descubriría en la Semana Santa de 1908, que un grupo de personas se habrían organizado para asesinarle en medio de la procesión del Santo Entierro del templo de Santo Domingo del Viernes Santo. En aquel año un grupo de insurrectos había planificado atentar contra el dignatario cuando la procesión pasara por la casa del presidente. Aquella conjura fracasó y días antes del atentado se capturó a los insurrectos. En el contexto de la religiosidad popular vemos que, la utilización de las capuchas o capirotes cónicos que cubren el rostro de los penitentes durante las procesiones de la Semana Santa, han sido prohibidas en más de una ocasión. No obstante, la historia reciente de las tradiciones de la época han surgido algunos intentos por volver a la praxis de cubrir el rostro, pero se ha limitado a pequeños escuadrones de nazarenos que portan los símbolos de pasión o las estaciones del Via Crucis durante las procesiones de la Semana Mayor. De hecho la legislación guatemalteca (Decreto 41-95) prohíbe la utilización de capuchas. La misma fue aprobada en 1995 cuando Efraín Ríos Montt presidía el Congreso de la República, aunque paradójicamente sus propios

correligionarios utilizaron capuchas en una violenta manifestación en julio de 2003, conocida como Jueves Negro. A 113 años de la prohibición de los sombreros cónicos que cubrían el rostro, pocos han sido los cucuruchos que han desfilado por las calles del Centro Histórico con una capucha que esconde su identidad. En la mayoría de los casos los pequeños escuadrones que caminan con el rostro cubierto forman parte de un subgrupo de una asociación o cofradía penitencial. Lo ocurrido el 27 de febrero toma ciertos matices, pues los penitentes no pertenecían a ninguna asociación o cofradía, su manifestación pública la hicieron en un contexto pandémico, en un año donde no se esperaban cucuruchos en las calles. En ese contexto el valor simbólico de ese acto de fe y devoción toma una relevancia trascendente que pasará a la historia como la noche en que unos conjurados decidieron homenajear a la imagen de sus amores.


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CON ESA MÚSICA (A VECES), ARRULLA UNA MADRE Juan Pablo Arce Gordillo Cucurucho, académico y poeta

In memoriam, Rosa Gordillo viuda de Arce. Y por las madres devotas que se fueron por Covid 19, 2020-2021. I- PARTE, EL ARRULLO Extraje de un disco acetato de la Casa Avelar (de 1957) la marcha “Los pasos” (Julián Paniagua), que por muchas razones, luego de las oficiales de algunos cortejos procesionales, es mi favorita. Y lo digitalicé, con toda la intención de dejarle el sonido del scratch, propio de estos registros. ¡Techno manía!

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uego escuché la de la ejecución de la Banda Sinfónica Marcial nuestra (de 1996). Al hacerlo, lo único que se me vino a la mente fue pensar, que muchas madres de cucuruchos y dolorosas arrullaron a sus hijos con marchas de un viejo tocadiscos; y ahora otras lo hacen desde los dispositivos digitales y aparatos de sonido con óptima calidad. Lo cierto es que, para efectos de esta nota, lo que a muchos nos sobrecoge, es sentir cómo nuestra madre (en otros casos una abuela o tía), nos mecía siendo muy pequeños y mágicamente nos quedábamos “dormiditos”.

Foto: Juan Pablo Arce Gordillo

Hoy, quizá tocado por muchos sentimientos encontrados, quise apuntar estas breves líneas, a manera de agradecimiento, porque no sólo la leche que nos dieron, los cereales, las papillas, nos forjaron para tratar de ser personas de bien, ¡sino también esa donosura y arrumaco materno, a la manera de vaivén de las andas, con la imagen de nuestra particular devoción! [Guatemala, 11 de marzo. Cuaresma de 2012. Cuando se conmemoran los 39 años de consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo]. II- PARTE, PREPARANDO ATUENDOS, ENSERES Y COMIDAS DE LA ÉPOCA Sábado para las manos de la madre, de mi madre [Mientras que la Virgen Dolorosa josefina, transitaba en la estación penitencial de los 7 dolores]. Sábado para las manos de la Madre / sábado para las manos de mi madre / Porque si bien la memoria / me lleva a lo dominical (de Ramos) / hoy que vi en su anda / a la Dolorosa de San José / con las manos extendidas / a la manera del fiat / indefectiblemente el recuerdo / se acendró en las manos / que tomaron las infantiles mías / endo en pos de Jesús de los Milagros // Y justamente hoy / cuando insistieron otras voces / en que mi ser es poético / no quedó otra que brotarlo / a través de filiales / versos de agradecimiento / para la Madre y mi madre. --- Guatemala, 24 de febrero, Cuaresma de 2018. Tocaba arreglar túnicas, capirotes, cinturones, paletinas y demás aditivos; preparar los alimentos de la época y que todo estuviera a punto, tal y como el protocolo de las abuelas lo demandó siempre. ¡Impecable! III- MANOS ORANTES Se quedó en casa, porque ya no le daban las fuerzas para caminar en filas, ver al Señor de sus amores, llevar en hombros a la Dolorosa de su más ferviente devoción o más triste, ni siquiera ir a las calles a su encuentro, porque la osamenta ni con bastón o silla de ruedas daba para más. Sintonizó la radio, la televisión o a su octogenaria edad, aún con destreza para manejar las redes sociales en

el teléfono celular o una pequeña computadora portátil; viendo el paso de la procesión, mientras que sin proponérselo, el hijo, el pariente o la vieja amistad pasó frente a la cámara y con un gesto automático de la mano derecha, saludó, como solía hacerlo personalmente en la época Grande. Y cuando el Señor o la Virgen Santísima transitaron frente a sus ojos, una discreta lágrima rodó por las mejillas, un “paño de amargura”, ahora desechable por estas contingencias sanitarias, recibió la acuosa plegaria. Sonaba; “El llanto de la Virgen”, “La Dolorosa”, “Los pasos” o “La Reseña”. IV- EPÍLOGO Llegó la hora de la partida, cerrarle los ojos, amortajarla y proceder al velorio y entierro, con aforo limitado, como las normas sanitarias lo prescriben. Guardar toda la calma, para ya después de todo, ¡estallar en llanto!

Soy tu niño (II) No deseo llenar páginas / de elegías u obituarios / a la manera de diarios / sería una contradicción // Porque me prometí / dejarla descansar en paz / evitando letras compulsivas / sólo neuronas gravitadas // Se las entregué / frente al sagrario y un altar / cubierta por un manto / de suave y fragante mortaja // Con olor a rosas se fue / esta Rosa madre / que sujetó mi mano / durante 57 años. // ¡Soy tu niño! [Guatemala, 7 de febrero de 2021. Mi primer fin de semana sin ti. Y al fondo, las campanas del Angelus]. Y luego de la mesura, el desborde lacrimoso, en un tiempo preciso, con la justeza y sincronía, como la de un anda que, con el estricto horario de paso, llega a cada esquina, según lo planificado. Guatemala, Jueves del Silencio, 18 de febrero de 2021.


