
Hábitos para un cerebro saludable con el neurólogo Nelson Maldonado
Hábitos para un cerebro saludable con el neurólogo Nelson Maldonado
Nº 87, 07 - 13 DE OCTUBRE 2023
Coordinador General
Josué Navarrete
Colaboración Especial
La Hora Esmeraldas, La Hora Loja, La Hora Los Ríos, La Hora Santo Domingo
Colaboradores edición Nº87: Alan Cathey Dávalos, Fausto Jaramillo Y., Econ. Jaime Carrera, Mariana Neira, Manuel Castro M., Manuel Vivanco Riofrío, Ramiro Ruiz R., Sebastián Mantilla Baca, Ramiro Canelos Salazar, Dra. Tatyana Starchenko, Yohanna Piedra Costales
Revista Semanal
UN SIGLO DE GENOCIDIOS Y DESMEMORIA
Alan Cathey Dávalos
SIMÓN PLATA TORRES EL CIVILIZADOR DE ESMERALDAS 36
Ramiro Canelos Salazar - Panorama Global
Revista Semanal
EL GENERAL GALLARDO EN LA GUERRA DEL CENEPA, TESTIMONIOS
Revista Semanal
LOS ADIOSES A VICENTE BURNEO BURNEO
Revista Semanal
Sebastián Mantilla Baca - Panorama Global
LOS “BOOMS” DEL LITORAL: HACIENDA LA VIRGINIA BABAHOYO 43
Manuel Vivanco Riofrío
Revista Semanal
Piedra
Revista Semanal
CAUSAS INUSUALES DEL DOLOR DE CABEZA
Dra. Tatyana Starchenko
ACHILUBE ESMERALDAS: PARAÍSO PARA EL DESCANSO
Revista Semanal
Personas que estando muertas siguen cobrando el Bono de Desarrollo Humano (BDH) y hasta, aparentemente, sufragando en elecciones es parte de lo que, a partir de la desarticulación de una banda delictiva en Píllaro, descubrió la Policía Nacional.
La banda fue descubierta el miércoles 20 de septiembre de 2023. Un caso en particular suscitado en Píllaro llevó las investigaciones hasta el familiar de uno de los supuestos beneficiarios del BDH, quien dijo que su abuelo falleció hace más de 13 años, incluso, condujo a los uniformados hasta el cementerio del cantón para mostrar su sepulcro.
Sin embargo, las averiguaciones de los uniformados mostraron que
el muerto constaba como una persona viva dentro del sistema del Registro Civil.
Como este, otras personas de Loja, Esmeraldas, Guayas, Chimborazo, también fallecidos, seguían constando como ciudadanos con vida en la misma plataforma de la entidad.
Esto les permitió a los antisociales aprovecharse de esos datos aún activos, para cobrar el BDH de estas personas.
30 de prisión preventiva purgan al momento los cuatro implicados en el caso de cobros de bono de desarrollo humano
en Tungurahua. Estos sujetos fueron procesados con base al artículo 212 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) que tipifica y sanciona el delito de falsificación, así como por el artículo 328 del mismo cuerpo legal, que pena el delito de uso de documento falso.
Fabián Fonseca, coordinador zonal 3 del Registro Civil, aseguró, sobre las actas de defunción, que “el documento tiene que ir legalizado por la autoridad competente, el director del hospital, en ese sentido los familiares directos del fallecido se acercan a sacar el certificado con la cédula”.
Fonseca sostuvo que, cuando los decesos ocurren por violencia o siniestros viales, se emite un certificado estadístico que también tiene que ser legalizado por una autoridad competente, para entonces tramitar el acta de defunción y por ende la actualización de los datos de la persona en el Registro Civil.
Además, “al ingresar los documentos al Registro Civil, la conexión es inmediata y se actualiza en todas las entidades reflejándose en todas las instituciones ligadas a la entidad”, explicó la autoridad.
Desde la Coordinación Zonal 3 del Ministerio de Inclusión y BienestarSocial (MIES), se informó que quienes tengan familiares que hayan fallecido y hayan sido beneficiarios del BDH, pueden acercarse a las instalaciones de la entidad en Ambato, situadas en Huachi Chico.
En lo que va de este 2023, se han reportado 360 casos detectados de pagos no justificados que el MIES , en los que se registraron perjuicios y anomalías en los cobros de bonos y pensiones en todo el Ecuador. Asimismo, sobre si den -
tro de la entidad se conociera de la participación o divulgación de información reservada de los beneficiarios de bonos y pensiones a bandas delictivas, se tomarán las acciones del caso para separar a estos ciudadanos y ponerlos a órdenes de la justicia.
Sin embargo, si la inmediatez del Registro Civil permite la rápida actualización de la base de datos del sistema y a su vez de todas las entidades ligadas a este, por qué se seguían cobrando estos beneficios.
A esta pregunta Fonseca sostuvo que posiblemente sus familiares no realizaron el trámite de legalización, pero sobre quienes sí hicieron los papeleos necesarios, el funcionario sostuvo que la Fiscalía y la Policía realizan las indagaciones del caso.
El coordinador manifestó que no podía emitir un criterio sobre si la falla de este proceso es desde el Registro Civil, pero fue enfático en asegurar que de
encontrar malos funcionarios que pudieran haber colaborado con organizaciones delictivas, tomarán los correctivos del caso.
Por el momento, Fonseca dijo que mantienen todas las facilidades desde la entidad para que las autoridades realicen las investigaciones que consideren pertinentes. “No vamos a tolerar ningún acto de corrupción”, agregó.
Sobre el acceso a los datos de los fallecidos que coincidían con información real del Registro Civil, desde la entidad se aseguró que el proceso está en investigación, y no se emitieron más detalles al respecto.
William Calle, coronel de Policía y comandante de la Subzona Tungurahua, aseguró que “vamos a llegar hasta las últimas consecuencias, estamos cotejando la información con el sistema electoral para comprobar si estas personas han sufragado en las últimas elecciones, pues constan como vivas en el Registro Civil”. “Hacemos un llamado a la Fiscalía que dirige la investigación preprocesal y procesal, para que esto no se quede en la impunidad, este es un perjuicio que se está generando al Estado y no vamos a dejar que esto quede impune”, agregó el oficial. (MAG)
Cristian Cuaspúd, abogado en libre ejercicio y especialista penal, sostuvo que, “son los familiares de las personas perjudicadas, las llamadas a iniciar procesos legales particulares en contra de los ciudadanos aprehendidos”. “Estos procesos también se impulsan de manera particular por el uso doloso de la identidad de su allegado, esto fuera de lo que Fiscalía persiga de oficio para que se sancione drásticamente a los implicados”, agregó.
La informalidad es una característica estructural de la organización productiva y de los mercados de trabajo en América Latina. Más de la mitad de la PEA desarrolla sus actividades económicas en condiciones laborales de alta vulnerabilidad y precariedad respecto a sus ingresos, condiciones de trabajo, acceso a derechos laborales y a la protección social lo que imposibilita reducir la pobreza y la informalidad de forma significativa.
Los magros resultados macroeconómicos reflejan nuestra insuficiencia estructural para crear empleos formales y de calidad a una tasa sostenida y suficiente.
El desafío es complejo tanto en el diseño como en la aplicación de políticas públicas que privilegien una profunda transformación productiva y social que nos permita configurar un mercado de trabajo resiliente y dinámico, capaz de insertarse en un entorno global que demanda nuevas competencias laborales. La informalidad es una característica estructural de la organización productiva y de los mercados de trabajo en América Latina. Más de la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA) desarrolla sus actividades económicas en condiciones laborales de alta vulnerabilidad y precariedad respecto a sus ingresos, condiciones de trabajo, acceso a derechos laborales y a la protección social.
Por otra parte, la informalidad es el refugio social y prácticamente única alternativa de trabajo que tienen los hogares de estratos económicos bajos para conseguir recursos para su supervivencia.
Desde finales de la primera década del presente siglo hasta la actualidad, se han dado una sucesión de choques externos en la región como la crisis subprime, la pandemia de COVID-19, el aumento de la inflación producto de varios factores externos: la invasión rusa a Ucrania, las restricciones en la logística internacional, el incremento de la deuda soberana y de las tasas de interés internacionales, los mismos que han provocado una desaceleración económica sistemática y volátil expresada en un crecimiento real que alcanza apenas al 1,1% anual durante
el período 2000-2022 y que se refleja en el mercado de trabajo a través de mayores índices de subempleo e informalidad.
Los magros resultados evidencian la insuficiencia estructural de la región en crear empleos formales y de calidad a una tasa sostenida y suficiente, imposibilitando una mejora en la distribución del ingreso por la falta de obtención de ingresos tributarios para aplicar una política fiscal que financie los gastos sociales (educación, salud, protección social, seguridad ciudadana); y así, reducir la pobreza y la informalidad de forma significativa y concomitantemente impedir que se amplíe la fractura en la movilidad y cohesión sociales.
En este sentido, los mercados laborales tienen un papel central como transmisores
y reproductores de desigualdad, inequidad y discriminación o bien como motores de movilidad social y de incremento en los ingresos, el cumplimiento de los derechos laborales y la mejora de los niveles de vida contribuyendo así a la cohesión social. En el gráfico a previo se presentan las tasas de crecimiento anuales del PIB por habitante en América Latina y Ecuador durante un período mayor a 30 años. Se puede apreciar la inmensa volatilidad y una tendencia a la baja en el crecimiento económico.
Por otra parte, la informalidad es el refugio social y prácticamente única alternativa de trabajo que tienen los hogares de estratos económicos bajos para conseguir recursos para su supervivencia.
Desde finales de la primera década del presente siglo hasta la actualidad, se han dado una sucesión de choques externos en la región como la crisis subprime, la pandemia de COVID-19, el aumento de la inflación producto de varios factores externos: la invasión rusa a Ucrania, las restricciones en la logística internacional, el incremento de la deuda soberana y de las tasas de interés internacionales, los mismos que han provocado una desaceleración económica sistemática y volátil expresada en un crecimiento real que alcanza apenas al 1,1% anual durante el período 2000-2022 y que se refleja en el mercado de trabajo a través de mayores índices
de subempleo e informalidad.
Bajo este panorama, la pregunta esencial es: ¿cuáles son los factores que caracterizan el bajo crecimiento y su volatilidad que impiden un crecimiento sostenido de nuestras economías?
Una aproximación para responder a tan compleja pregunta es que, la heterogeneidad de la estructura económica en la región es de base productiva principalmente primaria y va de la mano con un entramado de factores sociales que configuran una matriz de desigualdad como son un amplio porcentaje de población en situación de pobreza y vulnerabilidad, bajo nivel educativo, desigualdad de género, afrodescendientes, pueblos indígenas y personas migrantes, atomización empresarial y profundas desigualdades territoriales, que estructuran un mercado de trabajo que limita la generación de empleo formal, la incorporación de tecnología propia y una mayor penetración del progreso técnico en los sectores modernos de mayor y elevada productividad, por lo que la mayor parte
de la población se vincula con trabajos informales en sectores atrasados y en actividades de baja productividad e ingresos. Bajo este contexto económico y social, se pueden identificar las diferencias de productividad a partir del tamaño de las empresas (micro y pequeñas, medias y grandes) y sus formas de inserción laboral asociadas a tres sectores: uno tradicional, con bajos niveles de productividad e ingresos; otro moderno, cuyas actividades están ligadas fundamentalmente al sector exportador, grandes empresas, niveles significativamente más elevados de productividad y cercanos a la frontera tecnológica de los países desarrollados; y finalmente, un sector intermedio, caracterizado por niveles medios de productividad.
En el gráfico a continuación se aprecia esta realidad en Ecuador de forma evidente; así las empresas grandes que representan el 0,5% del número total de empresas son responsables del 82,6% de las ventas a nivel nacional.
En el otro extremo están las microempresas que representan el 93,9% del total de empresas y sólo alcanzan a representar el 0,5% de las ventas totales. Al relacionar esta heterogeneidad estructural y el mercado de trabajo según el tamaño de las empresas , vemos en Ecuador que el estrato de alta productividad incluye a trabajadores de las empresas con más de 200 trabajadores (Empresas grandes);
el estrato intermedio, integrado por los empleadores y los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas (que tienen entre 6 y 199 trabajadores); y el de baja productividad, es aquel que tiene capacidad para integrar un máximo de cinco personas ocupadas, entre ellos los trabajadores por cuenta propia no calificados, los trabajadores familiares no remunerados y los trabajadores domésticos.
En consecuencia, este sector de baja productividad es considerado el equivalente al sector informal.
En el siguiente gráfico que incluye datos de América Latina y Ecuador se resaltan dos aspectos: altos porcentajes de informalidad en América Latina (mayor 50%) y del país (60%-70%) en sectores urbanos de baja productividad y con mayor discriminación hacia la mujer; y, una invariable tendencia de mantenerse en esos porcentajes, lo cual revela el problema estructural men -
cionado y con picos al alza en los años de crisis económicas (2008, 2014, 2019).
Es esencial construir un mercado laboral dinámico que requiere desde el lado de la oferta, inversiones en educación y formación profesional para enfrentar las exigencias del mundo del trabajo del siglo XXI, caracterizadas por la revolución digital y la correspondiente demanda de habilidades en todos los sectores industriales, de servicios o agrícolas; por el lado de la demanda, hay que generar políticas de desarrollo productivo que dinamicen el crecimiento y permitan un cambio estructural hacia sectores modernos de alta productividad fomentando la creación de trabajos formales y bien remunerados.
En síntesis, se requiere una estrategia integral con enfoque territorial debido a las abismales diferencias de desarrollo entre ciudades, para abordar el mayor desafío de la región: alcanzar un desarrollo que articule esfuerzos macroeconómicos, de desarrollo productivo, con mercados de trabajo dinámicos y de protección social que posicionen la inclusión laboral en el centro del desarrollo económico y social, como un elemento central de la movilidad y la cohesión social de la región y el país.
No sé por qué extraño sortilegio de los dioses (mis dioses), desde hace años siento una incontenible curiosidad por saber y entender todos los eventos que rodearon y rodean esa etapa de la historia del siglo XX, llamada “Guerra Fría”.
Todo aquello que se publica, sea carta, artículo, ensayo o libro, sobre el tema es motivo de búsqueda y de lectura de mi parte, así como soy el más interesado asistente de cualquier documental o película que se transmita en la televisión o en las ya, casi, desaparecidas, salas de cine.
Supongo que esa actitud debe estar ligada al miedo que sentí y sufrí en mí ya lejana juventud, cuando durante una semana perdí el sueño, y creo que todos los habitantes de esta geografía, también lo hicieron, a causa de la noticia de que varios
barcos de la Armada de Unión Soviética, cargados de misiles atómicos, navegaban hacia la isla de Cuba; mientras el presidente John F. Kennedy, ordenaba a los suyos que rodearan la isla y que dispararan en el caso de que aparecieran por sus radares. El miedo se transformó en un trauma que no he podido superar.
Es que el peligro era real. Nunca antes y nunca después, se dio una confrontación directa entre las fuerzas de las dos potencias mundiales, y aunque no llegaron a disparar un solo tiro, la geopolítica mundial tembló ante la posibilidad de que la fuerza atómica desatara su infierno en América.
Cuando pasaron los días y los dos portavoces anunciaron el
fin de esta tensión, al mundo, y yo con él, pudimos respirar tranquilos. Atrás quedaron las imágenes de un posible holocausto nuclear, que pudo haberse desatado a pocos cientos de kilómetros de donde yo me encontraba.
Para evitar que el mundo viviera otra crisis como aquella, los dos portavoces, el de la Unión Soviética y el de los Estados Unidos, anunciaron que sus líderes habían decidido superar las gestiones diplomáticas tradicionales por una diplomacia directa entre ellos, que habían conversado, directamente, sobre las causas que se habían desatado y las consecuencias que un pequeño mal entendido pudo haber provocado y el resultado de ese diálogo había superior y en menor tiempo.
Anunciaron también que, a partir de ese momento, se instalaría una línea telefónica, con la más alta tecnología, entre el Kremlin y la Casa Blanca, para que funcionara esa diplomacia presidencial, sobre la diplomacia de los Secretarios de Estado. Lo llamaron el teléfono rojo.
Fue tanta nuestra alegría, tanta paz sentida que no hubo espacio para el análisis científico y tecnológico sobre el teléfono rojo. Es que en realidad en 1.963 la humanidad aún no conocía el Internet que vence las barreras espaciales con rapidez telefónica y con claridad de audio inigualable. El teléfono rojo, solo podía aspirar a ser un sistema de comunicación que venza los 7.871 kilómetros que separa a Washington de Moscú, superando la curvatura terrestre, la inestabilidad del océano Atlántico, la geografía europea; o, tal vez, la fría estepa rusa, el océano Pacífico, la fría Alaska hasta llegar a Washington, pero esta última opción nunca fue considerada por lo inhóspito del clima de la estepa soviética.
Nadie pensó, ni por un segundo siquiera que no había, por aquel entonces, una tecnología que pudiera
lograr dicha hazaña; sin contar en que cualquier desquiciado guerrerista podía cortar la línea e impedir la comunicación directa entre los dos líderes.
Por eso, cuando los Estados Unidos, como es su ley y su costumbre, luego de 50 años, desclasificó los documentos sobre el teléfono rojo me llevé, y supongo que muchos otros ciudadanos del mundo también, una enorme sorpresa.
“Un zorro rápido y pardo saltó sobre el lomo de un perro holgazán 1234567890”. Dicen los historiadores que este surrealista e infantil mensaje llegó al Kremlin el 30 de agosto de
1963. Estaba escrito en inglés, con todas las letras en mayúsculas, y había sido enviado desde Washington en uno de los momentos de mayor tensión de la Guerra Fría, tan solo unos meses después de la crisis de los misiles de Cuba. A pesar de ello, detrás de aquellas palabras no había información clasificada alguna, ni datos sobre emplazamientos militares secretos ni advertencias encubiertas sobre un ataque próximo.
Aquella frase no significaba nada, absolutamente nada. Era tan solo una expresión sin sentido que escogió el Gobierno de Estados Unidos, para comprobar que la línea de comunicación directa establecida con el Kremlin, con el objetivo de llegar a acuerdos urgentes en los momentos más críticos, funcionaba correctamente. Una línea sobre la que, supuestamente, iban orbitar los asuntos más importantes de las relaciones internacionales entre las dos principales potencias del planeta. Pasó a la historia con el nombre de ‘teléfono rojo’, aunque en realidad ni era un teléfono, ni era de color rojo, sino una especie de fax que podía enviar mensajes escritos de la forma más rápida y segura posible en aquellos años de espías y paranoias.
El problema fue que el “teléfono rojo” fue una imagen creada por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Incluso un aparato de dichas características aparece en el museo del presiden Jimmy Carter y en varias cintas de Hollywood.
Algunos historiadores dicen que los soviéticos, incluso, intentaron descifrar en vano aquel primer mensaje absurdo. Hasta que fueron informados de que tan solo era una prueba. Para ser más exactos, un pangrama, una oración que en su traducción al inglés contiene todas las letras del alfabeto: «The quick brown fox jumps over the lazy dog». La frase se usaba ya desde mucho tiempo antes para practicar mecanografía, probar las máquinas de escribir y los teclados de los primeros ordenadores o mostrar ejemplos de fuentes, entre otras cosas.
Aunque la idea de establecer este ‘teléfono rojo’ había surgido unos años antes, el detonante para su definitiva puesta en marcha fue la cri -
sis que se produjo en Cuba, en octubre de 1962, cuando Estados Unidos se enteró de la existencia en la isla de una serie de bases de misiles nucleares, de alcance medio, propiedad del Ejército soviético. En opinión de numerosos expertos, ese fue el momento que más cerca estuvimos de que estallara una Tercera Guerra Mundial. Entre otras cosas, porque durante las 12 horas que tardó en llegar el mensaje de 3.000 palabras que Nikita Khrushchev envió para establecer un acuerdo inicial y rebajar la tensión, se podría haber desatado la tragedia. Las dos superpotencias, aprendieron que aquello no podía volver a ocurrir.
El primer mensaje oficial llegó apenas tres meses después, y fue enviado desde Washington, para informar a los rusos del asesinato de Kennedy. Moscú no lo inauguró sino hasta cuatro años más tarde para informar de un conflicto en el que no participó, la Guerra de los Seis Días, que enfrentó a Israel, Egipto, Jordania y Siria.
En 1971, el cable submarino fue sustituido por la comunicación vía satélite, ya con Ri -
chard Nixon en la presidencia de Estados Unidos y Leonid Brézhnev como líder soviético, es decir cuando el hombre ya había pisado suelo lunar, hazaña que tuvo como uno de sus componentes el lanzamiento y puesto en órbita del satélite de comunicaciones “Pájaro madrugador” y con él, el sistema que daría una base firme para el Internet. Durante todos esos años y los posteriores, el ‘teléfono rojo’ jugó un papel importante en otros conflictos como la Guerra de Vietnam, el enfrentamiento entre India y Pakistán en 1971; la Guerra del Yom Kipur en 1973, entre Israel y sus vecinos árabes, y la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética.
La realidad es menos romántica que los cuentos de fantasía; sin embargo, éstos nos brindaron, por aquellos días una paz anhelada. Ahora que ya han pasado tantos años podemos aceptar que el teléfono rojo, no era teléfono ni rojo, pero la sola idea de su existencia brindó por muchos años, una sensación de paz asegurada y la ausencia de peligrosos conflictos bélicos por una incapacidad de un diálogo directo entre los más altos líderes de las superpotencias mundiales.
El mundo entero ha visto un declive en cuanto a los progresos democráticos. Diversos estudios dan cuenta de cómo la democracia está en un periodo de grandes desafíos para sí misma y los países que la practican. Las razones pueden variar, sin embargo, el descontento de la población y actores que contrarían a la democracia serían una de las principales causas a tener en cuenta. En América Latina esta realidad es evidente, por ello resulta imperante el hacerle frente al desafío de fortalecer la democracia en busca de días mejores.
Si hasta hace pocos años atrás veíamos con optimismo como el fantasma de los golpes y las dictaduras miliares iba perdiendo fuerza frente al incremento de países que en América Latina optaban por la democracia y la vigencia del Estado de derecho, hoy en día los peligros no han desaparecido.
Una gran amenaza aparece en el horizonte próximo de la región: el autoritarismo. Fenómeno que no es ajeno a lo que sucede a nivel global.
El Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo destaca en su último informe anual (2023) que el 72% de la población mundial vive actualmente en regímenes que podrían calificarse como autocracias. El nivel o promedio de países en democracia ha declinado y ha bajado al existente en 1986.
Freedom House registra desde hace 16 años un retroceso de la libertad en el mundo. IDEA internacional detecta que, de 100 países calificados como democracias, hay desde hace una década un fuerte ascenso del número de aquellos que sufren una contracción moderada o aguda de sus cualidades democráticas.
Frente a esta tendencia creciente de autocratización a nivel mundial, hay pocos países que mostraban hasta hace unos meses una tendencia contraria (positiva) y una cierta capacidad de resiliencia democrática luego de haber atravesado por más de 20 años un sustancial periodo de autocratización. Estos países eran Bolivia y Ecuador en América Latina.
En el caso de Ecuador, el estudio del Instituto V-Dem menciona que durante el periodo del presidente Rafael Correa las instituciones y el buen funcionamiento de la democracia fueron socavadas y quebrantadas. O sea, se pasó de una “democracia electoral” a una “autocracia electoral”.
En este estudio se menciona que durante el régimen de Moreno se puso límites a la reelección presidencial. Este hecho es valorado por el Instituto V-Dem como democracias que dan un “bounced back”. Un rebote positivo hacia una democracia electoral. Sin embargo, esto ya no podría sostenerse para el caso de Ecuador cuando constatamos que, de manera progresiva, buena parte de los
principales poderes del Estado están siendo controlados por un solo partido político. No son solo actores internos y externos lo que están detrás de ello, sino que son los marcos normativos y constitucionales los que posibilitan esta tendencia al autocratismo.
Es preciso aclarar que, aunque a finales de los años setenta e inicios de los ochenta se dio en la región lo que se ha considerado como “retorno a la democracia”, esto no ha estado exento de problemas.
Más allá de los excesos o exabruptos demagógicos de líderes populistas
e iliberales (no solo de derecha sino también de izquierda) por socavar las reglas del juego democrático, se evidencia una erosión progresiva de la democracia y, en ciertos casos como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua, la configuración de regímenes autocráticos.
El desencanto con la democracia se ha ahondado en la región a medida que los gobiernos no han dado respuestas a las necesidades de la población, la mejora de las condiciones de vida, la reducción de la desigualdad o una mayor garantía de los derechos, creciendo incluso los niveles de inseguridad, violencia y los casos de corrupción.
Cabe anotar que pese a existir diferencias en estos tres factores a nivel regional, la situación de ciertos países se ha agravado mucho en meses recientes. Ese es el caso de Ecuador en el cual el número de muertes violentas ha sobrepasado registros históricos, así como el caso de delincuentes exculpados por jueces que han cedido ante la tentación del dinero proveniente de las mafias y bandas criminales. Por ello, podría posiblemente concluirse que tras la “tercera ola
de democratización” no se ha dado una plena consolidación de la democracia. Al contrario, hemos pasado por transiciones fallidas, ciclos discontinuos de “consolidación” e incluso de reinstauraciones autoritarias. Esto ha llevado a afirmar que tras los procesos de transición tengamos en la actualidad “democracias limitadas”, “de baja intensidad”, “procesos de democratización incompletos”, “regímenes híbridos” o “democracias delegativas”.
Pese a que en la actualidad es poco probable la reinstauración de dictaduras militares, nuevas formas de autoritarismo han ido surgiendo en la región. La vía no son golpes militares sino a través de elecciones fraudulentas luego de que estas instancias electorales han sido capturadas por agrupaciones políticas. Por ello es importante tomar en cuenta que la democracia es una tarea de todos los días. También de líderes políticos y ciudadanos que estén convencidos de la importancia del respeto de las reglas básicas del juego democrático.
Una vez más, la campaña está llena de irresponsables promesas de condonación de deudas. No importa cuántos sofisticados pretextos macroeconómicos se puedan idear, es un error transmitir la creencia de que es correcto y normal evadir el pago de una deuda.
