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Carlos Vallín

via Quezada, “en una cultura ancestral, la de la tradición Teuchitlán-Teutzitlán.” Rasgos identitarios de los ancestros, se valen de la poesía descriptiva de Carlos que, al modo de los siglos XVI, XVII y XVIII, abunda en adjetivos que “ayudarán a visualizar mejor el singular objeto al que pocos saben cómo nombrar” lo lamentablemente desconocido: las formas de expresión ideológica de la región, las costumbres funerarias y su conjunción vida-muerte; o la ideología capacha, la cual no esclaviza “sino que persigue la convivencia, extendida hasta las tierras del Perú y el Ecuador donde se comparten simbolismos como el de los trece cielos, presente en la mitología cual espina dorsal del continente…”.

Y vienen pertinentes preguntas: “¿Qué son estos Cantos tecuexes? ¿Por qué el firmante es un autor del siglo XXI si se dice son memorias prehispánicas de occidente?”, Quezada vuelve a respondernos precisa, son una entrada a lo desconocido, al yacimiento cubierto por el polvo del tiempo: “La lectura de este libro nos ofrecerá las razones del escritor situadas en los labios de guerreros y líderes de la Tecueja ante la invasión y la barbarie, pondrá los datos que historiadores y cronistas nos han escrito ante una disyuntiva… levantará el reproche ante los invasores, su brutalidad y sus balas, quienes deambulan como animales entre huesos y carne podrida de los naturales, los verdaderos señores de la tierra… Este no es un conjunto de poemas, es un poema extenso en búsqueda de permanencia…”

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