Cultural 09-02-2018

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro CarmĂ­n Q.

Guatemala, 9 de febrero de 2018

La hora de la estrella:

clarice lispector


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TRIBUTO A CLARICE LISPECTOR:

presentación

P

oco antes de cumplir 57 años y luego de una vida apasionada, azarosa y llena de contradicciones, falleció en Río de Janeiro la escritora judía, Clarice Lispector. Desde entonces, la novelista nacida en Ucrania ha sido reconocida como una de las más grandes creadoras latinoamericanas del pasado siglo XX. Para dar fe de ello, el Suplemento Cultural presenta el trabajo del estudioso y profesor universitario, Jorge Carro. El texto devela, más allá de algunas notas curiosas de la vida de la escritora, las opiniones de algunos críticos que valoran su obra y que coinciden en el reconocimiento de una esteta original y versátil. Por ello, no sorprende que, como cita Carro, haya quienes afirmen que Lispector era mejor que Borges. Evidentemente, al margen del debate que pueda suscitar ese juicio, subsiste el aprecio de una obra que debe ser leída y que La Hora propone a sus lectores. Además de la colaboración de Carro, la edición cuenta con los aportes de Rolando Castellanos Portillo, Adolfo Mazariegos y Miguel Flores. Cada texto expresa la experiencia literaria de sus autores, sus posturas críticas, pero, sobre todo, el reconocimiento del valor de la experiencia estética en el espíritu humano. ¡Buena lectura!

es una publicación de:

hermosa, enigmática, felina y rebelde, escritora brasileña Jorge Carro L. Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

“Habría que acostumbrar a los escritores a considerar la palabrita “yo” como su reserva de víveres”. Walter Benjamin

A

“No leas lo que escribo como si fueras un lector”. Clarice Lispector

40 años de su muerte, una intensa y extensa biografía, escrita por Benjamin Moser (“Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector”, que Siruela editó en España en el 2017 y que ya se había publicado en inglés), revela luces y sombras de una vida vivida sin concesiones casi, y que leí hasta que mis fuerzas se llenaron de un vacío que poco a poco voy rellenando con la lectura de los libros que tengo de esta escritora de quien la narradora estadounidense Elizabeth Bishop -que tradujo algunos de sus poemas-, afirmó: “Creo que es mejor que Borges”. Dicen que dicen los que tuvieron la dicha de conocerla, que tenía “una forma felina de estar en el mundo, siempre en alerta”. Alta,

de ojos verdes y pómulos marcados, Clarice “era larga y bella como esos gatos egipcios” y misteriosa, como una pantera. “El no haber nacido animal es una de mis nostalgias secretas (…) A lo mejor es porque soy sagitariana, soy mitad bestia” escribió Ella, que fue (es) una de los dos mayores escritoras brasileñas moderna; la otra es Nélida Piñón. El pasado 9 de diciembre se cumplieron 40 años de la partida de esta enigmática mujer nacida como Chaya -que significa “vida” en hebreo-en Chechelnik (Podolia, Ucrania), hija de Mania, que había sido violada por soldados rusos, que la contagiaron de sífilis. Por entonces Mania junto a Pinkhas –el papá de Chaya- con quien ya tenían dos hijas, decidieron tener otro bebe, porque en su país existía la creencia de que de esa forma una mujer podía curarse de aquella enfermedad venérea. “Así que fui creada adrede: con amor y esperanza. Pero resulta que no curé a mi madre. Y hasta el día de hoy me pesa esa culpa: me crearon con una misión específica, y les fallé”, diría Lispector, de adulta. (He de confesar que yo nací 20 años después de mis hermanos, exactamente por una creencia que confiaba que pariendo

