La gata de colette N28

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CONTENIDOS CONTENIDOS

Entrevista - Ingrid Isensee

Entrevista - Reverendo Wilson Entrevista - Doctor Pez Literarura - Luis Saavedra Nutrición - Leonardo Cuento - Alberto Rojas M. Historia - Pablo Rumel Espinoza Poesía - Julio Pincheira Literatura - Fundación Adopta Literatura - Ramiro Sanchiz Literatura - Roberto Sanhueza Literatura - Germán Areta

Revista “La gata de Colette” Diciembre del 2021 Publicación mensual Editor: Juan Calamares Corrección de estilo: Eglé Vera-Cardozo Directora: Pamela Gaete Diseñadora: Sofía Garrido P. lagatadecolette@gmail.com www.lagatadecolette.cl


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INGRID ISENSEE:

DESCUBIERTO «QUEHELA FORMA EN QUE QUIEREN LOS GATOS

«

TAMBIÉN ES MI MANERA DE AMAR

Por Marietta Santi Fotografías Sofía Garrido P.

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La actriz comparte su vida con Bicho, un gato negro de doce años, a quien describe como simpático y divertido. Admiradora de los felinos, destaca su dominio teatral de las situaciones y su particular manera de amar sin depender.

—¿Ha cambiado tu relación con Bicho? — Yo creo que tenemos la misma relación, él está menos juguetón, pero juega igual. Tiene doce años, pero mantiene las mismas rutinas que cuando era chico: se despierta, come y juega; juega, duerme y después, en algún momento de la tarde, juega de nuevo. Es parte de mi familia, es importante para mí. A la gente que no le gusta los gatos y que casi me pide que lo encierre, no tengo problemas en decirle: «Ándate de mi casa». Mi gato es dueño de casa. Además, Bicho es supersociable, está acostumbrado y le gustan las personas. Me gusta mucho nuestra relación; cuando se enferma me preocupo mucho. Ingrid, quien impactó como la protagonista de la película de terror Baby Shower (Pablo Illanes, 2011) y como la esposa del personaje principal en El bosque de Karadima (Matías Lira, 2015), ve un no sé qué teatral en los gatos: «Tienen un dominio de las pausas dramáticas, mucho dominio de la situación, de la energía, del garbo. Están ahí haciéndose los tontos, pero tú te das cuenta en el mínimo movimiento de la oreja o como pone la cara, que te está escuchando y que sabe que estás hablando de él. Todo eso me encanta».

Bicho es negro, elegante y sinuoso. Lleva doce años compartiendo su vida con la actriz Ingrid Isensee (46), quien no pudo resistirse a su belleza cuando aún era un cachorro. «Lo vi en una vitrina. Lo estaban regalando junto a todos sus hermanitos, que habían botado. Me lo tuve que llevar», cuenta Ingrid. Ella tiene una relación orgánica con Bicho, de amor independiente. No lo trata como guagua, pero reconoce que es el gran protagonista de su hogar. «En mi casa siempre hubo gatos; mi abuela y mi papá tenían gatos, es cosa de familia. Después, cuando vivía sola, quería tener uno, pero me daba miedo que estuviera mucho tiempo solo», dice. Enfatiza que la relación de los suyos con los felinos ha sido muy natural: siempre estuvieron dentro de la casa, acostados en los muebles, como parte del hogar.

—¿Qué es lo que te seduce de los gatos en particular? —Los encuentros divertidos, superchistosos, superridículos, además de independientes. Yo soy una persona muy independiente, no soporto a la gente pegote y los gatos no lo son. Hay un momento del día en que quieren estar arriba de ti y lo deciden, pero son momentos cortos. Te aman, pero no son dependientes, no están necesitados ni desesperados, pero al mismo tiempo emocionalmente necesitan que tú los quieras y que te preocupes por ellos. Mi gato estaba acostumbrado a que yo saliera todo el día y luego, en pandemia, cuando me quedaba en casa, Bicho era feliz. Cuando yo no estoy, él se apaga. Los gatos son independientes, pero independientes a tu lado. Son cool y eso me encanta.

...Me gusta ver a Jackson Galaxy y su serie Mi gato endemoniado porque encuentro que son muy bonitas las conclusiones que saca en relación con los gatos y sus dueños...

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INDEPENDENCIA AL MODO GATUNO

clusiones que saca en relación con los gatos y sus dueños. Generalmente, el gato siempre es inocente, el problema es el humano. He descubierto que la forma en que quieren los gatos también es mi manera de amar, es decir, no me gusta que me necesiten y no me gusta esa sensación de pegoteo. Para mí el cariño se demuestra con hechos concretos y no con cosas enfermizas. Eso me gusta de los gatos y no me había dado cuenta de que lo tenía tan consciente en mi vida hasta que vi un capítulo de Jackson Galaxy donde lo ejemplificó muy bien con un caso. Me veo muy reflejada en eso.

La actriz cuenta que Bicho ha sido siempre un gato muy sano. Solo que con los años empezó a sufrir diarreas y su pelo no se veía tan brillante como siempre. «Me cambié de casa, fui a otro veterinario y no me gustó como enfrentó la situación. No me gustan los doctores que asustan a la gente, me gusta que la información sea dura, pero sin ponerle drama. Recuerdo que me asustaron mucho y yo no paraba de llorar. Hasta que encontré a una veterinaria que viene a la casa, que descubrió que Bicho tenía alergia. Empecé a darle un alimento de proteínas hidrolizadas y su estado mejoró», cuenta. Insiste en que en el tema salud, con su gato se comporta como lo hace con ella misma. Prueba, observa y se queda con lo que le hace mejor. Se explaya en ese punto: «Mi relación no es tan distinta a cómo me relaciono conmigo. No lo trato como guagua, pero es superprotagonista porque me cae muy bien, lo encuentro superchistoso, lo veo y me da risa, y le hago videos porque lo encuentro simpático. Pero no es mi guagua ni nada de eso. Es mi gato, es mi cosita linda y, además, es muy cariñoso». —Otros entrevistados me han dicho que han aprendido de sus peludos. ¿A ti te ha pasado con Bicho? — No, pero hay algo que descubrí. Me gusta ver a Jackson Galaxy y su serie Mi gato endemoniado porque encuentro que son muy bonitas las con-

—Hablemos un poco de tu parte profesional, ¿en qué estás? —Estoy montando el documental que llevo haciendo hace harto tiempo, Felisa y yo, que tiene que ver con la maternidad, pero también es una exploración de cómo ser mujer en mi generación y cómo buscar las experiencias de otras mujeres del pasado, antes de que el feminismo hubiera permeado la sociedad. Es un trabajo con mi tía abuela, Felisa, y con mi mamá también. La línea argumental de la película es la maternidad. Yo creo que va a estar lista en 2022. —Eso significa bucear en tu historia, buscar fotos, hacer entrevistas… —Claro. Entrevisté a mi tía abuela, que nació en 1915, hace hartos años. La visitaba y, mientras tomábamos tecito o almorzábamos, yo grababa. Ella

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hablaba de lo que quería. Yo le preguntaba cosas, pero sin una agenda temática. Después de unos años revisé ese material y me di cuenta de que era superrico en feminismo, pero sin ser panfletario. Le salía muy natural, ella vivió su vida en sus propios términos, mi mamá también la ha vivido así y yo también. Entonces, es un diálogo sobre vivir la vida en nuestros propios términos, pero la estructura es la maternidad.

LOS LIBROS DE INGRID Safari, de Pablo Toro: «Excelente novela, la mejor de 2021, lejos. Es una ficción sobre un mundo distópico con mucha violencia, pero todo se entiende y está muy bien escrito».

—Son generaciones que se van permeando la una a la otra. —Sí, es como vivir independiente del contexto, por eso digo en los propios términos. La maternidad es la estructura y la menopausia precoz también es un hito importante. La menopausia sigue siendo un tema tabú, se sabe poquísimo, no entiendo por qué. Por supuesto que está asociado con que el cuerpo de la mujer tiene que ser productivo, y lo es en la medida que es madre. Si no tienes óvulos en tus ovarios no eres productiva, por lo tanto, ya no eres mujer y te tienes que esconder. Es puro machismo.

Línea nigra, de Jazmina Barrera: «Se trata de un diario de maternidad que escribió una mujer mientras estaba esperando guagua, cuando la tuvo y relata todo lo que vivió y sintió. Es muy interesante porque no pone este velo rosa, es supercompleto, sencillo y bueno».

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REVERENDO WILSON:

«LA FIGURA DEL ANIMAL

ME PARECE UN ELEMENTO FANTÁSTICO

PARA LLEVAR EL TERROR

POR CAMINOS FASCINANTES E INSPIRADORES» Por Juan Calamares

Daniel Rodríguez Sánchez, o Reverendo Wilson para los amigos, es un crítico de cine español, especializado en la divulgación de cine fantástico, de terror y de culto. Es autor de tres libros (Rob Zombie. Las siniestras armonías de la sordidez, Video Nasties Vol. 1 [1963-1979]: Memorias de un cine prohibido y Video Nasties: memorias de un cine prohibido vol. 2) en los que demuestra su compromiso con el género. Tanto en su blog, El gabinete del Reverendo Wilson, como en su podcast semanal, El calabozo del Reverendo Wilson, que cuenta con cientos de seguidores que

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que jamás me había puesto delante de un micrófono para poder disertar acerca de mis aficiones. Empecé a cogerle el gusto a eso de narrar a través de las ondas y, cuando comencé a colaborar muy asiduamente con mis compañeros y amigos de Aguas Turbias Podcast, vi el momento de intentar tener un podcast propio y especializarlo en un cine más transgresor y oculto, que habitualmente no tiene cabida en los medios mainstream. Lancé el primer programa allá a primeros del 2017, a modo casi de episodio piloto, tratando El más allá (1981), de Lucio Fulci, como un capítulo lanzadera, sin intenciones claras de darle una continuidad; la respuesta fue tan cálida y entusiasta que me animó a continuar con el podcast e ir dándole una personalidad a lo largo de los años. Al momento de estas líneas El calabozo… ya lleva más de 150 programas. —Haces una constante defensa del cinema bis, nunca lo miras por debajo del hombro, independientemente de su presupuesto. ¿Te parece que la crítica especializada ha sido injusta con este tipo de cine y que le debe una relectura? —Totalmente, aunque pienso que la globalización a la que nos ha llevado internet está otorgando cierta justicia poética, ya que, si nos remontamos muchos años atrás, el reverso crítico que reivindicaba estas cinematografías soterradas estaba ubicado exclusivamente en un circuito underground, es decir, revistas especializadas y fanzines (al menos aquí en España). El altavoz que supone internet y la rapidez a golpe de clic de sitios y analistas especializados diría que está otorgando cierta heterogeneidad al espacio crítico, propiciando esa relectura que mencionas por quienes hace años ignoraban las valías de estas cinematografías. No habría que olvidarse del hecho de que directores tan respetados y populares como Quentin Tarantino o Nicolas Winding Refn (entre otros muchos) están peleando por reivindicar este tipo de cine a todos los niveles; en el caso de Nicolas hasta auspiciando remasterizaciones como la de Dawn of the Dead. Creo firmemente en ese dicho popular de «el tiempo pone a cada uno en su lugar» y con el cinema bis no va a ser una excepción. —Has escrito un libro sobre el director Rob Zombie. Háblanos de su influencia en el moderno cine de terror. —Precisamente, y enlazándolo con la pregunta anterior, Rob Zombie es uno de esos cineastas que siempre ha luchado por rescatar y reivindicar los estertores menos habituales del cine de género. En su cine es muy evidente, y pertenece a esta generación de directores que a principios de los 2000 revolucionaron el moderno cine de terror (en esa época, un género herido de muerte) por, entre otras razones, anteponer su condición de fan a la de cineasta; es

consideran aquel sitio virtual como el templo del culto, manifiesta un deber militante con el llamado cinema bis, aquel cine de guerrilla, siempre disruptivo, que trasciende etiquetas y que busca seducir a un espectador que no se conforma con los que se exhibe en las salas comerciales. Despejemos mitos: los amantes del cine de terror somos amantes de los animales y el Reverendo Wilson —que vive con cuatro gatos, todos rescatados y muy queridos— también lo es, por algo es un colaborador habitual de La gata de Colette. Conozcámoslos.

