09-05-2012 TUCUMANOS LA GACETA

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LA MUERTE DEL DIBUJANTE

Y un día Clemente se quedó sin papelitos... T R A Y E C T O R I A

Ferviente hincha de River y apasionado de la vida porteña, el creador del emblemático personaje deja una herencia rica en arte y en sonrisas

Conocido en todo el mundo

PUNTOS DE VISTA

River y un sueño “copiado” “SEJO” DELGADO ARTISTA PLÁSTICO - DIBUJANTE DE HISTORIETAS

Nació en Salta, en 1948. Siendo niño, se mudó a Buenos Aires.

Trabajó en Clarín desde 1968. Antes publicó en varias revistas.

onocí a Caloi en 1996, en una muestra de Sergio Langer, otro dibujante de Clarín. Él me había dicho “acá los vas a conocer a todos” y, en efecto, allí estaba el “Negro” Loiseau y también Quino. Era muy agradable, aunque también tímido, como casi todos los dibujantes. Desde entonces lo vi ocasionalmente; en realidad, tuve más contacto con Tute, su hijo, mientras yo vivía en Buenos Aires y trabajaba en La Prensa. Pero la relación que mantuve con Caloi era la que se tiene con un maestro a la distancia, ya que me crié leyendo a Clemente y también me enamoraba el arte de su página en la revista Viva. Creo que hay que tener oficio para hacer un tira diaria, como la hacía él. Otra cosa que me une con Caloi es la pasión por el fútbol (él era un enfermo hincha de River). De hecho, me contó alguna vez que su eterno sueño fue ser el número 9 de River, meterle un gol a Boca en La Bombonera y que ese gol le valiera el campeonato. Desde entonces, le he copiado la fantasía, pero sustituyendo a River por Atlético.

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Museos del mundo exhiben sus originales y reproducciones

“Tute es el mejor de todos”

Juan Carlos Loiseau, que utiliza el seudónimo de Tute, heredó de su padre la habilidad para el dibujo y la creatividad para el humor. “De los nuevos, subjetiva y objetivamente, Tute es el mejor de todos”, comentó Caloi, en referencia a los historietistas argentinos.

ANÁLISIS

Otra manera de contar JORGE FIGUEROA LA GACETA

@jorgesfigueroa jfigueroa@lagaceta.com.ar

os sorprendimos cuando comenzamos a ver por televisión imágenes, nombres y la “cocina” de los talleres de muchos artistas que, hasta ese momento, únicamente conocíamos a través de los libros. “Caloi en su tinta” (que emitió Canal 7 durante 10 años, desde 1990) no era únicamente un programa de cine de animación, como generalmente se pensaba. Caloi ponía mucho énfasis en difundir el mundo de las artes plásticas, cuando estas dejaban de ser llamadas así para convertirse en visuales; y cuando se comenzaba a tener en claro que la historieta y el cómic no eran hermanitas tan menores. Las obras de videastas europeos eran las que más comentábamos luego, durante las clases en la Facultad de Artes. Importaba mucho en el programa de qué modo (con humor siempre, claro está), Caloi, apoyándose en animaciones y efectos especiales que interactuaban con él, daba la información y su opinión. Lograba lo que pocos: hablar de arte con un lenguaje artístico, lo que no solo le agregaba un formato didáctico importante, sino que lo convertía en verdadera materia artística.

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Un morocho alto, desgarbado, con cara de atorrante. Un papá que volvía fundido del trabajo para jugar ajedrez con sus hijos. Un estudiante rebelde del Colegio Nacional de Buenos Aires, al que repudió a viva voz en cuanta ocasión tuvo. Un salteño que hizo simbiosis con la vida porteña. El íntimo de Alejandro Dolina, el tío postizo de los hijos del “Negro” Fontanarrosa, el maestro de miles de dibujantes en todo el país. La muerte de Carlos Loiseau, a sus 63 años, se lleva no sólo al ilustre creador de Clemente, sino a una figura de múltiples facetas, todas entrañables. El humorista gráfico falleció ayer en el Instituto de Diagnóstico, adonde había sido internado

por un cáncer. Nacido en Salta, en 1948, muy pronto se mudó a Adrogué, Buenos Aires, cuyos vecinos fueron los primeros testigos de su talento para el dibujo. Con tintes irónicos y reflexivos, sus primeros trabajos se publicaron en Tía Vicenta. “Sólo en dos números, porque el segundo decreto de Onganía ordenó cerrar la revista”, comentó él. Después de dibujar para Panorama, Siete Días, Satiricón y Primera Plana, entre otras publicaciones, ingresó a Clarín en 1968. El diario, que hasta entonces compraba tiras de humor extranjeras, había decidido reformular su contratapa con viñetas realizadas por argentinos. “Me pidieron que convocara a

más dibujantes jóvenes. Llamé a Fontanarrosa, Crist, Bróccoli y, tiempo después, a Trillo y Altuna, que hicieron ‘El Loco Chávez’”, recordó Caloi durante el discurso que dio en la Legislatura porteña, cuando fue nombrado Ciudadano Ilustre.