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“Ben-Hur”, la costumbre Marcela Rodríguez Uceda USAC-Escuela de Historia.

En su libro Costumbres en Común, el historiador E.P. Thompson, señala que “La costumbre es la segunda naturaleza del hombre”. La Semana Santa en Guatemala es comida, olor, sonido, procesiones y películas. El dogma católico en la representación teatral de la pasión y muerte de Cristo, tiene varios elementos, los cuales evolucionaron a partir de la segunda mitad del Siglo XX, años en los que el cine de Hollywood también desarrolló producciones cinematográficas ostentosas y de calidad en respuesta a la moda de la televisión. De estas producciones, surge en 1959 la tercera versión de “Ben-Hur”, un Relato del Cristo. Para la Guatemala de las décadas siguientes, la televisión comenzaba su expansión en los hogares o los cines rodantes que llegaban a las diferentes zonas en época de Semana Santa a proyectar estas películas americanas con temas bíblicos y épicos. Una forma de catequesis en medio de la guerra, una tregua al conflicto durante unos días, una forma de distracción.

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entro del imaginario cristiano de nuestra sociedad, tanto “Ben-Hur” como “Los Diez Mandamientos” (1956), son las películas por excelencia de Semana Santa, por lo que ya se ha vuelto una costumbre esperar la permanencia voluntaria. La naturaleza del Jueves y Viernes Santo es de guardar el duelo del Señor. Esos días no se escucha música mundana, no se ve televisión e incluso todavía se guarda la tradición de no bañarse para ‘no volverse pescado’. La comida, por supuesto, es otro aspecto invariable y asimismo se han vuelto los filmes sobre temas de Dios. En más de algún día, antes del Domingo de Resurrección, se debe tener un tiempo familiar para ver estas dos o las que estén en cartelera. Lo único que quedaba por hacer –antes de la era digital y aparte de ir a las procesiones–, era leer, escuchar la Radio Ciros o ver películas. Dado a que no existía todavía televisión por cable sino hasta 1984, todos estaban a merced de los mismos dos canales o bien de ir a

donde el vecino a ver la TV. La trama de “Ben-Hur” es siempre recordada por la gallardía y el auxilio de Jesús al protagonista en un momento donde parecía fallecer. Sin embargo, con el paso de los años y la madurez humana, la película y sus diálogos se incrustan más y más en el imaginario de la grey y del público del buen cine, volviéndose de tanta costumbre una tradición. El Technicolor, sería una maravilla hacia los años 50 y 60 en Guatemala, por lo que el impacto de estas tantas películas ha sido trascendente. Cinematográficamente, la película de William Wyler, ganadora de 11 Oscares de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas – AMPAS–, es un conjunto de heroísmo, venganza, conversión, arrepentimiento, prepotencia, destino, suerte, amor y esperanza, por mencionar algunas. Todos sentimientos humanos, que es lo que buscan proyectar o transmitir las películas. “Ben-Hur” lo tiene todo. En el círculo de devotos cargadores y de nuestras ‘abuelas y madres’, esta película es la favorita. Al preguntarle a mi madre su opinión de esta y otros títulos, su respuesta fue: “Ben-Hur” , eso ni lo dudes”. Al igual que a unos cuantos amigos josefinos, recoletos, dominicos, mercedarios, cucuruchos; la respuesta fue la misma, salvo uno de quien me compadezco. Es decir que, en nuestro imaginario, la Semana Santa no existe o pierde parte de su misticismo actual –para muchos–, sin poder ver la carrera de cuadrigas en el circo. A propósito de la pandemia, la madre y la hermana del protagonista se vuelven ‘leprosas’, por lo que nos muestran parte de la discriminación de la sociedad y el miedo a dicha enfermedad cutánea. Muy similar al miedo social que se apoderó de todos por el Coronavirus. Las similitudes que da la historia siempre son impresionantes. Es repetitiva. Si bien no toda la película puede ser fidedigna, en cuanto a las ciencias históricas se

refiere, da muchos datos relevantes como la forma de organización romana: tribuno, cónsul, centurión, gobernador, César; el comercio y rutas marítimas, la esclavitud, la aristocracia, el clima y un largo etcétera. Impulsando a más de alguno de nosotros a leer o involucrarnos en la rama de las Ciencias Sociales. Todos los elementos que confluyen para el desarrollo de la trama son excepcionales desde un punto de vista artístico, siendo la musicalización de esta película una obra magistral de los soundtracks. Toda la película es, coloquialmente dicho, algo bien hecho. Los diálogos En la única categoría en que la película perdió el Oscar fue en la de Mejor Guion, basado en material de otro medio. La adaptación del libro ha sido llevada al cine en cuatro ocasiones: 1907, 1925, 1959 y 2016, siendo la segunda la inspiración para el escuadrón de romanos de San José, creciendo exponencialmente gracias a la versión del 59. Pero, regresando al tema del guion, la traducción al español da ese toque cultural necesario para reafirmar la interpretación de los personajes. “¡Trátalo como tal!” frase de Mesala a un centurión para la cordialidad que debe recibir Judá, en las primeras escenas, no tiene el mismo impacto en el lenguaje original. Ni la pelea posterior que desencadena el pleito de estos dos personajes: –Judá ¿o estás conmigo o en mi contra? No tienes otra salida. O estás a mi favor o en contra mía. –Si tengo que elegir, debo estar en contra tuya. Otro de los diálogos relevantes e impactantes que logra la cinta, llevando al protagonista a ser una persona que buscará venganza por el odio y resentimiento, y de quien se espera que cumpla su palabra en el desarrollo de la trama, es cuando es condenado: –Permita Dios mi venganza. Le pediré que vivas hasta que regrese. –¿Qué regreses? Todos hemos conocido a uno o varios Mesala en la vida o todos a un Judá o en algún momento hemos sido nosotros uno de los dos. No somos perfectos ni celestiales y es la creencia de muchos con una nueva cultura del cucurucho, en ciertos colectivos y círculos. Concluyo que este es el apego a esta producción: la semejanza con la cotidianidad de nuestra vida con la trama de la película. La discriminación, racismo, revanchismo, cinismo y demás sentimientos humanos se


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plasman en los diálogos –grabados en nuestra memoria–:

–Tu pareces ser ahora lo mismo que querías destruir (…), ¡Se diría que ahora tu eres Mesala!

–Pero ¿cómo controlas su mente? ¿Cómo controlas ideas? En especial una nueva.

–Cayó una teja de esta azotea hace tanto y sigue cayedo.

–Si quieres vencer una idea, yo te diré como: con otra idea.

