Revista Colette número 26

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CONTENIDOS CONTENIDOS

En este número de La gata de Colette podrás disfrutar de los mejores contenidos para los amantes de los animales, la literatura y las artes. Marietta Santi entrevista a Paloma Moreno, conocida actriz de dilatada trayectoria que declara que para ella «los perros y los gatos han sido grandes maestros»; el escritor Pablo Rumel entrevista a su colega Aldo Berríos, joven autor que mantiene una estrecha relación con los animales y que sostiene la exótica teoría de que en otra vida los escritores fueron libélulas; Ramón Díaz Eterovic entrevista a la poeta y fotógrafa Leonora Vicuña Navarro, artista cuyas publicaciones y exposiciones han llevado su obra a distintos lugares tanto de Chile como de Europa y que comparte su casa de campo con un gato llamado Sorpresa y otro de nombre Gato; Nicolás Lagos nos habla de libro Puma en Torres del Paine, su próximo, que busca dar a conocer aspectos básicos de la biología y ecología del puma, además de invitar a sus lectores a ser partícipes de la protección y conservación de este gran felino de la Patagonia; Julio Pincheira continúa con su saga poético-animal, con su artículo Volar, sé que estás ahí, un interesantísimo texto dedicado a los pájaros y su profunda relación con la poesía; el escritor uruguayo Ramiro Sanchiz nos introduce en la historia de la editorial uruguaya MIG21 y el lanzamiento de Contaminación futura 3, antología de cuentos de ciencia ficción, a cargo de la misma casa editora, que reúne el trabajo de autores latinoamericanos que ponen su talento al servicio de este género; Juan Calamares escribe El planeta de los gatos, un relato fantástico que nos cuenta la odisea interplanetaria de un pequeño ser, que puede que sea el más hermoso de todos, ¿será acaso un gato?; Luis Saavedra explora las traducciones de El libro de los gatos habilidosos del viejo Possumun, libro tan original como mágico, escrito por el indiscutible poeta T.S Eliot; y Rodrigo Rojo nos deleita con un hermoso cuento en clave costumbrista llamado Cojito, que aborda la cruda realidad de nuestro querido zorro culpeo. Todo esto podrás encontrar al interior de las páginas del número 26 de La gata de Colette. Te invitamos a disfrutarla.

Revista “La gata de Colette”

CONTENIDOS

Agosto del 2021 Publicación mensual Editor: Juan Calamares Corrección de estilo: Eglé Vera-Cardozo Directora: Pamela Gaete Diseñadora: Sofía Garrido P. lagatadecolette@gmail.com www.lagatadecolette.cl

Entrevista - Paloma Moreno

Lanzamiento - Ramiro Sanchiz

Entrevista - Aldo Berríos

Cuento - Juan Calamares

Entrevista - Leonora Vicuña

Literatura - Luis Saavedra

Conservación - Nicolás Lagos

Cuento - Rodrigo Rojo

Opinión - Julio Pincheira


PALOMA MORENO:

« LOS PERROS

HAN SIDO GRANDES MAESTROS PARA MÍ Por Marietta Santi Fotografías Sofía Garrido P.

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Y LOS GATOS


E N T R E V I S TA

Desenchufarse y conectarse con la belleza que te muestra un animal es increíble. Ver a mis perras caminar en la playa es como leerme un libro, una novela maravillosa, es belleza pura

La conocida actriz comparte su día a día con tres perris y dos gatas, a quienes dedica tiempo y preocupación. «Creo que ellos hacen que uno sea una mejor persona», asegura.

departamentos, es primera vez que vivo en casa. Entonces dije llegó el momento, me solté y bajé todas las barreras».

Paloma Moreno se hizo muy conocida por una demandante aparición en TV: en la teleserie «Gemelas», transmitida por Chilevisión en 2019, interpretó a dos hermanas gemelas separadas cuando guaguas; la simpática Luchita y la engreída Dominga. Esos roles la pusieron en la mira de espectadores y comentaristas, que aplaudieron su versatilidad. Hoy es la protagonista de «La torre de Mabel», en Canal 13. Si bien esas producciones están en clave de comedia, sobre los escenarios la actriz -que estudió teatro en la universidad Finis Terrae y en la academia de Lee Strasberg en Nueva York-, ha incursionado con éxito en grandes títulos dramáticos, dirigidos por directores reconocidos por la profundidad de sus propuestas. Como Alfredo Castro («Distinto», «Casa de muñecas», «Un tranvía llamado deseo»), Marcelo Alonso («El padre»), Cristián Plana («Dioses suicidas»), Álvaro Viguera («El Misántropo), entre otros.

—¿Cuándo comenzó y cómo es tu relación con los peludos? —Desde muy chica, siempre he tenido una relación muy intensa con los animales. Cuando era niña me refregaba los gatos por la cara y terminaba llena de alergias; me retaban porque estaba todo el día besuqueando a los animales, a todas las especies. Fui super curiosa del mundo animal y sentía mucha compasión, he sido siempre compasiva con los animales. Me dan mucha pena los perritos de la calle, verlos en la carretera atropellados, me marcaban mucho cuando chica y me siguen marcando igual. Es muy violento, y en Chile se ve mucha brutalidad. A los caballos que dejan de servir porque se les quiebra una pata, chao. Eso siempre me ha chocado mucho.

Sencilla y cercana, Paloma (38) comparte su día a día con una manada peluda compuesta por las perris Lina (7 años) y Gilda (1 año), el perro Juvenal (7 años) y las gatas Ema y Rita (entre 7 y 8). «Siempre fui responsable respecto a lo que podía darle a un animal. A medida que fui creciendo me costó mucho tener el mío propio, ahora tengo cinco. Antes de eso ayudaba siendo hogar temporal, o ayudando a fundaciones con dinero o voluntariado; tener mi mascota me costó porque siento que la responsabilidad es súper alta. Toda mi vida viví en

La primera peluda que adoptó fue Ema. «Ella estaba afuera de una fiesta cerca de mi casa, maullando. Yo la toco y veo que tiene sus pechuguitas duras e hinchadas, supe que había parido. Entré, saqué un poco de pollo y se lo di. Fui a verla varios días, hasta que la tomé y la llevé al veterinario: tenía mastitis. Era súper feral la Ema, no estaba acostumbrada a vivir en casa y tener dueño, pero de a poquito se dio. Después le busqué una compañera y rescaté a la Rita, que estaba en la Pintana botada, con todos sus hermanos».

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TIEMPOS DE PREGUNTAS

Paloma abre sus ojos oscuros y enfatiza las palabras, sobre todo cuando se refiere a abandono y maltrato. Es evidente cómo la remecen profundamente.

Paloma Moreno es clara cuando dice que «psicológicamente ellos me han ayudado mucho, los perros y los gatos han sido grandes maestros para mí. Creo que es muy importante salir de uno- sobre todo ahora que estamos tanto en las pantallas-, salir de cómo lo voy a hacer en las redes sociales, cómo me muestro, cómo quiero ser para los demás». «Desenchufarse y conectarse con la belleza que te muestra un animal es increíble. Ver a mis perras caminar en la playa es como leerme un libro, una novela maravillosa, es belleza pura. Es precioso verlas gozar, da una alegría profunda. Es bonito sentirlo y creo que ellos hacen que uno sea una mejor persona. Son como son, y uno se preocupa profundamente por ellos. Me río porque llevo a mis mascotas al doctor muchas más veces de las que voy yo. Jamás consulto tres veces al año y mis mascotas van cinco o seis veces. Hacerse cargo de un animal es un compromiso para toda la vida, hay que estar al pie del cañón», dice.

Entró en el mundo de los perros cuando rescató a Lina, que estaba preñada al lado de la carretera. «Fue muy lindo asistirla en el parto, porque uno se conecta con lo más dulce y terrible de un animal. Ella llegó con el perrito en la boca para que la ayudara, estuve todo el día acompañándola. Después cuidé a los cachorros y los di en adopción a hogares responsables, tuve mucho cuidado con eso», subraya. Rápidamente se formó una manada. «Empecé a hacer mucha TV y le busqué una compañera a Lina, en pandemia adopté a Rita, hoy de un año. Y llegó mi pololo con su perro, Juvenal. Somos una pandilla gigante y nos ha modificado todo, vamos para todos lados con ellos, si nos vamos una semana a la playa los llevamos».

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Destaca lo importante de tener una red de apoyo e informarse muy bien, y propone seguros o ISAPRES para mascotas, para ayudar a enfrentar sus enfermedades.

los teatros, y también viendo otros a los que me han invitado. Tengo muchas ganas de hacer teatro, porque se paró tanto tiempo. Pero como ahora todas las cosas son muy líquidas, hay que ver cuándo pueden concretarse.