La historia económica ecuatoriana demuestra que las condonaciones de una generación paga la siguiente —y con intereses—; el costo de la irresponsable ‘generosidad’ política de hoy lo asumen, con inmenso sufrimiento, los ecuatorianos de mañana. Nuestra democracia actual se sostiene sobre promesas de condonaciones y pagarés de una envergadura tal que, por momentos, resulta comprensible que tantos ecuatorianos jóvenes quieran bajarse de este ‘carrusel’ y opten por emigrar, en lugar de trabajar para pagar cuentas que no les corresponden.
Un sector de la clase política insiste en posicionar el mito de todo lo público —la banca, dentro de ello— como ‘inquebrable’ o dotado de un flujo de recursos asegurado e ilimitado. Esta falacia desconoce que, históricamente, muchas empresas públicas quebradas e inviables —hasta la más ineficiente— en algún momento fueron rentables; no obstante, el cortoplacismo y la codicia de los políticos de turno se encargaron de convertirlas en los cascarones vacíos a pérdida que son ahora. Cuidado y ocurre lo mismo con la banca pública.
El ventrílocuo, usando todo el poder de su estómago, le ordena al muñeco de trapo repetir: “Vamos a crear el ecuadólar”, el muñeco lo hace. ¡Efecto terremoto en las encuestas! El ventrílocuo le ordena al muñeco repetir: “No es desdolarización”. El muñeco lo hace.
Y como el ventrílocuo tiene habilidad para hablar con voz de hombre y voz de mujer, le ordena a la muñeca de trapo repetir: “Rafael Correa será mi asesor económico”.
La muñeca lo hace. ¡Otro terremoto en las encuestas! El ventrílocuo le ordena a la muñeca repetir: “La candidata a la Presidencia soy yo. Yo seré la presidenta no Rafael Correa”. Pero ya quedó la duda porque sabemos que donde manda ventrílocuo, no mandan muñecas.
Y así nos han tenido todo este tiempo, con decires y diretes que, al final del camino, iluminaron nuestras mentes porque ya tenemos claro cuál es la posición de cada candidato en tres temas que marcan un presente lleno de problemas y tristezas, y no tenemos sabemos cómo se proyectarán al futuro: narcotráfico, desdolarización, minería.
Daniel Noboa, por su pasado familiar, dejó clara su línea empresarial con prioridades: inversión, dinero, estímulo a los emprendedores, obra social. Pero tocó una fibra muy sensible que tiene lastimadas a muchas familias ecuatoria -
nas: la ‘Tabla de cantidades máximas admisibles para la tenencia y consumo de drogas de una persona en Ecuador’, impuesta por el Ministerio de Salud Pública el 17 junio 2013.
“Fue creada por la Revolución Ciudadana y ha sido una de las cosas más dañinas para nuestra niñez, produce afectaciones en la salud mental de los jóvenes y madres… Nosotros vamos a eliminar esa tabla y perseguiremos a los microtraficantes”.
Y cuando le preguntó a Luisa González qué hará con esta tabla de drogas, ella toreó el tema con una respuesta cruel: “Me preocupa esa fijación que tiene con las drogas… esa tabla es para adultos pobres para
que no vayan a la cárcel, los ricos no van a la cárcel sino a hospitales de rehabilitación, incluso fuera del país”.
La única solución al narcotráfico que ella encuentra es: “equipar con USD 500 millones a la policía para trabajar en el control del país.
Retomar el control de las cárceles, vías, puertos, aeropuertos. Militarizar las aduanas y reformar la justicia que está tomada” (no dijo por quién). “La delincuencia común es (para ella) una consecuencia del desempleo”.
En el consumo de las sustancias psicoactivas ilícitas la prevalencia de vida es: marihuana, 3.9%; base, 2.8%; cocaína, 2.4%; inhalantes, 2.2%; alucinógenos, 1.9 %. (Información completa en: ‘Guía de drogas Ecuador Abril 2007. Organization of American States. http:// www.cicad.oas.org › savia › PDF › guias).
La Secretaría Técnica de Drogas (Seted ) -que reemplazó al Consep- aplicó una encuesta en 2015 a 36.000 estudiantes secundarios, cuyos datos se difundieron en 2016. De ellos, el 12,65% había consumido sustancias prohibidas en ese año, sobre todo marihuana, heroína o H y cocaína, en ese orden. Registró además que la edad promedio para el inicio del consumo era de 14 años. En 2016, la Seted también estudió a la población universitaria.
Encuestó a más de 5.000 estudiantes de entre 18 y 25 años, de 10 universidades. Sobre drogas ilícitas, cerca del 30% de los universitarios ecuatorianos las había probado alguna vez en la vida y el 12,7% reportó haber consumido drogas en 2016.
El estudio más reciente que se aplicó a este grupo fue en 2018.
La Encuesta de Salud y Nutrición develó datos sobre el consumo de drogas legales en los menores de edad…. Pero no incluyó las drogas ilícitas. (Planv 22 septiembre 2021).
El policonsumo de drogas crece en las zonas más pobres de Guayaquil. Desde enero 2021, el consumo combinado de drogas se incrementó en un 90% en los sectores urbano marginales de Guayaquil. Las personas adictas mezclan H con otros estupefacientes. El 28 de julio de 2021, el Municipio de Guayaquil inauguró el Centro de Tratamiento de Adicciones para Mujeres, en Bastión Popular. (Primicias. 10 agosto 2021).
Como se habrán dado cuenta los lectores, dejaron de hacer encuestas sobre consumo de drogas prohibidas y toca cazarlas, pero encontramos investigaciones parciales y pequeñas.
En la última reunión del Grupo de Puebla que empezó el 1 de octubre 2003, justo el día del debate de los candidatos finalistas a presidente de la república de Ecuador, el expresidente de Colombia y coordinador del Grupo, Ernesto Samper, dijo que el ex presidente Rafael Correa, que estaba a su lado, les había hecho notar que “para desglobalizar, hay que desdolarizar”.
Sobre esa base, Samper dijo: “El mundo vive un proceso de desglobalizacion, y eso tiene un nombre, desdolarización. Solamente cuando logremos avanzar en esa desdolarización vamos a ser capaces de hablar de que se ha creado un nuevo espacio para un entendimiento global. La desdolarización es importante porque no nos habíamos dado cuenta de que la dolarización fue arma hegemónica secreta que se había venido empleando para que la globalización tuviera dueño”. (Fuente: ‘Grupo de Puebla: progresistas hablan de ‘desdolarización’ global’. Primicias. 2 octubre 2023.)
Pero González hizo una corrección inmediata: “En el Grupo de Puebla se habló de un sistema internacional de intercambios comerciales, fuera del dólar. Yo lo que voy a hacer es inyectar recursos para sostener y defender la dolarización”.
A los gobernantes corruptos les obsesiona la desdolarización porque ganan doble: por la coima y por el cambio de moneda. Lo vimos cuando tuvimos el Sucre.
Los pobres sin mayor cultivo cultural vivían la ilusión óptica de recibir bastantes billetes y creían que el gobierno era ‘generoso’, ‘bueno’ y ellos millonarios. No captaban que detrás de esta generosidad había grandes negociados.
Entre los que ganaban bastante con la moneda local estaban los comerciantes porque, subiera o bajara la cotización del dólar, ellos nunca bajaban los precios, siempre ganaban. También los cambistas de monedas, banqueros y los funcionarios del círculo del Banco Central, igual que todos los que ocupaban altos cargos en el gobierno y tenían acceso a información privilegiada sobre la cotización del dólar minuto a minuto, aprovechaban esa información para comprar o vender dólares y ganar dinero por el cambio.
La desdolarización también era buena para los funcionarios corruptos que negociaban megacontratos, generalmente con empresas extranjeras y en dólares. Ganaban por las coimas y por el cambio.
Para el tráfico de drogas y minerales, el dólar es un estorbo. Con moneda nacional bajarían los precios locales, mientras los traficantes venderían la droga y los minerales en dólares. El cambio de moneda les daría una ganancia extra.
En esta última elección, los correístas se han quitado sus caretas y han dejado ver su nueva obsesión: la minería, pero la artesanal. Lo dijo González: “Perseguiré a la minería ilegal que no es lo mismo que minería artesanal… Realizaré un mapeo para saber en dónde se puede explotar y aplicaré la consulta previa a las comunidades para impulsar extracciones”. Cuando Noboa le preguntó cómo conseguiría que la minería ilegal y la minería artesanal “no sean negocios para el narcolavado”, la candidata dijo que “habrá presencia del Estado en las zonas de explotación minera para conseguir que esas zonas se conviertan en turísticas y dinamizar la economía local”.
Pura teoría porque, en la realidad, la minería artesanal sería algo así como la reactivación del primitivo
‘huaquerismo’ que, sin ley ni control, hacía huecos donde al minero le daba la gana, para encontrar oro, plata, etc. ¡Pobre Amazonía, pobre medioambiente! Quedará ‘huequeada’. Por algunas lecturas descubrimos que esto ya constituye una preocupación en otros países. En el altiplano se hundieron pueblos, ahora el blanco es la Amazonía.
En Bolivia un juez tuvo que prohibir la minería en su Amazonía. Desde Venezuela hay un contrabando de oro espantoso, en asocio con Nicaragua, y el Cartel de los Soles está felizmente más rico. (Fuentes:
1 ‘Mina se traga una ciudad’. Perú. Comunicaciones aliadas. org. 27 agosto 09.
2 ‘Empresas chinas se esconden tras cooperativas mineras para saquear el oro boliviano’. 20 nov 2022.
3 ‘Juez ordena detener minería ilegal en Amazonia boliviana’. Dispuso “la paralización de toda actividad minera (aurífera) ilegal” en dos de los principales ríos en la Amazonía afectados por la contaminación. Dw 9 sep 2023.
4 ‘Militares y mineros chocan durante desalojo en Venezuela’.
Según fuentes no oficiales, el enfrentamiento tuvo lugar en el parque nacional Yapacana, estado Amazonas, y habría dejado varias personas heridas y fallecidos. DW. 14 septiembre 2023.)
No faltó en esta elección la leyenda urbana. ¿González usó gafas con audio para mostrarse sabia? Podría ser. En la década de los 90 ya había gafas con cámaras fotográficas. Lo descubrimos durante una investigación a un narcoguerrillero colombiano que había venido a radicase en Quito. Que ahora las cámaras tuvieran incorporados aparatos de audio para intercomunicarse: hablar y recibir mensajes en tiempo real, es factible. En google se puede encontrar páginas de empresas serias que venden estos aparatos (perdón por la publicidad). O sea, los ventrílocuos de ahora ya no usan el estómago para hacer hablar a sus muñecos, solo les basta un par de gafas para convertir a un limitadito en genio.
“Quien no te conozca que te compre”.
Mariana NeiraD e acuerdo con el boletín de cuentas nacionales que el Banco Central publicó hoy, en el segun- do trimestre de este año la economía ecuatoriana creció 3,3% frente al mis- mo período de 2022. De este modo, y considerando la revisión que se hizo al resultado del primer trimestre (el crecimiento interanual pasó de 0,7% a 1%), a lo largo del primer semestre de este año el PIB acumuló un crecimiento de 2,2% frente a la primera mitad del año pasado. Pese a esto, el tamaño de la economía sigue siendo 0,5% más pequeño que el del primer semestre de 2019 (último año antes de la pande- mia).
El crecimiento de 3,3% del segun- do trimestre se explica principalmente por el buen desempeño del consumo de los hogares. Esta variable, que representa alrededor de las dos terceras partes del PIB total, presentó un cre- cimiento interanual de 4,3%, es decir, casi tres veces más alto que el registra- do en el primer trimestre (1,6%). Este salto en la tasa de crecimiento puede deberse en alguna medida a que en el período de comparación (el segundo trimestre de 2022) el consumo privado se vio afectado por el paro encabezado por el movimiento indígena y que se extendió durante la segunda quincena de junio del año pasado. Más allá del buen desempeño del consumo privado, una buena noticia es que en el segundo trimestre de este año la formación bruta de capital fijo (FBKF, es decir, la inversión física prin- cipalmente en construcción y en adqui- sición de maquinaria y equipo) creció
3,8% frente al mismo período del año pasado (ese resultado parece explicar- se principalmente por una mayor im- portación de bienes de
capital, ya que el crecimiento interanual del sector de la construcción fue de apenas 1,2%). No obstante, en el acumulado del pri- mer semestre la FBKF aún muestra una caída de 0,7% frente a igual período de 2022 y, sobre todo, una contracción de 13,9% respecto a la primera mitad de 2019. Para que el crecimiento eco- nómico sea sostenible en el tiempo y genere nuevas fuentes de trabajo debe basarse principalmente en una inversión dinámica.
A diferencia de la inversión, las exportaciones de bienes y servicios (medidas en volumen, como todos los componentes del PIB) mostraron en el segundo trimestre una leve caída de 0,2%, mientras que las importaciones crecieron 6,2%. Es decir, el aporte del sector externo al crecimiento económi- co del segundo trimestre fue negativo. Por su parte, el consumo del sector público creció 6,4%, seguramente im- pulsado por el mayor gasto en sueldos. Finalmente, un dato que llama la aten- ción es el crecimiento de 348% en la “variación de existencias”, un componente marginal del PIB que se refiere principalmente a los inventarios y a al- gunos trabajos en curso. El aporte de la variación de existencias al crecimiento total del segundo trimestre fue de 0,7 puntos porcentuales, mientras que en el promedio de los últimos diez años completos su aporte fue nulo.
A nivel de actividades, conviene destacar el buen desempeño de la acuicultura y pesca de
camarón, que en el segundo trimestre del año cre- ció 10,5% en términos interanuales, muy por encima de los resultados de las demás actividades primarias (agri- cultura 0,2%; pesca -6,4% y petróleo y minas 0,7%). El comercio, los servicios financieros, la manufactura y el sector de hoteles y restaurantes (este último probablemente afectado por la insegu- ridad) mostraron crecimientos inferio- res a los de la economía en su conjunto: 2,5%, 2,4%, 0,7% y 0,1%, respectiva- mente. Por el contrario, el suministro de electricidad y agua registra un lla- mativo crecimiento de 10,8% y los “otros elementos del PIB” (que se refie- ren principalmente a impuestos indi- rectos a bienes y servicios y subsidios a algunos productos) uno de 21,5%. Entre ambos aportaron con un punto porcentual al crecimiento global de la economía en el segundo trimestre. Hace pocos días el Banco Central publicó la nueva programación ma- croeconómica, según la cual a lo largo de todo 2023 la economía ecuatoria- na crecerá 1,5%. Si esa proyección es acertada, el buen resultado del segun- do trimestre sería transitorio y en la segunda mitad del año se registrará una desaceleración. Por el lado del con- sumo privado, que aportó con 2,8 pun- tos porcentuales al crecimiento de la economía en su conjunto en el segundo trimestre, el desempeño del IVA podría estar anticipando eso: en agosto la re- caudación de ese impuesto registró un crecimiento interanual de 4,3%, el más bajo en lo que va del año.
Hasta el mes de septiembre de 2023, el déficit real del presupuesto del Estado fue de $3.115 millones, y las cuentas por pagar reales fueron de $2.054 millones. Sin embargo, al procesar la información de la página web del Ministerio de Economía y Finanzas, se obtiene un déficit de $2.643 millones (cuadro), y cuentas por pagar de $1.582 millones.
Juntos demostremos porque el déficit real es superior. La asignación anual en el presupuesto para pagar al IESS el 40 % de pensiones de los jubilados, asciende a $2.355 millones (cuadro).
Cada mes se debe registrar como obligación de gasto la doceava parte de tal cifra, esto es, $196,25 (2.355 dividido para 12). Debió registrarse como gasto lo devengado hasta septiembre, es decir, $196,25 por 9 = $1.766 millones.
No obstante, hasta septiembre el gasto registrado por el 40 % de pensiones asciende a $1.636 millones (cuadro). Por lo expuesto, falta registrar como gasto $130 millones (1.766-1.636=130).
Este hecho se confirma, cuando en el mes de septiembre se registra como gasto por tal concepto solo 5 dólares (cuadro). En consecuencia, el valor no pagado al IESS entre enero-septiembre suma $1.261 millones.
Realicemos un ejercicio similar en cuanto a los GADs. La asignación anual en 2023 para los GADs asciende a $3.325 millones (cuadro).
Cada mes se debe registrar como obligación de gasto la doceava parte de tal cifra, esto es, $277,1 millones (3.325 dividido para 12). Entonces, debió registrarse como gasto lo devengado hasta septiembre, es decir, $227,1 por 9 = $2.494 millones. No obstante, hasta septiembre el gasto registrado por transferencias obligatorias a los GADs fue de $2.152 millones (cuadro). Por tanto, falta registrar como gasto $342 millones (2.494-2.152=342). Este hecho se confirma, cuando en el mes de septiembre se registra un dólar como gasto por transferencias a los GADs (cuadro). En consecuencia, el valor por pagar a los GADs hasta septiembre suma $461 millones.
Por todo lo expuesto, si al déficit de $2.643 millones, que resulta de procesar la información de la página web del Ministerio de Finanzas, agregamos el gasto no registrado del IESS por $130 millones, y el gasto no registrado de los GADS
por $342 millones, el déficit real a septiembre alcanza $3.115 millones.
De igual forma, si a las cuentas por pagar por $1.582 millones (cuadro), que resultan de procesar la misma información de la página web, agregamos el gasto no registrado por $130 millones del IESS, y el gasto no registrado de los GADs por $342 millones, obtenemos las cuentas por pagar reales de $2.054 millones a septiembre.
De otra parte, para financiar el déficit, las amortizaciones y otros pasivos, se obtuvieron préstamos (algunas cifras son hasta julio) de $569 millones del Banco Mundial, de la CAF $147 millones, del BID $523 millones, de JICA $172 millones, del BEI $100 millones, y el IESS compró bonos por $1.600 millones (compra neta de $1.162 millones, luego del pago de amortizaciones).
En el país de Manuelito, el IESS compra bonos por la citada cifra, a su vez, el Estado debe entre enero-septiembre $1.261 millones. Luego, el IESS a pesar de haber comprado bonos, reclama al Estado el pago de las deudas, porque el fondo de pensiones se muere de sed. ¡De locos!. Nuestras disculpas por acudir a un artesanal escrutinio para develar la realidad del déficit, y evidenciar las penurias y veleidades entre dos carenciados. Un fisco con las arcas vacías y pobres saldos del Tesoro de $316 millones al 30 de septiembre, y un IESS con un fondo de pensiones en inanición.
Dúo que evoca el más triste de los pasillos. Si el déficit a septiembre es $3.115 millones y cada mes el mismo es de unos $500 millones, además, en diciembre se debe pagar el décimo tercer sueldo, no es difícil colegir la magnitud del saldo rojo al término 2023.
Quito, 5 de octubre de 2023.
El martes 31 de octubre se celebra el Halloween, sobre todo en los Estados Unidos. En el Ecuador y América Latina también, aunque escandaliza a algunos por ser una costumbre extraña y a otros indigna por ser importada y atenta contra nuestras costumbres ancestrales. Nada es cierto, pues si bien es una costumbre pagana, anterior al cristianismo, practicada por los Celtas en Irlanda, sobrevive en el mundo anglo sajón y con sus propias formas en Latinoamérica con elementos sincréticos prehispánicos y cristianos. Popularmente se llama “Noche de Brujas”, aunque en su traducción literal es: “Víspera de todos los santos”, y celebra el culto a los muertos. Ciertas culturas indígenas consideran que la muerte no es el fin, sino el comienzo de otra vida, tanto que en nuestro país visitan las tumbas de sus seres queridos, comen y cantan y
hasta conversan con los que se fueron. Los mestizos, el 85% de la población, como somos “vivísimos” ponemos rápido flores y nos vamos a almorzar en las casa o restaurantes, que ansiosos esperan a los clientes sanos y buenos. Puede ser que haya otra vida, que vez de descansar se vuelva a renacer y se siga viviendo, pero como dice Borges: “Aunque no sé si es una ilusión recomendable”.
Desde luego los detalles técnicos de esta celebración son importados: disfraces y decoraciones espeluznantes, brujas, payasos terroríficos, visitas a los cementerios o tours a casas encantadas que se han
preparado para el efecto. Hasta comidas y bebidas alusivas a la fecha, por ejemplo, se ofrece el yaguarlocro en la Sierra o el caldo de salchicha en la Costa que es a base de morcilla de pura sangre, Se reclama que tal fiesta es solo un negocio. Por supuesto que sí, acaso no nos exigen todos los días que seamos emprendedores. Hasta don Miguel de Unamuno en su obra “La Agonía del Cristianismo” habla de que siendo “agonía” igual a “lucha” el cristianismo -como dicen los jesuitas- “trata de resolver el negocio de nuestra propia salvación”, que Shaw lo ironiza pues considera que portarse bien en este mundo para conseguir el cielo es un “soborno al mismo cielo, lo cual es poco ético”
La otra observación que el Halloween es extranjerizante es rebatible, salvo el término en inglés, idioma que todo el mundo aspira a dominarle. Pues al final el mundo es un pañuelo. Hemos importado y españolizado términos como fútbol, basquetbol, boxeo, coca cola, show, hot dog, entre cientos de cosas y costumbres, para no hablar de términos tecnológicos difíciles tan en boga.
En Estados Unidos -ahora se practica en América Latina, también- los niños recorren las casas de sus vecindarios pidiendo dulces con la frase “Trick o treaking”, que aproximadamente sería “Dulce o truco treta o trato ”, que se convierte en una forma de “extorción infantil” propia del Día de Brujas: O me das dulces o te aplico mi magia, o sea convertirte -si me niegas el premio- en sapo, murciélago, gato negro, ratón , republicano o demócrata o viceversa, según el Estado.
Eran criminales reales que fueron puestas en libertad porque el juicio por brujería las había absuelto. Sin embargo, personas inocentes porque afirmaban ser videntes pagaban con sus vidas tras pasar el juicio pertinente. Lara Martínez en una obra que profundiza sobre el fenómeno en la Edad Media y Edad Moderna explica que “bruja” etimológicamente quiere decir “mujer sabia”, pues eran consideradas como prófugas de la justicia o conocedoras de la naturaleza. Luego se las demoniza y se las empieza a perseguir y se conoce que más de 50.000 personas fueron ajusticiadas por brujería en Europa. Entonces empieza la fantasía y lo letal: haber contado un sueño para
ellos profético. Asimismo, se aseguraba que entraban volando a las casas por las chimeneas o tejados y provocaba en estas casas que los niños enfermaran o murieran. En algunos casos eran hombres los acusados de brujería quienes eran enjuiciados y encarcelados. Uno de los casos más populares fue el de los juicios de Salem (Estados Unidos), donde un grupo de niñas, sobrina e hijas de un pastor puritano, fueron procesadas por brujería tras mostrar convulsiones y otros efectos extraños. Lara Martínez nos cuenta: “Hoy sabemos que todo esto pudo tratarse de unos cuadros alucinógenos que surgían del centeno que llevaba consigo el hongo cornezuelo”
Desde luego el empleo de brujería también es lucrativo, pero también trágico. La caza de brujas en Estados Unidos ha sido mortal, la histeria colectiva ha sido y sigue imparable. España ha sido pionera en el desembrujo colectivo: fue la Corona Española con la Inquisición en la cima de su poder jurídico, pionera en defensa de las brujas, pues considero que no había brujos ni embrujados, hasta que se comenzó a hablar y escribir de ellos. Todo es consecuencia de la fascinación con lo místico y con la magia, hoy casi convertidos en negocios. Pero como dicen los españoles de las brujas: Que las hay, las hay.
Calabazas, por la transformación de un humano en tal; en el Ecuador un humano convertido en político con magia populista y uñas largas. Aquelarre: reunión de brujas que manejan la magia negra; en el Ecuador: sesión de políticos que manejan la reserva internacional. Gatos negros, superstición de que trae mala suerte cuando se cruza uno en el camino; en el Ecuador: movimientos políticos de última hora. Velas: luz del alma, ilumina el camino de los muertos; en el
Ecuador: ayudan el camino a los países off shore pues los beneficiarios aseveran que no tienen “vela” en ese entierro. Fantasmas y calaveras: representaciones de la muerte que nos miran; en el Ecuador: zombis vivarachos prófugos de la justicia. Lobos y búhos: que asustan y ahuyentan a los humanos; en el Ecuador: pandilla de borregos.
Hoy la Iglesia Católica tiene más amplitud, ha evolucionado. Esta celebración la ve con indiferencia, como tantas otras, cuyo origen no es cristiano, pero no dejan de ser ancestrales y, por ende, respetables. Por cierto, si su origen es pagano no la puede santificar, además que tiene dos solemnidades religiosas: el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, que celebra la vida de todos los santos y de aquellos que entregaron su vida a Dios; y el 2 de noviembre llamado el Día de los Muertos. En lo que coincide y lo confirma la Biblia es que la práctica de hechicerías, sortilegios y adivinaciones. Invocaciones a los muertos, prácticas espiritistas, ritos satánicos, impiden la entrada de Dios en los que las practican. Claro que en otros lugares de la Biblia existen encuentros con magos y adivinadores que se relatan de forma más positiva. En cambio, los Reyes Magos que rinden ho -
menaje al Niño Jesús no son realmente hechiceros o adivinos; “el original griego utiliza la palabra “magi”, que en ese entonces designaba más bien a sabios y científicos, más que a “brujos”. (Internet)
No se puede decir la última palabra en un mundo que es arbitrario y conjetural, según cualquier clasificación. Estamos sometidos a lo que vemos: la vida; y a lo que no vemos en carne propia: la muerte. Hasta las computadoras evolucionan y algún rato serán soberbias, como toda creación o noción humana. Hay otras cosas que tampoco vemos y a las que nos sometemos: loterías, horóscopos, ideologías. El Halloween, visto de cerca o de lejos, es también un juego entre serio por lo comercial y de fantasía puesto que todos los actos del mundo son mágicos: un beso, un poema, un libro, un caramelo, un suspiro, una risa, una agonía, la Resurrección de Cristo, la ruleta, la Bola de Cristal, un jardín, un rey, la música. Claro que la excesiva celebración del Halloween es una muestra perfecta de ingenuidad para quienes compran sus productos cuya excelencia es anunciada por los mismos que los venden.
