Políticas de lectura

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Políticas de lectura : Miradas y aportes desde Cultura LIJ / Valeria Sorín ... [et.al.]. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Ai res: La Bohemia, 2015. 144 p. ; 20x14 cm. - (AbraLaPalabra) ISBN 978-987-1019-64-9 1. Literatura. 2. Lectura. I. Sorín, Valeria CDD 370.15

Fecha de catalogación: 25/03/2015

Colección: AbraLaPalabra Diseño de colección: Federico de Giacomi Ilustración de tapa y foto: Laura Demidovich Edición: Valeria Sorín Corrección: Roxana Carbone Armado: DG. Pablo De Ferrari y ED. Rosanna Cabrera

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, en forma idéntica o modificada y por cualquier medio o procedimiento, sea mecánico, informático, de grabación o fotocopia, sin autorización de los editores.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Editorial La Bohemia www.editoriallabohemia.com contacto@editorialbohemia.com

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D. Allebon, L. Demidovich, V. Díaz Ortiz, M. L. Miretti, M. Rubalcaba, V. Sorín

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Índice general

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Preliminares

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Lazos

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Construir lectores críticos, construir ciudadanía Por Laura Demidovich y Valeria Sorín

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Aristas de las políticas de lectura

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El lector esclavo

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Las mentiras lectoras

25

Los políticos y la lectura

27

Más difícil que llegar es mantenerse

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Lectura y ciencia, ¿enemigos íntimos?

33

Lectura por kilo

37

La magdalena de Proust y la lectura

39

Instrucciones para dar cuerda al Martín Fierro

45

Los muchos libros de la democracia Por Daniela Allerbon

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Análisis de prácticas

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La lectura en la televisión digital abierta Por Mónica Rubalcaba

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Dos ciudades leyendo Por María Luisa Miretti

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Mirada 360º

67

Emancipación por la lectura Valeria Sorín conversa con Silvia Castrillón

73

Estrategias y experiencias en la construcción de un país lector Valentín Díaz Ortiz conversa con Beatriz Helena Robledo

79

La memoria del futuro Valeria Sorín conversa con Gonzalo Oyarzún

85

Palabras mayores Valeria Sorín conversa con Jochen Weber

89

Ojos bien abiertos Valeria Sorín conversa con Alberto Sanabria

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Epílogo

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Gracias por el eco Por Laura Demidovich y Valeria Sorín

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Quién es quién

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Preliminares

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Lazos

Por Laura Demidovich y Valeria Sorín

La mina del lápiz con el que escribiste tus primeros palotes y el diamante que usa Liz Taylor están hechos de la misma sustancia: carbono. Y aunque los dos están conformados por el mismo elemento, no son lo mismo ni tienen la misma funcionalidad. En el grafito, los átomos de carbono forman capas en las que cada átomo está rodeado por otros tres idénticos a él formando una estructura hexagonal. En el diamante, cada átomo de carbono está enlazado a cuatro vecinos iguales dispuestos en forma de tetraedro. Lo que distingue al grafito del diamante es el ordenamiento interno de los átomos. En la multiplicación o la suma el orden de los factores no altera el producto, pero esta regla no se lleva bien con la naturaleza de la vida. ¿Será que la cultura está plagada de vida? En algún momento de la última década, el modelo de red se impuso frente al de individuos solitarios. La metáfora superó incluso a la del tejido, presente por décadas en el siglo XX. La internet es un invento tecnológico que nos ha permitido pensarnos cercanos y accesibles. Claro que la informática solo copia la red neuronal. Habría que recordar que también la mano que sostiene el lápiz está hecha de átomos de carbono. En el carbono, como en otros aspectos, mayor cantidad de lazos dan resultados más resistentes. Cuando lo que se suman son personas a un proyecto, dos más dos puede ser infinito.

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Construir lectores críticos, construir ciudadanía Por Valeria Sorín y Laura Demidovich

No podemos cerrar este libro sin dar cuenta del II Congreso Internacional de Literatura para Niños: Producción, Edición y Circulación, que organizamos desde Editorial La Bohemia, donde el eje central fueron las políticas de lectura en la construcción de ciudadanía. Allí, Silvia Castrillón nos marcó la responsabilidad ineludible del Estado en la constitución de lectores críticos, si es que el Estado pretende fortalecer la democracia. Ana Garralón pasó revista pormenorizada del caso mexicano, insistiendo en cómo habían encontrado la forma de consultar a dieciséis mil docentes para tomar las decisiones de compra de más de quinientos títulos para mejorar el acervo de las bibliotecas áulicas. Gustavo Bombini advirtió la necesidad de pensar y ponderar los datos que se publican como resultado de éxito o fracaso de diferentes planes y de las evaluaciones internacionales, ya que medir efectos, ya sea en foma cuali o cuantitiva, no es cosa sencilla ni siempre se puede llevar a cabo. Margarita Eggers Lan, Gaciela Bialet, Natalia Porta y Alicia Dieguez presentaron la tarea que Plan de Lectura viene desarrollando por todo el país. Queremos destacar dos de las acciones de las que dieron cuenta: los abuelos cuenta cuentos, que narran en escuelas y consiguen establecer vínculos intergeneracionales como forma de reconstruir el tejido social; y el seminario internacional de lectura para maestros, que ha convocado a ochocientos docentes de todo el país en cuatro ciudades a ingresar a la universidad en muchos casos por primera vez.

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Daniela Allerbon nos habló del libro como barrera simbólica y un acceso no inmediato para aquellos que no se sienten con la capacidad de apropiárselo. Remarcó entonces la importancia del mediador en tanto facilitador. En el cierre del congreso tuvo lugar la presentación del Consejo Nacional de Lectura que reúne ocho ministerios y organismos públicos de la Argentina con el objetivo de coordinar las políticas de lectura de todo el país. Como primeros pasos se planificó una Encuesta Nacional de Lectura para obtener un diagnóstico inicial y desde el cual elaborar un mapa de la lectura en la Argentina que dará cuenta de la presencia de bibliotecas, centros culturales y el alcance de los planes de lectura. Poner en diálogo a los organismos para coordinar agendas y esfuerzos potenciará las acciones. Sí, todo esto se dijo sobre el escenario. Pero lo más destacado pasó en las butacas y pasillos. Silvia Castrillón estaba sorprendida y emocionada por el gran nivel de las participaciones, preguntas y reflexiones del público, por “lo bien que hablan los argentinos”. Hubo una escucha activa y crítica. Comenzó a tejerse el debate. Creemos que este ha sido el verdadero éxito del congreso. La consigna en la que público y expositores coincidieron era la de crear lectores críticos para ser ciudadanos conscientes. El estado actual del campo de la LIJ y la lectura en nuestro país se asemeja al estado gaseoso de la materia. Las moléculas vibran por sí mismas con gran agitación. Se encuentran unas con otras, pero sin detenerse, para luego volver a encontrar otras direcciones. Permanezcamos vibrantes para que siempre haya pensamientos inquietantes.

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Aristas de las polĂ­ticas de lectura

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El lector esclavo

Por Daniela Allerbon

Cuentan que en Grecia y en Roma, hasta el siglo II d.C., la escritura era esclava de la lectura o, mejor dicho, se escribía con el objetivo de que la voz hiciera sonar las palabras. La búsqueda del ritmo era fundamental y se escribía haciendo pausas, alzando la voz para comprobarlo. Las letras eran símbolos destinados a sonar, estaban muertos si no eran pronunciados. Podemos decir que cada vez que alguien escribía tenía en cuenta unas cuerdas vocales, un aire que las atravesara, un timbre de voz y hasta una boca de la que saliera el sonido. Y también a un grupo de personas que escuchaba, tal como se observa en las escenas de lecturas grabadas en vasos, una práctica que suena curiosa para las sociedades actuales que, en su mayoría, cultivan la lectura silenciosa e individual. Esas cuerdas vocales que parían los textos eran de los esclavos y libertos que leían para sus amos en las casas ricas. Leer era una tarea esforzada, emparentada con cualquier otro trabajo. La lectura, en el mundo occidental, que empezó siendo un trabajo de esclavos, con el correr del tiempo se convirtió en un derecho. Pero algo en ese proceso banalizó la idea de lectura como práctica, la volvió omnipresente, inespecífica. El convencimiento de que leer por leer es bueno, de que leer cualquier cosa y de cualquier manera es algo positivo es peligroso. Tanto como pensar que leer cura todas las heridas y sirve para todo. Ese disfrute estético y esa capacidad para simbolizar e interpretar que pueden derivar de la lectura también pueden provenir de otras artes. Pensemos en las artes visuales, en alguien que analiza

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una obra y encuentra sentidos múltiples, interpretaciones y, por supuesto, reflexiona.

La lectura como medio y la lectura como fin en sí mismo Leer por leer, leer por placer, leer porque sí, leer porque es bueno, leer para crecer, para saber, para ser importantes, para tener temas de conversación, para aprender a mentir, para saber que no estamos solos. Cuando se pone todo en la lectura se la está vaciando. La lectura es un instrumento que puede servir casi para cualquier cosa, entonces, o leemos para algo, o ejercitamos nuestras competencias lectoras como una operación cognitiva, como un instrumento, como un medio... o ambas. Entonces, separemos. Por un lado, la lectura como competencia, como medio para acceder a la cultura escrita y, desde ahí, a los bienes culturales que no se dan por arte de magia ante la mera capacidad de leer, pero que sí se habilitan. Ahí hablamos del derecho a leer como una competencia básica para la vida en las sociedades actuales –que algunos llaman “sociedades de la información”–, para acceder a derechos, para reflexionar, para hacer honor a eso que decía Adam Smith, que después retomó Marx, sobre la alienación que produce el trabajo repetitivo en el sistema capitalista y cómo el Estado tiene asignado un rol fundamental a través de la educación. Por otro lado, la lectura entendida como lectura de literatura, que, como todo arte, atraviesa zonas ligadas a la emoción, al inconsciente, a la experiencia humana, a la capacidad de pensarnos a nosotros mismos, para abrir una ventana para ver todo desde otro lugar, para ser un “laboratorio” de sentidos para la realidad. Desde el trabajo con la literatura, sobra decir las miles de dimensiones posibles de desarrollo: la expresión, la crítica, la creatividad, una manera de integrar personas desde un lugar distinto, de mirar a otros de otra manera, de promover lazos comunitarios, solidaridades nuevas, libertades. Puede ser que queramos promover ambas dimensiones al mismo tiempo. Lo importante, como mediadores de lectura, como funcionarios, como gestores, es que pensemos qué queremos hacer con ella, para qué estamos promoviéndola, que sepamos o que creamos saber, al menos, hacia dónde vamos.

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Objetivos distintos, seguramente, implicarán modos distintos de abordarlos, nos obligarán a pensar si estamos usando las armas correctas y evitaremos caer en esa frase que dice que cuando tenemos un martillo todos los problemas nos parecen clavos.

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Las mentiras lectoras

Por Daniela Allerbon

Una breve historia de nuestras bibliotecas familiares.

Me contaron que en la década del 60 y 70 había gente que decoraba sus casas con muebles que simulaban ser una biblioteca. Solamente si uno se ponía a investigar, se podía dar cuenta que se trataba de “falsos libros”. Primero pensé que era una leyenda urbana, pero después concluí que no era tan extraño que, entonces, la posesión de libros fuera sinónimo de estatus. En esos años, las enciclopedias en más de veinte tomos ocupaban un espacio real y concreto en las casas. Se lucían los diccionarios enciclopédicos, sus lomos, uno al lado del otro, en verde oscuro, azul o negro, con tapas lujosas y los títulos en dorado (hot stamping). Podía ser la prestigiosa Enciclopedia Británica o la más accesible Espasa Calpe pero todas tenían en común esa promesa de conocimiento, una cuasi certeza que todo lo que se podía saber habitaba adentro de esas páginas. También estaban los clásicos: nunca faltaba el Quijote ni los best sellers junto con los diccionarios de inglés y de francés. No nos olvidemos de las colecciones de libros para niños: esas tapas amarillas de la reeditada Robin Hood. Ese era el identikit de una biblioteca de una familia de clase media, urbana y, dado que no hay estadísticas para refutarlo, podemos creerle a esta descripción que tantos repiten de memoria.

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Pocos hubieran anticipado que unos años más tarde la exhibición de libros en el hogar podría ser peligrosa. Cuando la última dictadura militar censuraba, incluso, algunos libros infantiles, transitamos ese triste período. Entonces, se escondían libros en sótanos, se enterraban en el jardín o se forraban para que pasaran desapercibidos, camuflándose con tapas de biblias y otros libros que parecían inofensivos ante ojos de censores, espías y demás. Parece surrealista que hace algunos pocos años, en este mismo país, la posesión de un determinado libro te acercara a la muerte ¿Existirán también libros desaparecidos? ¿Libros enterrados o escondidos cuya ubicación desapareció con sus dueños? Después vino la democracia y vivimos una breve fiesta cultural que palideció durante los noventa, cuando lo que había que mostrar para ser alguien era el reloj o el auto que te habías comprado. En los livings sobrevivían las enciclopedias con sus tomos, pero la literatura empezaba a flaquear. Más allá de las modas de decoración de interiores hoy nadie finge que tiene libros. Las bibliotecas adelgazaron sus estantes y pasaron a ocupar una modesta hilera con diez o quince libros: algunos heredados, otros comprados para la escuela, un par de diccionarios, alguno de auto ayuda y un par de escritores famosos. A veces, también, alguna novela histórica (una Florencia Bonelli) y otro de historia argentina (Mitos de Pigna) y alguno de actualidad política o historia reciente. Las bibliotecas suelen ser un indicio del lugar que tiene la lectura en cada casa. Entonces, lo que cambió fue el lugar de la lectura, su práctica, su importancia, sus usos. Pasó de ser símbolo de prestigio para ser, sencillamente, una actividad más. Una que insume muchísima concentración y requiere unas cuantas habilidades cognitivas. Y, dicen algunos científicos, que además del lugar social de la lectura, también está cambiando nuestro cerebro ante la multitud de estímulos en simultáneo. Hoy podemos hacer muchas cosas más al mismo tiempo. Y, aparentemente, esta nueva habilidad tendrá algunos costos en términos de concentración. Por raro que parezca, mentíamos sobre los libros que teníamos porque eran importantes, nos definían, hablaban de nuestro capital simbólico. No está claro si las nuevas modalidades de lectura son mejores o peores por eso no sé, todavía, si añorar ese mundo de pequeñas mentiras sobre el último libro que habías leído.