—¿Cómo combinas tu profesión de actriz con tu manada? Tienes muchas grabaciones, muchos ensayos… —En «Gemelas» fue divertido porque Lina me acompañó harto. Como yo pasaba todo el día en el canal, de lunes a sábado, no quería dejar a mi perra botada, y todos -la producción y mis compañeros- fueron muy cariñosos conmigo. Los días que tengo libre se los dedico completamente, y claro, están conmigo, se aprenden los textos (risas). Les doy la mayor cantidad de tiempo posible, y ahora con mi pareja se hace más fácil porque él también quiere mucho a los animales y me ayuda un montón. Si estoy con mucha pega ahí está él, si él está con mucha pega ahí estoy yo. Hay que ser muy matea, sacarlos a pasear, respetarles sus horarios y sus rutinas, porque son sus seguridades. Ellos viven en el presente, cómo les vas a quitar eso. Yo no puedo, me da pena.

—¿Y en la TV? —En televisión por ahora no hay nada, terminé de grabar «La torre de Mabel» y estamos varios del elenco esperando que termine de emitirse para ver si sale alguna otra cosa. Hay series, proyectos que pueden ocurrir, pero prefiero no contar con nada hasta estar ahí, porque es todo tan difícil, me han propuesto cosas maravillosas y con la pandemia se cayeron. —¿Tuviste que postergar algo laboral importante por la pandemia? —Sí, estábamos haciendo «Un tranvía llamado deseo» en el Antonio Varas, a teatro lleno pese a todo lo que estaba pasando en marzo del 2020. No paramos por las marchas ni las lacrimógenas, pero sí por la pandemia. También estábamos con funciones de «El misántropo», fuimos a Temuco y había una posible gira, y todo se cayó. Paloma señala que ha cambiado el mundo y la manera de estar en él, lo que plantea desafíos a los artistas: «Hay que replantearse como creador y abrirse a todo lo que está pasando, entender que uno no es solo lo que hace. Se ha generado una crisis en el sentido de movimiento y preguntas, y los artistas debemos escucharlas».

—¿En qué estás ahora en lo profesional? —Estoy haciendo unos lives muy chistosos con Elisa Zulueta e Ignacia Baeza. Se abrió esta oportunidad y nos ha ido súper, lo hemos pasado bien, se han ido subiendo algunas marcas, así es que estamos contentas. También estoy preparando proyectos personales ahora que se están abriendo

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ALDO BERRÍOS, ESCRITOR:

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«TENGO LA EXÓTICA TEORÍA

DE QUE TODOS LOS ESCRITORES EN OTRA VIDA Por Pablo Rumel Espinoza

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FUERON LIBÉLULAS


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—¿Y qué nos dices de tu formación como escritor? —Mi formación como escritor ha sido muy solitaria, autodidacta. No he hecho talleres literarios ni tengo estudios formales, pero con el tiempo aprendí a escuchar la música y reconocer los hilos que se asoman detrás del telón. Lo técnico llegó con el tiempo. Mis primeras lecturas fueron principalmente los minilibros clásicos de Quimantú, además de algunos libros de Julio Verne, Thomas Mann, Fiódor Dostoievski, Antón Chéjov, Stanislaw Lem, Ambrose Bierce, Goethe, Octavio Paz, Roberto Arlt, Edgar Allan Poe y Stefan Zweig. Como vengo de una familia dividida políticamente, en un lado me escondía a leer obras clásicas como el Quijote y Oliver Twist, mientras que en el otro descubría a escritores cubanos y rusos. —¿Qué temáticas o ideas definen mejor tu obra? —Depende de lo que me interese en el momento. Soy muy voluble en ese aspecto y no me gusta quedarme quieto. Necesito escribir con sentido, definiendo y cerrando etapas. Normalmente trabajo varios libros a un mismo tiempo y los dejo descansar durante años en el velador. Algunos quedan en el camino, otros me llaman y solo unos cuantos terminan publicándose. Por lo general escribo a mano sobre una escaleta, la lleno de apuntes y comentarios, luego transcribo todo con máquina de escribir y recién al final me muevo hacia un procesador de texto. Cada etapa tiene su ritmo, aunque una vez que estableces el cauce de un libro muchos elementos terminan sobrando. —¿Tienes algún método de composición a la hora de escribir? —El método se ha ido mostrando con los años. Diálogos, personajes, historias y motivaciones, una trama bien pensada. Tampoco es que haya descubierto la rueda, pero sí he venido descubriendo mi propia voz narrativa con el simple acto de reconocerla entre el ruido. Por otro lado, uno pierde ciertas cosas a cambio de lo que busca. Me explico: un joven puede escribir bellísimo, desvivirse por un amor apasionado y sincero, pero cuando pones a ese mismo escritor en una etapa madura, gana en perspectiva y a la vez pierde visceralidad.

Aldo Berríos (Recoleta, 1981) irrumpe en las letras nacionales con su novela fantástica Námanor (2013), que tiene como protagonista a una persona muda dentro de un universo dominado por la magia y la violencia. Su segunda publicación, La Ballena (2020), es una historia madura que se adentra en los laberintos de la muerte y del suicidio. Este año sorprende con Libélula (ver recuadro), una colección que antologa escritores chilenos contemporáneos. Nuestro entrevistado tiene una larga trayectoria trabajando en casas editoriales, además de poseer estudios en arquitectura y en sicología, y según sus palabras, su formación académica no ha impactado mayormente en su trabajo, como sí lo ha hecho la memoria. Concibe la escritura —y la vida misma— como un continuo error y aprendizaje. —¿Cómo así? Pues eso. Me he equivocado muchísimo: he escrito cartas de amor en un parque después de hacer la cimarra, también he enterrado animales y amigos, familiares y sueños, lo cual suele prestarse para la poesía, el desarrollo de estilo y temple de un autor. —¿Podrías referirnos más sobre tu trabajo como editor? —Comencé editando en una revista online que ya no existe. Luego de eso, edité de manera freelance para varias casas independientes. La edición te entrega alegrías muy personales, cosas que apenas se hablan porque es un reino de introvertidos. Esto ofrece herramientas que decantan en una mejor escritura personal: desde la temática que deseas abordar antes de la primera línea, hasta la forma con la cual conseguir esa meta. Llevo casi diez años editando y actualmente consigo acabar tres o cuatro libros mensuales.

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—Acabas de publicar una antología de narradores chilenos llamada Matapiojos ¿Simboliza algo este anisóptero? —Las libélulas son preciosas, están cargadas de significado en distintas culturas. Parecen quietas, pero nunca lo están. Limpian los estanques y dan buena suerte. De hecho, yo les pido un deseo cada vez que las veo y ellas se lo llevan para contárselo al viento. Como dice la primera línea del prólogo del libro: «Tengo la exótica teoría de que todos los escritores fueron libélulas en otra vida». Respecto a la antología, primero, es el punto de partida de un nuevo sello editorial de Áurea, Odonata, el cual se abocará a la ficción contemporánea y que busca revitalizar el panorama literario. Luego están los cuentos, todos excelentes. Acá no hay material de relleno y ese siempre fue el plan detrás de este proyecto. —¿Qué opinas del panorama de la literatura chilena actual? —La literatura chilena no tiene nada que probar. No necesitamos caminos, porque el escritor es un espíritu incorregible y por consiguiente no los va a usar. En mi opinión, la pluma solo falla y se pierde cuando gira en una constante búsqueda de fama, de gloria, porque escribir resulta ser un proceso solitario, muy de la guata. Acá no estamos para agradarle a nadie, aunque en secreto dialoguemos con ese otro personaje tan lejano que resulta ser el lector. Y ahí estamos, ganándole a la línea, peleando con esa estrofa que lleva a la otra y con suerte terminamos. No hay apuro. —¿Algún personaje literario animal favorito? —Popota, el gato demonio de El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov. —¿Qué relación tienes con los perros? —Nuestra relación ha sido muy estrecha, ¿sabes? Para mí los animales son parte de la familia y no un objeto más de la casa. Tampoco creo en eso de humanizarlos, porque como escuché alguna vez, «tenemos que respetar a los animales en su condición». Hay un juego precioso de confianza y respeto que nos lleva a mejorar nuestras relaciones con ellos. Los animales no son vanidosos, no tienen vergüenza y en ese sentido nos superan porque «dicen lo que piensan». Por eso, no me sorprende que algunos prefieran deshacerse del problema de la crianza y pasen a hacer otras cosas: simplemente no están preparados para enfrentar una relación de tú a tú que requiere de mucho esfuerzo y amor. —¿Has tenido alguna experiencia anormal o sublime relacionada con algún animal? Cuéntanos más. —Nunca, pero amo a los animales y cuando recojo la caca de perro me percato de lo insignificante que soy. Y el animal mueve la cola para agradecérmelo.