Manuel Castro M.Si llueve, guarda mi ropita
Nació en Cotacachi el 12 de mayo de 1906. Compositor, Director de Bandas y conjuntos. Hijo de Modesto Hidrobo y Rosa Cevallos. Se casó con Ernestina Ojeda. Su hijo Homero, fue el más deslumbrante guitarrista del Ecuador y América. Sus hermanos Armando y Germán, destacados compositores y ejecutores.
En Marco Tulio, la música fue congénita. Desde niño reveló su predilección y habilidad musical. Fabricaba flautas de carrizo y se extasiaba tocando. Era la admiración de los músicos mayores.
Sus estudios musicales los hizo de niño en la Banda Cantonal, donde recibió clases con el maestro Carlos
Urcisinio Proaño, director de la Banda Cantonal. Desde esa edad componía piezas musicales, que las hacía arreglar con su maestro.
El musicólogo Segundo Luis Moreno se distinguió desde niño como ejecutante. Tocaba el flautín en la banda de Cotacachi y dominaba el cornetín. Su conocimiento práctico y talento artístico, naturalidad y elegancia, fueron el soporte de artística. Ejecutaba los instrumentos de banda. Compuso piezas de diferentes géneros como la danza, marchas, valses, pasodobles, pasillos, sanjuanitos. Después aprendió bandolín, violín y guitarra hasta lograr una ejecución admirable.
Se radicó en Quito e ingresó al Conservatorio Nacional de Música. Tuvo una brillante actuación en radio Quito, HCJB La Voz de los Andes, Radio Quito y otras radiodifusoras importantes. Dirigió a los grupos que iban a grabar música ecuatoriana. Fue director del conjunto “Los Nativos Andinos” con Bolívar Ortiz, Gonzalo de Veintimilla y Carlos Carrillo. Esta agrupación se consagró en el mundo musical ecuatoriano. Fundó la estudiantina “Ecuador”, conjunto instrumental. Dirigió algunas bandas militares, como de los batallones Carchi, Esmeraldas, Policía Nacional de Quito y bandas municipales de Ibarra y Guayaquil.
Marco Tulio Hidrobo es de los más destacados compositores, ejecutores y directores de música ecuatoriana. Dio un aporte excepcional en la producción y difusión de la música nacional.
Apacible y sereno, mereció siempre las consideraciones y el aprecio de sus amigos más humildes hasta intelectuales y artistas. Su personalidad, plena de suave sencillez, lo expresó en todos los actos de su vida.
En 1961, con motivo de la celebración del Centenario de Cotacachi, con la sensibilidad y la emoción de artista magistral, regresó a Cotacachi y organizó una orquesta unificada con músicos cotacacheños. La gente recuerda como un verdadero acontecimiento histórico y fue la última ofrenda de su hondo amor a su tierra.
Por sus virtudes artísticas y personales, Marco Tulio recibió diversas distinciones: En 1947 fue miembro del Jurado de Música Nacional, auspiciado por la firma Reed and Reed, productora de discos. En 1956 recibió la condecoración Medalla de Oro, en el Concurso de Bandas en Ibarra. Insignia Dorada, alta distinción otorgada por la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador.
Grabó en discos de diversos sellos, pero muchas de sus excelentes composiciones no han sido suficientemente difundidas y valoradas; sin embargo, Marco Tulio Hidrobo pertenece a un lugar de privilegio en la historia de la música ecuatoriana.
Pasillos: Ensoñación, Eulalia, Al besar de un pétalo, Encargo que no se cumple, Canta cuando me ausente, Canto de mi alma, Matilde, Anhelo azul, Para tu amor, Por qué, Quién me diera, Negrita linda, Anoche estaba soñando, Si te comprendo, Margarita, Luz de Luna, La Catedral. Pasodobles: Tarde española, Edgar Puente, La última faena. Sanjuanitos: Vamos a casa, Toros de pueblo. Tonadas: Unita que otra, Lejos de mi guitarra, Sufro y lloro. Albazos: Solo por tu amor, Mi cholita, Triste vivo yo. Fox Incaico: Lágrimas ocultas, Corazón muerto. Chilena: Caray, Caramba, Cariucho. Valse: Corazón muerto, Esta vieja herida.
Así es la vida: unita que otra
Fusto Romero Baroja, (Locutor de Radio Cotacachi en 1960,
inicios hasta el cierre), nos contó esta anécdota: El maestro Marco Tulio venía a la casa a conversar. El me ayudaba a contratar músicos para la programación de la Radio.
Un día fui a Quito con el dueño de Radio Cotacachi, el Padre Raúl Arturo, párroco de San Francisco de Cotacachi. El padre me entregó un poco de plata para invitarles a tomar un trago. El se quedó esperándome en el carro. Yo entré a la tienda “Don Angelito”, en el barrio la Tola. Esa tarde estuvieron el maestro Marco Tulio, Segundo Guaña, el famoso flautista Arturo Mena; el compositor Marco Mendoza. El grupo de músicos reconocidos en el país y el extranjero, le decían al maestro Marco Tulio “Papá”.
Yo le pedí que por favor nos ayude a hacer un programa especial por el aniversario de Radio Cotacachi. Marco Tulio se quedó entusiasmado y les dijo a sus amigos: “Viene a vernos para tocar en Cotacachi, que maravilla, pero antes, tomemos unita que otra”.
Para qué vamos a Cotacachi, si los chagras son mejores músicos que nosotros – contestó Segundo Guaña, en tono de broma.
(En ese encuentro nació la idea de formar un grupo de música con el nombre “Los Chagras”: Guillermo y Rodrigo Grijalva en las trompetas; Gilberto Proaño, en el piano; Marco Proaño en el Acordeón; Pedro Proaño y yo en las guitarras).
El reconocimiento de maestros
Marco Tulio organizó una orquesta con 24 músicos cotacacheños. Se presentaron en el teatro de las Religiosas Franciscanas. El maestro Reinaldo Chávez estuvo sentado en primera fila como Jefe Político del Cantón acompañado del Presidente del Municipio y otras autoridades.
El maestro de ceremonias informó el programa musical de la celebración del aniversario de Radio Cotacachi. Presentó a la orquesta y a su director. Don Reinaldo Chávez, se acercó donde el Maestro Marco Tulio Hidrobo le dijo con una inclinación: “Le felicito maestro usted es un digno y privilegiado músico que nos honra a todos los cotacacheños y ecuatorianos”.
Usted don Reinaldo, es nuestro maestro y soy su discípulo.
Comenzó a dirigir la orquesta. Había compuesto para esa velada: El sanjuanito “Tundas de Cuicocha”, el pasillo “Ensoñación”.
Así era de humilde el prestigioso maestro Marco Tulio Hidrobo Cevallos.
Margarita Hidrobo, hija del maestro confirma la causa de esta pequeña historia: Parece que el maestro Reinaldo Chávez tenía algún encono con mi papá. Tenía celos de músico. Eran distanciados con los Proaño, sólo por los celos de música.
En uno de los innumerables encuentros, Jorge Proaño Almeida, le pidió:
Oiga, maestro Marco Tulio, usted que es hombre creyente en Dios, ¿por qué no le hace una composición a Jesús? Yo no soy digno de amarrarle las sandalias a mi Señor.
La esposa se sentía cansada, Marco Tulio muchas noches regresaba a la casa tomado los tragos. No podía aguantar ni un día más esa clase de vida. Recogió la ropa de su marido y le puso en una maleta. Todavía no había llegado Marco Tulio. En la madrugada entró a la casa y Ernestina le salió al
paso y le dijo:
Tu ropa ya está en esa maleta y no vuelvas.
Marco Tulio se dispuso a salir, pero regresó y le contestó a su mujer.
Mi hijita, antes de irme, te voy a pedir un favor: Si llueve guarda mi ropita.
¿Cómo remediaba los enojos de Ernestina? Con una, dos o muchas serenatas.
Mi mamá se divorció, cuenta su hija Margarita. Ella se separó y fue a vivir donde sus papás. Llegaba mi papá con la serenata y sus padres protestaban y le reclamaban: “Entonces a qué vienes”.
¿Por qué le iba a dar serenatas a su esposa?, se pregunta su hija Margarita. La respuesta es obvia: Le amaba. Los dos se amaban inmensamente. ¿Cuánto tiempo duró le divorcio? Seis meses. ¡Pero de qué separación sufrían!, en esos meses se encontraban. Entre ellos nunca se fue el amor. La inspiración de la música de Marco Tulio fue siempre su esposa Ernestina.
El albazo “Mi cholita”, muchos dicen que mi padre le escribió a mi abuelita. No, fue para mi mamá. Ella fue quien compartió cada día de la vida. Sufrió. Pero el amor lo perdonaba todo.
El pasillo “Al besar un pétalo”, es una maravilla. La música escribió mi padre. Pero no estoy segura. Alguna vez le pregunté a Luis Alberto Valencia (del dúo Benítez y Valencia). Me hizo una evasiva. Le dije: ¿Usted le escribió la letra del pasillo “Al besar un pétalo”? Me respondió. Algún momento conversamos. Nunca llegó ese momento.
Le guardo un pasillo que se llama
Canción azul. Es el etilo clásico de los pasillos de mi papá.
El carácter se hereda; y lo que se hereda, no se hurta
Muay amable y cordial. Amoroso a sus hijos. “A mi mamá no de decía mi hijita, tampoco mi amor; le decía Ternita (Ernestina)”.
“A los hijos nos corregía con amor. Solamente a mi hermano mayor, Marco, vi que le dio un correazo. Parece que se fugó del colegio. Marco era pareci -
do a mi abuelita Rosita. Ella era alta, pálida, de ojos claros. Por ella nació la música en sus hijos. Le decían vientre de conservatorio”.
“De mi padre, nació músico, Homero. De Homero su hijo Cristian es saxofonista. De Germán, Edgar es un músico magistral, así como Mario, Teresa, Juanita, María y el hijo de Edgar, Dany, un maestro completo. De Armando, ningún hijo. De mi tía Juanita también son músicos sus hijos Marco y Milton. Todos ellos forman una dinastía de músicos”.
“Mi papá tenía múltiples trabajos. Pero la música fue el principal. Era director de programas de la Radio Quito. Trabajó en la radio HCJB, en RCA Víctor, era arreglista. Si por los arreglos habría regalías, mi papá y mi hermano Homero hubieran sido millonarios. Los arreglos de Homero con los Brillantes, Los Latinos del Ande. No ha habido un cuarteto de guitarras como ese”.
“El sitio predilecto de mi papá era la tienda “Don Angelito”. Ese fue el centro de los artistas de Quito. Ahí tomaban los tragos. Se reunían los mejores músicos. En su tiempo fue también la “Cueva del Oso”. “Don Angelito” era en la Tola, en las calles León y Olmedo. Apenas era una tienda y detrás la cantina”.
“Me llevaba como a un llavero. Nos encontramos con alguien de Cotacachi. Profesor qué gusto de saludare, que bien que le veo. Mi padre era muy cariñoso. Hijito, como está. Y el señor me cogió la barbilla y me dijo: ¿La ultimita? Si la ultimita, mi chucita. Por supuesto, me faltan datos de la provincia”.
“Le conversé a mi hermano Homero: Sabes que papá se encontró con una persona de Cotacachi y le dijo que yo era la última hija. Pero también dijo que le faltaban datos de la provincia. Homero me hizo repetir la conversación con mamá. Y ella con mucha clama dijo: Ya vez, cualquier rato ha de aparecer el dato de la provincia. La verdad es que nunca supimos de algún hermano”.
Si alguna persona se hubiera interesado por cobrar los arreglos de la música, habría sido de posibili -
dades económicas. Alguien le decía:
Maestro, tengo en la cabeza esta cancioncita.
A ver mi hijito-. Comenzaba a silbar la canción y mi papá escribía en ese momento. Enseguida tocaba en la guitarra. Otras veces le entregaban las canciones y escribía los arreglos. No era difícil. La mayoría de los albazos de César Baquero escribió mi papá.
No se ha escrito la vida de Marco Tulio. En el libro “Quién es quién en Quito”, hay una referencia a mi padre. Ese libro llegó a mis manos en 1975. Eran tres tomos de todos los personajes de Quito. A mi padre le consideraban quiteño. El libro refiere que Marco Tulio es de la provincia de Imbabura, de Cotacachi. Le dio esplendor a la música nacional, especialmente al pasillo.
Líquer Sánchez, contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional, afirmaba que le dio un realce extraordinario al pasillo. Cuando le entregaron una condecoración de la UNP a mi padre, Líquer afirmó que
la vistió de frac al pasillo. En el pasillo ecuatoriano hay un antes y un después. Le dio un estilo clásico y dejó de ser canción de baile.
Hace 100 años, en 1923, culminaba un episodio atroz, un heraldo de barbaridades futuras en ese siglo, causadas por las ideologías asesinas, de nación o de clase. Hablamos del exterminio sistemático de un pueblo que vivía desde hace varios miles de años en partes del Cáucaso, que era aún parte del Imperio Otomano.
Ese pueblo es el armenio, presente desde la prehistoria, sobre los bordes sur y orientales del Mar Negro, junto a la meseta Anatolia por el oeste, y a la iránica por el sureste. Su ubicación, en la ruta de las migraciones, del Asia suroriental a Anatolia y la Crimea, le ha significado muchas amarguras a lo largo de su historia. La expansión imperial otomana, a partir del siglo XIV, incorporó a Armenia, manteniéndose como parte de éste hasta el siglo XX. La marcha de seis siglos del Imperio Otomano, y su prolongada decadencia, provoca la revolución de los jóvenes turcos, empeñados en restaura la grandeza imperial, cobijados entre los pliegues de una
de las maldiciones del pasado siglo, el nacionalismo cerril y fanático, puesto de moda en Europa, con la unificación de Italia y Alemania, que derrotó a Francia en 1870, arrebatándole las provincias de Alsacia y Lorena, cuyo rescate sería el eje de la política exterior francesa durante los siguientes 40 años, hasta el inicio de la I Guerra Mundial.
El Estado Nacional marcaría decisivamente al mundo, concluida la guerra, con el final de
los imperios Alemán, Otomano, Austro-Húngaro y Ruso. Una miríada de nuevas naciones se crea, cada una más necesitada de identidad y cohesión social, en categorías como el idioma, la cultura, la religión y hasta el folclore, y en la vaga definición de “raza”. Los Jóvenes Turcos, pese a que estas ideas provenían de sus ancestrales enemigos, las adoptan entusiastas, pues se alinean con sus propias visiones, y con el resentimiento que las victorias del mundo cristiano sobre el imperio Otomano, a lo largo de un siglo, al menos, habían generado en la juventud turca.
El Imperio Otomano participa, en el bando de los perdedores, en la I Guerra Mundial, tras la catástrofe de las Guerras Balcánicas, antes de la Gran Guerra, cuando el Imperio pierde sus territorios en Europa. El sultanato llega a su fin en noviembre de 1922, 101 años atrás, y Armenia se incorporó a la URSS en 1920, al completarse la conquista del Cáucaso por el Ejército Rojo, tras una breve independencia y una guerra, aún con el agonizante Imperio Otomano.
En la I Guerra Mundial, los ejércitos rusos derrotan y avanzan a costa de los turcos, en el Cáucaso, acercando el conflicto al núcleo del Imperio, justamente hacia Armenia, cuyas diferencias de origen, idioma, religión y cultura, convertían a los armenios, a ojos del nacionalismo turco, a priori, en sospechosos de colaborar con el enemigo en la gue -
rra. Que muchos fueran parte, como varias otras minorías, del ejército otomano, que otros fueran valiosos asesores y consejeros del gobierno, nunca fue considerado por los nacionalistas fanáticos.
En 2015, se inició el primer genocidio y limpieza étnica modernos, preludio de otros que guardaba el futuro. En una operación premeditada, planificada perfectamente, fueron detenidos los más destacados intelectuales armenios, para ser encarcelados en los temibles presidios de Estambul. Los soldados armenios reclutados e integrados en el ejército otomano, unos 60 mil, fueron desarmados e internados en campos de prisioneros, de los que pocos salieron vivos, pues fueron fusilados por las
tropas turcas, a mansalva. Millones de civiles armenios fueron obligados, a punta de fusil, a abandonar sus casas y sus tierras, dejando, apenas con lo puesto, todas sus vidas detrás. Fueron obligados a una marcha de la muerte, de cientos de kilómetros, hasta su destino a ninguna parte, en medio del desierto sirio, en condiciones inimaginables, muriendo de sed, de hambre o de extenuación. El genocidio exterminó entre 600 mil y millón y medio de personas, extendiéndose a varios años. Esta atrocidad, muy bien documentada por historiadores e investigadores serios, incluso turcos, es negada de manera sistemática por Turquía, que a duras penas reconoce unos “excesos”.
Algunos miles de armenios lograron escapar, hacia Rusia o al Oriente Medio, para finalmente llegar como refugiados, a Europa, Estados Unidos, y a otros destinos, como la Argentina. Es ésta diáspora la que ha logrado, por el prestigio que muchos de ellos alcanzaron en el exilio, sea en la primera generación, o sus hijos, situar el drama armenio en el imaginario colectivo del mundo y evitar su olvido. Personajes del nivel de Charles Aznavour, Khachaturian, Cher, en el mundo de la música, o de Nalbandian y Agassi en el tenis, de Prost en la Formula 1, de Saroyan en la literatura, de influencers como las hermanas Kardashian, o de ajedrecistas de la mundial talla de Tigran Petrosian o de Kasparian, que rusificó su apellido a Kasparov, considerado el mejor ajedrecista de la historia, y con ellos, otros grandes del ajedrez actual, 5 de los cuales están entre los 100 mejores del mundo, un extraordinario logro para un país con 3 millones de habitantes, en el que el ajedrez es materia obligatoria en escuelas y colegios, han logrado mantener vivo el espíritu de esa gente, que hace cien años se buscó extinguir de la faz de la tierra.
Ante aquellos que tratan de negar el horror, o relativizarlo, la memoria es un ejercicio obligatorio. El genocidio armenio sería una especie de ejercicio, de un perverso plan piloto, que sería reproducido a lo largo del siglo XX, una y otra vez, siguiendo hasta nuestros días. Trataré, en un ejercicio de memoria, de hacer un recuento de las más notorias atrocidades y genocidios cometidos, de manera abrumadora, por perversiones de las ideologías autoritarias dominantes en el siglo pasado, el fascismo y el comunismo, en sus obsesiones de raza o clase.
El primer acto de esta danza macabra luego del genocidio armenio, se producirá a partir de 1932, en la URSS, tras la decisión de Stalin de “erradicar a los kulaks”, campesinos que eran dueños de sus tierras, por considerar que no era factible la coexistencia de una agricultura privada en un país colectivizado. Se apropió de las tierras campesinas, de sus animales, semillas y herramientas, y deportó a millones de
campesinos, particularmente ucranianos, a las tundras heladas, donde casi todos perecieron. Mientras tanto, quedaron sin labrar las tierras, en manos de comisarios ignorantes, lo que se desató una hambruna espantosa durante al menos 2 años, que se saldó con 8 millones de muertos de hambre. El Holodomor, el Holocausto del hambre, es un recuerdo imborrable para Ucrania, que ha sufrido tanto a manos de la brutalidad rusa y soviética.
El teatro del horror continuaría con la toma del poder, en Alemania, de un desquiciado Chaplin, al que pocos tomaron en serio, y ni leyeron, con cierta razón, el ladrillo llamado Mi Lucha, escrito entre 1924 y 1925, en el que paladinamente esboza, con todas las letras, su plan de erradicación del pueblo judío de Alemania y del mundo ario, una nebulosa y no definida esfera de “pureza racial”, que estaba en peligro ante una “conspiración mundial judía”. Su programa se materializará en la llamada
“solución final”, el exterminio, por diversos medios, de seis millones de seres humanos de origen judío, y de un incierto número de gitanos o romaníes, estimado en un cuarto de millón, el 25% de la población gitana europea. La aterradora aplicación del asesinato a escala industrial, marca un antes y un después en las prácticas genocidas.
En 1944, por una supuesta colaboración de los tártaros cirineos con los invasores nazis, el gobierno ruso deportó a toda la población tártara de una tierra que había sido suya por al menos 500 años. Con el característico respeto soviético y ruso de los derechos de la gente, casi el 50% de los deportados habían muerto para 1947. Extrañamente, el régimen soviético, en sus últimos estertores durante la Perestroika, reconoció esta deportación como un crimen de estado, y la Rada de Kiev, en 2015, como un genocidio.
En la China comunista y maoista, durante el furor del descabellado Gran Salto Adelante, por el descuido e indiferencia del régimen por sus campesinos, obligados a entregar todas sus cosechas para pagar por las fábricas que servirían para industrializar a China, ocurre la peor catástrofe humanitaria del siglo XX, con la muerte, por hambre, de muy cerca de 50 millones de personas. Unos años después, las obsesiones ideológicas de Mao, darán lugar a la trágica Revolución Cultural, que se dirige contra la intelectualidad china, que es sistemáticamente vejada y humillada por los Guardias Rojos. Se estima en dos millones los muertos por las fobias ideológicas del “gran timonel”, que durante 15 años fueron la causa del creciente atraso chino, donde los niveles de pobreza alcanzaron niveles poco menos que subsaharianos.
Similares fijaciones ideológicas precipitaron, en la Camboya capturada por el Khmer Rojo, de clara filiación maoísta, un genocidio de grandes proporciones, el más eficiente si nos remitimos a las proporciones, pues exterminó a unos 2 millones de camboyanos, cuya culpa como “enemigos de clase”, se probaba por el uso de lentes, o la carencia de callos en las manos. En Peru se intentó injertar esa misma sicopatía con Sendero Luminoso, aplicando conjuntamente el horror de la guerra racial y de clase, durante el cual 70 mil peruanos son asesinados en los altares del odio. Persisten todavía rezagos de esta cosmovisión, cuyo declarado propósito es la expulsión o el exterminio de criollos y mestizos, para la reinstauración de un mítico Tahuantinsuyo.
En esos mismos años 90, se produce otro episodio atroz de odio, ya ni siquiera racial, sino tribal, en Ruanda, donde la mayoría hutu hegemónica, emprende el genocidio de la minoría tutsi, deshumanizada al punto de ser identificada con “cucarachas”. En el furor del odio tribal, son asesinados entre medio y un millón de personas, el 70% de la minoría tutsi en Ruanda. Esta matanza se desarrolla a lo largo de varios meses, a vista y paciencia de una comunidad internacional indiferente,
que a sabiendas de lo que ocurría, no interviene sino cuando se ha consumado el crimen. El particular horror de este genocidio, radica en su ferocidad, pues una buena parte de las víctimas son asesinadas a machetazos o por medio de arma blanca. No existe siquiera esa distancia, que tantas veces ha sido invocada para justificarse en el desconocimiento.
Los años 90 serían el turno de los Balcanes, donde, tras la disolución de Yugoslavia, las pasiones racistas serbias se desbordaron, cometiendo horrendos crímenes de guerra y actos de genocidio en Croacia, Bosnia y en Kosovo, habiendo quedado esta última aún dentro de Serbia, a pesar de que el 92% de su población es de etnia y lengua albanesa, con un elevado porcentaje de musulmanes, como en Bosnia.
La Corte Penal Internacional ya ha juzgado y condenado a líderes políticos, así como a militares y funcionarios serbios, por las atrocidades cometidas a nombre de un nacionalismo racista y fanático, que pese a todas las evidencias de los crímenes que se han cometido, sigue gozando de gran apoyo en la
sociedad serbia, que considera a estos criminales como héroes y ejemplos.
El genocidio no es sólo el exterminio físico de las víctimas. El genocidio cultural es la otra cara que hoy presenta, consistente en la erradicación de una cultura, de su lenguaje y sus tradiciones e historia, con propósito de asimilarla, a la fuerza, en la civilización dominante. Es el caso de China, que aplica una política extrema de homogeneización del país, en regiones donde las étnias chinas son minoría, por el momento al menos, como en el Tíbet o Sinkiang. En esta última, se está aplicando con rigor una “limpieza cultural” en la población mayoritaria de uighures y kasajos, étnicamente túrquicos, musulmanes de religión, con sus propias tradiciones y sus antiguas culturas. Al mejor estilo de un Hitler o Stalin, se han erigido enormes campos de concentración, eufemísticamente llamados “de reeducación”, para albergar hasta a un millón y medio de “maleducados”, y lograr que abandonen sus malos hábitos, lenguajes incomprensibles y “religión terrorista”, para aprender en su lugar el chino mandarín, y la veneración por el Partido y su Pontífice Xi II.
Esta historia viene a cuento de lo sucedido hace pocos días, en una apartada región del Cáucaso, Nagorno Karabaj, a caballo entre Azerbaijan y Armenia, cuya población es abrumadoramente armenia, y que, por los caprichos de los delimitadores políticos, quedó dentro de un país ajeno, sin vínculos de ninguna especie. Tras la disolución del Imperio Soviético, la región se declaró independiente, con apoyo armenio, en una posición muy precaria. Azerbaijan, un país de etnia turca, es 4 veces más grande y 3 veces más poblado que Armenia, nunca lo aceptó, y con los importantes recursos generados por su industria energética, pudo incrementar sus gastos militares, con el incondicional apoyo y respaldo del régimen turco en lo material, diplomático y político, pues Azerbaijan es parte del sueño panturanista de Erdogan.
En 2021 y 2022, ya se produjeron graves enfrentamientos entre fuerzas azeríes y unidades de Nagorno Karabaj y del ejército armenio, tras el ataque de Azerbaijan.
Se alcanzó una tregua auspiciada por Rusia, que desplegó 2000 soldados separando a los combatientes, pero las tropas azeríes no se retiraron. La intervención rusa se produce por el acuerdo de defensa mutua que tiene con varias de las ex Repúblicas soviéticas, entre ellas Armenia. El nuevo asalto azeri violó la tregua establecida, con el declarado objetivo de re -
incorporar Nagorno Karabaj a Azerbaijan, objetivo alcanzado por su gran superioridad militar.