–Quisiera dejar de sentir y de pensar. Pero no puedo lograrlo.

–…Y no olvides lo mejor de todo: tu presencia.

–No temas. El mundo está más allá de lo que conocemos.

–Tus ojos están llenos de odio 41. Excelente, el odio te mantendrá con vida. –Baltazar es un buen hombre. Pero hasta que todos sean como él hay que afilar las espadas. –Habrá alegría en la casa. Celebraremos entre el polvo y las telarañas. –¡Búscalas Mesala! Regrésamelas y olvidaré lo que juré con cada golpe del remo al que me encadenaste. –¿No se los he dicho? Que tonto he sido. El príncipe de Hur: Judá “Ben-Hur”. –4 a 1 jeque. La diferencia entre un romano y un judío. O un árabe. –Crucé este espacio y hablé con amistad, como hablaría con Arrio. Pero cuando asciendo las escaleras me convierto en la voz del César, listo para destruir a los que retan su autoridad (…). –Triunfo completo Judá. La carrera ganada y el enemigo destruido. –No existe el enemigo.

Todas estas no tienen mucho sentido sin la imagen, el color y la escenografía de cada una. Por lo que, espero respetable lector, vea –nuevamente– la película y encuentre cosas que no ha visto en ella o cambie su forma de ver a los desposeídos, vulnerables y sufridos, porque: ¿no es esa la enseñanza de Jesucristo? Judá y Mesala son dos personajes normales, hombres. Con decisiones, sentimientos, ambiciones y creencias. Los romanos supersticiosos: “Larga vida joven Arrios, y la sensatez para vivirla” y los judíos con su dios: “No aceptaré que Dios me haya dejado vivir 3 años para morir encadenado a un remo”. Esclavos de un sistema como cada uno de nosotros, leprosos ante el padecimiento de cualquier enfermedad, condenados por la injusticia. A todos nos puede pasar. Esta costumbre de “Ben-Hur”, una tradición del Siglo XXI, forma parte del imaginario colectivo y del boato de la Semana Mayor. Su impacto tanto en las procesiones, con la representación de los romanos, como con el contexto histórico y social de Jesucristo, la hacen un elemento de nuestra cultura de Semana Santa, aceptada y adoptada de otras en común: “No ha terminado Judá. La carrera no ha terminado”. A la memoria de mi abuelita Josefina, quien siempre llamaba para avisar: “Están pasando ‘Ben-Hur’ en el 3”.


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El Santo Entierro de Santo Domingo Msc. Mario Alfredo Alvarado Vela USAC-Escuela de Historia.

La conmemoración de la Pasión de Cristo, tiene su presencia en el ideario del guatemalteco desde la llegada de los primeros misioneros que arribaron al nuevo mundo con los conquistadores en el siglo XVI y comenzaron su ardua labor de evangelización.

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Foto: Wicho Berdúo

n este contexto el papel de la orden de predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán es fundamental en este proceso de introducción del catolicismo en nuestro país tal como reza una palabra de su lema: Predicar. Esta predicación de la buena nueva del evangelio, buscó diversos recursos para poderse propagar dentro de los habitantes de estas tierras, en este contexto las directrices del concilio de Trento fueron determinantes para lograr dicho objetivo (1545-1563). En el referido concilio se dictaminó la respuesta del catolicismo, frente al avance de las doctrinas protestantes que rompieron con la unidad religiosa de siglos del viejo mundo, dando especial valorización y fomentando el culto a las reliquias e imágenes religiosas. Es por ello que durante la época colonial se vio un nutrido crecimiento del arte en todas sus formas, particularmente las ligadas a contemplar la Pasión del Redentor. Es por ello que podemos apreciar como uno de estos ejemplos la talla de la Soledad Dominica, una de las antiguas del país y que encaja dentro de estas dinámicas anteriormente descritas para fomentar y consolidar al catolicismo en nuestro país. Dentro de todo ello también tuvieron un gran auge las expresiones de religiosidad llevadas a cabo fuera de los muros de las iglesias y conventos de las ciudades españolas, tal es el caso de Santiago de Guatemala donde

ya se encuentra evidencia documental de la procesión del Santo Entierro de Santo Domingo desde el siglo XVI. En su libro Ángeles Llorones el licenciado Miguel Alfredo Álvarez nos indica que en el año 1595 se llegó a un acuerdo con los padres Franciscanos, que el cortejo mayor de la cuidad de Santiago sería el Santo Entierro, de los padres dominicos y desde entonces esta función penitencial es una de las antiguas y solemnes del país. En una época en la que la sociedad se encontraba inmersa en las dinámicas de exclusión y división que se citan en la “Patria del Criollo”, este cortejo que estaba a cargo de la cofradía de Soledad de Santo Domingo, la cual estaba compuesta por la elite socioeconómica de la urbe, se posiciono como un referente de la Semana Santa en Guatemala. Es por ello que siguiendo esta lógica el ayuntamiento de la ciudad que tenía, bajo su patrocinio este cortejo, hace que los gremios de los diversos artesanos de la urbe, participen mediante la presencia de un ángel revestido por cada gremio en dicho cortejo procesional, dicha información es confirmada por Héctor Humberto Samayoa Guevara en sus textos sobre los gremios en la ciudad de Santiago de Guatemala. Lo anterior se consolida más aún cuando en el siglo XVIII el capitán general la máxima autoridad de la época invita a todas las órdenes religiosas de la ciudad a participar de dicha función penitencial la tarde del Viernes Santo, en Santo Domingo. El cortejo incluso, tras el traslado de la ciudad se va a reorganizar prontamente ya en la Nueva Guatemala de la Asunción con toda la solemnidad y pompa del caso, siguiendo con las tradiciones heredadas desde el siglo XVI. Es por ello que ya en esta nueva ciudad el

reverendo padre prior Fray Pedro Mártir OP fundara en el año de 1852 la HSS, para adaptar a las nuevas corrientes del siglo XIX esta manifestación de piedad popular y con ello que su presencia en el ideario de la ciudad siguiera presente. Dentro de toda esta nueva restructuración realizada se procederá con la llegada de una fina urna para el Señor Sepultado traída de Francia y donada por Ricardo Sáenz de Tejada, así como también se hablara con uno de los mejores artistas de la época, Pedro Gallardo, para readecuar la antigua escultura del Cristo Morto, dando al actual la apariencia neoclásica que presenta. Incluso tras el triunfo de la mal llamada reforma liberal de 1871, este cortejo de Pasión siguió ligado a los grupos dominantes como lo indica el colega historiador Mauricio Chaulón en su tesis de Licenciatura en Historia. Esto nos demuestra cómo estas expresiones de piedad popular que tiene más de cuatro siglos de realización en nuestro país, tienen gran importancia nivel social sin importar el contexto social o político que se esté viviendo, incluso en momentos difíciles de la historia, como cuando fue la misma población, que sacó la procesión, incluso contra la voluntad del prior del convento en el siglo XIX. Es por ello que este pequeño texto busca ser un aporte para la valorización de nuestras procesiones que durante otro año más no podrán salir por motivo de la actual pandemia del COVID-19 y, en especial, como una referencia de unos de los cortejos más antiguos de Guatemala, como lo es el Santo Entierro de Santo Domingo con más de cuatro siglos de realización. El Señor Sepultado de Santo Domingo. Fotografía de José Carlos Flores. El cortejo del Señor Sepultado de Santo Domingo en su visita a la Antigua Guatemala, en el año 2002. Fotografía de José Carlos Flores.