—Tu novela La Ballena ambientada en Japón trata sobre el suicidio ¿Qué te sedujo ambientar tu historia en un país tan lejano y tratar esa temática tan oscura? —Yo no considero que el suicidio sea una temática tan oscura, es más, en casa se habla con total libertad respecto a ese tema. Tampoco entiendo por qué la muerte debe ser vista como algo ajeno a nosotros, si está tan cerca. Pero la literatura se alimenta del tabú, y siento que el mejor camino para escribir siempre es el menos recorrido. En este caso, experimentar la muerte de un hijo y adoptar su dolor como algo propio. ¿Por qué Japón? Supongo que requería de un lugar muy especial para que funcionara esta historia, considerando que el protagonista es un mestizo sin esperanza ni patria. Esta novela no pretende ser una apología del suicidio, tampoco un pañuelo de lágrimas; acá se juega con la idea de que la soledad nos rodea y se come a algunos de nosotros, ya que la tristeza está fuera de nuestro control en períodos muy específicos. Ese contraste era esencial para llevar a cabo un viaje que parece sin retorno.

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Matapiojos (Áurea Ediciones, 183 páginas, año 2021) No hay antología que no pretenda sacar una radiografía del estado actual de las letras chilenas y Matapiojos no es la excepción. A través de sus trece cuentos, hay una evidente muestra de aunar autores de diversas generaciones que tienen como principal rasgo el de estar activos y con trabajos constantes. La gama es amplia. En este breve espacio destacamos «Jeff Hanneman», de Patricio Jara, quien una vez más se acerca al mundo del metal para hablarnos de una violencia soterrada que de un momento a otro puede explotar. En una sintonía similar, Ernesto Garratt retrata en «Profe Taxi» una historia que exuda revanchismo y rencor, escrito en clave pop con múltiples giros que potencian el desenlace. «El oso», de M. M. Kaiser, es otro ejemplo realista con un final abierto a la interpretación fantástica: el cuento gira en torno a la identidad de un hombre que se pulveriza al ponerse un disfraz animal. Entre los destellos más lumínicos y líricos de esta colección, no podemos dejar de mencionar «Epitafio digital», de Nicolás Meneses, cuento que aborda la temática de la muerte desde una perspectiva futurista, con muchos toques melancólicos que recuerdan al mejor Bradbury. «Nunca corras con tijeras», de Aldo Berríos, brilla con luz propia: una casona perdida entre la nieve pone en primer plano a una familia exitosa y de noble abolengo, pero que esconde una historia trágica. Su desarrollo recuerda a los viejos maestros rusos del relato corto como Chéjov o Andréiev, escrito con sobria elegancia y con un manejo de imágenes de alta factura poética. «Un cíborg en la cama», de Roberto Fuentes, es otro reflejo de contención, economía y experiencia: la historia de un donjuán adicto al ejercicio físico y al

sexo salvaje esconde otra historia larvada, que lentamente se va apoderando del relato final con toques demoniacos que terminan por eclipsar el cierre de manera magistral. En conclusión, Matapiojos es una antología con muchos más altos que bajos, una muestra empírica de que en nuestro país se está escribiendo una literatura potente y con ideas, editada de manera impecable, y que como única falla, solo podemos señalar la ausencia de un anexo con más información sobre cada autor, defecto que esperamos se subsane en futuras reediciones.

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LEONORA VICUÑA NAVARRO, FOTÓGRAFA:

«TANTO LA PALABRA

COMO LA IMAGEN

HAY QUE ATRAPARLAS»

Por Ramón Díaz Eterovic

Leonora Vicuña Navarro (1952) es una destacada poeta y fotógrafa de nuestro país, con publicaciones y exposiciones que han llevado su obra a distintos lugares de Chile y Europa. El año 2010, la editorial Ocholibros publicó el libro Contrasombras en el que se puede apreciar una muestra de su obra fotográfica. Desde los años ochenta y hasta la fecha también

ha destacado como una importante animadora de nuestro medio cultural. Jugó un rol significativo en la creación de la Asociación de Fotógrafos Independientes, en la organización de ciclos de poesía y como directora de la revista de poesía La gota pura, que circuló durante buena parte de los años ochenta. Nació en Santiago. Hija de la poeta Eliana Navarro y del poeta José Miguel Vicuña. En largos momentos de su vida residió en Francia y Grecia. Hoy vive en la Región de La Araucanía dedicada a dos de sus grandes pasiones: las fotos y la literatura.

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Lo mejor es no hacerles mucho caso y dejar que ellos se acerquen solos y te hagan piruetas o mimos como los que hacen. Eso sí, es importante respetar sus horarios, sus comidas infaltables, su cuidado. No pasarlos a llevar.

El poeta Manuel Silva Acevedo, Premio Nacional de Literatura (2016), ha dicho que con sus fotos «Vicuña intenta capturar, rescatar del torbellino del tiempo, lo que a todas luces resulta imposible de redimir. Poetas, vagabundos, cantinas, garzones, cartoneros, travestis, ciegos, músicos de bares y demás seres que habitan la marginalidad, el desarraigo y el desamparo emergen por un instante en la frágil memoria del papel fotográfico, aunque su destino final sea la desaparición, la extinción y el olvido». En buena parte de su obra fotográfica destacan sus imágenes de poetas y escritores, y las de la ciudad de Santiago de otros tiempos, sus espacios desconocidos y marginales. En esta entrevista nos habla de su trabajo creativo y de su relación con gatos y otras mascotas.

que imitaba a los gatos, se subía a los árboles y a las panderetas y como ellos, trataba de permanecer sentado sobre el borde moviendo la cola maullando como felino».

CLIVICIA Y MORRONGO, DOS GATOS DE MI INFANCIA «Recuerdo dos casas en mi infancia: la primera, en la que nací, en la calle Carlos Martel, cerca del barrio Apoquindo, cuando el lugar aún era un descampado; y la del barrio Seminario donde recuerdo que teníamos una perra llamada Lassie que después de 1964 volvió con nosotros al primer barrio y se perdió. Allí llegó la gata Clivicia, que en principio era de mi hermano Rodrigo, si mal no recuerdo, pero que finalmente era la gata de la casa. Y el Morrongo, uno de sus hijos, negro y peludo. Y a nuestro nuevo perro, el Tom, un seudopolicial pequeño

LA HISTORIA DE UNA FOTO DE AUTOR DESCONOCIDO «Una gata que marcó mi infancia es la que aparece en una estampa fotográfica que aún conservo y que estuvo mucho tiempo en la casa de mi abuela materna. En ella se ve una niña semirecostada, en camisón, abrazada a un gato, sobre una cama de bronce con almohadones y edredones antiguos. Esa foto siempre fue inquietante y fascinante para

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mí, por la sensualidad de ambos personajes, niña y gato posando y mirando hacia la cámara, muy aparentemente relajados, pero además las proporciones de ambos personajes son especiales, la mano de la niña no parece tan natural. Era particular, además, porque se trataba de una fotografía, de una reproducción fotográfica, y no de una pintura. Y antes no se colgaban fotos en las casas, salvo los retratos de los parientes. Tanto la niña como el gato formaban de algún modo parte de la familia. Desconozco el autor de la fotografía».

eso se llama así. Mañosa nunca dejó de ser salvaje y no quiso que yo me aproximara. Solo se acercaba para reclamar su comida. Siempre la alimenté y traté de hacerme amiga de ella, pero no había caso. Era una gata muy desconfiada, gata de campo, medio salvaje, y yo una persona bastante inexperta. Un día me di cuenta de que estaba nuevamente preñada, pero esta vez no supe donde había parido. Simplemente escondió demasiado bien sus gatos. Una mañana, entrando al invernadero, encontré a la Mañosa muerta. No había sangre, ni heridas aparentes, supongo que fue atropellada en la carretera y que logró llegar apenas a guarecerse. Qué destino triste esta gata, que de algún modo llegó a mi casa para estar tranquila. A los pocos días aparecieron sus nuevas crías, cuatro gatitos que no tenían aún un mes de vida y la Sorpresa, como buena hermana mayor se hizo cargo de ellos y me los trajo cerca para que yo me ocupara de ellos».

UNA GATA DE TRES COLORES LLAMADA SORPRESA «Hoy vivo en el campo y tengo dos gatos. Una gata de tres colores que se llama Sorpresa y un hermanito de ella, tipo romano, de una segunda saca que se llama Gato, pues aún no sé si es él o ella. Tiene apenas tres meses y algo más. La madre de ellos, a quién bauticé Mañosa, una gata negra con manchitas blancas en la cara, llegó a mi casa el año pasado. Eligió mi hogar para parir a sus hijos. Pienso que era primeriza y que se sintió bien, pues no había ningún tipo de animal doméstico. Eligió el invernadero para tener sus crías, pero finalmente, a último minuto, las tuvo a la entrada de la casa. Se le cayeron varios que finalmente perdió, solo se salvó la Sorpresa, que ella escondió durante dos meses, y que de pronto reapareció, por

GATOS MISTERIOSOS, LIVIANOS Y ÁGILES «Los gatos me gustan, aunque no los comprendo —señala Leonora Vicuña—. Son extremadamente misteriosos, muy livianos y ágiles, muy silenciosos, delicados y salvajes al mismo tiempo. Son criaturas muy frágiles y hermosas. En todo caso mis gatos, que considero que no son míos realmente, viven

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su vida, no entran en casa, solo vienen a comer, pero no dejan que nadie los toque. Tenemos una convivencia particular: a veces aceptan que yo permanezca cerca de ellos cuando comen, a veces puedo acercarme un poco y tratar de acariciarlos, pero en general no es posible. Yo les hablo, los llamo, los sirvo y los atiendo. En ocasiones se desaparecen por largas horas. A veces tratan de tocarme con una pata, y me miran como sonriendo, como cerrando los ojos. Me imagino que con todas las personas son iguales, una vez que las adoptan. Yo me siento su esclava. Ellos, claro, son animales libres. Van a su aire, como dicen los españoles. No te miran ni en más ni en menos. Desde que llegaron estos gatos a mi casa, me siento responsable de ellos».

muy complejo este asunto de sus dominios. Y como son discretos hay que evitar ser brusco».

