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El último argumento de la esperanza

Llegó el momento en que esa amplia mayoría de ecuatorianos sensatos y bienintencionados debe decidir por quién votar. Muchas veces en la historia reciente la ciudadanía acudió a las urnas con rabia, con apatía o incluso con desprecio. Sin embargo, hoy, como nunca antes, lo hace con miedo, buscando en sus adentros un resto de fe en el sistema y de esperanza en el futuro del país.

Habrá segunda vuelta . Sin embargo, no está claro cuál es el binomio más opcionado, aquel al que deberían apoyar quienes buscan evitar, a toda costa, que los culpables del tramposo diseño actual del Estado, los que gozaron del poder total durante más de una década, vuelvan a imperar.

Otto Sonnenholzner se mantiene, tanto en sus indicadores como en la obstinada determinación de mostrarse conciliador, razonable y realista. Jan Topic sube, gracias al horror que desató el mag- nicidio de Fernando Villavicencio y a un impecable manejo comunicacional; busca construir, auxiliándose de los medios digitales, un consenso en la opinión pública que abra la puerta a una tecnocracia de verdadera ‘mano dura’.

Christian Zurita tomó la valiente decisión de perseverar en el programa que —es más que razonable suponer— le costó la vida a Fernando Villavicencio. Votar por él sería desafiar a los asesinos, quienes quiera que sean, y enrostrarles que no vencieron ni jamás vencerán. Yaku Pérez insiste en su propuesta radical de hace algunos años, igualmente empacada en una poco convincente imagen de inofensivo bonachón. Daniel Noboa ha salido a la luz y, sea ahora o después, su músculo financiero y su propuesta articulada terminarán pesando.

El domingo, sin embargo, habrá sorpresas.

Contagio legal

Quiero referirme a una especie de virus que ha llegado y se ha instalado en el país con una virulencia que nadie podía prever, se trata de la violencia instaurada por el narcotráfico, por los carteles de la droga,que encontraron, desde hace unos años, en Ecuador, el espacio propicio para asentarse, para construir sus redes espantosas, para afincarse en una sociedad que no se había percatado del riesgo que implicaba el tener esa amenaza latente en sus fronteras y que aprovechó los resquicios legales de la ciudadanía universal, el porte de sustancias psicotrópicas para consumo personal, entre otras equivocadas decisiones, para penetrar de manera decidida y quedarse en el país.

Ecuador, antaño considerado una ‘isla de paz’, es ahora uno de los países más violentos del mundo, con tasas de asesinatos que rebasan todo lo que podríamos haber imaginado Para combatir esta ola de violencia se necesita, por supuesto, voluntad política, leyes que coadyuven a reprimir las actividades delictivas, un Ejecutivo fuerte, un Poder Legislativo consciente de su papel fundamental en este tema a la hora de crear y modificar leyes, como la de extinción de dominio para cortar el poder económico de las mafias enquistadas en nuestra sociedad, así como un Poder Judicial incorruptible. Este virus lo va permeando todo y transforma a sociedades antaño amistosas, pacíficas, en escenario de escenas violentas, de atropellos permanentes, de violaciones a la paz a cada momento que pasa. Las mafias internacionales se esmeran en ser cada vez más violentas y causar más daño, sobre todo entre los más jóvenes.

Si en Ecuador no nos unimos todos para combatir estos problemas y permitimos la naturalización de la violencia, convertiremos a nuestro país en uno inviable para la vida y el progreso de los individuos y de las familias.

sos meses cumplir con algunos de sus compromisos de campaña. Sin embargo, estas obras no son más que un cúmulo de vanidad e improvisación que en las últimas semanas han generado caos, congestión vehicular, establecimientos comerciales que evidencian una disminución considerable en sus ventas y más.

Lo que asombra -aunque no debería sorprendernos- es el derroche de recursos en proyectos de corta duración. Por ejemplo, la repavimentación de la avenida Los Chas- quis duró apenas unas semanas; poco después de su inauguración, se puso en marcha un proyecto de regeneración de aceras que, junto con el soterramiento de cables, destruyó varios tramos de esta arteria que se encontraba en perfecto estado.

Una situación similar se presenta en otros sectores de la ciudad: nuevos bordillos y andenes se erigen a la espera de que en breves meses se inicie el soterramiento en estas áreas, con el propósito final de desbaratar lo que ya se ha construido. ¿No es acaso esta mala planificación una forma de corrupción?

Es prácticamente inverosímil esperar que la alcaldesa Diana Caiza, en el escaso tiempo que ha estado al frente de la Alcaldía, logre reorganizar el Municipio y la ciudad. Pero ¿qué medidas debería tomar para remediar estos desatinos? Por ejemplo, exigir a los contratistas que cumplan con los plazos establecidos, supervisar de manera constante el progreso de las obras, reducir la contratación de nuevos proyectos mientras las obras heredadas no estén en pleno funcionamiento, entre otras.

También resulta imperativo que este año la Municipalidad solicite la autorización pertinente con el fin de llevar a cabo el mantenimiento del tramo estatal comprendido entre el redondel cercano a la Universidad Uniandes y el acceso al Barrio Totoras. Esta vía, dada su alta velocidad, se ha convertido en una bomba de tiempo debido a los enormes baches que han proliferado en las últimas semanas.

¿Esto es algo irrealizable? Mientras persista la voluntad política, estas complicaciones podrían hallar en el mediano plazo una solución definitiva.

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