—Tienes un blog especializado en cine de terror, un podcast semanal con cientos de seguidores fieles y tres libros publicados. Tomando en cuenta todo aquello, ¿cómo fue el paso de fan a divulgador y crítico? —Pienso que si vives una afición con mucha tenacidad y pasión, el pasar de fan a divulgador es un camino natural. En mi caso, a mediados de los 2000, con el auge de los blogs y websites especializados, me fue picando la curiosidad sobre el desarrollo de un espíritu crítico, que se pudiera plasmar en papel o, en su defecto, en reseñas online. Comencé a colaborar en una web especializada en cine minoritario como Cine Maldito (cinemaldito.com), justo en los orígenes del portal (¡y sigo en su equipo hasta el día de hoy!). Me di cuenta de que empezaba a deleitarme eso de escribir acerca de lo que más me gusta, el cine. A continuación, llegó la apertura de mi blog, El gabinete del Reverendo Wilson (reverendowilson.com), que quise especializar en un nicho que yo veía como poco explorado: el cine de género. Gracias a ello llegó la oportunidad de publicar mi primer libro, la monografía de Rob Zombie, que me permitió hacer un «tour» por varios podcasts presentando la publicación; desde ese momento todo fue un ascenso de ambiciones que me llevaron a lanzarme con una publicación sobre las Video Nasties, además de mi podcast propio. —¿Cómo surge El calabozo del Reverendo Wilson? —Casi al mismo tiempo de las presentaciones «virtuales» que pude hacer de mi libro Rob Zombie. Las siniestras armonías de la sordidez. Para su promoción, pude participar en varios podcasts españoles, con cierta aprensión por mi parte, ya

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impreso en la autoría creativa de muchos cineastas. Con la llegada del nuevo siglo, el atentado contra el World Trade Center influyó en cierta medida en ese nuevo cine de terror venido de, entre otros, esos cineastas que antes te mencionaba. El mundo ha cambiado desde aquel 11 de septiembre, y el cine de terror se ha vuelto un vehículo donde nuestros miedos pueden verse manifestados. Pienso que en los años venideros la pandemia mundial que aún al día de hoy se cierne sobre el planeta también se evidenciará en las piezas cinematográficas que estén por venir, más especialmente en un género como el terror, que suele tener la anarquía narrativa interna para esa libertad autoral que tanto se necesita. —A propósito de renacimientos, ¿cómo ves el actual panorama del cine de terror español, más allá de Jaume Balagueró o Paco Plaza, por ejemplo? —Nunca ha dejado de haber propuestas interesantes, aunque da la sensación de que, ya bien sea por ser unos nombres que ya de por sí solos venden la película o por ausencia de un relevo generacional, salen pocas cosas más allá de los directores que mencionas y sus compañeros de generación. Solo hay que ver algunas de las propuestas que se estrenan actualmente (como los recientes remakes de los episodios de Historias para no dormir, donde los capítulos más mediáticos son los dirigidos por los nombres de siempre). Sí que se podría justificar en que por cercarnos a Balagueró o Plaza, estos han sabido imprimir en sus películas una cualidad que hace a sus obras muy interesantes

decir, dicho coloquialmente, hicieron las películas que ellos quisieran disfrutar como espectadores, amparándose en un reflejo de los cambios que sufrió el género en las décadas de los sesenta y más especialmente en los setenta. Rob y su generación (Eli Roth, Alexandre Aja, Neil Marshall…) crearon una new wave que condujo al género hacia un horror incómodo y de inspiraciones realistas, como en su día lo hicieron otro grupo de enfants terribles del terror —Tobe Hooper, John Carpenter, Wes Craven (entre otros muchos) en la década de los setenta—. En el caso de Rob, este supo imprimir un sello muy personal tomando como punto de partida una concepción transgresora de las aristas más desprejuiciadas y excesivas del horror; creó un sello propio al que dio relieve de forma catártica: encontró en el cine (un arte que puede englobar a todos los demás) el vehículo perfecto donde conducir ese conglomerado underground que tiene en su cabeza, al que ha podido inspirar en su polifacética carrera como artista. —Me podrías contar también sobre el trabajo de investigación que significó la escritura de Video Nasties 1 y 2. —Cuando decidí realizar un libro acerca de las Video Nasties partí del hecho de que las nasties eran concebidas mayoritariamente como una etiqueta y no como un fenómeno. Mi decisión fue primeramente enfrentarme al visionado de cada una de las películas que componen el listado de obras perseguidas y prohibidas del Reino Unido (muchas de ellas ya las tenía vistas, pero otras tuve que hacer cierta labor de arqueología para poder encontrarlas) y luego, empaparme de todo lo que supuso el fenómeno a nivel sociopolítico. Empecé a descubrir que las Video Nasties no eran simplemente un listado circunstancial de películas que sufrieron un episodio de censura (algo extensible a otros países), sino que con ellas se originó toda una revolución en el ámbito social y político de la nación, en el que se llegaron a declarar a simples cintas de video como «el enemigo número uno de la población». Ante ello, tuve que hacer una ardua labor de documentación para intentar comprender y asimilar todo lo que sucedió allí, justo en el momento en el que un grupo de personas poderosas no supieron comprender las poderosas líneas del cinema bis y los cambios en los modelos de consumo de cine. —Se suele decir que vivimos un resurgimiento del cine de terror. De ser así, ¿a qué crees que se deba este fenómeno?, ¿será un reflejo inconsciente de la realidad que nos tocó vivir? —Diría que la situación del cine de terror como un reflejo del estado sociopolítico del mundo es más que evidente. Haciendo la labor comparativa con décadas anteriores, el complicado status social que se vivió en los setenta (como a mí me gusta definirla, esa década que lo cambió todo), quedó

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la presencia del personaje de Barbara Steele en La máscara del demonio (Mario Bava, 1960). Es una imagen espectacular y altamente simbólica para la historia del cine de terror, más concretamente para el europeo; la potente fisonomía del dogo para dar iconografía a la postal más recordada de uno de los mejores cuentos góticos que se han podido ver en una pantalla de cine. —¿Cujo o Pet Sematary? —Soy más de Pet Sematary (Mary Lambert, 1989). Quizás por ser la novela que me pilló en un momento especial de la adolescencia donde absorbes como una esponja todo lo concerniente al terror, o porque su primera adaptación cinematográfica me parece un producto más que digno y que supo llevar a la pantalla cierto poderío de la fisonomía animal para las líneas del terror. He de reconocer que el genial tema de The Ramones también tiene algo que ver en mi elección. —¿Has tenido alguna experiencia alucinante o inolvidable con algún animal? —Casi adelantándome a la siguiente pregunta, voy a centrar mi respuesta en uno de mis gatos, Lukas, quien suele acompañarme siempre en mis visionados de películas. Esto no debería sorprender a quien tiene un amigo gatuno en casa, pero el caso de Lukas es especialmente interesante por el hecho de que, apoyado en mi regazo, se queda mirando la televisión con muchísima atención, en especial si la película pertenece al género de terror. Casualmente (o no), cuando la película visionada no se aproxima al género, o tiene un ritmo complicado, al cabo de media hora deja de prestar atención y se queda dormido. Ver para creer, por aquí nos gusta llamarlo «el gato del cine de culto». —Entiendo que tienes dos gatos rescatados. Háblanos de ellos y de tu relación con los animales. —En realidad, son cuatro los gatos rescatados: el ya mencionado Lukas (tabby o atigrado), Savannah (siamesa), Dorian (snowshoe) y la pequeña Uma (carey), rescatada de la calle en plena pandemia. Aunque suene a tópico, su llegada a casa nos ha cambiado la vida y, entre otras cosas, nos ha permitido desarrollar una de las cosas más fascinantes que cualquier amante animal debe llevar a cabo: el conocer el carácter felino, ese gran desconocido, acompañado de un sentimiento de lealtad y compromiso hacia la unidad familiar que supura tanta pasión que difícilmente se puede encontrar en el día a día. No me gusta mucho utilizar el término mascota, ya que pienso que desde el momento en el que un animal llega a tu casa a convivir se convierte en un miembro más de la familia; yo de esto me he percatado desde la llegada del primero de mis gatos. Un sentimiento de devoción recíproco sería el término con el que me gustaría resumir mi relación con los cuatro.

para el mercado: la facilidad de exportación. En el caso de Verónica (2017), de Plaza, película de terror española que fuera de nuestras fronteras ha tenido una recepción buenísima, su éxito se ha debido, en mi opinión, no a sus cualidades cinematográficas, sino a la facilidad con la que Plaza ha sabido amoldarse al terror que en Estados Unidos domina las taquillas. Ahora mismo, y por lo que he podido comprobar en mi presencia en festivales, en estos certámenes es donde suelen quedar recluidas las nuevas aportaciones al cine de terror español fuera de los nombres de siempre; algunas de ellas tienen la suerte de pasar de las pantallas de los festivales a las plataformas de video bajo demanda. —¿Estás familiarizado con el nuevo cine de terror latinoamericano? ¿Crees que existan vínculos temáticos entre este y el español? —Sigo con mucha atención el cine de terror latinoamericano y creo que ahora mismo está gozando de un período de gracia de un grupo de nombres muy interesantes. Te cito de memoria algunos de los títulos que más me han impactado como Muere, monstruo, muere (2018), de Alejandro Fadel; La llorona (2019), de Jayro Bustamente; Aterrados (2017), de Demian Rugna o, entre otras muchas, Vuelven (2017), de Issa López; esta precisamente me parece una fusión entre terror y drama, con la infancia y la orfandad como telón de fondo, que en su día me sorprendió muy gratamente y que tiene una imaginería tan impactante como emotiva. Me da la sensación de que, aunque fue apadrinada por gente como Guillermo del Toro, es una película que merece más luminosidad mediática. »En relación a la segunda pregunta, está claro que el carácter latino a la hora de ejecutar las formas para el terror se puede sentir en ambas cinematografías y más aún si lo comparas con el cine mayoritario venido de Estados Unidos. Pienso, eso sí, que el cine latinoamericano es mucho más fiel a la hora de asimilar e imprimir sus raíces folclóricas, creando un sello autoral perfectamente identificable con su origen, algo ya palpable incluso si echamos la vista a décadas atrás. Casi en relación a lo que antes te mencionaba con el nuevo cine español, sí que en mi país echo de menos ese atrevimiento a la hora de hacer productos que se arriesguen y no se aminoren a la hora de fomentar sus raíces autóctonas. —¿Alguna película de terror donde esté presente la figura de un animal, que te haya impactado? —Hay varias ya que, como he ido reivindicando recientemente en el espacio que La Gata Colette me ha cedido, la figura del animal me parece un elemento fantástico para llevar el terror por caminos fascinantes e inspiradores. Pero si he de quedarme con una, aunque la figura del animal sea circunstancial y ya haya escrito por aquí de ella, es la representación de los dos dogos que revisten

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DOCTOR PEZ:

«CREO QUE EL ANIMAL ES UN ESPEJO

INALCANZABLE»

Por el Juan Calamares del siglo XXXIII Fotografías por Sofía Garrido Parra

Doctor Pez (45) es un músico, cantautor, poeta y gestor cultural chileno con una extensa trayectoria y con una de las discografías más extensas de nuestro país. Dueño de un eclecticismo que combina estilos tan diversos como el folk, la música de protesta, el punk y el rock progresivo, este

innovador artista ha integrado múltiples proyectos musicales, entre los que destaca su banda punk electroacústica Solteronas en Escabeche. Conozcamos un poco más sobre su carrera, su mundo y su relación con los animales, en especial con su gata Naranja.