Un arma expresiva El fallecimiento del artista tuvo una amplia repercusión tanto entre el público como en los medios, que acudieron a otros dibujantes para recordarlo. “Es una desaparición terrible. Su obra forma parte de la cultura popular y quedará en la memoria. Pasa lo mismo que con Fontanarrosa: siempre vas a poder abrir sus libros y reírte. Dejar

sonrisas es una herencia muy difícil de igualar”, indicó Roberto Altuna. “Le aportó al humorismo gráfico una mirada muy porteña y rea. Podía generar cosas muy piolas, como el espejito retrovisor que tenía Clemente cuando iba al psicoanalista”, indicó Rudy, quien también destacó el aporte del ciclo televisivo “Caloi en su tinta”, desde donde divulgaba cortometrajes artísticos de animación e historietas. “Al humor no hay que limitarlo; debe ser un arma expresiva y, como tal, tocar distintos temas”, decía Caloi, objetivo que llevó siempre a la práctica. Eso lo ha colocado, ya hace mucho tiempo, en la galería de los más grandes dibujantes argentinos.

Sus personajes fueron críticos de la realidad argentina Nunca había pensado en darle continuidad a uno de sus personajes. Le preocupaban las experiencias funestas de algunos colegas y no sabía si al otro día podría volver a dibujar la historia. Sin embargo, Caloi aceptó la propuesta de crear una tira diaria en el diario Clarín. Así nació Clemente, que en los inicios era la mascota de Bartolo (viñeta de la izquierda), un maquinista de tranvía que tenía una connota-

ción muy melancólica y porteña. Por ese entonces, el personaje amarillo tenía el cuerpo más estrecho y el pico largo y puntiagudo. Con el tiempo Clemente -cuyo nombre fue propuesto por la esposa de Caloi- fue tomando formas más definidas y redondeadas. Y su aspecto curioso generó múltiples versiones acerca de qué es realmente. Algunos decían que era un ornitorrinco y otros, un pato. “Clemente no tiene defi-

nición en la escala zoológica, es un ejemplar único”, decía su creador. Las aceitunas, Boca Juniors y la negra mulatona, que lo derretía con sus poderosas curvas y su contoneo, fueron su pasión. Aunque su primer amor fue Mimí, una canaria de crianza que fue desplazada por el terremoto cardíaco que producía la mulatona. Sus reflexiones y las charlas que surgían con su hijo Jacinto

(con el chupete en la viñeta) y con los otros personajes de la tira, como Clementina o el hincha de Camerún (derecha), hicieron de Clemente en un crítico de la realidad socioeconómica del país. El personaje también recibió un reconocimiento público: en 2004 se inauguró el monumento a Clemente. La obra pertenece a Fernando Rusquellas, y se erige en la plazoleta homónima, en Adrogué.

Te pintaba un mundo CÉSAR CARRIZO DOCENTE E HISTORIETISTA

a gran persona, además de enorme artista, nos recibió en su casa de San Telmo. Con el querido Oso Roselló hicimos lo que todo admirador serio hace cuando conoce a su ídolo de la infancia: Caloi abrió la puerta de manera mesurada y nosotros nos pusimos nerviosos. Fueron eternos esos segundos hasta que respondimos a su mano tendida. Nos mostró su estudio y deseábamos grabar cada instante, cada dibujo, cada libro en esa jungla creativa. Conocimos la tribunita de Clemente del Mundial y tratábamos de controlar la respiración. Nos obsequió libros y videos que estaban entre bocetos originales y premios. Caloi era un hacedor constante, creativo y un colega que te hacía sentir un par. Generoso con todos y especialmente con los jóvenes entusiastas. Mientras compartíamos esa charla inolvidable, experimentamos esa agradable sensación de estar frente a alguien que, con sólo una actitud, un gesto y un cruce de palabras, te pintaba un mundo.

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