Con Rusia empantanada en Ucrania, esperar que ésta asuma sus compromisos, es utópico. La importancia de los negocios rusos, así como los europeos, con Azerbaijan, pesan mucho, junto a claras simpatías y afinidades de Putin con el dictador azeri Aliyev, en el poder desde 2003, al revés de lo que ocurre con el presidente de Armenia, un demócrata pro occidental. Con los antecedentes de hace un siglo, y con los actuales dirigentes e intereses, se vuelve incierto y poco alentador el destino de los 150 mil armenios atrapados en medio de un hostil Azerbaijan, al punto que un altísimo porcentaje de la población armenia, hasta el momento cercana al 80%, ha emprendido la marcha, como hace 100 años, a un precario refugio en Armenia, ante la certeza de que el ancestral odio interétnico y religioso pesaría mucho más que las declaraciones de buenas intenciones del gobierno autoritario de Aliyev, ofreciendo unas poco creíbles garantías a la población armenia del enclave, a la que hasta ayer nomás, amenazaba con duros castigos.
La historia, dura maestra, ha enseñado a los armenios que, llegados al extremo, están solos, librados a su suerte, pues en su tierra al parecer no hay petróleo, gas, uranio o litio, con lo que no despiertan ningún interés para un mundo que se acostumbró a confundir valor con precio. Un triste centenario para Armen
ia, que ojalá no sea premonitorio de más apetitos panturanistas a ser aplacados con la gradual liquidación de Armenia como estado, completando el siniestro operativo que, hace 100 años, fuera emprendido por Turquía contra esos molestos armenios. Que nadie se sorprenda cuando, por pretextos de fácil construcción, se pretendan concesiones cada vez mayores de un pequeño país que se quedó sin padrino. Para llevar en mente la confiabilidad de las promesas y cantos de sirena de Rusia. Armenia se ha quedado, una vez más, en total soledad de cara a un futuro incierto, plagado de amenazas. Ojalá pueda capear el temporal y salir adelante a pesar de las circunstancias. Que así sea.
Alan Cathey Dávalos acathsav@gmail.comSimón Plata Torres, una figura destacada en la historia de Esmeraldas, fue un verdadero civilizador de la provincia. Nacido el 11 de septiembre de 1888 en Muisne, Plata Torres provenía de una familia humilde, pero su determinación y valentía lo llevaron a convertirse en una figura prominente en la comunidad.
A lo largo de su vida, Plata Torres desempeñó roles importantes como militar, empresario, político y defensor del desarrollo de Esmeraldas.
Plata Torres creció en Muisne y completó su educación primaria en la escuela “Juan Montalvo” de Esmeraldas. Sin embargo, la muerte de su padre sumió a su familia en la pobreza, y su hermano mayor, Joaquín, no podía sostenerlos económicamente.
Para ayudar a su madre y hermanos, Plata Torres trabajó como Ayu -
dante de la Colecturía de Renta, entregando todo su sueldo para el sostenimiento de su familia.
A pesar de las dificultades económicas, Plata Torres siempre tuvo una sed de conocimiento. En 1901, surgió la oportunidad de obtener una beca para el Normal Juan Montalvo de Quito, pero debido a la preferencia del director provincial de educación, Ricardo Plaza y Carlos Manuel Bastidas, Plata Torres no pudo aprovechar esta oportunidad. Sin embargo, su determinación lo llevó a escribirle a su tía abuela y madrina Delfina Torres de Concha, quien vivía en Guayaquil, y ella lo llevó de inmediato a la ciudad. Allí, Plata Torres trabajó en el almacén de un comerciante libanés mientras esperaba el comienzo de las
clases.
En 1905, Plata Torres ingresó al Colegio Militar y comenzó su carrera militar. Ascendió rápidamente en las filas y se convirtió en Subteniente en 1908 y luego en Teniente de Infantería en 1909. Durante su servicio militar, Plata Torres fue asignado a diferentes destinos y participó activamente en el conflicto armado con el Perú.
Después de dejar el ejército, Plata Torres decidió dedicarse al comercio y se enfocó en la exportación de tagua. Esta decisión fue impulsada por su deseo de labrarse un futuro y su habilidad para identificar oportunidades comerciales. Sin embargo, su éxito no pasó desapercibido y despertó la envidia de sus competidores italianos, los hermanos Vicente y Antonio Yannuzelli di Donato.
Uno de ellos lo denunció falsamente ante los cónsules inglés y estadounidense, lo que resultó en su inclusión en la Lista Negra de la Primera Guerra Mundial.
A pesar de estos obstáculos, Plata Torres continuó con su negocio y logró mantenerse a flote a pesar de las dificultades financieras. Sin embargo, la pérdida de los cargamentos de tagua detenidos en Panamá durante la guerra y la deuda resultante de la fluctuación del dólar lo llevaron a perder todo lo que había construido.
En medio de las dificultades financieras, Plata Torres tuvo una idea revolucionaria: construir una carretera que conectara Esmeraldas con Quito a través de una ruta más simple y menos escabrosa que la tradicional de Maldonado. Con este objetivo en mente, Plata Torres trazó meticulosamente el camino y creó un mapa detallado de la zona. Su visión y determinación lo llevaron a lograr que el Congreso aprobara la construcción de esta carretera como una obra de interés nacional. Sin embargo, la construcción de la carretera no estuvo exenta de desafíos.
Plata Torres tuvo que enfrentar la resistencia de algunos moradores del norte de la provincia, que preferían la terminación del ferrocarril San Lorenzo - Ibarra. A pesar de esto, Plata Torres perseveró y logró finalizar la obra en 1927, abriendo nuevas oportunidades comerciales y mejorando la comunicación entre Esmeraldas y el resto del país.
Además de su papel en la construcción de la carretera, Plata Torres
realizó importantes contribuciones a la educación y el desarrollo de Esmeraldas. Durante su tiempo como Intendente General de Policía, formó y equipó la policía rural y local, estableció el hospital y el parque Vargas Torres, y presidió la Junta Provincial de la Cruz Roja. En 1933, Plata Torres fue electo Primer Concejal Principal y se desempeñó en varios roles políticos en la provincia. Durante su mandato, se enfocó en mejorar la infraestructura y promover el bienestar de la comunidad. También fue un defensor del desarrollo petrolero de Esmeraldas y realizó gestiones para atraer la atención de compañías petroleras extranjeras a la región.
Simón Plata Torres fue una figura destacada en Esmeraldas y su legado perdura hasta el día de hoy.
Su visión, valentía y dedicación al desarrollo de la provincia lo convirtieron en un verdadero civilizador.
A pesar de las dificultades y obstáculos que enfrentó a lo largo de su vida, Plata Torres nunca perdió la esperanza ni dejó de luchar por el progreso de su comunidad.
El pueblo de Esmeraldas reconoció su valía y honestidad, y su sepelio fue una expresión de pesar colectivo.
Aunque su sueño del petróleo esmeraldeño no se ha convertido en una realidad hasta ahora, el legado de Simón Plata Torres sigue vivo en las carreteras, instituciones y logros que se han alcanzado gracias a su visión y determinación.
(MKVQ)
“La Guerra del Cenepa” es el título del libro escrito por el General José Gallardo Román, quien resume su contenido en “Relato, Testimonio y reflexiones”.
El libro tiene tres partes y cada una desarrolla temas de especial importancia para la historia del país, así pues, la primera se refiere al “territorio de Quito”, la desmembración territorial, la toma de conciencia de que la defensa nacional debe prepararse oportunamente. La segunda parte trata de la situación de la defensa nacional antes de la guerra, su preparación, la batalla del alto Cenepa, la firma de la declaración de paz de Itamaraty, La tercera parte tiene como eje las negociaciones de la paz con el Perú.; y, en la cuarta parte se plantea una interrogante sobre lo qué hacer ante la descomposición nacional?
El autor establece como punto central de la obra la guerra del Cenepa, sin embargo, no se puede soslayar el recorrido histórico que hace a partir del Reino de Quito, la Colonia, la Independencia, las batallas, las desmembraciones territoriales, los tratados internacionales tendientes a solucionar los conflictos limítrofes y territoriales hasta la consolidación del Ecuador como Estado y después república. Un capítulo aparte es el relato de la guerra con el Perú, que tuvo como antecedente la invasión peruana y la posición del gobierno ecuatoriano con un detalle cronológico de los actos provenientes del vecino país, que concluye con el Protocolo de río de Janeiro y las irregularidades en las negociaciones,
No olvidemos que el General Gallardo es un héroe, y desde esa posición y por tanto de su formación militar expone su criterio sobre las consecuencias de la guerra que concluyó con el Protocolo de Río de Janeiro considerando que se produjo un desastre territorial, sin soslayar la actitud del Perú en esa grave coyuntura.
Se debe relievar que el General Gallardo trasmite la importancia del fortalecimiento de la Defensa Nacional y la toma de conciencia por parte del Estado.
Ante la interrogante que formula sobre la descomposición nacional (fs. 464 y siguientes) responde con otra pregunta “ante un presente tan difícil y un futuro tan incierto” ¿cuál es el deber primordial de los ecuatorianos? Responde trabajar unidos, con honestidad y desprendimiento , garantizar los derechos de todas las personas, elevar sus condiciones de vida, dando prioridad a los más necesitados y fortalecer la seguridad interna y externa, todo eso a través de varias acciones, entre las que se destaca la de fortalecer la moral y el carácter de la población y sus capacidades intelectuales y físicas, así como promover que las personas que ejercen influencia en la sociedad, sean
ejemplo de moral y civismo, y además fortalecer la seguridad interna y externa del país (fs. 464)
La obra, no se detiene en las sugerencias, sino que da el camino para lograr cada uno de los objetivos propuestos y menciona la defensa de la libertad y los derechos de las personas, el cumplimiento de las leyes, las obligaciones y preceptos de la vida en democracia; y, condena la violencia, entre otros.
Relieva los deberes cívicos y morales, lo que debe ser rescatado en esta época en que, con desacertados criterios, los planes de estudio han dejado de lado la cívica, la ética.
La obra del General José Gallardo trasciende porque es el resultado de una responsable investigación, de profundas reflexiones y de valiosas propuestas provenientes de un patriota, que no puede quedar para el conocimiento de un grupo de estudiosos, sino que debe ser material de consulta sobre aspectos históricos del Ecuador de obligatorio estudio. En las páginas del libro se evidencia que solo con espíritu
cívico se ama a la Patria, y con ello se respeta al País, a sus instituciones, principalmente a las personas y se tiene conciencia que Ecuador no solo es el país donde nacimos sino el que se forjó con ideales, sacrificio, sueños y esperanza.
En la vida de nuestro querido abuelo convergieron múltiples roles y logros. Desde su destacada trayectoria en el servicio público, donde desempeñó cargos como: visitador general de la Presidencia de la República, Subsecretario; Diputado, Alcalde de Loja; Ministro de la Producción; Embajador; Director General del IESS, Presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales; miembro de la junta consultiva durante 25 años y mentor de muchos políticos e intelectuales como alcaldes y presidentes.
Con su ejemplo Papa Viche pode -
mos soñar en algún día cumplir estos cargos, con el legado de actuar con honestidad, dedicación y amor por este País.
No puedo dejar de mencionar sus emprendimientos empresariales que dejaron huella. Fundó el Banco de Loja; también la empresa constructora Cosurca, las empresas agroindustriales Inapesa y Cafrilosa. En Quito fundó junto con su querido cuñado Italmotor, empresa dedicada a la importación y venta de vehículos, y maquinaria FIAT.
Su generosidad, humildad, y espontaneidad hicieron de él una persona apreciada por sus colegas y amigos. Su calidad humana y amistad incondicional fueron legados invaluables. Su sencillez se traducía con mensajes claros y positivos para todos. Esas cualidades no solo lo hicieron destacar en lo profesional, sino que también dejaron una marca eterna en las vidas de quienes lo rodeamos. Pero, quizás su mayor lección de amor y respeto la brindó a su esposa, nuestra abuela Mamina.
La meta de los antichavistas es mantener la fecha de las votaciones y definir al candidato que participará en las presidenciales de 2024.
Papaviche, Usted nos demostró que se puede celebrar 70 años de matrimonio amándose y respetándose todos los días de la vida, superando incluso un evento que marcó sus vidas, del cual solo con su mente brillante y ganas de vivir pudo salir adelante dejándonos una herencia de aprendizajes valiosos como hermano, padre, tío, abuelo y bisabuelo.
Con usted Papa Viche, aprendimos a tener capacidad de asombro por las cosas más pequeñas. Siempre nos hizo notar la nueva flor, hoja o rama que había brotado de sus maravillosas plantas, haciéndonos reflexionar en el milagro de la vida y de lo simple. El cuidado de sus plantas, la importancia de abonarlas, regarlas, de que tengan luz y calor. La delicia de un queso hecho en casa, de la miel traída de la hacienda, de los mangos de Loja, los dulces de Loja. Su increíble capacidad de encontrar agua y tesoros debajo de la tierra hicieron de nuestras vidas mágicas y divertidas. Nuestro amor por la naturaleza
CARACAS. La oposición de Venezuela capacita en materia electoral a voluntarios de varias zonas del país que participarán como miembros de mesa en las primarias del próximo 22 de octubre de 2023 su abanderado para las pre sidenciales de 2024, informó este 4 de octubre el anticha vismo.
la Comisión Nacional de Pri marias (CNP), encargada de organizar este proceso, seña ló que talleres de formación rios sectores de, al menos, 9 de los 23 estados del país. estos encuentros, acompaña
CIUDAD JUÁREZ (MÉXI -
CO). El titular del Instituto Nacional de Migración (INM) de México, Francisco Garduño, descartó este 4 de octubre de 2023 que miles de migrantes sigan usando un tren de carga que prácticamente recorre el país para llegar a la frontera norte .
y por la tierra es sin duda una de las herencias más valiosas que nos deja, el poner delante la naturaleza y sus misterios; ante lo material y estético.
agradable conversación.
Esto a pesar de que registros de varios medio s documentaron la forma en cómo al menos un millar de migrantes llegaron a Ciudad Juárez la tarde de este 3 de octubre, procedentes de Torreón.
dos por sus juntas regionales, se han desarrollado en Guárico, Anzoátegui, Monagas, Delta Amacuro, Bolívar, La Guaira, Carabobo, Táchira
La CNP compartió varias fotografías de los talleres, que tienen el objetivo -agregó- de seguir “avanzando con éxito hacia la elección primaria”.
Fecha en firme
La oposición agrupada en la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) respaldó la decisión de la CNP de mantener la fecha de los comicios, pese a la reciente propuesta del Consejo Nacional Electoral (CNE) de posponerlos para el 19 de noviembre, con el fin de proporcionar “apoyo técnico automatizado”.
En un comunicado emitido en respuesta al ente electoral, la CNP recordó que
Papá Viche, siempre tuvo una palabra especial para cada nieto o bisnieto. Un apodo, un dicho, un guiño, la forma de ser de cada uno de nosotros. Siempre se preocupó por los detalles más pequeños y sutiles, pero los más significativos. Supo sin duda leer y satisfacer a profundidad nuestro corazón y nuestro apetito, pues siempre tenía un dulce para ofrecernos y una magia que hacernos. Nos regaló su generosidad a través de su humor maravilloso que podía transformar un día terrible en una
Estamos tranquilos, sabemos que hemos sido bendecidos. Las semillas ya están sembradas, el maíz ya floreció, los porotos están listos para cosechar. El péndulo sigue moviéndose, sabemos que se puede encontrar agua bajo la tierra, sabemos de dónde venimos, y que sus historias serán siempre parte de las nuestras.
la solicitud de asistencia técnica fue entregada el 5 de junio al CNE, que “dejó de responder” días después debido a la renuncia de la directiva de la institución, por lo que el antichavismo optó por celebrar sus votaciones en un proceso manual y autogestionado. Por su parte, el CNE ratificó el lunes su disposición a brindar apoyo técnico a las primarias “tal como fue propuesto el pasado 28 de septiembre” -cuando planteó posponerlas casi un mes-, sin responder a las peticiones hechas por la comisión, que reiteró que el proceso “será autogestionado y manual”. EFE
Los despliegues de agentes para evitar qu e migrantes abordaran el tren de carga fueron anunciados el pasado 22 de septiembre, pero hasta ahora el flujo de migrantes hasta la frontera norte no para y siguen llegando por cientos a bordo del tren.
Hoy, honramos a un hombre cuyo impacto se extiende a través de generaciones. Hoy, celebramos y agradecemos haber tenido la suerte de tenerle cerca; agradecemos que haya sido y siempre será parte fundamental en nuestras vidas.
Gracias;
Dr. Vicente Burneo Burneo, Viche, Tío Viche, Niño Viche,
“Tenemos operativos especiales en ferrocarril con Guardia Nacional , con Migración, con Policía Estatal y la empresa Ferromex, que está colaborando a fin de bajar a los migrantes que tripulan los vagones y carros de carga que ponen en riesgo su seguridad y su integridad”, indicó Garduño. EFE
Las haciendas de la Costa se levantaron con los “booms productivos” que ha tenido el Ecuador desde el siglo XVIII; durante la Colonia y luego en la República, cuando empezó el esplendor exportador de pocos pero notables productos de alta calidad y demanda internacional. Todo se inició con la producción y exportación del cacao.
El primer auge cacaotero se desarrolló entre los años 1763 y 1842, setenta y nueve años de apogeo bajo el impulso de las reformas borbónicas, (años 40 del siglo XVIII; éstas reformas dictadas desde España por la dinastía de los Borbones, modificaron sustancialmente las reglas de juego en las Colonias), y fue en ese primer “boom”, en esa época, en la que participaron extraordinarios empresarios para llevar a cabo tal fecunda y exitosa labor. Los llamaron los “Gran Cacao“; y eran principalmente los Aspiazu, los Seminario, los Puga, los Caamaño, los
Morla, los García, los Moreno, los Sotomayor, los Carmigniani y los Mendoza.
El año 1779, fue el de mayor esplendor. En ese tiempo asistimos a una época dorada, un período de prosperidad que duraría hasta los primeros años de la República en 1842, y fue calificada como el “primer boom” del cacao; motor económico que permitió financiar dos grandes momentos de la historia nacional: la Independencia y la Revolución Liberal.
La segunda época de gran producción cacaotera, o “segundo boom” ocurrió entre 18701930, sesenta años más, donde se consolidó el Ecuador como un país productor y exportador del mejor cacao del mundo -o de los mejores del mundo- y tiempo en el cual se levantaron fortunas importantes que in -
fluyeron en el destino político y económico del país.
Los “Gran Cacao” con todo derecho, vivieron entonces años de fantasía, en un lugar donde jamás se había visto nada extraordinario que no sea la pobreza de su gente y la inexistencia de obras y servicios públicos; se vieron vehículos lujosos que tenían pocos espacios para transitar, miles de hectáreas de tierras se incorporaban a las plantaciones y se construyeron caserones de madera que se levantaban rápidamente para albergar por períodos a sus exitosos propietarios, familiares y amigos. Llegaron muebles, obras de arte y pianos de Europa, principalmente de Francia; y , se ofrecían banquetes en medio de las plantaciones a elegantes invitados que hablaban otras lenguas.
En 1924, la tendencia varió y Brasil pasó a ocupar el primer puesto como el mayor exportador de cacao del mundo (con una participación del 11,2% y el Ecuador cayó al segundo lugar con el 6,6%), declarándose así, que ese “boom” había terminado.
En la euforia de tan fantástico acontecimiento productivo y exportador del Ecuador, nacen varias Haciendas importantes como el lector puede fácilmente deducir pero, no eran las casonas o los “palacetes” de sus propietarios los elementos principales de esos “marquesados productivos”, eran las plantaciones y la tierra, la genética del árbol del cacao, el “Theobroma” que es su nombre científico y que en griego significa alimento de los dioses, lo que les quitaba el sueño; ellos, sus dueños, buscaban que los árboles crezcan sanos a una altura de 4 a 8 metros y sus frutos sean bayas alargadas que contengan en su interior de 30 a 40 semillas rojizas, y por fuera estén cubiertas de una pulpa blanca dulce, perfumada y sabrosa para el paladar. Ellos buscaban fortalecer al cacao híbrido criollo que había gustado tanto en el exterior, cruzando distintos árboles que habían sido estudiados y seleccionados por ser los mejores, por la calidad de la semilla, por ser altamente productivos y por su resistencia a enfermedades.
Al otro lado del río Babahoyo, aún se encuentra la imponente casona del pasado, a la que se conoce como
la “Casa de Olmedo”; ésa es la Casa de la “Hacienda Victoria”.
En ésta casa de la “Hacienda Victoria” o “Casa de Olmedo” que hoy constituye patrimonio nacional por su importancia histórica, José Joaquín de Olmedo estuvo refugiado y pasó un largo tiempo meditando y negociando el Tratado de Paz de 1845, firmado con el primer y dos veces más, Presidente del nuevo Ecuador, General Juan José Flores (1800-1864) quien siendo un militar mestizo venezolano aunque de gran valía militar, se integró con su matrimonio a la aristocracia local, y fue propietario también de haciendas cacaoteras de la zona, siendo la principal “La Elvira” muy cerca, igualmente, a Babahoyo.
Olmedo llegó a ser un importante aliado del Presidente Vicente Rocafuerte y fue uno de los más importantes héroes de la independencia del Ecuador. Fue su primer vicepresidente; político activo y brillante, fue el poeta guayaquileño que más iluminó a todo el país en su búsqueda por la independencia; su gestión política y sus magníficos poemas elevaron las mentes del naciente país. Opositor acérrimo de la esclavitud de los indígenas; obsesionado por la libertad de cada uno de sus compatriotas. Su mayor legado nace de su gran inteligencia y de sus conocimientos; con su pluma logró lo que pocos con las armas. Sus letras guiaron al país por un rumbo más justo para todos los ecuatorianos, que buscaban en esos primeros años de independencia; claridad y certezas para organizar una nueva sociedad, siempre confusa y amenazada.
En el año 1820, Olmedo fue presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil. Se opuso a la integración de Ecuador en la República de la Gran Colombia, por lo que tuvo que abandonar el país en 1822.
Exiliado en Perú, fue diputado por Puno en el Congreso Constituyente de Lima (1823) y embajador en Gran Bretaña y Francia (1825-1828).
Manuel Vivanco RiofríoSoledad y tristeza y un vacío infinito y unas ganas inmensas de ponerme a llorar.
Soledad que me torturaa el alma … Voy tras de ti sin saber donde estarás Ven no me hagas padecer dí dónde estás?
Consuelo Vargas. Trio los Reales
La soledad, considerada por muchos como “la enfermedad del siglo”, es un fenómeno cada vez más común en la sociedad. Es normal ver una multitud de personas en la calle, todas ocupadas con sus dispositivos móviles, sin interactuar entre sí. A pesar de vivir en una era hiperconectada , gracias a la tecnología, muchas personas experimentan una profunda soledad debido a la falta de relaciones significativas y auténticas en el mundo real.
El aislamiento social, ya sea causado por la falta de relaciones cercanas o por factores como la pandemia, puede llevar a sentimientos de soledad y a problemas de salud mental, que termina afectando al ser humano y a los que le rodean.
Un ejemplo cotidiano, donde toda la familia está sentada alrededor en la mesa y en vez de aprovechar ese momento tan sagrado porque se tiene un plato que comer y compartir los hechos que han sucedido en el día cada miembro familiar busca su celular e interactúa con él pero sin muchas veces escuchar qué dicen las imágenes que hablan dentro del móvil, sigue solo consigo mismo a pesar de estar acompañado , sienten de cerca, esa soledad que corroe el alma y aumenta la ansiedad, y se torturan, sin sentir la calidez del hogar y la complicidad de compartir algo que posiblemente fue importante ese día, sin percibir las relaciones auténticas y significativas que componen el mundo real.
Los adultos mayores, incluso las
personas de mediana edad y los jóvenes a menudo enfrentan la soledad a la desconexión social,familia, vecinos, comunidades etc., lo que puede traer graves consecuencias para su bienestar emocional y físico y sentir esa soledad crónica causando depresión, ansiedad y enfermedades cardiovasculares, lo que los convierte en un problema de salud pública importante.
No solamente en la sociedad se percibe la soledad.
Desde mi experiencia laboral con altos funcionarios tanto públicos como privados, a pesar que están acompañados de varios asesores y gente cercana, sienten: la soledad del poder, donde el aislamiento de sus funciones de liderazgo o autoridad, debido a varios factores como la responsabilidad abrumadora, tienden a tomar decisiones cruciales que afectan a muchas personas y, a menudo, no pueden compartir sus preocupaciones con otros, debido a la falta de confianza en las mismas personas que están a su alrededor. Esta soledad es una sensación de ais -
lamiento emocional debido a la naturaleza del poder. Evocar la soledad equipara a invocar el vacío, la ausencia. Se aleja de la palabra, que en algunas personas que le rodeen causa perturbación, confusión y muchas veces se convierte en un soledad conventual, como una adicción porque se desea estar solo con sí mismo y hundirse en pensamientos, hondos y profundos que le permiten interiorizar.
La soledad en la actualidad es considerada la enfermedad del siglo porque los seres humanos, no obstante de tener familia, se deja consumir por la tecnología que absorbe su vida, quedándose solo, y estar acompañado, lo que la otra persona que está a su lado se siente ignorada.
Pero también es importante abrazar la soledad de vez en cuando para tomar un momento de tranquilidad, y encontrar las respuestas que las personas buscamos.
Yohanna Piedra Costales ypiedrac@gmail.comVivíamos tranquilos y serenos, hasta que un día, gracias a las noticias de salud, descubrimos que tomamos muy poca agua. Es tiempo de aclarar dónde hay agua en estas recomendaciones y dónde hay ciencia.
La narrativa de salud dice “si no tomas esos 8 sagrados vasos al día, te secarás, vas a obtener arrugas, exceso de peso y dolor de cabeza (y muchas cosas más). “
Al parecer, la fuente principal de esta idea fue escrita en el libro del famoso nutricionista estadounidense Frederick Stare Nutrition for Good Health, publicado en 1974.
Se trataba de “aproximadamente 6-8 vasos por día”, y se contaban las bebidas (incluidos el té y el café), las verduras y las frutas. No había referencias a la investigación científica en el libro.
Sin embargo, la autoridad de Stare
llevó al hecho de que la recomendación migró a publicaciones posteriores y se transformó imperceptiblemente en una orden de tomar “al menos 8 vasos de agua limpia por día”.
Literalmente todo lo que quieras. Estás totalmente libre en esto, ya que el cuerpo sabe de forma autónoma cómo realizar todas las funciones vitales: es difícil confundirse el momento en que estás hambriento o hay ganas de ir al baño. Es exactamente lo mismo con la reposición de líquidos - hay centros de sed en el cerebro y se activan cada vez que los receptores del cuerpo envían una señal del cambio en el equilibrio
agua-sal.