Foto: Wicho Berdúo


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LAS COFRADÍAS DEL CRISTO CRUCIFICADO DE ESQUIPULAS EN EL SIGLO XVII Mario Alfredo Ubico Calderón Universidad de San Carlos de Guatemala

Desde el año 1595, fecha en la cual es obrada la imagen del Cristo Crucificado de Esquipulas, por encargo de los indígenas del pueblo, pronto fue objeto de especial devoción por los lugareños y con el pasar del tiempo también de comarcanos y viajeros de lejanos lugares del Reino de Guatemala, siendo su cofradía integrada por indígenas.

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ara la segunda mitad del siglo XVII la devoción al Santo Cristo estaba sólidamente instaurada, al grado que los españoles residentes en la comarca, pero cercanos al pueblo de Esquipulas, solicitaron al obispo Fray Andrés de las Navas y Quevedo fundar una cofradía con la imagen del Cristo de Esquipulas, la cual como se mencionó ya tenía su cofradía de indígenas, en efecto, el Cristo de Esquipulas tendría dos cofradías, algo inaudito, pero real en ese entonces. Un documento del Archivo Histórico Arquidiocesano fechado para el 5 de abril de 1685, da cuenta que un grupo de españoles presentó al indicado Obispo una petición, la cual exponía entre otras cosas lo siguiente: “…decimos que en la Santa iglesia parroquial del pueblo de Santiago Esquipulas está fundada una cofradía del Santo Cristo, por lo que toca a la parcialidad de los indios y es así que nosotros por lo que toca a la de los españoles y demás casta de gente ladina pretendemos para mayor servicio de Dios nuestro Señor y aumento de su divino culto, instituir y fundar otra cofradía de la mesma advocación, en la mesma iglesia y altar, para cuyo efecto tiene una estancia con algún ganado y bestias que ha corrido por cuenta de personas devotas y está en ella por mayordomo un mulato esclavo del dicho Santo Cristo nombrado Nicolás de Herrera, en cuyos bienes no han tenido ni tienen los indios intervención ni parte alguna,…” agregando que “… los dichos indios quienes tienen separados los bienes que corren por cuenta de ellos…”. Lo anterior hace ver que la cofradía de indígenas de Esquipulas era la titular y estaba en plenas funciones en ese entonces y que el resto de población no indígena quería participar de igual manera en la veneración del Santo Cristo, lo cual lograrían poco después deslindando sus actividades para no entrar en conflicto con la primigenia cofradía. En ese entonces era cura beneficiado el Br. Manuel Ángel Correa. En las nueve ordenanzas presentadas destaca la de “celebrar en cada un año la festividad del Santísimo Nombre de Jesús con vísperas, misa, procesión y sermón”, así como las ordenanzas 4ª y 5ª, en ellas se expresa lo siguiente: “… ordenaron que el Martes Santo

de cada un año se haga en la iglesia parrochial del dicho pueblo de Esquipulas la Reseña del Jesús Nazareno, diciéndose una misa cantada y haciéndose una procesión con la efigie y por la limosna de todos se den trece tostones, y si hubiere sermón se concierte y se page”, así también “… ordenaron que el Viernes Santo de cada un año se haga el paso del descendimiento de la cruz de Cristo Señor nuestro a la ora acostumbrada en el qual a de haber sermón y aquella tarde se haga una procesión de sangre llevándose las insignias del Santo Entierro de Cristo, la qual a de salir de la dicha iglesia y acompañar el dicho cura beneficiado a quien

por la limosna de todo lo referido se le hayan de dar otros trece tostones…” (Loc. Cit). El Obispo aprobó las ordenanzas el 6 de abril de 1685. Como se pudo leer el Santo Cristo de Esquipulas siempre es noticia, en esta ocasión resulta interesante que las autoridades eclesiásticas aprobaran la cofradía surgida en 1685 de ladinos, existiendo la de indígenas, con la connotación que ambas tenían de santo patrón al Cristo crucificado, pero dichas cofradías estaban con funciones penitenciales separadas y cada una administrando sus respectivos fondos.


Página 14 / Guatemala, 29 de marzo de 2021

SITUACIÓN DE LAS PROCESIONES DE CRISTO YACENTE DE SANTO DOMINGO Y LA RECOLECCIÓN EN 1861 Mario Alfredo Ubico Calderón Universidad de San Carlos de Guatemala

En el año 1861 los religiosos de Santo Domingo se quejaban que los frailes recoletos celebraban al mismo tiempo su Santo Entierro, situación que explica fray Luis Álvarez del siguiente modo: “pero en la actualidad se ve amenazada (la procesión dominica) de deterioro por no decir de disolución esta obra piadosa en razón de que los muy reverendos padres del Colegio de Cristo intentan celebrar anualmente en el mismo día y hora, tocando hasta el tránsito de la misma estación otra procesión igual que si bien instituida con las mejores intenciones, distrae la atención del pueblo, y entorpece la marcha majestuosa del Santo Sepulcro que celebra la Hermandad de tanta aceptación… prosigue el padre Álvarez diciendo: “Los reverendos padres de la Recolección es verdad que han celebrado siempre su procesión el viernes Santo en la circunferencia de su iglesia y hasta el año pasado se extendieron a celebrarla por primera vez por el centro de la Ciudad como rivalizando con la de nuestro convento que goza del privilegio de que la corporación municipal sea su patrona y que nunca se la haya presentado obstáculo que amenace su disolución.”