un hijo, se combatía la muy alta presión arterial, preludio al Alzheimer que padeció mi madre quince años después). “La más apremiante necesidad de un ser humano era convertise en un ser humano” (1) Clarice -nombre que Chaya recibió a su arribo al nordeste de Brasil- creció en Recife, marcada por la pobreza y la visión de una madre enferma a la que sobre una mecedora, le inventaba historias en las que su mamá se sanaba milagrosamente. Pero, como siempre, la realidad fue otra: Mania murió cuando tenía 42 años y Clarice, apenas 9. Desconsolada, la niña le volvió la espalda a Dios. “Se enojó con él, porque le quitó la vida a su madre.” A pesar de ello, Clarisa que tenía amén de un talento excepcional y una inequívoca vocación mística, con el tiempo se fue acercando al dios que había matado a su mamá. En sin duda, su mejor novela, “La pasión según G.H.”, dios es una cucaracha cuyo interior pastoso, asqueroso, la protagonista se tiene que comer, descubriendo que todos somos sangre y entrañas; que tenemos universalidad y que nacemos y morimos con algo interior. Aún así, Clarice se cuestionaba porque si el pueblo judío era el elegido de dios, los nazis mataron a millones de judíos. “Os amo, Dios, sin esperar de Vos más que el dolor. El dolor es el misterio.” (2) Para el biógrafo Moser , Clarice Lispector “ más que una escritora es una religión” , porque “es la más grande escritora judía después de Kafka, porque revela una posibilidad espiritual para los que creemos que el mundo es cruel y no tiene sentido. Los escritos de Kafka dejan las puertas cerradas. Uno llama y no hay respuesta. En Clarice, en cambio, las puertas se abren a cosas diferentes de las que se esperaban antes del siglo XX”. Creativa, egocéntrica, mandona, rebelde, Clarice creía que el objetivo humano más noble era alcanzar su propio potencial. En 1933 (el año en que nació este escribidor) con apenas 13 años, ya había enviado sin éxito sus primeros textos a un periódico. Dos fueron sus grandes influencias literarias; una de ellas, “El lobo estepario”, de Hermann Hesse, donde se plantea que un artista, como el protagonista, tiene dentro de sí dos naturalezas: una humana y otra salvaje; una divina y otra demoníaca, amén de capacidad de ventura y sufrimiento. Temas que han sido determinantes en la fantástica


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obra de Lispector, como las lecturas de Baruch Spinoza, el filósofo neerlandés de origen sefardí portugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz, cuya obra cayó en el olvido hasta que fue reivindicada por grandes filósofos alemanes de principios del siglo XIX. “Escribo para mí misma, para sentir mi alma hablando y cantando, a veces llorando”, manifestó Clarice, quien trabajó como periodista antes de publicar a los 21 años, su primera novela, “Cerca del corazón salvaje” (1942). Su debut fue fenomenal y la compararon con James Joyce y Victoria Woolf, si bien ella manifestó no haberlos leído, ¡vaya uno a saber! En 1941, Clarice Lispector fue internada por depresión, resultado de un amor no correspondido por el dramaturgo y poeta Lúcio Cardoso, homosexual, quien fue su amigo de por vida. Recuperada, Clarice a los 23 años, se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, con quien tendría dos hijos: Pedro y Paulo, y con el que mantuvo una relación de dieciséis años, que la apartó de Brasil. “Yo soy más fuerte que yo” (3) El mundo de la diplomacia la llevó a Nápoles, Berna y Washington; pero ella no estaba hecha para esa vida: se sentía “domesticada” y la asaltaban períodos depresivos debido a la nostalgia por la tierra en la que se había criado. En 1959 abandonó a su marido y se radicó en el barrio de Leme, en Río de Janeiro. Ahí se reunió con sus antiguos amigos y publicó su primer libro de relatos, “Lazos de familia” (1960), que fue aplaudido por la crítica y el público. “La más apremiante necesidad de un ser humanoera convertirse en un ser humano.” (4) Su inusual escritura introspectiva –por lo menos en la literatura brasileña-, su nombre y su hermoso aspecto felino, su voz extraña y su acento gutural, hicieron que fuese considerada, como una extranjera. “La gente se preguntaba de dónde vino esa mujer, que no encajaba en la sociedad, porque su talento y su visión estaban por encima de la media. Estaba adelantada. Al mismo tiempo, ella quería ser una mujer de la clase media carioca. No ser vista como una loca, sino como una persona digna de respeto. Hacer una vida normal, pero con la edad esto se fue haciendo cada vez más difícil”, señaló el biógrafo Moser. La década del 60 fue especialmente dura con Clarice, quien por entonces laboraba como columnista y cronista, expuesta a postergaciones y a las obvias explotaciones editoriales. Y que, como si fuera poco, debía lidiar en la intimidad con la esquizofrenia de Pedro, su hijo mayor. En 1962 Clarice tuvo un romance con el cronista y escritor Paulo Mendes Campos, que era casado y a quien su esposa inglesa puso contra la espada y la pared, y así terminó su relación con quién amaría hasta su muerte. “La píldora para dormir había comenzado a tranquilizarla” (5) Finalmente pudo trasladarse a la rua Gustavo