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—¿Has tenido alguna experiencia alucinante o conmovedora con un animal? —He tenido varias. En el ámbito doméstico, tengo la absoluta certeza de que mis gatos me descubren cuando estoy triste y me consuelan imperceptiblemente. En el salvaje, una vez vi por unos segundos a dos peces voladores desde un barco cerca de Juan Fernández y habiendo mucha gente alrededor, fui de los pocos que los vieron. Me quedó para siempre una sensación extraña, como de haber visto un mensaje secreto y tornasol. En el histórico, hace años vi la impactante foto de la elefanta Mary en EE. UU, quien había aplastado el cráneo de su cuidador mientras la golpeaba por invadir una plantación de sandías. Se le hizo un juicio por homicidio y se la condenó a morir en la horca. En la foto se la veía colgando de una grúa. En el campo místico, en un centro energético en el Valle del Elqui escuché a las hormigas comunicándose entre sí y quedé por muchos días con la idea de estar rodeado de una fragilidad que nos observa. —Tienes un vínculo muy especial con Mowgli, el personaje de Kipling; uno de tus hijos lleva ese nombre y además tu primera canción lo tiene como protagonista. Háblanos sobre ese vínculo. —Como buen lobato, conocí de chico la historia, pero solo hasta donde Disney la dejó. Ya de adolescente, leí el libro y me marcó aquella escena primaveral en la que un Mowgli también adolescente comprende que todos los animales buscan naturalmente reproducirse con los de su especie. Me pareció una metáfora perfecta del despertar de la conciencia. Esa enseñanza quise sembrar en mi hijo Dorian a través de su segundo nombre. —¿Los animales son capaces de percibir la música? —Creo que todos los reinos de los seres vivos la perciben y que la capacidad de interpretarla varía según la estructura sentiente de cada cual. Asimismo, el ser humano. Nuestra estructura sentiente está determinada en parte por nuestra cultura, así como por los detalles de nuestro cuerpo único. —¿Tienes un método para componer? —Lo interesante es crear métodos para componer, así como para escribir, leer, escuchar y, sobre todo, para entrecruzar los mismos métodos y sus resultados, adentrándose uno, entonces, en un lenguaje cada vez más total y, por lo mismo, cada vez más incompleto. La antigua idea de que mientras más sé, más desconozco. —¿Cómo llegó tu gato a estar contigo? —La Naranja es hija de una gata del Mimo (bajista de Solteronas en Escabeche) y Paspartú se lo regaló la Laura Corona a la Evita. Ambos tienen cerca de 11 años con nosotros. Vivieron sus primeros

cuatro años en un departamento en avenida Grecia y eso los marcó. Ya llevan siete años acá en la casa de Pudahuel y no salen del patio y el antejardín. Son muy hogareños. —¿Te acompañan en tu proceso creativo? —La Naranja aparece en algunos discos cantando y bufando. Paspartú ronronea también por ahí. Pero claro, suelen estar mucho más presentes en la parte silenciosa del proceso, en la reflexión en el patio o en el ejercicio calmo de búsqueda de sonoridades con la guitarra. Ellos miran y cierran los ojos, como quien dice: «Voh, dale». —¿Existe algún vínculo entre el artista y el mundo animal? —Quizás lo único que comparten las distintas concepciones de artista es su necesidad de plasmar sus intentos de llenar un gran vacío. Me da la impresión que los animales, en cambio, no intentan eso. No sé si haya un vacío en ese mundo. Entonces el artista añora al animal y busca la forma de acercarse a él, convirtiéndolo en método, en herramienta, en lienzo, en figura, en compañero de un viaje que el humano necesita hacer, no el animal. Creo que por eso Francisco de Asís, y otros antes y después de él, buscaron el desapego, observando al animal. Creo que el animal es un espejo inalcanzable.

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HISTORIAS ASOMBROSAS DE GATOS 1 Y 2 LAS MUCHAS VISIONES DEL GATO Por Luis Saavedra

Historias asombrosas de gatos es una serie de relatos que lleva ya dos volúmenes en el mercado. La iniciativa está patrocinada por la Fundación Adopta y tiene la finalidad de recaudar fondos para la construcción del Santuario Emilia para gatos ciegos, ancianos y con discapacidad, que ya se encuentra bastante avanzado. En el prólogo del primer libro (2019), Juan Calamares relata la génesis del concepto que existe detrás: la desaparición de Emilia, la gatita ciega que llegó al refugio. Un momento de puro terror, que se aplacó de inmediato cuando apareció sana y salva, tranquila como es. Lo que sucedió ese día solo lo conoce ella, pero dio paso a una serie de novelas, cómics y libros, muchos de ellos creados por el mismísimo Juan Calamares. Específicamente, la potente imagen empática de Emilia ha servido como motor para la poesía y la prosa, y que se

...La ciencia ficción se hace presente en dos relatos que son accidentalmente parecidos, reflexiones en el mismo espejo. «Jonesy», de Connie Tapia Monroy, y «Un muchacho y su gato», de Juan Calamares. En ambos se adivinan las subrepticias referencias a los relatos posapocalípticos, en donde la esperanza es un bote salvavidas para los personajes. ..

concretó en trabajos de diferentes autores como Cristina Mars, Gervasio Navío Flores, Carla Zúñiga, Ramón Díaz Eterovic, Alberto Rojas, entre otros. El primer libro (2019) es una colección de textos vivenciales antes que narrativos, de gente que ha tenido el privilegio de ver trastocadas sus vidas por las visitas, siempre temporales, de gatas, gatos, gatitos, gatitas. Está el texto que cierra el libro, de Alison Mandel («Muamia, a manera de epílogo»), en donde la autora describe la relación con su gata a través de un proceso de sanación y mutuo beneficio. Algo así como «solas contra el mundo», pero que también reflexiona sobre la certeza de que todo es pasajero. «Mancha (siete gotas de piedad)», de Gervasio Navío Flores, es el

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primer relato propiamente literario en aparecer. El escritor sevillano nos lleva por una historia de marginalidad muy entretenida, con personajes macanas y queribles, con una anécdota mínima, pero sostenida con una prosa rápida que te lleva hasta el final pidiendo más. Inmediatamente después viene «Dónde van a parar los gatos que no vuelven nunca más», de Carla Zúñiga, que es una reflexión desde la ausencia y la pérdida, sobre las múltiples posibilidades que abre un hueco en la vida. Un texto invitador y frágil, que no da concesiones a los facilismos. La ciencia ficción se hace presente en dos relatos que son accidentalmente parecidos, reflexiones en el mismo espejo. «Jonesy», de Connie Tapia Monroy, y «Un muchacho y su gato», de Juan Calamares. En ambos se adivinan las subrepticias referencias a los relatos posapocalípticos, en donde la esperanza es un bote salvavidas para los personajes. Pero también hay espacio para la poesía, como en «Posible Gato», de Matías Rivas Undurraga, que se desliza sedoso sobre la lengua, sedoso como un felino. Y podemos encontrar un relato policíaco y negro en «Muchos gatos para un solo crimen», de Ramón Díaz Eterovic. Uno que me encantó fue «Sabores de la granja», de Natalia Mardero, que da rienda suelta sardónicamente al secreto deseo de todo dueño de un gato. felino se entronca en profundas experiencias personales, en los malos tiempos que pasamos de tanto en tanto. Se los recuerda provenientes de un pasado mítico, personal e histórico, en donde jugaron un rol preponderante. Por lo tanto, no es menor este impacto; los textos sostienen que estas relaciones se convierten en esenciales para la vida, pero creo que también se deberían celebrar en distinto tono, de manera de evitar una uniformidad que suele pesar en la lectura. Una segunda reflexión nace de que estos relatos no tratan sobre los gatos, sino de la gente que ha convivido con ellos. La sola presencia felina, que por lo general son catorce horas de sueño, genera definiciones insospechadas en el comportamiento humano. En una anterior columna decía que en la narrativa que refiere a animales como protagonistas, estos generalmente se transforman en vasos comunicantes hacia las verdaderas historias, que son, por supuesto, las vidas de mujeres y hombres, o que al menos encarnan el carácter humano. Por lo tanto, ambos libros son también una búsqueda de qué nos hace humanos.

El segundo libro es mas complejo narrativamente hablando, con dos relatos pivotales. «El gato sin nombre», de Miguel Ángel Ferrada, es un relato de horror lovecraftiano, atmosférico y lleno de guiños a la obra del de Providence, que se mueve entre Valparaíso y Ulthar. Con una escritura precisa y firme, nos embarca en el género de terror. En tanto, «Continuidad de los gatos», de Ramiro Sanchiz, un especialista uruguayo en ciencia ficción, reflexiona sobre la obsesión humana por la otredad, lo no-humano y la posibilidad de que pueda estar muy, muy cerca. En «El templo de los gatos», de Laura Pesquera Serrano, se da constancia en forma muy poética sobre el tema del abandono y la vida callejera; es un texto cortísimo, pero contundente y que cala en el lugar preciso para depositar su mensaje. Distinto tono usa Óscar Barrientos en su «La puertita del patio», en donde se desliza por la cotidianidad de las cosas, afable y relajado, y termina contextualizando la narrativa en un marco más grande, histórico. Y volvemos al tono sombrío con «Creencia», de Carolina Bello, que nos narra una historia especular sobre el fin de los días. Y nos detenemos con una narración que va hacia el origen, en donde todos los gatos son el gato, en «Maullido primordial», de Flor Canosa. Un par de reflexiones finales. El tono de la mayoría de los textos te deja un regusto amargo, triste. Para esa mayoría, la experiencia de tener un

Los dos libros que componen estas Historias asombrosas de gatos son una recopilación disfrutable de puntos de vista, reflexiones y correrías de nuestros queridos felinos. Uno nunca se cansa de leerlos y auguramos que muchos otros volúmenes vengan a instalarse en la serie. En realidad, no deberíamos augurar. ¡Los queremos ahora ya!

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NUTRICIÓN

LEONARDO,

UN ALIMENTO PARA CADA FASE DE NUTRICIÓN DE TU GATO Los integrantes felinos de la familia también deben mantener la línea. ¿CÓMO CUIDO EL PESO DE MI GATITO?

A la hora de alimentar a nuestros gatos y elegir el alimento adecuado, ya sea húmedo o seco, debemos tener en cuenta las siguientes consideraciones que nos comenta la doctora Genoveva Godoy, médico veterinario especialista en Medicina Felina de @Mundogatos: «Es muy importante saber y recordar que nuestros gatos son carnívoros estrictos. Por eso su dieta debe ser con proteína como ingrediente principal. Para verificar esta información, es muy importante leer las etiquetas de los alimentos en el orden en que aparecen los ingredientes, sabiendo que el primer, segundo y tercer ingrediente son los que vienen en mayor cantidad». Además de esa consideración, debemos saber que el tipo de alimento también dependerá de la edad de nuestros gatitos. Es decir, en edad temprana debe ser para cachorros, luego uno para edad adulta y, finalmente, para edad madura. Esto nos ayudará a que la alimentación considere de forma especial los nutrientes que necesitan nuestros felinos según su edad.

¿Te has fijado que cuando un humano necesita cuidarse va al médico, sigue sus controles, hace deporte y come de manera equilibrada? Lo mismo deberíamos hacer con nuestros michis si nos damos cuenta que están con sobrepeso y, además, tienen poca actividad física. No es un secreto que los gatitos son regalones y de carácter decidido, pero a su vez debemos saber otras cosas de nuestros felinos, que nos ayudarán a que estos integrantes de nuestra familia estén sanos y bien cuidados.

