Diario La Hora 29-11-2013

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Reportaje

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Para mí la causa siempre es la opción de la vida por Cristo. Uno no viene a Guatemala porque tiene ganas de hacer dinero o tener una mejor economía, ningún misionero viene por eso” Santiago Otero Autor del libro “Padre Guillermo Woods” do de Guatemala (ODHAG).

RELIGIOSOS LAS VÍCTIMAS

LLAMADOS SUBVERSIVOS Otero indica que los religiosos fueron llamados subversivos porque eran los que defendían la justicia en todos los ámbitos, no se “callaron” y no aceptaron “pasivamente la injusticia” porque no toleraban que se violentaran los derechos humanos. “No hay nada de todos estos mártires contrario a la doctrina de la Iglesia ni a las leyes del propio país, aunque hay leyes injustas que no favorecen a los campesinos o no favorecen a las personas que no saben leer ni escribir”, dice el religioso. Otero dice que los religiosos muertos durante el Conflicto Armado Interno son considerados mártires porque dieron su vida por una causa y cree que se debe hacer justicia. “Ellos una vez amenazados podrían haberse ido de Guatemala, entonces son mártires porque han tenido la fuerza de Dios para no quedarse callados y ante la injusticia defender”. Además indica que la Iglesia recuerda a sus mártires porque es un deber desde tiempos inmemorables: “En la eucaristía es una acción de gracias, es un memorial, se hace memoria de la pasión y muerte de Jesús y “si nosotros los cristianos nos avergonzáramos de hacer memoria de un Crucificado realmente no nos deberíamos llamar cristianos”. Otero señala que la Iglesia debe ser conciliadora, pero hay realidades en la que la reconciliación pasa primero por la verdad y la justicia, por defender la dignidad de las víctimas. Entretanto, Nery Rodenas, de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), señala que el papel de unos religiosos fue visto por parte del Estado como algo de riesgo, calificándoles de simpatizantes con la guerrilla, que no necesariamente era cierto. Rodenas indica que los religiosos no solamente hablaban del anuncio del evangelio sino también de denuncia de toda aquella acción que significaba violación a los Derechos Humanos que contrariaban el plan de Dios; ese tipo de actitudes fue tomado como un riesgo o como un peligro de las

Algunos religiosos notables que dieron la vida por buscar un mejor porvenir para los guatemaltecos, según información del Padre Otero. Padre Guillermo Woods Fray Carlos Morales López Herlindo Cifuentes Conrado De La Cruz Padre José María Gran Cirera Domingo Del Barrio Batz Padre Faustino Villanueva Nicolás Tum Castro Quiatán Gaspar Reyes Hernández Tomás Ramírez Caba Carlos Alberto Gálvez Galindo Padre Juan Alonso Fernández Marco Tulio Marcelo Marruzzo Rappo Ángel Martínez Rodríguez Raúl Joseph Leger Padre Carlos Pérez Alonso Padre Francis Stanley Rother Mario Federico Azmitia Dorantes Dora Clemencia Azmitia Dorantes José Mario Azmitia Molina Desiderio Robledo Gálvez Pedro Martínez Cano Guillermo Ortiz González Sergio Berten James Arnold Santiago Miller Andrés Lanz Carlos Vidal González Pérez Augusto Rafael Ramírez Monasterio Prudencio Mendoza Julio Quevedo Quezada Gonzalo Zacarías Sánchez Hna. Bárbara Ford Padre Hermógenes López

cuestrados e inclusive amenazados y expulsados del país. La Iglesia Católica dice que el hecho de rescatar la memoria de algunos mártires, “debe ser un inicio, un primer paso para llevar a cabo investigaciones profundas al respecto, conocer nuestra historia, para que nunca más estos hechos de violencia vuelvan a suceder”, dice el libro “Testigos de la Fe por la Paz”, realizado por la Oficina de Derechos Humanos del ArzobispaPágina 6/Guatemala, 29 de junio de 2012

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autoridades de aquel tiempo. Durante la guerra, el término ‘comunista’ era utilizado para la descalificación de las personas en general y los religiosos no fueron la excepción. Incluso, Rodenas recuerda que durante el conflicto armado interno muchos catequistas se vieron obligados a guardar sus biblias o amarrarse en los cinturones los textos de la Biblia porque algunos de estos escritos eran considerados como subversivos. Según la ODAHG la persecución que se realizó en contra de miembros de la Iglesia Católica, era por cuestiones que no tenían que ver con la guerra. GERARDI, EL ÚLTIMO MÁRTIR Según Otero, Juan Gerardi Conedera es un mártir de la Iglesia, que fue perseguido en conjunto con sus sacerdotes: “A los mártires de primero los denigran; a Gerardi lo denigraron, lo criticaron, quisieron hacer ver tantas cosas, al decir que fue un crimen pasional o un crimen de indigentes, con el afán de desvalorizar el testimonio”. “Gerardi es un testigo fiel del evangelio”, es una realidad muy concreta. Se espera que sea el último mártir de esta Iglesia”. Rodenas dice que aunque la muerte de Gerardi no se dio en época del Conflicto Armado Interno, ocurrió años más tarde de la firma de los Acuerdos de Paz y consideran que es una muerte con estrecha relación con las consecuencias de dicho conflicto. Según el representante de ODHAG, la construcción de la paz no se puede realizar si no se habla con la verdad y el acceso a la justicia que nos lleva al perdón y la reconciliación, y en la construcción de esa paz Gerardi ya había luchado por esa verdad: “No es una víctima directa del conflicto armado interno, pero si es una víctima de las secuelas que dejó este proceso”. “