E

l padre Álvarez pedía que los religiosos de la Recolección circunscribieran su procesión al antiguo recorrido. La Superioridad Eclesiástica pidió información a los religiosos recoletos de este asunto y para el 17 de enero de 1861 el padre Guardián Fray Domingo Hermosilla hizo ver que se avenían a lo que se dispusiese en esa instancia. En tal virtud se proveyó el 19 de febrero de 1861 que la procesión del Santo Entierro recoleto no debía excederse en su recorrido más allá de la esquina del templo de Santa Catalina. Sin embargo el asunto no quedó allí dado que los mayordomos de la procesión recoleta hicieron ver el 14 de marzo de dicho año al Arzobispo lo siguiente: “…hemos hecho los preparativos para dicha procesión de modo que corresponda a los actos solemnísimos y sagrados que ella simboliza y a la piedad de los fieles de aquel lejano vecindario saldrá la procesión concluido el sermón a las cuatro en punto de la tarde y venimos a solicitar

a vuestra Señoría Ilustrísima que la estación sea del Colegio de Cristo tomando por la esquina de la plazuela de Guadalupe, a la Escuela de Cristo enseguida a Santa Catarina (sic), después a San Sebastián y de allí a la iglesia de su procedencia. No deseamos que pase por la plaza mayor como por equivocación sucedió el año pasado y la carrera que hemos indicado no solo es diversa de la (que) sigue la procesión de Santo Domingo sino que la del Colegio sale mucho más temprano y concluye pronto por lo que una solemnidad no puede embarazar a la otra y si ambas efectuarse con la separación correspondiente…” Y pedían se les autorizara este recorrido, sin embargo le Arzobispo les hizo ver que seguía firme lo dispuesto el día 19 de febrero de ese año. Transcurridos dos años, es hasta el 24 de febrero de 1863 cuando nuevamente los hermanos de Santo Domingo ponen su queja al Arzobispo dando cuenta que la procesión recoleta había excedido el límite que estaba fijado desde febrero de 1861. Ellos decían lo siguiente: “…se ha extendido la procesión hasta tocar a la esquina del Santuario de Guadalupe y llegando a la de la plaza mayor se ha dirigido por la calle recta del pueblo de Jocotenango y a pesar de que en el año próximo pasado la hermandad se dirigió al referido padre guardián por medio de una comisión con el fin de que no recorriese la procesión el Colegio de Cristo mas área de la prevenida en el acuerdo citado de febrero de (1)861 no se atendió a esta reclamación y continuo el abuso indicado…” A lo anterior replicó el padre Guardián fray

Felipe de J. Moraga lo siguiente: “La procesión de este Colegio siempre ha salido por la calle que se dirige a Guadalupe tomando dirección a Santa Catarina (sic), en los dos años anteriores con anuencia de V. Ilustrísima se aumentaron dos cuadras para tomar esa misma dirección por la Escuela de Cristo, pero no ha llegado a la plaza mayor como se afirma gratuitamente. En cuanto al convenio a que se refieren los suplicantes no se halla en el comprendido nuestro Colegio por ser independiente como todos saben. Y con respecto a (la) colectación de limosnas ningún perjuicio puede seguirse puesto que los fieles dan a quien quieren…” Sobre este asunto la Superioridad eclesiástica se reafirmó en lo proveído el 19 de febrero de 1861; es decir que la procesión recoleta no debía excederse de la esquina de Santa Catalina, disposición que en la práctica al parecer acataron, aunque no se conoce con certeza por cuanto tiempo. Este tipo de situaciones recuerdan las habidas en 1677 entre las cofradías de Jesús Nazareno de Candelaria y La Merced, en 1681 entre la cofradía del Nazareno mercedario y las cofradías de Jesús de San Jerónimo, Encarnación de Catedral, San Nicolás del templo agustino, San Benito de San Francisco, Rosario (al parecer de Morenos) de Santo Domingo y Animas de San Sebastián, quiénes también sacaban imágenes de Jesús doliente y en 1808 nuevamente entre La Merced y Candelaria. Destaca el celo devocional de los cofrades, mismo que debía ser reorientado por las autoridades religiosas para que todos pudieran sin menoscabo expresar su devoción en sus respectivas entidades.

Foto: Wicho Berdúo


Guatemala, 29 de marzo de 2021 / Página 15

Mario Ruata Asturias y la actualización de la Semana Santa en Guatemala: un homenaje a 100 años de su nacimiento Mauricio José Chaulón Vélez Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Historia Coordinador Académico del Suplemento Especial de Semana Santa

Hablar de Mario Ruata Asturias es referirnos, sin duda, a un personaje histórico fundamental de la Semana Santa guatemalteca contemporánea, como uno de los principales impulsores para las grandes transformaciones de las expresiones de esta gran manifestación de religiosidad popular durante el siglo XX en Guatemala.

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l año pasado se cumplieron 100 años de su nacimiento y era una fecha propicia para hacerle un merecido homenaje. Sin embargo, la amarga contingencia de la pandemia de Covid19 hizo que la atención se desviara a otros puntos. Pero este es un buen momento para retomar una efeméride importante, porque simbólicamente estamos en un contexto de nuevos impulsos, tal y como lo hizo Mario Ruata en la década de 1950. Comencemos preguntando entonces, ¿quién fue Mario Ruata Asturias? Nació el 3 de septiembre de 1920 en la Ciudad de Guatemala y falleció el 15 de agosto de 1993, también en la capital, poco antes de cumplir los 73 años. Perteneció a una familia de clase media alta que se vio influenciada por el contexto de cambios sociales muy importantes en la sociedad liberal guatemalteca, como por ejemplo la primera década sin la dictadura de Manuel Estrada Cabrera y la consecuente recomposición del liberalismo, con los gobiernos de Carlos Herrera, José María Orellana y Lázaro Chacón. Tenía nueve años cuando ocurrió el acontecimiento del quiebre de la Bolsa de Valores de Nueva York, como inicio de la tremenda crisis económica conocida como la Gran Depresión; y si a eso le sumamos los cambios mundiales a nivel de las naciones más poderosas después de la crisis de los imperios y del fin de la I Guerra Mundial, aunada la pandemia de la denominada Gripe Española, diremos que Mario Ruata empezó a formarse con una visión de necesaria colectividad, bastante fuerte, basada en el trabajo. Recordemos que del lado de su familia paterna, don Mario tenía ascendencia italiana, correspondiente a los grupos migrantes que vinieron a América en el siglo XIX. Asimismo, mantenía abolengo local por línea materna, ya que la rama de su apellido Asturias corresponde a la familia Álvarez de las Asturias, que fue una de las más relevantes en la Época Colonial y en el siglo XIX republicano de Guatemala. Por ejemplo, uno de sus hermanos, Enrique Ruata