Sampaio 88, en Leme, a 100 metros más o menos del mar, donde había adquirido un apartamento de tres habitaciones. Y allí, en septiembre de 1966, llegó lo peor porque Clarice Lispector que fumaba mucho y se había hecho adicta a las pastillas para dormir. Una noche se quedó dormida con un cigarrillo encendido, en su cama que estaba debajo de una ventana con cortinas plásticas que fueron presa del fuego y parte su apartamento se incendió, del que se salvó gracias a su hijo mayor, empero, las quemaduras afectaron gran parte de su cuerpo y por suerte, no así su cara. Y mientras se debatía entre la vida y la muerte, su mano derecha quedó tan dañada que los médicos pensaron en amputársela. “Yo escribo y así me libro de mí y puedo entonces descansar” (6) Al año siguiente, estrenó un libro infantil que había hecho para su hijo Paulo, “El misterio del conejo que sabía pensar”. Gran parte de su alegría provenía entonces de las cartas que sus lectores le enviaban a “Journal do Brasil”, periódico para el que escribía crónicas. Clarice -quien se volvió demandante y malhumorada- decía que escribía para buscar la paz que nunca encontró y también para “salvarse a sí misma”. Escribir era una búsqueda. “El título de mi libro, Por qué este mundo, es una pregunta que ella se hizo a los 14 o 15 años. ¿Cómo es el mundo? ¿Por qué nacemos? ¿Por qué morimos? Temas que uno se cuestiona de adolescente, pero sobre los cuales los adultos evitamos pensar... Parecen preguntas sencillas, pero no lo son. “¿Qué estoy haciendo en este mundo?”, se preguntaba ella de forma sostenida, hasta que murió a los 56 años. Eso hace que la respete más. Hay que ser una persona muy fuerte para haber vivido lo que ella vivió. Fue heroica”, subraya Moser, que ahora está preparando una biografía autorizada de otra escritora extraordinaria, Susan Sontag. Cuando en 1977 Clarice Lispector se hospitalizó por una obstrucción intestinal -aún no le habían descubierto el cáncer de ovario que acabaría con ella- echó mano de la ficción para burlar la realidad.

En el taxi de camino le propuso a su amiga Olga Borelli: “Finjamos que no vamos al hospital, que no estoy enferma y que nos vamos a París”. Comenzaron a hacer planes de lo que harían allá y el taxista preguntó: “¿Puedo ir yo?’” «Claro, y traiga también a su novia», le respondió Clarice. «Mi novia es una mujer mayor de 70 años, y no tengo dinero». «También viene. Finjamos que ha ganado usted la lotería». Al llegar al hospital, el chofer le cobró 20 cruzeiros y ella le dio 200”. “El climax de mi vida será la muerte”. (7) Clarice Lispector (la hermosa, enigmática, felina y rebelde, escritora brasileña) no pudo contra lo inevitable: y murió un mes y medio después. “Ahora lo sé: estoy sola. Yo y mi libertad que no sé usar.” (8) (1) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (2) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (3) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (4) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (5) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (6) - “Un soplo de vida- Pulsaciones” – “Um sopro de vida (Pulsaçôes)” (1978) (7) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (8) - “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981) (9) - “Agua vida” – “Água viva” (1973)


