Cultural 10-05-2019

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

FOTO: @FILGuadalajara

Guatemala, 10 de mayo de 2019

IN MEMORIAM HUMBERTO AK´ABAL


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presentación

os complace ofrecer en esta edición el reconocimiento que el diario La Hora hace al escritor momosteco, Humberto Ak’abal. Un tributo merecido que trasciende la calidad de su producción literaria en virtud de su capacidad humana atestiguada por varios de los colaboradores que han participado en la producción de este Suplemento Cultural. Ak’abal realizó durante sus 67 años de vida una producción literaria reconocida, que lo sitúa como uno de los principales poetas en el concierto de escritores más allá de nuestras fronteras. Así, desde una sensibilidad particular fue capaz de atisbar el misterio y traducirla en líneas de acceso gozoso para sus lectores. Quizá sea Mario Monteforte Toledo quien mejor describa la esencia de la literatura de Humberto con las siguientes palabras. “Campea en la poesía de Ak’abal igual animismo que en la ética, el arte y la religión de su pueblo. El hombre y la naturaleza son iguales evidencias de la vida, se entienden y comunican. Hablan las piedras y las hojas, los vientos, los vivos y los muertos. Con similar facilidad los seres humanos se transforman en fantasmas y los fantasmas en seres humanos. Este coro multitudinario otorgó a la antigua plástica maya su ilimitada elocuencia, y es la responsable de la dinámica de las leyendas mayances actuales y del trabajo de Ak’abal, aunque nunca dejará de parecer extraño al mundo occidental, porque lo es”. La edición no hubiera sido posible sin el concurso de nuestro amigo, Guillermo Paz Cárcamo, quien reunió los textos no sólo como un homenaje al escritor k’iche’, sino con el ánimo de dar a conocer una voz poética guatemalteca de estatura universal como es la de Ak’abal. Nuestro agradecimiento por el esfuerzo de periodismo cultural y generosidad con La Hora. No dudamos de la calidad de la edición, por ello le invitamos a que disfrute la lectura de nuestros colaboradores, Mario Monteforte Toledo, Lina Barrios, Max Araujo, Guillermo Paz Cárcamo y, particularmente, Mayulí Biéri y Nakil Yannick Ak’abal Biéri (esposa e hijo del poeta). Hasta la próxima.

es una publicación de:

Los recuerdos de un padre tierno y cariñoso. Los de un maestro culto y apasionado. Los de un hombre sencillo que iba todos los días al mercado de Momostenango a bromear con las vendedoras y los compradores. Me recuerdo cuando regresabas a la casa con las verduras frescas de las aldeas. Me recuerdo de tus talentos de chef cocinero, de cómo mezclabas hábilmente las tradiciones culinarias de Europa y del mundo maya. Nunca tocaste un cabello de mi cabeza para corregirme. Me educaste con mucho amor y comprensión. Aún me recuerdo de cómo me leías con aquel inimitable talento de narrador las novelas de Emilio Salgari y de J.R.R Tolkien. Me recuerdo de tus chistes y de tus payasadas, de aquel sentido del humor que las penas de tu vida nunca lograron ahogar.

Cuántos recuerdos me dejaste papá Nakil Yannick Ak’abal Biéri Hijo de Humberto Ak’abal

¡

Qué difícil fue tu vida! Cuántos obstáculos tuviste que superar. Cuántos desprecios tuviste que sufrir. Cuántos abusos tuviste que soportar. Leer tu historia es oír el grito silencioso de millones de guatemaltecos. Es comprender cuán duro es crecer pobre, maya y cojo en este país. Solo pudiste completar la educación primaria. Perdiste a tu propio padre a la misma edad que te pierdo yo. Tuviste que sostener a ocho hermanitas y hermanitos. Esa carga te robó tu juventud. Saliste de la pobreza de las áreas rurales de Guatemala occidental. Luego caíste en la explotación despiadada de las maquiladoras en la capital, como un Odiseo huyendo de Escila para caer en Caribdis. Dormiste en la calle, fuiste barrendero y cargador de bultos a pesar de tu impedimento. Aguantaste el terror cotidiano de la guerra civil. Aguantaste las humillaciones sufridas por todos los que viven el éxodo rural. Extraordinariamente, te aferraste a tu amor a la lectura, leyendo a luz del ocote libros que buscabas y recogías en los basureros de la ciudad. ¡Cuánto amaste a los libros! ¡Cuán vasta era tu cultura literaria…! Sin embargo, aunque sufriste del racismo visceral de la sociedad guatemalteca, tu obra nunca fue vengativa. En las palabras de tu gran amigo español Francisco José Cruz era “un acto de reconciliación entre las dos culturas”. La lengua de Cervantes y Neruda vino a estas tierras con el fuego y hierro de Alvarado y Ursúa, pero eso nunca te impidió amarla, estudiarla y saborearla. En tus palabras, –esta lengua es el recuerdo de un dolor y la hablo sin temor ni vergüenza porque fue comprada con la sangre de mis ancestros. También supiste valorar tu propia lengua Maya K’iche’, te apasionaste por su belleza poética intrínseca, la defendiste y dejaste

