Cultural 09-03-2018

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

Guatemala, 9 de marzo de 2018

DISCERNIMIENTO ÉTICO


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presentación egún una bien asentada tradición del pensamiento occidental cristiano, el discernimiento es un momento fundamental por el que el espíritu, frente a momentos trascendentales de su vida, reflexiona desde la paz interior para actuar con sabiduría. Esa perspectiva filosófico-cristiana es la base del artículo que nos ofrece el Padre de la Fraternidad Misionera de María, Ubaldo Menchú. El teólogo propone el discernimiento ético en circunstancias que juzga críticos, sin abandonarse, como tiene que ser, al pesimismo. Por el contrario, en sintonía con Bloch, escribe sobre la esperanza que dispone el ánimo para la implantación de un mundo mejor. Un proyecto ambicioso si se considera lo irresoluble de una aparente paradoja: “la esperanza política”. Menchú explica desde el inicio en qué consiste su propuesta. Se trata, escribe, de un discernimiento que no es otra cosa que una metodología, “un camino que lleve a configurar una conciencia crítica, pero a la vez una capacidad de tomar acciones evangélicas para sumir los compromisos en el campo social”. Con el artículo mencionado, presentamos otras colaboraciones destacadas, entre ellas, la de Lucrecia Méndez de Penedo. La escritora, a propósito de la presentación del libro de Ramiro Mac Donald, Las funciones de Román Jakobson en la era digital, expone en breves trazos las virtudes de un autor fundamental para la comprensión de los mecanismos de la comunicación en nuestros días. Le invitamos a disfrutar la lectura de los textos y a refrescar sus conocimientos a la luz de los aportes de nuestros colaboradores.

es una publicación de:

Discernimiento ético en tiempos de crisis y esperanza política P. Ubaldo Menchú, fmm Licenciado en teología moral por la Universidad Gregoriana, Roma.

Para la Iglesia, estar consciente de la complejidad de la realidad social no es una opción, sino una prioridad, ella exige a la comunidad cristiana respuestas y acciones concretas las cuales testimonien sus convicciones éticas y su fe. Basta recordar la apertura eclesial en Gaudium et Spes, en diálogo con el mundo contemporáneo, las varias encíclicas y exhortaciones apostólicas en el campo social, hasta tener la referencia cercana de Laudato Si’ (2015) sobre el cuidado de la casa común.

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odavía algunos, que no han hecho una adecuada recepción del concilio, podrían preguntar ¿qué tiene que ver la fe y la teología en la realidad social? o ¿en qué modo la comunidad cristiana debería incidir el campo político? Ante ello, se puede afirmar que es tarea cristiana, desde su especificidad, sumarse a reconstruir el tejido social y, en apertura dialogal, aportar elementos importantes para proyectos de paz y justicia. El campo ético-político no es ajeno a la moral cristiana. El cristiano, en cuanto ciudadano, también debe ser protagonista de la vida política. Ahora la pregunta es ¿cómo y qué camino seguir para una incidencia encarnada y responsable? Discernimiento desde lo genético-inductivo La complejidad y la crisis de nuestra sociedad evidencian el peligro de

respuestas fatalistas o indiferentes para asumir la vocación política. Un método de discernimiento puede ayudar a disipar ciertos peligros, pero no el discernimiento dejado a la arbitrariedad del interés meramente personal con un tinte espiritualista sino un discernimiento ético social que considera responsablemente la circularidad entre lo personal y lo comunitario, comprometido con las angustias y esperanzas de nuestra sociedad. Por otro lado, cualquier método sin ser leído desde la fe, queda en lo puramente filosófico o sociológico, con el peligro de crear o seguir vías que terminan en acciones alienantes, corruptas y violentas. El cardenal R. Martino, haciendo una lectura del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) y enfatizando en el compromiso de los laicos, hace ver la necesidad de un método de discernimiento: el compromiso social cristiano debe partir

por conocer la situación, reflexionar a la luz de la fe e individualizar nuestra opción exigida desde la fidelidad al Evangelio1. El método ver-juzgar-actuar, no sin acusaciones de relativismo por su énfasis en lo inductivo, sigue siendo hoy la continuidad de un camino asumido en la experiencia eclesial pastoral, profundizada teológicamente y propuesta por el magisterio en el campo social. En la primera mitad del siglo XX, el sacerdote -luego cardenalJoshep Cardijn inicia la experiencia del “ver-juzgar-actuar” con la Juventud Obrera Católica -JOC- de Bélgica. Juan XXIII asume en Mater et Magistra n. 236 lo que la JOC había iniciado, hasta hacerse el método oficial en el campo social, subrayado en los numerales 7 y 9 del CDSI. El método también fue acogido y desarrollado por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), la cual ayudó a concientizar una praxis eclesial a favor de la dignidad humana en medio de conflictos sociales de opresión e injusticias. El CELAM hace uso dinámico del método ver-juzgaractuar en su pastoral social, reflejado desde documentos finales de la conferencia en Medellín (1968) hasta el Documento de Aparecida (2007) especialmente en el numeral 19. El método eclesial ha seguido una dinámica creativa de nuevos elementos que

