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La vida de nuestras mamás está llena de interesantes aventuras: Franco Félix

Con Lengua dormida busco desmitificar esa imagen que siempre fueron adultas y madres, añade

Literatura

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Reyna Paz Avendaño reynapazavendano@gmail.com

“La vida de nuestras madres, nos pareciera a los hijos, que siempre fue una vida adulta, siendo siempre madres, y en esta novela trato de desmitificar esa imagen, aterrizarla y concebirla como un ser humano lleno de defectos y con una vida interesante llena de aventuras”, señala Franco Félix autor de Lengua dormida, libro que se presentará este lunes 13 de marzo a las 17:15 en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY).

El autor narra cómo Ana María, su madre, pasó tres años entrando y saliendo de clínicas y hospitales antes de su muerte, momento en que el autor se obsesionó con reconstruirla a través de una biografía secreta: antes de vivir con él en Hermosillo, tuvo un marido y cuatro hijos en la Ciudad de México, pero lo abandonó todo.

“Mi madre vivió con dolor toda su vida y ese dolor lo encubría bailando, enfiestándose. A mis padres los recuerdo bebiendo y bailando, una vida muy feliz pero también muy ambivalente, en las noches salía su dolor y ella se expresaba a gritos, decía ¡ay mi hijos!, yo bromeaba pensando que era el hijo de la Llorona”, narra.

Sin embargo, Félix no sabía que hablaba de otros hijos. “Ese vacío y esa otra historia fuera de mi fue ofreciéndome la materia prima de mi escritura: la confusión”, señala.

Cuando alguien amado muere uno se interesa más en su vida, buscas en sus objetos pistas de esa vida que no conociste, asegura.

“Es ponerte sus anteojos un momento y es un poco lo que haces con los objetos que dejan, hay un pensamiento metonímico porque cuando murió mi madre empecé a recolectar los objetos como su dentadura rota o las notas de sus cuadernos porque dan cuenta del camino semiótico a su mente. En los objetos también están nuestros muertos”, expresa.

¿Nuestra reacción al momento de ver morir a alguien es una especie de ofrenda?

La enfermedad no solo consume al pa- ciente sino a toda la familia alrededor. Con mi madre todos estábamos cansados, teníamos cinco años de entrar y salir del hospital, el cuerpo estaba cansa-

Encierros por pérdida

Lengua dormida Franco FélixEditorial Sexto Piso.

Franco Félix platica que su madre falleció en agosto de 2019 y en ese momento se encerró seis meses, tuvo un luto muy solitario, y cuando quería salir al mundo llegó el encierro por la pandemia. “A un año de encierro, empecé a experimentar un dolor de cabeza terrible que después de varias terapias fallidas, por ejemplo, con acupuntura, un neurofisiólogo me empezó a medicar para quitarme el dolor y pude escribir, salir de mi luto”.

do para reaccionar y cuando falleció, la abracé, estuve sin llorar, estaba desconcertado.

En ese momento le ofreces algo, un silencio, un beso o un gracias con la esperanza de que se lleve una parte de ti, es un acto muy mitológico.

Félix advierte que su novela editada por Sexto Piso no es un manual de cómo superar el duelo.

“Es una conversación, son todas aquellas conversaciones que quedaron pendientes y que no se dieron con mi madre, aquí las hago, el libro trata de rellenar huecos en su historia, la vida de mi madre siempre fue un enigma. Tenemos definidos los arquetipos de la madre, pero el ejercicio de estudiarla me ayudó a superar ciertos prejuicios que uno tiene sobre la mujer madre, sobre todo las ideas que tenemos los hijos hombres”, indica.

Un personaje en esta novela, además de los integrantes de la familia del autor, es el cuerpo enfermo.

¿El cuerpo es la obsesión y el recuerdo más poderoso de nuestros seres queridos?

En la novela aparece constantemente el cuerpo de mi madre, desde 2010 empecé a escribir su historia y sé que la novela se detona con su muerte, pero no es un libro sobre su muerte, es decir, hay partes donde escribo sobre ella dormida frente de mí, entonces voy recorriendo cómo su cuerpo se va deteriorando. Recuerdo mi pasado, mi infancia y la recuerdo a ella fuerte, levantando cubetas, manejando coches grandes pero llega el punto en que por la enfermedad su cuerpo está al límite y hay otra parte donde su cuerpo es simbólico, es la ausencia; en otros fragmentos está el cuerpo terrorífico, ese imaginar su cuerpo pudriéndose.

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