impregnar con ella todas las traducciones de tu obra. Estos últimos años nuestras conversaciones habían cambiado. Ya hablábamos de hombre a hombre. Tenías una cultura general tan vasta que podíamos hablar tanto de literatura como de historia o de geopolítica. Me doy cuenta de la suerte que tuve de nacer tu hijo, tanto por la infancia feliz que me diste, como también por el capital intelectual y cultural que es mi herencia. Eso me permite ahora desenvolverme en los círculos intelectuales y académicos de Europa. Gracias por haberme introducido tan temprano a la lectura y a la literatura universal. Tan grande era tu

humildad que nunca me diste a leer uno de tus libros, haciéndome descubrir ya de niño a otros autores como Victor Hugo o George Orwell. Al volverme adulto me di cuenta de la bendición que fue crecer contigo. Veo aquellas amigas o amigos que no pudieron gozar de la fortuna de padres cariñosos o de una infancia armoniosa. Aquellos años de sol que viví en el altiplano me dan la fuerza y el alimento moral, psicológico y espiritual para enfrentarme a cualquier dificultad en esta vida. K’amo chi awe tata, chab’ej chik tata Ajkem Tzij. Bon voyage papa, j’espère continuer à te rendre fier là où tu es.


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Marcaste mi vida Me hice adulta a tu lado, aprendí mucho, me deslumbró tu inteligencia, tu cultura, tu sabiduría, tu valor, tu sencillez. Enamorada, dejé todo y uní mi vida a la tuya. Tu cariño, tu alegría, tu sensibilidad poética, tu apertura y curiosidad hacia el mundo me dejó profundos recuerdos. Cómo me gustaba cuando me hacías reír. Nuestro retoño vino a llenar de luz nuestra vida. Tenías mucho carisma, un carácter fuerte.

N

Mayulí Biéri Esposa de Humberto Ak’abal

o fue fácil, las dificultades enfrentadas fueron numerosas, muchas las superamos, otras no pudimos. Toda tu vida tuviste que luchar contra vientos y mareas, para dejar volar tu propia voz. El amor a la poesía fue la luz que guio toda tu vida. Fue tu terapia, tu refugio, tu desahogo, tu consuelo, tu entrega. Tu poesía te llevó por el mundo, tejiste amistades profundas, nos contabas anécdotas apasionantes al regreso de cada viaje. Fuiste el mismo donde sea que te encontraras. Te recibían en hoteles de lujo, charlabas con grandes intelectuales, eras invitado a dar cursos en universidades prestigiosas. Luego, regresabas

a nuestra humilde casa, viajabas en las camionetas, caminabas a pie por el pueblo y hablabas con todos, siempre sencillo. Me recuerdo cuando rechazaste el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. Cuánto valor requería esa decisión en un momento donde justamente nuestra familia tenía dificultades económicas. Qué tristeza ver que algunos de tu propia gente no entendieron tu decisión. Fallaron en brindarte el apoyo moral que tanto hubieras necesitado para enfrentar las acerbas críticas, las burlas y el ostracismo de la supuesta elite intelectual de Guatemala. Sin embargo, siempre respetaste la creación literaria del Premio Nobel. Tuviste la sabiduría

de separar, el valor literario de la obra de Asturias, del carácter profundamente eugenista de su tesis, que aceptó reeditar a los 72 años sin retractarse de su visión degradante a los indígenas. Tuve el privilegio de escuchar tus poemas y textos cuando me los leías y los estabas trabajando. Las pláticas eran apasionadas sobre todo tipo de temas. Toda tu vida era como una novela apasionante, aunque también desgarradora. Te admiré mucho, me impresionabas. Tu ausencia dolorosa es un vacío lleno de tu presencia invisible. Cómo haces falta en este mundo. Tu voz se quedó en tus libros, en algunos papeles esparcidos… y en mi corazón.


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Humberto Ak´abal

Historias para ser contadas Max Araujo Escritor

La muerte de Humberto me trajo muchos recuerdos: de una época, de una vida intensa y compartida en las décadas de los ochenta y noventa, de la que dejé testimonios en la columna “el ojo de Max Araujo” que publiqué, en el desaparecido El Imparcial y posteriormente en La Hora.