LA GENTE QUIERE TENER BUENOS RETRATOS DE SUS MASCOTAS A diario nos encontramos con fotos de gatos, tomadas por sus humanos o por fotógrafos profesionales. Y por eso le preguntó a Leonora si es posible establecer alguna relación entre los gatos y la fotografía profesional. «Es un desafío fotografiar gatos —responde—. Se mueven demasiado rápido, no están nunca quietos, por eso los fotógrafos usan flash, lo que permite congelar el movimiento en la imagen, ya que de otro modo quedan movidas o desenfocadas. Y también creo que los gatos son tan hermosos, tan estéticos, únicos, que siempre atraen a fotógrafos en busca de belleza y rareza. Y otra cosa, la gente siempre quiere tener buenos retratos de sus mascotas. »Respecto a fotógrafos profesionales que den un lugar destacado a los gatos en su trabajo, recuerdo a Larry Johnson, un fanático de los gatos que se gana la vida fotografiándolos en Estados Unidos. Y antes que él hubo otro fotógrafo norteamericano que hizo magníficas fotografías de gatos: Walter Chandoha. Sus fotos ocuparon las portadas de revistas famosas».

GATOS REALES Y DE FICCIÓN De gatos literarios y de ficción, Leonora Vicuña dice recordar a «El gato con botas», adorado en su infancia por la astucia sin par del felino. También recuerda la canción de la gatita Carlota, y al gato de Lewis Carroll, con su sonrisa enigmática y su capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad. «Recuerdo también una extraordinaria película checa, Un día, un gato (1963), donde un felino extraordinario relacionado con un mago y una hermosa joven (Casandra) les cambiaba el color a las personas, mirándolas, y entonces se podía ver quiénes mentían, engañaban, quiénes estaban enamorados, etc. Un poema visual extraordinario que se puede encontrar en YouTube». Conforme a los lugares en los que ha vivido, le pregunto a Leonora por las posibles características especiales de los gatos sureños, los parisinos y los griegos. Respecto a los gatos sureños señala que la mayoría de las personas tienen una relación más bien utilitaria con ellos. «La gente tiene gatos porque hay muchas ratas. Los gatos parisinos son muy educados porque suelen tener dueños con departamento, buena comida y buenos modales. Recuerdo poco la existencia de gatos callejeros en París. Y en Grecia, donde residí casi un año, había muchísimos gatos en todas partes. La gente los cuidaba mucho. Eran considerados animales sagrados. Y en Gran Bretaña, un amigo me contó que fue invitado al cumpleaños de un gato. Y no era chiste».

GATOS, ESCRITURA Y FOTOGRAFÍA Leonora Vicuña nos comenta: «Una primera relación entre escribir y fotografiar es que tanto la palabra como la imagen hay que atraparlas. La escritura y la fotografía son oficios que parecen muy simples desde lejos, pero son bien complejos. Escribo poco, nunca me conformo. Saco también muy pocas fotografías. Estoy más dedicada a leer, que es otra forma de escribir, y a trabajar con mis archivos fotográficos inéditos. »Si alguna vez hubo claves en mis imágenes, no lo sé. Creo que me gustaba mucho fotografiar interiores, gente amiga, escenas de intimidad pública, situaciones donde la vida fluye, ocurre. Y poner color a las imágenes, colorearlas, eso me encantaba y aún lo hago. Y en cuanto a la poesía, trato de encontrar las claves de la melancolía, de la pérdida, del devenir y el desaparecer. »Hoy trato de rescatar viejos escritos. Me propusieron publicar mis poemas y también quisiera volver a publicar fotografías. Estoy trabajando en mis archivos para ver si es posible hacer un recorrido de vida con mis imágenes, una suerte de diario de vida. Y tal vez, por qué no, hacer un solo libro de texto e imágenes».

RESPETAR SUS HORARIOS, SUS COMIDAS INFALTABLES, SU CUIDADO Respecto a la manera de relacionarse con los gatos, Leonora Vicuña considera: «Lo mejor es no hacerles mucho caso y dejar que ellos se acerquen solos y te hagan piruetas o mimos como los que hacen. Eso sí, es importante respetar sus horarios, sus comidas infaltables, su cuidado. No pasarlos a llevar. A veces es

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C O N S E R VAC I Ó N

EN EL LÍMITE:

PUMA EN

TORRES DEL PAINE

UN NUEVO LIBRO ACERCA DE LA HISTORIA NATURAL DEL PUMA, UN VIAJE A LA VIDA SECRETA DEL REY DE LOS ANDES Por Nicolás Lagos Silva

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C O N S E R VAC I Ó N

había oído hablar de los avistamientos de puma en Torres del Paine, un lugar único en el mundo para poder verlos de cerca y ser testigo de su vida más íntima. Sin ningún objetivo más que el de poder ver con mis propios ojos al rey de los Andes fue que me uní en terreno al equipo de filmación de la serie documental Wild Chile, liderado por René Araneda y Christian Muñoz-Donoso, quienes gentilmente me invitaron a formar parte de las filmaciones de pumas en Torres del Paine. Luego de pocos días de búsqueda, en medio de una densa neblina que sólo dejaba ver unos metros delante de nuestras narices, pude avistar por primera vez a un puma dentro del parque. Tranquilamente, como si casi no existiéramos, caminó a pocas decenas de metros de nosotros, sólo intercambiando una curiosa mirada que debió haber durado no más de un segundo, pero que para mí duró una eternidad, y resultó ser el inicio de un largo viaje hacia la vida de este bello animal. Un viaje que ningún día se ha cansado de maravillarme y enseñarme. Luegodeesteprimerencuentro,yahansidocientos los días que he tenido la suerte de compartir junto a estos felinos, acompañándolos en su día a día, conociéndolos, aprendiendo de sus costumbres, de su comportamiento, de su maneraderelacionarse. Durante estos años trabajando junto a los pumas, ya han pasado de ser una especie a ser individuos. Individuos que sienten, se emocionan, juegan, demuestran su felicidad, su frustración, su enojo y quizás otros sentimientos que tal vez jamás lograremos comprender. El parque nos regala la oportunidad de observar de cerca a los pumas siendo pumas,

En el límite austral de su distribución, el Parque Nacional Torres del Paine es hogar de una de las poblaciones más saludables de pumas en el mundo. En el pasado, con el incremento de la presencia humana en la región producto de la actividad ganadera, esta especie ha debido sobrevivir a un ambiente hostil, llevándola casi a su extinción local. Si bien dentro del parque el puma goza de protección, fuera de sus límites el felino aún lucha por su sobrevivencia. Bajo este panorama es que nace En el límite: Puma en Torres del Paine, un libro que busca dar a conocer aspectos básicos de la biología y ecología del puma, además de invitar a sus lectores a ser partícipes de la protección y conservación de este gran felino en Patagonia. Esto porque la totalidad de las ventas del libro irán directamente a financiar un proyecto de conservación realizado por la ONG Panthera en colaboración con el Área de Conservación de la Estancia Cerro Guido, que buscará crear conciencia para la protección de este misterioso felino y proponer alternativas de coexistencia con el ser humano. De esta forma, el lector no sólo podrá maravillarse con esta increíble especie, sino también aportar directamente a su conocimiento y protección. Mi viaje hacia la vida secreta de los pumas comenzó el invierno del año 2016. Antes de eso, ya llevaba más de cinco años trabajando con la especie en distintos rincones de Chile. Habían sido cientos los kilómetros recorridos intentando conocer un poco más acerca de su ecología y biología a partir de los rastros que dejan en el terreno y mediante el uso de cámaras remotas. Todo sin tener la posibilidad de un encuentro directo con este animal. Muchas veces

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solución a este conflicto y a los pumas una nueva oportunidad. Este será el comienzo de un nuevo viaje, uno hacia la coexistencia entre la ganadería y la conservación del puma. Un viaje que esta vez será acompañado por cada una de las personas que decidan participar comprando este nuevo libro y aportar a la conservación del puma. Para quienes deseen ser parte de este proyecto los invito a adquirir una copia del libro o a comprar alguno de los exclusivos packs que hemos diseñado para la preventa del nuevo libro En el límite: Puma en Torres del Paine. Para conocer más acerca de estas propuestas pueden escribir a libropuma@ gmail.com y les entregaremos todos los detalles para realizar sus contribuciones y disfrutar del libro.

comportándose como pumas, compartiendo como pumas, en un ambiente natural y bajo una intervención humana que no amenaza sus poblaciones. Sin embargo, fuera de los límites del parque, la situación es diferente. Y es que muchas de las estancias aledañas a Torres del Paine aún ven al puma como un enemigo. En estos lugares la ganadería es la principal actividad económica, la que se ve amenazada por las pérdidas originadas por este felino, quien en ocasiones depreda sobre las ovejas, y en represalia los ganaderos los persiguen y cazan. Si bien el puma se encuentra actualmente protegido y su caza prohibida, esta práctica —que ya lleva más de cien años— aún se realiza de manera ilegal no sólo en Patagonia, sino también en casi todos los rincones a lo largo de la distribución de la especie. Y aquí es donde nuevamente entra este libro. Porque además de ser una herramienta de divulgación acerca de la vida del puma, será también una herramienta que ayudará a su conservación. El 100 % de las ventas irán a un proyecto de conservación que buscará entregar a los ganaderos una

(*) El trabajo fotográfico que acompaña el libro se ha realizado siguiendo las recomendaciones y protocolos de avistamiento de pumas de CONAF, y con los respectivos permisos de trabajo audiovisual al interior del parque.