Guatemala, 29 de junio de 2012/Página 7

Si mi misión es dar la vida, así lo haré, pero nunca me echaré atrás en la causa que estoy defendiendo”. Padre Hermógenes López

Mañana Mañana se se cumplen cumplen 34 34 años años de de su su asesinato asesinato en en San San José José Pinula Pinula

Bajo el signo del agua: Padre Hermógenes continúa su camino a la beatificación beatificación Mañana se cumplen 34 años de uno de los asesinatos políticos que iniciaron una serie de violencia amarga que fue marcando el retorno a la vía democrática en Guatemala. El padre Hermógenes López era ultimado en San José Pinula, debido a su activismo a favor del medio ambiente, los derechos de las comunidades y por oponerse a la militarización forzada. POR MARIO CORDERO ÁVILA

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mcordero@lahora.com.gt

FOTO LA HORA: ARCHIVO HISTÓRICO

La Iglesia recibió con preocupación la noticia.

Guatemala, 29 de noviembre de 2013/Página 7

odolfo Cardenal Quezada Toruño, recientemente fallecido, fue uno de los mayores impulsadores de la causa de la beatificación. En 2003, para los 25 años de su asesinato, el entonces Arzobispo Metropolitano solicitó al hermano Santiago Otero para que encabezara el equipo que solicitara la beatificación del padre Hermógenes. Desde entonces, se han realizado las consultas necesarias y se ha recabado la documentación requerida, para poder llevar a cabo el mandato de Quezada Toruño. El primer paso se realizó con éxito, tras obtener el “Nihil Obstat” (documento que consta que no existe nada en contra de la petición), por lo que el proceso formal dio inicio el 27 de diciembre de 2007. Tras ello, se inició la fase Diocesana, que consiste en presentar las pruebas, testigos y testimonios de la actividad del padre Hermógenes. Ésta se ha concluido, por lo que se está a la espera de la aprobación; ello conduciría a que pase a la siguiente fase, que es la Pontificia. Nadie duda de la lucha del padre Hermógenes López, siguiendo los preceptos cristianos. Fundamentalmente, su asesinato y martirio se debió, según los informes de memoria histórica, a un conflicto de agua, ya que él se opuso a un proyecto para traer agua desde San José Pinula hasta la ciudad capital; él había explicado que ello supondría un fuerte impacto ambiental para el municipio. Además, también se opuso a otras injusticias, como la práctica de la militarización forzada en San José Pinula de los jóvenes. Además de su defensa del pueblo, el asesinato del padre Hermógenes ha tenido frutos para la Iglesia Católica, ya que desde su muerte, cinco sacerdotes de San José Pinula se han ordenado, todos inspirados por la fe del mártir. Cristóbal Ramírez, Abraham Ramírez, José Félix Monzón, Jair Santizo y Léster García, este último ordenado hace dos años, dos días después del aniversario de la muerte. El hermano Santiago Otero hace ver que en San José Pinula siempre llueve los 30 de junio, como signo inequívoco del recuerdo de la injusticia. El padre Hermógenes se ha mantenido bajo el signo del agua, que es uno de los elementos de