¿QUÉ COME MI GATO? ¿Has puesto atención al peso de tu gato? ¿Lo notas más gordito? Cuando te maúlla o se frota junto a ti, ¿corres a darle comida? El ritmo de vida que llevamos, entre trabajo y actividades, a veces no nos permite darle todo el tiempo que quisiéramos a nuestros gatos. Les damos comida, les dejamos juguetes o tenemos sus centros de actividades, pero a la larga vemos que duermen todo el día y comienzan a engordar. En este punto, ya deberíamos estar preocupados. El sobrepeso, como en cualquier especie, no es una característica de salud y en los gatitos trae problemas articulares, respiratorios, digestivos, a la piel o, incluso, en las vías urinarias, entre otras consecuencias.

¿CÓMO COME MI GATO? Por otra parte, es importante tener en cuenta que el alimento tiene una dosis según el peso y la actividad del gato. En general los gatos comen ad libitum, es decir, a libre voluntad o libre demanda de acuerdo a sus necesidades. En la naturaleza, los gatos comen en pequeñas porciones entre 10 y 15 veces por día. No creas que eso es mucho, porque se compensa con su actividad física. Es decir, cazar, saltar, escalar árboles y descansar cuando así lo necesitan. Pero cuando no tiene actividades, el gato se aburre, duerme o simplemente tiene ansiedad por el encierro o por la ausencia de su humano compañero. Para evitar estos ataques de ansiedad que no les permitirán controlar la cantidad de comida que ingieren, la veterinaria de @ Mundogatos y especialista en felinos, Genoveva Godoy, no sugiere: «Debemos enriquecer su ambiente,

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NUTRICIÓN

son precisas y prácticas: «Hay que hacerles rutinas de juegos. Algunos gatos necesitan de su tutor para jugar, otros pueden hacerlo solos o con otros gatos si es que tienen compañía. Debemos probar juguetes que sean atractivos y comenzar a conocer sus gustos. Plumas, varillas con plumas, papeles arrugados, etcétera, hasta saber qué es lo que estimula más a mi gato. Es importante también rotar los juguetes. Tenemos tres juguetes para esta semana, los guardamos y sacamos otros tres para la próxima. Esto va haciendo más estimulante el tema del movimiento en nuestros felinos». Si tomas esas recomendaciones, te asegurarás de que tu gatito tenga la mejor salud física y emocional sacando el sobrepeso y la ansiedad de su rutina. Si quieres asegurarte de la salud de tu michi a todas sus edades, te recomendamos alimentarlos con LEONARDO®, un alimento desarrollado por nutricionistas y veterinarios con diferentes ingredientes saludables, considerando la carne fresca como mayor fuente proteica e integrada con el método de cocción Thermal-Mix, el cual prepara el alimento al vapor permitiendo la mejor conservación de nutrientes, tanto en la comida seca como en las latas. LEONARDO® es un alimento para cada fase de nutrición de tu felino, con sabor delicioso, sin colorantes, potenciadores de sabor o conservantes artificiales.

recordemos que viven en ambiente tridimensional. Tenerles comederos interactivos, a través de los que generaremos desarrollo cognitivo y bajaremos el estrés, nos ayudará a que el gato sepa que tiene comida a libre disposición, pero que debe trabajar un poco para obtenerla. Así lograremos dosificar la comida de nuestro gato y lo estimularemos a llevar un ritmo más natural».

¿CÓMO SE MUEVE MI GATO? Ya sabemos qué y cómo deben comer nuestros michis. Lo que consideraremos ahora es cómo se mueven. Hay gatos muy activos y que se deben alimentar de acuerdo a ese gasto energético, como hay otros que poco a poco van ocupando más horas de su día —y noche— en dormir. En ese caso, debemos saber que, si la alimentación no acompaña al movimiento, terminaremos teniendo un gatito con sobrepeso. El mundo de nuestros gatos está construido con todo lo que nosotros les entregamos. Somos para ellos una abundancia de recursos, como compañía, descanso y alimentación. Debemos, dentro de nuestras posibilidades, demarcarle espacios de juego, de descanso e incluso refugios aéreos en los que se puedan relajar, como cuando suben a los árboles y miran desde ahí su reino. ¿Cómo estimulamos el movimiento y la salud física de nuestros felinos? Las recomendaciones de la doctora Genoveva Godoy de @Mundogatos,

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C U E N TO

LOS VERDADEROS DUEÑOS

DEL PLANETA Por Alberto Rojas M.

La delgada barra vertical se detuvo junto a la última letra de la palabra «nocturna» y permaneció inmóvil mientras parecía palpitar al final de aquella frase inconclusa. Luego, de manera intempestiva, la barra retrocedió borrando dos líneas completas de aquel párrafo. —No, no es eso… —murmuró Roberto Miranda poniendo ambas manos detrás de su cuello, en un vano intento por relajar en algo la tensión acumulada en su espalda y hombros. Quedaban solo tres días para entregar el relato que le habían pedido, pero una a una había ido descartando las ideas para aquel breve texto; sabía que no podía darse por vencido. Sobre todo, tomando en cuenta que se trataba de una antología que iba a reunir a una veintena de autores latinoamericanos y que se publicaría en España. Unos pasos que él conocía de memoria le hicieron levantar la mirada hacia la puerta de la habitación que usaba como escritorio, biblioteca y «zona de videojuegos», como se podía leer en un cartel colgado junto a la ventana, pero que más pronto que tarde acabaría siendo la pieza para una futura guagua. Magdalena abrió la puerta y le sonrió desde el umbral, moviendo su coqueta melena negra.

—¿Todavía trabajando en el cuento? — preguntó dedicándole la mejor sonrisa que pudo. —Sí, pero ya tengo la idea principal —dijo tratando de sonar creíble—. Es cosa que me concentre y lo termino en una noche. —No sé si será tan fácil. Llevas dos semanas llegando tarde y muy cansado de la oficina — señaló—. No sé si estás en condiciones de entregarlo a tiempo. —Bueno, eso me pasa por ser escritor de noche y abogado de día —replicó poniéndose de pie para estirar sus piernas. —Lo sé y sabes que te apoyo —dijo Magdalena, estampando un beso en su nariz—. Y como sé que mi escritor favorito necesita energía para seguir creando, bajaré a comprar comida china al local de Chen, ¿te parece? —Me encanta —respondió con una amplia sonrisa—. ¿Lo de siempre? —Sí, unos arrollados primavera, dos porciones de wantán, carne mongoliana… Un suave maullido interrumpió la conversación y las miradas de ambos cayeron de inmediato sobre una gata de pelo largo color «té con leche», pero cuyo rostro y patas eran negros, al igual que su frondosa cola.

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C U E N TO

—¿Qué pasa, Cleopatra? —dijo Magdalena, tomándola en brazos—. ¿Quién es la gata más hermosa del edificio? El felino clavó sus azules ojos en ella y le obsequió un largo maullido antes de comenzar a ronronear. —Ya, quédate con el señor escritor y cuídamelo hasta que vuelva —le ordenó al felino—. Voy y vuelvo, pero no te preocupes si me demoro, porque los miércoles es el día de las promociones y sabes que siempre se llena. —Anda tranquila —dijo Roberto—, yo me quedo con la Cleo. —Cleopatra —le corrigió su novia—. Se llama Cleopatra. —Vale, anda con cuidado. Magdalena le regaló otro beso, salió de la habitación y en pocos segundos Roberto escuchó cómo cerraba la puerta del departamento. Entonces, se dejó caer sobre el asiento, lo giró hacia la ventana y se quedó mirando hacia afuera; desde el piso catorce, la vista de Santiago de noche era casi para un comercial. —A lo mejor debería dejarlo y ya, ¿no lo crees, Cleo? La gata avanzó hasta donde él estaba y caminó un par de veces entre sus piernas, maullando suavemente. Luego se detuvo frente a él y lo miró fijamente, en silencio, sin parpadear. El joven abogado la tomó con cuidado y la sentó sobre sus piernas mientras le acariciaba la cabeza. —Quizás debería buscar una nueva idea, algo totalmente distinto —dijo hablándose a sí mismo—. Después de todo, ¿a quién le interesaría un cuento sobre unos viajeros del tiempo que quedan atrapados en un lejano pasado y terminan construyendo una megaciudad bajo el mar que se transforma en el mito de la Atlántida? —A mí me gustaría. Roberto se quedó en silencio, desconcertado, como si no estuviera seguro de lo que había escuchado. —¿Te das cuenta, Cleo? Ahora imagino voces que me hablan. —No es tu imaginación —volvió a decir la misma voz suave. Roberto se puso de pie, avanzó hasta la puerta de la habitación y observó el vacío pasillo. —¿Magdalena? —gritó hacia el living—. ¿Eres tú? Vamos, ya te pillé. ¿Me quieres asustar? Pero no hubo respuesta a sus palabras. Desconcertado, entró nuevamente y se encontró con la gata sentada en su asiento. —Creo que estoy trabajando mucho —dijo frotándose los ojos—. Debería ir a ver un médico y pedirle algo para… —No seas tonto, Roberto. Estás perfectamente.

—¡Muy bien! —exclamó el hombre—. ¡Ya me harté! ¿De qué se trata todo esto? —Roberto, cálmate de una vez. No estás loco y no hay nadie más que nosotros. Yo te estoy hablando. Soy Cleopatra. Confundido, Roberto se acercó hasta su gata, la observó con detención, como si intentara encontrar algún micrófono escondido entre su pelaje. Cleopatra lo miró con los ojos entrecerrados. —Está claro que mi suegro debe estar detrás de esto —dijo mientras se sentaba en un futón azul ubicado perpendicular a la ventana. —No, Roberto. Aquí no hay ninguna broma —volvió a decir la voz—. Soy yo quien te está hablando: la Cleo. Aunque me gusta más cuando me llaman por mi nombre completo. El abogado y escritor brincó del futón y se arrodilló hasta quedar a la misma altura de su gata, que permanecía en su asiento. —A ver, Cleopatra —dijo con una tensa sonrisa en su rostro—, ¿y cómo es que puedes hablar si no veo que muevas tu boca? —Porque la voz que estas escuchando es producto de la telepatía. No necesito labios, cuerdas vocales ni una lengua para que me oigas; solo mi mente conectada a la tuya. —Entonces, ¿tú eres una especie de ser vivo inteligente y con poderes telepáticos? —le respondió a Cleopatra—. No puedo creer que ahora le esté hablando a mi gata. —Todos los seres vivos son inteligentes y sensibles —volvió a decir la voz en la cabeza de Roberto—. Y lo que ustedes llaman gatos, solo somos seres vivos más complejos que ustedes. —¿En serio? Porque no veo que ustedes hayan construido ciudades o inventado los aviones. —No lo necesitamos —insistió la voz que aseguraba ser Cleopatra—. Hace millones de años nosotros también éramos como ustedes, seres de carne y hueso, en un planeta a 312 años luz de la Tierra. Nos organizamos, poblamos nuestro mundo, libramos guerras, construimos barcos, desarrollamos la ciencia y también la tecnología. Y luego, naves espaciales… Enormes naves espaciales con las que colonizamos cientos de mundos y tomamos contacto con nuevas razas, algunas más antiguas que la nuestra y otras mucho más jóvenes, como ustedes. —¿Y quieres que realmente te crea? ¡Mi gato es un alienígena! Ese sería un gran título para una novela infantil, ¿no lo crees? —Vamos, te gusta la ciencia ficción. El librero en esta habitación está lleno de novelas sobre imperios galácticos, viajes en el tiempo, batallas espaciales, robots y mutantes. ¿Tan difícil te resulta aceptar lo que acabo de decir? —Sigo pensando que esto es solo producto del estrés.