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JULIO FAUSTO AGUILERA: HISTORIA Y POESÍA ROLANDO CASTELLANOS PORTILLO Licenciado en Letras y Filosofía

1 Sucedió en Ciudad Real, al sur de la Ciudad de Guatemala. El poeta dedica las horas de la tarde a la lectura acostumbrada. Tiene en sus manos una Antología de la Poesía Hispanoamericana. No se cansa de releer un breve poema: El sapo hermoso a su manera lo ve todo con la serenidad de quien se sabe destinado al martirio (José Emilio Pacheco) No ha terminado de leer el último verso cuando, de pronto, entre un húmedo matorral surge como piedra verdosa un sapo que, salto tras salto, invade el corredor y lo recorre con destino impreciso. Su huella mojada queda impresa en los gastados ladrillos de barro y, en segundos, desaparece en los cercanos límites del arbusto vecino.

2 Julio Fausto Aguilera escribe “Viajero hermano huésped” a finales de la década del sesenta. Se incluye dicho poema en una sencilla plaquette titulada “Poemas guatemaltecos” (Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1969). La mayoría de poemas aquí incluidos poseen un marcado carácter cívico –temática siempre presente a todo lo largo de su producción–: El sapo feo, oscuro y portentoso, piedra mojada, en qué momento cuajó la noche sus ojos rutilantes viene a nosotros, claro embajador de los reinos despiertos, bullentes de la noche del jardín en tinieblas de los montes y charcos ávidos ante los moradores todavía en vigilia, y penetra confiado, familiar, recibido con risas, con arduos pensamientos y misterio. Sapo Maravilloso, viajero de la noche, de los siglos viajero, hermano huésped mi fervor te aposenta, mi fervor en tus misterios queda enmudecido. (Página 31)

3 Muchos años después, el poeta recuerda el proceso creativo: un instante fugaz ha quedado plasmado en uno de los poemas más bellos de la poesía guatemalteca. La costumbre del poeta jalapaneco de hablar con entusiasmo de su obra descubre a los ojos del lector el eterno misterio de la intertextualidad… “Tu realidad ahora: exuberante, rica, bañada en luz”. El poeta no se queda en el “carácter cívico”, como muchos poemas suyos dedicados a la patria. “Viajero hermano huésped” descubre en particular un instante irrecuperable, esencial, del ser guatemalteco. Fue así como Julio Fausto Aguilera, Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2002, lo contó una tarde de sábado en el archivo del periódico El Imparcial.


La realidad, ¿materia vidriosa que se empeña en imitar a la ficción?... Quién sabe

A finales de 2017 Rosa Montero recibió en su país el Premio Nacional de las Letras. Al enterarme de la noticia en los medios, recordé un episodio a manera de anécdota en la que, si bien es cierto la escritora española no toma parte activa, sí puedo decir que tuvo su génesis a partir de la lectura de una de sus obras: “La hija del caníbal”.