1 Cf. R. Martino, Compendio e impegno dei cristiani laici, 5.


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complementan su ejecución, haciéndola siempre actual, especialmente el método genético-inductivo. La conciencia de la situación, la sensibilidad y acción en medio de las angustias y esperanzas de hoy, y el reconocer lo que Dios ya está haciendo en la historia, todo ello, exigen un camino y pasos a recorrer. El trabajo conciliar evidencia que el aspecto genético es importante para entender la realidad y una problemática particular. Lo “genético” ayuda a entender el origen del problema y su desarrollo histórico, dando lugar a una revisión y evaluación más objetiva de la situación. Lo genético-inductivo hace que el discernimiento no se realice en el aislamiento, sino que necesariamente tiene que tener un carácter comunitario y un compromiso social. Dice S. Bastianel que el cristiano no debe olvidar lo que le viene desde la fe le viene en una historia, con la ayuda y los límites de una cultura. Se debe, por tanto, proceder seriamente el discernimiento de la conciencia contra la pretensión de determinar valores y reglas con base en una voluntad y utilidad propia. Ante tal pretensión egoísta la dimensión comunitaria se vuele realidad crítica y abre a la apertura dialogal y compromiso concreto. El discernimiento en la dinámica del método genético-inductivo se presenta como ese elemento teológico capaz de superar lo meramente filosófico, sociológico o científico; inicia una relación de circularidad donde, reconociendo el gran aporte que representan las ciencias humanísticas y científicas, subraya la presencia actuante de Dios en la historia. El Evento y la Palabra de Dios preceden a la persona o comunidad eclesial, Dios ya está actuando antes que una persona o comunidad inicie un proceso de acercamiento y compromiso de transformación. Dios se ha manifestado en todos aquellos que durante la historia han luchado por la paz y la justicia, y ahora sigue llamando para contrarrestar todo tipo de injusticias y violencia. El discernimiento es proceso, no es una esencia abstracta ya dada, más bien es lo que la teología moral llama hermenéutica-dialógica, porque es la misma persona quien se deja cuestionar por la realidad y la luz evangélica (GS 46) e iniciando un proceso de concientización y conversión personal-comunitaria, se suma a un compromiso común por la paz y la justicia donde se siente invitado e identificado. En este sentido podemos hablar de una metodología para el discernimiento, un camino que lleve a configurar una conciencia crítica, pero a la vez una capacidad de tomar acciones evangélicas para sumir los compromisos en el campo social2.

la vida de Jesús. El discernimiento ético comunitario pone en tensión dialógica fe y vida, por eso es una dinámica que no queda en la especulación, más bien se encarna en el comportamiento humano, en la comunidad creyente y en toda iniciativa social a favor de la dignidad humana. Con lo ya dicho podemos acercarnos a una definición del discernimiento social cristiano, ello es la apertura del creyente a la acción transformadora de Dios en la historia personal y comunitaria, camino que orienta al encuentro con la propia vocación y misión en el mundo. H. Nouwen distingue algunos requisitos fundamentales para el discernimiento3: · Personal: un nuevo modo de ver a través de la realidad hasta llegar al corazón mismo de la situación. Saber escuchar con la inteligencia del Espíritu la voz de Dios en y entre nosotros, conscientes de la presencia de Dios en la historia. Tener una apertura siempre actual a dejar que el Espíritu de Jesús nos conduzca a vivir en la voluntad del Padre. · Comunitario: vivir en comunidad es signo de esperanza donde se vive juntos los desafíos de la realidad y la novedad del evangelio. Implica interrogarnos cómo ha sido nuestro trabajo con los pobres y si hemos sido solidarios. Crear tiempo-espacio sagrado que encarna el amor unido a la celebración-fiesta del Señor. Formarse en una nueva forma de vivir y amar, es la formación permanente de la conciencia como individuo en relación comunitaria. El discernimiento ético social hace parte de la actividad cristiana, aunque muchas veces olvidado. Por otro lado, la capacidad de discernir no es sólo una propiedad de la comunidad cristiana, sino de todo ser humano que parte de la capacidad hermenéutica de la realidad, de la capacidad dialogal con otros (comunidad-instituciones) y de su apertura la voz de Dios quien llama en nuestra historia concreta. El discernimiento tampoco puede confundirse con la epiqueya, aunque sea una realidad común humana y haga un uso inteligente de la ley positiva4. El discernimiento no se queda en plano racional de la ley, porque el “otro” como hermano-prójimo y la apertura al “absoluto” hacen parte del dinamismo hermenéutico-dialogal.