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Los políticos y la lectura

Por Daniela Allerbon

Lejos de los discursos facilistas acerca de la lectura, la autora sostiene que las buenas políticas de lectura se sostienen con ideas claras y hechos contundentes.

El ritmo de la agenda política moderna hace que, en ocasiones, el espacio para que un funcionario lleve una idea nueva a un presidente sea el intervalo entre dos vuelos. Hace cuatro años, José Nun, el entonces Secretario de Cultura, tuvo la oportunidad de preguntarle a Néstor Kirchner, el entonces presidente, si le parecía bien la idea de entregar bibliotecas a las familias que recibían viviendas sociales. Él dijo tres cosas en dos minutos: que sí, que fueran para todas las casas y que la única condición que ponía era que estuviera el Nunca Más entre esos libros. Entre estos dos hombres había muchos sobreentendidos: el acceso a la cultura, y en particular a su versión escrita, es un derecho inalienable. Los libros, además de estimularnos, son un objeto esencial para el conocimiento de los derechos y, por lo tanto, para la construcción de un sujeto civil consciente. En un aeropuerto nació el Programa Libros y Casas, que me siento honrada coordinar. Desde el momento en que el expresidente dijo que sí, ya se han entregado casi dos millones de libros.

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Me había propuesto terminar el año con una columna acerca de los discursos facilistas y fascistas que abundan en actos políticos. Discursos con los que funcionarios de todas las áreas y niveles se llenan la boca para hablar de la lectura demagógicamente. Es el 27 de octubre y acaba de tocar el timbre el censista. Mientras sube por el ascensor, me entero en la televisión de la muerte de Néstor Kirchner. Entonces, el tono irónico que tenía para hablar sobre los funcionarios que se ponen a decir que los libros nos hacen mágicamente más buenos y alejan a los niños de las drogas y de la inseguridad cambia por esta convicción de que, cuando los políticos apoyan acciones que tienen sentido e impacto concreto, no es importante lo que digan acerca de la teoría. Más bien, se vuelve determinante que sepan elegir colaboradores que a su vez elijan a otros que puedan volcar ese rumbo general en acciones concretas que ayuden a cambiar la vida de las personas. Que sepan hacer ese delicado equilibrio entre la rentabilidad política de una acción y el impacto real que se estima que va a tener. El Programa Libros y Casas no solo consiste en la entrega de libros y bibliotecas, sino en la generación de referentes en las comunidades, en la generación de espacios comunitarios para compartir la cultura entre las familias. Por eso el rol de las capacitadoras es tan determinante. Tuve la oportunidad de conocer brevemente a Néstor Kirchner y comentarle que el programa había sido replicado en Cuba, en Chile y que se había anunciado en México. En todos los casos, la iniciativa fue levantada por las máximas autoridades de perfiles políticos tan distintos como Raúl Castro, Michelle Bachelet y Felipe Calderón. Él se mostró contento, complacido. He escuchado discursos donde se proponen soluciones mágicas, como por ejemplo, y no exagero, encerrar a los niños en habitaciones con libros y sin televisión (“porque la tele es una porquería”) ya que, según estos solucionadores, “leer es fácil” y “es unos minutos por día”. Con todo el poder transformador que tiene la palabra, no hay que olvidar que más importante que lo que los políticos dicen es lo que los políticos hacen.

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Más difícil que llegar es mantenerse Por Daniela Allerbon

El desafío de la continuidad de las políticas públicas.

La historia de las políticas de Estado es tristemente una historia de interrupciones. Cada vez que asume una nueva gestión parece que hubiera que inventar la rueda otra vez para poder dejar su huella. Entonces, ya sea en grandes distritos o en pequeñas localidades, cada vez que cambian los directivos se arrasa con todo, o casi todo, lo anterior. Algunos son lo suficientemente inteligentes para reconvertir lo bueno que ya se hacía con un nombre nuevo y rutilante, pero para otros el solo hecho de que se trate de una acción iniciada por una administración distinta es razón para discontinuarla. Muchos politólogos, sociólogos y demás estudiosos de la cosa pública se han preguntado por la difícil solución de este problema: se debe votar representantes periódicamente y, al mismo tiempo, para que un proyecto dé frutos debe tener un tiempo de maduración suficiente. Una manera de sortear el obstáculo es convertir las iniciativas en leyes. Si bien también pueden ser cambiadas, tienen una fuerza mayor. En ciertas circunstancias, las mismas leyes son desoídas, dado que siempre hay una distancia considerable entre la existencia de una ley y su aplicación efectiva. Esto sucede en todos los ámbitos y, por supuesto, las políticas del libro y la lectura no están a salvo. La tarea de capacitar mediadores de lectura es una tarea ardua no tanto por la capacitación misma,

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sino porque lo difícil es sostener proyectos locales que trasciendan los respectivos gobiernos. Los programas de lectura no suelen tener resultados medibles de manera inmediata, se trata de procesos que apuntan al mediano y largo plazo, a la apropiación de ellos por parte de las comunidades, a la construcción de una manera de relacionarse con la palabra escrita. De esta forma, las estadísticas que puede llenar son las de “acciones realizadas”, pero ¿cómo evaluar el impacto en el corto plazo? Y en ese momento, en el que las estrellas se estaban alineando y los grupos de trabajo empezaban a ser grupos de verdad, justo en el momento de consolidación del proyecto, cambian las autoridades y de nuevo a empezar. Uno de los desafíos para vencer la tiranía del tiempo es institucionalizar sin petrificar. Por eso una iniciativa como el Consejo Nacional de Lectura, creado en el 2010 como un espacio de articulación entre cinco ministerios y tres organismos nacionales en relación con sus acciones de lectura, es una buena noticia en este sentido. Puede ser una garantía para que la lectura no sea una prioridad de tal o cual gobierno, sino una obligación del Estado. Por supuesto que se tiene que tratar de un espacio dinámico, de interacción que, a su vez, impulse acciones de corto y largo plazo y así potencie la aplicación y relevancia de la de Ley de Educación Nacional Nro. 26.206 donde entre los objetivos de la política educativa incluye: “Fortalecer la centralidad de la lectura y la escritura, como condiciones básicas para la educación a lo largo de toda la vida, la construcción de una ciudadanía responsable y la libre circulación del conocimiento”, la Ley de Bibliotecas Populares Nro. 23.351 que da un marco de apoyo a las bibliotecas populares y la Ley Nro. 25.446 de Fomento del Libro y la Lectura que especifica las responsabilidades de la Secretaría de Cultura de la Nación en relación con la lectura, como así también de la de las numerosas leyes provinciales que se ocupan del tema. Todavía queda mucho por hacer. Podremos hablar de resultados de políticas culturales y educativas cuando la ciudadanía las considere un derecho y luche para que no queden olvidadas en un estante ante cada cambio de Gobierno.

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Lectura y ciencia, ¿enemigos íntimos? Por Daniela Allerbon

¿Se puede medir el impacto de un taller de lectura en una persona? Los obstáculos metodológicos con los que se encuentra la investigación en lectura.

Qué feo y qué limitado suena eso de ponerse a medir qué le pasa a alguien cuando lee. Qué triste que suena medir cómo impacta una frase en la vida de una persona. Qué horror intentar ponerle números a todo lo que alguien puede sentir. Qué poco poético contabilizar de cuántas maneras la lectura de los cuentos de El llano en llamas de Rulfo transformará para siempre la idea que se tiene de ser pobre en México. Como decía el poeta inglés Wordsworth: “Nuestro entrometido intelecto desfigura las hermosas formas de las cosas, matamos para diseccionar”. La postura de declarar inasible una porción de la experiencia es tan “romántica” como Wordsworth. Se trata de una mirada que no puede ir más allá de lo cualitativo, del puro registro, de la casuística y, por ende, renuncia –o aborrece– a la ciencia. En el otro extremo del ring tenemos a las encuestas, los fríos números, por ejemplo, los estudios realizados por el National Endowment for the Arts (Fondo Nacional de

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las Artes), lo más parecido a un Ministerio de Cultura que hay en Estados Unidos, que muestran una correlación positiva entre lectura y participación ciudadana, detectando lectores en días de elecciones. En definitiva, trazando un mapa de consumos y prácticas observables que, para ganar generalidad, sacrifica la profundidad. ¿Se puede medir el impacto de un taller de lectura en una persona de la misma manera que se mide el impacto de consumir una determinada cantidad de calcio? Arriesgo una respuesta desde la epistemología: se puede encuestar o entrevistar a cientos o miles de personas que hayan atravesado esa experiencia y tratar de aislar los efectos que ha tenido en su vida, de la misma manera que se hace para probar el efecto de una vacuna o de un medicamento. Esto sería inducción pura y lisa, observar una cantidad considerable de casos y realizar generalizaciones a partir de ellos. El concepto de “iletrismo” o “analfabetismo funcional”, por ejemplo, surge de observar sistemáticamente que algunas personas que han sido alfabetizadas en su infancia, con el tiempo, han perdido la capacidad de usar ese conocimiento de manera significativa, esto es, que aún sabiendo leer y escribir frases simples, no poseen las habilidades necesarias para satisfacer las demandas cotidianas tanto profesionales como personales. Pero también se puede abordar la lectura desde la teoría. Esta aproximación implica arriesgar hipótesis sobre procesos o entidades que no se pueden observar, generando hipótesis teóricas o “modelos”. Dos de las teorías más conocidas son: en física, la ley de gravedad, y la teoría del inconsciente propuesta por el psicoanálisis. Por supuesto, es más sencillo poner a prueba la teoría de la ley de gravedad tirando manzanas desde un árbol que testear la existencia del inconsciente. Al intentar explicar el efecto que puede tener una experiencia de lectura sobre las personas, a veces, nos encontramos con obstáculos metodológicos similares a los del psicoanálisis. No obstante, desde disciplinas como la sociología, la historia, la antropología y el ya mencionado psicoanálisis, numerosos académicos han abordado la lectura proponiendo categorías nuevas a partir de sus observaciones que, en definitiva, constituyen hipótesis sobre cómo esta práctica encarna en diferentes personas y contextos socio-culturales, aportando conceptos tales como el de “apropiación de la lectura”. El desafío que tenemos como mediadores de lectura y gestores culturales es superar la dificultad de evaluar el trabajo que realizamos,

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poniendo a prueba estas teorías, enriqueciéndolas, proponiendo otras y registrando cuidadosamente el impacto de nuestro quehacer para poder defender de manera rotunda la transfiguración que observamos cada vez que alguien se inicia en el rito de la lectura.

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Lectura por kilo

Por Daniela Allerbon

¿Qué revelan las encuestas de lectura de América Latina? La autora nos ayuda entender la realidad de la que hablan y la que callan.

La estadística, dicen, es esa ciencia que, cuando una persona tiene dos gallinas y la otra no tiene ninguna, nos informa que cada una de ellas tiene una gallina. Y más allá del chiste, algo de eso hay. Cuando se hace una encuesta se saca una foto, no una radiografía. Se trata de una herramienta a la que no se le puede pedir las causas profundas de algo, pero sí el contorno de las cosas, el estado de la cuestión. En particular, las encuestas de lectura se proponen medir qué, cuánto y cómo se lee. Y acercar algunas respuestas sobre el por qué. O no, algunas de ellas se centran obsesivamente en la lectura de libros y en los rankings de los autores y obras más conocidos por la gente. Sobra decir que en estas épocas, donde cada vez más gente lee el diario en Internet, en algunos países son un éxito las novelas por entregas a través del celular o en blogs y, por citar solo un ejemplo de escena de lectura en espacios comunitarios, en muchos CAPS (Centros de Atención Primaria de Salud) de Argentina los chicos disfrutan de una narración antes de entrar al consultorio. Centrar las mediciones en torno a la lectura de libros es perderse bastante de la práctica social y cultural que es la lectura. Nadie dice que sea fácil. Los libros

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son unos aliados maravillosos de la estadística en las encuestas de lectura porque se pueden contar claramente. Entonces, tenemos un desafío: medir algo que hacemos casi todo el tiempo y recortarlo, darle un valor, decidir qué es “leer” y diferenciarlo, o no, de descifrar un mensaje de texto que nos indica que nos encontramos en el bar a las siete; pensar si la lectura cambia en función de la finalidad con la que leemos –para informarnos, disfrutar, llegar a una dirección– y, según el objeto, el soporte a través del cual se lea. De todas maneras, cada vez más, las encuestas se están esforzando por capturar las dimensiones sociales de la lectura y por considerar todos los soportes, sobre todo los más nuevos. Más allá de cómo hacemos para medir eso que llamamos lectura –algo a lo que solo podemos llegar por aproximación en una encuesta cuantitativa, porque para conocer los “por qué” siempre será necesario hacer estudios cualitativos y, por supuesto, transitar la experiencia de participar y dictar talleres, de enseñar, gestionar, investigar y aprender– los resultados están ahí, a disposición, para que los miremos y hagamos algo con ellos en tanto sociedades. De las últimas encuestas de lectura realizadas en Chile, Brasil, México y Argentina surge claramente que, en su paso por la escuela, las personas han leído un importante volumen de material. En la mayoría de los casos, es la época en que más han leído, sin embargo, esto no parece alcanzar a la hora de que la lectura se haga carne para siempre en sus vidas. Cuando buscamos explicar por qué lee toda esa gente que dice leer frecuentemente –sobre todo los que dicen leer libros, que son aproximadamente la mitad de la población–, encontramos en su historia familias en las que había libros, en las que sus familiares –sobre todo su madre– le leían, le regalaban libros, en fin, en las que había un clima propicio para la lectura. Y, a la inversa, los que no contaron con todo esto son esa otra mitad, la que dice no tener interés en la lectura o no tener tiempo para ella. ¿Será justo pedirle solamente a la escuela que genere lectores además de enseñar a leer, a escribir y un montón de otras cosas? Yo creo que no. Creo que esta es una tarea conjunta de toda la sociedad y, si hablamos de instituciones y del Estado, creo que entran áreas sobre las que no suele pesar esta tarea como prioritaria: áreas como Cultura, Desarrollo Social y Salud. Resulta evidente que hay que llegar con propuestas a las familias para que sean ellas las que se involucren. Padres, tíos o abuelos,

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que probablemente no se consideren a sí mismos como lectores, si perciben que la lectura es algo importante para el desarrollo de sus hijos, sobrinos y nietos, seguramente harán esfuerzos para acercarlos a ella. Y para esto, podemos valernos de todos los recursos que están a la mano, desde talleres que proponen el encuentro lúdico uno a uno con la lectura hasta las campañas en los medios de comunicación, sabiendo que existen muchos niveles en los que tenemos que trabajar: la experiencia personal de la lectura y las percepciones de la sociedad, el lugar que tiene en la agenda social y política. Así, esa otra mitad que sale en las encuestas como la mitad perdida por la lectura podría producir un futuro entero.