Es el momento, cuando vas a buscar tu agua. Sin este mecanismo, una persona difícilmente podría vivir hasta la vejez, y simplemente sobrevivir.
El cuerpo se hidrata no solo al consumir el agua limpia, sino también otras bebidas o alimentos. Por lo tanto, dependiendo de su dieta, puede tener sed más o menos frecuente en diferentes días, y es NORMAL.
también cuentan?
Sí, cuentan. Los estudios científicos tampoco confirmaron el efecto diurético de las bebidas que contienen cafeína. Si te gusta el café o el té, sacia tu sed con la bebida de tu preferencia.
- Si hace calor,
- Si acabas de terminar una sesión de entrenamiento intensivo,
- Si estás amamantando,
- Si tienes más de 70 años (en la 3ra edad, la sensación de sed se puede disminuir),
- Si tienes fiebre,
- Si tienes vómitos o diarrea (leaestas deshidratado).
En este último caso, es importante consultar a un médico que le dirá cómo compensar la pérdida de líquido. En todos los demás casos, será suficiente tener una botella de agua a mano y no olvidar tomarla frecuentemente.
Resulta bastante difícil deshidratarse sin que tengas la sensación de sed, que será la señal de tomar algo, así el cuerpo independientemente de ti resuelva sus necesidades de ser hidratado, no hay mucha ciencia, confiate.
El cuerpo indica al cerebro sobre la necesidad de tomar agua cuando la sangre se espesa por 2 %. Al mismo tiempo, la mayoría de los exper -
tos definen la deshidratación cuando hay cambio de por 5 %.
La deshidratación realmente puede ocurrir durante el movimiento físico intensivo (caso de los deportistas), por lo que consumen “electrolitos”, bebidas hechas para compensar rápidamente la pérdida de líquidos.
¿Qué pasa si tomo poco?
Probablemente, vas a experimentar los siguientes síntomas a ignorar la voz de la sed:
- Deterioro del estado de ánimo, disminución de la concentración y dolor de cabeza,
- Problemas con la memoria a corto plazo, - Resistencias reducidas.
¿Y si tomar mucha agua a propósito?
Si te gusta tomar líquidos mucho y con mucha frecuencia, no te prohibas este placer, ya que también es una forma natural de prevenir el cáncer de vejiga y también /probablemente/ reducir el riesgo de cáncer de colon.
Tomar más agua es un consejo popular para las personas con sobrepeso. Hay una serie de estudios interesantes.
1. El consumo de 500 ml de agua acelera el metabolismo por 24-30%, pero este efecto dura aproximadamente 1 hora y media.
2. Si bebes 2 l de agua al día, tu consumo de energía aumentará a 96 calorías, exactamente (es lo mismo, que jugar fútbol durante 10 minutos).
3. El apetito se puede reducir tomando un par de vasos de agua antes del almuerzo. Sin embargo, el efecto solo funciona en personas mayores de 60 años. Especialmente aquellos que son obesos.
4. Si sigues una dieta reducida en calorías y tomas 500 ml de agua antes de cada co -
mida, perderás 44 % más de peso, que aquellos, que siguen la misma dieta, pero no toman agua en tales cantidades (cierto para los mayores de 55 años que tienen sobrepeso).
En resumen, cuanto más líquido bebo, mejor para mi salud, ¿verdad?
Todo está bien con moderación. Hay varias muertes documentadas por la intoxicación del agua, y su mecanismo es el siguiente - una gran cantidad de agua, que entra en el cuerpo, disminuye fuertemente la concentración de sangre y reduce críticamente su nivel de sodio. La sangre se vuelve menos salada, que el líquido dentro de las células del cuerpo, por lo que el agua entra a las células y se hinchan. Cuando esto sucede en el cerebro, aumenta de volumen, pero el cráneo lo limita. Debido a esto, la presión intracraneal aumenta, lo que es peligroso y a veces amenaza con la muerte.
Sin embargo, una persona sana rara vez es capaz de tomar una cantidad de líquido, que ponga en peligro su vida por su propia voluntad. Sin embargo, se diagnosticaron casos fatales de intoxicación por agua en diferentes años en personas en el contexto del uso del éxtasis, que a veces causa sed patológica.
Los organizadores de la Maratón de Londres de este año incluyeron en los memorandos para corredores una advertencia de que la cantidad de líquido debe limitarse durante y después de la carrera.
Y tomé la receta final.
1. Si quieres tomar agua, tómala.
2. Si no quieres - no tomes.
3. Si tienes calor o acabas de terminar el ejercicio - toma un poco de agua.
4. Es todo. Cuídate. (TS)
Daniela Quezada, fisioterapeuta en el centro de rehabilitación Fisioclinic, está en una misión para abordar el creciente problema de las patologías musculares, como el dolor lumbar y cervical, que están afectando cada vez a más personas en todo el mundo.
¿Cuáles son las razones detrás del aumento de las patologías como el dolor lumbar y cervical, y cómo puede la fisioterapia ayudar en la prevención y el tratamiento de estas dolencias?
Fisioclinic es un centro de rehabilitación que se enfoca en tratar las dolencias del cuerpo humano y promover una vida sin dolor y una mejor funcionalidad. Nuestra historia se remonta al Instituto Intec, del cual somos una extensión dedicada
a brindar servicios de salud en el campo de la rehabilitación física. Esta idea surgió a raíz de la formación de auxiliares y programas en el Instituto para atender al público en general.
Nuestro enfoque principal es destacar la importancia de la rehabilitación y la fisioterapia en las lesiones osteomusculares. Hemos recopilado datos que muestran un aumento en algunas patologías comunes, como el dolor lumbar en la espalda baja, que ahora afecta al 80% de la población a nivel mundial, en comparación con el 70% hace cinco años. Esto se debe a factores como el tiempo prolongado sentado, el levantamiento incorrecto de peso y actividades físicas extenuantes.
El dolor cervical y de hombros, conocido como cervi -
calgia o cervicobraquialgia, afecta al 57% de los adultos y ha experimentado un aumento gradual en los últimos años. Esto se debe principalmente al uso inadecuado de computadoras y teléfonos celulares, que requieren posiciones estáticas y ejercen presión sobre los músculos. Es importante abordar estas dolencias de manera preventiva y buscar atención en fisioterapia para evaluar el estado de nuestro cuerpo y corregir hábitos perjudiciales en nuestras actividades laborales o deportivas. Ignorar el dolor puede llevar a la acumulación de microlesiones que, con el tiempo, pueden convertirse en patologías más graves y de tratamiento más prolongado. La fisioterapia puede ayudar a prevenir lesiones y mejorar la calidad de vida.
¿Cuáles son las estrategias y recomendaciones específicas que ofrece para aliviar la tensión muscular y prevenir lesiones en el entorno laboral y en el uso de dispositivos electrónicos?
Nuestro enfoque es comprender que no siempre es posible evitar el uso de computadoras o teléfonos celulares en nuestras vidas diarias, ya que son herramientas indispensables en el trabajo y la comunicación. Por lo tanto, ofrecemos recomendaciones para aliviar la tensión muscular en períodos cortos y prevenir daños a largo plazo.
En el ámbito laboral, proporcionamos recomendaciones para que los músculos puedan relajarse en intervalos cortos y evitar daños a largo plazo. Nuestro enfoque es preventivo, y comprendemos que no siempre es posible dejar de trabajar o usar dispositivos electrónicos. Al brindar consejos sobre cómo relajar los músculos durante breves descansos, ayudamos a prevenir lesiones.
Cuando ya se ha desarrollado una patología o dolor, nos enfocamos en la rehabilitación. Nuestro objetivo es recuperar la movilidad perdida, ya que la movilidad es esencial para
realizar actividades laborales, deportivas y de ocio. Una buena movilidad sin dolor es fundamental para llevar una vida cómoda y saludable.
¿Cuál sería el enfoque recomendado cuando ya se padece una patología o dolor muscular?
Recomiendo enfocarse en la prevención de lesiones musculares mediante pausas activas dirigidas a la actividad que realizamos. Por ejemplo, si trabajo largas horas frente a una computadora y uso principalmente mis manos, realizar pausas activas centradas en los miembros superiores sería más beneficioso que hacer sentadillas, que trabajan los miembros inferiores.
Una pausa activa es un movimiento que nos saca de una posición estática o de cargar mucho peso, lo que ayuda a aliviar la tensión muscular y prevenir lesiones. Sin embargo, cuando ya tenemos una patología, la recomendación principal es acudir a consulta médica para una evaluación adecuada, ya que el dolor puede tener diversas causas, como hernias discales, rupturas de tendones o inflamación muscular.
Los estudios muestran, que los productos, que contienen tiramina, glutamato monosódico, nitritos y aspartamo son los provocadores más probables de dolor de cabeza para las personas susceptibles a ellos. El glutamato de sodio se encuentra no solo en los alimentos procesados, sino también en salsas con un sabor salado, como la de soya o china, e incluso en algunos productos naturales: tomates y queso. Además del glutamato, los quesos añejos son ricos en tirosina, una sustancia que se reconoce como un posible desencadenante de la migraña. El edulcorante bajo en calorías aspartamo, que a menudo está presente en los productos listos para comer, como la goma de mascar, los cereales para el desayuno, la gelatina y la confitería, también puede convertirse en una
provocación del dolor de cabeza para muchas personas. Los productos de carne procesada (comida rápida, perros calientes, salchichas por lo general, jamón, tocino, y otros, no son menos peligrosos, ya que contienen un conservante conocido como nitrato de sodio. Los investigadores sugieren que este suplemento dietético puede causar cambios en la bioquímica cerebral que conducirán a un dolor de cabeza. Además, la carne procesada es una fuente de sal de sodio de ácido glutámico, que los científicos también asocian con la aparición de migrañas.
El número uno de esta lista pertenece al vino tinto, que contiene taninos (sustancias
caníbales). Los taninos se forman de forma natural en las frutas de la uva, la cáscara y las semillas. La mayoría de las veces, el dolor de cabeza es causado por el vino tinto más saturado con taninos (malbec, merlot, oportos o vinos bien oscuros y concentrados). Además, los vinos almacenados durante mucho tiempo producen sustancias que causan síntomas de alergia, lo que lleva a la liberación de histaminas. Lo que también puede causar dolor de cabeza. Además, el alcohol se deshidrata, por lo que también te puede doler la cabeza porque no tomas suficiente agua antes o con vino. La cabeza también puede doler por el té negro fuerte, que también contiene taninos. Y también de refrescos “light” que contienen aspartamo.
Las pastillas más comunes y populares contra la migraña por sí mismas pueden causar dolor de cabeza por la intolerancia individual o su uso demasiado activo. ¡Hay pruebas de que incluso la dosis recomendada de paracetamol puede provocar un ataque! ¡Y superarla es causa de casi 30 % de los casos de dolor de cabeza crónico! Algunos medicamentos para el corazón también pueden causar dolor. Por lo tanto, lea atentamente las instrucciones y
no abuse de los medicamentos. Ninguno de ellos. Después de todo, el dolor de cabeza es un efecto secundario bastante común.
Las mujeres, que toman anticonceptivos hormonales, tienen 1,5 veces más probabilidades de recurrir a analgésicos debido a un dolor de cabeza.
Los anticonceptivos cambian el nivel de estrógeno (hormonas sexuales femeninas), y con él, el tono de los vasos sanguíneos, y aquí está, un dolor de cabeza. A veces es suficiente, después de la consulta a su ginecólogo, de reemplazar el anticonceptivo. Tal vez toda la culpa sea una reacción individual a la droga. Los días críticos también suelen ir acompañados de dolor de cabeza, de nuevo, hormonas de culpa e incluso anemia a corto plazo como resultado de la pérdida de sangre. La situación también se complica por el hecho de que en este momento el nivel de serotonina (“hormona de placer”) se reduce significativamente en las mujeres, lo que a veces se convierte no solo en un mal humor y encantos de síndrome premenstrual, sino también en un dolor de cabeza, que puede durar varios días seguidos.
Desafortunadamente, no hay medicinas especiales “del síndrome premenstrual”. Por lo tanto, elige por ti misma un producto “de bolsillo” que te ayude. En algunos casos, un dolor de cabeza en el contexto del síndrome premenstrual y los días críticos se alivia con antidepresivos. Pero para esto necesitas consultar a un neurólogo.
Los glóbulos rojos de sangre suministran oxígeno a todos los tejidos. Con la anemia, se hacen más pequeños, lo que conduce a la escasez de oxígeno, y también de las células cerebrales. Es un dolor de cabeza. Por lo tanto, si un análisis de sangre muestra una disminución del número de eritrocitos, es necesario tomar preparaciones de hierro y buscar la causa de la anemia. Al eliminarla, te librarás del dolor de cabeza.
Hay personas que se quejan de que en el momento del orgasmo todo lo placentero se rompe por un fuerte dolor de cabeza. Dura 10-15 minutos y otras 1-2 horas atormentan a una persona con menos fuerza. Pasa por lo general en las edades de 25-40 años. Lo más probable es que este “efecto secundario” del sexo esté asociado con espasmos o dilatación excesiva de los vasos sanguíneos debido a la liberación de hormonas. Y las mujeres tienen 4 veces menos probabilidades que los hombres de enfrentarse a un problema así. ¡El sexo afecta a las mujeres exactamente de manera contraria! La mayoría de las mujeres entrevistadas señalaron que incluso un fuerte dolor de cabeza desaparece después de un buen sexo. Este es
probablemente el mérito de las endorfinas, “hormonas de la felicidad” que se producen activamente durante el orgasmo. ¡Al parecer, las mujeres tienen mucho más de aquellos, que los hombres!
Vista
A menudo, un dolor de cabeza causa fatiga ocular debido a una corrección insuficiente de la visión. Mala alineación de las lentes, y empiezas a sufrir sin asociar estos sentimientos con un nuevo accesorio de moda /o de necesidad/. Opción dos: usar los mismos lentes de
visión durante muchos años. Pero la visión cambia, y poco a poco la miopía puede ser reemplazada por hipermetropía. Por lo tanto, asegúrese de comprobar su visión actual antes de reemplazar los lentes. Y si notas que hay dolor de cabeza al usar un par nuevo, vuelve a cambiarlo.
Lo que puedes hacer para decirles adiós a los dolores de cabeza:
La receta:
Los dolores de cabeza van a aliviar:
Analgésicos, antidepresivos, Preparados para la relajación muscular;
Masaje relajante; Fisioterapia; Psicoterapia; Acupuntura; Aromaterapia; Actividades acuáticas.
Dra. Tatyana Starchenko tanya@internetespoder.ec
Esmeraldas, conocida como la “Provincia Verde” de Ecuador, alberga uno de los tesoros naturales más increíbles del país: la Playa Escondida. Situada en Tonchigüe, a solo 10 km de Galera, esta playa es un refugio ecológico que combina la belleza del mar con la exuberante vegetación de su entorno.
El proyecto Refugio Ecológico de Playa Escondida comenzó hace aproximadamente 30 años con el objetivo de preservar y proteger esta área natural.
Con una extensión de 100 hectáreas, esta reserva ecológica cuenta con 60 hectáreas de bosque tropical semi primario. Además, ofrece diversas opciones de hospedaje, como cabañas, áreas de camping y un restaurante. Actualmente, 20 lotes de venta han sido adquiridos por personas que han construido sus hermosas casas vacacionales y residencias permanentes para disfrutar de la belleza del mar y la tranquilidad de la naturaleza.
Dentro de las 100 hectáreas que conforman Playa Escondida, se ha formado una hermosa comunidad de personas de diferentes nacionalidades. Algunos residentes han decidido establecerse permanentemente, mientras que otros poseen casas vacacionales
Si eres un amante de la naturaleza y te gusta acampar, Playa Escondida ofrece un área especialmente diseñada para esta actividad.
Por solo $7 dólares por noche por persona, podrás disfrutar de la experiencia de acampar cerca del mar.
Comparte esta hermosa aventura con tu familia y amigos, y aprovecha las instalaciones
disponibles, como lavaplatos y áreas para hacer fogatas. Acampar en Playa Escondida es una oportunidad única para conectarte con la naturaleza y disfrutar de la tranquilidad del entorno.
Playa Escondida es mucho más que una playa paradisíaca.
Es un refugio ecológico que busca preservar la belleza natural de la costa ecuatoriana.
Con opciones de hospedaje en cabañas, áreas de camping y una comunidad ecológica en crecimiento, este lugar ofrece a sus visitantes la oportunidad de conectarse con la naturaleza y disfrutar de la tranquilidad que brinda. (MKVQ)
Navegue por nuestros anexos especiales haciendo clic en su portada
LAS HORAS DEL CIELO
KREAB SEMANA 40
La laguna San Pablo, que se encuentra a los pies del majestuoso volcán Imbabura, nos ofrece varios caminos que nos llevarán a miradores naturales como El Lechero y Mira Lago, éste último se encuentra a un costado de la panamericana.
Un retrato misterioso
SUMARIO
En la entrega anterior / page 3
Criollos y españoles/ page 4
Al fin Quito/ page 13
Un retrato misterioso / page 19
Y los jesuitas / page 25
Cena presidencial/ page 31
El palacio y la ciencial/ page 35
Buscando algo valioso/ page 41
Quito afrencesado/ page 49
Ajustando cuentas/ page 53
Un nuevo presidente/ page 63
Ilustraciones: Roberto Bonifaz
En la tercera entrega, Mariana y Gregorio, luego de dejar las selvas y ascender abruptamente hacia tierras altas, tuvieron que sortear toda clase de peligros y pasar riscos de vértigo. Pero un día, los caballos galoparon entre nubes, que como cortinas de un teatro, se abrían para presentar el soberbio escenario de cascadas prístinas y quindes que revoloteaban poderosos entre las flores de intensos colores. Aquello perturbó tanto a Mariana, que el marqués se vio forzado a detener la marcha hasta que la joven se recuperase.
Fueron días de cabalgar por tierras cálidas para enseguida ascender a la tundra y al frío que anunciaba el territorio de los volcanes donde estaban ubicadas las importantes haciendas del marqués. La primera hacienda a la que llegan es Nintanga donde su marido parece ser el monarca de un pequeño reino de 36 haciendas y 9 obrajes.
Poco a poco se da cuenta que tiene que aprender a vivir en un mundo totalmente patriarcal donde los poderosos y los religiosos tienen mando absoluto. Ella, que es una niña se siente atemorizada pero decidida a sobrevivir al machismo y al autoritarismo.
En Nintanga conoce por primera vez una hacienda lechera y productora de quesos y a Rebeca, el ama de llaves que sirve fielmente a Gregorio.
Segura del amor de su marido llega a Tilipulo donde se prepara para encabezar la cabalgata del viaje final hacia la hacienda de La Ciénega, que es el sitio que Gregorio ama más y donde fijarán su residencia.
Al llegar a la Ciénega la reciben con una fiesta donde todos comparten por igual con música y mucha chicha. La fiesta simboliza los vínculos que mantienen unidos a amos y súbditos desde la época de la Conquista, pero en ese día se borran las diferencias de clase y se bebe y se baila hasta perder los buenos modales.
Con el transcurrir de los días, Mariana conoce la brutal realidad en la que viven los indios y la forma tan natural con la que se utiliza el látigo para obligarlos a trabajar. Ella era una niña de Lima que no conocía el campo y tendrá que aprender a vivir la realidad de una hacienda del siglo XVIII,
En la Ciénega hace excursiones con su esclava y Pastora, una joven indígena. Conoce al esclavo Ismael y a Paul, un parisino, quien por órdenes del marqués, se convierte en su profesor de francés y esgrima.
Paul logra que Mariana ame la ciencia que imperaba en esos momentos en el mundo. Entre los dos tienen que convencer a Gregorio para que compre el mejor telescopio para la llegada de la Misión Geodésica Francesa. Los sabios franceses han escogido este lugar donde el sol cae perpendicular y los montes y volcanes sirven como referencia para hacer mediciones más exactas.
¿Llegarán los sabios a recibir el apoyo de los criollos encabezados por Gregorio? No se pierda un solo capítulo de esta apasionante novela que nos enseña un mundo lejano y desconocido de nuestro país.
Durante las siguientes semanas, Mariana y sus dos acompañantes recorrieron los campos, cosecharon capulíes y caminaron descalzas por acequias de aguas heladas. Bajaron a las quebradas con el corazón asustado y se detenían un buen rato para ver si venía una creciente y se las llevaba para aplastarlas contra las rocas, cuando se convencían que no había peligro se ponían a caminar por el lecho seco. Comían lo que Hortensia les preparaba, a pesar de la desaprobación de Rebeca que pensaba que la marquesa era una niña malcriada que no asumía su responsabilidad como ama y dueña de casa. Una de esas mañanas en que correteaban por los potreros divisó a Salvador Lujano montando un caballo paramero, ella se detuvo y lo miró detenidamente. Él se acercó en su caballo lentamente, se quitó el sombrero y la saludó:
—Buenos días, su merced. Ya sabe que estoy para servirla en lo que usted ordene.
Mariana lo iba a despedir sin más, pero de pronto se le ocurrió una idea y le dijo:
—Salvador, quiero tres caballos para recorrer la hacienda.
—Como ordene su merced.
—Pero no quiero que lo sepa nadie, ni el patrón, ni Rebeca ni nadie de la casa. ¿Cómo hacemos?
El hombre dudó, no se atrevía a hacer nada a espaldas del patrón, pero cuando vio la mirada decidida de la marquesa, se le ocurrió que era la dueña de todo y la iba a complacer para ganarse su confianza. Desmontó y tomó las riendas con la mano que estaba libre, en la otra sostenía el sombrero en señal de humildad, le dijo:
—Señora, usted es la patrona. Una orden suya basta para que yo obedezca, le voy a tener los caballos listos en los corrales de San Nicolás—Se volteó y señaló con la mano—los que están más atrasito, nadie la va a ver.
Mariana le agradeció el favor y se alejó seguida de las otras. Con las mejillas arreboladas y el cabello en desorden dijo:
—Mañana vamos a los corrales.
—Yo tengo miedo de la reacción del amo—dijo Adolfina temblando con la sola idea.
—Nunca se va a enterar, y si lo hace tendrá que recriminarme a mi, tú no tienes nada que ver en esto.
—Me da mucho miedo, niña. Nos vamos a meter en un lío bien grande.
—No, ya viste que el mayordomo dijo que soy la patrona de todo, se tiene que obedecer mi voluntad.
Al día siguiente se cambiaron de ropa en la choza de Pastora y con atuendo de hombre llegaron a los corrales donde los esperaba el mayordomo con tres caballos ensillados, lo acompañaban dos indios descalzos que las ayudaron a montar. Durante una semana se repitió el mismo ritual y Salvador Lujano se llenó de orgullo al ser el hombre de confianza de la patrona.
Las tres salían todas las mañanas a caballo sin que lo supiera el marqués, iban disfrazadas de hombres. Un día, en que habían galopado largo tiempo, llegaron a un sitio más alto. Hacía frío y se detuvieron a admirar el Cotopaxi que resplandecía de blancura. Mariana aspiró el aire y sintió un escalofrío ante la vista imponente de Los Andes que la rodeaban. Se fijó en algo y preguntó:
—¡Qué es ese penco azul?
—Es mishky, su merced. Así dejan para chaguar por eso se llama chaguar mishky—Dijo Pastora frenando a su caballo.
—No entiendo por qué hacen eso, por
qué dejan ese recipiente ahí. —Niña, es un líquido dulce que sale del penco, mishky quiere decir dulce y chaguar quiere decir ordeñar. A veces, las mujeres no tienen tiempo para esperar y dejan ese pilche para que se llene, lo recogen por la mañana y la tarde. —Chaguar mishky quiere decir ordeñar dulce—Dijo riendo Mariana. Desde entonces robaron los mates de mishky de los pencos olvidados, les gustaba su sabor dulce y se olvidaban que tenían que hervirlo para no enfermarse pero les daba energía y nunca les pasó nada malo. Así pasaban hasta que el sol se ponía y regresaban locas de alegría a vestirse como siempre con la ropa que habían dejado en la choza de Pastora. Al otro día emprendían a pie por un camino diferente y se metían en las chacras de maíz para chupar caña y meter choclos tiernos en sus bolsillos que asaban en la tulpa que hacía Pastora. A veces asaban unas cuturpillas que derribaban con las catapultas que les fabricó Ismael.
Algunos días, Mariana llegaba tan sucia que había que improvisar una tina en la cocina donde la bañaban, le ponían un camisón, una bata y pantuflas para que fuera a sus aposentos donde Gregorio le aplicaba pomadas y ungüentos en las rodillas rasguñadas y algodones empapados en agua de manzanilla mientras le decía:
—Por favor, ten un poco más de cuidado.
Gregorio le pedía que se cuidara aún a
sabiendas de que se subía a los árboles y asaba pájaros que había cazado con una catapulta. Pero un día en que llegó vestida de hombre y con el pelo revuelto, Gregorio la recibió con frialdad y le jaló dentro de la habitación, cerró la puerta y la sostuvo por el brazo con brusquedad, ella le dijo:
—¡Por favor, me estás haciendo daño!
—Más daño te voy a hacer si vuelves a desobedecer una orden mía que es terminante ¡No quiero que salgas a cabalgar sola!
Mariana, en un impulso por defenderse se aferró a su torso y se puso a llorar mientras le suplicaba:
—Por favor no te enojes conmigo.
—¿Cómo quieres que no pierda la paciencia si me enteré esta mañana que sales a cabalgar solamente con la compañía de una negra y una india? No te das cuenta a lo que te expones.
—Pero tú autorizaste que saliera a caminar…
—A caminar es muy diferente porque no sales de un lugar seguro, pero cabalgar es otra cosa—La lanzó con brusquedad al sillón rosado y la miró llorar sin inmutarse. Luego de un rato se sentó en la silla del rincón, sus largas piernas se extendieron por la alfombra y Mariana vio de reojo sus botas negras relucientes.
—¿Por qué sales sin mi permiso, por qué haces lo que te da la gana?—Gritó con voz amenazadora
—Me gusta ir a caballo, no creí que fuera tan peligroso.
—Me cuesta pensar que fueras
tan inconsciente. ¿No te das cuenta que estamos rodeados de salteadores, cuatreros, ladrones? Aquí no puedes movilizarte sin hombres armados, si quieres salir sola irás custodiada por tres hombres con fusiles y cuchillos.
