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Minería formal para pequeños y medianos
Impulsado por grandes intereses económicos, Ecuador mantiene barreras y normativas en varios sectores que reservan mercados enteros solo para un puñado de grandes jugadores. El resultado es obvio: un pequeño sector formal dominado por grandes actores y un amplísimo sector informal precario, salvaje y fuera de control. El país debe evitar que esa receta se repita en el único sector que en el corto plazo ofrece verdaderas perspectivas de gran crecimiento e inclusión: la minería.
Es imprescindible adaptar la normativa para incluir a la mediana y pequeña minería en las cadenas formales de valor productivo Conservar un marco legal que permita el acceso a un pequeño grupo de gigantes multinacionales no implica eliminar al resto de actores, sino permitir que sigan beneficiándose de la dañina informalidad en la que hoy operan. A diferencia de otros sectores con mayores barreras de acceso, como el petróleo, la minería implica una amplia cadena de participantes.
En materia regulatoria basta mirar a Perú, hoy el tercer país de la región con mayores reservas internacionales, en gran parte gracias a su campaña minera.
Formalizar la pequeña y mediana minería exige regulación ambiental efectiva; genera impuestos y regalías para el Estado, y limita el financiamiento del crimen organizado. Por último, genera empleos locales y logra una eficiente y rápida redistribución de los recursos generados.
Hasta que esto no ocurra, el Estado seguirá socapando a los grandes y conocidos actores de la minería ilegal que depredan el territorio, financian actividades irregulares y explotan a sus trabajadores. La oportunidad es histórica y los beneficios llegarían a tiempo para evitar otra catástrofe.
Generar confianza
La vida depara satisfacciones, muchas veces inesperadas, como la derivada de una conversación que acabo de tener hace unos instantes, gracias a la magia de las comunicaciones, con una exalumna de la Escuela de Liderazgo del Centro de Formación para el Futuro de Fundación Fidal. Ella es ahora una exitosa estudiante de la Universidad de Cornell, llena de inquietudes, de ganas de trabajar, de hacer realidad sus muchos sueños, entre los que ocupa un lugar destacado el de mejorar con su trabajo la realidad ecuatoriana.
Pero, al margen del intercambio de noticias, ideas, planes, una cosa que me sorprendió gratamente, cuando hablamos de lo que la Escuela de Liderazgo significó para ella, fue la satisfacción porque en la misma y en Fidal encontró un ‘grupo de confianza’, es decir un lugar en el que se sentía segura, realizada, comprendida.
¡Qué maravilloso escuchar a una joven hablar de la importancia de los grupos de confianza, y cuán valiosos son para el desarrollo de la personalidad! Sobre cómo estimulan el mutuo entendimiento, fortalecen la autoestima y nos enrumban por caminos en los que la solidaridad es un ingrediente indispensable.
Pensando en voz alta, creo que en el país necesitamos crear más espacios seguros, más grupos de confianza, en los que las personas nos sintamos bien y nos sirvan también como estímulos y pivotes que generen ganas de hacer bien las cosas.
¿Podremos ser capaces en el Ecuador de generar el espacio ecuatoriano de la confianza? Creo que depende de cada uno de nosotros el tener fe y trabajar en aquello.
error nunca rectifica y busca responsables. Nunca enfrenta los retos, huye de ellos, no cumple con su palabra, dice ser el mejor y bueno para todo. Es un mesías que nunca escucha, es pleitista, agresivo e intolerante. Nunca respeta las leyes, normas ni reglamentos.
Persigue a los que saben más que él y nunca aprende. Es impulsivo e irresponsable; sabe que existen mejores formas de hacer las cosas, pero contradice a sus interlocutores. Se fija en el medio que le rodea y sabe dónde se debe causar daño; sabe que el tiempo es valioso y busca la manera de consumirlo. Nunca es innovador o creativo. Siempre busca el conflicto; es intolerante y si algo le sale bien disfruta con cinismo. Un mal político nunca es parte de la solución, pero sí del problema. Cuando algo le sale mal elude responsabilidades, culpa a los demás de sus fracasos y se libera de toda culpa. Se siente víctima de la adversidad y de sus enemigos. La ciudadanía ve con mucha preocupación como muchos políticos y ciertos asambleístas creen ser menos malos que los anteriores, viven dando vueltas sobre el mismo tema. Así mantienen ocupadas a las instituciones de Estado, a la justicia y sobre todo a la opinión pública. Nunca buscan soluciones, pero siempre encuentran culpables. No están seguros de nada ni de nadie, pero sí encuentran excusas para sus errores. Todo mal político gasta su tiempo en psicodramas. Supone, manipula y hace de su discurso un suceso con el cual ataca a quienes más saben, para adjudicarles todos los males y justificar su incapacidad. Hablan solo de su “yo”; les agrada la polémica, el maltrato y la ofensa. Son insidiosos y siempre marcan la agenda de las discusiones y la polémica. Es hora de poner en su sitio a una oposición obstinada e iracunda que inventa delitos para atentar contra la seguridad del Estado y desestabilizar la democracia. ¿Quién gana y quién pierde en esta acometida? ¡Gana la impunidad y pierde el pueblo!