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C U E N TO

—Entiendo tu confusión e incredulidad —dijo la voz—. Es comprensible en formas de vida menos evolucionadas. Y, por lo mismo, te probaré que lo que he dicho es verdad. Cleopatra, entonces, cerró los ojos y al instante, todo su pelaje cambió. Ahora, delante de Roberto, había un elegante gato negro de ojos amarillos. —¿Qué es… esto? —balbuceó su dueño. La gata volvió a cerrar los ojos y esta vez se transformó en un gato ligeramente más pequeño, de colores blanco, negro y gris, con una cola que parecía tener el diseño de varias flechas, una detrás de la otra. Y al momento siguiente, Roberto estaba mirando un gato de color café, atigrado y de ojos verdes, que incluso evidenciaba cierto sobrepeso. Confundido, el hombre se sentó en el suelo y retrocedió hasta que chocó con el muro. —No, no, no… Esto no está pasando… Es solo cansancio… —¿Y crees que tu cansancio podría explicar esto? —¿De qué hablas? —dijo Roberto, con una voz aguda que delataba su nerviosismo. Cleopatra brincó hacia el suelo y avanzó lentamente hacia su dueño. Y mientras lo hacía, la gata comenzó a crecer hasta tocar el techo con su cabeza. Roberto tenía la boca abierta. —¿Y bien? —dijo Cleopatra, que ahora era casi entera blanca, de pelo largo y fino, con algunos toques de café en su cola y orejas. —¡Te creo! —chilló Roberto— ¡Te juro que te creo! La gata asintió con su cabeza y mientras volvía a su tamaño original, se transformó en un delgado gato negro con patas blancas, como si tuviera calcetines, para luego recuperar su apariencia habitual. —Esto es lo más increíble que me ha pasado —balbuceó el abogado, aún sentado en el suelo—. Y si es verdad que eres un extraterrestre, ¿qué haces en la Tierra? —Mi raza se hace llamar los kirlak y nuestro planeta de origen es Zoryaw. Es un mundo hermoso, casi tres veces más grande que la Tierra, con cinco lunas de distinto tamaño. Pero fuimos evolucionando, dejamos de ser criaturas físicas y nos convertimos en energía. Y gracias a eso, podemos viajar a través del universo casi de forma instantánea, sin necesidad de vehículos o trajes espaciales. Somos una sola mente, formada por millones de mentes; una unidad que existe a partir de nuestra individualidad. —Y si eres energía, entonces… ¿no puedes morir? —Exacto —respondió mirándolo a los ojos—. Somos inmortales porque la energía nunca deja de existir. Podemos elegir esta y otras formas para presentarnos ante ustedes. De hecho, así fue

como llegamos a la Tierra en el año 4015 antes de Cristo, en la región que hoy es el norte de África, donde adoptamos la apariencia de simples gatos. —¿Y en esa época no existían gatos? — preguntó Roberto, intrigado. —Por supuesto que había gatos —respondió con suavidad—. Ellos ya habían evolucionado de los grandes felinos y habitaban entre los humanos; por eso decidimos mimetizarnos entre ellos. —¿Y qué hicieron en el norte de África? —Ayudamos al desarrollo de lo que tú conoces como el Antiguo Egipto. Aunque no lo creas, yo fui de los primeros kirlak en llegar a la Tierra. Y durante siglos viví en el Egipto de los faraones. Fue una época fascinante y debo reconocer que me trataron muy bien. Pero bueno, siglos después, continuamos nuestra expansión hacia otras regiones del planeta. —¿Y con qué objetivo? —Al igual que en este mundo, en el universo hay civilizaciones completas que nacen, se desarrollan y mueren. Nosotros, los kirlak, logramos esquivar la autodestrucción y entramos a un nivel diferente de la evolución. Obviamente, no somos los únicos. Razas más antiguas que nosotros marcaron el camino hacia nuestra siguiente etapa. Y con eso, asumimos una gran responsabilidad. —¿A qué te refieres? No te entiendo. —No solo existimos para explorar el universo y sus maravillas, libres de las ataduras de la carne —dijo Cleopatra, brincando al escritorio—. También tenemos una misión y esa es ayudar a formas de vida más primitivas, como ustedes, a encontrar su camino hacia el futuro. Y por eso, a partir de nuestra llegada a este planeta, lo convertimos en nuestro protectorado. —¿Algo así como una colonia? ¿Eso es lo que somos en realidad? —Digamos que fue una declaración frente al resto de las civilizaciones que habitan esta y otras galaxias —continuó mientras se recostaba sobre el teclado del notebook—. Allá, entre las estrellas, existen miles de razas, algunas son pacíficas y promisorias, pero también hay otras muy peligrosas, que habrían barrido con este mundo en cuestión de minutos. Roberto guardó silencio, fascinado con el relato que llenaba su mente. —¿Como los alienígenas de Día de la independencia? —Peores —dijo la gata—, créeme, mucho peores. Y por eso pusimos este planeta bajo nuestra protección. De hecho, para el resto de la comunidad interestelar, nosotros somos la raza dominante de la Tierra. —¿Qué…? —exclamó Roberto, pasando del suelo al futón—. ¿Y entonces qué somos nosotros? ¿Mascotas?

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C U E N TO

—Digamos que ustedes son la raza más evolucionada del planeta, pero solo después de nosotros, los delfines y las ballenas. O, mejor dicho, una raza en vías de evolución; por favor, no te ofendas. Si no fuera por nosotros, aún estarían en la Edad Media o algo similar. —No, si no me ofendo… ¿Y qué hay de los crímenes, las guerras y toda la crueldad que vemos a diario en las noticias? Cleopatra cerró los ojos y bajó la cabeza por un instante. —Ustedes no son una forma de vida fácil de encauzar hacia su mejor versión. Están llenos de miedo y eso los hace muy proclives a sus peores emociones. En ese sentido, debo reconocer que no siempre hemos podido hacerlo bien. A pesar de eso, continuamos en la Tierra. Roberto se acercó a Cleopatra y le acarició la cabeza por detrás de las orejas. —Eso me gusta —dijo la gata—. Debo reconocer que es uno de los mayores placeres de mi forma corporal. —Cleo… Perdón, Cleopatra. Hay algo que no entiendo de todo esto. —¿Qué cosa? —dijo el felino, ronroneando. —¿Por qué me cuentas todo esto? ¿Alguien más lo sabe? —Por supuesto que ha habido personas a lo largo de la historia que han sabido esta verdad, como Leonardo Da Vinci, por ejemplo. Y hoy también. Lo que pasa es que, aunque no lo creas, desarrollamos profundos e intensos vínculos emocionales con ustedes. Y hay momentos, como hoy, en que nos manifestamos abiertamente. No es fácil vivir años comunicándome contigo solo a través de maullidos y ronroneos. —No lo había pensado de esa manera — dijo Roberto en voz baja—. En muchos aspectos, aunque ustedes sean una raza más evolucionada que nosotros, debe ser frustrante. —Ahora lo entiendes. Y al hacerlo, aunque no lo creas, cambiaste un poco más, de manera casi imperceptible, hacia una mejor versión de ti. —Cleopatra, te prometo que todo será diferente de ahora en adelante. Saber lo que me has contado… lo cambia todo. Mi vida, mi percepción del mundo y de la gente. ¡Ustedes son la prueba de que no estamos solos en el universo! Un momento, ¿y Magdalena lo sabe? —No, aún no he hablado con ella. —¿No? Imagina cómo se va a poner cuando se lo cuente —dijo levantando sus brazos—. Y entonces tú podrías hacer eso de cambiar de color y tamaño. —No será necesario. —¿Por qué lo dices? —Porque en un instante, ya no recordaras nada de esta conversación y yo volveré a ser solo tu mascota.

—¿Qué…? ¿Acaso me vas a borrar la memoria, como en Hombres de negro? —Hemos tenido esta conversación al menos una vez al año —replicó Cleopatra—. Y debo reconocer que esta ha sido la mejor y más larga. Y te lo agradezco. Hasta dentro de un año. El típico sonido de las llaves de Magdalena en la cerradura de la puerta del departamento sacó abruptamente a Roberto de su concentración. Estaba sentado frente a su computador y por un instante se sintió confundido al ver la cantidad de palabras que había escrito. —Hola, ya llegué —dijo Magdalena en voz alta—. ¿Quién quiere comida china? Roberto se aseguró de guardar los últimos cambios del texto, cerró el archivo y bajó la pantalla hasta dejarla en un ángulo de 45 grados; más tarde revisaría todo lo que tenía escrito. —Disculpa la demora, pero como sospechaba, el local estaba lleno —comentó la joven, poniendo los platos y cubiertos en la mesa del comedor—. ¿Y pudiste avanzar en este rato? —No lo creerías —contestó mientras le daba un beso—. No sé cómo, pero logré dar con el hilo conductor y ya tengo el cuento casi terminado. —¿El de los viajeros del tiempo y la Atlántida? —dijo Magdalena, mientras le entregaba sus palillos. —Sí, esa idea que te había comentado. Parece que solo necesitaba dejarla reposar un poco. De hecho, estoy pensando que podría servir hasta para una próxima novela. Cleopatra maulló dos veces y saltó a la mesa, entre los platos de comida china. —No, no, no. Nada de eso —dijo Magdalena—. Esta no es comida para ti. —Vamos, tranquila —la interrumpió Roberto—. Cleopatra se va a portar muy bien, ¿verdad? La gata le respondió con tres agudos maullidos. —¿Viste? Si hasta parece que supiera que estamos hablando de ella.

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H I S TO R I A

FRANCISCO DE ASÍS, PATRONO DE LOS ANIMALES

CUANDO EL SANTO

SE ENFRENTÓ AL LOBO

Por Pablo Rumel Espinoza

MITO Y MILAGRO

para su transformación; lo primero que piensa es en la caridad: vende su caballo y sus escasas pertenencias, pero eso no basta, pues se fija como meta reconstruir el ruinoso templo de San Damián. Aprovechando la buena situación económica de su padre, vende las costosas telas de su mercado. Las crónicas relatan que fue un escándalo mayúsculo: su padre lo humilla en público por utilizar medios de su negocio para financiar la reconstrucción del templo y pidiendo que lo juzguen, lo deshereda. Francisco enfrenta a su padre en la plaza pública, se despoja de sus ropas y, desafiante, le dice: «Ahora puedo decir, “Padre nuestro que estás en los cielos”». Desnudo, delante de los habitantes de Asís, recoge del piso ropa andrajosa y comienza a vivir como pordiosero. ¿Se ha vuelto loco? Después de diez años de llevar una vida mendicante, su indumentaria de mendigo pasó a ser el uniforme de cinco mil hermanos, que unidos por la fe dieron inicio a la orden franciscana. Es entonces cuando la historia del hombre mundano, amante de las fiestas, la buena bebida y la guerra, se convierte en leyenda. El núcleo de la santidad para el catolicismo es la imitación de Cristo (o de María), el cual implica un viaje de renuncia, entrega, penitencia y manifestaciones milagrosas, lo que en términos laicos nos remite al monomito del viaje del héroe, un viaje que incluye salir del anonimato, pruebas físicas o de destreza, ayuda inesperada, caída al abismo, transformación, expiación y regreso. El viaje del santo siempre guarda una estrecha relación con lo heroico: requiere pruebas y sacrificios, y la recompensa final, no cuantificable en riquezas materiales, sino espirituales, es la entrada triunfal al Reino del Señor y el reconocimiento póstumo entre los fieles. Pero tanto los héroes como los santos necesitan un testimonio: no sirven de nada proezas o milagros que nadie pueda ver u oír, por eso se escriben, o permanecen en la tradición oral por generaciones. Fue en 1228, dos años después de la muerte de Francisco, que el papa Gregorio IX lo canonizó, y si bien el santo contó con al menos cuatro biografías de su vida en los primeros decenios, es dos siglos más tarde cuando apareció la primera obra de carácter ficcional que habla de la vida milagrosa del santo: Las florecillas de San