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VOLAR, SÉ QUE ESTÁS AHÍ Por Julio Pincheira El gorrión que se posa en mi ventana más que una verdad natural es una verdad poética. William Carlos Williams Todo lo bello en la naturaleza debiera volar, o al menos tener la ingravidez de un fugaz aleteo que corta un instante, como un verso que interrumpe la prosaica realidad que nos rodea, como el soplo con el que, según muchos mitos dispersos en la humanidad, vuela el alma hacia las distintas figuraciones que nos hacemos de la eternidad.

He confiado en la noche pues durante ella amo la vida, así como los pájaros aman a la salida del sol. (Jorge Teillier, «He confiado en la noche»)

La poesía, como todas las artes, no está ajena al atractivo que los seres volantes ejercen para activar la creatividad. No en vano, muchas veces se ha definido el discurso poético como la capacidad de volar con las palabras, de elevar la pesada materialidad del verbo cotidiano que guía el raciocinio, a las alturas donde las palabras se transforman constantemente como bandadas de aves en el cielo. Ante la sobrevalorada racionalidad que quiere poner todas las cosas ancladas a un concepto, aparece la emoción ante lo desconocido que la derriba como un temible graznido, tal como lo ilustrara de manera magistral Edgard Allan Poe, en su poema «El cuervo»:

¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!» Y el Cuervo dijo: «Nunca más».

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: «Nunca más.» (Edgard Allan Poe, «El cuervo». —Fragmento del extenso poema narrativo digno de leer en su vastedad—)

El ave negra que en medio de la tormentosa noche de diciembre entra en el cuarto de un estudiante enamorado, casi gracioso en un comienzo, de a poco se va transformando en la cruel metáfora del silencio que nos rodea cuando formulamos preguntas trascendentales a la vida. «Nunca más, nunca más», es lo único que nos sabe repetir el oscuro plumífero que se posa junto a la figura de Palas, diosa del conocimiento, las guerras y la sabiduría. Cada vez que interrogamos al destino, Poe nos dice que recibimos una respuesta absurda, o con una lógica que no alcanzamos a comprender, como el graznido de un cuervo: «Nevermore», como siempre ha sido, ya que si sobrevolamos la noche de las civilizaciones y las religiones, las aves se relacionan con toda la variedad de emociones y sensaciones que puede arrastrar la psique humana, desde las más luminosas a las más oscuras y dolientes como las que retratan los versos de Violeta Parra:

De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. «Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—, no serás un cobarde, hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna.

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Tanto que me decía la gente: «Gavilán, gavilán tiene garras» Yo sorda seguí monte arriba Gavilán me sacó las entrañas En el monte quedé abandonada Me confunden los siete elementos Ay de mí, ay de mí Ay de mí, ay de mí De mi llanto se espantan las aves


OPINIÓN

nunca ha faltado la metáfora inquisidora de las aves en la escritura de los grandes poetas, en toda época y estilo. «Pájaro azul», de Charles Bukowski, nos muestra un autorretrato casi insólito, por el exceso de ternura con la que habla de sí mismo el poeta refugiado en sus alardes de sordidez y rudeza, el paladín de la irreverencia, del whisky y los cigarros:

Mis gemidos confunden al viento Ay de mí, ay de mí Ay de mí, ay de mí (Violeta Parra, «Gavilán». Fragmento)

Desolación que a la Violeta nuestra que estás en los cielos, ni los ángeles consuelan, esos mensajeros que se aparecen en nombre del invisible dios judeocristiano, ni la más sagrada de las deidades de Mesoamérica, el Quetzalcóatl, ambos con plumas que alivianan su desplazamiento y les otorgan el don de la ubicuidad, que a veces caracteriza la presencia de los pájaros, que según Nicanor Parra ocultan el significado de la vida:

hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea. hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero yo le echo whisky encima y me trago el humo de los cigarrillos, y las putas y los meseros y los dependientes de ultramarinos nunca se dan cuenta de que está ahí dentro. hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres hacerme problemas? ¿es que quieres joder mis obras? ¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros en Europa? hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy demasiado listo, sólo lo dejo salir a veces por la noche cuando todo el mundo duerme. le digo ya sé que estás ahí, no te pongas triste. Luego lo vuelvo a introducir, y él canta un poquito ahí dentro, no le he dejado morir del todo y dormimos juntos así con nuestro pacto secreto y es tan tierno como para hacer llorar a un hombre, pero yo no lloro, ¿lloras tú?

Qué divertidas son Estas palomas que se burlan de todo Con sus pequeñas plumas de colores Y sus enormes vientres redondos. Pasan del comedor a la cocina Como hojas que dispersa el otoño Y en el jardín se instalan a comer Moscas, de todo un poco, Picotean las piedras amarillas O se paran en el lomo del toro: Más ridículas son que una escopeta O que una rosa llena de piojos. Sus estudiados vuelos, sin embargo, Hipnotizan a mancos y cojos Que creen ver en ellas La explicación de este mundo y el otro. […]

A ver si alguna vez Nos agrupamos realmente todos Y nos ponemos firmes Como gallinas que defienden sus pollos.

(Nicanor Parra, «Oda a unas palomas». Fragmento)

Según el antipoeta, los humanos aparecemos como aves de corral timoratas, cabizbajas mendigando a la tierra la comida que no pueden alcanzar en las alturas las veloces aves voladoras. Somos aves domesticadas que no conocen la grandeza mitológica de un ave Fénix o del Águila al que dedican incontables versos poetas de la talla de Lope de Vega, Francisco de Quevedo, José Martí, Octavio Paz, Vicente Aleixandre, Antonio Machado, Pablo Neruda, eximio poeta pajarero, que dedicó un libro completo a las aves, Arte de pájaros, sobre el que anidaremos en una entrega más adelante.

¿Lloras tú? ¿o también te refugias en una pétrea imagen carcelaria para aprisionar el canto del ave mitológica que duerme dentro de ti?, ¿permites que asome la ternura en tus actos o la ocultas porque, aunque sabes que está ahí, no quieres que te meta en problemas? ¿La admites o te refugias en adicciones como Bukowski? Quizás en el próximo vuelo sobre este tema hablemos de ello.

Me llamo pájaro Pablo, ave de una sola pluma, volador de sombra clara y de claridad confusa […]

Para concluir este primer vuelo sobre el espacio ornitológico de la poesía, como decíamos al principio,

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MIG21: BREVE HISTORIA DE UNA EDITORIAL ALTERNATIVA Por Ramiro Sanchiz El primer proyecto acometido fue establecer la serie de antologías Contaminación Futura pensadas para reunir cuentos de autores consagrados y de escritores apenas publicados, además de ofrecer un espacio de rescate de textos sepultados por la historia. Así, para el primer volumen, incluimos un cuento de Pablo Dobrinin, a quien consideramos la figura más importante de la ciencia ficción, el weird y el slipstream en Uruguay, y también el que entendemos es el primer cuento cyberpunk publicado en nuestro país bajo esa etiqueta genérica —firmado por una autora mayormente inédita, Rosa J. G. Salas—, acompañados ambos de trabajos de otros escritores uruguayos como Gabriel Mainero, Tatiana Carsen y Ximena Rodríguez Molinari.

Mig21 Editora nació en mayo de 2020, durante la primera ola de la pandemia de COVID-19 en Uruguay. En ese momento, muchas editoriales a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica se encontraban al borde de la crisis debido al cierre de tantas librerías y por tanto enfrentadas a la imposibilidad de llevar novedades al mercado; esto afectó especialmente a las editoriales más nuevas, carentes de un catálogo previo numeroso, y las arrojó a la necesidad de concebir nuevas estrategias y experimentos. Mig21, entonces, surgió en ese contexto y en ese marco de interrogantes y reflexiones como una editorial alternativa dedicada a la ciencia ficción, el weird, el horror y la fantasía, y enfocada a la producción de libros digitales de difusión gratuita, apoyados ante todo por la dedicación esporádica que pudimos otorgarle sus editores y directores (quien esto escribe y Víctor Raggio) y por la buena voluntad de los escritores que aceptaron participar, libros que lograron abrirse camino exitosamente por vías nuevas de circulación y de significación en tanto artefactos literarios.