F

Adolfo Mazariegos Escritor y columnista de La Hora

ue hace algunos años –bastantes ya, a decir verdad–, tal vez en 2006 o 2007. Adquirí en la biblioteca pública Felipe de Neve, de Los Ángeles (sobre la sexta calle, a muy pocas cuadras del emblemático parque McCarthur), algunos libros usados que habían sido puestos a la venta en el vestíbulo, colocados aleatoriamente y un tanto amontonados sobre un pequeño carrito de metal, que alguien, seguramente algún empleado de la biblioteca, había ubicado a la entrada del edificio; un edificio construido con ladrillos horneados, grandes puertas de madera y techos altos. En el jardín trasero, desde donde se podían apreciar los ventanales posteriores del edificio, una suerte de bosquecito de árboles variados y tierra sin grama, ayudaba a mantener la frescura y daba cierta sensación de tranquilidad en medio de esa ciudad californiana tan acelerada y única. Tras cruzar el umbral de la entrada y percibir el aire acondicionado que se mezclaba con el particular olor a libros (¿a historias?) que suele caracterizar a todas las bibliotecas del mundo –o por lo menos a la mayoría–, vi el carrito de metal a mi derecha; allí se encontraban obras de sociología, inmigración, poesía, política y algunas novelas en inglés cuyos autores, en primera instancia, me resultaron prácticamente desconocidos. En la parte baja del carrito, sin embargo, algunos títulos en español llamaron mi atención inmediatamente, como guiñándome un ojo e invitándome a descubrir con urgencia –como en efecto lo hice– grandes nombres que un par de horas

más tarde partirían conmigo a casa, en una fabulosa pila de libros que cargué gustoso y con inusitadas ansias de sumergirme en esos mundos de materia vidriosa que, aunque aún no había descubierto, sabía que traerían consigo: Tomás Eloy Martínez, Almudena Grandes, Arturo Monterroso, Julio Cortázar, Gioconda Belli, Elena Poniatowska, Rosa Montero, Mario Monteforte Toledo y Borges. Allí, de pie, sin darme cuenta, me di a la tarea de seleccionar uno por uno los libros que calculé podría llevarme. Sin prisa, sin preocuparme por el tiempo y sin prestar atención a quienes como yo –quizá con similares intenciones–, se acercaban al carrito a escudriñar brevemente páginas y páginas que, más que papel y tinta, eran ilusiones, esfuerzos y vidas de tiempos congelados con maestría en cada línea. Fui revisando y leyendo pequeños párrafos que me arrojaban luces de las obras y me decían de qué iba cada una. Withdrawn se leía en una o dos de las primeras páginas de cada libro. Les habían estampado un pequeño sello para indicar que estaban siendo descatalogados del uso público en esa biblioteca. “Dada la cantidad de libros que recibimos periódicamente, cada cierto tiempo damos de baja algunos libros (withdrawn) para poder hacer espacio y dar cabida a nuevas obras o ediciones de más reciente publicación”, me dijo sonriente una joven rubia de sedosos cabellos sujetados en una coleta, de sobrio vestir y educados modales. Me observó directo a los ojos y volvió a sonreír, como si me conociera de alguna parte o como si de pronto hubiera recordado algún episodio ya lejano en el que yo, quién sabe, tal vez hubiera estado presente. No me atreví a preguntar qué

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cargo ocupaba ni cuál era su verdadera función en la biblioteca, tan sólo la vi afanarse en sus quehaceres con evidente disfrute de lo que hacía. Con elegancia. Y así fue en cada una de las ocasiones que visité aquel lugar. Después de un tiempo me mudé a otra ciudad. Empaqué mis pocas cosas, algunos recuerdos, y todos mis libros (incluyendo los withdrawn que había adquirido aquella tarde en la biblioteca). Luego, en pequeñas cajas de cartón, envié todo a mi nuevo lugar de destino. Las cajas permanecieron selladas por un largo período, tal como las había enviado: por alguna razón que aún hoy desconozco, constantemente me resistí a desempacar lo que había puesto en aquellas cajas..., hasta hace poco. Con la intención de por fin ordenar aquellos libros en su sitio, los fui extrayendo de su empaque y revisándolos uno a uno como en aquella fresca tarde cuando los adquirí en Los Ángeles. Los observé detenidamente, volví a leer el sello que tenían estampado en las primeras páginas. Y reparé, entonces, en uno que no recordaba haber leído: una novela escrita por una dama de las letras a quien yo antes nunca había leído pero cuyo nombre he conocido desde siempre, un nombre que es sinónimo de grandes obras literarias y fabulosos escritos que hoy día recorren el mundo: Rosa Montero. Empecé a pasar las páginas lentamente y a meterme con sigilo en la lectura de “La hija del Caníbal”, sin predisposiciones, sin pausa, sin esperar nada pero al mismo tiempo sintiéndolo todo; sin percatarme de que en cada línea estaba aprendiendo que la vida nos conduce por caminos extraños e inesperados, que la ficción no es algo que el ser humano haya inventado. Leí la obra casi