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La magdalena de Proust y la lectura Por Daniela Allerbon

¿Cuándo tendrán lugar las campañas para releer?

Cuando era chica tenía una listita donde anotaba los libros que tenía que leer. Cada tanto la perdía y la reencontraba. Eran libros y autores mencionados en los libros que leía. Lo que se llama “intertextualidad”. Jorge Luis Borges, sobre todo, siempre me daba tarea: Emanuel Swedenborg, Italo Calvino, Arthur Schopenhauer, Las mil y una noches. Yo iba tratando de encontrarme con esos libros pero no era simple. Muchos años más tarde, cuando por fin leí Los amores difíciles de Calvino, descubrí que seguía intentando completar esa grilla porque me sorprendí de lo distinto que era su estilo del de Borges (aunque después encontraría el parentesco en Las ciudades invisibles, en el relato de todas esas ciudades imaginadas). Seguí tratando de completar esa grilla infinita de lecturas de clásicos al mismo tiempo que intentaba mantenerme actualizada con lo que se estaba escribiendo. No es fácil, la sensación de estar en falta con las lecturas es tremenda. Pienso que no leí todavía Crimen y Castigo y que debería leer El cazador oculto ya, en este instante. Ante semejante panorama, releer parece ser solamente un obstáculo para engrosar mi lista y seguir tachando autores y títulos. Pero releer es un placer enorme, sobre todo para los que sacamos una parte de nuestro aprendizaje emocional de los libros. Cuando revisamos las anotaciones de los márgenes y los subrayados, encontramos indicios

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de la persona que éramos la primera vez que los leímos y, a veces, incluso, nos sorprendemos al no entender qué es lo que nos había llamado la atención, qué enjambre de pensamientos hizo que esa frase saltara de la hoja. Tengo La genealogía de la moral de Nietzsche –un autor que parece que te está gritando e insultando cuando lo lees– lleno de signos de exclamación, como si cada frase hubiese sido una revelación. Me da risa ver que está marcado casi todo el libro que es lo mismo que no destacar nada. Releer los cuentos del Llano en llamas de Rulfo es inspirador, siento que tengo que ponerme a escribir en ese momento. Por eso, cuando pienso en promover la lectura surge la pregunta: ¿la lectura de qué? ¿Hay que leer cosas nuevas todo el tiempo? ¿Hay que leer muchas obras en una especie de maratón interminable para después chequear con el vecino quién leyó más títulos, al mejor estilo de los ambientes académicos? Me veo obligada a agregar una nota al pie: nótese que los comentarios típicos sobre algunas obras que se supone que hay que tener leídas son sobre su primer capítulo o su primer tomo, como si se hubiera leído lo indispensable para decir que uno lo leyó. Es el caso de la escena de en En busca del tiempo perdido de Marcel Proust en la que el narrador recuerda su infancia al mojar una magdalena en el té y de la frase sobre la repetición de la historia como tragedia y como farsa del 18 Brumario de Carlos Marx. Entonces, creo que el objetivo de la promoción de la lectura debería ser que la mayor cantidad de gente posible tenga una relación significativa con lo que lee. Otra manera de decirlo es que la lectura aporte a la construcción de la subjetividad. ¿Qué es colaborar en la construcción de la subjetividad? Es aportar a la construcción de la conciencia de uno mismo, eso que empieza, aparentemente, a los ocho meses y que hace que un bebé apriete a su mamá como si no existiera ninguna otra persona en el mundo. Eso que da nacimiento, también, a la existencia de los demás como personas. Ese yo autobiográfico que, como diría el especialista en neurología y psicología, Antonio Damasio, es lo que nos hace humanos. Entonces, habría que pensar también en las campañas de lectura como campañas de relectura y abandonar, aunque sea por un rato, la loca carrera de tildar libros leídos.

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Instrucciones para darle cuerda al Martín Fierro Por Daniela Allerbon

¿Y si volvemos a escribir el Martín Fierro?

“Un libro destinado a despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una población casi primitiva, servir a provechoso recreo, después de las fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente a los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e interpretar sus sentimientos en su mismo lenguaje, en sus frases más usuales, en su forma más general, aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros más característicos, a fin de que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima que su lectura no sea sino una continuación natural de su existencia”. Así se disculpaba José Hernández en 1879 por la incorrección en el lenguaje de El gaucho Martín Fierro, en el prólogo a su continuación: La vuelta de Martín Fierro. Hernández pareciera erigirse en promotor de la lectura antes que en autor, ubicándose en la otra vereda de su rival, Sarmiento, un promotor ante todo de la educación y de la “civilización”. Hernández escribió el Martín Fierro con miedo a ser perseguido por opositor, durante la presidencia de Sarmiento, sin salir del Hotel Argentino, que estaba justo frente a la Casa Rosada.

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Primer giro: promocionar el folletín El libro se imprimió en formato de folletín y agotó su primera edición en unos meses. En 1894 se imprimiría la decimoquinta edición, acumulando 64.000 ejemplares vendidos. Por esa época, en la ciudad de Buenos Aires vivían cerca de 660 mil habitantes y alrededor del 46% sabía leer (cerca de 300 mil personas). O sea, haciendo una cuenta gruesa, que toma solo la ciudad de Buenos Aires (el libro se vendió mucho más allá de la ciudad, en la provincia y en el litoral), una de cada cinco personas alfabetizadas había comprado el libro. Si a esto sumamos las lecturas colectivas que se hacían en las pulperías y establecimientos rurales, cuyo público era mayormente gauchos que no sabían leer, llegamos a la conclusión de que casi todo el mundo lo había leído. Nicolás Avellaneda en una carta a Florencio Madero confirma esta presunción: “Uno de mis clientes, almacenero por mayor, me mostraba ayer en sus libros los encargos de los pulperos de la campaña: 12 gruesas de fósforos, una barrica de cerveza, 12 Vueltas de Martín Fierro, 100 cajas de sardinas”.

Segundo giro: incluirlo en el canon Al mismo tiempo que el texto despertaba tanto interés en los lectores, la crítica se mantenía dividida. Pero hubo un hito que sellaría su suerte como símbolo de la literatura argentina. Leopoldo Lugones lo equiparó con lo que significó La Ilíada para la literatura griega, en una serie de conferencias que dio en el Teatro Odeón en 1913, a las cuales asistiría el mismísimo presidente de la República. Se trataba del poema épico de la nación. Poco tiempo después, Ricardo Rojas inauguraría la cátedra de Literatura Argentina en la universidad refiriéndose al Martín Fierro como el equivalente al Mío Cid para los españoles. De allí en más, hubo ediciones para bibliófilos y lo que podemos llamar la canonización definitiva de la obra: las decenas de ensayos y juicios críticos, los cientos de exégesis y de obras derivadas. Ezequiel Martínez Estrada y Borges se ocuparon de él. Tiempo después sería de lectura obligatoria en las escuelas, parte fundamental de los programas de Literatura. Atrás de todo esto yace la historia de un gaucho que vivía feliz hasta que lo reclutaron a la fuerza para defender la “frontera” con los

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indígenas. Cuando vuelve a su rancho después de tres años, pobre, sin haber cobrado ni un sueldo, no encuentra nada: su mujer vendió el campo, sus hijos todavía pequeños se emplearon como peones. Decide, entonces, ser “cruel con los crueles” y se convierte en un fugitivo de la justicia después de matar a un moreno en una pelea. Así empiezan sus desgracias y, como pasa con los buenos libros, el lector las sufre con él, se indigna, se compadece de sus hijos. Es inevitable sentir cierta amargura al terminarlo.

Tercer giro: faltarle el respeto Pero para entender este poema hace falta también conocer muchas palabras y expresiones, algunas de las cuales no se usan hace más de un siglo “reyunos, deszocar, envenado”. José Hernández se opondría firmemente a que su libro se distribuyera hoy en día tal y como está, tan lejano a la experiencia cotidiana de sus potenciales lectores, urbanos, en su mayoría. Más aun, me arriesgo a decir que Hernández creería que la lectura de su libro podría resultar una experiencia aburrida por demás para el lector actual. ¿Cómo tratar a un clásico tan lejano en el lenguaje, sobre todo cuando se trata de un clásico de la poesía? Una manera es faltarle completamente el respeto para sacudirle el polvo. Voy a mencionar solamente algunas de las operaciones que le dieron un nuevo aire. Leónidas Lamborghini en su largo poema Las patas en la fuente (1965) equiparó a Martín Fierro con Perón en el exilio y a sus hijos con la resistencia peronista. En su primera lectura pública, en el Teatro del Pueblo, los asistentes silbaban y se iban. Decían que eso no era poesía. Pablo Katchdajian emprendió otra operación: ordenó alfabéticamente todos sus versos y así surgieron nuevos significados y cruces que renuevan la obra. le dije con la mamúa: le dije: “Que le aproveche, le dije: “Tal vez mañana1 Oscar Fariña escribió El guacho Martín Fierro (Factotum Ediciones, 2011) traduciendo cada una de las estrofas del poema al lenguaje carcelario del conurbano bonaerense, más conocido como tumbero. En esta traspolación, el fortín ruinoso donde Fierro es obligado a servir se convierte

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en la cárcel y los extranjeros, en lugar de italianos, son bolivianos y paraguayos. El caballo es la moto, el rancho queda en la villa y el pericón es la cumbia villera. El texto es provocativo, por momentos soez, difícilmente digerible tal como está por una institución educativa. ¿Puede ayudar a promover la lectura un clásico? Depende, por supuesto. Pero un clásico intocable y obligatorio sobre un pedestal es probable que produzca personas que leen resúmenes en Taringa para cumplir con una tarea y que se pierdan de conmoverse cuando Fierro dice que seguramente a sus hijos “aunque los vean tiritando//los echen de algún fogón2// pa que no estén estorbando”.

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Notas 1. El Martín Fierro ordenado Alfabéticamente, IAP, 2007. 2. “jogón” en el original.

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Los muchos libros de la democracia Por Daniela Allerbon

¿Cuántos libros se necesitan para curar tanta quema? Un millón y medio de libros fueron quemados el 26 de junio de 1980. Se trataba de una de las mayores quemas de libros de la última dictadura argentina. Veinticuatro toneladas de papel ardieron durante más de tres días y se convirtieron en un símbolo. Eran todos títulos del Centro Editor de América Latina. En un depósito de Sarandí, los funcionarios militares trabajaban de quemar libros como en la novela de Ray Bradbury, como en la más ridícula de las pesadillas. Para los que querían disciplinar el pensamiento de las personas los libros eran una fuente de caos y preguntas que debía ser eliminada. Mientras ardían libros de Proust, García Marquéz, Neruda y Galeano, Luciano Benjamín Menéndez afirmaba que: “De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”. (Diario La Opinión, 30 de abril de 1976). Le tenían terror a las ideas, necesitaban controlarlas, como si de verdad pudiera existir algún impedimento material cuando una persona se propone conocer algo. Prohibían libros por decreto y consideraban que un cuento para chicos sobre una huelga de animales podía ser nocivo, así que también prohibieron libros protagonizados por elefantes. Sería gracioso si no hubiera sido tan triste.

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Quince años después, los talleristas del primer programa de lectura de la democracia notaban que todavía en algunas provincias los alumnos les hablaban de usted a los maestros. Veintisiete años después, el Programa Libros y Casas de la Secretaría de Cultura de la Nación empezó a distribuir dieciocho libros a cada una de las familias que reciben una vivienda social. Entre esos libros hay un par que hablan sobre esa última dictadura militar: El nunca más y los crímenes de la dictadura y el Manual de Historia Argentina, también incluye un Manual de Primeros Auxilios Legales que ayuda a resolver problemas legales de la vida cotidiana y apunta a que cada ciudadano conozca y exija sus derechos. Entre los libros infantiles de esta biblioteca familiar, hay autores prohibidos: está, por ejemplo, Elsa Bornemann, la autora de Un elefante ocupa mucho espacio y Laura Devetach, autora de “La planta de Bartolo”, un cuento donde su protagonista tenía una planta de cuadernos y se aseguraba que nadie pudiera monopolizarlos y así impedir que los chicos escribieran. Sabemos que no se crece por el mero y acumulativo hecho de cumplir años. En los treinta años de democracia que estamos cumpliendo en este 2013 festejamos, también, un Estado que se preocupa y se ocupa genuinamente por el acceso a los libros y a la lectura, que no le teme a los contenidos que habilitan a la ciudadanía y, en cambio, insta a participar, a pensar, a debatir, en fin, a leer. El programa Libros y Casas ya entregó 1.900.000 libros, cuatrocientos mil más que los de esa quema legendaria. Eso, también, es algo para festejar en este aniversario.