El proyecto Contaminación Futura no se agota, por supuesto, en publicar escritores uruguayos. Por el contrario, el primer volumen publicó además cuatro relatos de escritores latinoamericanos: la argentina Laura Ponce, el chileno Pablo

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Otros proyectos de la editorial para este 2021 incluyen la inminente publicación, en agosto, de El bosque que crece por las noches, un compilado que reúne los a nuestro entender mejores relatos de los dos libros de narrativa publicados hasta la fecha por Pablo Dobrinin, que estará disponible también en papel a través del sistema de print on demand de Amazon, y también una antología de ficciones weird de escritoras latinoamericanas y la novela #RGB, del argentino Juan Manuel Candal, publicada originalmente en Buenos Aires en 2016 con una tirada muy limitada. Para 2023, prevemos la publicación de tres textos experimentales del estadounidense Mike Corrao, y también de la primera entrega en una serie de antologías de vanguardia, literatura drone, noise literario y otras formas de escritura experimental, junto a más volúmenes de Contaminación Futura y los primeros representantes de sendas colecciones dedicadas al ensayo y a la teoría-ficción.

Rumel, la cubana Maielis González y el colombiano Hank T. Cohen, aka Camilo Ortega. El segundo volumen, publicado ya en 2021, incluyó textos de los uruguayos Carlos María Federici —a quien consideramos el primer escritor de ciencia ficción en hacer de la escritura de este género una marca de identidad—, Mónica Marchesky, Mario Pons, Álvaro Pandiani y Pablo Silva Olazábal, junto a Ignacio Fritz (Chile), Stephany Méndez (Colombia), Teresa P. Mira de Echeverría (Argentina), Solange Rodríguez Pappe (Ecuador) y Ansgar Allen (Reino Unido). Se encuentra en estos momentos en preparación, con fecha de publicación prevista para septiembre de 2021, el tercer volumen de la serie, que incluirá textos de Juan Calamares (Chile), Gabriela Damián Miravete (México), Néstor Darío Figueras (Argentina), Christian Broemmel (Argentina) y Elaine Vilar Madruga (Cuba), junto a los uruguayos Ana Solari, Jorge Machado Obaldía, Leandro Caraballo, Álvaro Bonanata y Ana Broggio.

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EL PLANETA DE LOS GATOS Por Juan Calamares Armando Rosselot

seis largas piernas que podía enroscar a voluntad, con un mortífero aguijón para cazar a sus presas y estaba recubierto de exquisito oricalco, material que reflejaba al mismo tiempo toda la belleza que lo rodeaba. —Padre —dijo el Espiralosaurio—, ¿es cierto lo que dice nuestro hermano? Con pesar, el sabio dijo: —Así es, hijos míos. El planeta Tierra ya no es más que un mar de ceniza y polvo, pero gracias a mis tecnologías he podido construir una replica mecánica exacta del que fue el más bello de sus habitantes. Y les aseguro que está tan vivo como ustedes. Las criaturas se indignaron con la declaración del científico, pues no querían ser medidos con un ser hecho de circuitos y engranajes. Por muy hermoso que fuera, era una simple réplica y no podía compararse con seres originales como ellos, nacidos de huevos o de las hembras de su especie. Sin querer saber más nada, se marcharon, dejando solos al científico y a su gato en el balcón del castillo. Pero hubo una criatura que se quedó, su nombre era Dartacán, un ser de tres metros de altura y forma indefinida, hecho con la lava volcánica de su planeta natal. —Padre —se arrodilló Dartacán—, deseo conocer a mi nuevo hermano. La criatura subió al castillo y al ver al gato asomando tímidamente su cabeza por el borde de su caja, se reacomodó el rostro con las manos, deformándolo espantosamente. Lo que buscaba era modelar una sonrisa que expresara su alegría, pero su piel mantecosa tendía a deshacerse, por lo que

1 Había una vez un científico muy sabio, interesado en conservar las especies más bellas de todos los mundos. Del planeta Alderán consiguió un Bironte; del planeta Asturión, un Talapiés; del planeta Gorca, un Parabienes; y del planeta Brionos, un Saltatronos. De todos y cada uno de los mundos habitados obtuvo el más bello ejemplar. Pero aún le faltaba el espécimen más hermoso de la Tierra. Muchos años tardó en hallar aquel mundo lejano sobre el que se contaban muchas leyendas, pero al llegar a su destino, lo encontró devastado, cubierto de metano y ceniza. Al volver a su planeta, sus criaturas lo esperaban expectantes. —Padre —preguntaron—, ¿lograste atrapar a la criatura más bella de la Tierra? De un cofre de madera, el sabio sacó una curiosa criatura y, saliendo al balcón, la enseñó a sus hijos. Era peluda, de ojos almendrados y tenía orejas puntiagudas y una cola que gustaba sacudir. —Les presento a la criatura más bella de la Tierra —exclamó el científico—, su nombre es Gato. Las criaturas, cada una de ellas la más hermosa de su mundo, se arrobaron ante la belleza del llamado Gato. —Es hermosa —dijo el Aldemono. —Es maravillosa —exclamó el Contramuros. —Es sublime —añadió el Saltaescombros. —Es falsa —sentenció el Pirañabuitre. Era aquella la más bella de todas las criaturas de todos los mundos conocidos. Contaba con

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Dartacán era incapaz de demostrar sus emociones más profundas. —Le he traído un regalo a Gato —dijo Dartacán. Se metió un brazo en su pecho y extrajo una bola de estambre que dejó caer a sus pies. El gato sacudió sus triangulares orejas y, moviendo velozmente las caderas, se dispuso a saltar sobre ella. —Muchas gracias por este lindo regalo — dijo el gato. Y luego de desenredarse de la madeja, trepó por la cabeza del informe Dartacán y le ronroneó en un agujero que bien podía ser su oreja. —Eres muy gracioso —dijo Dartacán—, desde ahora te llamaré Risas. Dartacán y Risas se hicieron grandes amigos y como ninguno de los dos eran apreciados por el resto de sus hermanos, pasaban largas horas en el jardín del científico, que era el lugar en donde este realizaba sus experimentos. Ahí lo observaban construir ingenios de todo tipo, como el fabuloso puente portátil, capaz de extenderse infinitamente para cruzar cualquier distancia; o como el agua de mercurio, una sustancia que hacía brotar volcanes de la nada y para la que el sabio no había encontrado ninguna utilidad. Dartacán, que provenía de una raza de seres muy habilidosos, solía asistir al científico en la construcción de sus extravagantes maravillas, mas Risas, indiferente al desarrollo de la ciencia, gustaba de jugar con los cables de aquellas invenciones. Una tarde, el científico convocó a todos sus hijos para revelarles una importante noticia. Las criaturas acudieron al castillo vestidos con sus mejores galas y se veían realmente hermosos, pues así lo eran, pero el más bello de todos era el Pirañabuitre, que en lugar de ataviarse con ropajes primorosos, procuró ir completamente desnudo, reflejando de este modo toda la belleza que lo rodeaba. El sabio, que había vivido cientos de años y estaba cansado, se sentó en su mecedora fabricada con los robles cien veces milenarios del sistema Ordosiber y, calentándose las manos en su chal, dijo así: —Hijos míos, han de saber que soy muy viejo y es inevitable que más temprano que tarde parta de este mundo. Las criaturas exclamaron ante la revelación del sabio, salvo el Pirañabuitre, que mantuvo sus hermosos ojos sobre Risas, quien había dejado de jugar con los cordones del zapato del científico para esconder su cabecita entre sus patas, procurando ocultar su pena. —Pero así es la vida —continuó el científico—, a todos nos llegará el momento de partir a otras regiones, a otros mundos, donde la materia tiene estados diferentes. Lo que debe preocuparnos ahora es el destino de nuestro mundo. Yo he sido su guardián, su guía y maestro y es así que debo designar a un sucesor.