de un tirón. Creo que la tuve guardada alrededor de diez años y había sido publicada diez años más atrás. Y al cerrar de nuevo la cubierta habiéndola concluido, reparé en que quizá sea cierto eso de que nada sucede por casualidad. Que la realidad, cual materia vidriosa (como escribió en su obra Rosa Montero), probablemente sea la que se empeña en imitar a la ficción, y no al revés, quién sabe.

“[…] la realidad es una materia vidriosa que a menudo se empeña en imitar a la ficción; […]” Rosa Montero La Hija del Caníbal


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Sigmund Freud 1856 – 1939

Carta del escritor enamorado a Martha Bernays A lo largo de cuatro años, Freud escribió más de mil quinientas cartas a su novia, Martha Bernays, pero no se han conservado las que corresponden a los cuatro últimos meses del noviazgo. Tal vez esta profusión de correspondencia se deba a que don Segismundo sólo realizó seis visitas a Martha. Es también probable que el contenido bastante platónico y romanticón de las cartas se base en que Martha fuese el primer y único amor real de su existencia, exceptuando ese nebuloso amor infantil –Freud tenía diez años– por Gisela Fluss, hermana de uno de sus amigos. Freud conoció a Martha un día de abril de 1882. Ella era cinco años menor que él, de origen igualmente judío y oriunda de Hamburgo. Su padre era el rabino Isaac,

Mi preciosa y amada niña:

considerado como el supremo monarca del espíritu del cerrado mundo judío. Freud da su opinión sobre el aspecto físico de su amada: “Sé que no eres bella en el sentido en que lo

Viena, 19-6- 1882

S

abía que hasta que no te hubieses ido no podría darme cuenta realmente de toda mi felicidad vivida y también, ¡ay!, de todo lo perdido. No consigo aún tener toda mi felicidad vivida y también, una idea clara de lo nuestro, y si no tuviera delante de mío esa hermosa cajita y tu retrato, temería que todo pudo haber sido solamente un dulce sueño del que no me gustaría despertar. Pero mis amigos me afirman que es verdad, e inclusive me siento capaz de acordarme de los detalles más agradables y hechiceramente misteriosos que no puedo considerarlos fruto de alguna fantasía onírica. Debe de ser verdad. Martha, mi dulce niña, de ti todos hablan con admiración, y a pesar de toda mi resistencia cautivaste mi corazón en nuestro primer encuentro. Es mía, mía la muchacha a quien temía cortejar y que llegó hacia mí con confianza reforzando la fe en mi propio valor y me dio nuevas esperanzas y fuerzas para trabajar cuando más lo necesitaba. Cuando

regreses,

entienden los pintores y escultores; si quieres que dé a las palabras su sentido estricto, me veo obligado a confesar que no eres ninguna belleza”.