E

n una de las tantas tardes sabatinas, de finales de los ochenta, que compartí con Luis Alfredo Arango, en el pequeño estudio de su casa, en Jardines de Tikal, zona 7 de la ciudad de Guatemala, me entregó un poema para Carlos René García Escobar, para que este lo incluyera en la sección “La Teluria Cultural”, que dirigía como sección del Suplemento Cultural de La Hora, cuyo encargado era Alfonso Enrique Barrientos. Arango me indicó que era de un su paisano, indígena, que trabajaba en una maquila. Ese poema fue publicado y causó una gran alegría en su autor, porque apareció a la par de uno de Julio Fausto Aguilera. En ese momento todo un honor. Ese autor fue Ak´abal, y a ese poema vinieron otros, que se publicaron por el mismo procedimiento. Para llegar a ese primer momento, meses antes, se nos ocurrió a varios escritores, organizar presentaciones de autores en el IGA, para que leyeran parte de su obra, siendo que Isabel Garma (Norma García Mainierí) propuso para esos eventos el nombre de “Tacón y hueso”. El primer invitado fue Luis Alfredo Arango. A esa presentación llegó Humberto, para reiniciar las pláticas que había convenido con Arango, que no se realizaron porque Luis Alfredo dejó de laborar en el IGSS. Ak´abal se enteró de la actividad por medio de la prensa. Después del evento conversaron y Arango lo invitó para que llegara, los domingos por la mañana, a su casa. En esa época yo llegaba al mismo lugar los sábados por la tarde. A la primera reunión Ak´abal le llevó unos poemas que, a Arango, no le gustaron, según me contó Luis Alfredo, porque eran sosos, por lo que le solicitó que le llevara otros, y nuevamente, a la semana siguiente, sucedió lo mismo. En la tercera ocasión le llevó como con vergüenza y timidez, unos poemas, escritos con anterioridad, rechazados por otra persona, que fue la causa por la que Humberto había escritos los poemas que no gustaron a Arango. El sujeto de cuyo nombre ignoro le había dicho que dejara de escribir indiadas. Arango leyó los nuevos poemas, le gustaron, y le dijo “esto es lo suyo, siga así”, y escogió uno, que fue el que me dio para Carlos René. Días después hubo una presentación de un libro, no recuerdo de quién, en la Alianza Francesa, ahí me abordó Ak´abal, no nos conocíamos y me dio las gracias por ser el intermediario con Carlos René, a quien le presenté inmediatamente. Pude comprobar en ese momento que estaba ante un personaje distinto al que yo me había imaginado cuando Luis Alfredo me entregó el poema. Se

inició entre nosotros una amistad, que hizo que Humberto tomara mi oficina profesional, situada en el edificio El Patio, de la zona cuatro, como su sede para recibir correspondencia. Hablo de los años noventa. Llegaba casi todos los días. Como al año y medio de nuestro primer encuentro, Luis Alfredo Arango, nos solicitó a los otros miembros del Consejo de Editorial Cultura; Luis Fernando Cifuentes, María del Carmen Pellecer y este servidor, que aprobáramos la publicación del libro “El animalero” de Ak´abal, que nosotros no habíamos leído, pero que él avalaba porque conocía de la calidad del mismo. Ese libro contenía los poemas que se publicaron en “La Teluria Cultural” y otros del mismo estilo. Es por ello que días después, cuando levantamos el acta del mencionado Consejo, el que dejamos cuando Marta Regina de Fashen, última Ministra de Cultura y Deportes del gobierno demócrata cristiano, entregó el cargo. En dicha acta consignamos lo que literalmente dice: “Tercero. Juan Fernando Cifuentes informa que la obra El Animalero de Humberto Ak´abal, el maestro Luis Alfredo Arango hizo la revisión de artes finales y las ilustraciones de la portada e interiores. Actualmente está en proceso final de impresiones y se estima que su presentación podrá realizarse a mediados de febrero de 1991”. Y así, mientras pasaban los días, mi amistad con Humberto se fue haciendo más sólida, conoció a mi familia, llegaba a casa, me acompañaba a nuestra granja a San Raimundo. Yo le iba a traer y a dejar a su vivienda en la colonia Monte Real, tomábamos cerveza, asistíamos a eventos culturales, y conocí a algunas de sus novias, entre ellas algunas extranjeras, porque comenzó a ser popular. Cuando Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz lo celebramos los dos en el Lai Lai, en donde con cervezas, entre pecho y espalda, lloró. En otra ocasión, entre tantas, coincidimos en un bar de la zona diez, con el embajador de Chile y un alto funcionario de la Cancillería de ese país. En esa oportunidad, él invitó, y se gastó con mucha alegría las regalías que le llegaron del extranjero por la publicación de uno de sus libros. En reiteradas ocasiones me contó de su historia personal, a la que hacía pequeñas modificaciones o agregaba nuevos datos. Conocí de su sólida preparación en literatura, de su histrionismo, de lo educado y gentil que era, menos cuando bebía, ya que se ponía un poco agresivo cuando no le gustaba el ambiente o lo que se decía. Y de entre muchos amigos que le presenté están Paco Morales Santos, William Lemus, Rafael Ruiloba, a Chema Rubio, Ángel Pariente, y Efer Arocha (sus anfitriones muchas veces en España y Francia) y a otros, con los que nos reuníamos a almorzar casi todos los días en El Establo, como Sam Colop y Luis Ortiz, y en ocasiones especiales en la Cofradía Godot. De ambos lugares, que ya tienen un lugar en la historia de la cultura en el país, escribí crónicas en la columna “El ojo de Max Araujo”.