El Pirañabuitre detuvo su copa a un centímetro de su boca, confiando en que el sabio diría su nombre, pero aquel padre traicionero nombró al despreciado Dartacán. Pese a su sorpresa inicial, las criaturas felicitaron a su hermano, que, a partir del día siguiente, aprendería las artes del buen gobernante para ser un próspero y justo rey. Si bien aceptaron la sucesión de buena gana, el único realmente feliz fue Risas, quien se arrojó a los brazos de Dartacán para lavar su movedizo rostro, que se esforzaba inútilmente en sonreír. Esa noche hubo una gran fiesta y el científico dedicó palabras afectuosas a cada uno de sus hijos, a los que quería por igual. Y aunque no dijo nada al respecto, sí que le dolió la ausencia del Pirañabuitre, quien, sintiéndose despreciado por su padre, se había largado a su casa del bosque. Cuando las criaturas del reino se retiraron, el sabio se dirigió a su habitación asistido por Dartacán, pues los años le pesaban tanto que ya no podía desplazarse por sí mismo. Cuando Dartacán arropó al científico, Risas subió a la cama y giró sobre sí preparándose para dormir. —Esta noche quiero estar solo, Risas —dijo el científico—, pues estoy muy cansado. El pequeño observó a su padre agachando las orejas, pero era comprensivo y regresó a los brazos de Dartacán, quien salió de la habitación, apagando la lámpara al momento de cerrar la puerta. —Buenas noches, padre —dijo el gatito. —Buenas noches, Risas; buenas noches, Dartacán. Fue poco antes del amanecer cuando una resplandeciente silueta se deslizó sigilosa por debajo de la puerta del cuarto y una vez que estuvo junto a la cama del sabio, creció hasta convertirse en una escultura de oricalco, la más bella de todas las que existían. —Padre —susurró la silueta—, jamás podré perdonarte. Cubrió los ojos del científico, pues le avergonzaba que lo viera y entonces le clavó su aguijón en el corazón. Había grabado en su armadura el reflejo de Dartacán y, disfrazado como su hermano, se asomó por la ventana del castillo, enseñando su aguijón ensangrentado. Al ver aquella escena, los guardias de palacio corrieron escaleras arriba, encontrando al Pirañabuitre llorando en el lecho de su padre. —Ha sido Dartacán —dijo el Pirañabuitre. —Lo hemos visto —respondieron los guardias. —No ha podido esperar que nuestro padre muriera para empezar a gobernar y le ha clavado una espina en el corazón. Dartacán y Risas aparecieron tras la puerta. Al ver a su padre muerto, se arrojaron a la cama, pero los guardias los detuvieron en el acto. Alertadas por


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—Hijo mío —dijo el rostro—, has de saber que no estoy realmente aquí. Solo soy una proyección holográfica programada por mí mismo para anunciarte la aventura que estás a punto de emprender. Si todo ocurre como lo he previsto, llegarás sano y salvo a un hermoso planeta, donde compartirás con tus verdaderos hermanos. Pero ese planeta se encuentra en los confines del universo. Sí, hijo mío, este viaje será muy largo, pero no debes temer porque no estás hecho de carne y nunca morirás. El científico dedicó la más bella de sus sonrisas a Risas, mientras su rostro titilaba y entonces se desvaneció para siempre. Risas se levantó de su asiento, dio tres vueltas alrededor de sí mismo, en busca de una posición cómoda y volvió a acostarse sobre el cojín. Levantando su pata hacia el lugar en el que estuvo el rostro holográfico del sabio dijo: —Adiós, cara de papá. Con sus curiosos ojos, el pequeño Risas observó los misterios universales que los hombres de todas las eras solo imaginaron. Vio nacer y morir soles, vio agujeros negros supermasivos tragando galaxias enteras y hasta fue testigo de la propia

los gritos, las otras criaturas llegaron al castillo y al ver la sangre escurrir del corazón del sabio, lloraron, deseando al mismo tiempo una justa venganza. —Yo no he hecho daño a mi padre —dijo Dartacán. —¿Qué duda cabe de que has sido tú? — dijo el Pirañauitre—. Eres distinto a nosotros, no hay un solo centímetro de tu piel que sea bello, eres grotesco. Tú y tu falso gato pagarán. ¡Guardias! Cuando los guardias les cayeron encima, el informe Dartacán se escurrió como mermelada entre los dedos de sus captores y se llevó a Risas. Descendiendo por la escalera de caracol, llegaron al jardín, donde estaba el viejo cohete a velas con que el científico había recorrido medio universo. Valiéndose de los conocimientos aprendidos en aquellas largas jornadas con su padre, Dartacán programó el sistema de navegación del cohete e introdujo a Risas en la cabina. —Sube rápido —dijo Risas—, ya vienen. —No puedo, hermanito —dijo Dartacán—. Irás a un buen lugar, no te preocupes. Dartacán se metió el pulgar en la boca y sopló hasta convertirse en un gigante. Dando grandes pisadas, aplastó uno a uno a los guardias que querían derribar el cohete, pero entonces oyó un susurro a sus espaldas y volteó. Era el Pirañabuitre que lo había distraído para clavarle su aguijón en el corazón. —Tú no eres mi hermano —dijo el Pirañabuitre. Observando a su atacante, Dartacán se derrumbó con las manos en el pecho y perdió tanta sangre que se convirtió en un charco. —Pero al menos el cohete despegó —dijo Dartacán desde el piso. Por la escotilla de la nave, Risas observó cómo sus hermanos se apartaban de Dartacán y entonces vio cómo este se pasaba las manos por lo que le quedaba de rostro hasta conseguir una sonrisa, su primera sonrisa, que era su regalo de despedida. Sin poder hacer nada por su hermano, el pequeño Risas cubrió sus ojos con sus patas y lloró sin consuelo mientras el planeta en el que había vivido por tantos años se empequeñecía hasta desaparecer. —Adiós, Dartacán —maulló Risas, sacudiendo su pata—; adiós, padre. Y continuó despidiéndose hasta que los gases de hibernación lo hicieron dormir.

expansión del universo. Algunas veces se aterró escondiendo su rostro bajo su cojín, otras se maravilló y deseó tocar aquellos portentos con los cojines de sus patas, pero aunque vio la esencia misma de la creación, jamás dejó de pensar en su padre y en su querido Daratacán.

3 Pasaron cientos de años, quizás miles, nadie lo sabe con certeza, pero un buen día Risas se encontró sobrevolando el mundo más bello que había contemplado hasta la fecha. Moviendo la cola exclamó: —Padre, parece que llegué a mi destino. Un pequeño paracaídas cosido a mano por el laborioso Dartacán se desplegó durante la caída del cohete que aterrizó en medio de un valle florido.

2 Lo despertó una voz conocida. Era su padre, el científico, cuyo rostro flotaba en la cabina del cohete. Tan real era el rostro del sabio que Risas restregó sus ojos, sin dar crédito a la aparición de aquel fantasma del que había aprendido tanto.

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El aguijón de la serpiente no había logrado atravesar la piel de Risas, pero el agua había afectado gravemente sus circuitos, por lo que el gatito se sacudía de espaldas como una tortuga. —Padre —dijo—, este tampoco es mi mundo. ¡Me estropeo, me estropeo!

4 Llegó el invierno con sus lluvias, el verano, la primavera, el otoño y otra vez el invierno. La hierba creció alrededor de Risas y un día ya no pudo moverse porque se había oxidado. Su cerebro positrónico continuaba funcionando, pero ahora solo le servía para soñar, por lo que Risas creía vivir en su planeta, junto a su padre y Dartacán, quien reía permanentemente, pues había aprendido a manejar los músculos de su rostro de lava. Pasaron muchos siglos y aquel planeta se pobló de nuevas y diversas criaturas, cuya sangre era caliente. Un día, uno de aquellos animales cruzó el campo de hierba y tropezó con un objeto desconocido. Levantando su pata se puso a resguardo, pero algo en su interior le dijo que no había nada que temer. —Mamá —dijo el animalito—, ¿esta criatura se parece a mí? —Es verdad —dijo su madre—, pero no te acerques que puede se peligroso. —Deja que investigue, por favor. ¿Puedo? —Está bien, pero donde mis ojos te vean. El cachorro hundió la nariz en la criatura y entonces esta palpitó. El animalito saltó hacia atrás engrifado, mas su especie era curiosa, por lo que volvió a acercársele. —¿Viste eso, mamá? —Sí —dijo la gata. El pequeño le dio una lamida a una de las patas de aquella criatura y al ver que esta reaccionaba comenzó a lavarle el cuerpo entero, cada vez más entusiasmado. —Mamá, mamá, ¡se mueve! De repente, los ojos de Risas se abrieron como ventanas y maquinalmente giró su cabeza. Como un juguete a cuerda, se incorporó con las patas tiesas y el gatito lo observó sorprendido. —Así que eres un gato —dijo el cachorro—, un gato como yo. ¡Lo sabía! De entre la hierba aparecieron más gatos, gatos de todas las razas, edades y tamaños y al ver que aquel hermano necesitaba ayuda para despertar, ronronearon todos juntos y lo lavaron, poniendo en ello todo su empeño. Lo lavaron desde la mañana hasta la noche y cada vez que aquel hermano mostraba nuevos signos de vida, más lo lavaban. Así lo habían hecho sus ancestros durante generaciones, y ahora que la Tierra renacía, volvían a hacerlo una vez más.