querida niña, habré logrado apartar la timidez y torpeza que me cohibían delante tuyo... Nos sentaremos otra vez solos en aquella pequeña y encantadora habitación, y mi niña escogerá aquel sillón (en el que nos dimos tan gran susto ayer). Yo me sentaré cerca de ti en la silla redonda y hablaremos de nuestro futuro, cuando ya no exista diferencia entre el día y la noche, y cuando ni las molestias ajenas, ni los adioses, ni las despedidas, puedan ya volver a separarnos. Te hablaré de tu dulce fotografía. Al principio, cuando la tenía delante mío, no le di demasiada importancia; pero ahora, cuanto más la veo, más me recuerda al ser querido y hasta me parece que las blancas mejillas van a enrojecer con el color que tenían nuestras rosas, y parece que los delicados brazos van a salir del marco para acariciar mi mano. Sin embargo, el retrato no se inmuta y sólo hallo la mirada instándome a tener paciencia, como asegurando: que sólo eres un símbolo, una figura impresa en el papel; la muchacha de carne y hueso que regresará pronto, y entonces puedes dejarme nuevamente a un lado. Me gustaría mucho al retrato buscarle un sitio entre los dioses familiares que están en mi mesa, y me parece extraño que, pudiendo tener libremente los rostros de los hombres a quienes admiro, tenga que guardar bajo llave, en cambio, tu delicado rostro. Descansa tu retrato en la cajita que me obsequiaste y casi no me atrevo a decirte cuántas veces durante estas últimas veinticuatro horas he cerrado la puerta y he sacado tu fotografía de donde la tengo escondida para refrescar mi memoria. Tenía la impresión de haber leído, no sé dónde, sobre un hombre que llevaba consigo la imagen de su amada guardada en una cajita, y habiendo escrutado largo rato en las oscuridades de mi cerebro, me cercioré a medias de que tal sucede en La nueva Melusina, el cuento de hadas


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de la obra de Goethe “Años de andanzas de Guillermo Meister”, que recuerdo muy vagamente. Después de muchos años, volvía a sacar el libro del estante y encontré en él la confirmación de mis sospechas. Pero no quedó la cosa allí; pues hallé mucho más de lo que estaba buscando. Aquí y allá aparecían en el libro referencias amables y leves, y en toda la trama de la obra parecía traslucir una referencia a nosotros. Cuando me acordé de los escándalos que hace mi niña porque soy más alto que ella, tuve que dejar el libro y, medio divertido y medio irritado, tuve que consolarme pensando que mi Martha no es una sirena, sino un hermoso ser humano. Y, a pesar de esto, no encontré el humor en las mismas cosas. Pero no por esto te sientas descorazonada cuando leas esta pequeña anécdota. Y, casi prefiero no hacerte partícipe de todos estos alocados y serios pensamientos que cruzan mi mente. Estas páginas, querida Martha, no han sido escritas en un solo momento. Ayer y esta noche, Eli y Schönberg estuvieron conmigo. En la visita de ayer vinieron con varias muchachas, y para evitar que pudieran sospechar traté de mostrarme muy sociable, aunque hubiera preferido estar a solas. Mi único consuelo es ver a Schönberg, pues sus honradas y vivaces facciones me recuerdan, con sonido y color, una inagotable serie de imágenes. ¡Qué hechiceras son las mujeres! Cada vez me es más agradable. Recibí la nota de despedida que me mandaste desde la estación, y hoy supe por Eli las esperanzas nuevas de tu llegada. Tu hermano parece estar a gusto con nosotros; me ha sido imposible crear con él una amistad profunda, ya que no he tenido oportunidad de frecuentarlo a solas desde que nos separamos. Por otra parte, me drogo con mi trabajo y sólo me queda la seguridad de que Martha seguirá siendo mía mientras siga siendo Martha. Mi querida y pequeña novia, si alguna vez dudé ante la posibilidad de unirnos para toda la vida, hoy no te dejaría separarte de mi lado aunque cayera sobre mí la mayor maldición y tuviese que cargar su peso sobre mis espaldas. Por favor trata de robar a tu querida familia todas las fotografías que te tomaron en la niñez. Ahora se me ocurre que debía haberme quedado con aquel viejo retrato que tenía tu madre, al menos hasta que volvamos a estar juntos. Si deseas algo de aquí o quieres que te haga cualquier recado, te pido que sólo te acuerdes de mí para tus encargos. Así soy yo de egoísta cuando me estoy enamorando. Escríbeme y cuéntame todo lo que haces. De esta manera me será más fácil soportar tu ausencia. Aprovecha tu estancia en Hamburgo para cuidarte, pues me gustaría volverte a ver con aquellas mejillas que tienes en las fotografías de tu niñez. El día ha terminado mis cuartillas están llenas de garabatos y he de controlar el deseo de seguir escribiéndote. Adiós. y no te olvides del desdichado al que hiciste tan increíblemente feliz. Tuyo. Sigmund.


