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Cuento de SOGEM La visita

vo en la puerta y tocó el timbre. Bajé al primer piso y me dirigí a la entrada principal, preguntándome quien podía ser esa mujer. Al abrir le pregunté qué deseaba, me miraba desde la puerta de hierro forjado que daba hacia la calle.

—Soy Catalina, soy pariente de Martha, he venido a visitarla, ¿podría pasar a verla?

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—Lo lamento, pero el señor no está, no podré permitirle el paso, ¿por qué no viene otro día? —le pregunté a la mujer, esperando que se desanimara y se fuera. —Me temo que no puedo venir otro día, hoy es el día que debo visítala, sé que a Francisco no le molestará —a mujer insistió varias veces.

Estaba a punto de cerrar la puerta cuando escuché la voz de Martha: —Déjala pasar —Se había levantado de la cama y abierto la ventana, me preocupó la expresión de la niña, se veía confundida, pero parecía conocer la mujer, por lo que podría ser un pariente legítimo, así que la dejé entrar, pude notar en ella una extraña energía juvenil, pero su piel estaba tan pálida y arrugada como la de una anciana en su lecho de muerte, me costó convencerle de usar cubrebocas y lavarse las manos antes de entrar a la habitación.

Francisco Márquez, el padre de Martha trabaja demasiado, a veces pienso que le gustaba agobiarse en pendientes, reuniones y viajes para olvidar un poco el padecimiento de su hija, no lo culpo

Creación Literaria

Cuidé a Martha por un año, durante ese tiempo estuvo muy enferma, permanecía mucho tiempo internada en el hospital, ya había sido sometida a 5 cirugías en sus diez años de vida, pero su salud no mejoraba, tenía algunos días buenos, donde podía jugar y ser una niña normal. Antes de mí, la cuido su abuela, pero murió abruptamente justo mientras estaba en la misma habitación que Martha, la pobre niña sufrió mucho por la pérdida.

Francisco Márquez, el padre de Martha trabaja demasiado, a veces pienso que le gustaba agobiarse en pendientes, reuniones y viajes para olvidar un poco el padecimiento de su hija, no lo culpo, su esposa también murió hace 6 años, Martha era muy pequeña y apenas mencionaba a su madre.

—¿Crees que algún día me cure? —me pregunto Martha mientras recogía los platos de su comida, apenas la tocó.

—Si, muy pronto —mentí. Sus medicamentos actuales se limitaban a sólo controlarle el dolor y la habían mandado a su casa, no estaba tan enterada de los detalles de su condición, pero no era difícil adivinar.

—¿Qué es lo que te gustaría hacer cuando estes sana y puedas salir de la habitación? —le pregunté intentando disimular mis sentimientos.

—Me gustaría volar.

—¿Volar? ¿Cómo en un avión? —pregunté.

—Sí, ¿por qué no? —respondió mirando a la ventana, quedándose observando fijamente a lo que se hallaba afuera, al asomarme noté que había dos palomas sobre el techo de los vecinos, las aves estaban mirando atentamente a la casa. Después, pude ver cómo un auto negro se estacionaba enfrente de la casa, de él salió una mujer mayor, usaba un largo vestido negro, tenía el cabello completamente blanco y una piel pálida. Se detu-

—No te veía desde que murió mi abuela —le dijo Martha al ver a Catalina entrar.

—Cariño, sabes que he querido verte desde hace tiempo, aunque en realidad hubiera preferido esperar más y verte en circunstancias diferentes —respondió la mujer.

Martha me pidió que las dejara solas, accedí y esperé afuera de la habitación. Conforme pasaba el tiempo me preocupaba más y más, pensaba que no estaba bien dejar entrar a una desconocida, seguramente el padre me mataría si se enteraba, sumida en arrepentimiento intenté entrar al cuarto e interrumpir, pero la mujer se me adelantó, abrió a puerta justo antes de que yo pudiera tocar la perilla, y ya no tenía el cubrebocas, le reclamé por eso, no obstante, ella se limitó a sonreírme, me acerqué a Martha, parecía estar más contenta que aquella mañana, me pidió que le ayudara a cambiarse, que daría un paseo con Catalina, a lo que me negué rotundamente, ya había permitido demasiado. —Disculpe señora, pero me temo que Martha no puede salir ahora, no habrá ningún paseo —le dije con voz firme. —Ella está lista para salir conmigo — me respondió.

—Pues no, el médico ha dicho que se debe quedar en cama, necesita descansar y por favor márchese —estaba dispuesta a sacarla a patadas.

—Me gusta cómo la gente cree que tiene el control sobre las cosas, sobre las situaciones y las personas, y no, no existe algo que sea controlable, sólo hay caos y es una lástima que todos busquen controlar ese caos en lugar de disfrutarlo, pero si tú gustas me marcharé, no quiero ser descortés.

Algo era seguro, esta mujer no estaba en sus cabales, la acompañé a la salida y la vi irse en su auto negro. Subí a ver Martha, la encontré en el escritorio escribiendo, cerré la puerta y continué con mis labores.

Una hora mas tarde, opté por descansar un poco, tomé mi libro y antes de comenzar a leer, escuché la puerta principal abrirse, era Martha, con un vestido blanco, saliendo, afuera estaba el auto negro y Catalina, me apresuré a alcanzarlas, pero al salir ya no estaban, miré por la calle y no vi el auto, pregunté a algunos vecinos, pero me dijeron que no vieron ningún vehículo negro ese día. Regresé a la casa intentando convencerme de que realmente eran familia, que regresarían pronto, antes que el padre de Martha, pero no pude resistirme y llamé a la policía, ellos tomaron nota, pero me dijeron que no era mucho lo que podían hacer de momento, sólo monitorearían los autos negros que intentaran salir de la ciudad, además que debía acudir a declarar la desaparición para poder realizar la búsqueda.

Me debatí muchas veces si debía llamar al señor Márquez, opté por hacerlo, fue hasta la tercera llamada que me contestó, le conté lo sucedido, y respondió gritándome, fue ahí cuando exploté en llanto, me aseguró que iría directo a la casa, llamaría a sus conocidos y a la policía, no debían estar muy lejos.

El padre, al llegar a la casa, estaba hablando por teléfono, —me dices como era ella —dijo sin saludarme —le describí a la mujer anciana y al auto, él lo repitió al teléfono —¿Sabes si hay algo que pueda dar una evidencia de a dónde pudieron ir? —me preguntó desesperado —fue entonces que recordé que Martha escribía algo antes de irse, tal vez ahí se contaba a dónde iban a ir. Nos apresuramos al cuarto de la niña, al abrir la puerta, el señor Márquez dejó caer el teléfono al ver la escena, ahí, recostada sobre la cama estaba Martha, con los ojos cerrados y completamente pálida, Francisco se acercó a ella solo para descubrir que estaba muerta, el hombre no pudo contener las lágrimas, abrazó a su hija y se lamentó por su pérdida. Sobre el escritorio había una carta dirigida a su padre, eso debió ser lo estaba escribiendo y por la ventana pude ver a tres palomas en el techo del vecino que pronto emprendieron vuelo

ESPEJO HISTÓRICO / ARCHIVO HISTÓRICO DE JALISCO

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