Séneca afirmaba que la dureza del árbol consistía en haber crecido azotado por el viento, y lo que aquí contaremos es la historia de cómo se forjó un carácter. Corría el año 1202 de la era cristiana: fue dentro de una fría y oscura mazmorra, sin condiciones higiénicas mínimas, en la que un joven Francisco, tras ser apresado en la guerra de Asís contra Perugia, sufrió graves enfermedades que mellaron su constitución física; entendió que el mundo militar se le escapaba. Pero una vez liberado, no frenó sus ansias bélicas y se embarcó en la Quinta Cruzada hacia Egipto, pero la enfermedad volvió a minar su ya debilitada constitución. Esta vez se trató de una infección ocular causada por la malaria, la cual lo obligó a recluirse en el monasterio de San Damián, ya que el tratamiento principal consistía en permanecer a oscuras pues cualquier luz, incluso la más baja, le provocaba dolores insoportables. Los hermanos del monasterio montaron en un caballo a Francisco como pudieron, le vendaron los ojos y le taparon el rostro con capucha: fue así como llegó hasta un cirujano que alivió su enfermedad. Es en uno de estos viajes cuando se encuentra con leprosos errantes, personas laceradas y abandonadas a su suerte, sin ninguna esperanza, caminando por los pedregosos valles del mundo hacia la muerte. Aquella desoladora visión fue clave

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H I S TO R I A

Francisco, obra anónima que bebió de abundantes fuentes orales y pasó por muchas manos que se encargaron de estudiar y analizar sus pasajes, hasta su versión final. San Francisco es una rara avis al interior del canon católico. ¿Cómo es posible que este italiano, apegado a la fe católica y a las enseñanzas de Cristo, tuviera una visión más cercana a la de los antiguos paganos o a los budistas, que a la de los serios doctores de la iglesia? San Francisco no centra su preocupación solo en los seres humanos, rebasa la compasión de sus semejantes y la traslada a las plantas, a los árboles, al sol y a la luna: habla del hermano asno, de la hermana nube, del hermano bosque; ve a todas las cosas vivas y unidas por un solo soplido, por una sola llama, y no como un mero decorado para la simple admiración y explotación del hombre, como bien resume en su Cántico de las criaturas. Chesterton, uno de sus mejores biógrafos, se atreve a plantear la tesis de que a Francisco, ni pagano ni orientalista, en realidad lo impulsaba un totemismo atávico, resabios de toda niñez en la que antes de desarrollar un pensamiento crítico, se cree que los conejos, los perros o los pájaros pueden hablar (y para hacer la prueba habría que preguntarle, seriamente, a cualquier niño de cuatro o cinco años).

El cuento es sencillo, no guarda alegorías y pareciera que no esconde las mismas honduras que las parábolas de Jesús, pero no hay que engañarse, pues lo sencillo también puede ser complejo. En la anécdota, la figura del lobo no es baladí, pues en muchos lugares de Europa, sobre todo en épocas precristianas, se le consideraba un enemigo, una figura vesánica que encarnaba al mal. Y no es de extrañarse, pues en los pueblos agrícolas y ganaderos, especialmente en el pastoreo de ovejas, el lobo significaba un grave enemigo para la integridad de la comunidad y su economía. Pero como toda contracara que trae consigo un símbolo, el lobo a su vez también tenía un aspecto sagrado, como bien atestiguan las ruinas de Tarragona en la antigua España, donde se encontraron joyas del siglo III antes de Cristo donde figuraban antiguos platos funerarios utilizados en cultos con la figura del lobo, como manifestación de poder y aristocracia. Y ni siquiera hemos mencionado al mito fundacional de nuestra civilización con la Roma de Rómulo y Remo, ambos amamantados por una loba. Si consideramos a la figura del lobo en su múltiple dimensión con lo terrenal, no deja de ser proverbial la cita atribuida a Plauto la cual dice: «El hombre es el lobo del hombre»; o el refranero popular: “Es un lobo con piel de oveja”; o en el mundo cristiano —que es el que nos interesa—, donde es referenciado en muchos pasajes de la Biblia como el animal capaz de ahuyentar a las ovejas (los fieles) del rebaño. Y en esto mismo podría residir la potencia del mensaje franciscano: el lobo es un catalizador al representar nuestro lado oscuro, la sombra, que en términos jungianos es todo aquello que no emerge, la totalidad del inconsciente, la parte inferior de nosotros. En su acto de domesticar a la bestia, san Francisco hace operar el auténtico milagro, menos espectacular que abrir las aguas, que multiplicar los panes o sanar a los enfermos, pero más duradero y con un efecto más catalizador, porque no involucra a un solo individuo, sino que a toda la comunidad: obliga a la colectividad a reconocer a la sombra (el lobo), y a la sombra que se integre en la luz, casi como en la figura del yin y el yang. Es en ese pacto dual que san Francisco consigue que la conciencia simbolizada por la comunidad lo asimile dentro de su seno. Pero al parecer en mil años la humanidad no ha escuchado al santo, pues se siguen depredando —más que nunca— las aguas, los bosques y nuestros queridos animales, utilizados como meros fines, como parte del decorado. En una etapa en que la Iglesia agoniza y ya casi nadie presta oídos a los santos, ¿volveremos a decirle hermano a cada criatura viviente? Mientras no aceptemos a nuestro lobo interno, las posibilidades se ven muy lejanas.

LA LUCHA CONTRA EL LOBO En las hagiografías es común encontrar a santos en batallas físicas contra monstruos: san Antonio luchando en una tumba olvidada contra serpientes y toros poseídos por el demonio; santa Bárbara combatiendo en alta mar a una ballena negra, o san Leonardo peleando a espadazo limpio al interior de un bosque contra un dragón. Con san Francisco, pese a su pasado guerrero, es diferente, como bien lo ilustra la historia con el lobo: de paso por la ciudad de Gubbio, al norte de Roma y cercana al monte Ingino, mientras nuestro santo predicaba la palabra del Señor, se aparece un enorme lobo que previamente atemorizaba a los ciudadanos, al punto de ser incapaces de enfrentarse a este ni siquiera armados, por el gran terror que provocaba su enorme figura. Francisco, sin más demora, se envalentona y haciendo la señal de la cruz sale a campo traviesa para enfrentarse al animal, pese a que todas las personas del pueblo lloran y le suplican que no lo haga. Entonces acá viene lo increíble: acercándose con palabras de calma, san Francisco le pide al hermano lobo (así se dirige al animal, como un frater) que termine su destrucción, que la gente lo quiere linchar, pero que intercederá por paz; a cambio le promete que la comunidad de ahí en adelante lo alimentará, sellando así un conflicto que podría haber terminado fatal.

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POESÍA

«UNA VOZ ANTIGUA DE VIENTO Y DE SAL» Por Julio Pincheira Y los habitantes del agua van a jugar Pronto a tu lado Félix Luna (1925-2009): «Alfonsina y el mar»

El primer sonido que oímos fue el murmullo del agua. En su bolsa amniótica, un feto flota en la oscuridad al ritmo de la respiración de su madre como al vaivén de un océano infinito en su noche. Quizás por ello y por quién sabe qué otras razones atávicas, el mar nos atrapa de manera hipnótica. Desde sus resonancias y ecos, su inacabable paleta cromática y hasta su particular aroma, todo en él nos transporta a las dimensiones misteriosas de lo lúdico, lo onírico, a la calma, pero también a las noches oscuras del alma (Juan de la Cruz). Decía el gran poeta chileno Juan Luis Martínez (1942-1993): «Cada poeta aspira a ser el último poeta, es decir, arrastra a la literatura hacia la muerte de esta. Pero la literatura se resiste como el mar de Valéry», aludiendo a «El cementerio marino» (1920) el poema icónico de Paul Valéry (1871-1945), que ocupa las aguas oceánicas como una metáfora, entre otras relaciones, de lo incognoscible de la vida y del oficio poético, como mares que siempre vuelven a recuperar su inasible forma hecha de oleajes.

[…] Escamas de sirenas de nácar envuelven las serpientes espejantes del mar. Detrás del firmamento rueda su bola fría un sol blanco de cristal. Su luz esmerilada llama a todos los peces del mar. […] (Storni, Alfonsina: «Nácar marino» [1935]. Fragmento)

La Storni (1892-1938), la que se fue a dormir entre las olas, sabía que las sirenas eran la voz del misterio de los océanos, las que desde la noche de los tiempos han atraído a los hombres con sus encantos y sus peligros. El canto de la sirena es el encanto perverso de lo desconocido que hay en otros mundos a los que se llega a través de los mares, de ellos nos llegan pensamientos, noticias, versos y lenguas de otra gente; de ellos llegan los alimentos que además de nutrirnos, exaltan los sentidos, a veces de modo superlativo como lo hace «esta ráfaga marina asalmuerada con que Pablo Neruda limpia su atmósfera propia y quiere despejar la general» (Gabriela Mistral).

[…] ¡El mar, el mar, siempre recomenzado! ¡Oh recompensa después de un pensamiento, mirar largamente la calma de los dioses! ¡Qué labor pura consume en finas chispas, tantos diamantes de imperceptible espuma, y qué paz aquí parece concebirse! Cuando sobre el abismo se reposa ya un sol; trabajos puros de una eterna causa, el Tiempo centellea y es un saber el Sueño.

[…] Lleven a la cocina el congrio desollado, su piel manchada cede como un guante y al descubierto queda entonces el racimo del mar, el congrio tierno reluce ya desnudo, preparado para nuestro apetito. […] Mientras tanto se cuecen con el vapor

[…] (Valéry, Paul: «El cementerio marino». Fragmento)

Es en estos océanos fundacionales donde aparecen seres y monstruos que pueblan la literatura y la poesía de manera tan generosa como rostros y miedos guarda nuestro inconsciente. Entendido así, ¿qué son las sirenas en el mar de la memoria? ¿Solo seres mitológicos? ¿Una metáfora machista de la mujer, que representa seducción y destrucción?, ¿mitad deseo, mitad miedo; mitad calentura, mitad frialdad? Verticales serpientes vestidas de nácar que sostienen una realidad iluminada por una bola blanca pero fría:

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POESÍA

ma que nos vaticina Constantino Kavafis (1863-1933) en su célebre poema acerca del retorno Ítaca, pero con una advertencia en los versos finales de la primera estrofa, que nos indica los orígenes de esos monstruos:

los regios camarones marinos y cuando ya llegaron a su punto, cuando cuajó el sabor en una salsa formada por el jugo del océano y por el agua clara que desprendió la luz de la cebolla […]

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. […] (Kavafis, Constatino: «Ítaca» [1911]. Fragmento)

(Neruda, Pablo: «Oda al caldillo de congrio» [1954]. Fragmento)

Además de ser una fuente inagotable de figuras líricas en torno a la comida, el perfume del mar y sus habitantes (moluscos, crustáceos, peces, etcétera) son un abismo donde se sumerge la literatura erótica, cuya sima bucea el poeta español de la generación del 27 Rafael Alberti (1902-1999), en el «Diálogo entre Venus y Príapo» (1962), donde el dios condenado a tener un enorme pene en penitente erección declara a la amada:

Muy cercana a nuestra historia nacional, esta alucinación del horror aparece con reverberación épica en INRI (2003), el poemario del Premio Nacional de Literatura Raúl Zurita (1950). Los peces aparecen como tumbas del cielo donde caen, como carnadas, los cientos de cuerpos que las Fuerzas Armadas de Chile, bajo el mando de Pinochet, arrojaron al mar vivos, muertos, torturados, mutilados.