Una de las personalidades que también le presenté fue a Mario Monteforte Toledo, cuando llegó a Guatemala, en un segundo y definitivo retorno, acompañado de su esposa Mireya, mexicana. En esa ocasión, en el Hotel Colonial de la zona uno, compartimos las horas previas a la azarosa llegada de “Esperanto”, el caballo que Mario trajo de México, el que recibimos a las cuatro de la mañana, en la calzada Aguilar Batres. Monteforte le sugirió a Humberto, entre otros libros fundamentales, la lectura de “El ser y el tiempo” de Heidegger, como un libro fundamental para su formación. Esperanto fue un caballo que de la frontera entre México y Guatemala llegó en un camión inadecuado, y lo llevamos a los establos de La Aurora, en donde Mario ya tenía previsto un lugar para que se lo atendiera. Nuestro escritor lo montaba y era un espectáculo verlo, por la alta escuela. Se lo había comprado a la familia Domecg, por la venta que hizo de una pintura que le había obsequiado Guayasamin. Monteforte creo que se lo dejó a su muerte a Chepe Zamora. Entre otros recuerdos que tengo de mi cercanía con Ak´abal están el que para el CILCA de 1996 llegamos con él al aeropuerto La Aurora a recibir a muchos de los invitados, entre ellos al doctor Giuseppe Bellini, acompañado por Dante Liano y otros académicos italianos. Bellini al escuchar al día siguiente a Ak´abal, en un recital que de manera improvisada yo le organicé en la sede del Congreso, el MUSAC, se sorprendió al comprobar que la persona que le cargó su valija, con mucha amabilidad, al salir del aeropuerto, era el poeta. Una noche de ese congreso, por el que nos reuníamos por las noches en la Bodeguita del Centro y en Pie de Lana, nos fuimos de parranda con Gioconda Belli, y otra amiga nicaragüense. Les sorprendió lo encantador que era Humberto. La pasamos muy bien. Y es que a todos les impresionaba con anécdotas de su vida, y con aspectos de su cultura quiché. Un momento importante en la vida literaria de Ak´abal se dio cuando con Monteforte lo presentamos a los ejecutivos de Cementos Progreso, con ocasión de uno de los Certámenes de Cuento de la Fundación Carlos Novella, del que yo era uno de los directivos. En esa ocasión fue invitado como jurado Carlos Montemayor, quien al conocer a Ak´abal y su obra, recomendó a los ejecutivos publicar una recopilación de todos sus poemas y ofreció hacer un prólogo. La respuesta fue favorable y si no mal recuerdo se publicó la primera edición del libro “Tejedor de palabras”, pero no estoy seguro, ya que yo solo tengo en mi biblioteca, debidamente dedicada, la que se editó en México por Praxis, en 1998. Años después la Unesco hizo otra edición de esa obra. Resalto del encuentro con Mario Montano y Carlos Sprimül, Presidente de la Junta Directiva de Cementos Progreso y Gerente General, respectivamente, que estos decidieron darle a Humberto un pago mensual como trabajador de dicha empresa, que le ayudó durante un tiempo para sus gastos


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menores. Con el paso de los años, Ak´abal fue siendo más conocido y comenzaron sus viajes a distintas partes del mundo. Con él viajamos juntos al CILCA que se celebró en Panamá en 1998, ocasión en la que lo encontré en el avión, que venía de México, un Excélsior que contenía el programa del Festival del Centro Histórico de la ciudad de México, que me sirvió para la propuesta que días después hice para la creación del Festival de Guatemala. En otra oportunidad Humberto me presentó a su novia, Nicole Bieri, de nacionalidad suiza, con quién lo casé, como notario, en diciembre de 1996. Conocí y atendí a sus suegros en su paso por la ciudad de Guatemala. Una sola vez llegué a la bonita casa del matrimonio en Momostenango, arreglada con muy buen gusto. Años antes yo le hice la escritura de compraventa, que hizo a su mamá, del terreno correspondiente. Como notario tuve el privilegio de autorizar la escritura

de identificación de su nombre, para que José Humberto Acabal Ixcamparij usara legalmente el Humberto Ak´abal, que venía usando desde su primera publicación, y con el que fue conocido universalmente. Es la escritura 79 de fecha 20 de mayo de 1992. Una anécdota que recuerdo con afecto es cuando el 23 de septiembre de 1992, día del nacimiento de mi sobrino Eduardo Antonio, hicimos en mi pequeño vehículo un viaje memorable a Escuintla para visitar a Antonio Brañas. No sé cómo ocupamos los espacios del carro con Dante Liano, Paco Morales Santos, Pepe Mejía y Ak ´abal. Yo hice de chofer. Ese día comimos y bebimos en un lugar de mariscos. Nos reímos y compartimos. Pocas veces vi a Tono Brañas tan feliz y agradecido. Le devolvimos un poco de su vida pasada. Y en la medida que la obra literaria de Humberto fue más conocida y su fama se fue haciendo grande, cambió su vestimenta, y le incorporó elementos