santidad, sobre todo porque muchos de los feligreses recuerdan que el sacerdote, a pesar de la lluvia, continúa con sus misiones, sobre todo cuando visita las aldeas. Por ello, cada vez que llueve en ese municipio, lo recuerdan y saben que es su presencia. SEMBLANZA Eufemio Hermógenes López Coarchita, nacido en 1928 en la finca El Pirú, entre Ciudad Vieja y Antigua Guatemala; casualmente, fue bautizado por un sacerdote que posteriormente sería párroco de San José Pinula. A los 26 años, fue ordenado sacerdote diocesano, esto en 1954. Fue fundador del colegio Preprimario Santiago en Antigua Guatemala, impulsó el movimiento rural de Acción Católica en 19 aldeas de la misma zona y se desempeñó como guía espiritual en el Seminario Conciliar en ciudad de Guatemala. Más adelante, ejerció su ministerio en la parroquia de San Miguel Dueñas en Sacatepéquez y en la parroquia La Florida de la capital. El 26 de noviembre de 1966 el padre Hermógenes se hizo cargo de la parroquia de San José Pinula. Este municipio, asentado en un valle cercano a la capital de la República, contaba a su llegada con una escuela primaria para 300 alumnos, un par de canchas de deportes, un parque, un mercado y una población católica casi en su totalidad que los domingos y días festivos acogía a los visitantes de las aldeas vecinas. Según testimonios, el sacerdote era “alegre, bromista, participaba en reuniones de vecinos y acostumbraba regalar dulces a los niños de los lugares que visitaba en su tarea pastoral”, de acuerdo con el informe “Guatemala, memoria del silencio”. Feligreses lo recuerdan como una persona ingenua, pero no tonto. “Alguna vez llegó hasta lo inconcebible (...) ingenuidad que está lejos de ser sinónimo de tontera (...) ingenuidad que era la admiración de los feligreses”, comentó un testigo de este informe. El padre Hermógenes llegó a San José Pinula, un municipio que no era lo que es hoy día. Para la década de los sesenta, era un pueblo pequeño con múltiples aldeas. Sin embargo, el control lo ejercían las familias que tenían grandes fincas en ese lugar. Actualmente, muchas de esas fincas se han lotificado y, a raíz de ello, el municipio ha cambiado su configuración, al incluir otro

tipo de familias. Pero para entonces, era diferente. Un municipio con familias predominantemente de escasos recursos y que eran los que usualmente asistían a la iglesia. Asimismo, gente de las aldeas, algunas que quedan a dos o más horas de camino a pie. Para 1977, en las elecciones municipales resultó electo como alcalde Miguel Ángel Cifuentes, un joven maestro y estudiante universitario, candidato de la ahora extinta Democracia Cristiana. El municipio había sido dominado por los candidatos del también desaparecido Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que había regido la comuna por cinco períodos consecutivos. Desde la parroquia, el padre Hermógenes escuchó las preocupaciones sociales y económicas de la población, además de las espirituales. Pero, además, el sacerdote sabía que su misión debía extenderse más allá de los muros de la iglesia, por lo que usualmente participaba activamente en la resolución de los conflictos. De esa forma, se opuso al reclutamiento forzoso que afectaba, como en toda Guatemala, a la juventud de San José Pinula. Fue tal su oposición a este tema, que el Ejército decidió que no se hicieran reclutamientos en ese municipio, así como en Fraijanes. El sacerdote, a través de una carta fechada el 29 de junio de 1978 (un día antes de su muerte), al entonces presidente Kjell Eugenio García, agradecía esta decisión. Desde entonces, el sacerdote ya representaba ciertas molestias para los sectores de poder. Pero el motivo final que habría causado su asesinato y martirio sería otro. EL CONFLICTO DEL AGUA El padre Hermógenes conoció de la intención de un proyecto de agua, que se proponía llevar el vital líquido desde San José Pinula hacia la ciudad capital, a través de un proyecto privado; todo ello en perjuicio de la población pinulteca, que vería reducido su acceso al agua. La empresa Aguas S.A., pretendía derivar el agua de los riachuelos que circundaban el municipio; el sacerdote, alegando el irreversible daño ambiental y las negativas consecuencias que su realización tendría para las familias campesinas, calificó el proyecto como un negocio entre los propietarios de las fincas de la zona y los empresarios de Aguas S.A. El 3 de febrero de 1977, el padre Hermógenes escribió una carta, dirigida al exalcalde, el que había ejercido el poder municipal, por períodos alternos, entre 1966 y 1974, además de ser el dueño de la única

FOTO LA HORA: ARCHIVO HISTÓRICO

En 1978, La Hora se pronunció sobre el crimen. gasolinera de la región. “Estamos en peligro de perder nuestras aguas y no podemos, ante tal peligro, permanecer impávidos (...) En mi modesto esfuerzo (...) he tocado todas las puertas posibles (...); solamente me faltan dos. Una de estas últimas es la de usted”, escribió el sacerdote al exalcalde. “(...) Una mañana [nos encontramos] como a eso de las diez (...) Acababa usted de dejar el honroso cargo de alcalde. Y usted me ofreció sus buenos oficios como siempre y me dijo que prácticamente usted seguiría siendo el alcalde. Me habló de sus seguras influencias (...) el retrato que usted me hizo de usted mismo lo delineó con rasgos de influjos de peligro y de miedo. Aquellos ‘poderes’, entonces, y aquellas influencias, deben servir para algo; y qué bien está usarlas a favor del pueblo –No hacerlo, es ingratitud! Dejar de hacerlo, sospecha de complicidad. Póngase entonces al servicio del Pueblo con esos dones o habilidades con que el Cielo le ha adornado, y sabemos qué calidad de hombre se esconde en el nombre de (...). Consciente de que esta carta me sitúa en el límite del peligro, me atrevo a firmarla con la nitidez de la verdad”, concluyó el presbítero. Sus opositores intentaron mover al padre Hermógenes para evitar que continuara causando malestar en San José Pinula. Un diputado de entonces había requerido, a través de una carta a monseñor Casariegos, entonces Arzobispo Metropolitano, pidiendo que retirara al sacerdote de esa parroquia, so pretexto que soliviantaba los ánimos de la población campesina.

