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No es hora de pelearse los muertos

El país atraviesa un doloroso y delicado momento luego del magnicidio de Fernando Villavicencio. Resulta irresponsable que ahora otros movimientos busquen, dejando a un lado todo escrúpulo, construir relatos de asesinatos políticos como si de una burda competencia se tratara.

Los ecuatorianos tenemos una larga y vergonzosa tradición de manipular, con fines políticos, muertes trágicas. En más de una ocasión se ha intentado, algunas veces con éxito, convertir en crimen de Estado las arbitrariedades de individuos que actuaron a título personal. A partir de muertes accidentales, se han tejido relatos sobre supuestos asesinatos políticos que nunca existieron. Lamentables hechos delictivos, con antecedentes unas veces innobles y otras simplemente azarosos, se usaron como materia prima para teorías conspirativas descabelladas. No hay fuerza política, ideología o caudillo que haya estado, en tiempos recientes, a salvo de deleznables ataques de ese tipo.

Sin embargo, en estos momentos el país no puede darse el lujo de sumergirse en consecuencias apresuradas. Las motivaciones políticas detrás del asesinato de Villavicencio resultan evidentes, pero ello no significa que, a partir de hoy, sea justo atribuirle, automáticamente, la misma condición a cualquiera de los 17,4 asesinatos que a diario ocurren, en promedio, en el país. Hacerlo significa avivar, en el peor momento, la antojadiza creencia de que el país se desliza hacia una conflagración política sin cuartel. Semejante idea solo beneficia a aquellos actores nocivos y retorcidos que, en el fondo, no creen que el país pueda encontrar soluciones consensuadas.

Repudio total

Fernando Villavicencio, uno de los ocho candidatos a la Presidencia de la República, fue vil y cobardemente asesinado. Terminaron con la joven vida de un gran ser humano de innegable futuro político, y que hizo suya la lucha contra la corrupción y el narcotráfico. No estaba entre los favoritos para ganar las elecciones, pero gozaba de respaldo ciudadano por sus persistentes denuncias sobre supuestos actos de corrupción cometidos en diferentes estamentos estatales y, también, por la penetración del narcotráfico en la política nacional, según públicas declaraciones.

Muchos son los que cuestionan a los poderes públicos, pero pocos son los que dicen y hacen, y uno de ellos fue F. Villavicencio que, a sus 59 años de edad, se había convertido en la voz y conciencia con suficiente valentía y poder, para cuestionar, a los diferentes estamentos directrices del Estado por “sus inacciones” que permitan enfrentar al crimen internacional organizado, por lo que un coronel en retiro de apellido Romo, afirmaba que el asesinado político era una amenaza para las organizaciones delictivas internacionales, de conformidad con declaraciones efectuadas a la AP.

Muy claramente y en varias oportunidades, Villavicencio sostenía que “la corrupción y la penetración del narcotráfico en instituciones públicas y privadas es fuerte” y añadía que no se debe descartar ninguna hipótesis de investigación. También declaraba que algún cartel internacional lo había amenazado de muerte. Los investigadores de este horrendo crimen, tienen en su poder suficientes pistas para perseguir y detener a los autores intelectuales y materiales del asesinato de F. Villavicencio que denunciaba la existencia de vínculos entre políticos y narcotraficantes. Nadie debe permitir caer en la violencia criminal.

solamente sobre quién resultó vencedor en el debate, sino también sobre cómo la información compartida contribuye de manera sustancial a los fundamentos que moldearán las decisiones electorales del próximo domingo.

El formato importa, y si bien hubo variaciones desde las elecciones de 2021 —cuando se determinó al debate como obligatorio— no se incluyó un bloque de preguntas para responder con sí o no, que obliguen a los candidatos a establecer posiciones concretas en temas de seguridad, institucionalidad, reformas a la Constitución, el Cpccs o de inversión extranjera.

En un mundo donde las redes sociales desempeñan un papel crucial, los debates se convierten en productos híbridos que se consumen a doble pantalla: mientras los candidatos se enfrentan en la arena del set de televisión, los espectadores interactúan y comentan en plataformas como Twitter, Facebook y TikTok.

Otro elemento es el famoso ‘ganador del debate’, y esto se extrae con el análisis de los líderes de opinión y medios de comunicación. El ranking de las participaciones ayuda a ubicar las posturas de los presidenciables y determinar ciertas preferencias finales de las personas. Incluso quienes no vieron el evento se informarán y comentarán sobre lo sucedido en el debate.

Estudios de elecciones presidenciales en Estados Unidos revelaron que apenas un porcentaje limitado de espectadores cambió su preferencia después del debate. Sin embargo, el valor de la información proporciona- da es innegable, porque estos eventos permiten que los votantes evalúen las posturas y propuestas.

Durante un debate los candidatos muestran características de su personalidad y también su estilo de liderazgo, no solo en su forma de expresarse, sino también en las interacciones con los participantes. Se trata de un balance de carácter y propuestas que debe trascender la competencia de discursos, y convertirse en esa ventana hacia las perspectivas y liderazgo de los candidatos.

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