El discernimiento como requisito para la praxis cotidiana El discernimiento, para el cristiano, no es algo añadido sino una identificación con

Discernir para asumir la vocación política La vida cristiana cada vez más se enfrenta a desafíos que le exigen abrir los ojos, releer su historia desde la fe y comprometerse con la realidad si realmente quiere ser coherente con su identidad evangélica. Dios mismo es el que llama al ser humano y a la comunidad cristiana a defender y cuidar la vida,

llama de muchas maneras, de allí que, él antecede a nuestra reflexión y acción. La acción permanente de la comunidad cristiana es estar atento a los signos de los tiempos y tener la capacidad de discernimiento ante las situaciones que se presentan conflictivas. De manera histórica y estructural se han impuesto sistemas violentos para la resolución de los conflictos, sin embargo, en estos últimos años se ha evidenciado que puede haber otras vías. Entre algunas vías anunciados durante el 2015 al 2017 contra un sistema cooptado por la dictadura de la corrupción5, se pueden recalcar: la responsabilidad histórica de asumir una formación ética y política, la importancia de la fraternidad ciudadana para organizarse y defender los derechos humanos, potenciar las vías de diálogo, justicia y de paz. Todas las dimensiones mencionadas hacen parte de la vocación política; solo asumiendo esta vocación se podrá seguir reconstruyendo el tejido social como parte del esquema programático de un proyecto de Paz. En consideración a una praxis política desde un discernimiento ético social es importante tomar en cuenta que… Ø Estar conscientes de la realidad política permite una autocrítica de la ética personal y comunitario. Puede que se haya evidenciado la estructura de “La Línea y la Cooptación del Estado” como encarnación de la corrupción, pero a la vez ésta interroga sobre “otras líneas” de corrupción e injusticia social, cultural o religioso en la que se puede estar implicado. Ø Participar activamente desde la línea de la justicia y la paz, sin olvidar una prudencia éticapolítica capaz de identificar el espacio-tiempo para una incidir de manera significativa. Si bien la vocación política es ser y un quehacer, solo es justo si responde a defender la dignidad humana y el bien común. Por otro lado, la vocación política no se asume solo dentro de un movimiento o partido político, sino es parte de la dinámica de la reflexión y praxis cotidiana la cual invita a otras formas creativas de organización. Ø Aprender y enseñar. Nadie puede pretender tener la absoluta respuesta de los problemas, un fuerte grado de humildad frente a las personas o grupos que han iniciado un camino de protesta pacífica es símbolo de madurez política. Ø Nunca renunciar a la formación política para promover la paz, evitando hacer un uso instrumental de los grupos. Por otro lado, se tiene la responsabilidad ética de aportar orientaciones y acompañamiento a aquellos movimientos y organizaciones que pueden estar propensos a la violencia o propensos a repetir los

2 El mismo CDSI aclara: «no se trata simplemente de colocar al hombre en la sociedad, sino de fecundar y fermentar a misma sociedad con el evangelio» (n. 6263).

3 Cf. H. Nouwen, Il discernimento. Leggere i segni della vita quotidiana, 35-58. 4 Cf. T. Mifsud, Discernimiento ético: Moral social ,330.

5 CEG, «Queremos ser testigos de la Verdad» (cfr. Juan 18,37). Comunicado del 19 de enero de 2018, en http://www. iglesiacatolica.org.gt/dserdoc.htm