El sacerdote recibió también anónimos en los que se le amenazaba de muerte, acusándolo de comunista. Estas amenazas determinaron que el padre Hermógenes decidiera siempre trasladarse solo. “Prefiero ir solo, temo por ustedes (...) no teman, yo ya tengo mis alforjas llenas”, decía, al rechazar los ofrecimientos de compañía. A pesar de las amenazas el religioso persistía en sus labores cotidianas, sosteniendo: “Si mi misión es dar la vida, así lo haré, pero nunca me echaré atrás en la causa que estoy defendiendo”. El 25 de junio de 1978 el padre Hermógenes, en su homilía, pronunció las siguientes palabras: “Si es necesaria la sangre de uno de nosotros para que haya paz en Guatemala, yo estoy dispuesto a derramar la mía”. Cinco días después, el 30 de junio de 1978, era asesinado. DÍA FATAL El día 30 de junio de 1978, Día del Ejército, el padre Hermógenes continuó con su rutina, que consistía en visitar aldeas, sobre todo para estar con los enfermos, niños y personas que lo requerían como confesor y confidente de preocupaciones. Ese día visitaba la aldea San Luis. Viajó en su camionetilla, la cual permanece hoy día en San José Pinula como símbolo de su martirio. En la aldea, había un culto evangélico; el sacerdote, respetuoso de la libertad de culto, decidió retornar y dejar solo unos dulces que llevaba a los niños, porque no quería interferir con la reunión religiosa. Entonces, el sacerdote retornó; un kilómetro después, en una curva, se detuvo. Según un testigo, “cuando la camioneta

venía, estaba un carro negro en los cerritos, entonces el hombre estaba como mirando (...) el carro que estaba descompuesto y no estaban esperando al padre. Ya cuando el padre venía (...) no lo dejaron pasar (...) lo arrinconaron al paredón (...) cuando se oyeron los disparos”. Se escucharon dos detonaciones. “Vi que del paredón brincaron dos hombres (...) la mudada de los hombres se les miraba negra”. Otros vecinos comentaron: “Nos acercamos al camino, cuando vimos por los cerritos se miraba una parte del pick-up, de la palangana... dijimos, es el padre”. Un carro oscuro, posiblemente negro, “grande, de ocho cilindros (...) que no era de persona conocida” se retiraba entonces a toda velocidad en dirección a San José Pinula. Vecinos del lugar ya habían comentado que días atrás ese mismo carro rondaba el sector: “Ese carro lo vio el pueblo seguirle a él (...) ese carro llegaba, volvía a regresar (...) más o menos iban cuatro con el que manejaba (...) eran jóvenes (...) de unos 20 a 25 años (...) como cualquier común y corriente”. Los pobladores más próximos al lugar corren presintiendo la tragedia y al llegar, encuentran el viejo carro del padre. “Estaba cabal en línea, ni topó al paredón”. Las portezuelas estaban aún con el seguro puesto: “Toqué las dos portezuelas del carro y las dos con llave”. Dentro, el cuerpo del mártir sobre el volante, resaltando la presencia de la Biblia, que lo acompañó en todo momento. Su cuerpo entero estaba desangrándose. CONMOCIÓN La noticia sobre el asesinato del padre Hermógenes se extiende por los poblados, la gente acude y la conmoción se generaliza. La gente comienza a rezar, dolida e incrédula. Van por el juez de paz y la policía, y el primero ordena llevarlo a la municipalidad. Un policía abre la portezuela del piloto y se lleva al padre en su propio vehículo. En el municipio, “levantaron el acta”. Otros testimonios dicen, en cambio, que unos jóvenes que llegaron al lugar del asesinato inmediatamente después de ocurridos los hechos se llevaron consigo al padre. Cuando la gente les dijo que debían esperar al juez, los jóvenes respondieron: “Nada de eso (...) él no es ningún delincuente”, y se lo llevaron. “No permitieron que se estuviera ahí hasta que el juez quisiera levantarlo”. Días después, el Gobierno de turno, lejos de investigar, instauró una especie de Estado de Sitio en el lugar. Muchos sentían la necesidad de ir a misa, sobre todo al noveno día del suceso, pero se había ordenado que no salieran de las aldeas, y para lograrlo cancelaron los permisos de las camionetas, y se envió al comando policial para mantener el orden.


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