Asturias, cinco años mayor que él, entró a la Escuela Politécnica, lo cual era muy común en la búsqueda de profesionalizarse para jóvenes de clase media urbana e iniciar una carrera segura. Así, Mario Ruata empezó a trabajar desde muy joven y se habían abierto espacios en Guatemala por parte del capital financiero extranjero, dadas las políticas del gobierno de Franklin Delano Roosevelt para recuperar la economía de su país. Asimismo, firmas inglesas y de otros países de Europa abrieron empresas diversas en Guatemala relativas al comercio, la industria y capitales financieros, como por ejemplo bancos, casas de bolsa y aseguradoras. Fue en este último ámbito en donde empezó a destacar don Mario Ruata Asturias. Su familia era católica y él se vinculó desde muy temprano a las procesiones de Semana Santa, principalmente con Jesús de La Merced y el Santo Entierro de Santo Domingo. Así, a finales de la década de 1940 llegó a San José, para colaborar con la procesión de Jesús Nazareno de los Milagros. A inicios de la década de 1950, específicamente en 1952, se le encomendó reorganizar el culto a esta imagen, por lo que después de esa Semana Santa convocó a varios jóvenes para conformar

un nuevo grupo de trabajo. Recordemos que Jesús de los Milagros había sido intervenido dos veces, en 1942 y 1947, por el escultor de origen hondureño Julián Lara Alvarado, como una imagen muy importante del barroco de Guatemala. Pero su procesión había perdido impulso por situaciones diversas que estaban relacionadas con su grupo organizador, lo que no significa que haya estado en peligro de desaparecer. Fue así como el prestigio de don Mario Ruata, quien era realmente un joven de 32 años, pero ya era visto como un empresario serio en el campo de los seguros donde era un reconocido vendedor y gerente, recibe el llamado y lo asume para hacerse cargo del culto al Nazareno de San José. Incluso, se dice que no había energía eléctrica en algunas partes de la iglesia y de la casa sacerdotal, por lo que las primeras reuniones con este grupo de trabajo integrado por jóvenes se llevaron a cabo en condiciones muy sencillas y a la luz de velas. Lo que don Mario estaba haciendo en ese momento era construir una de las redes de trabajo más célebres e importantes para la renovación de Pasa a la página 16...

Armando Arce Abdo y Mario Ruata Asturias, personajes históricos de la Semana Santa guatemalteca de la segunda mitad del siglo XX. Imagen de Juan Pablo Arce Gordillo.


Página 16 / Guatemala, 29 de abril de 2021

Viene de la página 15... la Semana Santa guatemalteca a mediados del siglo XX, en la Ciudad de Guatemala. Él supo, con su capacidad gerencial, elegir a esos jóvenes cucuruchos, muchos de ellos pertenecientes a familias con profunda historia en la Semana Santa, y convertirlos en gestores y dirigentes también. No obstante de venir de una familia con posición social más o menos acomodada, don Mario jamás utilizó su abolengo para crear una élite, sino al contrario, lo que creó fue un grupo de trabajo de servicio. Precisamente uno de los principios de don Mario fue el de “estamos aquí para servir”. Esto distingue una escuela de trabajo en la Semana Santa guatemalteca. De esa manera, Mario Ruata supo vincular sus capacidades de gestión al servicio de la religiosidad popular porque sabía leer y entender los códigos del pueblo, y San José era un espacio muy adecuado para ello. En 1953, luego de esas convocatorias de 1952, empezó como Encargado General del culto a Jesús de los Milagros. Lo primero que hizo fue fundar una Asociación de tipo civil, lo que le permitía mayor capacidad de gestión. Dentro de estos primeros integrantes destacados en su grupo de colaboradores, podemos mencionar a Julio Armando Arce Abdo, Édgar Arce Abdo, Guillermo Molina Monzón, Antonio Molina, Carlos Gordillo, Édgar Aguilar, Rolando Aguilar, Carlos Calderón, Carlos Ávila y Miguel Ángel Sosa, entre otros. En dicha organización, aplicó su capacidad gestora como gerente de aseguradoras, para que la nueva asociación funcionase. En 1954 se organizó el primer viacrucis que fue la base para realizar en 1955 la primera procesión penitencial con Jesús de los Milagros del Primer Jueves de Cuaresma y que pasó a ser conocida como Procesión del Silencio, por el distintivo de que no llevaba banda sino solo un redoblante y una corneta. Don Mario Ruata tomó como referencia el viacrucis penitencial con Jesús del Perdón que observó varios años en la Antigua Guatemala. Este fue un gran paso para vincular con la mística de religiosidad popular. Imaginemos esa procesión de madrugada, saliendo a las 12 de la noche y recorriendo en silencio las calles hasta llegar al templo de la Recolección, ser recibida por Jesús del Consuelo y la Virgen de Dolores, y por supuesto por los miembros de la Hermandad recoleta, y regresar a San José entre cuatro y cinco de la mañana, rezando el Viacrucis. Esto también generó nuevas vinculaciones entre asociaciones y hermandades. Históricamente, los grupos sociales que han organizado la Semana Santa guatemalteca en la Ciudad Capital han tenido diversos momentos de vinculación, articulaciones y búsqueda de unidad, por lo que con la gestión de don Mario Ruata encontramos que esto se refuerza en un momento de delicada situación política en Guatemala. La cohesión en barrios a través de la Semana Santa ha sido siempre importante para el pueblo, sobre todo en momentos de incertidumbre social. Una de las parroquias con las que la gestión de don Mario Ruata fue sumamente cercana es la del Santísimo Nombre de Jesús, la Recolección. Fue él quien gestionó que las puertas de San José pudieran ser cambiadas y

se adquirieron las del templo recoleto. Asimismo, la Asociación josefina prestó andas para la procesión del Señor Sepultado de la Recolección. Una cruz antigua de Jesús de los Milagros fue regalada a Jesús del Consuelo, consolidando con estos actos los acercamientos entre ambas entidades. En 1955 también se inicia el célebre Escuadrón de Romanos de San José, con el colaborador Armando Arce Abdo como su primer jefe, siendo un grupo que empezó a crecer rápidamente. Seguramente, Ruata tomó como referencia los escuadrones de romanos antigüeños. Con esto, don Mario Ruata y su grupo de colaboradores que fue llamado “El grupo de Mario Ruata de San José”, comenzaron a innovar y esto no se detuvo. En realidad, la primera innovación sorpresiva fue aumentar el anda de Jesús a 40 brazos en 1954. Esto era inédito en la Semana Santa guatemalteca y permitió que muchos cucuruchos encontraran más espacios para cargar a Jesús de los Milagros. De esa manera y por medio de persistentes actividades de inscripción durante todos los Domingos de Cuaresma, tanto en San José y en atrios de otras iglesias, como La Merced, Candelaria y Santo Domingo, empezó a aumentar el número de cargadores del Rey del Universo y de cargadoras de la Dolorosa de San José. La introducción de la fanfarria romana inspirada en la segunda película de “Ben-Hur” correspondiente a 1959 para darle más realce al ya colorido cortejo de los trajes de romanos1 que eran llamativos e inspirados en la original película de “Ben-Hur” de 1925, logró una integración extraordinaria. Todo esto hizo que mucha gente esperara con ansias la procesión de Jesús de San José, y que más personas se inscribieran. Luego vinieron más aumentos de tamaño en las andas: 50 brazos en 1955, 64 brazos en 1956 y la monumental anda de 80 brazos en 1957, algo totalmente novedoso e impactante en la Semana Santa guatemalteca. Este fue el último año que estuvo Mario Ruata al frente de la Asociación. Las exposiciones de las andas y de las túnicas en el Pasaje Rubio, inauguraron también la cultura de museo abierto de la Semana Santa, algo que articula muy bien con la cultura popular. Se le añadió a la procesión del Domingo de Ramos el conjunto escultórico de San Juan y Santa María Magdalena, grandes obras del Maestro Huberto Solís. Así, el cortejo de Jesús de los Milagros marcó un antes y un después en la Semana Santa guatemalteca. Podríamos decir que gracias a la visión de don Mario y de sus colaboradores, San José inició una nueva época influyendo en varias procesiones de la Semana Santa guatemalteca: por ejemplo, las fanfarrias se hicieron comunes en varios escuadrones de romanos en otros cortejos del país, hasta la actualidad. En ese sentido, a San José lo empezaron a distinguir las águilas imperiales de 1961 y 1962, logrando que las impresionantes andas fuesen por algunos años las más grandes de Guatemala (y posiblemente del mundo en su género) convirtiéndose en un verdadero catafalco romano con un diseño único que sigue causando admiración. Todo esto formó una amalgama estética singular con los colores propios de un Domingo de Ramos, logrando que muchos jóvenes se inscribieran en una asociación muy dinámica y entusiasta que