mismos males. Ø Aprovechar los espacios cotidianos y hacer uso reflexivo-crítico de la Web. Practicar la justicia en la vida cotidiana es signo de una madurez no solo política sino humana. La madurez humana y política se evidencia tanto en la vida comunitaria como en la participación en el nuevo continente digital. Una tarea fundamental en el campo digital será promover la dignidad de la persona humana, la superación de la indiferencia del problema social y la formación de la conciencia. Ø Saber revisar/evaluar antes y después de una incidencia social, permitirá no caer en un esquema fijo que pudo funcionar o no, tampoco en un cambio constante sin tener ningún horizonte. Es estar en una dinámica de formación permanente y actualización, así nuestro enfoque no se estandarice en ideología ni mucho menos se crean mitos alrededor de una acción. Ø Celebrar desde la perspectiva de la Fiesta Ciudadana. A pesar de la crisis hay un leguaje más profundo de fraternidad y esperanza política. La fiesta abre a la sociedad a nuevas utopías realizables a través de un continuo compromiso ético-político. Entrar en campo político no significa ir a catequizar a los colectivos y grupos políticos, sino apostar por un compromiso común para contrarrestar una realidad corrompida que contradice el camino de justicia, de fraternidad y de paz. Para algunos bastaría la justicia legal para la resolución de conflictos, sin una previa evaluación si una ley es justa o no, o simplemente una ley manipulada para intereses personales. Hay que aclarar que la ley es una dimensión de la vida humana, pero no dice todo de lo humano, para ello la sociedad necesita una escala de valores para poder convivir, hacer justicia, realizarse y desarrollarse dignamente. Asumir la vocación política desde la fraternidad ciudadana y la justicia no solo es una alternativa, sino una necesidad urgente para nuestra sociedad. Tony Mifsud dice que la justicia corresponde al imperativo ético de devolver la confianza a las intuiciones públicas, de pronunciar la verdad de lo acontecido y de sancionar una conducta por y en la sociedad6. El discernimiento ético social es un camino orientador para asumir la vocación política con responsabilidad. Al mismo tiempo esta perspectiva de discernimiento considera lo social-comunitario de manera que el poder de algunos no sea más importante que la justicia para todos. 6 Cf. MIFSUD, T., Discernimiento ético: Moral social, 437.


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Las funciones de Román Jakobson en la era digital Lucrecia Méndez de Penedo Miembro de Número de la Academia Guatemalteca de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española

La portada de un libro constituye el umbral de entrada de lo que encontraremos al adentrarnos en sus páginas. En el caso del libro que se presenta, Las funciones de Román Jakobson en la era digital, de Ramiro Mac Donald, el diseño resulta muy revelador. Observamos un preciso equilibrio de espacio compartido entre el lingüista ruso-americano y el semiólogo guatemalteco, sugiriendo una especie de relación especular maestro/discípulo donde uno se refleja en el otro. Y hasta podría interpretarse como un paralelismo de dos rasgos personales: como académicos profundamente involucrados con su disciplina, pero también como intelectuales comprometidos con su tiempo. Ambas figuras aparecen unidas por un medio arco en la parte inferior, mientras que colocados en la parte central aparecen los iconos de un libro (lo tradicional), el sobre de correo electrónico (lo innovador), y las ondas sonoras (la palabra), figuras todas que conducen al tema central: la comunicación.

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l valor del volumen de Ramiro va más allá de un homenaje a Jakobson, maestro de generaciones a distancia, así como de un necesario y urgente texto divulgativo y didáctico para estudiantes de Ciencias de la Comunicación, de Letras y en general todos aquellos interesados en el tema. El libro constituye, en primer lugar, un compendio de las ideas esenciales del gran lingüista ruso, que, con su Ensayos de lingüística general, publicado en español en la década de los 60 del siglo pasado, se convirtió en un clásico referente de la lingüística. Jakobson reelaboró algunos aportes de lingüistas anteriores, añadió una visión más amplia, flexible y densa y propuso un novedoso esquema del circuito de la comunicación y su teoría de las funciones del lenguaje. La parte descriptiva del legado de Jakobson,