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La lectura en la televisión digital abierta Por Mónica Rubalcaba

Un análisis de la presencia de la lectura en la televisión argentina.

Artículo basado en la ponencia presentada en el III Congreso Internacional de Literatura para Niños: Producción, Edición y Circulación, que forma parte de su trabajo de tesis doctoral, del Doctorado en Educación de la UNLP: “Políticas educativas sobre la lectura a nivel nacional y provincial. El caso de la lectura literaria”. Parto de la hipótesis de que la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina, que fija cuotas de pantalla para contenidos educativos y para la producción nacional, y establece que los contenidos de interés público sean transmitidos de manera gratuita por televisión abierta, implica una nueva organización de la oferta de contenidos. Mi mirada particular en este proyecto se centra en revisar qué aspectos vinculados a esta oferta pueden ser vinculados a políticas educativas en torno a la lectura. Esta investigación señala la necesidad de articulación de políticas públicas de diversos tenores y campos, con el fin de sostener la importancia de toda política educativa que visibilice y canalice nuevos modos de acercamiento a la lectura como bien y herramienta indispensable para la construcción de la ciudadanía, la cohesión social, las identidades comunitarias, la construcción de las subjetividades.

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Me centraré en programas de la televisión digital abierta (en adelante, TVDA), excluyendo campañas y spots publicitarios, e indagaré la temática de los contenidos de la TVDA vinculables a la lectura mediante el análisis y relevamiento de producciones audiovisuales para la formulación de categorías de análisis.

Algunas categorías para pensar El Plan Nacional de Lectura presentado en el 2005 proponía abordar algunas concepciones sobre la lectura presentes en diversas políticas públicas partiendo de una “concepción teórica, política y práctica de la lectura para revisar aquellos discursos sociales que ponen el acento en la pérdida del hábito, en los déficit de comprensión, en los bajos resultados de los operativos de evaluación, o en la emergencia de los medios de comunicación y la cultura de la imagen como enemigos de la lectura”. Del mismo modo, se proponía revisar concepciones didácticas sobre la lectura que la relegaban a una mirada de práctica exclusivamente cognitiva, para considerarla “una práctica social históricamente construida”. Para esto es necesario abordar los diversos escenarios en los que se producen las prácticas de lectura, y cómo cada comunidad se apropia de los significados, usos y sentidos de la cultura escrita; en esta investigación, el escenario privilegiado de la TVDA supone mirar las particularidades de su producción y contexto.

Resultados encontrados Una mirada sobre los contenidos televisivos presentados en el Informe anual de AFSA 2011 nos permite relevar que aquellos contenidos categorizados como “Infantiles” o como “Educativos/culturales” aparecen escasamente en la programación. Por otra parte, se releva que la producción de contenidos Educativos/culturales ha quedado reservada para las señales estatales y está totalmente ausente de las señales privadas. En datos cuantitativos, los canales privados del área metropolitana de Buenos Aires, a saber, 2, 9, 11 y 13, ofrecen muy escasamente programas vinculados a la categoría Educativos/culturales, mientras que aquellos de la categoría Infantiles han crecido de un 5% a un 11% a lo largo del año.

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Un dato llamativo es el del Canal 7, de gestión estatal, donde hubo una merma en programas de los llamados de Variedades –fluctuante entre 17% y 8%–, mientras mantiene relativamente constante aunque con tendencia decreciente los contenidos de la programación educativa/cultural –entre un 14% y un 9% como extremos de la variable–; pero además aparece una baja notoria en los programas categorizados como “Infantiles” –fluctuante entre 9% y 3% como extremos de la variable a lo largo del año–.

Política de lectura en la televisión Un abordaje interesante para la interpretación ajustada de estos datos, en relación con el tema que nos ocupa –las políticas de lectura– es qué programas efectivamente aparecen en la grilla en el rubro “Infantiles”: son básicamente programas de entretenimiento para niños y jóvenes; en la señal estatal solo escasa pero predominantemente los contenidos están relacionados con lo informativo o formativo. • • • • • •

Canal 7: Caja Rodante, Mil manos, Animanía, más una hora de repetición de Paka-paka. Canal 13: Panam Corazón, Piñón Fijo, El Zorro. Telefé: Z TV (marionetas y dibujos animados), Floricienta, oferta ocasional de series como El Chavo. América 2: Illusion Park. Canal 9: repetición de una hora de programación de Paka Paka. Ocasionalmente y para todos los canales, películas dirigidas al público infantil.

El dato más contundente en relación con políticas de promoción de la lectura y haciendo una focalización en la lectura literaria, es que los programas que abordan directa o indirectamente la temática son escasos y aparecen casi exclusivamente no en el rubro “Infantiles”, sino en “Educativos/culturales” que, como se ha dicho, solo son parte de la grilla de los canales estatales (Canal 7 “La televisión pública”, Canal Encuentro –del Ministerio de Educación de la Nación– y Paka Paka). De todos modos, más allá de lo cuantitativo, los contenidos presentes en los programas existentes son de gran atractivo visual y de riqueza estética (en su producción, por ejemplo, participan reconocidos ilustradores como Isol, Poly Bernatene, Istvanch, etc.) además de proponer

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la recuperación de relatos e historias no solo “de los libros”, sino de la tradición oral. Dentro de los contenidos educativos/culturales, los programas pueden ser reunidos a su vez dentro de las categorías que proponemos aquí: 1. Voz/ presencia de los escritores hablando de su obra, 2. Escenas de lectura, 3. Cuentos “animados”, 4. Propuestas para docentes y padres de pequeños o jóvenes lectores, 5. Escenas escolares/participación de jóvenes o niños en actividades culturales. Si analizamos por las categorías en las que pueden ser reunidos los programas, tenemos: 1. Voz / presencia de los escritores hablando de su obra

2. Escenas de lectura

3. Cuentos “animados”

• El refugio de la cultura

• Continuará • Había una vez

• Cuentos para no dormirse

• La palabra • Biblioteca infinita

• Calibroscopio

• Los siete locos • Continuará • Entrevistas • Escritores en primera persona

• Calibroscopio

• Cuentos muy muy exagerados

4. Propuestas para docentes y padres de pequeños o jóvenes lectores • Caminos de tiza

5. Escenas escolares / participación de jóvenes o niños en actividades culturales • Alegría y dignidad

• Había una vez • Horizontes Lengua

• Conectad@s • Jardines • Escuelas argentinas

Total: 3

Total: 4

• El libro de la selva

• Había una vez • La palabra • Mujeres: artes y letras • Mundo Bayer • Biblioteca infinita Total: 10

Total: 5

Total: 4

Los programas destacados en cursiva dentro del cuadro son aquellos recurrentes en varias categorías, pero en particular en aquellas más valoradas en los análisis que aparecen a continuación del cuadro. El destacado es solo a los fines de mayor visibilización.

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Teresa Colomer, Michèle Petit y Graciela Montes han afirmado la eficacia de la escena de lectura compartida y la presencia de mediadores para el desarrollo de las prácticas lectoras. Entre las categorías anteriores, entonces, la mera presentación de escenas escolares donde hay niños leyendo, o la presentación de emprendimientos donde la lectura es parte del desarrollo infantil o juvenil sería insuficiente para promover tales prácticas. Por otra parte, sí ha sido probado el entusiasmo que despierta la voz o la presencia del escritor para quien se dispone a conocer una obra. Las escenas de lectura –dirigidas a un público presente en la escena televisada o bien dirigido al /televidente/oyente/ lector– serían muy propicias para la promoción lectora, así como la presentación con diferentes formatos y géneros de textos literarios de todas las épocas y variados autores. Por último, en vista de los deseables propósitos educativos presentes en las políticas de lectura, son de alto impacto los programas dirigidos a docentes y padres, formadores de nuevos lectores.

Discusión, a modo de conclusión El Plan Nacional de Lectura de la Argentina ha propuesto ampliar el enfoque cognitivo y lingüístico que prevaleció durante los años ochenta y noventa, y entender la lectura como una práctica cultural y como una experiencia de alto valor social, cultural e identitario. Se busca interpelar a las prácticas cotidianas de lectura en la escuela desde una mirada más amplia que dialogue a la vez con las prácticas culturales y de lectura extraescolares. Este enfoque, sustentado en el modelo sociocultural de la lectura, que encuentra en Roger Chartier a uno de sus máximos exponentes, propone a la lectura como una forma de encuentro con los otros, una manera de tejer redes de sociabilidad entre personas que comparten intereses de lectura y modos particulares de leer. Una mirada semejante reubica la imagen del lector solitario, tan propia de algunos discursos sobre la lectura, para recuperar el lugar de las prácticas de la lectura compartida. En este sentido, las propuestas de contenidos televisivos analizadas en los dos cuadros anteriores –en particular aquellas concurrentes en varias categorías– proponen programas que recogen el modelo sociocultural de la lectura al apuntar a aspectos relevantes para la creación de prácticas lectoras sostenidas. La escena en pantalla y dirigida al

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público, por ejemplo, de una lectura compartida resulta de enorme eficacia porque reproduce de alguna manera la escena “fundacional” de la lectura mejor y más fuertemente construida y arraigada en la práctica social. De igual modo, la presencia de los escritores, así como la traducción a múltiples lenguajes audiovisuales de los mejores textos del acervo cultural compartido, son contenidos presentes y deseables en el desarrollo de la TDVA. Sería deseable, asimismo, que los emprendimientos privados de TVDA incorporen a su oferta contenidos que sostengan el lugar de la lectura como posibilidad de encuentro, de construcción de identidades y de enriquecimiento del acervo cultural de los pueblos que tienen y construyen como audiencia.

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Dos ciudades leyendo

Por María Luisa Miretti

Las ciudades de Ballobar, en España, y Villegas, en la Argentina, no tienen nada en común, excepto que las experiencias sociales de lectura las han cambiado para siempre.

Cuando pensamos en políticas de lectura es habitual suponer que el éxito de estas depende del rumbo que se marca en las altas esferas, de los planes que se llevan a cabo y de los recursos que se proveen. Los dos casos que veremos a continuación tienen en común una sola cosa: el éxito radicó en el compromiso de sus comunidades. Dos pequeñas ciudades a ambos lados del Atlántico comparten la misma decisión: que la lectura no sea solo una costumbre arraigada, sino dar lugar a que esta modifique sus prácticas sociales.

Palabras para Villegas El intendente del partido de General Villegas (al norte de la provincia de Buenos Aires), preocupado por la escasa lectura entre los niños, les sugirió a docentes, bibliotecarios y supervisores de la zona organizar actividades para su tratamiento. El Plan Nacional de Lectura proveyó materiales, libros, publicaciones, brindó asesoramiento, apoyo y acompañamiento para el desenvolvimiento de las acciones, y se encargó de

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realizar el seguimiento de los resultados desde el área estadística al proyecto Villegas en Palabras. El desafío estaba instalado. Ya no era un mandato social ni cultural, sino la intención de cada protagonista de seguir viendo y escuchando nuevas voces y nuevos mundos, a través de la lectura. General Villegas ya había encarado un proyecto de promoción entre 2000 y 2004, impulsado por referentes de la biblioteca pública, bibliotecarios escolares, el equipo de inspectores de Nivel Primario y el Centro de Investigación Educativa (CIE). Desde entonces, se implementó un sistema de escuelas en red coordinadas por mediadores y organizadas en seis núcleos de trabajo, lo cual facilitó a este estudio de la logística de comunicación necesaria para implementar y articular las acciones desde la órbita de las inspectoras hasta el aula de cada establecimiento educativo y viceversa. El equipo y las propuestas del Plan Nacional de Lectura, por consiguiente, se apoyaron en esta organización comunitaria preexistente para desarrollar el trabajo de investigación. Un apartado especial merece Banderaló, pequeña localidad del partido de General Villegas, donde –en una escuela de jornada completa– fue posible una acción conjunta de toda la comunidad para apreciar y disfrutar el funcionamiento de su biblioteca en actividades de difusión lectora (entrevista pública a escritores, representación de sus obras, entre otras). La principal estrategia consistió en la práctica sostenida de la lectura en voz alta, pero la mayor distinción fue el compromiso que la población docente demostró: se pasó de 340 lecturas en el mes de abril a casi 2.000 en mayo. Como en otras acciones del Plan de Lectura, se acompañó con capacitaciones para docentes, visitas de escritores y entrega de publicaciones a todos los estudiantes.

Cifras de Villegas • • •

En 92 escuelas del distrito, se trabajó con 6.828 alumnos de todos los niveles y 977 docentes. Se realizaron 10.115 lecturas compartidas, con un promedio de 85 por día. En cada jornada se leían de 15 a 20 minutos en voz alta. El 19% de los docentes valoró la participación y el 18% admitió haber

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ampliado sus conocimientos sobre textos y autores. El 75,6% de los docentes corroboró que las estrategias de lectura en voz alta promovieron el acercamiento a la biblioteca, facilitaron su desempeño y el desarrollo de sus competencias. El 90% de los maestros aseguró que había favorecido la concentración y la disciplina, que el 59% de los alumnos había aumentado su atención en clase y el 43% había logrado un aprendizaje sostenido.

La tertulia en Ballobar La idea de generar un Programa de Educación Literaria, integrando familias, profesorado y la bibliotecaria municipal, nació de una maestra y una profesora de Lengua y Literatura. El núcleo del Programa consistía en una tertulia en la que se analizaran y comentaran libros, después de que hubieran sido leídos individualmente. Empezó en 1993-94, cuando se aceptó la sugerencia de Mercedes Caballud Albiac para un programa experimental de animación a la lectura con familias y la biblioteca pública. Se acordó dar un contexto cultural a la lectura y se establecieron compromisos con los hijos sobre los temas a tratar: Prensa y revistas, Televisión y otros medios audiovisuales, la Biblioteca pública y la Lectura literaria. Desde su inicio, participaron más de 60 adultos, de los que se mantuvo un grupo estable de 30 personas que se reunían a la noche en la biblioteca pública, con una frecuencia mensual de dos horas, de septiembre a junio. Para los más pequeños se inició la actividad con Castillos de arena, de Rico1, y “Nuevas maneras de enseñar a los niños a odiar la literatura”2, de Rodari, y al segundo año se inició la tertulia con el formato actual.