manejaba una procesión cada vez más llamativa. En la radio, don Mario Ruata colaboró para que los programas de la Cuaresma y la Semana Mayor tuviesen más difusión y novedosos contenidos. Gestionó la grabación de los primeros discos de marchas fúnebres, no solo para lograr fondos económicos para la Asociación de Jesús de los Milagros, sino también para la promoción de este género musical, que gracias a estas grabaciones trascendió del espacio procesional al de la casa para ser escuchado en cualquier momento, coadyuvando a su amplitud. En esa misma línea, propuso los primeros cromos de Jesús de los Milagros para que sus feligreses pudiesen tenerlo en casa, involucrando al fotógrafo Ricardo Mata para que las imágenes fuesen artísticas. Los turnos a color constituyeron otra acción muy importante no solo para Jesús de los Milagros y la iglesia de San José, sino también para la Semana Santa guatemalteca en su conjunto. Para esto, don Mario Ruata encontró en el reconocido litógrafo e impresor Byron Zadik una posibilidad de mejorar el diseño de los turnos, influyendo decisivamente en la estética de la Semana Santa. De esa manera, se abrió la integración de otras artes y técnicas como las sonoras, la fotografía y el diseño gráfico en el desarrollo de la Semana Santa en Guatemala. Don Mario también fue el Presidente de la Comisión de Consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo en 1973, la cual fue un acto inolvidable en la historia de nuestra Semana Santa. Asimismo, uno de sus proyectos que lamentablemente ya no pudo llevar a cabo porque le alcanzó la muerte, fue la de organizar una fundación de ayuda a cucuruchos con problemas económicos, fuera por desempleo, enfermedad u otras circunstancias. Él siempre reconoció que hubo momentos difíciles en su familia, y por eso luchó por no convertir las dirigencias de Semana Santa en élites. Al menos pudo estar presente en la Consagración de su amado Jesús de los Milagros, siendo un gestor de ella. Los aportes de don Mario Ruata Asturias son para muchas páginas y es un legado gigante y profundo el que dio para la Semana Santa de hoy. Él fue uno de los motivadores para que estos grupos de jóvenes que integraban asociaciones y hermandades de la Ciudad de Guatemala en los años 50 y 60 fuesen a cargar a procesiones de la Antigua Guatemala como la de Jesús de la Caída de San Bartolomé Becerra, Santa Ana y Jocotenango. Es importante vincular el papel histórico de don Mario Ruata Asturias a todo el proceso de reorganización de la Semana Santa guatemalteca, que realmente había iniciado a finales del siglo XIX durante el arzobispado de Ricardo Casanova y Estrada, en el mejoramiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el gobierno de José María Reyna Barrios. Esto permitió que varias personas se destacaran en innovaciones dentro de las hermandades y sociedades de pasión de la Ciudad de Guatemala, construyéndose redes y apoyos entre ellas. En los años 50, Mario Ruata Asturias continuó con esa dinámica, fortaleciéndola y, sin duda, definiendo una época. Agradezco los aportes del licenciado Juan Pablo Arce Gordillo, del profesor Juan Alberto Sandoval y del doctor Fernando Urquizú para enriquecer este documento.


Guatemala, 29 de marzo de 2021 / Página 17

Las relaciones Iglesia-Estado durante el período de la Reforma Liberal: el caso del Santo Entierro de Santo Domingo en 1879 Walter Enrique Gutiérrez Molina Catedrático Titular y Secretario Académico Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

Ilustración: El Señor Sepultado en un grabado basado en la fotografía que José García Sánchez tomara en los primeros años del siglo XX. En el luce la urna francesa importada hacia 1860 y estrenada en 1863, aun en el periodo conservador y que denota la fuerza con que llega al periodo de la Reforma Liberal.

Ante la suspensión de las tradicionales procesiones y la dinámica para mantenerlas vigentes en los años 2020 y 2021, se nos ha planteado a los historiadores en repetidas ocasiones la interrogante ¿Cuántas y cuáles han sido las cancelaciones de la Semana Santa en la historia guatemalteca? Sorprendentemente en Guatemala no existe una historia de la Semana Santa. Hay –muy buenas– monografías sobre esculturas, adornos, marchas o algún tema particular que atañe al desarrollo de esta tradición. El texto global más ambicioso es el de Luis Luján Muñoz Semana Santa Tradicional en Guatemala, publicado en 1981. En él hay una exposición general de fuentes de archivo que no se había realizado antes, ni tampoco se ha hecho posteriormente, pero que no revela expresamente la respuesta a la interrogante surgida en medio de esta crisis del siglo XXI que afecta a la Semana Santa tradicional en Guatemala. Con este antecedente, hablar de la historia de la Semana Santa y su difícil tránsito de la vida colonial a la vida republicana es todo un reto en la medida que se entiende que la complejidad de la vida política de la actual Guatemala a partir de la primera independencia (1821) ocasionó la interrupción de la vida institucional de las cofradías, situación que rompió el registro y la acumulación de documentación de estas organizaciones. A partir de los efectos causados

por los primeros liberales (Gálvez, Morazán) y los segundos (García-Granados, Barrios) los registros de archivo se redujeron y los hemerográficos resultan escuetos. Particularmente interesante es que coincidiendo con el bicentenario de la independencia de 1821 se da también el sesquicentenario de la Reforma Liberal de 1871, hecho este último con una repercusión quizás mayor que la primera mencionada, incluso para el desarrollo de la Semana Santa.