de su cultura maya, lo que le dio una identidad propia. Cuando le conocí su vestuario era totalmente occidental, como se aprecia en la foto que acompaña este texto, tomada en mi casa de la Quinta Samayoa, para uno de mis cumpleaños, un doce de marzo. En dicha foto está con Carlos René García Escobar, Luis Ortiz, William Lemus y Salvador Pérez, ya fallecidos. Sobrevivimos de esa foto, Paco Morales Santos y este servidor. Con la llegada del siglo veintiuno, yo tomé otros rumbos, y Ak´bal también, se volvió una celebridad, venía poco a la ciudad de Guatemala, y comenzó a viajar más al extranjero, a recibir honores, publicó más libros, se hicieron traducciones, y ya nos vimos poco. De las últimas veces recuerdo la de Quezaltenango, para el CILCA, que se celebró en 2014 en esa ciudad, que se le dedicó a él, y para la FILGUA de 2018. Cruzamos esta última vez algunas palabras. Quedó de buscarme, pero no fue así.


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Ak’abal, el maya k’iche’ Lina Barrios Antropóloga Q’eqchí

Humberto Ak’abal, maya k’iche’, el máximo representante de la literatura contemporánea maya de Guatemala es conocido en el ámbito nacional e internacional como poeta, su obra se ha traducido a más de 20 idiomas extranjeros. Sin embargo, su obra sobre la cosmovisión maya es muy poco conocida y no menos importante, es de gran valor para la cultura maya y guatemalteca en general.

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obre la cosmovisión maya Ak’abal escribió varios libros, algunos de ellos se editaron en México y otros en Guatemala. El libro “Paráfrasis del Popol Wuj” publicado en 2016 por Maya Wuj, es uno de los más importantes, porque según palabras de Ak’abal: “El Popol Wuj es el documento más importante del pueblo Maya. En este libro quedó asentada la capacidad intelectual de nuestros antepasados. Aquí están nuestras raíces, aquí está nuestro principio”. Es decir, es el cimiento de la identidad maya. El Popol Wuj refleja la cosmogonía maya o forma de explicar el origen del mundo; la cosmovisión o forma de ver el mundo; refleja los valores de la cultura maya y la genealogía de sus gobernantes. Sin embargo, su lectura es muy académica, lo que provoca que muchos estudiantes no lo entiendan, ante esta situación Humberto Ak’abal decide escribir una versión con sus propias palabras, cuidó mucho conservar su contenido, fue un gran esfuerzo relatar el Popol Wuj en palabras de fácil comprensión.

El documento original que se encuentra en la Biblioteca de Newberry de Chicago y es un relato corrido sin divisiones. Ak’abal lo escribe en capítulos breves y les coloca un título dando la idea de la historia que contiene, divide el libro en dos partes, la primera con 27 capítulos y la segunda con 33 capítulos. Antes de la lectura de la paráfrasis ayuda al lector explicando que son los mitos y enlista los principales personajes del Popol Wuj y su significado. Akab’al sugiere que es un deber moral de todo guatemalteco conocer este documento, pero para entender el libro hay que leerlo sin prejuicios, con la mente abierta, así mismo, recomienda que el Popol Wuj se lea en las escuelas, en los institutos y en las universidades de Guatemala, para que los guatemaltecos nos entendamos mejor. Humberto Ak’abal escribe un poema prólogo al Popol Wuj, que resume el pensamiento del poeta sobre el documento: Mientras haya Sol, mientras haya Luna y mientas haya Estrellas, nunca será demasiado hablar del Popol Wuj: Palabra antigua, Voz de los mayores, cimiento de nuestra Tierra. ¿Qué otro libro puede ser más nuestro? ¿A dónde iríamos para buscar nuestra identidad? El silbo de los vientos nos trae las memorias del pasado, en las voces de los árboles susurra la voz de nuestros abuelos