¿Qué es la tertulia? La tertulia no tiene un esquema fijo, aunque siempre se dedica la mayor parte del tiempo al comentario de los libros leídos en forma particular. Se comenta el tema, la recepción lectora y la repercusión social y se relaciona lo leído con la vida, las ideas y sentimientos de los contertulios, comparándose con otras lecturas. Todos intervienen libremente; los profesores orientan ciertos aspectos formales, más el contexto cultural y literario. Los maestros comentan anécdotas y, con

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el apoyo de la bibliotecaria, se trabajan aspectos estéticos del texto, sociales y humanos. Las lecturas son en voz alta y pueden abarcar un poema, un cuento o un artículo al principio o al final de la tertulia.

La selección de textos Esta tarea fue el punto nodal en el Programa Leer Juntos. Desde el principio, intentaron mantener la calidad literaria de las lecturas, en una selección cuidada, eludiendo best sellers, adaptaciones de cuentos clásicos o versiones fraudulentas, literatura juvenil mediocre o ilustración adocenada. Para los adultos, se orientaron hacia obras cuyos temas favorecieran la expresión de opiniones, la reflexión sobre el mundo y que fueran agradables e interesantes.

Los efectos de lectura Los maestros de Ballobar constituyeron el Grupo de Biblioteca Escolar y desde entonces fueron visitados por narradores, bibliotecarios, ilustradores y escritores. Cada uno de ellos abrió ventanas, dejó ideas y recuerdos. Hoy los alumnos conocen y disfrutan a profesionales que nunca hubieran imaginado en la zona rural, y se convirtió en una experiencia compartida y deseada por todos. Las consecuencias no se hicieron demorar y así surgieron Leer Juntos Infantil (reúne a las familias de los pequeños que ingresan cada año en el colegio de 4 a 5 de la tarde) y Leer Juntos Secundaria (con padres y madres de la secundaria). Los afectos generados dentro y fuera del grupo, la complicidad entre sus integrantes y el encuentro con otras personas permiten afirmar que Leer Juntos favoreció el enriquecimiento personal y social de esa comunidad rural, generando un sólido entramado social y cultural.

Punto de llegada Luego de este breve recorrido, hemos podido apreciar que la lectura literaria fue el tema convocante que permitió crear “pasarelas”, en el decir de Petit, para el fortalecimiento subjetivo.

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Generar este tipo de espacios propicia cambios intersubjetivos profundos, ya que alienta la dinámica del pensamiento y estrecha lazos significativos en un verdadero proceso de transformación social.

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Notas 1. Rico, Lolo, Castillos de arena. España, Alhambra, 1986. 2. Entre otros lugares, se recoge en: Cela, Jaume y Fluvià, Mercè, Sugerencias para una lectura creadora, Barcelona, Editorial Aliorna, 1988. (Recientemente, ha salido en Educación y Biblioteca de enero de 2004).

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Emancipación por la lectura

Por Valeria Sorín

Un análisis de la presencia de la lectura en la televisión argentina.

La especialista colombiana en educación y bibliotecología, Silvia Castrillón, dialogó con Cultura LIJ en una charla sin ataduras. Silvia Castrillón tiene una postura clara respecto de la lectura. Remarca la necesidad de un mediador consciente de sí, de su pertenencia a un campo cultural y de su fuerza social. Esta bibliotecaria colombiana ha investigado la relación entre la literatura y la escuela, estrategias para la construcción de lectores, la práctica lectora entre los maestros. Sobre todos estos temas tiene artículos, conferencias y libros publicados. Como parte de su tarea esencial, Castrillón es miembro fundador de las más destacadas organizaciones por la lectura en Colombia: ASOLECTURA y FUNDALECTURA. También ha sido asesora de organismos como IBBY, OEA, OEI, SECAB, CERLALC y Naciones Unidas.

Conciencia de ser A la promoción de la lectura se llega desde lugares e intereses diferentes. ¿En qué concepto de lectura deben basarse los planes de lectura? Yo diría que todos los intereses en la promoción de la lectura, en última instancia, podrían clasificarse en dos grupos relativamente extremos:

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el primero, asociado a intereses económicos que ven el libro como una mercancía de la industria del entretenimiento y por consiguiente esperan que la promoción de la lectura se constituya en un medio para estimular su consumo masivo. En el segundo grupo estarían quienes consideran la lectura como posibilidad para la búsqueda de sentido, de significación, de comprensión de sí mismos y del mundo. Sin embargo, no creo que haya una conciencia generalizada sobre estos intereses que se excluyen entre sí. Generalmente, se piensa que la lectura es buena en sí misma y, por consiguiente, es bueno promoverla sin tener mucha claridad sobre el por qué y el para qué. En este caso solo se responde, sin saberlo, a los intereses del primer grupo. De acuerdo con lo anterior, creo que solo tiene sentido invertir esfuerzos y recursos públicos en planes que se propongan la lectura como medio y no como fin. Solo así tendría un sentido social. Es decir, al Estado le corresponde garantizar un acceso universal a la cultura escrita, garantizar que quienes tradicionalmente han sido excluidos de ella se puedan servir de esta como medio para comprender. Para que la lectura de la palabra permita una mejor lectura del mundo. Pero es muy dudoso, y sería ingenuo pensarlo, que un Estado que no se haya planteado como propósito una educación más humanitaria, lo haga. Es por eso que creo que acciones que pretendan dar sentido a la lectura provienen de personas y grupos con compromiso social y con conciencia sobre los intereses y tensiones que se mueven en este campo. En toda Latinoamérica, en cada lugar se multiplican los mediadores que trabajan por contagiar el placer de leer. Por lo general, este trabajo es bastante solitario y pocos se sienten contenidos por una red o pertenencia. ¿Qué se puede hacer para que el mediador no esté solo? ¿Cómo se debe apuntalar su tarea? Pienso que actualmente hay una gran euforia alrededor del tema de la promoción de la lectura. No estoy segura de que el trabajo del promotor sea tan solitario. Cada vez se crean más redes y agrupaciones y se organizan más congresos y encuentros que celebran con júbilo la promoción de la lectura. Todo este movimiento se realiza sin una toma de conciencia sobre sus limitaciones. Tanto ruido no da lugar a la reflexión acerca del por qué y el para qué de la promoción de la lectura. Creo que la mejor manera de acompañar a los promotores de lectura es mediante la apertura de espacios que hagan posible una permanente y problematizadora reflexión sobre su trabajo.

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Lectura y violencia ¿Cree usted que el binomio literatura/lectura puede hacer algo contra la violencia social? No, no lo creo. Por lo menos en la forma con la que algunos pretenden establecer una relación directa entre cultura y paz. Este es uno de los lugares comunes que me parece necesario desmontar. Decir que a más lectura y más bibliotecas, menos violencia es, por una parte, desconocer la historia, que ha demostrado que la civilización, la cultura y la lectura de la literatura no inmunizan contra la violencia. Algunos de los más grandes criminales de la historia de la humanidad fueron a su vez grandes lectores y no podría afirmarse, como lo dice George Steiner, que no entendían lo que leían. Sería también responsabilizar de la violencia a los niños y a los jóvenes que no leen, a sus padres y a sus maestros. Sin embargo, algunas personas sostienen que la lectura nos forma intelectualmente para permitirnos entender mejor la realidad, y sobre todo nos ayuda a preguntarnos sobre la realidad. Algo de esto refleja esa frase que se repite muy seguido acerca de que un pueblo que lee es un pueblo que piensa y por lo tanto al que es más difícil manipular. Pensando no tan solo en la violencia de quien empuña un arma, sino en la violencia ejercida desde espacios de poder, ¿la lectura no trabajaría, por lo menos, en generar resistencias? Para quienes trabajamos en la promoción de lectura es difícil aceptar que esta no es la solución de muchos de los problemas que quisiéramos resolver. Hay muchos mitos sobre la lectura. Se dice que es la clave del desarrollo, que garantiza una toma de conciencia sobre la realidad, que mejora la calidad de vida de las personas, y un largo etcétera. Creo que es preciso relativizar todo esto. Es verdad que la lectura permite tomar distancia, ofrece opciones y alternativas necesarias para la formación del juicio crítico. Pero no necesariamente garantiza una toma de partido por la vida, ni contribuye a mejorar las relaciones entre las personas. En muchas ocasiones quienes saben leer y escribir han usado este poder en contra de otros. Creo que la clave está en garantizar a todos las mismas oportunidades de acceso a la cultura escrita, las mismas condiciones, y seguramente quienes tradicionalmente han estado excluidos estén en mejores condiciones para su aprovechamiento social y para generar resistencias frente a cualquier tipo de manipulación y de imposición de un pensamiento totalitario. También depende de la

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forma como se promueve la lectura. Dice Paulo Freire (cito de memoria) que “la lectura es una práctica emancipadora, pero se promueve como una práctica de sumisión”. En una entrevista usted decía que “En Europa, por ejemplo, ya se descartó la posibilidad de que lectura y ciudadanía tengan algo en común; mientras que para nosotros, la lectura se constituye en un medio para transformar la realidad”. ¿Podría ampliar un poco estos conceptos? En los países desarrollados, sin desconocer que puede haber experiencias aisladas que digan lo contrario, la lectura está mucho más relacionada con el libro como producto de la industria del entretenimiento. La representación que se tiene de ella está más asociada a una práctica de prestigio, a una moda. Tampoco se siente, salvo pocas excepciones, repito, la necesidad de invertir esfuerzos en la promoción de la justicia social, la inclusión, la solidaridad. En cambio, el hecho de que en nuestros países sea tan evidente la necesidad de transformaciones sociales hace que muchos piensen que la lectura puede ofrecer posibilidades para la formación del juicio crítico, de la capacidad de pensar, para ofrecer alternativas de participación a los jóvenes, es decir para la formación ciudadana. No quiero decir con ello que este sea el fin único de la promoción de la lectura, pero también puede ser uno de ellos. A la larga, lo que tal vez debería pretenderse en países como los nuestros es ofrecer las condiciones de apropiación de este instrumento de poder que es la palabra escrita, sin determinar de antemano ni desde afuera los fines para los que cada uno quiera usarlo.

200 años, 200 infancias Mirando el recorrido de infancia y literatura, ¿qué observa? Es una pregunta difícil de responder. Por una parte, creo que en la región hay un gran desarrollo de la literatura para niños y jóvenes y que tenemos autores de primerísima calidad aunque no lo suficientemente reconocidos. Creo que la industria editorial ha hecho importantes avances y que de manera reciente se están generando esfuerzos importantes por parte de pequeñas editoriales que se han impuesto el reto de publicar libros de excelente calidad. Pero, por otra parte, creo que la humanidad en general ha elaborado un falso discurso en favor de la infancia. Los derechos de los niños son falacias que pretenden acallar la mala conciencia que genera la tremenda injusticia a la que

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es sometida la mayor parte de la población. “No puede pensarse en el bienestar de los niños sin ocuparse del de los adultos”, dijo Graciela Montes en una ocasión. La literatura para niños y jóvenes no puede tampoco constituirse en una forma más de evasión y olvido de sus angustias, en una recreación sin trascendencia. Entre estas dos tendencias, la que le apuesta a la dificultad y trata a los niños con respeto y la que los considera un objetivo del mercado, está localizado el debate contemporáneo. No solo en el de la literatura, sino en todos los campos.

Tomar la palabra Latinoamérica está plagada de buenas prácticas, muchas veces llevadas a cabo sin recursos. Ahora bien, ¿por qué es tan difícil la apropiación y sistematización de estas prácticas desde el espacio público? Pienso que es un problema de fondo. En primer lugar, tendríamos que precisar a qué nos referimos cuando hablamos de lectura. No creo que estemos hablando de lo mismo quienes propician la lectura como búsqueda de información o la lectura con fines pragmáticos, o como posibilidad de recreación, de diversión, de uso del tiempo libre, y quienes pensamos que la lectura es una forma de conocimiento, una manera de comprender al mundo y a sí mismo. Esta lectura como búsqueda de sentido ha perdido lugar en la sociedad, incluso en el interior de las dos instituciones en donde la lectura tendría que tener un espacio central: la escuela y la biblioteca. Tanto para la una como para la otra la lectura se concibe fines pragmáticos, utilitarios, o asociados al consumo. Creo que cada vez son menos las personas que promueven la lectura como búsqueda de sentido y que los espacios en donde lo hacen se convierten en espacios de resistencia que no son fáciles de mantener. He pensado muchas veces quién debe ser el destinatario de las políticas de lectura. ¿Por qué hay tantas políticas dirigidas a los niños? ¿Acaso no deberían dirigirse a las familias, a los adultos? Sí, infortunadamente es la moda. Y ya sabemos que en cuestiones educativas estamos siempre sometidos a ellas. Además, esta moda surge de estudios económicos y planteamientos de nóbeles de Economía que han puesto las alarmas acerca de las nefastas consecuencias para el desarrollo originadas en la falta de inversión en la niñez. Es decir, ni siquiera se está pensando en los niños. Tampoco se tiene en cuenta que,

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como lo ha dicho Graciela Montes, la suerte de los niños depende de la suerte de los adultos. También se considera que después de cierta edad ya no hay nada que hacer, por lo cual se considera perdida cualquier inversión que se haga en los jóvenes. En nuestros países existen algunos espacios de lectura en cárceles. La gente discute acerca de qué esperar, desde cierta expectativa de resultados, de reinserción. Pues uno no puede estar en contra de los esfuerzos que se inviertan en poblaciones marginadas. Al fin al cabo, no se puede generalizar acerca de las personas que están en las cárceles y se trata de seres humanos que requieren una atención en calidad de tales. Pero no asocio este tipo de acciones con las que se requieren para ofrecer posibilidades de acceso a la cultura escrita. Finalmente, quisiera pensar contigo acerca de qué posibilidades de trabajo en red, de armado de redes latinoamericanas podemos pensar. En este momento estaría interesada en trabajar para el establecimiento de una red que permita una mejor circulación del libro en América Latina. Pero no en los términos planteados por la gran industria editorial. Me parece que sería necesario que diseñáramos mecanismos para que nuestros autores puedan ser mejor conocidos fuera de su propio país (solo muy pocos lo logran), para abrir espacios de reflexión que ayuden a mejorar la calidad de lo que se produce, que a la larga serían espacios de resistencia frente a una industria que solo ve en el libro una mercancía.