Cuando la nave tocó tierra, la escotilla se abrió con una exhalación y Risas asomó su cabeza al exterior. Inspirando el aire más puro que jamás habían recibido sus artificiales pulmones, bajó de la nave decidido a explorar aquella tierra prometida. Durante días se dedicó a recorrer el nuevo mundo, a trepar los árboles, a saltar entre los campos de flores y a observar los ríos, el cielo y las nevadas montañas de aquel planeta que parecía haber sido creado el día anterior, por otro científico, tan sabio como su padre. Pero por más que recorría el planeta no encontraba formas de vida con las que comunicarse y por eso se sentía casi tan solo como cuando viajaba en su cohete. Una mañana descubrió un río formidable que desembocaba en una cascada espumosa. Curioso como era, decidió introducir su lengua en las aguas prístinas y aunque su organismo artificial no lo necesitaba, bebió largamente. Un animalejo emergió de las profundidades enseñando su partida lengua. —¿Quién eres? —susurró la criatura. Saltando con sorpresa, el gatito respondió: —Mi nombre es Risas. ¿Quién eres tú? —Me llamo Serpiente, nunca te había visto en este río. ¿Quién es tu padre? —El científico. —No conozco a ese que nombras, pero da igual. Acércate, quiero contarte un secreto. Risas levantó sus patas traseras y cayó sobre las aguas para escuchar lo que la serpiente tenía que contarle. La tramposa serpiente lo cogió del cuello y quiso llevarlo a lo profundo del río. —¿Qué me haces? —dijo Risas intentando escapar de su abrazo. —Puaj —dijo la serpiente—, no puedo clavarte mi veneno, tú piel es dura. ¿Qué clase de criatura eres? Y con un latigazo expulsó a Risas de las aguas. —Tú no perteneces a este mundo —dijo la serpiente perdiéndose en lo profundo del río—. Vete, vete y nunca regreses.

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AVENTURAS EN EL MARAVILLOSO MUNDO DE LA TRADUCCIÓN

Por Luis Saavedra

En «De la horrible batalla de los pekis y los policols» logra sacar risas y sonrisas contándonos la azarosa vida de las razas pequeñas de perritos y sus alianzas y contraalianzas, como si esto fuera Juego de Tronos. Con furia diminuta, la sangre se reconoce para ir en contra de quienes amenazan la hegemonía canina. El ruido infernal en parques y espacios abiertos, las correrías que a la raza humana le parecerían simpáticas, son batallas sin cuartel. No obstante, tanta batahola y movimiento solo puede llegar a un límite, luego del cual los bandos podrían ser dispersados por una aparición furibunda e inesperada. En «Cómo llamar un gato» intenta responder una antigua pregunta que tiene que ver con los nombres de los felinos. ¿Cuántos nombres pueden tener? Recuerdo a lo largo de mi vida a varios que vivían existencias dobles y triples con nombres sencillos como Blanquita y Peludito, y se quedaban tan campantes eligiendo, noche sí, noche no, qué mullida cama y cuál rebosante plato de comida. Y, sin embargo, el poema trae a colación una asombrosa teoría. ¿Por qué le preocuparía a un gato el nombre que un ser humano le pusiera? Muchas veces se quedan extasiados en la sonoridad de su propio y verdadero nombre, aquel que nadie conoce. «La última hazaña de Gruñetigre» es una elegía a todos aquellos feroces gatos de techo a los que les falta un pedazo de oreja o un ojo, dejados atrás en luchas intensas que nos despertaron a las tres de la mañana. En esos momentos, no volvimos a dormir preguntándonos cómo podía haber tanta inquina y territorialidad en esos pequeños cuerpos. Y un pensamiento lateral: qué bueno que no soy yo el que tiene que estar en la refriega. Gruñetigre es legendario por su mal carácter, temido en toda Inglaterra y sus territorios, incluso en Bangkok. Su fama lo precede, pero también lo condena. Sin embargo, Gruñetigre no es alguien que se amilana fácilmente. Él es más grande que la vida misma. Y esto es solamente una muestra al azar de lo que el lector se encontrará. Les aseguro que amarán al menos dos, no, tres poemas. Un aspecto asombroso del libro es que es una edición bilingüe. Se puede disfrutar en formato doble, como dos variaciones de vainilla o chocolate. El inglés y el castellano tienen reglas de sonoridad diferentes y los juegos parecen ser irreconciliables.

Empezando en 1934, el poeta norteamericano Thomas Stearns Eliot (1888-1965) escribió poemas en donde exploraba la idiosincrasia de los gatos, su sicología y sociedad, y relataba historias de felinos afamados. Los escribió para sus ahijados, los hijos de los dueños de la editorial Faber and Faber, en la que Eliot era director editorial. Finalmente, aparecieron reunidos en 1939 con ilustraciones del mismo poeta. La obra está catalogada como poesía infantil, pero quienes afirman esto no saben nada del poeta y actúan impulsados por una necesidad de enmascarar el diferente registro que se encuentra en este libro respecto de obras capitales del autor, como La tierra baldía (1922). La poesía de Eliot destaca por su musicalidad en su idioma vernáculo. Juega con la sonoridad de la rima, dentro y en conjunto, generando un ritmo pegadizo que luego rompe violentamente para establecer otro diferente. Se ríe cantarinamente entre línea y línea, y el resultado es El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum.

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L I T E R AT U R A

mente juguetón y tiernucho, que a uno le entran ganas de leérselo al misi residente en voz alta. Este es un libro delicioso que se disfruta de a sorbitos, doblemente delicioso si se puede leer su reflejo en inglés. Pero aún cuando no se acometa esta labor, los sonetos en castellano caen en la categoría de adorables. El viejo Possum del que habla el título no aparece por ninguna parte. Es una broma interna de cuando Ezra Pound y T. S. Eliot se rondaban en Londres. Pound solía llamarle cariñosamente «possum», que en inglés significa zarigüeya, por las capacidades de este animal para fingir su muerte y así sobrevivir. Pound decía que Eliot fingía ser un poeta de temas serios. El libro fue pasando de generación en generación. Mucha gente creció leyendo los sonetos que invitaban al baile gozoso con los Misis. Así fue para Andrew Lloyd Webber, a quien un día le pareció una gran idea adaptar los poemas para construir una obra operática llamada Cats. El musical se estrenó en 1981 y estuvo en cartelera por veintiún años, con más de nueve mil presentaciones, y casi todos los poemas tienen una representación musical en la obra. Y bien, sea en verso, sea en estrofa, uno no puede evitar tararear un pedazo de poema al irse a la cama a dormir. Dicen que el mismo Eliot lo hacía y se sonreía.

Es tan fácil en poesía levantar un puño al cielo y entonar el famoso «traduttore, traditore». En prosa hemos sabido perdonar zafias perversiones, solo por el poder conjurado por el autor, pero en poesía el lenguaje es relevante. Hay que agradecer a T. S. Eliot ser un poeta gigantesco que puede escribir «Now on a peaceful summer night, all nature seemed at play / The tender moon was shining bright, the barge at Molesey lay». Toda una pesadilla para traductores. Pero Regla Ortiz, traductora, logra encontrar y compaginar soluciones ingeniosas para el conjunto. Y así como Eliot se divierte escribiendo, Ortiz se divierte traduciendo, eligiendo el camino de la interpretación y la aproximación. En el vaivén de uno y otro extremo, uno se encuentra cabeceando para observar con asombro las correlaciones de las palabras y sonoridad. Algo incluso más asombroso es que el sentido del humor, a veces muy intraducible, del inglés no se pierde, sino que es resignificado para los lectores en castellano. Nombres y prosas nos parecen cercanos y lógicos, y nos arrancan una amplia sonrisa bobalicona. Solo un delicioso ejemplo, en «La canción de los Misimisis» se puede leer: «Misimisis, salid de noche, / que salga uno, que salgan todos: / la Misiluna brilla esplendente. / Venid los Misis al baile Misi». Y continúa así —ay, por Dios— durante rimas y rimas, tan insoportable-

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C U E N TO

COJITO (CORAZÓN SILVESTRE) Por Rodrigo Rojo Ilustración Victor Hugo Mondaca Crecí en la Cordillera de los Andes, abandoné mi manada cuando la libertad me convirtió de pequeño cachorro a zorro culpeo. Recorrí valles, llanuras, lluvias y estrellas, fui libre como el aire, como el sol, como la libertad. Zorro silvestre me sentí en cada paso, en cada amanecer, en cada hoja pisada; cada aroma nuevo fue un aprendizaje y una nueva ruta. Un día, olfateando para continuar camino junto a un río, un huachi atrapó mi pata. Ayyyyyyyyy grrrrrrrrr uuuuuuuuyyyyyy Mi pata atrapada, qué dolor. Jalé lo más fuerte que pude, el huachi más me atrapaba y el dolor no aguantaba. Desmayé de cansancio, temor y dolor. Cojito te llamarás, muchos animales corearon al despertar. Loros cachaña, loros choroy y loros tricahues no paraban de hablar, hasta una puma llamada Espuma me quiso explicar: Cojito, nunca más a la cordillera podrás caminar. Una nueva familia tuve que aceptar, un centro de rescate de fauna silvestre se transformó en mi nuevo hogar. Un huachi a cojito me trasformó, pena y resignación, ser humano mi patita mutiló. La Libertad silvestre la guardé en mi corazón.

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