enmarcado en sus contextos históricos y culturales, descubre a un perseguido por sus orígenes judíos y, por tanto, defensor de la libertad. Pero lo remarcable de la obra de Mac Donald reside en una lectura actualizada de las teorías de Jakobson. Por una parte, el estudioso guatemalteco realiza una revisión del discurso jakobsiano a la luz de la era digital, y, por otra parte, amplía la posibilidad de aplicar ese discurso más allá de la comunicación estrictamente lingüística y textual. En efecto, su visión es cercana a la de algunos revisionistas post jakobsianos, en el sentido de ampliar y confrontar los postulados teóricos del ruso –que siguen siendo columna vertebral–, para dilatarlos de lo meramente lingüístico, hacia dimensiones más complejas de índole semiótica. Así lo afirma el autor: “Esta práctica de revisión a las bases teóricas permite ampliar sus conceptos para ser aplicados a otros campos de la comunicación (ya no únicamente el proceso oral), puesto que ese era su objetivo inicial, como lingüista” (25). Si bien Jakobson aprovechó los estudios lingüísticos previos y/o contemporáneos, ya que él mismo fue fundador y miembro de los prestigiosos Círculo Lingüístico de Moscú y del Círculo Lingüístico de Praga –y posteriormente del Círculo Lingüístico de Nueva York, cuando salió huyendo de la Europa de la II Guerra Mundial. Todas estas iniciativas intentaban dotar a la lingüística de un espacio disciplinar propio. Tampoco desechó las contribuciones, si se quiere un poco esquemáticas de algunas teorías de la información de gran popularidad en casi toda la primera mitad del siglo pasado. Desde el inicio, su enfoque fue multidisciplinar porque incluyó áreas diversas como la antropología, la patología del lenguaje, la corriente estilística de la crítica literaria, la fonología, etc. No desechó las contribuciones de otros, sino que mejoró y amplió lo existente: lo que añadió fue una visión y una elaboración teórica mucho más densa que corresponde a la compleja realidad de la comunicación humana. En efecto, Jakobson supo captar el espesor y sutileza del circuito de la comunicación donde los factores del circuito de la comunicación y las correspondientes funciones del lenguaje pueden para fines analíticos considerarse separadamente, aunque en la realidad de la comunicación humana, más de una función es la predominante e inclusive varias coexisten de manera simultánea y complementaria. La comunicación lingüística es no solo propia sino indispensable a la vida humana en comunidad, pero también para expresar lo más propio e íntimo de cada individuo. En la misma se revela de manera clara o velada la visión y posición de la persona ante el mundo, por sus intersticios por más que alguien quiera esconderse, siempre se revelará tarde o temprano su verdad. La palabra, pues, es tan reveladora como la mirada. Y eso lo saben muy bien los lingüistas cuando desmitifican, por ejemplo, el

discurso político comparándolo con el publicitario: las mismas estrategias valen para convencer a un votante de que tal candidato sería la mejor opción, digamos, para alcalde, como para inducirlo a comprar el dentífrico x que le dejará la sonrisa esmaltada de un blanco blanquísimo... El lenguaje es un instrumento de comunicación desgastado como pocos por el uso cotidiano que hacemos de él, pero al mismo tiempo es cantera de posibilidades, sobre todo en la función que Jakobson denominó “poética”. Se refiere a la que asociamos con la literatura desde la visión tradicional de las bellas artes, o bien en una visión contemporánea como discurso creativo alternativo desde la perspectiva culturalista. La peculiaridad de esta función es su polisemia, es decir sus significados abiertos a interpretaciones múltiples de índole connotativa más que denotativa. Pero también en la capacidad de jugar creativamente con el diseño estructural. Ramiro menciona repetidamente que la literatura tiene la capacidad de asombrar, de sorprender, tocando así un punto medular: la creación de un objeto formal nuevo y hermoso a nivel simbólico con ese instrumento tan desgastado. E inclusive devaluado. Hacer de la mentira de la ficción una realidad verosímil, sea realista o totalmente fantástica. Construir imágenes sin apoyo visual: cada lector diseña sus propios personajes, acciones y escenarios a su medida. Varias personas pueden leer la misma novela, pero cada quien imagina el aspecto de los personajes que son de papel, llegando casi al extremo de convertirlos en personas de carne y hueso. Todo por obra de la mano lúdica del escritor que entrega palabras elaboradas con recursos técnico-formales, estrategias discursivas y estructurales con que ha creado un nuevo universo regido por su propia verdad. Su virtuosismo consiste en hacer parecer nuevas las palabras, sacarles el brillo opacado por el uso. Esa reelaboración simbólica sugerente que es la literatura la captó perfectamente Jakobson con el predominio de la función poética del lenguaje. Después de Jakobson otros teóricos han revisado su legado, y entre ellos se incluye el trabajo que hoy nos entrega Ramiro Mac Donald. De la mera comunicación lingüística, él amplía las posibilidades del método para poderlo aplicar a otros hechos comunicativos, como, por ejemplo, el teatro, donde además de la comunicación verbal, el signo lingüístico coexiste complementariamente con otros signos como la luz, la música, el vestuario, las máscaras, etc. Así, este libro y autor, nos llama a la reflexión del valor de la palabra y del signo en la era digital. Tenemos el reto de descodificar el mundo; nada menos que eso nos exige la globalización. Y herramientas como el trabajo de Ramiro resultan fundamentales para no naufragar en el mar virtual, cayendo víctimas de manipulaciones simbólicas o quedándonos en un estado de sopor acrílico, sino navegar hacia nuevos rumbos, que conduzcan hacia horizontes por ahora solo imaginados.