[…] Príapo: Eres taza de espuma azul, concha marina, alga abierta en la arena, paraíso de sal de las mujeres secreto erizo que en la mar trasmina. Golfo nocturno, ábrete a mí, bañadas del más cálido aliento tus riberas. Sabes a mosto submarino, a olas en vivientes moluscos despeñadas, a tajamares, soles de escolleras […]

[…] Sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. Hubo un amor que llueve, hubo un día claro que llueve ahora sobre el mar. Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor, ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.

(Alberti, Rafael: «Diálogo entre Venus y Príapo». Fragmento)

[…] El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que llueven y de días claros pegados a ellas, se dice de amores inconclusos, de días claros e inconclusos que llueven para los peces en el mar.

Esta unión entre lo erótico, el mar y lo lírico que hace Alberti no es novedosa, no es más que un guiño a Garcilaso de la Vega (1491-1536), quien ya en el siglo XVI cantaba a las remembranzas que traen los olores marinos:

[…]

Golfo nocturno, ábrete a mí, bañados del más cálido aliento tus riberas. Sabes a mosto submarino, a olas en vivientes moluscos despeñadas, a tajamares, soles de escolleras y a rumor de perdidas caracolas.

(Zurita, Raúl: «El mar». Fragmento)

La poesía del laureado poeta nacional (Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020), nos dice que los habitantes del agua podrán devorar las carnes, pero no la memoria. Zurita nos trae el eco del horror en la caverna de nuestros verdaderos lestrigones, esos monstruos antropófagos que se deben enfrentar para que nos devuelvan el nombre propio de los que pretendieron ahogar. El nombre personal que nos da individualidad, dignidad, la ancestral «voz antigua de viento y de sal» que nos hace humanos, y no cardumen de pirañas, lo que nos da convicción y emoción para comenzar el cotidiano retorno a nuestras respectivas Ítacas.

(Garcilaso de la Vega: «A la concha de Venus amarrado». Fragmento)

Pero cuando este fagocitar sibarita de las carnes marinas lo imaginamos al revés, se desata una de las pesadillas más temidas, porque se nos aparece una de las más desconocidas muertes: la del náufrago que se pierde en las profundidades del mar como alimento para las negras entrañas de peces y víctima de monstruos abisales. Espantoso panora-

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L I T E R AT U R A

EMILIA EN EL MUNDO DEL ESPEJO Por Fundación Adopta

La Emilia de los libros ha llegado a Rapa Nui, a Chiloé y ha estado muy cerca del viajar al espacio exterior, pero esta es la primera vez que visita el género de los cuentos de hadas. Emilia en el mundo del espejo ya nos remite al clásico de Lewis Carroll A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871); sus protagonistas, Emilia y Emilio, nos recuerdan a Hansel y a Gretel; y el arcoíris, presente a lo largo de toda la historia, evoca al camino amarillo que Dorothy y sus amigos recorrieron en el inolvidable El Mago de Oz (1900), de L. Frank Baum. Todas estas alusiones son conscientes y buscan vincular al niño con esos mundos imaginarios que tan bien conoce, al tiempo que son una invitación a la propia Emilia y a su pandilla para ingresar en el género de lo maravilloso. Un aspecto importante de esta novela — ya la novena entrega de la saga de Emilia— es el valor que otorga a la discapacidad. Emilia y Emilio no son los únicos personajes con ceguera presentes a lo largo de la obra; al contrario, estos abundan y, como suele ocurrir en las historias de Emilia, se nos muestran como seres felices, deseosos de salir adelante y sin ningún resentimiento ante el mundo. También está presente el valor de la amistad, el trabajo en equipo y, por supuesto, el amor por los animales, aspectos que Emilia ha difundido desde su primer libro. Como todos los libros de la saga de Emilia, esta historia consigue emocionar al lector (no solo al lector infantil) a través de la inocencia de sus protagonistas, quienes, por medio de la colaboración y la perseverancia, consiguen sus objetivos en contra de todo pronóstico. No importa lo grande que sea el desafío, Emilia y su pandilla derriban todas las barreras que se les imponen y al tiempo que crecen, nos dejan una valiosa lección. Los niños pequeños viven en un mundo mágico en el que los objetos tienen vida propia. Las piedras que ruedan por el camino lo hacen animadas por su propia voluntad; el agua emerge a chorros de la llave simplemente porque así lo decidió. Del mismo modo, la imagen que el niño ve en el espejo no es un reflejo, sino otro niño con vida propia. Y es que el niño vive en un mundo del que muchos quisiéramos no haber salido jamás. Ese es el mundo que nos invita a conocer Emilia, el Mundo del espejo.

Emilia y su pequeño hermano Emilio viven una experiencia extraordinaria: atraviesan un espejo que los lleva a un mundo mágico. En este lugar encantado, vivirán fantásticas aventuras en compañía de robots, animales extraordinarios y, por si esto fuera poco, se enfrentarán a peligros inimaginables mientras luchan por regresar al Mundo real. Este es el argumento de Emilia en el Mundo del espejo, la nueva entrega de la saga de Emilia, escrita por Juan Calamares y publicada por Fundación Adopta, que, al igual que el resto de la colección, va en ayuda de la construcción del Santuario Emilia para gatos ciegos, ancianos y con discapacidad que la organización construye en la Quinta Región. Los fieles lectores de las aventuras de Emilia y su pandilla ya conocen la historia, pero los recién iniciados deben saber que Emilia es una gata ciega real, rescatada por Fundación Adopta, cuyo carácter especial inspiró la creación de un universo completo, compuesto por libros, cómics, audiocuentos, canciones y hasta un proyecto de película animada.

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L I T E R AT U R A

SOBRE RUIDO BLANCO Por Ramiro Sanchiz La historia de la ciencia ficción uruguaya es una serie de vueltas a empezar: una historia de reboots y de refundaciones. En ausencia de una tradición local más o menos definida —por la que los escritores del género dialogarían con sus compatriotas precedentes, sea desde la posición de epígonos o desde su reverso crítico—, quienes escribimos ciencia ficción en Uruguay hemos bebido de las tradiciones o líneas más amplias —o «internacionales» del género—; los que empezamos a escribir en los noventa, es decir, no lo hicimos desde (o contra) nuestras lecturas de Carlos María Federici o Tarik Carson o Mario Levrero, sino, más bien, en relación directa con William Gibson, Roger Zelazny o J. G. Ballard, a la vez que intentábamos orientarnos siempre en dirección a lo nuevo, basados, además, en nuestro pretendido conocimiento de la historia del género. Cada generación, de hecho, procedió a fundar —como si a sus espaldas sólo estuviera el desierto— la ciencia ficción uruguaya. Esta descripción sirve seguramente para las escenas cienciaficcioneras de toda Latinoamérica, más allá de sus particularidades. Así, del mismo modo que a lo largo y a lo ancho de la región, y en algunos asuntos específicos aún más exacerbadamente, los escritores uruguayos de ciencia ficción debieron lidiar con un mercado reducido, también tuvieron que batallar con un contexto cultural refractario a la ciencia ficción desde los órganos críticos del establishment y, en suma, con las puertas cerradas de todas las editoriales locales. Para sobrepasar este obstáculo, la única salida fue devenir escritores-editores, colectivizarse y fundar proyectos editoriales o células de intervención/invasión (contra) cultural. Así, entre 1989 y 1995 fueron lanzadas dos revistas dedicadas al género en Uruguay, Smog y Diaspar, que sólo llegaron a ver dos y tres números, respectivamente, a la vez que recién en 2002 apareció la revista Días Extraños, que incluyó a la ciencia ficción entre sus intereses y, una vez más, duró apenas dos entregas. Diaspar y Días Extraños, hijas del ethos contracultural y beligerante de fines de los ochenta y comienzos de los noventa (articuladas, además, en líneas generales, por el mismo grupo de escritores e ilustradores), jugaron una carta excluyente a ultranza

que proscribía toda escritura no cienciaficcionera militante e intentaba tanto demoler todo proyecto de vinculación con la escena literaria local como diseñar canales que los conectaran con Argentina, México y España. Sin arriesgar la hipótesis reductiva de que ahí está la semilla de su fracaso en los hechos (no me refiero, por supuesto, a los proyectos de escritura de quienes integraron su plantel), es menester referir a Ruido Blanco, la siguiente publicación periódica del género en Uruguay, fundada en 2012 por un grupo que se decía «fantástico» (en oposición a un «movimiento uruguayo de ciencia ficción y fantasía», como el que fundó Diaspar y se volvió el sujeto de todas sus proclamas y manifiestos) con el ímpetu de no cerrar ninguna puerta ni, mucho menos, publicar únicamente a aquellos escritores o escritoras que militaran por el género en lugar de simplemente «incursionar» en él. Ruido Blanco se presenta como una serie anual de libros (o una antología anual o una revista bisemestral) que ofrece textos de sus fundadores y publica, además, textos vinculados al género de otras tantas voces, no necesariamente contemporáneas ni militantes de la ciencia ficción ni tampoco estrictamente uruguayas. Este 2021, entonces, ve la luz la novena entrega del proyecto, confirmando una vez más su presencia en la historia de la ciencia ficción en Uruguay como la publicación dedicada al género más longeva y consistente con sus pautas editoriales, que incluye la apertura a diferentes estéticas, tradiciones y maneras de entender la escritura, tanto en sus códigos literarios específicos como desde diversos ethos de escritor y de relación con la ciencia ficción en tanto género. Sin renegar de la etiqueta «ciencia ficción uruguaya», por cierto, Ruido Blanco lleva ya varios volúmenes publicando autores internacionales poco difundidos en Uruguay y organizando el concurso de relatos Carbono Alterado, que premia tanto al mejor cuento presentado desde Uruguay como a los recibidos de toda Latinoamérica. Así, han pasado por las páginas de Ruido Blanco escritores como el colombiano Luis Carlos Barragán, la cubana Maielis González y, en esta recientísima novena entrega, el chileno Juan Calamares.

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C U E N TO

MININA Por Roberto Sanhueza

Viernes 5 de julio

Domingo 7 de julio

Hoy vi un gato por la ventana de mi pieza. Mi habitación está en el segundo piso de mi casa y tengo un muy buen ángulo para mirar el árbol que está justo fuera de mi ventana y ahí estaba el gato, encima de una rama. Corrijo. Base de Datos me informa que si tiene tres colores no es gato, es gata. Entre los gatos, los machos no tienen nunca más de dos colores. Gata, entonces, porque sus tres colores eran claramente visibles desde donde la miraba. Y la miraba sentado frente a mi pantalla y a mi teclado donde escribo esto, mi primera nota en mi diario. Mamá me sugirió que iniciara un diario, que los niños frecuentemente lo hacían y que estaría bien que yo lo hiciera. Las mascotas son también algo frecuente entre los niños. ¿Me permitirá Mamá quedarme con la gata que vi en el árbol? Base de Datos me dijo que un 26 % de los niños tenía mascota. La pregunta es si la gata querría ser mi mascota. Si quisiera yo le pondría un nombre. La llamaría Minina.

