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Los alimentos transgénicos Solución a los problemas globales de alimentación o un dañino negocio de emporios agroindustriales
from 24-02-2023JAL
¿Las hambrunas serán cosa del pasado o estamos a unos años, o cuando mucho a décadas, de que el infortunio de estómagos vacíos flagele a una buena parte de la humanidad?
Así como los seres humanos somos creaturas de esperanza, como diría el filósofo Gabriel Marcel, también solemos caer en la enmarañada red de la desesperanza y el pesimismo.
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Las distopías y los mundos posapocalíp- tico de las ficciones literarias, fílmicas, televisivas… tienen para nosotros un mórbido encanto; tanto que nos gusta imaginarnos sumidos en la desgracia y el padecimiento, por ejemplo, de un apocalipsis zombie.
Atendiendo a este pesimismo traemos a colación a un famoso economista británico del siglo XVII, Thomas Malthus, quien vaticinó, partiendo de una estimación científica, que la humanidad estaba condenada a la hambruna dado que el aumento demográfico rebasaba la capacidad de producir más alimentos; entiéndase, creyó que prevalecería una disparidad entre nuestro poder agrícola para abastecer la creciente necesidad alimentaria local, nacional y mundial y la creciente proliferación de la especie humana.
El economista británicos ideó una solución acorde con sus ideas cristianas para revertir la causa del problema; entendía que la finalidad del matrimonio era la procreación entonces lo procedente era demorar la edad para contraer nupcias para que los conyugues tuvieran menos años para traer hijos al mundo; esta solución emparenta perfectamente con la ofrecida, siglos después, por la inteligencia artificial ChatGPT de emprender una política mundial de esterilizaciones masivas obligatorias y eutanasia a fin de revertir el calentamiento global y la pér- dida de ecosistemas y de vida salvaje. Somos ocho mil millones de seres humanos habitando el planeta; de seguir este ritmo de crecimiento poblacional es de esperarse que pronto los recursos sean insuficientes para cubrir las necesidades más elementales de todos los individuos.
Pero esperanza e ingenio jamás nos han faltado como especie y, ante la carencia de más tierras fértiles para sembrar, hemos ideado la forma de hacer rendir más los cultivos y para esto tenemos de nuestro lado el músculo productivo de nuestra avanzada tecnología actual. Necesitábamos una solución para el hambre mundial; la obtuvimos del sor-
Las especies animales de las que nos alimentamos también están siendo modificadas genéticamente, prendente “gabinete” de las ciencias genetistas que nos dispensó los llamados alimentos transgénicos.
¿Qué son dichos alimentos? La respuesta simple, por no decir obvia, es que son especies vegetales o incluso animales, para consumo humano, que han sido modificadas genéticamente para otórgales ciertas características deseables o provechosas. Algunas plantas transgénicas las han alterado genéticamente, por ejemplo, para que resistan mejor las plagas, los insectos o crezcan con menos agua. En la actualidad, los cultivos transgénicos más comunes son la soja, algunos tipos de papas y, sobre todo, el maíz.

Estos alimentos transgénicos ya forman parte de nuestra dieta diaria ya sea en su forma natural como en sus versiones procesadas y esta incorporación, como lo sostienen algunas voces detractoras, se ha realizado sin haber investigado lo suficiente los efectos que su consumo puede tener. Los estudios requeridos son a largo plazo. ¿Podemos esperar? Al parecer no: los platos de una famélica humanidad reclaman ser llenados tres veces al día.
Entonces ¿serán los alimentos transgénicos la solución que tanto esperábamos? Hay quien dice que por supuesto que sí otros disienten. Literatura a favor y en contra sobra. El Internet está plagado de videos, páginas y mensajes que advierten de los peligros o enfatizan las bondades de los alimentos transgénicos. Uno como meros receptores de esta información ya no sabemos qué creer. Un punto de polémica más allá de las cuestiones de salud es que dichos alimentos están sometidos a patentes y en consecuencia se requiere comprar las semillas para poder cultivarlos, además, está el inconveniente para el agricultor que, a diferencia de lo que ocurre con el maíz y la soja no transgénicos, su cultivo no produce semillas que puedan ser utilizadas para una nueva siembra. Se depende como productor de las empresas dueñas de las patentes y fabricantes de las semillas; dichas empresas se van consolidando como auténticos monopolios globales agroindustriales.
Estamos ante una revolución agro-alimentaria alentada por la búsqueda de lucro de grandes consorcios del ramo que enmascaran su sed de ganancias con el argumento de que van al rescate de una humanidad que se resiste a esterilizarse y que, en cambio, reclama ser alimentada a toda costa y cualquier