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Estrategias y experiencias en la construcción de un país lector Por Valentín Díaz Ortiz

Beatriz Helena Robledo, subdirectora de la Biblioteca Nacional de Colombia amplía el panorama sobre el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, los alcances de este proyecto y los nuevos retos.

La historia de la Biblioteca Nacional de Colombia se remonta a 1777 y, según se afirma, es la biblioteca pública más antigua de América. Fue creada cuando Carlos III expulsa a la comunidad jesuita del Nuevo Reino de Granada y el Virreinato confisca la biblioteca del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. En su interior se conservan más de dos millones de libros, reliquias bibliográficas, ejemplares incunables de la literatura universal, obras raras y curiosas, la gran mayoría de las publicaciones seriadas desde 1785 hasta hoy. A esta labor patrimonial se suma, a partir del año 2003, la ejecución y coordinación del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas (PNLB), mediante el diseño de políticas relacionadas con la lectura a través de la consolidación de la biblioteca como un escenario fundamental para la vida pública. Beatriz Helena Robledo ha dedicado gran parte de su vida a la LIJ, desde la academia, la investigación, la creación, la promoción y formación de lectores. Una representante de la LIJ es hoy subdirectora

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de la Biblioteca Nacional de Colombia. Y trabaja con un eje claro en la democratización del acceso al libro y la cultura escrita.

Dar de leer en Colombia Colombia está marcada por una geografía de alturas, valles, selvas y recovecos. Si se suma un conflicto interno armado que tiene larga data, se tiene un panorama difícil de abarcar desde los espacios públicos. En ese contexto, para enfrentar la falta de recursos y la distancia en muchas regiones del país se llevan a cabo prácticas tan originales como el Biblioburro, donde la labor del promotor se ve apoyada por la fuerza de un burro que transporta sobre su lomo los libros a las poblaciones más alejadas. ¿Qué mecanismos, estrategias y avances se han empleado en el Plan y cuáles son los objetivos a cumplir? En estos últimos años se ha hecho énfasis principalmente en dos ejes del Plan. El primero es la dotación, la actualización de las colecciones y la creación de bibliotecas públicas en los municipios donde no había. Cuando se inició el Plan, cerca de 300 municipios de los 1096 que tiene el país, no contaban con ningún tipo de servicio bibliotecario. Actualmente, estamos cerca de lograr que todos los municipios tengan al menos una biblioteca pública. A esto se suma el fortalecimiento de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, a través de un esquema de compromiso y corresponsabilidad entre la Nación, los departamentos (provincias) y los municipios, donde la Nación aporta la dotación para las bibliotecas (son cerca de 2.500 títulos) y la capacitación básica para bibliotecarios en gestión informática, promoción de la lectura y participación comunitaria. Paralelamente se han fortalecido las redes departamentales, a partir del nombramiento de coordinadores a los que se les brinda todas las condiciones para que puedan desplazarse a las bibliotecas de los diferentes municipios de cada departamento y hacer acompañamiento a los bibliotecarios, organizar encuentros de formación que se convierten en espacios de socialización de los diferentes avances y experiencias. Hemos visto que un coordinador fuerte, un coordinador con liderazgo, preocupado por sus bibliotecas, que pueda viajar, que pueda hacer gestión con sus alcaldes, es un factor determinante para su desarrollo.

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¿Cómo integra la participación de diferentes entidades a nivel local y regional? Si se pretende mejorar los niveles de lectura y garantizar el derecho a leer y escribir, hay que realizar un trabajo conjunto, sin dejar de acudir al plano local para poder diseñar programas específicos. Quien asesora acerca de las políticas es el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, que está conformado por representantes de la sociedad civil, del sector editorial, el Ministerio de Educación y de Cultura. Esta es una instancia que articula los esfuerzos locales. Otro ejemplo, la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República se vinculó al Plan como socio, y el listado básico del Plan lo construimos desde ambas bibliotecas. La formación de promotores de lectura la maneja Fundalectura. Asolectura participa en la organización de los consejos regionales de lectura con la comunidad. El Ministerio de Educación se sumó al Plan con el proyecto “Mil maneras de leer”, que se apoya en las colecciones de las bibliotecas públicas para trabajar los proyectos de lectura de las instituciones educativas. ¿Qué otras iniciativas refuerzan los objetivos del Plan? La Ley de Bibliotecas se formula a partir de una propuesta del Cerlalc de una “ley tipo” que era un modelo para que cada país de acuerdo a sus necesidades y realidades formulara su propia normativa. Para Colombia, se acordó que fuera una ley de bibliotecas públicas. No logramos incluir el sistema escolar allí, que hubiera sido lo ideal. En estos momentos la ley adelanta su curso en la rama legislativa. También se está trabajando en la Política de Lectura y Bibliotecas que trazará la ruta a seguir durante los próximos 10 años. En términos de lectura, ¿cuál es el balance hasta estos momentos? Aún queda mucho por hacer: llegar a la población rural, la población carcelaria, las comunidades indígenas. Pero, como ya mencioné antes, las bibliotecas ahora tienen actualizadas sus colecciones. Además, desde 2008, el Plan comenzó a ampliar sus líneas de trabajo y lleva adelante programas piloto que han dado muy buenos resultados. Bajo el programa “Biblioteca y diversidad” se pretende ampliar su cobertura a comunidades indígenas y afro descendientes, especialmente aquellas que manejan otras lenguas. Un propósito fundamental para el año entrante es el “Banco de Buenas Prácticas”, un mapa con los proyectos de lectura en el país, como una estrategia para estimular y replicar las experiencias exitosas,

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haciendo visible cómo cada comunidad se va apropiando no solo de la biblioteca y las colecciones, sino también estableciendo relaciones y transformaciones alrededor de ellas.

Biblioteca y comunidad ¿Cómo se ha desarrollado la relación entre comunidad y biblioteca pública? Cuando se viaja por las diferentes regiones se puede apreciar que hay un reconocimiento de las bibliotecas y sus logros. Estas se han convertido en sitios de encuentro, en centros culturales, en espacios importantes para las comunidades y, por ende, la lectura. Hay un proyecto, liderado por el Cerlalc, junto con la Consejería para la Reinserción de la Presidencia de la República, de formación de promotores y lectura con reinsertados del conflicto armado, y la base de este proyecto es la biblioteca pública, que es el lugar donde se reúnen, donde tienen las capacitaciones, convirtiendo la biblioteca en un escenario de reconciliación, de diálogo, lo cual fortalece la institucionalidad y una red que facilita la promoción de la lectura, por ejemplo, a través de los proyectos de extensión que llevan los libros a las comunidades apartadas: los morrales viajeros, la Bibliolancha, el Biblioburro. ¿Qué otras experiencias de participación comunitaria en torno a las bibliotecas hay? En el caso de las bibliotecas rurales de las diferentes regiones se han generado espacios de concertación, negociación y gestión entre el sector público, la empresa privada, las poblaciones y los bibliotecarios. Lo que se convierte en prestación conjunta de servicios, formación y capacitación de líderes locales como promotores de lectura, etc. La biblioteca actúa como coordinadora fortaleciendo su papel local. Para las bibliotecas instaladas en comunidades indígenas se emplea una estrategia de trabajo previo y participación comunitaria que determina qué tipo de libros necesitan, construyendo colecciones que atienden necesidades específicas de las poblaciones. El día de la inauguración de la biblioteca del resguardo indígena Colima, en el departamento de Nariño, comprobamos que todos los letreros de las estanterías estaban en castellano y en lengua indígena. Integraron a la biblioteca un museo abandonado de la comunidad con herramientas de trabajo y cerámicas. Todo gracias a una bibliotecaria y una comunidad profundamente comprometidas.

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En medio de este panorama tan dinámico, ¿cuál es la participación del sector editorial? Tal vez el Plan debería tener mayor incidencia en la industria editorial colombiana. Aquí haría falta desarrollar una estrategia más fuerte para favorecer sobre todo la bibliodiversidad y la producción local. Lamentablemente hay un gran vacío. Es necesario un organismo que se preocupe y vele por la producción de esa bibliodiversidad. Además, los espacios de circulación del libro (las ferias locales, las librerías, etc.) son un tema muy importante que merece mayor atención. Sabemos que esto es un “ecosistema”, razón por la cual debemos fortalecer cada uno de sus eslabones.

En la mira de la LIJ Uno de los sectores de mayor crecimiento editorial es la LIJ, ¿cuál es su papel en el PNLB? La colección del Plan tiene un porcentaje en LIJ; sin embargo, nos hemos dado cuenta de que es pequeño para las necesidades de la población, ya que los mayores receptores de los procesos de actualización de las bibliotecas son los niños y jóvenes. Eso sin descuidar la importancia de la primera infancia. Estamos en la búsqueda de recursos para poder ampliar los proyectos de lectura con la primera infancia, incluso sumándonos a la Política de Infancia del país, especialmente en lo que tiene que ver con la formación de lectores durante esos primeros años y la articulación entre el final de la primera infancia y el ingreso a la escuela. Todo lo anterior señalaría una renovación en la función de la Biblioteca Nacional, un nuevo enfoque. La Biblioteca está en un proceso de modernización y mejoramiento del servicio al público. Dado el carácter patrimonial, su público preferencial fueron los investigadores. No hay préstamo externo, pero hay consulta. También se está trabajando mucho en la biblioteca virtual, al nivel de divulgación y de programación cultural. Desde hace unos años se instaló un espacio dedicado a la Literatura Infantil a través de seminarios, exposiciones y publicaciones especializadas. La primera exposición giró alrededor de la obra de Ivar Da Coll, y de ahí salió el primer Cuaderno de Literatura Infantil Colombiana. Quizá lo más importante es que gracias a este programa se generan espacios para la investigación y la difusión de la LIJ.

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¿Cómo podría calificar el comportamiento de la LIJ en Colombia? Es como un oso que hiberna, tiene momentos en los que sale de su refugio y otros en los que desaparece... Cuando se mira en términos históricos, se pueden identificar períodos de una mayor producción que están relacionados con las complejas circunstancias del país. En los años 30, hubo una gran producción de libros para niños, había editoriales que contaban con colecciones y autores reconocidos; se respiraban aires modernizantes en Colombia. En los años 50, todo esto queda trunco por la violencia bipartidista que azotó al país. En los 70, se dio un boom editorial y el premio Enka que fue un estimulo importante, es más, algunos de los autores que aún escriben surgieron en ese período... Y hoy por hoy... Siento que no son muchos los autores de literatura infantil. ¿A qué se debe eso?, creo que a muchas razones: la LIJ es un ecosistema, y en la medida en que faltan espacios de formación, talleres de escritura, espacios de lectura, escenarios para la crítica, estímulos y reconocimiento en el ámbito académico, ese hábitat se debilita. Existe una LIJ, una historia, pero no es tan fuerte como en Brasil, México o Argentina, países donde hay una mayor producción editorial y espacios para autores, ilustradores, críticos... En el nivel latinoamericano, ¿qué observa? Uno de los problemas que se manifestó en el I Encuentro Latinoamericano de Editores de Libros para Niños y Jóvenes, celebrado en la pasada Feria del Libro de Bogotá, fue la circulación en América Latina. Cada país produce: las pequeñas editoriales hacen lo suyo y las grandes editoriales, así tengan representantes en todo el continente, le apuestan a la edición local. Pocos libros circulan. Se están haciendo esfuerzos, y hay que apoyarlos porque los frutos se verán más adelante. Somos islas y así es muy difícil hablar de una LIJ Latinoamericana, casi una entelequia, porque si se suma, existe, pero cada uno está resolviendo sus propios problemas.

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La memoria del futuro

Por Valeria Sorín

Gonzalo Oyarzún propone a la biblioteca como un espacio público donde todo puede pasar. Espera así cambiar la memoria del futuro.

“Desde el punto de vista de que trabajo con bibliotecas públicas, a mí no me importan los libros sino las lecturas”, esto lo dijo Gonzalo Oyarzún quien supo dirigir la Biblioteca Pública de Santiago y actualmente dirige el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Chile, reformando el diagrama de conexiones y funcionamiento de las bibliotecas, en pos de una red descentralizada. “Cuando construyes una biblioteca pública, construyes espacios públicos para ir, para estar, para sentirte calentito, para buscar novio o novia, para asistir a un taller de computación o de telar, para escuchar a un escritor o a una cuenta cuentos, para transcurrir. La biblioteca puede funcionar en dos líneas, puedes ir a buscar un libro e irte, o puedes consultar un dato en la computadora, aprovechar para ver una exposición, y llevarte un libro. Finalmente ambos caminos terminan en un préstamo, pero uno transcurrió más. Esto no funciona para una biblioteca universitaria o una biblioteca nacional, sino para una biblioteca pública”.

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Así Oyarzún trabaja su idea de política de lectura, como oportunidades para los encuentros.