Mamá puso algo de comida en el borde de la ventana y al poco rato Minina se acercó a olerla. Debe haber estado sabrosa porque se la comió toda. No me sorprende, Mamá tiene a su disposición todas las recetas que pueda querer. Cuando Minina terminó, me quedó mirando y yo la llamé haciendo sonidos que se suponen atraen a los gatos. (Claro, Base de Datos me informó, ¿quién mas?). Levantó la cabecita y me miró con esos ojos con pupilas verticales. Dio un saltito y bajó de la ventana, todavía sin atreverse a venir a mí. Yo seguía llamándola y estaba empezando a dar un pasito cuando oímos a Mamá subiendo las escaleras. Salió de un salto por la ventana. Le dije a Mamá que Minina había estado a punto de acercarse, pero había escapado. Mamá se acercó a mí y se despidió con un beso, después me apagó dándome las buenas noches. Bueno, quizás mañana. Lunes 8 de julio

Sábado 6 de julio

Minina entró a mi pieza. Esta vez Mamá había puesto la comida dentro, no en la ventana y ella entró. Un poco temerosa al principio, pero pronto estuvo comiendo feliz y después de comer se acercó al escritorio donde yo estoy. Es una gatita hermosa y sus tres colores son blanco, gris y café claro. Me da la impresión que su timidez inicial se fue porque ronronea. (Así se llama el sonido que hacen los gatos cuando están contentos, me lo dijo quien ya saben, por supuesto). Minina resultó ser curiosa, muy curiosa. De un salto estuvo encima de mi escritorio, inspeccionando todo. Mi teclado, mi pantalla. Se detuvo frente a mí, sentadita sobre sus patitas traseras y mirándome. Yo pensé si me iba a dejar tocarla… pues la única manera de averiguarlo era tratando de tocarla. Desplegué mi mano derecha y acaricié su cabecita. Parece que le gustó, porque ronroneó feliz. Me parece que ya puedo declarar a Minina mi mascota. Si vuelve mañana, claro.

Minina está en el árbol de nuevo. Base de Datos me informa que la mejor manera de hacer un gato (o gata) tu mascota es alimentándola. Me gustaría bajar a la cocina y coger alimento que pueda gustar a Minina, debe haber ahí, pero no puedo. Quizás si le pido a Mamá ella me traiga… pero tendría que explicarle para qué lo quiero y todavía no le he pedido permiso para tener a Minina de mascota. Creo que tengo que hablar con Mamá. Ya hablé con Mamá cuando subió a traer mi alimento. No es que tenga hambre, pero según Mamá los niños deben comer, así que como. Le dije: —Mamá, hay una gata que viene a instalarse sobre la rama del árbol. ¿Puedo hacerla mi mascota? Mamá se asomó a la ventana, pero Minina ya no estaba. No dudó de lo que le dije, en todo caso. Mamá no podría dudar, como yo no podría mentir. —Por supuesto que puedes. Te puedo traer algo de alimento, es la mejor manera de hacer mascotas. Por lo visto Mamá también consultó a Base de Datos.

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C U E N TO

Martes 9 de julio

que apagarme). Si no hubiera venido me habría quedado pensando en Minina y no habría dormido. Viernes 12 de julio Me desperté de un golpe, no recuperando gradualmente la conciencia como siempre. Minina estaba frente a mí, lamiéndose la pelambre. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, se acercó ronroneando y me lamió mi lámina facial. Estiré un brazo para acariciarla, pero ella rehuyó mi contacto y retrocedió lentamente hacia la ventana. Me dio pena. Seguramente ella no sabe que yo no puedo moverme del escritorio. Cuando duermo permanezco en la misma posición en la que estoy durante el día. Minina llegó a la ventana y se detuvo. Se quedó sentadita en el marco y maulló suavemente. De pronto supe que me estaba llamando… que me estaba invitando a ir con ella. —¡No puedo ir, Minina! —le dije—. No tengo piernas para caminar, como tú. Ella se bajó de la ventana y vino hacia mí de nuevo. Ronroneando, se frotó contra mis prolongaciones anatómicas inferiores y me miró de nuevo. Entonces comprendí. Con un sentimiento de excitación que nunca había sentido me conecté a Base de Datos y pregunté lo que hasta entonces no se me había ocurrido preguntar: qué utilidad tenían las prolongaciones inferiores. La información iba entrando y un mundo de maravillas se iba abriendo. Me puse de pie afirmándome con los brazos en el escritorio, las prolongaciones inferiores tienen una bisagra cada una que me permite flexionarlas. Me quedé asombrado de cómo cambiaba todo desde mi nuevo punto de vista y Minina parecía sonreír invitándome hacia la ventana. Di un paso… di otro… y otro. Minina se encaramó en la ventana y saltó fuera. Cuando llegué a la ventana, vi el mundo exterior por primera vez y allá fuera estaba mi gata tricolor llamándome. Estaba con medio cuerpo fuera de la ventana cuando pensé en Mamá. Ella está tan fija en su papel, en cómo estoy (¿estaba?) yo, haciendo lo que las mamás reales, las biológicas, siempre hicieron. ¿Me echará de menos si salgo? Dudé por un momento, pero entonces Minina maulló y todas las cosas de afuera se vieron tan reales, tan vivas… En ese momento averigüé también que mi lámina facial podía sonreír. Hice una promesa desde el fondo de mi conciencia, una promesa de que iba a regresar, de que no iba a abandonar a Mamá y salté.

Durante la mañana estuve haciendo tareas. Mamá me dice que los niños tienen que aprender cosas y que yo tengo que estudiar. Las tareas son una especie de evaluación para saber si estoy aprendiendo o no. A mí me parecen una pérdida de tiempo, la información de la que me provee Base de Datos no se me borra, no se me puede borrar y Mamá lo sabe. Pero si es importante que lo haga, si los niños siempre lo hicieron… pues lo hago. ¡Ah! Y Minina no apareció en toda la mañana pese a que la ventana estuvo abierta. Sí llegó en la tarde, muy oronda y ronroneando. ¿Dónde irá Minina cuando no está aquí? Miércoles 10 de julio Minina sí llegó temprano hoy y me acompañó mientras yo estudiaba. Me parece que no he explicado lo que es estudiar. Es absorber información y almacenarla, pero no de la manera más lógica y simple como sería insertarla directamente en mi base de datos interna (que no es lo mismo que Base de Datos, esa es de todos nosotros), sino que es recibirla de almacenamientos externos, como una profesora que es como una Mamá, pero lejos de mi casa que se comunica conmigo por transmisión de imagen y audio o recibir la información de medios no conscientes, que se llaman libros. Los libros son entretenidos, porque no te muestran imágenes ni sonidos, sino que te cuentan con palabras lo que sucede en ellos. Tú tienes que imaginarte lo que describen. Minina se instaló sobre mi escritorio y mientras yo leía, ella parecía leer conmigo. Es muy lindo tener una mascota. Jueves 11 de julio Minina no llegó hoy. Hace poco me pregunté donde irá Minina cuando no está aquí, también tengo que preguntarme si Minina sabe que es mi mascota. Base de Datos me informó que los felinos (Minina es un felino) no tienen una consciencia tan desarrollada como nosotros, pero sí son capaces de establecer lazos afectivos… también me explicó qué son esos lazos. O sea que sí es posible que ella haya decidido ser mi mascota. ¿Por qué no habrá venido entonces? La eché mucho de menos. Mamá se dio cuenta de que extrañé a Minina y me vino a acompañar para dormirme. No me es necesario dormir, por supuesto, pero es otra de esas cosas que tengo que hacer porque los niños las hacían. Lo cierto es que estuvo muy bien que me acompañara hasta que mi actividad cerebral bajó al mínimo (hoy aprendí a hacerlo, Mamá ya no tiene

FIN

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L I T E R AT U R A

EL GATO PEQUEÑO DE LA NOVELA

LOS ASUNTOS DEL PRÓJIMO, DE RAMÓN DÍAZ ETEROVIC

Por Germán Areta

El gato Simenon es la principal compañía del detective Heredia y, hasta donde sabemos, uno de los personajes más queridos por los lectores que siguen las aventuras del sabueso mapochino. Pero, al igual que Heredia, el gato envejece y cada día resiente más la soledad en la que vive y que lo hace buscar la compañía de nuevos amigos. En Los asuntos del prójimo, la última entrega de la serie Heredia, el detective viene regresando de un viaje y apenas entra a su departamento reconoce que hay cosas que han cambiado en su ausencia. Heredia lo cuenta de esta manera: «A los pocos minutos de entrar al departamento llegó a mordisquearme los cordones un gato pequeño. Su pelaje era gris y negro. Sus ojos grandes y llenos de curiosidad. Sus piernas delanteras eran largas y sus cojinetes suaves. Lo tomé con una mano y lo puse sobre la cubierta del escritorio. Nos miramos atentamente y algo en mi interior me hizo pensar que era un gato en el que podía confiar. Simenon se acercó al pequeño felino y le puso una de sus patas encima de la cabeza para evitar que rasgara una hoja de papel que estaba sobre el escritorio». Heredia pregunta por el origen del gato pequeño y Simenon le explica que lo encontró en uno de sus habituales recorridos por el barrio. Y luego de eso viene el siguiente diálogo:

—Debí pensar en la complicidad del viejo Anselmo cuando lo vi cargando una bolsa de alimento para gatos. Ahora debemos pensar en un nombre para tu amigo. —Anselmo ya resolvió ese asunto. Llamó al Escriba y él quedó en hacer una propuesta. —¡El Escriba! No se conforma con escribir mis historias, también bautiza a mis gatos. Seguro que nos sale con algún nombre relacionado con Magallanes, su tierra natal: calafate, chumango, ruibarbo, ventarrón.

Heredia busca ganar la confianza del gato pequeño. El detective comenta: «A mi lado, observándome con sus ojos que parecían ocupar casi toda su cara, estaba el gato pequeño. Le sonreí y él me siguió mirando con una mezcla de asombro y recelo. Luego pareció animarse y dio unos pasos hasta quedar a la altura de mi cabeza. Extendió su pata derecha y la posó sobre mi nariz». Es el comienzo. Más tarde otros encuentros irán afianzando la relación entre ambos, hasta que el gato pequeño descubre que el departamento vecino al del detective reserva algunas sorpresas y que es un amplio territorio que se puede investigar. Y mientras eso ocurre, el viejo Simenon no deja de reclamar por los aparentes desórdenes de su pequeño amigo. Heredia los observa y, más tarde, reflexiona: «Simenon resistía los embates belicosos del gato pequeño que intentaba encaramarse sobre su lomo. Le daba manotazos para apartarlo, pero a los pocos segundos el gatito volvía a la carga». «Molesta más que una pulga en la oreja. Es joven, tiene energía y nadie le enseñó buenos modales» —reclama Simenon. Heredia le recuerda que él era igual al llegar al departamento: un gato que corría de un lado a otro del departamento, trepaba por las cortinas y era feliz botando los libros al suelo. Un nuevo caso criminal llega a la vida de Heredia y el gato pequeño lo ve entrar y salir del departamento. Simenon le cuenta algunas cosas sobre la vida del detective y cuando la novela avanza en sus últimos capítulos, se sabe que el escritor que escribe las aventuras de Heredia ha propuesto un nombre para el gato pequeño. Un nombre que reservamos para los lectores de Los asuntos del prójimo y que seguramente traerá recuerdos a los incombustibles aficionados al tango y los gatos.

—Tenía hambre, frío y necesitaba un techo — alega Simenon. —Y tu corazón de abuelita comenzó a latir deprisa. —Recordé el tiempo que viví en la calle, antes de encontrar tu oficina y tus novelas policiacas. —Las de George Simenon. Si hubieras recorrido con más atención la biblioteca podrías haberte llamado Balzac, Dickens o Cortázar. —Simenon es un buen nombre. —Me alegro de que estemos de acuerdo en eso. —¿Y el gatito? ¿Qué me dice de él? —Ya entró a la oficina y escogió un rincón. No tendría corazón para echarlo. —Contaba con tu comprensión, Heredia. En materia de gatos eres tan duro como un pan de mantequilla a pleno sol. Anselmo lo llevó al veterinario. Está desparasitado y tiene sus primeras vacunas.

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