Mariana lloró con más desconsuelo negando con la cabeza lo que le decía su marido, que enfurecido otra vez le dijo:
—¿Qué es lo que te pasa?
Y sin esperar respuesta grito con una voz que a Mariana le pareció terrorífica:
—¡Ismael!
Ismael entró con la cabeza inclinada esperando por las órdenes de su señor.
—Que Adolfina venga en este instante.
—Sí señor.
Mariana se puso a temblar, ya no se atrevió a decir nada, solo miró las botas trasladándose de un sitio a otro de la habitación, por un momento alzó la mirada y lo vio furioso. Bajó nuevamente la cabeza y esperó lo que le pareció una eternidad hasta que llegó Adolfina.
—¿Me mandó a llamar, amo?
—¡Entra!
El terror de Adolfina se esparció por la habitación.
—¡Deja de hacerte la mosquita muerta, me oyes!
Se acercó peligrosamente hacia donde estaba la esclava y la tomó por el brazo haciéndole daño, le gritó:
—¡Voy a mandar a que te den unos buenos azotes, hay un látigo esperando por ti, y deja de llorar que me pones más furioso!
Mariana veía por el rabillo del ojo las lágrimas de Adolfina, bajaba la vista
muy asustada y entonces veía los pies descalzos retrocediendo ante las botas lustrosas que se movían con furia. Gregorio dejó en paz a Adolfina y comenzó a dar grandes pasos por la habitación, Mariana se atrevió a mirar cómo se mecía el cabello con sus manos nerviosas. Gregorio se detuvo frente a la ventana sin ver nada de lo que sucedía afuera, estaba tan furioso que le dio miedo hacer algo de lo que podía arrepentirse después. Respiró profundo y se calmó un poco. Cuando se volteó se encontró con las dos jóvenes aterrorizadas ante su presencia. Respiró otra vez, y se arrepintió de haber perdido los estribos de esa manera. Mariana bajó rápidamente la cabeza y volvió a ver sus botas que parecían moverse con más calma, lo escuchó decir:
—Adolfina, tranquila, olvida todo y vete. Cuando Adolfina salió, Ismael que lo había escuchado todo, la tomó en sus brazos y la dejó llorar contra su pecho fornido.
—¿Cómo se te ocurre hacer algo sin que lo sepa el amo?
—Me dijo que me fuera tranquila—Alcanzó a balbucear Adolfina en medio de un torrente de lágrimas.
—Lo escuché, pero tendrás más cuidado porque cuando se enoja puede ser terrible,
—Ya me di cuenta.
—No, ha sido demasiado generoso, antes no hubiera perdonado una falta así y estuvieras enferma por los castigos.
Agradece que la marquesa lo ha cambiado tanto.
Gregorio vio a su mujer tan asustada que no supo cómo pedir perdón. Dijo:
—Marianita, no quise ser tan duro, pero entiende que me preocupo mucho por ti, si te pasara algo no podría perdonarme.
Ella no contestó, seguía con la mirada fija en el suelo, él se sentó frente a ella y le tomó del mentón para que alzara la cabeza, le buscó los ojos y le dijo:
—Por favor, no vuelvas a hacer nada sin consultarlo antes conmigo, no lo hago por molestarte ni quitarte libertad sino por que no quiero que te pase nada.
—Mírame–Le levantó el mentón.
Ella lo miró con los ojos húmedos, él le dijo:
—No quiero que me cuentes quién te dio los caballos, lo sé y por esta vez me voy hacer el de la vista gorda.
Mariana bajó la mirada y se miró las manos.
—Tú estás preocupada por algo, dime qué es lo que te molesta.
Ella lo miró a los ojos con una súplica.
Dijo:
—Tengo miedo por Pastora, por favor no la castigues.
—Ya te dije que me voy a hacer de la vista gorda, no le diré ni una palabra, pobrecita, me imagino que hizo todo por obedecerte. A la que debería dar unos azotes es a ti, sólo a ti—Pero en lugar de eso la abrazó con más ternura.
Mariana, refugiada entre sus brazos dijo:
—Gregorio, me preocupa Pastora, aunque la hayas perdonado. Me preocupa su situación.
—¿Cómo es eso?
—Es una india, todos los hombres de aquí son autoridad para ella, le pueden caer a latigazos, se van a burlar de verla vestida de hombre montando a caballo.
—¿Pastora va vestida de hombre?—El marqués sonrió
—Si—Contestó ella con la mirada baja y no alcanzó a ver la sonrisa.
Gregorio le levantó otra vez la cara, pero ella se hizo un ovillo contra su pecho y siguió llorando.
—A ver, otra vez las lágrimas me van a arruinar la camisa—Le extendió un pañuelo para que se limpiara la cara—¿Cómo te hiciste tan amiga de la Pastora?
Ella lo miró con sus ojos empapados y le contestó:
—Es linda, tiene un carácter suave y se ríe de todo, tiene buena voluntad—
Miró el pañuelo que sostenían y continuó—Siempre lleva algo de comer para añadir a lo que me manda Hortensia, con su pañolón hacemos una mesa sobre el pasto y comemos de todo, ella no se atreve a coger lo mío y Adolfina y yo tenemos que obligarla a que coma una pierna de pollo y un pedazo de pastel de manzana. Sabe el nombre de todas las plantas y nos dice para que sirven— Alzó a ver y le preguntó—¿Sabías que casi todas las plantas que hay por aquí son medicinales? Un día en que yo tenía un dolor muy fuerte de estómago, me dio a beber una infusión que me curó en menos de treinta minutos.
Gregorio le besó el cabello lleno de ho-
jas de capulí y le dijo:
—Si quieres salir a caballo lo harás acompañada por hombres armados y les vas a enseñar que eres el ama absoluta de todo a tal punto que no se atrevan a decir ni opinar sobre las órdenes que des, tendrán que respetar que lleves a Pastora, sólo tú sabes lo que quieres y esos deseos van a ser obedecidos por tu escolta. Yo les daré órdenes e instrucciones, pero luego vas a ejercer tu autoridad, tienes que aprender a ser el ama de todo lo mío.
—Pero no me voy a sentir bien si me siguen tres hombres armados, no voy a poder hablar de lo que quiero.
—Vas a ir con tres hombres armados que te esperarán a una distancia prudente cuando quieras almorzar con Adolfina y Pastora.
La obligó a mirarlo otra vez y le dijo:
—Mariana, tú eres la dueña de todo, tienes que aprender a mandar, hacer que se cumpla tu voluntad. Los administradores, sirvientes, mayordomos, esclavos y todo el personal que hay aquí tienen que saber quién es el ama y eso te lo tienes que ganar, piensa si algún día muero, me enfermo o tengo que ausentarme…Ese día serás tú la que tome las riendas de todo.
Mariana no quería imaginar que Gregorio desapareciera ni un día, pero no pudo pensarlo mucho porque ya la estaba besando y acariciando. Aquella noche, le hizo el amor con una dulzura nueva y luego la acurrucó entre sus bra-
zos hasta que se quedó dormida. Mariana y las otras dos cabalgaban vestidas de hombre con altas botas de cuero y sombrero de ala ancha, a prudente distancia las acompañaban tres hombres que llevaban sus armas bajo los ponchos rojos de castilla. Las tres jóvenes cantaban, reían, galopaban, bajaban la marcha y sobre todo, conversaban hasta los codos. Un día, en su afán de salir temprano, olvidaron la cesta con el cucabi y más allá del mediodía sintieron hambre.
—¿Y ahora, qué hacemos? Estamos lejísimos de la casa y me estoy muriendo por un locro con aguacates—Dijo Mariana.
—Allacito vive abuelita, podemos pedir posadita y nos ha de dar platito de comida—Contestó Pastora al divisar una choza de adobe con techo de paja por donde se escapaba el humo directo al cielo azul.
Desmontaron y a una seña de Mariana, los hombres de poncho tomaron los caballos y los amarraron a unos árboles de capulí, ellos hicieron lo mismo y se sentaron en la hierba a comer lo que habían traído.
Mariana miró la pequeña sementera de papas y al otro lado un corral donde una chancha y sus puerquitos se revolcaban en el lodo, el olor a humo y majada de puerco le llegó como la exhalación de un mundo desconocido, tuvo que inclinarse para entrar por la puerta bajita. La oscuridad cálida de un
vientre materno la envolvió. Había una pequeña fogata con una olla de barro, Pastora le explicó:
—Es la tulpa, su merced. Ahí se cocina comidita, su merced. Mariana, acostumbrándose a la penumbra divisó una mujer indígena descalza y con el pelo recogido en un guango, igual al que llevaba Pastora.
—Bendición, abuelita—Le dijo Pastora poniendo las manos en oración.
La abuela le hizo la señal de la cruz y dijo algo en quechua que ni Mariana ni Adolfina entendieron, Pastora le contestó algo, la abuela la escuchó sorprendida, luego se dirigió hacia Mariana y se arrodilló con las manos juntas mientras decía:
—Mamitica, bonitica, amita patronita— Parecía que lloraba mientras besaba las botas de la marquesa..
—Levántate—Le contestó Mariana mientras la ayudaba a ponerse de pie.
Pastora le dijo:
—Abuelita, la niña tiene hambre, dele platito de comida.
—Cómo va comer comidita mala, comidita de pobre, ha de castigar mayoral.
En ese instante Mariana comprendió que no debía estar ahí, que era el mundo escondido de los indios, pero se sintió tan atraída que le dijo:
—Danos lo que tengas, cuando hay hambre no hay comidita mala.
Pastora ayudó a su abuela, sacaron la olla de barro y dividieron el contenido en pocillos, sólo había una cuchara que lavaron en el agua de una tinaja vieja y se la dieron a Mariana que, sentada en
el suelo con las demás, dijo:
—Está muy rico. ¿Qué es?
—Pata de res con mote, fréjol, papas y cebadita, patronita. Todita la mañana cocinando—Contestó la abuela que todavía no se reponía del susto de tener en su choza a la marquesa.
Cuando terminaron el potaje de pata de res, la abuela lavó los pocillos y los volvió a llenar, de algo dulce.
—¿Qué rico, qué es?
—Arrocito de cebada con mishky, amita patrotina.
—¿El mishky de los pencos?
—Ari, patronita—Le confirmó la vieja— Se cocina bien con el arrocito de cebada y queda bien rico.
—¿Cómo se saca el mishky?
—Hay que saber hacer un hueco en shungo de penco…
—¿Qué es shungo?
—Shungito, ca, corazón es.
—¿Le ponen raspadura? Es muy dulce.
—No su merced, mishky ca dulce es. Después, todas callaron y Mariana sintió el abrigo y cobijo de la vivienda tan humilde donde se cocinaba en el fuego lento que ardía en el centro, la vivienda estaba ennegrecida por el humo que nunca cesaba. El calor, el humo y la penumbra la sumieron en una especie de letargo, las voces se habían silenciado y el espíritu del tiempo deambuló por las paredes de la choza. Sus ojos se detuvieron en un pequeño nicho donde había el cuadro de una virgen y sintió como si un secreto se escondiera detrás, pero descartó ese pensamiento y dijo que era hora de regresar. Algún
día voy a averiguar qué hay detrás de la virgen, pensó montada en su caballo alazán.
Cuando Mariana llegó a la casa se limpió la cara y las manos en el lavamanos del corredor y como no se había ensuciado como otros días, se dirigió a sus habitaciones con la ilusión de encontrar a su marido. Pero la habitación estaba solitaria y lo buscó por toda la casa hasta que lo encontró en la galería azul conversando con Paul. Cuando Gregorio la vio le preguntó:
—¿Cómo te fue? ¿Te acompañaron los hombres armados?
—Sí y ayudaron mucho. Se quedaron con los caballos mientras nosotras almorzábamos en la choza de la abuela de Pastora—Le contestó mientras se sentaba junto a él devolviéndole el beso que le dio.
El marqués no pudo disimular su inquietud y le preguntó:
—¿Almorzaste en una choza? ¿No te prepararon el almuerzo para llevar?
¡Esto sí que es el colmo, me van a oír! —No, no. No te enojes, yo me olvidé el almuerzo.
—¿Pero cómo es posible?
Paul escuchaba con la vista baja, no quería intervenir en una disputa conyugal, quiso irse, pero el marqués lo detuvo con una seña de la mano y se volvió a sentar. Mariana protestó:
—¿No puedes oír lo que te quiero decir? Siempre estás dando órdenes y decidiendo hasta lo que debemos pensar el resto de los mortales que vivimos contigo.
El marqués miró a Paul esperando una respuesta, el francés se encogió de hombros.
—¿Qué querías contarme?
—Nada, ya no tiene importancia—Contestó ella y se levantó para marcharse, pero el marqués la tomó por la muñeca y la obligó a sentarse.
—No actúes como una niñita malcriada y di lo que me quieres decir, si fui brusco perdóname, sólo me preocupo por tu bienestar.
Ismael, que estaba de pie tras ella le sirvió una agüita aromática que Mariana agradeció en silencio. Cuando el marqués la tomó de la cara y le pidió perdón, ella contestó:
—Hoy tuve un día hermoso, sentí algo profundo, como si en la penumbra de la choza la huella de la vida se me hubiera aparecido.
Ni el marqués ni Paul la entendieron pero la felicitaron de todo corazón por el día hermoso que había tenido. Más tarde les sirvieron una sopa caliente y un plato frío. La mesa estaba puesta con mantel blanco y las velas del candelabro lanzaban sombras sobre los platos y los vasos de cristal. Algo muy extraño le estaba sucediendo y le pareció ver sobre el mantel, la silueta del nicho con el cuadro que vio esa mañana.
—¿Qué te pasa, Mariana? Parece que has visto una aparición.
—No, no me pasa nada—Lo alzó a ver y le dijo—tomando el café como de costumbre.
Gregorio miró al francés y se dijeron
con la mirada que no entendían nada. Por unos días llovió sin tregua y Mariana no pudo salir más, entonces, después de la misa y las clases de francés, deambulaba con sus criadas por la casa. Se metían en los recovecos hasta que un día encontraron un cuartito, se acercaron silenciosas a la puerta y Mariana preguntó:
—¿Ustedes creen que hay alguien adentro?
—Sí, su merced—Contestó Adolfina— oigo ruido.
—Veamos qué pasa—Dijo y empujó la puerta que no tenía cerrojo ni hizo bulla.
Pastora se escapó al jardín para que no la castigaran si la encontraban ahí. Mariana y Adolfina vieron a Paul sentado en una silla, cubierta la cara con un cono de papel grueso que lo protegía del polvo blanco con que Ismael empolvaba su peluca. Adolfina observó al negro moviéndose alrededor del francés con su ropa multicolor y el turbante blanco y pensó que se parecía a uno de los reyes magos del nacimiento.
Cuando vieron que Ismael terminaba con el atuendo del francés, se escondieron en una bodega que quedaba en el corredor hasta que Paul saliera, entonces entraron y tomaron a Ismael por sorpresa:
—¿Dónde compra el francés sus pelucas—Preguntó Mariana de sopetón.
Ismael saltó asustado y cuando las vio dijo:
—Trajo dos de Francia pero estas las fabrico yo—Sonrió como si estuviera en-
cantado con esa visita inesperada.
—¿Cómo lo haces?
—Es difícil, se necesita mucha paciencia.
Adolfina dijo:
—Ismael, si la marquesa me permite puedo ayudarte, tú me enseñas—Tenía las manos entrelazadas en la espalda y sus trenzas diminutas se agitaron con el movimiento de cabeza.
—Claro, Ismael. Enseña a Adolfina, quiero que me haga los peinados más bellos—Dijo Mariana y señaló con el dedo los dibujos de mujeres con los peinados empolvados.
—Lo que su merced ordene, pero las damas no usan pelucas.
—Ya lo sé, pero si puedes confeccionar una, también puedes elaborar estos peinados y enseñarle a Adolfina.
—Claro, Adolfinita, véngase conmigo— Le sonrió y enseñó sus dientes blancos.
Adolfina se retiró asustada y Mariana dijo con la cara seria.
—Será pronto porque hay que preparar la ropa para la fiesta que vamos a dar en la casa de Latacunga.
Las lluvias refrescaron la tierra y las sementeras se llenaron de brotes verdes, los pájaros se refugiaban en las copas de los árboles. Mariana aprendía francés, esgrima y escritura y en las tardes se dejaba peinar por Adolfina que aprendió a ser peluquera fina. Cuando Gregorio entraba en la toillete y la veía tan bella decía:
—Buen trabajo, peinadora—La esclava se turbaba y hacía una venia en agradecimiento.
A Adolfina lo que más le gustaba era pasar largos ratos junto a Ismael que le decía: “Una trenza aquí, una lazada y una cascada que caiga así” Sus manos se topaban, sus cuerpos siempre juntos comenzaron a rozarse y terminaban el trabajo entre besos y arrumacos. En las madrugadas, Pastora entraba en la casa y se escurría en el cuarto donde se elaboraban las pelucas, Ismael y Adolfina trabajaban sin parar y ella, sentada en el suelo junto a una ventana, bordaba los vestidos de la marquesa. No sabía leer pero copiaba los diseños de las revistas francesas desparramadas por el suelo. Bordó a su antojo y descubrió que en medio de las enormes revistas venían moldes de petos y faldillas. Mariana, cuando vio el primer bordado quedó tan fascinada que le encargó cortar y coser vestidos idénticos a las ilustraciones.
Pastora copiaba con la mente febril mientras pensaba en Juan Andrés cincelando un bloque de hielo mientras ella bordaba flores y pájaros con hilos de oro y plata. Bordó diminutos soles que brillaban escondidos entre los ramajes.
El cuarto de pelucas se convirtió en un lugar de lujo y mimos donde se guardaban latas con botones de plata, nácar y marfil y sobre las bancas dejaban vestidos a medio coser, chinelas a medio bordar. El lugar parecía un bazar lleno de gente de todos los colores y estratos sociales que se afanaban entre brocados, encajes y plumas para sombre-
ros. Los esclavos reían y sus andares y ademanes se reflejaban en los espejos. Paul se emocionaba mientras exclamaba con las erres guturales:
—¡Ah! ¡las vísperas, las vísperas! Pastora bordó hasta que se le hinchó el pulgar dentro del dedal. Las velas no dejaban de arder y nadie las apagaba porque se extinguían solas llenando de cera el entablado y ensuciando los vestidos que luego limpiaban con una plancha caliente. En los momentos en que se quedaba sola, abría su pañolón y comía los chochos y el tostado que traía de su casa, sabía que a ella no la llamarían a comer. Como nadie le preguntaba nada ni hablaba con ella, se centraba en sus pensamientos que fluían entre el bordado y las nieves del volcán, estaba segura de que hacía contacto con Juan Andrés y cada lazada que daba la sentía fría como fragmentos de hielo.
Cuando llegó el día de la fiesta en la casa de Latacunga, Mariana se encerró en sus habitaciones donde se dejó bañar, perfumar y vestir de gala. La peinadora le arregló el cabello con pomada de manzana y luego le puso aderezos de esmeraldas y perlas. Le colocó los aretes, el collar y las pulseras. Le acomodaron por última vez el corpiño con adorno de encaje y bordados en color rojo, verde y oro.
—Parezco la virgen de la capilla.
—Sí, su merced. Parece usted una reina—Le contestó Adolfina.
En la habitación de Gregorio, Ismael lo vestía como si estuviera oficiando una ceremonia sagrada; le puso la camisa y
luego le dio el cucurucho de cartón y le dijo:
—Su merced, tiene que taparse con esto para empolvar la peluca.
—¡Qué tal moda la de las pelucas!—Exclamó Gregorio.
Ismael le retiró el cucurucho para que pudiera ver en el reflejo del espejo lo bien que estaba la peluca y cómo relucían los diamantes de los botones de la chaqueta azul y los bordados de hilo de plata que la adornaban.
En el salón, Gregorio recibió a los invitados que se deleitaban con las delicias que servían los pajes en grandes bandejas de plata.
—Esto sólo hay en la casa del marqués, son secretos de la cocina de Rebeca— Dijo una señora tomando un pastelito entre sus dedos.
—Creo que es Paul el que trae recetas de París, dicen que le traduce a Rebeca el libro de un cocinero del mismísimo rey. ¿Es verdad eso, Gregorio?—Preguntó uno de los invitados.
—No lo sé, no me meto en la cocina— Contestó el marqués.
Cuando Mariana entró en el salón, todos los ojos se fijaron en ella y en las joyas que centellaban con fuerza deslumbrante. Se calzaron los binoculares y examinaron las trenzas entretejidas con esmeraldas y perlas, el vestido brillaba con hilos de oro. Una española comentó en voz lo suficientemente alta para que la escucharan los que estaban junto a ella:
—Este es el despliegue de riqueza más ostentoso que se ha visto en
La Real Audiencia.
—Nos están dando una bofetada.
—Nosotros, los funcionarios de la Corona somos mendigos a su lado, es una desvergüenza—Contestó un hombre de peluca blanca y casaca azul que tenía solamente unos broches de oro y una cadena que le cruzaba el pecho—y no es la única, miren a todos los criollos. Los demás funcionarios de la Corona regresaron a ver al grupo de los Maldonado, Dávalos, Graimeson y otros que reían y hablaban mientras sus ropas y joyas relucían.
—Parecen más franceses que españoles.
—Bueno, la moda en España es ahora así, todos estamos vestidos de igual manera, sólo que parecemos pordioseros al lado de estos criollos que se han enriquecido con el oro del rey.
—Desde hace mucho tiempo que se roba al rey, el que esté libre de pecado que lance la primera piedra—dijo Paul que pasó por ahí.
Cuando el francés se alejó, los españoles comentaron:
—Me parece sospecho que un criollo contrate los servicios de un francés.
—¿Qué puede querer un francés en un sitio tan alejado de París? Ningún ser civilizado se ausentaría de la corte ni de la ciudad que tanto ama, además que es difícil para un extranjero lograr permiso para vivir en Quito, debe ser un espía o un contrabandista.
—Algo muy raro está pasando aquí. La música comenzó y se alistaron para bailar el minuete guiándose por la z que
estaba trazada en el suelo con pétalos de rosa. En la versión criolla debían ejecutar los pases sin dañar los pétalos de un delicado tono salmón. Las mujeres llevaban abanico y una rosa roja en la boca y se deslizaban cambiando de pareja y coqueteando con sus acompañantes que cada vez era uno distinto. De pronto la música cambió y se movieron al son de un de ritmo más cadencioso y menos puro, zapatearon y dañaron el fino tapiz, en cada vuelta tomaban pisco que les ofrecían los sirvientes negros . Los españoles, luego de bailar y beber estaban tan hermanados con los criollos que los abrazaron y trataron como amigos del alma.
En los descansos entre baile y baile probaban los manjares que estaban servidos en una mesa larga de mantel blanco. Había bocados de sal, de dulce, bebidas, frutas y helados en copas de cristal que era lo que más les gustaba después del pisco. Los españoles se decidieron a ejecutar los pases, se arrodillaron y alzaron los pañuelos sobre las cabezas para luego saltar en un solo pie. El salón de baile parecía un campo de batalla en el que se combatía con copas de licor y se blandía pañuelos en la cara de las mujeres.
A la mañana siguiente entró Ismael y se asustó al ver los cuerpos de hombres y mujeres que parecían muertos con la ropa descosida, las pelucas desparramadas sobre los sillones y rincones apartados . ¡Qué borrachera, Dios mío! Ahora me toca hacer un inventario de todo esto y encontrar a los dueños,
pensó.
Los marqueses regresaron al día siguiente a La Ciénega. Mariana observó la delicada riqueza de su casa, las flores parecían mariposas volando de un jarrón a otro. Se miró en uno de los espejos de cuerpo entero y examinó con cuidado sus dientes blancos gracias a los buches de corteza de arrayán que su marido la obligaba a hacer para que nunca perdieran brillo. Gregorio se acercó y la tomó por la cintura, le dijo:
—¡Qué mujer más bella me robé!—La besó en el cuello y sintió su estremecimiento.
—¡Qué bueno que te fijaste en mí… Cómo sería esta vida sin ti!
—Me alegro que estés contenta y que me ames—La obligó a volverse y la besó con tal pasión que le quitó el aliento. Mariana se desvaneció entre sus brazos y él, asustado, la tomó en brazos y corrió hasta el dormitorio. Gritó Ismael y a Rebeca:
—¡Acomoden las almohadas del lecho y abran las ventanas de la habitación!
Los criados salieron a preparar la habitación y Rebeca llamó a Paul que tenía conocimientos de medicina. Minutos después, Paul, como general en jefe entró en los aposentos.
—Paul, qué bueno que haya llegado. No sé qué le pasó a la marquesa.
—Si me lo permite, señor, quisiera verla a solas.
El marqués lo miró directo a los ojos y el francés respondió bajando los suyos: —Tengo que examinarla, lo haré con todo cuidado.
—La examinará en mi presencia—Le contestó—Fuera todos los demás. Los criados salieron apresurados y esperaron en el pasillo, no decían ni una palabra por lo asustados que estaban. Se habían acostumbrados a la presencia de una niña en la casa, la veían crecer día a día, regresar de las cabalgatas sucia hasta la punta de la coronilla, tenían que preparar un baño en la cocina para limpiarle el polvo de los vientos de verano. Preparaban comida fría y nutritiva para que se llevara a sus excursiones y hacían litros de helado de taxo, naranjilla y mora que devoraba todos los días. A pesar del trabajo que les daba, le habían tomado un cariño muy especial, por eso cada uno rezaba en silencio pidiendo a Dios que no le diera una de esas enfermedades horribles como la viruela que podía devorar la cara más bella sin ninguna misericordia. De pronto, salió el marqués, ellos se formaron como si fueran soldados y lo escucharon decir:
—Quiero que sepan que voy a ser pa-
dre—Sin más abrió los brazos para recibir la felicitación de cada uno. El francés ordenó a Mariana tres días de descanso en cama, el tiempo que se demorarían los invitados en llegar a La Ciénega. Mariana no tuvo fuerzas para rebelarse contra la autoridad del marqués y Paul y se quedó en casa reposando en su lecho grande y limpio, las ventanas abiertas para que entrara el aire que ella aspiraba a bocanadas. Su marido parecía loco de contento y la visitaba con frecuencia dejando todo el trabajo de las haciendas y los preparativos de la fiesta en manos de de sus administradores, Rebeca supervisaba la casa con más eficiencia que antes.