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¿Financiamiento para el arte? Miguel Flores castellanos Doctor en Artes y Letras

El asunto del financiamiento para el campo artístico se hace cuesta arriba, no solo en Guatemala sino también en otros países. Lo que hace más compleja la situación local es la falta de datos estadísticos, así como información fidedigna de los consumos del arte.

E

l Centro Nacional para la Investigación de las Artes (NCAR), auspiciado por la South Methodist University (SMU) ha dado a conocer la semana pasada cómo la recesión económica estadounidense ha afectado a todas las instituciones artísticas de la unión. Cada día existen más grupos de creadores o grandes instituciones que no logran cubrir sus gastos de operación. Este informe examina los resultados de 4 mil 800 organizaciones y grupos artísticos entre 2013 y 2016. La investigación muestra que cada vez es más difícil para las organizaciones del campo artístico alcanzar un punto de equilibrio. Este documento fue diseñado para que las organizaciones, las personas e instituciones conozcan mejor su campo de acción y repensar modelos operativos tradicionales y generar nuevas estrategias que mejoren la sostenibilidad financiera de todo el sector. La pregunta central de esta investigación fue ¿Las organizaciones aportan suficientes ingresos para cubrir sus gastos? El resultado del trabajo mostró que a pesar de que crecieron los ingresos en este tipo de organizaciones, no alcanzó al crecimiento de los gastos. La mayoría de los grupos artísticos y organizaciones fue disminuyendo sus respectivos superávits. Todos ahora tratan de llegar a un

punto de equilibro. El financiamiento de las artes en Estados Unidos es descentralizado y el apoyo va desde los fondos municipales, a los estatales y los federales (National Endowment for the Arts). Los creadores pueden optar mediante convocatorias a estos fondos. A esto hay que sumar que los estadounidenses tienen una gran tradición de mecenazgo personal, gracias a las deducciones de impuestos. Una muestra de ello lo constituyen los grandes obsequios que parejas de esposos hacen, por ejemplo, a un museo de su ciudad y donan piezas de gran valor, tanto económico como simbólico. De esta forma están constituidas la mayoría de las colecciones de sus museos a lo largo de la unión americana. Al informe presentado por el NCAR se suma la advertencia del presidente Trump de eliminar los fondos del National Endowment for the Arts y del National Endowment for Humanites. De cumplirse su promesa dejaría sin financiamiento proyectos para el arte y las humanidades y se avecinaría una situación de precariedad para los colectivos de artistas y otras organizaciones que velan por el desarrollo, promoción y difusión del arte estadounidense. Estos fondos estatales constituyen aproximadamente el 45 por ciento del

presupuesto de una organización cualquiera que fuere su tamaño a lo largo de todos los Estados Unidos. Los aspectos económicos son fundamentales en el mantenimiento de instituciones culturales de cualquier tamaño. Pocos en Guatemala fueron testigos de la muerte del Patronato de Bellas Artes, una institución líder en su momento, pero que los asuntos de la economía nacional dieron al traste con un proyecto que dio mucho al país. En Guatemala se conoce la penuria de no tener fondos para gestar proyectos de arte. Una salida creativa fue el Aporte para la Descentralización Cultural (Adesca), que ha sido efectivo y ejecutado importantes proyectos en todo el país, tanto de arte como de patrimonio cultural. Lo que en un momento fue presentado como un Fondo Nacional para las Artes, terminó en lo que hoy se conoce como Adesca. Y con un equipo de gestión pequeño, podría decirse que cualitativamente ha resultado más efectivo que el propio Ministerio de Cultura. Es necesario para el sector cultural a generar indicadores para enfrentar la sostenibilidad de las organizaciones artísticas, se piensa en esas nuevas editoriales, grupos de teatro, grupos de música clásica. Ya no es tiempo de hacer … por amor al arte.


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