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Cuando el Duque veía volar a las aves y las mariposas, el viento de los sueños agitaba sus pensamientos. Maco Luna Escritor

Amaba la libertad porque no la conocía. La había visto un par de veces en la efigie de una moneda. Desde cachorro fue confinado a la terraza y sus paseos solo eran imaginarios: recorría el horizonte de techos viejos, y por las noches miraba cómo el diablo bailaba la danza de las almas sobre las viejas casas. El espectáculo esperado era ver la figura de un gato arqueado bajo la luz de la luna. Los tecolotes llegaban a hacerle compañía y le contaban acerca de las cosas simples de la vida. Conforme fue creciendo pudo asomarse a través del muro a las casas vecinas y se fue familiarizando con los gritos y las palabras fuertes de sus dueños. Qué diferente esa casa que le quedaba más cerca y de la cual brotaba una luz y siempre oía cantos y risas. Desde que amanecía se escuchaba la voz melodiosa de la señora, dándole vida a todos los rincones. Su curiosidad lo empujó a ponerle más atención al devenir de la gente que vivía en esa casa, y pudo darse cuenta de que la base era una pareja de viejos. Ella cantaba mientras lavaba sus camisas blancas, y él la acariciaba con una mirada demasiado viva para su edad. Ella presentía el calor de los ojos amados y corría hacia él para fundirse en apasionado beso. Bastaba

mirar hacia el patio de esa casa para ver todo en amarillo, porque el amarillo es el color de los enamorados, era la luz que, como el agua, inundaba todos los rincones. El Duque podía ver lo que los viejos veían el uno del otro. Lo que de único tenía el uno, y lo que de único tenía la otra; él presentía el amor. Cierta noche los tecolotes le aconsejaron que diera un paseo por los techos. Los gatos, extrañados, interrumpieron sus ensayos y le dieron paso. Cambiaron de techo para seguir con el jazz de las siete vidas. El Duque no sabía cómo enfrentar al mundo porque jamás había leído ese libro. No podía caminar con firmeza en ese terreno porque la ignorancia lo conducía en la oscuridad de lo desconocido; además, nunca había dado más pasos que sobre esa fría terraza. Sus ojos se bañaron con la amarilla luz de la casa contigua y hacia ella se encaminó. El torrente de luz lo envolvió y su voluntad se arrastró al patio de la casa vecina. Solo se escuchó un ruido sordo cuando cayó en el piso. Los moradores habían salido esa noche y nadie se dio cuenta de que un perro había caído del techo. El sol saludó al día a la hora acostumbrada, y cuando los enamorados abrieron la puerta el animal se vio envuelto por las mismas miradas que lo hicieron aprender a volar. Los dueños del Duque nunca se enteraron de que este había empezado a leer el libro del mundo. El amor encendió la luz y una caricia le ayudó con la primera línea…

El Duque


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Un recorrido de Jueves Santo Juan Fernando Girón Solares Colaborador Diario La Hora

Este relato está basado en la conocida Leyenda –La visitante de los sagrarios– publicada por Héctor Gaitán, en su obra La calle donde tú vives.

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CAPÍTULO IV

umberto viró sobre la cuarta calle hacia la décima avenida hasta el Edificio del Registro General de la Propiedad, aquel que fuese inaugurado en 1896 durante el gobierno del General Reyna Barrios, cuyo esplendor contrastaba con el reflejo de la luna llena y en la creencia de poder bajar por la novena calle oriente hacia la doce avenida, pasando a un costado del Mercado Colón y así arribar a Santo Domingo. Humberto fue detenido en su paso por un policía de tránsito que luciendo su caqui uniforme le hizo señas al llegar a la once avenida, frente a la antigua Casa Presidencial. “¡Deténgase, no puede continuar!”, fue la orden, “en breve estará pasando la procesión”… Ante esta situación, no hubo más remedio que obedecer. “Señorita, perdone, le indicó el chofer a su acompañante, debemos estacionarnos, no puedo quedarme a media calle, tenemos que esperar el paso de la procesión”. “Está bien”, respondió de manera escueta la dama. Al estacionarse, el conductor invitó a la pasajera a salir del vehículo para contemplar el paso de la procesión, pero ésta se rehusó indicando que se quedaría en el asiento trasero. “Muy bien, como usted mande”, replicó. Serían más o menos las siete y media de la noche, cuando por la doce avenida y luego de pasar frente a Santo Domingo, la cruz alta y los ciriales asomaron por la esquina presagiando el paso de la imponente procesión de Cristo Rey. Los ya cansados cucuruchos luego de unas nueve horas de cortejo, luciendo sus paletinas y cinturones blancos, túnicas y cascos de color morado, empezaron a desfilar frente a los ojos de Humberto. A pesar de no ser un hombre religioso, nuestro protagonista empezaba a maravillarse con estas muestras de devoción y la entrega sincera de los devotos. Vecinos de la cuadra habían preparado una hermosa alfombra para la imagen morena con su mirada al frente, y más allá los trabajadores de una fonda y otros del conocido -mesón de oriente- se aprestaban a regar con el uso de unas antorchas y refrescar así el empedrado de la calle, colocándole flores y pino, por donde en breves minutos aparecería el anda portadora de la belleza incomparable de Jesús de Candelaria. Las notas de una marcha fúnebre que le pareció a nuestro personaje automovilista muy conocida, inundaron el ambiente de la noche y en la distancia, principiaron a pasar las filas de los devotos con su uniforme penitencial, algunos con