Gregorio se reunió con Paul para programar el parto que tendría lugar nueve meses después, el francés pidió la asistencia de una partera y un médico de Riobamba y el doctor Merino se comprometió a trasladarse a la Ciénega un mes antes del parto.
Mariana pudo participar en todas
las fiestas y corridas de toros pero se quedó en casa durante las cacerías de venado que tanto gustaban a los hombres. La acompañaron sus amigas nuevas, las Dávalos, Maldonado, Chiriboga y otras con las que hizo buena amistad, las mujeres la aceptaron enseguida y en lugar de tenerle envidia la aconsejaron:
—Marianita tienes que cuidarte mucho.
—Los tres primeros meses son los peores. Tienes que reposar y comer lo que te de Rebeca.
—Y por Dios, no vayas a montar a caballo ni visitar chozas de indias, ni a tomar chaguarmishky.
Mariana se arrepintió de haberles confesado que había comido en la choza de la abuela de Pastora, esas mujeres nunca la comprenderían. Así que sonrió a la que estaba a su derecha y a la que estaba a su izquierda. Aceptó tomarse todos los caldos calientes y juró que haría cuarentena y que no saldría de su casa y amamantaría a su guagua hasta encontrar la nodriza adecuada.
María Luisa Bejarano, esposa del Presidente de La Real Audiencia de Quito, tomaba chocolate con Juan José de Mena, alcalde primero civil ordinario. El salón del palacio de La Audiencia lucía impecable, no había una mota de polvo y la plata relucía. Juan José asentía todo lo que la señora decía. Ella le contaba lo que había sucedido esa mañana en el Colegio de Los Jesuitas. Él miraba, al disimulo, el orden y la sencillez en la casa de gobierno.
El momento en que la señora se llevó la taza de chocolate a la boca, el alcalde dijo:
—Doña Luisa, el orden en su casa y los sabios consejos que usted da al presidente, lo han ayudado a ser tan querido y respetado.
—Don Juan José, no me adule, ya sabe que conmigo no van las lisonjas, además nos queda poco tiempo acá.
—Señora, por favor. Deberían quedarse unos años más—
Contestó José Mena moviendo sus largas manos. Don José era, delgado y chiquito, las manos era lo único grande que tenía. Dijo:
—Sé que me ha mandado llamar para que ayude en los preparativos de la recepción para los miembros de la Misión francesa que vienen a medir la línea ecuatorial, me gustaría que me diga sus nombres y qué es exactamente lo vienen a hacer acá.
—Mi querido don José—doña María Luisa se acomodó en el sillón demasiado estrecho para ella—es una delegación de académicos que nos manda la Academia de Ciencias de París. El rey Luis XV les ha dado todo su apoyo.
—Sí, sí. Pero lo importante es saber si tienen la autorización de nuestro señor Don Felipe V
—Por supuesto, si no fuera así no pudieran venir. Tienen todos los permisos y además vienen acompañados de dos españoles para que controlen sus actividades durante su
estadía entre nosotros.
—Así debe ser, señora. Hay tanto espía y tanto contrabando.
Doña María Luisa hizo una seña a su esclavo negro para que les sirviera agua.
—Señora, no entiendo bien qué vienen a hacer.
—Yo tampoco sé muy bien, usted sabe que no soy ducha en esos asuntos, lo que me dijeron es que venían a completar los datos matemáticos relacionados con la verdadera forma de la tierra y para tal efecto tienen que medir un arco de meridiano terrestre, claro que no sé qué es un arco de meridiano terrestre, pero a eso vienen y el rey nuestro señor Felipe V ha dado su autorización, nosotros debemos cumplir con recibirlos bien y darles alojamiento hasta que se acomoden por sus propios medios.
—¿Cuántos son, señora?
—A ver, son Carlos María de La Condamine, Luis Godín, Pedro Bouguer; el botánico José Jussieu; el médico y cirujano Juan Seniergues y varios ingenieros, dibujantes, ayudantes… Eso es lo que se nos ha informado.
—¿Y los españoles?
—Jorge Juan y Antonio de Ulloa—Doña María Luisa exhaló un suspiro y mientras se pasaba los dedos pulgares y del corazón por las sienes dijo—Me parece que estos españoles vienen para hacer un reconocimiento de la Real Audiencia y mandar un informe al rey.
—¿Le duele la cabeza, doña Luisa?
—Es un dolor terrible.
La esposa del presidente de la Real Au-
diencia pidió una loción al esclavo que estaba de pie tras ella. Un minuto después entraron dos mujeres españolas con un frasco color ámbar, una era su sobrina y la otra su dama de compañía. Don José se irguió y observó a la señora aspirar un líquido misterioso, enseguida le dieron masajes en las manos y en la nuca. Parecía que la iban a desvestir, así que pensó que lo mejor era retirarse. Se despidió de la forma más gentil, doña Luisa no le contestó, estaba pálida y a punto de desvanecerse. Mucho chocolate, pensó el alcalde, se puso la capa y salió. Contestó el saludo de los guardias y alcanzó la acera del palacio. Buscó con su mirada a sus esclavos y los encontró jugando con el quitasol.
José Mena caminó bajo el parasol y contestaba con una inclinación de cabeza a todo el que lo saludaba. Estaba absorto en sus pensamientos cuando vio que del otro extremo de la plaza venía una escolta parecida a la suya. Se detuvo y observó a la mujer más bella que había visto, era tan imponente su andar que tuvo ganas de arrodillarse en ese instante, pero ella tomó por el lado de la Catedral y entró para oír la misa de esa hora.
—Es la marquesa de Maenza—Le dijo un hombre que se cruzó en su camino. Fue tan grande la impresión que comunicó a su escolta que había decidido entrar a La Catedral para atender el oficio.
En el templo, un perfume desconocido emanó del reclinatorio donde oraba la marquesa. Don José abrió lo ojos que
poco a poco se fueron acostumbrando a la oscuridad y entonces la vio arrodillada sobre el almohadón del reclinatorio. Estiró el cuello y notó que tenía entre sus manos un rosario de coral que rodaba entre sus dedos finos y bien cuidados.
Mientras tanto, en el salón, María Luisa
Bejarano abrió los ojos y preguntó:
—¿Ya se marchó don José?
—Sí, ya debe estar en la calle.
La esposa del presidente dijo:
—Me cansa con su conversación y sus gestos teatrales, le sale saliva cuando habla, no quiero verlo más.
Filomena, escondida tras las finas cortinas observó sin ser vista. Soltó una carcajada y llamó a las otras dos.
—Miren a los esclavos de don José, no dejan de hacer ruido; cantan, bailan y hacen piruetas.
—Déjame ver—dijo María Luisa, que se levantó de su asiento para situarse junto a la ventana.
—Han lanzado ya tres veces el quitasol al aire y lo han recogido sin dejarlo caer, son tan ágiles—Dijo Filomena sin dejar de reír.
—Pobre don José, se pierde bajo el quitasol.
Las tres mujeres pegaron la cara a los cristales, ya no les importó que las vieran porque las miradas de todos los que transitaban a esas horas por la plaza, se detuvieron al paso del cortejo de una mujer escoltada por esclavos y sirvientes.
—¡Qué belleza!—Exclamó Filomena.
—¿Qué belleza, quién?—Preguntó doña María Luisa.
—La marquesa de Maenza—Contestó Filomena.
María Luisa Bejarano cambió de expresión al ver a la mujer que se dirigía hacia La Catedral.
—Parece una estatua, es perfecta.
—Una estatua que se mueve con la gracia de una pantera.
—¿No me digas que sabes tú cómo se mueve una pantera?
—Como un gato, como un felino, lo he escuchado decir muchas veces—Contestó la dama de compañía sin mover un músculo de su cara, absorta en la figura la mujer de la plaza.
Las mujeres vieron a don José toparse con ella.
—Son dos comparsas iguales, los esclavos de una y otra se contorsionan igual, pero el parasol de la marquesa es finísimo.
—Claro, si es la mujer más rica de la Real Audiencia.
Filomena se alejó de la ventana cuando vio que la marquesa se perdía por la puerta de La Catedral y dijo:
—¿Sabían que su marido la raptó en Lima cuando era una niña y se la trajo custodiada por cien negros?
—Yo no lo sabía—Contestó María Luisa sin moverse de la ventana.
—Ay, Señora. Usted conoce a la marquesa y todo el mundo comenta lo que fue su rapto, es lo más romántico que ha pasado en todo el Virreinato.
—Pues no lo sabía y si me lo han conta-
do no he puesto atención, todos cuenta unas historias tan fantásticas que ya ni las escucho—Volvió a tomar asiento y preguntó—¿Es criolla?
—Sí, vive con su marido en La Ciénega, una de las tantas haciendas de Gregorio Matheu de La Escalera.
Doña María Luisa se puso las manos en el pecho y exclamó:
—¡Es la esposa del marqués de Maenza! Yo conocí a Gregorio en una velada en la casa de Artemio López, estaba solo, sin su mujer. Me pareció un hombre singular, tan atractivo…Diría que es muy guapo, al menos tiene una prestancia, un saber estar, me parece un hombre irresistible.
—Deben estar en Quito para asistir a la recepción que su merced está preparando para recibir a la misión geodésica, a los franceses que vienen con dos españoles—Dijo la dama de compañía.
—Todos los criollos nobles y ricos de la Audiencia han sido invitados, Quito está lleno de estos provincianos acaudalados.
—Filomena—Dijo María Luisa mirándola fijamente—quiero que vayas a la Catedral y te presentes a la marquesa como sobrina mía que eres, la saludas y le pides que suba un ratito a conversar conmigo.
La joven se levantó como un resorte de su asiento y dijo:
—En éste momento salgo para hablar con ella.
—Espera—Le dijo María Luisa—No te olvides de salir con dos criados, no puedes andar sola.
—Ni que fuera tan peligroso—Protestó Filomena.
—La reputación vale más que el oro, una mujer de tu clase no sale sola.
—Bueno, pero me voy a demorar hasta encontrar mi séquito.
—Ningún séquito, he dicho dos sirvientes, no te hagas la muy sabida.
Filomena salió del Palacio de La Audiencia, dos hombres armados la acompañaron y un muchachito llevó su almohadón. Ya dentro de la catedral se arrodilló muy cerca de la marquesa y pudo ver sus manos blancas de las que pendía un rosario de corales con una cruz de esmeraldas. Esperó a que la misa terminara y salió antes que el cura la recriminara por llegar tarde al oficio. Se tapó con el rebozo para evitar el viento que se levantó en ese momento. Se acercó nerviosa a la marquesa y le dijo:
—Señora, quisiera hablar unas palabras con usted.
—¿Nos conocemos?
—Vengo con un recado de doña María Luisa Bejarano, la esposa del Presidente Dionisio Alcedo, quiere que su merced suba a hacerle una visita.
La marquesa abrió su abanico y se cubrió la cara, enseguida lo cerró y la tocó en el brazo, le dijo con voz suave:
—Vamos, señora. No se debe hacer esperar a la esposa del presidente. Ordenó a sus esclavos que la siguieran e invitó a Filomena a caminar bajo el parasol que se quedó corto para proteger el cutis de las dos. En pocos pasos llegaron al palacio de la Audiencia
y subieron las escalinatas, los esclavos se quedaron haciendo guardia a la entrada.
—No me ha dicho cómo se llama.
—Filomena, soy sobrina de doña María Luisa
—Yo soy Mariana Aranda.
—Me han dicho que vive cerca de Latacunga—Dijo Filomena mientras caminaban por los pasillos de la casa de gobierno.
—Así es, llegamos a Quito hace poco. A Mariana le pareció el palacio de La Audiencia una casa muy pobre al lado de la suya y sintió el frío de las habitaciones y la sobriedad de las paredes desprovistas de adornos, le pareció un cuartel. Subieron unas escalinatas y entraron por la puerta que les abrió un guardia, era la habitación de una mujer madura que se levantó de su asiento, despidió a la dama de compañía y la saludó.
—Mi querida Marquesa, no sabe el gusto que me da que haya aceptado mi invitación.
—Pensé que no se debía desobedecer a la esposa del presidente—Contestó Mariana y se sentó donde le señaló María Luisa.
—Bueno, bueno. Me alegra que sea tan obediente, así la puedo mirar de cerca.
—¿Y qué ha visto?
—Una mujer extraordinariamente hermosa.
La marquesa bajó los ojos y se sonrojó. María Luisa dijo:
—Supongo que está en Quito para asistir a la recepción de los miembros de la Misión Geodésica Francesa.
—Así es. Hicimos el viaje a Quito por su invitación.
—Me imagino que vino con su esposo.
—Por supuesto—Mariana sonrió y dijo—Mi marido jamás permitiría que viaje sola.
Doña María Luisa y Filomena se estremecieron levemente al recordar que Gregorio Matheu de La Escalera la había raptado siendo muy niña. Filomena le preguntó:
—¿Tiene usted hijos?
—Tengo seis—Contestó mientras bebía un sorbo de agua que fue lo único que aceptó tomar.
—Pero es demasiado joven, no parece que haya parido nunca—Le contestó María Luisa.
—Me casé muy jovencita…
—Debe haber sido una niña—Le interrumpió María Luisa que de pronto sintió lástima por ella.
—Sí, era casi una niña—Las miró con ojos misteriosos y continuó—Conocí la felicidad en la casa del marqués.
Todo el mundo sabía que muchas mujeres se casaban siendo unas niñas y que con el tiempo se convertían en mujeres melancólicas, no se imaginaban que pudiera existir alguien como la marquesa que parecía no haber tenido hijo jamás. Su talle era tan esbelto que se quebraba cuando caminaba, no tenía una arruga y parecía alegre y despreocupada,
pensaron que un matrimonio bien llevado hace maravillas.
—¿Ustedes creen que estos franceses vengan a espiarnos?—Preguntó Filomena mientras tomaba una mistela dulce y aguardentosa.
—Pues sí—contestó María Luisa—últimamente se ha despertado el interés en muchos países de Europa por estas colonias, por eso el rey, nuestro señor Felipe V dio permiso de entrar en la Audiencia de Quito a estos franceses siempre que vinieran con ellos los dos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
—Doña María Luisa, mi marido y yo estamos encantados con asistir recepción en honor a los franceses y a los dos españoles—Dijo la marquesa y espió por la ventana para ver lo que sucedía en la plaza—Me gusta Quito, es la primera vez que vengo.
—¿La primera vez…Acaso el marqués la ha tenido secuestrada?
—Secuestrada desde el día en que me conoció, pero en esta ocasión he viajado junto a él para atender la invitación de sus mercedes.
—¡Ay, mi querida marquesa! El gusto es nuestro, no siempre se encuentra en un salón a dos jóvenes como usted y el marqués.
—Usted ya conoció a mi marido—Dijo cambiando ágilmente de postura para ponerse frente a ella, la miró directo a los ojos y le preguntó—¿Le parece que es muy apuesto?
—¡Ay, doña Mariana…yo diría que sí! Se volteó hacia Filomena que dijo:
—No lo conozco, pero he oído que es joven y el hombre más rico del Virreinato.
Mariana le hizo un cariño en el regazo, Filomena se lo devolvió y las dos se entrelazaron por un minuto las manos. La marquesa le preguntó:
—¿Ha amado alguna vez?
—Una mujer no puede amar si no es al escogido por la familia.
—Eso es otra cosa, lo que pregunto es si ha amado alguna vez.
María Luisa se bebió el resto del agua que había dejado su sobrina sobre una mesita.
Filomena dijo:
—Una vez me sentí atraída hacia un muchacho de cabellos oscuros y mirada melancólica, pero como no tenía dinero se metió a sacerdote. Lloré mucho y enfermé, luego pasó el tiempo y lo he visto en las procesiones tan contento y soberbio que se murió el encanto—Se pasó la mano sobre su cabello recogido y luego exhaló un largo suspiro para concluir—Nadie tiene la suerte suya.
—Si quieren les cuento un poquito.
María Luisa echó a los sirvientes con un ademán de la mano y les dijo: —Vayan a hacer cosas de provecho y cuidado con oír tras de la puerta. Los sirvientes se retiraron de mala gana, parecía que les pesaba cada movimiento. Las mujeres se sentaron alrededor de una mesa baja, Filomena trajo la botella de cristal y tomaron mistelas para escuchar la historia. La marquesa dijo:
—Yo no quería casarme, mi mamá me obligó porque estaba sin un peso—Entornó los ojos y les preguntó—¿Sabían que ya no teníamos ni para alimentarnos? Los criados eran unos maleducados que no querían hacer sus labores y decían que ya era más de siete meses no se les había pagado, solamente contábamos con la ayuda de nuestros esclavos. Mi madre a pesar de ser tan díscola, no quiso vender ni uno sólo, los quería mucho.
—¿Era tan grande la ruina en que estaban?—Preguntó María Luisa, reclinada hacia adelante con su copa de mistela entre las manos.
—Pues sí, por eso mi madre aceptó la extraordinaria proposición que le hizo Gregorio: Si aceptaba que yo me casase con él, le pagaba todas las deudas y en-
cima le daba una renta fija por el resto de la vida. Mi madre aceptó al instante. —¿Y usted?—Preguntó Filomena.
—Yo me moría del miedo, sobre todo cuando mi madre me dijo que debía obedecer y complacer a mi marido en todo lo que mandara. ¿Se dan cuenta del horror?
Las dos mujeres asintieron con la cabeza y bebieron más mistela.
—Me raptó el mismo día de la boda, no permitió que bailara ni departiera con mis amigos. Lo odié y rechacé mientras pude.
—¿Mientras pudo?—Filomena apretó la copa con sus manos nerviosas.
La marquesa exhaló un suspiro y contestó con la mirada fija en su regazo:
—Durante el viaje tuve que someterme a su voluntad, viajamos con cien negros y sesenta muleros. El viaje era tenebroso, y sin embargo…
—¿Sin embargo, qué?—Preguntó Filomena después de vaciar su copa..
—Es un poco penoso contar tanta intimidad.
—Por favor no se detenga, estamos entre mujeres y esas cosas se cuentan a las amigas.
—Bueno, cuando el marqués me
tomó entre sus brazos tan fuertes y seguros supe que era el momento en que debía obedecer y complacerlo como me había ordenado mi madre, entonces opté por la sumisión total y dejé que él hiciera lo demás…Lo que no imaginé es que su abrazo me gustara tanto.
Las mujeres bajaron la vista y en el silencio se escuchó las campanadas de la iglesia. La marquesa se levantó y dijo:
—¡Dios mío, qué tarde se ha hecho! Tengo que dejarlas—Se levantó del asiento.
—¡Ay, qué pena, estaba tan agradable su compañía!
—Lo bueno es que nos veremos pronto en la fiesta de los franceses.
—Ay, sí. Tenemos que prepararnos, ya falta poco—Dijo María Luisa y se puso de pie.
Se despidieron frente a la puerta y cuando Mariana salió escuchó el rumor de los pasos de los sirvientes corriendo a esconderse, en el pasillo encontró un guardia de palacio que la escoltó hasta dejarla con los esclavos y sirvientes
que la esperaban en la calle. Adolfina se acercó con el quitasol para protegerla de la luz y le preguntó:
—¿Cómo le fue su merced?
—Bien, ya todo Quito conoce mi historia de amor.
Mariana se dirigió a su casa entre el cortejo de esclavos y sirvientes. La llamaban la Casa de Santa Catalina por estar frente al convento de monjas de clausura. Entró por el zaguán, se separó de los esclavos y subió las escaleras de piedra que llevaban al segundo piso para dirigirse a su estrado. Atrás iba Adolfina con los pies descalzos, la falda roja y las cintas en el cabello minuciosamente trenzado. Mariana abrió la puerta y sintió un viento extraño. Se estremeció un poco y dijo:
—Algo pesado hay aquí, Adolfina. Miró las arañas de cristal que pendían del techo, le gustó la alfombra de diseños florales que daban un armonioso colorido a toda la habitación. Se acercó a una virgen de tamaño casi natural que
la asustó un poco, pero era tan bella talla, tan fino el policromado que supo que no era eso lo que le molestaba. Tampoco las tallas de ángeles y arcángeles, ni los cuadros religiosos y pastoriles, ni el reloj de bronce rodeado de ángeles que nunca atinaba con la hora. —No sé, Adolfina. Abre las ventanas para que entre aire, hace tanto tiempo que todo ha estado encerrado.
Adolfina abrió las ventanas y el aire se arremolinó por los sillones como si los quisiera limpiar. Una liviandad entró por la ventana y las cortinas de gasa que tapaban parte de la pared del frente se agitaron. Mariana se acercó rápida, le pareció que una fuerza misteriosa intentaba levantar los velos de algún secreto. Parecía hipnotizada cuando vio el cuadro de una mujer majestuosa, vestida y enjoyada como una reina Se fijó en los ojos verdes y se asustó. Son intensos, demasiado autoritarios, pensó.
—¡Dios mío, esto era lo que tanto pesaba en la habitación!
—¿Por qué? Es una mujer muy bella, no creo que haga daño a nadie—Contestó Adolfina ensimismada en la pintura.
—Por eso mismo, Adolfina. ¿No ves que es doña Rosa De La Escalera, la madre de Gregorio? En la Ciénega hay otro de sus retratos
—Pero esta casa era de su propiedad…
—Igual que todo, por eso debe salir de mi estrado. Ahora soy yo la dueña de esta casa.
—Pero si la saca de aquí se puede molestar la finada, me da miedo.
—No.La vida tiene que seguir su curso y éste es el estrado de una marquesa joven, voy a pasar muchos años en éste lugar, tiene que tener mi sello.
— ¿Quiere que llame a Ismael para que quite el cuadro?
—Sí, lo vamos a colocar a la entrada del oratorio, es el lugar en el que debe estar la antigua dueña de la casa. Cuando Mariana se quedó sola examinó el cuadro con atención y descubrió que la mujer tenía a su lado derecho una virgen sin alas y con el vientre abultado sobre una repisa semi oculta. Se puso el índice en la boca y se dijo a si misma: ¿Será parte de la composición que hizo el pintor, o la señora tenía esa virgen en su estrado?
Adolfina corrió en busca de Ismael y lo encontró arreglando un ladrillo en el corredor.
—¿Qué andas gritando, negra mala?
—La marquesa quiere que vayas al estrado en éste momento, lleva todo lo necesario para cambiar un cuadro. Ismael entró en el estrado con los clavos y el martillo.
—Buenas tardes, su merced. Me dijo Adolfina que me necesita. Mariana se estremeció un poco y contestó sin dejar de ver el cuadro.
—Saca éste retrato de ipso facto.
—En seguida su merced. ¿Lo guardo en la bodega?
—No, lo vamos a colocar a la entrada del oratorio.
Cuando Ismael vio el cuadro sintió que un viento le cruzó la espalda, y supersticioso como era, se atrevió a preguntar.
—¿Es la madre del marqués? A lo mejor el amo se va a enojar mucho.
—No. No te asustes que no va a pasar nada y si se enoja será conmigo, no contigo. Además la vamos a poner en un lugar más importante, ella va a reinar en la espiritualidad de esta casa. Yo, en todo lo demás.
Ismael comenzó a temblar. “Me está dando un mal de aire y se me están quitando las fuerzas”, pensó mientras salía con el cuadro para colocarlo donde le ordenó la marquesa.
Mientras tanto, Rebeca escuchó el sonido de los cascos golpeando el empedrado en el patio de los caballos y reconoció el alboroto que se armaba cada vez que venía el marqués acompañado de sus mayordomos. Se limpió las manos en el delantal que luego tiró sobre
una mesa y corrió al patio trasero para presentarse ante Gregorio.
—¿Cómo está la marquesa?
—Muy bien, señor. Está en su estrado, bordando junto con Adolfina.
Gregorio se encaminó hacia el lavamanos y esperó a que Rebeca le diera el jabón y le echara el agua que ya estaba lista. Cuando vio a Ismael, le ordenó:
—Ven conmigo.
Ismael lo siguió
—¿La marquesa sigue en el estrado?
—Sí, su merced.
Gregorio salió de su habitación y se dirigió al estrado, abrió sin tocar y cuando vio a Mariana bordando en un bastidor, se acercó sin hacer ruido y la levantó tomándola del brazo. A ella se le escurrió la labor que cayó sobre la alfombra.
Un rato después conversaban sentados frente a frente en una esquina.
—¿Cómo están los guaguas?—Gregorio tenía la vista fija en el tapete de la mesa.
—Juegan en el jardín.
—¿Con Rebeca?
—No, con Pastora y José Manuel. Rebeca está aquí porque sabía que llegabas. El marqués se estiró en su silla y se tocó los labios en un gesto muy suyo. Ella le contó:
—Cambié de lugar el retrato de tu madre, doña Rosa.
Gregorio buscó el lugar donde siempre había estado el cuadro, y al verlo vacío, dijo:
—Eres el ama y puedes hacer lo que quieras; añade cosas, quita otras, que-
ma lo que no te guste—Sus ojos brillaron.
Mariana le agradeció con una sonrisa, se acomodó el cabello que lo tenía revuelto, se arregló el escote y continuó:
—Se asustó el negro Ismael al cambiar el retrato, dijo que a lo mejor te molestabas mucho—Se sacudió el vestido— Yo le dije que te molestarías conmigo y no con él, sin embargo, el pobre está en una tristeza que da pena.
El marqués se levantó de su asiento y se paró frente a la ventana que daba al patio de los caballos, Mariana se fijó en que aunque parecía absorto en lo que miraba, tenía tensa la espalda. Lo vio pasarse la mano por la nuca como si un pensamiento lo estuviera perturbando, se levantó y tomándolo de la mano le dijo:
—Los niños deben haber regresado, vamos a verlos.
—Vamos
Le colocó sobre los hombros el mantón de fino paño que se le había caído— Hace frío.
Entraron al cuarto donde las niñeras indias y negras jugaban con los niños entre besos y risotadas; les hablaban en quichua, sus hijos hablaban mal el castellano. Gregorio besó a cada uno y les preguntó sobre sus juegos, casi no los entendía porque contestaban todos a la vez, el pequeño Manuel mamaba de su nodriza. Los niños se subieron sobre la espalda del marqués y jugaron hasta que el cansancio los rindió.