y en la claridad de las aguas están los encantos de Tojil. Entre los bosques Aguardan silenciosos los tecolotes, Mensajeros del inframundo. El ombligo de nuestra historia Está en las cumbres del cerro Jakawitz. El Popol Wuj, Es el testamento de propiedad De nuestras tierras, Testimonio Del nacimiento del tiempo, Nunca será demasiado hablar del Popol Wuj. El segundo libro sobre la cosmovisión maya es “Mayab Mejelem. Origen de las Ceremonias Mayas” fue publicado en 2018 por Maya Wuj, es un libro eminente didáctico que explica desde cuando el pueblo maya hace ceremonias dirigidas por los ajq’ij, llamados en español guías espirituales o sacerdotes mayas. Ak’abal también explica el cholq’ij o calendario maya más importante, ya que es el calendario sagrado de 260 días, que se forma de multiplicar 20 por 13. El número 13 son los numerales del calendario y cada ciclo tiene 20 días, cada día tiene un nombre específico o nawal y tiene características especiales. Describe las características de cada uno de los 20 nawales, su significado esencial, los aspectos positivos de cada día, así como los aspectos negativos. Y como la fecha de nacimiento determina nuestra personalidad, y para encontrar la armonía hay que saber controlar nuestras características. También explica el complicado proceso para llegar a ser ajq’ij y cómo después de la invasión española se crea el sincretismo, pero hay que tener cuidado del mismo, para así lograr mantener la pureza de la espiritualidad maya. Ak’abal conocía muy bien el manejo del calendario ya que nació en Momostenango, pueblo que ha mantenido la vigencia del Cholq’ij, puesto que todos los días las personas k’iche’ hacen ceremonia en los centenares de altares mayas que rodean el pueblo. Además de sus escritos sobre la cosmovisión maya Humberto Ak’abal escribía prosa en folletos, donde trataba un tema específico, estos folletos solo circularon en su pueblo natal, no eran publicados por ninguna editorial, incluso muchos no tienen fecha, su precio estaba acorde a la capacidad adquisitiva del momosteco del área rural, costaban entre Q5 a Q20. Los temas que aborda en estos folletos son eminentemente políticos, contra la corrupción y de reivindicación de la cosmovisión maya, eran casi manifiestos. Lo importante de estos escritos es que no se aplican solo a Momostenango, sino son hechos que ocurren en cualquier pueblo de nuestro país. En el año internacional de las lenguas originarias es importante resaltar el ensayo que escribió sobre como adquirió el bilingüismo k’iche’ – castellano, titulado “Entre el maya-k’iche’ y el castellano”. Asimismo de la importancia de expresarse en su idioma materno y cómo a través de un idioma que ama, logra expresar sus sentimientos.


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El Ak’abal de Asturias Guillermo Paz Cárcamo Escritor

“He rechazado este premio por una sencilla razón: se llama Miguel Ángel Asturias, él fue un escritor de muchos méritos, sin embargo, él escribió la tesis El problema social del indio, en donde ofende a los pueblos indígenas de Guatemala, de los cuales yo soy parte. Por lo tanto, a mí no me honra recibir este premio. Respeto mucho su literatura, pero no me siento cómodo en este sentido, así que por esta razón yo declino recibirlo”.

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l día siguiente la BBC de Londres anunciaba: Poeta indígena rechaza premio y El Universal de México: Rechaza poeta guatemalteco Premio Asturias. En el ámbito nacional se armó un gran escándalo, vocinglería, porque el motivo de la declinación al premio apuntaba a un asunto que dada la trayectoria del Nobel Asturias había sido deliberadamente sepultada por el establishment, su tesis para obtener el título de Abogado: El problema social del indio. La tesis, tal como apunta el premio Asturias, 1991, Dante Liano: “Es francamente mala, carece de fuentes, y su subjetividad la hace inadecuada como instrumento científico… Asturias inventa, escribe al oído y termina estrellándose en el vértigo de los lugares comunes dictados por la cultura universitaria”. Basado en subjetividades Asturias concluye que el indígena “se trata de una raza agotada y de ahí que para salvarla, antes que reacción económica, psicológica o educacional haya necesidad de una reacción biológica ¡Vida, sangre, juventud, eso hace falta al indio!”. Y, por consiguiente, como corolario remata: “Hágase con el indio lo que con otras especies animales cuando presentan síntomas de degeneración… El perro ha sufrido también modificaciones importantes, y como el perro algunas plantas. Para mejorar el ganado hubo necesidad de traer nuevos ejemplares. Cabe preguntar ¿Por qué no se traen elementos de otra raza vigorosa y más apta para mejorar a nuestros indios?”. Entonces se lanza a dar una serie de características que deberían tener esos sementales humanos aseverando que: “En Suiza, Bélgica, Holanda, Baviera, Wutemberg y el Tirol, pueden encontrarse ejemplares que reúnan las condiciones mencionadas”. Eso sí, Asturias sentencia que con los europeos nórdicos se logra el remedio heroico que propone, pero que con los chinos el remedio no cuaja porque “los chinos han venido a dar el tiro de gracia a nuestros valores de vida. Raza degenerada y viciosa cuya existencia mueve a bascas y cuyas aspiraciones son risibles... En la vena exhausta del indio deja caer el chino sus vicios y deficiencias raciales”. El disentimiento de Ak’abal expuso públicamente el craso racismo de Asturias sostenido sin disimulos