el rostro enrojecido por la fuerte insolación del mediodía, portando ahora candiles y velas para iluminar el paso del cortejo y casi dos cuadras detrás, los estandartes dieron paso a la Imagen Consagrada del Nazareno de Candelaria, que luciendo una hermosa túnica de color morado con impresionantes bordados en hilo de oro y en medio de una enorme corona de espinas, decorada a su vez con zarzas y azucenas, se mecía solemnemente en su trono procesional, llevado en hombros por veintidós devotos cargadores. Las andas iban hermosamente iluminadas utilizando como fuente, pesadas baterías de automóvil. Esto doblegaba el esfuerzo de los penitentes. Fue muy impresionante para Humberto, contemplar el paso procesional de Jesús de Candelaria, seguido de la bellísima imagen de la Virgen Dolorosa, acompañada por considerable cantidad de damas devotas que se enfilaban hacia la Avenida de los Árboles, en busca ya del retorno a su templo parroquial. La procesión se detuvo por unos instantes frente a nuestro personaje. Aquel momento quedaría grabado para siempre en la mente de Humberto. Le dio un no sé qué el observar el fervor de los cucuruchos y las devotas cargadoras, el silencio y el respeto, el incienso, el sonido del redoblante y la entonación inconfundible de las marchas fúnebres, sin dejar de meditar en la escena que realizaba el público al contemplar el paso de ambos cortejos procesionales, con ojos llorosos de emoción, de tristeza o de añoranza.

Humberto le preguntó al último de los penitentes que acompañaba la procesión: “¿De qué iglesia es esta procesión?” –“De la Candelaria, entre el Cerrito del Carmen y la Avenida de los Árboles”– fue la respuesta que obtuvo. “Gracias, amigo”, replicó nuestro protagonista. El taxista luego de haber concluido el paso de la procesión, se persignó de nuevo y dio gracias a Dios por haber vivido ese momento, algo muy especial tocó su espíritu; abordó de nuevo su taxi donde respetuosamente la luctuosa pasajera lo esperaba cómodamente sentada en el asiento trasero, y enfilaron por fin mediante la doce avenida hacia el Templo de Santo Domingo. Las altas palmeras del atrio dominico permitieron que la visitante de los sagrarios, una vez más se perdiera entre los fieles devotos hacia el interior del templo. Como las horas avanzaban de manera inexorable, el cálido ambiente del atardecer dio paso a un frío viento de la noche, el que de forma impertinente apagaba las velas que portaban los fieles devotos en la Plazuela de Santo Domingo antes y después de visitar al Santísimo. En pleno atrio, varios miembros de la Hermandad cuidadosamente procedían a limpiar y ajustar los rótulos de color negro, que en número de siete y artísticamente decorados contenían las “siete palabras”, las mismas que serían utilizadas al día siguiente en el Cortejo Procesional del Santo Entierro de Santo Domingo. Continuará…


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Los más leídos

LA SALA DE AURORA Giovanni Francesco Barbieri Guercino 1591 - 1666

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uercino vivió en Roma de 1621 a 1623, período durante el cual pintó algunas obras espectaculares entre las que destacan los frescos de dos de las plantas del casino Ludovisi, encargados por el cardenal Ludovisi, sobrino del Papa. La pintura Aurora se puede contemplar en el techo del vestíbulo; su ingeniosa composición tipo trampantojo produce la sensación de que se está mirando directamente al cielo abierto. En ella, Aurora, observada por Titono, su anciano marido, galopa por el cielo matutino en su carro esparciendo flores y llevándose las nubes negras de la noche.


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El mundo del arte (¿glocal?)

Premio Turner 2017 Lubaina Himid (Zanzibar, Tanzania, 1954)

Miguel Flores castellanos Doctor en Artes y Letras

El mundo del arte es una red dispersa de subculturas superpuestas, vinculadas por el simple hecho de que todas ellas creen en el arte. Estas subculturas se distribuyen por todo el planeta, pero se agrupan en ciertas capitales: Nueva York, Londres, Los Ángeles y Berlín, aunque hay otras ciudades, como Milán, Glasgow o Vancouver, que son más bien periféricas.