La lectura y las personas ¿El concepto de lectura que ustedes sostienen tiene que ver con los vínculos? Totalmente. La experiencia es personal, pero también social. Hoy se escribe más que nunca y se lee más que nunca. Hay personas que escriben para interactuar con otros que también escriben. Es un fenómeno muy interesante. ¿El espacio de literatura infantil en la Biblioteca Pública de Santiago cómo funciona? La sala infantil funciona como cualquier otro espacio de la biblioteca. Con mobiliario especial para los seres humanos que van allí, que son iguales a los demás, pero de tamaño más pequeño. Sin señalética de prohibición de ningún tipo, porque en ningún lugar de biblioteca lo hay. Por lo tanto es una sala ruidosa. Cuando no hay ruido ponemos música para que los chicos hablen y levanten el volumen. Allí hizo un taller Isol, allí hizo un taller Oliver Jeffers. Allí van autoridades y cuentan cuentos. Un espacio para estar en familia, si quieres pasar todo el día con tus hijos. Donde puedes llevar algo para comer o para beber. Un espacio disponible a todo lo que tenga que pasar. En la medida en la que creemos espacios así vamos a cambiar la memoria del futuro. El recuerdo de la infancia es el de la plaza. Tenemos que crear una plaza con libros, que tu recuerdo de ir a la biblioteca sea un recuerdo maravilloso. No el recuerdo de la biblioteca como el lugar al que te mandaban castigado. ¿Cómo se prepara a los mediadores para trabajar en un lugar así? A los bibliotecarios y maestros hay que cambiarles la cabeza. Es otra cosa lo que buscamos. Hay estos libros maravillosos, pero si no hay una mediación en un espacio amable, no va. Estamos buscando que los chicos se acerquen a los libros, que no les tengan miedo. Nosotros hicimos un trabajo muy intenso en la Biblioteca Pública de Santiago para modificar la lógica de la biblioteca pública. Y trajimos gente que venía de otras instituciones para redoblar la apuesta. Hay un área para bebes. La clave no va a estar en la capacitación, porque esa es la experiencia de una biblioteca suelta que logró una buena experiencia. La

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clave va a encontrarse cuando en las currículas de las universidades, en los cursos de bibliotecología, se incluya la promoción de la lectura como un ramo anual. Se enseña estadística, se enseñan otras materias y no se enseña el fomento a la lectura. Los maestros no saben cómo despertar la lectura. Los adultos se suelen asustar con libros como El pato y la muerte, y puede ser un libro súper bueno para enseñar la pérdida de un niño. Laura Miller me decía que, cuando leía Griselda de Isol, los chicos no se asustaban con el hecho de que los príncipes perdieran la cabeza. Uno de los estudios más importantes que hicimos fue sobre quién es el mejor mediador. En el estrato más bajo salió que el primer mediador era la madre; el segundo, el maestro. Si ahí no hacemos algo, estamos fritos. Por lo general, todos los programas están dirigidos a niños, cuando deberíamos dirigirlo a maestros y padres.

Las bibliotecas y las personas Si bien es cierto que las primeras bibliotecas abiertas al público en Chile datan del siglo XVIII de la mano de las congregaciones religiosas y de la labor desarrollada por la Biblioteca Nacional, la historia de las bibliotecas públicas como hoy las conocemos se inició en 1873. Ese año fue fundada la Biblioteca Santiago Severín de Valparaíso, primera y única biblioteca pública chilena por casi cincuenta años. En 1921, tuvo lugar el primer gran impulso de las bibliotecas públicas, la creación de la Dirección General de Bibliotecas, entidad mediante la cual el Estado asumía un rol abiertamente protagónico y comenzaba la organización de las diversas bibliotecas existentes a la fecha. Cuando fue creada la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), en 1929, el escenario era poco auspicioso, la mayoría de las bibliotecas solo se consideraban públicas por atender a miembros de una comunidad, carecían de normas estandarizadas de atención y sus características raras veces eran similares. Asimismo, los altos niveles de analfabetismo dificultaban la recepción de una biblioteca como una medida de alto impacto social. Surgió entonces la motivación estatal y la organización y mejora de las bibliotecas, las grandes reformas educativas y las campañas sanitarias. Hacia 1978, la fundación de la Coordinación Nacional de Bibliotecas Públicas, trajo consigo la creación de un número importante, para

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ese entonces, de bibliotecas públicas a lo largo del país. Sin embargo, la metodología de creación y su implementación no guardó relación con lo que, en ese momento, se concebía como una biblioteca moderna: la infraestructura no era adecuada, el personal carecía de la capacitación necesaria, sus estanterías eran cerradas y las colecciones no tenían relación con las necesidades e intereses de los lectores. El retorno a la democracia permitió el inicio de una real modernización de las bibliotecas públicas chilenas y su apertura a la participación ciudadana. Al interior de las bibliotecas, su desarrollo fue orientado a la integración de la ciudadanía, a la calidad de la atención y a la modernización y creación de servicios novedosos e integrados, lo cual se expresó en proyectos orientados a incorporar a la comunidad en su gestión y a llevar el libro y la lectura más allá de sus espacios físicos. ¿Cómo funciona el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas? Es una construcción que se hace a partir de la realidad. Lo que tenemos que hacer es articular todo esto. Crear estándares para Bibliotecas Públicas. Una comunidad de 100.000 habitantes no puede no tener un espacio de biblioteca de un determinado tamaño, con un espacio para niños de determinado tamaño. Porque si no los municipios, de repente, crean elefantes blancos, sin relación con el entorno. Después de tantos proyectos como el fono libro, necesitamos ahora ponerlo por escrito. Apoyamos con proyectos, con capacitación, con colecciones, llevamos el Plan de Fomento de Lectura a esas bibliotecas. Mi norte es Finlandia. No quiero otro tipo de bibliotecas que no sean esas. Cuando Finlandia saca el primer lugar en la prueba PISA, le preguntan al ministro por qué. Y él contestó: “Porque todos los niños tienen un carné de bibliotecas”. Tienen un sistema muy ordenado. Un buen sistema de bibliobuses. Y todas las bibliotecas escolares están conectadas a las bibliotecas públicas y trabajan en conjunto. Que se vinculen a escala regional y local, pero además todas entre sí. Tenemos una coordinación regional en cada sección del país. Pero también entre sí. Una biblioteca en el desierto con una del sur del país, se relacionan por los temas indígenas. Temas que pueden trabajar en conjunto. Construir una biblioteca te puede costar 1 ó 2 millones de dólares. Un puente te cuesta 50 millones. ¿Queremos conectar una isla con la otra o conectar personas? Lo que sucede cuando no tomamos esas políticas, es que toman cartas otros actores. Comenzamos a leer lo que el mercado decide que vamos a leer.

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En el siglo XXI, con todas las prestaciones digitales, ¿cuál cree que va a ser el lugar de las bibliotecas? Cada vez más la biblioteca va a ser un espacio público. Un espacio para la comunidad. Un espacio democrático en el que nadie te pregunta nada, no importa si eres inmigrante legal o ilegal, si entras descalzo, si vienes de la calle. A diferencia de la gran plaza pública, y de las otras plazas públicas actuales como el shopping. Las bibliotecas no compiten con el cine, sino con el shopping. Tenemos que ser tan potentes como son ellos. Que nuestras bibliotecas sean lugares no solo para leer, sino para transcurrir. En el shopping puedes comprar una remera, pero puedes quedarte ahí todo el día. La biblioteca debe ser así también. Respecto de las visiones apocalípticas respecto del fin del libro y de los mediadores, son posibles, pero no lo creo. Creo que la gran lección de las redes sociales es esa. La gente necesita encontrarse. Internet existe hace 30 años. Y hasta hace 5 años que aparecen las redes sociales, lo más visto en internet era la pornografía, que es la posición de la soledad. Hoy lo más visto son las redes sociales. La gente hoy prefiere estar junta, aunque sea por internet.

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Palabras mayores

Por Valeria Sorín

Una entrevista al encargado del área de español de la mayor biblioteca acerca de literatura infantil y juvenil mundial, Jochen Weber.

Desde la Internationale Jugendbibliothek de la ciudad de Munich, se promueve el desarrollo de la investigación en LIJ y se distinguen las mejores producciones de todo el mundo a través de los premios White Ravens. También realizan diferentes exhibiciones especiales, que acompañan con listados de lecturas recomendadas. Una de las más exitosas, que han llevado de gira por diferentes ciudades de India, Japón, Estados Unidos y Europa, fue “Hello, Dear Enemy!” (¡Hola, querido enemigo!), con una selección de libros álbum que trabajan la paz y la tolerancia. Actualmente la exhibición incluye 120 títulos de 20 países diferentes que son acompañados por paneles de imágenes y textos complementarios. La Biblioteca tiene oficinas especiales divididas por lenguas para poder establecer vínculos con editores de todo el mundo. Los especialistas que las dirigen son denominados Lektoren y cuidan que el tesoro de la biblioteca, su gran colección, continúe creciendo. Es su misión establecer, también con las instituciones de sus países, buenos vínculos, tan cercanos como puedan para seguir el desarrollo de la producción de los libros para chicos.

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Con estos antecedentes, Cultura LIJ quiso entrevistar al Lektoren de la oficina que sigue la producción de LIJ en castellano: Jochen Weber, quien es Magister Artium en Filología Alemana, Filología Hispánica y Ciencias Políticas (Universidad de Colonia, Alemania). Todos los años desde la Internationale Jugendbibliothek premian los mejores libros editados en el año. Desde aquí parece una tarea inabarcable, una odisea digna de Ulises. ¿Cómo es el proceso? ¿Con qué criterios se comparan obras tan variadas y de orígenes tan diversos? Los White Ravens no son un premio literario, sino un catálogo de 250 libros recomendados que la Internationale Jugendbibliothek publica anualmente con motivo de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bologna (Italia). Es decir, no premiamos libros, los recomendamos a editores, bibliotecarios, maestros y otros porque pensamos que merecen la atención del público. En la selección de los White Ravens podemos incluir solamente títulos que nuestra biblioteca recibió como donaciones de parte de editoriales, instituciones, organizaciones, autores, ilustradores y otros. Hay que tener en cuenta que, cada año, el fondo de la biblioteca aumenta al menos en 10.000 libros. En el proceso de selección y valoración, nos sirve tanto la experiencia que hemos ganado como lectores profesionales como muchas fuentes de información (como revistas y blogs) o recomendaciones de expertos y colegas de otros países. El intercambio de experiencias y opiniones con los colegas es importante para desarrollar criterios de calidad comunes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los libros de nuestro fondo proceden de países y culturas diversos, y que fueron escritos, ilustrados y publicados en condiciones distintas, a veces poco comparables. Por eso, valorar un libro significa también considerar los contextos específicos, las distintas tradiciones literarias y preferencias estéticas. ¿Qué es lo primero que valora de un libro? Hay dos aspectos fundamentales para la valoración de obras literarias: el contenido y la forma. ¿Qué me cuenta el libro y cómo me lo cuenta? Un buen libro tiene que captarme, tanto por medio del contenido como del lenguaje y de la estructura. Debe contarme algo nuevo o contarme algo conocido de una manera nueva, tal vez sorprendente.

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En las últimas décadas la LIJ ha tenido un desarrollo mundial inimaginable. Autores, temáticas, géneros, ilustradores, propuestas editoriales. En medio de tanta ebullición, ¿por qué cree que siguen siendo válidos los clásicos? Es importante conocer los clásicos y seguir leyéndolos porque forman parte del tesoro literario y de la memoria cultural de un país, de una cultura, de un idioma. Pero los clásicos no son valiosos en sí. Hay clásicos que se tratan como objetos de un museo, conservados en vitrinas y nobilizados como parte del canon literario sin preguntar qué relevancia tienen para los lectores de hoy. Los verdaderos clásicos no caducan. Nos dicen algo aunque los tiempos en los que fueron escritos, su lenguaje, sus personajes, lugares e historias nos parezcan extraños, lejanos y remotos.

Los desafíos de las bibliotecas Los bibliotecarios escolares se ven obligados a entender el paradigma digital, no solo por la gestión interna de la biblioteca, sino porque sus alumnos tienen netbooks, porque la forma de comunicación con la comunidad es a través de un blog, porque comienzan a tener la posibilidad de tener libros electrónicos en las bibliotecas. ¿Cómo ve los desafíos de las bibliotecas en el siglo XXI? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentan en particular en la Jugendbibliothek? El papel de las bibliotecas está cambiando y seguirá cambiando en el futuro. Las bibliotecas se ven enfrentadas con dos grandes desafíos. Es fundamental que no solo recojan la enorme cantidad de informaciones impresas y digitales, sino que además organicen y clasifiquen esos contenidos y que los pongan al alcance de sus usuarios. Dependerá en gran medida de esta competencia y de la capacidad de renovarse y “reinventarse” si lograrán defender el papel que han tenido durante mucho tiempo. La segunda tarea es que den y garanticen el acceso libre a libros, medios electrónicos e internet, y permitir su uso gratuito. Las bibliotecas deben ser lugares abiertos, democráticos, independientes. Igual que otras bibliotecas, la Internationale Jugendbibliothek está buscando caminos y recursos para llevar a cabo estas tareas. Siendo una biblioteca especializada y un archivo, además se ve enfrentada con varios desafíos específicos. Necesita espacio suficiente para sus fondos que están creciendo continuamente. Tiene que ocuparse de la conservación y la restauración de libros, en especial de los que forman parte de la colecciones de literatura infantil y juvenil histórica. Otro

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proyecto es, por ejemplo, el “catalogue enrichment”: el enriquecimiento del catálogo electrónico con informaciones útiles que complementen los datos bibliográficos. ¿Cómo les ha resultado a ustedes la conversión del paradigma analógico al digital en la lectura? La importancia de la lectura digital va creciendo cada vez más, sobre todo en el campo del libro de texto, del libro de referencia y del libro informativo. Varios productos impresos, como enciclopedias, revistas y la prensa diaria, no van a desaparecer completamente, pero van a seguir perdiendo su papel tradicional, a favor de los medios digitales que tienen la ventaja de poder actualizarse continuamente. Muchos contenidos serán publicados simultáneamente en una versión impresa y una versión digital. En el área de los libros para niños, en especial los libros para los más pequeños, los cambios se notarán menos y serán menos graves porque los álbumes ilustrados, los libros de cartón etc., permiten una lectura más práctica, directa, sensual, individual y variada.