en su tesis de licenciatura, que de paso, no tiene relación con temas jurídicos que prueben la idoneidad del ponente para obtener el título de Abogado. Pero el señalamiento de Ak’abal indignó al ladinaje y Ak’abal fue objeto de toda clase de injurias, de vociferaciones racistas: desde indio malagradecido, comercializado, contrahecho, hasta amenazas de muerte por lo que tuvo que exiliarse con su familia. La intelectualidad, guardando las formas, justificaron la posición racista de Asturias aduciendo, que el contexto en el que se elaboró la tesis, era la corriente predominante para tratar la cuestión indígena. Por ejemplo, Mario Roberto Morales, Premio Nacional de Literatura 2007, expresó: “Si la razón de rechazarlo es por Miguel Ángel Asturias y cree que él es racista, me parece infantil. Eso implica que no ha leído la tesis, la cual debe ser leída en su contexto histórico, de acuerdo con la influencia de la época; si se descontextualiza, se puede caer en un error”. La escritora guatemalteca y Premio Nacional de Literatura del año 2000, Ana María Rodas explica que: “Probablemente se recuerda en mala hora su tesis de graduación sin contextualizarla. En el momento en que él escribió su tesis, lo que dice ahí era lo que se tenía como el evangelio en Guatemala”. Y en la edición de la Universidad de San Carlos de la tesis de Asturias, en 2007, el connotado historiador Julio Pinto Soria hace una introducción a la edición, tan larga como la misma tesis. Todo para decir lo mismo, que hay que entender lo sostenido por Asturias en el contexto de los años 20 del siglo pasado. Pero el análisis de los intelectuales ladinos descontextualiza a Asturias, lo cosifican. Es decir, hacen como si Asturias se hubiera quedado momificado en los años 20-30 y no haya vivido más de cuarenta años luego de haber escrito la tesis. Y en esos 40 años posteriores a la tesis, Asturias vivió acontecimientos que desdecían su punto de vista racista. Vivió las consecuencias del racismo nazi que condujo al holocausto judío, lo mismo de la guerra de Vietnam y Argelia en los años parisinos que fueron más de veinte. Vivió lo de Luther King, leyó a Sartre, Samir Amin, e ilustres antropólogos, etnólogos, sociólogos, políticos y filósofos que al menos sostenían críticas severas al racismo sostenido por Asturias. Y mientras pasaban esos más de cuarenta años conviviendo con culturas que al menos cuestionaban posiciones racistas como las escritas en su tesis, Asturias callaba. Nunca dijo me equivoqué, ni siquiera que habían otras teorías para abordar el tema que sostuvo en los años veinte. No fue capaz de expresar algo, como hizo Eduardo Galeano, que

dijo que cuando escribió Las Venas Abiertas de América Latina, confesó. No tenía la formación suficiente para rematar aquella tarea. Intentó ser una obra de economía política solo que yo no tenía la formación necesaria. No, Asturias no tenía ese talante, más bien lo que hizo fue, 48 años después de publicar la tesis, en 1971, autorizar una nueva edición, donde suscribió: “En todo caso, al publicarse de nuevo mi tesis, quiero subrayar la vigencia de mi protesta de entonces frente a la injusticia con que se trata al indio, su total abandono, y la explotación a que es sometido por las llamadas clases pudientes y el capital extranjero”. Ni una sola palabra a su propuesta de tratar al indígena como un animal sujeto a mejorar su raza por medio de la miscegenación, o sea el blanqueamiento europeo. El mismo Dante Liano sentenció: “El peor error de Asturias fue haber reeditado la tesis, era suficiente con haberla escrito”. Es decir, por omisión o aseveración. Asturias con la reedición –tres años antes de morir– reafirmó que fue, siguió y finalizó su vida sosteniendo su posición racista respecto al indígena de carne y hueso. Y justamente esa conducta a lo largo de la vida de Asturias “donde ofende a los pueblos indígenas de Guatemala, de los cuales yo soy parte”, es lo que llevó a Ak’bal a poner en evidencia el racismo de Asturias y abonar a la dignidad e identidad de los pueblos originarios, rechazando el mencionado premio.


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El Caso Ak’abal Mario Monteforte Toledo Escritor

Este artículo de Mario Monteforte Toledo nos ayuda a entender la trascendencia que miembros del Pueblo Maya recobren su voz robada. En ese contexto de recuperación de la palabra propia, Monteforte valora y analiza el trabajo literario de Humberto Ak’abal y sus implicaciones. Este trabajo sirvió de introducción a la segunda edición del libro Raqonchi’aj - Grito, Maya’ Wuj, 2009.

E

l caso Ak’abal es el mayor acontecimiento de la literatura nacional de los últimos tiempos. El primer poeta maya que emerge de un pueblo que se traga sus palabras porque tras cuatro siglos de dominio de espada y cruz le robaron la voz. Pero Humberto Ak’abal no nace de las malvas, así como los relámpagos no son casualidades del cielo. Corresponde cabalmente a una etapa de la historia de los pueblos mayas, también parte del repunte de la voluntad de vivir que ha puesto de pie a los pueblos indígenas de todo el hemisferio. Esos pueblos ya no reivindican sólo el libre ejercicio de sus culturas; han llegado a reclamar sus derechos económicos y políticos, a que su dignidad abarque la plenitud debida a todos los seres humanos. Este horizonte acaba de abrirse, para angustia de quienes ven en trance de desaparecer la servidumbre de las inmensas masas que con su sudor y sus lágrimas les han amasado la fortuna. Ak’abal es esa voz, otra voz de esos pueblos ya erguidos, ya en acelerada toma de conciencia de su propia historia, de su fuerza y de su voluntad de trazarse su destino. Una de las más flagrantes novedades de su protagonismo literario es su condición de maya, poeta y escritor, considerando que procede de una cultura oral, de esas que transmiten de labio a oreja desde hace siglos un lenguaje total donde se entiende todo lo comprensible, se guarda todo lo digno y se sugieren los misterios. Sólo los lenguajes orales son susceptibles de abarcar el universo entero, sin las cárceles y las falsedades de la escritura. Campea en la poesía de Ak’abal igual animismo que en la ética, el arte y la religión de su pueblo. El hombre y la naturaleza son iguales evidencias de la vida, se entienden y comunican. Hablan las piedras y las hojas, los vientos, los vivos y