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l universo artístico es hoy más policéntrico de lo que era en el siglo XX cuando París y Nueva York dominaban la escena. Sara Thornton lo confirma en su libro Siete días en el mundo del arte. A partir de ello, el lector puede imaginar la posición de Guatemala en ese mapa mundial del arte. Es evidente que por muchos esfuerzos que se hagan, somos la periferia de la periferia. Los actores de ese mundo desempeñan, por lo general, seis funciones definidas: artista, galerista o marchand, curador, crítico, coleccionista o subastador. Es posible encontrar artistas-críticos y marchands-coleccionistas, pero ellos siempre admiten que no siempre es fácil lograr un equilibrio entre sus dos tareas y/o identidades. Llegar a ser artista célebre o exitoso es lo más difícil de todas esas posiciones; pero son los marchands quienes, manipulando el poder de los otros participantes, ocupan el lugar más decisivo. Para el galerista Jeffrey Poe “el mundo del arte no tiene que ver con el poder sino con el control. El poder

puede llegar a ser vulgar. El control es algo más agudo, más preciso. Surge de los artistas, porque es su obra la que determina cómo van a desarrollarse las cosas; pero los artistas necesitan un diálogo honesto con un conspirador. Un control discreto – basado en la confianza- de esto se trata, en realidad el mundo del arte”. Si bien esto se da en Guatemala, no llega a ser tan cierto, aquí a esos personajes serían a la tortrixs. El espacio artístico es más amplio que el mercado del arte. El mercado abarca a los que compran y venden obras, pero muchos integrantes de ese mundo (los críticos, los curadores y los propios artistas) no están directamente involucrados en esta actividad comercial de manera regular, pero a la larga en un país tan pequeño como Guatemala, son absorbidos. El ámbito artístico es, incluso, un medio en el que mucha gente no sólo trabaja sino también reside en forma permanente. Es una “economía simbólica” donde el trueque se realiza en ideas y el valor cultural suele ser más significativo que la bruta abundancia.

A veces el mundo del arte pareciera percibirse como una escena sin clases sociales, donde un artista de clase mediabaja toma un trago con altos gerentes de bancos, eruditos curadores, diseñadores de moda y otros creativos. Sería un error pensar que el mundo del arte es igualitario o democrático. El arte tiene que ver con la experimentación y las ideas, pero también con la excelencia y la exclusión. En una sociedad donde todos buscan una pequeña distinción individual, esto resulta una combinación embriagadora. Los grandes acontecimientos artísticos son por lo regular las Bienales y los certámenes. Todos diseñados para poder crear capital simbólico tanto para los artistas como para las instituciones que las llevan a cabo. Guatemala solo tiene una bienal, la organizada por la Fundación Paiz, de larga tradición y escenario de la evolución del arte visual chapín. Su colección de obras de 1978 al 2008 brinda una panorámica del arte nacional después del Terremoto de San Gilberto. Esta actividad sigue modificando su formato. En la actualidad no tiene premios de adquisición, por lo tanto, tampoco ahora hay vestigios del arte de 2010 al presente. Este tipo de eventos preparan el camino para la visibilidad de un artista que luego podrá aparecer en una subasta o ser fichado por alguna galería de arte.

Eso sucede en países con una estructura artística más organizada, en Guatemala hay varias subastas que se orientan al mercado y a nutrir los presupuestos de organizaciones no lucrativas vinculadas con la labor social. A pesar de malos montajes las obras adquieren notoriedad y por ende suben sus precios. Otro factor importante en el mundo del arte son los premios. En Inglaterra otorga el premio Turner, con una dotación de 40 mil libras esterlinas a su ganador. En Costa Rica, sin ir muy lejos, está El Premio Nacional Aquileo J. Echeverría para las artes visuales, o El Premio Nacional de Cultura Magón, entregados en un vistoso acto en el Teatro Nacional. ¿Qué hay en Guatemala? El Premio Nacional de Literatura de Guatemala “Miguel Ángel Asturias”, en el campo literario, y el Premio “Carlos Mérida” a las artes visuales. La iniciativa privada tuvo el Premio de Teatro Opus que luego fue para todas las artes, patrocinado por el Patronato de Bellas Artes. Existen otros premios pero poco lucidos y sin ninguna remuneración económica, más que un diploma o medalla y la tradicional foto en las pocas secciones de sociales que aun quedan en los medios impresos. En mundo del arte de Guatemala, como decía Javier Pacheco (q.e.p.d.) “Somos muy pocos y nos conocemos muy bien…”


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