A raíz de querer conocer más sobre las suspensiones o cancelaciones que ha sufrido la Semana Santa guatemalteca en lo tocante al desarrollo de sus tradiciones hay que resaltar, por ejemplo, la poca información disponible sobre la Semana Santa de 1829, sugiriendo que la toma de la capital por las fuerzas de Morazán en pleno Lunes Santo ocasionó que no hubo procesiones en virtud de haber estado la ciudad sitiada y luego saqueada. Con relación al período de la consolidación e implementación de las medidas de la Reforma Liberal de 1871, se tiene claro por el bando del gobierno publicado en 1882, que las procesiones quedaron prohibidas fuera de los templos. Este par de datos, el de 1829 y el de 1882 nos pintan un retrato muy pálido sobre el desarrollo de la Semana Santa de esos años bajo esas condiciones. Siempre que se aborda este tema, es evidente que se hace énfasis en la acción liberal sobre la Iglesia, pero rara vez se cuestiona el hecho al contrario, es decir, de la Iglesia sobre el desarrollo de las procesiones para presionar al Estado y su relación con el pueblo, abrumadora y mayoritariamente católico. Pasa a la página 18...


Página 18 / Guatemala, 29 de marzo de 2021

Viene de la página 17... En una investigación desarrollada en el Archivo General de Centroamérica se ubicó en la signatura B, legajo 740, expediente 17390, fechado el 29 de marzo de 1879, un documento muy interesante dirigido al señor jefe político del departamento sobre un acontecimiento en la iglesia de Santo Domingo, protagonizado por Fray Julián Raymundo Riveiro y Jacinto, un sacerdote que hasta el día de hoy goza de mucha estima y admiración entre el círculo de cucuruchos y devotas, ya que está identificado con la consagración del Señor de Esquipulas, de Jesús de Candelaria y, especialmente, de la fiesta de octubre dedicada al rosario y a la Virgen del mismo nombre. Sin embargo, en una acción bastante interesante en cuanto la posición del sacerdote, que podría representar la posición del clero urbano, capaz de manipular la celebración de las procesiones en el sentido de querer hacer parecer que el Estado efectivamente las estaba acechando, aún antes de su prohibición en 1882 y con esto incrementar la tensión entre gobierno y pueblo, que al final no tuvo mayor repercusión en este tema. El documento dice textualmente: Considerando los infinitos desordenes,

irreverencias y otras dificultades que se causan para tener lugar la procesión del Señor Sepultado de esta iglesia, pongo en conocimiento de usted que he dispuesto suprimirla con el consentimiento pleno del Muy Ilustre Señor Gobernador, mayormente careciendo de los recursos necesarios para el efecto, suplicándole para mi seguridad ponga al calce de esta su resolutivo parecer. Un oficial municipal, de apellido Martínez, anota el 1 de abril: Contéstese de enterado. La medida tomada por el fraile dominico, antes del bando prohibitivo de 1882, parece más una protesta por la falta de subsidio económico al Santo Entierro, que para ese momento había sido ya cortado por parte del ayuntamiento. Sin embargo, resulta interesante conocer un dato que Agustín Estrada Monroy dice en el tomo III de sus Datos para la historia de la Iglesia en Guatemala, que podría pasar desapercibido y es que Fray Julián Raymundo Riveiro y Jacinto fue ordenado sacerdote en Comayagua en 1877, retornando a Guatemala ese año y siendo nombrado por el gobernador de la mitra, Pbro. Juan Bautista Raull y Bertrán, capellán de Santo Domingo. Este extraño suceso, acaecido en plena reforma, en lo más duro del anticlericalismo, se debía a una afabilidad de

Justo Rufino Barrios para el lego que conocía y que le ayudaba en su mensajería personal antes de ser ordenado sacerdote dominico. Esto hizo que, en Santo Domingo, la relación entre procesión y orden religiosa nunca se cortara, como si sucedió con los jesuitas y Jesús de La Merced o entre franciscanos y la Veracruz. Es evidente que Fray Julián Riveiro se adelanta a una cancelación, aduciendo “infinitos desórdenes”, que no hay dinero, que actúa con consentimiento del gobernador de la mitra y que necesita la aprobación de la autoridad para protegerse. El hecho tuvo que enfurecer a los vecinos, siendo el Santo Entierro de Santo Domingo la gran procesión del Viernes Santo por la tarde. Esto contrasta con la versión que en 1906 redacta el presbítero Miguel Fernández Concha, quien fue secretario particular de Fray Julián Riveiro cuando este ascendió a arzobispo metropolitano y que omite relatar la supresión que el mismo Riveiro realizó en 1879. Fernández Concha parece victimizar a Riveiro y Jacinto en su manuscrito “Liber Aureus”, escribiendo: Siendo presidente de la República el General Barillas (1885-1892) hubo un decreto civil en el que se mandó que toda procesión quedaba secularizada es decir que no podía ir preste; con este motivo dispuso el Capellán R.P. Fray Julián Raymundo Riveiro que la procesión del Santo Entierro no saliere, más como es costumbre la gente acudió a la iglesia de Santo Domingo y se llenó iglesia y plazuela. La policía instó varias veces para que saliera la procesión, pero no lo consiguió; el R.P. Riveiro rezaba en el pulpito el Santo Rosario de quince misterios cuando rompieron la verja de la capilla del Señor y sacaron la imagen a la calle, el P. Riveiro protestó desde el pulpito en el momento que sacaron al Señor contra semejante abuso. Sea que se trate de un hecho cuya causal esté en el gobierno del General Lisandro Barillas, lo cierto es que Fray Julián manifestó desde 1879 una actitud hostil a la realización del Santo Entierro la tarde del Viernes Santo. En el hecho narrado por Fernández Concha llama la atención que la misma policía instaba a que saliera la procesión, en un gesto que parece evidenciar cierto miedo a la presencia masiva de la población en Santo Domingo y resalta la protesta del fraile ante el desorden que debió suponer sacar al Señor Sepultado rompiendo la reja de su capilla. Estos episodios, el 1879 y el que debió suceder entre 1886 y 1892, dan la pauta para entender los vaivenes de la Semana Santa durante los dos períodos más agresivos en el anticlericalismo liberal, el de Barrios y el de Barillas y las reacciones de los dirigentes de la Iglesia Católica que, como Fray Julián Raymundo Riveiro y Jacinto también vieron la oportunidad de meter en problemas a la administración pública ante el creciente descontento de la población al ver sus tradiciones en peligro. En medio de la crisis del 2020-2021, la Semana Santa tradicional busca formas alternas de seguir vigente en la sociedad guatemalteca, tal como sucedió en el largo período de finales del siglo XIX en el que encontró la forma de proyectarse sobre la cultura de las familias y comunidades, asegurándole su futuro y continuidad en el siglo XX y lo que lleva del XXI.


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