los muertos. Con similar facilidad los seres humanos se transforman en fantasmas y los fantasmas en seres humanos. Este coro multitudinario otorgó a la antigua plástica maya su ilimitada elocuencia, y es la responsable de la dinámica de las leyendas mayances actuales y del trabajo de Ak’abal, aunque nunca dejará de parecer extraño al mundo occidental, porque lo es. La forma tendiente al hai-kai y los toques surrealistas de esa poesía no proceden del Occidente –entendido como Europa–, ni el Oriente –entendido como Japón y China–. Hauser descubrió por qué los diseños y las armonías colorísticas de las telas siberianas, árabes, yugoslavas y rumanas y las telas de los pueblos originarios de América se asemejan tanto. Resulta ocioso y fabulador explicarlo por similitudes de origen o por comunicaciones de los tiempos del mamut. Condiciones ecológicas y formas de desarrollo social que generan casi todos los pueblos a lo largo de su evolución van motivando iguales expresiones. Sin duda la brevedad de las composiciones de Ak’abal corresponden a usos de su cultura ancestral. En cuanto al surrealismo, precisa deslindar creación y fuentes. El surrealismo en América es milenario; si hiciera falta una prueba citaríamos el Popol Vuj. Además, en casi todas las religiones funcionan elementos surrealistas, aunque no fuese sino porque todas ellas utilizan lo misterioso, lo inexplicable por la vía de la razón. Lo que hay que creer por acto de fe. Por mucho que se esfuercen, los sistemas políticos y económicos no podrán crear jamás símbolos sin demostración, valores por lo que el hombre esté dispuesto a morir sin entenderlos. Una especie de pincel de pelo muy fino disemina toques de buen humor o de protesta en el trabajo de Ak’abal. Esto no llega a transformar su poesía en ingenuidad, en balbuceo infantil. Esta es una literatura profesional, articulada con plena conciencia de su contenido y efectos. Poesía culta e inteligente. Su profundidad no deriva de amarres con los antiguos textos (como el Popol Vuj o la poesía arcaica recogida por antropólogos y lingüistas en tierras mayas de ahora). La profundidad en este caso pide prestado a la sabiduría popular, a la meditación de los ancianos y a la capacidad muy personal de descubrir alianzas entre elementos distantes. Tomar como naif este trabajo es ignorar su clave, su bien guardado secreto. Lo indio en esta poesía está debajo de las palabras, en el cuidado puesto al escoger y administrar las palabras con las mismas precauciones con que se manejan las lenguas extranjeras. Esto es castellano; no aparecen vocablos o sonidos onomatopéyicos mayas sino cuando el poeta no les encuentra traducción, vía de acceso hacia el castellano. Esta interioridad,

esta corriente subterránea la encontramos de manera suprema en Vallejo y en José María Arguedas y, en momentos felices, en Miguel Ángel Asturias. La adivinación, el vislumbre de esa intimidad es algo que nos permite captar y sentir la poesía de Ak’abal como algo nuevo. Varios gruesos enemigos acechan el desenvolvimiento de Humberto Ak’abal. Uno es el éxito que lo envuelve en lo mundano y lo impele, allá en el fondo, a ceder a la demagogia para complacer al público, lo cual nada tiene para él de difícil, dada su notable y natural vocación histriónica. Otro es el riesgo –todavía mayor– de las influencias de modas, corrientes y comunicaciones en el mundo urbano –incluyendo el extranjero– donde lo obliga a moverse su afán de conocer, pero también su fama –cuya concomitancia con la comercialización es inevitable–. Él mismo presintió esta farándula, este peligro de sutil pero poderosa aculturación cuando empezaba a estrecharse su contacto con la ciudad. Parafraseo sus versos, pero recuerdo su sentido: “Que no me cambien, que no me cambien”, imploraba. Nadie, acaso ni él mismo, está en condiciones de prever lo que vaya a dar de sí este hombre gentil, simpático, pero recio y consiente hasta la saciedad de la tremenda responsabilidad de ser maya, de un país tan breve e inerme como el nuestro, y poseer tan inmensa voracidad para descubrir y asombrarse. Él sabe que en letras y artes, repetirse es una manera de morir; pero también sabe que cambiar puede ser forma de agonía.


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