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Ojos bien abiertos

Por Valeria Sorín

Cultura LIJ conversó con Alberto Sanabria, subdirector de Fundalectura, acerca de los horizontes de la lectura en Colombia y Latinoamérica.

Hacer de Colombia un país de lectores es la respuesta de la Fundación para el Fomento de la Lectura (Fundalectura). Se trata de un equipo interdisciplinario que diseña, construye y desarrolla programas con especial énfasis en la infancia y la juventud, a partir del permanente diálogo interno y la optimización de los recursos. Fundalectura trabaja en coordinación y asesoramiento de proyectos junto con el Estado colombiano. Asesora al Plan Nacional de Lectura, colabora con el desarrollo de los criterios de selección de los libros y las instancias posteriores de la adquisición. También ha brindado apoyo técnico al Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, en el que incentivó los servicios itinerantes de las bibliotecas y ofreció servicios bibliotecarios a poblaciones rurales alejadas del casco urbano a través de los Morrales de Lectura.

Observatorio de libros En su paso por la Argentina para conocer al amplitud de la oferta local de libros para niños, Alberto Sanabria, subdirector legal y financiero,

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conversó con Cultura LIJ acerca de su mirada sobre los libros para niños y la situación de la lectura en nuestro continente. Quienes trabajamos en el campo de la lectura, trabajamos con libros como materia prima. ¿Encuentra suficiente variedad y calidad en los libros destinados a los niños de habla castellana? En Fundalectura contamos con los comités de valoración de libros para bebés, niños y jóvenes, tanto informativos como de literatura. A partir de dicha experiencia, podemos dar fe del crecimiento de la oferta, de este tipo de materiales, en términos cualitativos y cuantitativos. De hecho, el libro infantil es uno de los rubros de mejor comportamiento en la industria editorial hispanoamericana en la última década. Llama la atención que no solo las grandes editoriales están enfocando parte de sus esfuerzos en el desarrollo de sus colecciones infantiles, sino que están surgiendo muchas editoriales independientes especializadas que están poniendo raseros bastante altos en la calidad especialmente en materiales como el libro álbum, lo que contribuye también al desarrollo del arte de la ilustración. ¿Cómo define Fundalectura la calidad en un libro? Del trabajo del comité de valoración mencionado surgió el libro Cómo reconocer los buenos libros para niños y jóvenes que contiene orientaciones, a partir de una investigación hecha por el equipo de Fundalectura bajo la coordinación de la española Gemma Lluch. En ese libro se reúnen los criterios que Fundalectura utiliza para valorar la calidad de los libros para niños y jóvenes, que podrían extenderse y adaptarse para valorar un libro para cualquier tipo de público. En esos criterios se parte de la percepción inicial del evaluador para responder a preguntas como ¿qué es lo especial y qué me impacta del libro?, y ¿a quién se lo recomiendo, según su trayectoria de lecturas, su edad y sus posibles intereses? Luego hay que distinguir si se trata de un libro literario o informativo. Si es de literatura, consideramos que los libros que generan reflexión sobre la realidad están desplazando, en buena hora a aquellos con pretensiones de enseñar o transmitir explícitamente alguna ideología. Esto hace que los autores, escritores e ilustradores, se enfoquen más hacia el cuidado del lenguaje, la estructura, los personajes, la capacidad de conmover, el tratamiento del tema..., en una palabra, en su valor estético. En el caso de los libros informativos se observa el

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enfoque con que se aborda un tema, la claridad, precisión y veracidad de la información, así como las fuentes a las que recurren los autores para fundamentar el tema y la amenidad de la exposición.

Trabajar por la lectura En Latinoamérica la lectura como tema está comenzando a formar parte de las agendas gubernamentales. ¿Qué aportan las instituciones externas al Estado en estos temas? Desde la experiencia de Fundalectura, como entidad privada sin ánimo de lucro, podemos decir que el papel de las instituciones que no hacen parte del Estado aunque tienen fines de interés público, por lo que se las conoce como entidades del tercer sector, es cada vez más importante. Estas organizaciones, además de brindar asesoría técnica especializada a las agencias gubernamentales, ayudan a ejecutar los recursos públicos de forma eficiente y contribuyen a atraer recursos del sector privado empresarial para potenciar los proyectos. Para ello, es necesario que las entidades del tercer sector, creadas por iniciativa de la sociedad civil, construyan la confianza y credibilidad que las legitime, no solo ante los funcionarios gubernamentales, sino también frente a la ciudadanía. Eso se logra con mucho trabajo, estudio, investigación y comunicación de las realizaciones. Valga agregar que estas entidades también se encargan de que los planes de lectura tengan permanencia y puedan trascender los cambios de periodos gubernamentales. Desde su perspectiva, ¿la lectura es solo un tema de los ministerios de Educación? ¿Debería tener espacio propio en otras carteras, como ser Salud, Cultura, Trabajo? Está comprobado que la lectura es un tema de importancia para el desarrollo de los países y, como tal, concierne a los diferentes sectores sociales y económicos. Así no es raro que en muchos países, a la par que se hacen controles de salud a los neonatos, se asesore a los padres para que lean con sus hijos. Por eso es importante que los sectores de educación y cultura promuevan alianzas intersectoriales para que haya programas de promoción de lectura no solo con la población escolarizada, sino también con los trabajadores del campo y la ciudad, con los pacientes de los hospitales, con los internos de las cárceles y, en general, con todos los

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grupos humanos, para mejorar sus condiciones de vida a partir de la literatura y todos los materiales informativos, incluyendo los soportes de las nuevas tecnologías. Esto último involucra también a las carteras de tecnologías en información y comunicaciones. En Colombia en especial, sabemos de diferentes iniciativas que trabajan con la lectura con chicos y jóvenes que formaron parte de grupos armados. ¿Qué cree que aporta la lectura en estos espacios? Estamos de acuerdo en que no hay que caer en la ingenuidad de creer que la lectura o la cultura son la panacea que puede solucionar todos los problemas del ser humano. En todas las intervenciones que nosotros hacemos en contextos difíciles por diferentes razones, como el desplazamiento forzado, la violencia intrafamiliar o las pandillas juveniles, partimos de la premisa de que nosotros no vamos a salvar el mundo, ni que los libros van a convertir a los lectores en mejores personas. Cada persona tiene su propio proceso lector y sus propias relaciones con la lectura que puede potenciar algunas dimensiones del ser humano según su propia historia de vida. Creemos sí que la lectura tiene la posibilidad de ayudar al desarrollo de seres más autónomos y más críticos, lo que redunda en sociedades más avanzadas por lo menos en construcción de ciudadanía, al hacer que los conflictos tiendan a dirimirse más con argumentos que con balas. ¿La lectura debe promocionarse solo en niños y jóvenes? Debe haber promoción de lectura desde la primera infancia, haciendo que los bebés se familiaricen con los libros y otros materiales, estableciendo momentos de lectura compartida con sus padres y hermanos, y generando espacios para el afecto alrededor de la lectura de cuentos, rimas y canciones. Igualmente, las campañas de lectura deben partir de la premisa de que nunca es tarde para comenzar. Los adultos mayores, en varios de nuestros programas, como el de Paraderos para libros para Parques, que consiste en kioscos ubicados en los parques recreativos con libros que se prestan gratuitamente a los visitantes y así pueden llevarlos a sus casas, son uno de los grupos poblacionales que más disfruta de los libros disponibles. Otro grupo poblacional que atendemos es el de los trabajadores que generalmente no disponen de tiempo para ir a la biblioteca pública.

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Para ellos tenemos las biblioestaciones, módulos de préstamo de libros ubicados en las estaciones del transporte público.

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Epílogo

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Gracias por el eco

Por Laura Demidovich y Valeria Sorín

El eco, como el boomerang, retorna al origen para describir la forma del espacio. Así ven muchos animales, que en vez de otorgar forma a su mundo a partir de las ondas lumínicas que rebotan en los objetos, lo hacen a partir del retorno de ondas sonoras. Natural o tecnológico, el eco alimenta al radar, que no es otra cosa que un elemento que da coherencia a esta información y ayuda a comprender y ordenar a nuestra percepción del mundo. Ahora sabemos mejor que en 2009 la forma y la profundidad del campo de la LIJ. Y cada vez más conscientes de lo que esto implica, les agradecemos a ustedes, a cada cual, la reproducción de esta voz. El eco no es algo que se pueda direccionar. Si bien podemos gritar en un sentido, el eco vuelve en la medida que haya alguien para hacerlo rebotar. La forma de ese rebote, su fuerza, su potencia, su multiplicación incluso, depende de quien se haga eco. Queremos hacer más y hacer mejor. Tratarlos mejor es nuestro objetivo permanente. Mejorar las entregas, ampliar las ediciones, ofrecerles un formato digital adicional con una propuesta donde lo digital sea un recurso de ganancia. Hay que recordar que el eco no es fiel a la señal inicial, parte de su señal es absorbida por el cuerpo donde rebota. Por eso es tan interesante escuchar los ecos, porque la palabra vuelve intervenida, algo del mensaje inicial es elegido y se lo recarga con nueva información. Ecolocación: se llama así a la obtención de información acerca de nuestra posición en el entorno por lo que se escucha. Como en la apócrifa frase de Don Quijote: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”.

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Un medio de comunicación es con y por los otros. Cultura LIJ intenta no ser un medio solo para una cantidad de voces, busca ser un espacio de expresión y de escucha. La modernidad había iniciado con la frase de Descartes: “Pienso luego existo”. Como sociedad nos hemos alejado mucho de lo que Midón llamaba “yo puedo solito” (Vivitos y Coleando). Ya es parte de nuestra identidad sabernos en red, sabernos conectados. ¿Será que se han vuelto a enhebrar los puntos del tejido social? Con la esperanza de que esto sea así, con la decisión de aportar a reforzar esos puntos, esperamos seguir en su compañía.

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Cultura LIJ

Revista argentina especializada en literatura infantil, cultura y promoción de la lectura. Nació en 2009 del esfuerzo y creatividad de sus directoras, Laura Demidovich y Valeria Sorín, y de decenas de colaboradores que la alimentaron con sus investigaciones y reflexiones. Recibió en 2010 los premios Pregonero al Periodismo Gráfico (otorgado por la Fundación El Libro) y Hormiguita Viajera (de la Biblioteca Popular Madre Teresa de Calcuta). Desde 2012 realiza sus ediciones también en digital, para que el alcance territorial no sea una barrera de acceso.

Daniela Allerbon Licenciada en Economía. Cursó el Posgrado Internacional en Gestión y Política en Cultura y Comunicación de FLACSO. Coordinadora del Programa Libros y Casas de la Secretaría de Cultura de la Argentina. Codirige la editorial Tantalia, ha sido vicepresidente de la Alianza de Editores Independientes de Argentina por la Bibliodiversidad (EDINAR) y coordina el Programa Libros y Casas de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Laura Demidovich Formada en el actual IUNA, es licenciada en Artes Visuales. Profesora y maestra nacional de Dibujo y Pintura egresada de las Escuelas de Bellas Artes Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón. También se desempeñó

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como adjunta en las cátedras de Pintura y de Fundamentos Visuales en la ENBA Prilidiano Pueyrredón. Es coautora y editora de los cinco títulos de los libros de la colección “El Bandoneón”, de Macma Ediciones. Actualmente codirige junto con Valeria Sorín la editorial La Bohemia y la revista Cultura LIJ.

Valentín Díaz Ortiz Arquitecto colombiano. Es magister en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, de la Universidad Nacional de Colombia. Ha trabajado en curaduría, diseño de exposiciones y gestión cultural. Fue editor de literatura infantil y juvenil en la famosa editorial colombiana Babel. Actualmente se desempeña como gerente de literatura del Instituto Distrital de las Artes, entidad adscrita a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de la Municipalidad de Bogotá.

María Luisa Miretti Doctorada en Humanidades, es magister en Enseñanza de la Lengua y Literatura (UNR), profesora y licenciada en Letras (UNL-UCSF), especialista en Narrativa de Posguerra (España) y Maestra. Divide su tiempo entre el dictado seminarios y talleres y el periodismo cultural, en el país y en el exterior. Ha transitado por todos los niveles del sistema educativo y actualmente coordina la Maestría en Literatura para niños Universidad Nacional de Rosario (UNR). Tiene numerosas publicaciones sobre la problemática de la LIJ, en libros y revistas nacionales y extranjeras. Ha sido galardonada en diversas oportunidades por sus producciones de ficción.

Mónica Rubalcaba Profesora en Letras egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Realizó la Maestría en Escritura y Alfabetización. Es docente de la Universidad Nacional de Quilmes, donde dicta seminarios de escritura y participa como investigadora en proyectos sobre la lectura como contenido de la televisión digital abierta. Los artículos que ha publicado giran alrededor de la literatura y las prácticas de lectura y escritura.

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Colabora también en formación de lectores para una prestigiosa editorial brasileña.

Valeria Sorín Editora graduada en la Universidad de Buenos Aires. Periodista cultural desde hace dos décadas, colaboró con periódicos, revistas y programas de televisión y radio de la Argentina y el exterior. Entre 2011 y 2015 se desempeñó como secretaria académica de la carrera en la que se graduó. Ofrece talleres, cursos y asesoría a quienes están interesados en armar proyectos editoriales. Actualmente codirige la editorial La Bohemia y la revista Cultura LIJ, y dicta clases de Edición en la carrera de Redactor del Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea y en la materia Introducción a la Actividad Editorial de la UBA.

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Este libro se termin贸 de imprimir en abril de 2015 en los talleres de Imprenta Dorrego de la Ciudad de Buenos Aires.

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