Rebeca no se acostumbraba a las
limitaciones de esta cocina que no tenía comparación con la espaciosa y luminosa de la Ciénega, todavía no contaba con un gabinete ordenado y limpio para ella sola. Si vamos a quedarnos un tiempo en Quito tendré que pedir al maestro Jorge que arregle todo esto, pensó, pero se distrajo cuando vio a Ismael y Adolfina conversando en voz baja. Dijo:
—¿Qué les pasa? Secretos en reunión es mala educación.
—Ay, doña Rebeca, es que el amo llegó y se fue directo al estrado.
—¿Y qué tiene eso de extraño, Ismael?
—Doña Rebeca, que el amo se va a enojar mucho cuando sepa que cambié el retrato de su mamá, ya sabe cómo la quería.
—Pero eres bruto, Ismael. El marqués sabe que lo hiciste para cumplir las órdenes de la marquesa, no te asustes por tonterías. Ni que vos pudieras sacar un cuadro así porque sí—Rebeca iba montando en cólera, siempre había tensión cuando el amo llegaba.
Ismael se sentó a la mesa donde se amasaba el pan, puso los brazos sobre el tablero pulido y hundió la cabeza, exhaló un suspiro. Rebeca se acercó y le pasó la mano sobre la cabeza, sintió la tensión en su musculatura y la angustia de su cuerpo fuerte. Le dijo:
—¿Por qué te asusta tanto el cuadro de doña Rosa?
—No sé, todos los retratos de la finadita patrona tienen algo pesado, voy a tener pesadillas hasta que me muera.
—A ver, doña Rosa ya está muerta.
—De muerta es más poderosa.
—¿No estarás con mal de aire?
En ese momento entró Pastora que saludó:
—Buenos días, su merced mama Rebeca.
—¿Qué vienes a hacer, con quién dejaste a los guaguas?
—Con doña Adolfina tan están, su merced, vine a llevar agua de cedrón para la ñuño que está con sed.
—Bueno, la cocina está apagada así que tienes que encenderla, ojalá la longa nodriza no se haga la bien servida y amamante bien al niño Manuel—Dijo Rebeca y salió.
Cuando Pastora se quedó a solas con Ismael lo vio temblando de la cabeza a los pies, luego encendió la cocina con la leña que había debajo del fogón.
—¿Don Ismael, quiere que le haga una limpia rapidita?
—Bueno, haz lo que quieras pero ayúdame que siento que me voy a morir. Pastora llenó un vaso con agua hasta la mitad y encendió una vela de cera de abeja que tenía guardada junto con unas hierbas. Tomó uno huevo de una canasta, lo lavó y lo secó.
—Le voy a pasar el huevo.
—Pero apúrate que estoy temblando. Pastora le pidió que se parara y abriera los brazos. Le pasó el huevo por el cuerpo y le pidió que se sentara para terminar en las plantas de los pies. Rompió el cascarón y dejó caer el contenido en el agua. Ismael, que estaba sentado frente al vaso y a la vela encendida se horrorizó al ver una mancha negra cerca de la
yema. Pastora rezaba el Padrenuestro y repetía frases en quichua, con su mano callosa hizo la señal de la cruz sobre el vaso y dijo:
—Un espíritu está rondando cabeza y va a estrangular corazón.
—¡Qué dices!—Ismael estaba pálido del susto.
Pastora tenía los ojos semi cerrados y hablaba con una voz extraña entre español y quichua:
—Estos hilos que parecen alfileres, están comiendo corazón. Le voy a limpiar con ruda, marco y Santa María. Se acercó al sitio donde había encontrado la vela y formó un ramo con las hierbas, se acercó a Ismael y le dijo:
—Papacito, ponete de pie y abrí bien los brazos con las palmas de las manos hacia arriba.
Ismael obedeció y Pastora le barrió esta vez con las hierbas que soltaron un aroma penetrante, iba diciendo palabras en quichua.
—¿Querís que te sople?
—Haz lo que tengas que hacer. Pastora regresó al nicho de las hierbas y tomó una botella de trago. Sacó el corcho con la boca y comenzó a escupir con todas sus fuerzas el alcohol al cuerpo de Ismael mientras seguía barriendo el cuerpo con las hierbas. De pronto, todo terminó y el esclavo se sentó rendido de cansancio. Pastora le sirvió una bebida caliente y le dijo:
—Tomá aguita, papacito hasta que te llame el patrón, ya te vas a sentir mejor—Y salió con el agua de cedrón para la nodriza que esperaba en el cuarto
de los niños.
Cuando Ismael vio entrar a un sirviente, le dijo:
—Pedrito, me siento mal y no voy a poder atender al amo, no seas malito, andá tú.
—¿Qué te pasa negro bandido?
—Me siento enfermo.
—Bueno, espero que el patrón entienda.
Ismael entró en su dormitorio y se lavó lo que más pudo, se puso una camisa limpia y se metió en la cama. Durmió como no lo había hecho en toda su vida de servicio, jamás había faltado a sus obligaciones y Pedro entró al cuarto del marqués para relevarlo.
Gregorio, al ver a Pedro en su habitación, le preguntó:
—¿Por qué no está Ismael?
—Su merced, el Ismael está enfermo y me pidió que por esta noche lo atienda yo.
—Vamos, toma un candelabro y llévame al cuarto de Ismael.
Gregorio siguió al criado por los corredores y bajó las gradas de piedra hasta llegar al dormitorio del piso bajo y se detuvo. Ordenó con una seña a Pedro que abriera la puerta y entró. Se acercó a la cama y al ver que el esclavo dormía profundamente, le dijo en voz baja: —Descansa, Ismael. No quiero que te enfermes.
Esa noche Rebeca y Pedro entraron con la cena, los marqueses se sentaron alrededor de la mesa de siempre, se pu-
sieron las servilletas sobre las rodillas y se dispusieron a tomar el primer plato.
—Me gusta lo cariñoso que eres con los niños, sin embargo, estoy algo preocupada porque hablan mejor el quichua que el español.
Gregorio le tomó mano a través de la mesa y los dos se reclinaron sobre la sopa caliente.
—Eso nos ha pasado a todos; mamamos la leche de las nodrizas indias y negras, nos cuidan, nos miman, juegan con nosotros.
—Con razón hablan el español con las erres tan arrastradas—dijo Mariana y se enderezó para mirarlo mejor.
—Así es, por eso hablamos quichua y español desde la cuna, primero el quichua, luego vienen los sacerdotes y nos enseñan castellano, así va a pasar con nuestros hijos, no van a hablar tan limeño y bonito como lo haces tú.
Cuando terminaron la cena, se metieron a la cama y se quedaron un largo rato abrazados mientras escuchaban la lluvia.
—No hay goteras en la casa.
—Claro que sí, lo que pasa es que he ordenado que se cambie todo el tejado, veremos cuánto tiempo dura.
Las velas titilaban suavemente como si quisiera quitarles una gran pena, sin embargo, Mariana no pudo evitar decir: —Sufro mucho por Gregorito, es un niño tan enfermo.
—Mariana, Dios nos ha dado un hijo con problemas graves, nuestro deber es
amarlo mucho y cuidarlo mientras viva. —¿Tú crees que Gregorito no va a vivir mucho tiempo?
—Así, es. Un niño tan delicado como él no está destinado a vivir muchos años— Gregorio se acomodó para mirarla a los ojos y le dijo—Mientras viva lo amaremos como a nuestros otros hijos.
—Me da celos la salud de Manuel, no es justo que sea tan hermoso y fuerte, las criadas lo adoran.
—Es tan hijo tuyo como Gregorito, no lo olvides nunca.
Mientras tanto, en el piso bajo, Ismael, luego de dormir varias horas despertó pensando por primera vez en lo que sería ser libre: ¿Cómo será tener casa, familia y dinero? Luego descartó esos pensamientos por imposibles, en la Real Audiencia de Quito un negro jamás sería libre, tendría que contentarse con el techo, la comida, la ropa y la amistad del marqués, sabía que estaba mejor que muchos, incluso españoles blancos que comían un día sí y otro no. Metido en su cama miró su cuarto humilde pero aseado, había aprendido del marqués algunas cosas como limpiar el lugar donde vivía. Era ya muy tarde en la noche, la luz de la luna era tan clara que podía ver sus pensamientos deambulando por el tumbado. Se echó boca arriba y observó la cal del cielo raso sin una mancha, lo bueno de vivir en los bajos de la casa es que no hay goteras, pensó mientras recorría con la mirada el armario y la cómoda donde
guardaba su ropa. El marqués le había regalado piezas muy finas, la más linda de todas era el tocador del lavamanos donde reposaba una lavacara y una jarra de porcelana que el cuidaba con esmero.
Ismael se puso en guardia cuando vio moverse la manija de la puerta y entró Adolfina iluminada por la luna, le hizo un puesto en la cama, ella se estrujó contra su pecho y le dijo:
—Por fin estamos solos. Los niños y la marquesa dan tanto trabajo que tengo las piernas a punto de explotar.
—Ven, te doy un masaje para que te calmes—Le contestó Ismael demasiado cansado como para hacer el amor.
—Tú también estás cansado, se te nota—Dijo Adolfina entregando la otra pierna.
—Adolfina, me quiero casar contigo.
—¡Eso es una locura!—Exclamó Adolfina sentándose bruscamente sobre la cama.
—No lo creo, la marquesa nos puede ayudar, seguro que si hablas con ella…
—No.
—Manuelita, dejemos que pasen las fiestas de los franceses y se lo digo al marqués, seguro que le va a gustar más que si sabe que dormimos juntos.
—¡Ay, Ismael! Qué tonto eres, si aquí to-
dos duermen con todos desde siempre.
—¿Quién por ejemplo?
—Todos; los esclavos, los sirvientes y la señora Rebeca con el señor Paul.
—¡No!
—¡Sí!
—¿Y cómo sabes tú eso, negra bandida?—Le preguntó Ismael, preso de un deseo lujurioso. La desvistió.
—Porque tengo ojos y veo en la oscuridad, tengo orejas y oigo, en las noches, como rechinan los picaportes y los suspiros y gritos de gusto de la planta baja. Don José piensa que son almas benditas arrastrándose con cadenas por la casa, no sabe que son las camas crujiendo—Contestó ella sin poder decir más porque sintió el poderoso embate de Ismael rasgándole la piel.
A esas horas, después de la lluvia, los magnolios del patio desprendieron su aroma. Ismael y Adolfina dormían, pero de repente, ella se incorporó y sacudió a Ismael para que escuchara una conversación al pie de la ventana de su piso bajo.
Ismael, que se moría de sueño le dijo: —Pero si ya sabes que que siempre se paran los chumados a conversar cerca de la ventana, les gusta el olor de las magnolias.
—¡Chist!—le dijo Adolfina con el dedo
en los labios—Oye que esto es diferente.
Ismael, ya sin sueño se sentó en la cama y escuchó a los hombres que se habían arrimado a la pared que daba a la calle:
—Parece una ciudad salida de un cuento—Dijo uno con acento francés.
—Sí, es una ciudad llena de armonía, Alcedo se ha dedicado como pocos presidentes a adecentar Quito—El hombre que se había detenido junto al francés levantó el índice para señalar a la distancia—fíjese, señor De La Condamine, Alcedo construyó el arco de la reina, terminó el Palacio de La Audiencia y levantó el puente de La Merced, antes era imposible cruzar al otro lado, era casi como viajar a otro país, mucha gente moría en el intento.
—¿Es eso verdad?
—Pues sí, y se arriesgaba la vida caminando en la noche como lo hacemos en este instante. Ahora hay guardias que dan seguridad.
—Tengo entendido que el presidente es un hombre de capa y espada, no un togado y por eso hace cumplir la ley implacablemente.
—Así es, señor La Condamine, en 1734 ordenó la quema en la hoguera de dos vecinos de Quito por haber falsificado moneda.
—¿Los quemaron vivos?
—Sí, señor. Cumpliendo la ley, fue hace dos años, en 1734.
Ismael y Adolfina vieron por la ventana al extranjero taparse con la capa porque el frío era intenso y lo escucharon decir:
—No puede pasar esto en un lugar donde los magnolios huelen tan bien.
—Cambiando de tema, señor De La Condamine, en esas habitaciones iluminadas por la tenue luz de la luna se ama mucho.
—Parece que usted sabe demasiado para ser un jesuita—dijo La Condamine.
—Los pecados de los quiteños me los conozco al dedillo—Contestó el que debía ser el jesuita y soltó una carcajada.
Ismael y Adolfina se subieron a una mesa para ver con mayor comodidad por la ventana alta y enrejada, casi podían escucharlos respirar.
Mientras tanto, en la calle, los dos hombres emprendieron el regreso al convento de los jesuitas donde se alojaba el académico francés.
—Por favor, necesito lavarme y dormir, estoy tan cansado.
—Enseguida, señor La Condamine, vamos al convento, a estas horas nadie puede ver en el estado lamentable en que se encuentra.—Apuró el paso y le dijo— tendrá que permanecer oculto en el convento hasta que llegue su equipaje, los hermanos se han encargado de ordenar que traigan todas sus pertenencias desde Guayaquil. Ismael y Adolfina bajaron de la mesa y se metieron en la cama.
—Ya se van.
—Sí, ya no se oye nada, mejor duérmete Adolfina que mañana hay que trabajar. Cerraron los ojos y se durmieron pacíficamente.
—¡Ismael!—Exclamó de pronto Adolfina que se había sentado en la cama.
—¿Qué pasa? Deja de molestar que tenemos que dormir.
—Acabo de caer en cuenta que el que tenía acento francés es el señor Charles de La Condamine. Ya llegaron los otros franceses y sólo faltaba éste. Hay que
avisar a los amos.
—Pero ¿qué les puede importar?
—Todo importa, parece que las autoridades de la Real Audiencia no quieren ayudar a los franceses, entonces, los criollos quieren ayudarlos. Ya quiero que amanezca para contarle a la marquesa.
—Si no te duermes te saco de mi cuarto, no quiero estar cansado mañana.
—Sí, sí—Contestó Adolfina haciéndose un ovillo y murmuró—El señor Godin ya llegó con los otros y está furioso por que el señor La Condamine no se reunió con él para llegar a Quito juntos y según dice la marquesa, no se preocupó de traer las maletas desde Guayaquil, o sea que el señor La Condamine no tiene ropa para ponerse.
Ilustración Retrato de una dama novohispana no identificada colección.
Museo de Historia Mexicana, catalogación. Juan Carlos Cancino.
El 8 de junio de 1736, La Condamine se despertó sin recordar dónde estaba; la luz entró por la ventana alta y aclaró un dormitorio desconocido, pudo ver una cómoda con floreros y una cesta de frutas. Cerró nuevamente los ojos y recordó el calor abrumador de las selvas, los piquetes de mosquitos, las fiebres que lo debilitaron tanto, días que se hacían insoportables, noches que llegaban abruptamente. Sin embargo, su deseo de llegar a Quito y ver el brillo nuevo de las estrellas lo impulsaron a seguir y llegar flaco y mal vestido, casi sin fuerzas. Se le hizo difícil recordar dónde estaba hasta que se sentó al borde de la cama y vio un bacín, un mueble para su aseo personal, una caja que decía “cincuenta libras de chocolate”, azúcar, un molinillo y un hornillo. Siguió examinando y se encontró con un cajón de bizcochos y golosinas quiteñas.
Recordó que estaba en el convento de los jesuitas. Recorrió con la mirada la habitación y sus ojos se detuvieron en un escritorio cubierto con un paño azul, se levantó y pasó la mano por cuadernos, papel, plumas preparadas, tijeras, arenillas, tintero y cortaplumas.
—¡Esto es lujo, civilización!—Exclamó y se sintió bendecido.
La Condamine se aseó lo más que pudo y se puso la ropa un poco burda que encontró sobre una silla. Se miró en el espejo y desaprobó su atuendo, no era elegante como el que usaba en París, pero como no tenía nada más se encaminó hacia el refectorio donde le habían guardado el desayuno, se sentó junto al rector y le dijo:
—No sé cómo agradecer tanta gentileza, estoy abrumado —Espero que haya dormido bien y haya encontrado todo de su agrado.
—Imagine lo agradecido que estoy, no esperaba tanta comodidad, la hermosura del lugar conmueve.
—Termine su desayuno para que visite los tesoros que tenemos aquí. Momentos más tarde, La Condamine seguía al rector por el templo de La Compañía. En silencio estudió la belleza casi perfecta de la iglesia y del gran conjunto del altar mayor dorado desde el suelo hasta la bóveda. El padre jesuita lo dejó admirar los labrados y arabescos de alto relieve de oro fino que reposaban sobre un lecho de color rojo encendido y barnizado. La Condamine, absorto no se dio cuenta de la cantidad de gente que entró a esa hora a rezar, sabía que la misa se oficiaría más tarde, era su presencia la que causaba tanta curiosidad, sin mediar palabra se adelantó al padre y regresó a los patios del colegio por una puerta trasera.
El jesuita lo siguió y La Condamine se adentró en el Colegio para seguir por el corredor largo que parecía la calle de un pueblito por lo ancho y dilatado, el padre lo acompañó y le preguntó:
—¿Por qué tanta prisa?
—Padre, no puedo presentarme en ésta traza, soy un académico reconocido y he extraviado mi equipaje.
—No hombre, no. Su equipaje debe demorar una semana nada más y podrá usar su ropa para hacer la visita al Presidente de La Audiencia.
—Padre—Se detuvo y dijo con un ademán de la mano—Godin es el jefe de
la misión y sé que está furioso conmigo porque tomé otra ruta para llegar a Quito, mi interés es meramente académico—Se pasó la mano por la frente y dijo—Godin, aprovechando que es el jefe, ha dilapidado dinero que no es suyo.
Sin darse cuenta habían entrado en un patio fragante, sembrado de plantas medicinales. Olvidó lo que decía y se detuvo ante un arbusto de un aroma intenso. Se acercó para oler las hojas y se puso a observarlo con tanto interés que parecía ser lo único que le importaba en el mundo.
El padre jesuita le tocó en el hombro y le dijo con la voz y el tono que utilizan los religiosos.
—Mi querido amigo, este arbusto es el Cedrón, especie nativa de estos lugares y es excelente para los malestares estomacales, las vías urinarias y no tener fuga.
La Condamine vio que había mucho de esos arbustos aromáticos. El padre, al ver su interés, le explicó:
—Estamos en el patio de la botica, aquí se preparan mezclas para la venta. Mire, esas flores azules se llaman iso y sirven para las vías respiratorias, éstos arbustos son los tilos americanos y estas especies de plantas mentoladas son los tipus. Una mezcla de flores azules con tilo y tipu es mano de Dios para la tos y los bronquios.
—Muy interesante el colegio—Comentó
La Condamine y continuó su recorrido por el edificio de ladrillo y piedra tan
bien labrada que le sobrecogió.
—Tendrá mucho tiempo para recorrerlo, la semana que pase aquí la va a utilizar conociéndolo, es uno de los orgullos de Quito.
La Condamine consideró que pasaría visitando ese lugar que lo maravilló por hermoso, sobrio y a la vez ricamente adornado con el oro de los indios. Se detuvo al borde del riachuelo que pasaba por el adoquín y alzó la mirada para descubrir que arriba, en un lugar apartado había una edificación larga y estrecha, se quedó observando y el sacerdote dijo:
—Esos son los servicios higiénicos— Señaló la construcción elevada con el índice y continuó—Desde ahí arriba se botan los desperdicios en este río que crece mucho en ciertas épocas.
—¡Qué comodidad, padre, qué lujo! El padre notó que La Condamine estaba cansado. Le puso la mano en el hombro y le dijo:
—Lo veo agotado, tómese una siestita. —Creo que tiene razón, a lo mejor me tomo toda esta semana para descansar. —Vaya, vaya. Un viaje como el que ha hecho cansa bastante. No sabe lo mucho que va a dormir por unos días.
La Condamine recorrió los patios y corredores largos y escrupulosamente limpios que lo llevaron hacia su dormitorio, bajó la mirada para observar sus zapatos viejos pisando los ladrillos rojos y cuadrados, alzó la vista y vio las columnas de piedra que sostenían el edificio tan singular y diferente a
todo lo que conocía. Por fin llegó a su cuarto y se desplomó sobre la cama, se durmió sin cerrar los cortinajes. Un sirviente entró sin que él lo supiera, le quitó el calzado y lo tapó con una colcha de lana que estaba doblada sobre el pie de la cama. No sintió nada y se acurrucó con cara de placidez hasta que unos golpecitos en la puerta lo despertaron:
—Señor, Condamine, dice el padrecito que ya venga al refectorio, que ya está lista la comida
La Condamine se olvidó momentáneamente del idioma español y no entendió, además lo habían sacado de un sueño delicioso. Refunfuñó, pero volvió a escuchar los golpecitos y la misma voz bajita que le insistía:
—Señor Condamine, el padrecito le espera, van a comenzar a leer en el refectorio—Como el francés no contestara, la voz continuó—Se va a enfriar la sopa, por favor le están esperando.
La puerta se abrió y un sirviente indio entró para ayudarlo a calzarse y arreglarse el cabello para ir al comedor. Le colocó una peluca que a La Condamine le pareció horrible:
—Ya no sé qué horas son ni cuánto tiempo he dormido—Y se miró en el espejo.
Avanzó por el corredor y cuando culminó la ascensión de los ocho escalones de piedra grande y pulida lo deslumbró el sol con una potencia inusitada, sus ojos se fueron acostumbrando poco a poco al destello del mediodía y se dio cuenta que estaba en un patio más grande que los otros, en la mitad una
fuente de piedra hacía de surtidor de agua. El patio, que era un cuadrado irregular, tenía dos palmeras de cocos chiquitos, una buganvilla morada, unos arupos rosados, una higuera y un limonar. Cuando llegó al refectorio se sorprendió de que estuviera tan oscuro, esperó un momento en la penumbra, todavía tenía el sol en los ojos.
Se sentó en una de las mesas y poco a poco se fue acostumbrando al claroscuro del refectorio. Descubrió un púlpito dorado, soberbio como para una iglesia. Charló y bebió con los religiosos mientras sus ojos de académico contaban el número de cuadros, imágenes y muebles de maderas talladas, doradas y esmaltadas. Al fondo, en el torno de la cocina, habían colocado una ronda de vasos pequeños de cristal con licor que un lego repartió en su mesa.
—Son mistelas, un poco dulces—Le dijo el rector.
—Se están tomando demasiadas molestias por mí, padre.
—Todo lo contrario, tener a un académico de su talla es un honor para el colegio, nos puede ayudar mucho con sus conocimientos.
—Entonces, si me permite puedo impartir clases de astronomía, física y matemáticas. De esa manera pudiera pagar en algo lo mucho que hacen por mí.
—Sería magnífico aprovechar el tiempo que usted estará con nosotros hasta que llegue su equipaje, espero que nadie lo moleste.
La Condamine se sirvió otra mistela y dijo:
—Nadie sabe que estoy aquí, sin embargo siento miles de ojos puestos en mí, aún a través de estos gruesos muros—Se secó la boca con la servilleta blanca larga y dijo—Usted no puede comprender lo importante que es estar bien vestido, soy francés y no lo puedo evitar, a más que si me presento ante la gente o las autoridades de la ciudad con esta ropa, pueden tomarlo como agravio.
—En eso tiene usted toda la razón, espero que nadie se haya enterado de que está aquí y pueda hacer una buena impresión con la sociedad.
Tomaron café y más mistelas hasta que se hizo tarde y La Condamine pidió retirarse a sus habitaciones, el sirviente apareció de la nada para acompañarlo por los corredores que en ese momento le parecieron un laberinto. Llegó a su cuarto y se dedicó a escribir sus impresiones y los recuerdos del viaje.
Louis Godin caminaba por las calles de Quito acompañado de su comitiva y los guardias que había mandado la Presidencia de la Real Audiencia para recibirlo como a un héroe. Sin embargo, estaba preocupado porque le habían dicho que el presidente no estaba contento con su llegada. Se detuvo un momento para respirar, le faltó el aire.
El guardia lo esperó y le dijo: —Señor, tiene que acostumbrarse poco a poco a la altitud de Quito, en unos días respirará normalmente.
Godin iba tan bien vestido que la gente se detenía a mirar su peluca impecable y la capa que ocultaba su espada
al cinto. El agua corría por la mitad de la calzada, las fachadas de los templos eran imponentes y a la vez dulces como el ánimo de los indígenas que había conocido. La vida bullía en las ropas de colores intensos, en los burros cargados de alfalfa. Le pareció que la selva alimentaba misteriosamente a Quito, ciudad de altura y páramo. Todo está conectado con hilos delicados fluyendo en secreto, pensó. Dejó sus cavilaciones al encontrarse a las puertas de la casa de gobierno.
Siguió al guardia y atravesó el patio de piedra y las arquerías de bóvedas falsas sin que los soldados lo detuvieran.
Atravesó portones, notó que había corrientes de aire y se abrigó con la capa, pasó de la luz brillante del sol al frío de los cuartos oscuros y húmedos por donde pasó hasta llegar al despacho del presidente. El guardia le abrió la puerta y entró.
Dionisio de Alcedo, Presidente de La Real Audiencia de Quito no pudo menos que sonreír a pesar de su mal humor cuando vio a Godin admirar el lujo, los oros y la tapicería con que estaba adornado su despacho. Lo miró con ojos fieros y Godin, que no pudo disimular su asombro dijo:
—Excelencia, su gabinete parece más una residencia principesca.
—Y qué espera, soy español, nací en Europa. Para su información estos territorios pertenecen a la corona española, no debe sorprenderse si el presidente
de una audiencia como la de Quito, dispone de una casa como esta.
—Por supuesto que lo entiendo, excelencia—Godin cambió el gesto y dijo— Sólo que me ha sorprendido ver tanto esplendor luego de atravesar selvas, pantanos, riscos y lugares inhóspitos.
—A propósito de lo cual me gustaría saber dónde están sus amigos, el señor De La Condamine,, por ejemplo. Es una falta de respeto llegar a la ciudad y no presentar sus respetos a la autoridad. Godin lo escuchó con la respiración entrecortada, le era difícil respirar y menos con la indignación al verse recibido con tanta hostilidad.
—Excelencia, La Condamine tomó otro camino y no sé cuándo llegará—mintió.
—Parece que está mal informado, yo he escuchado que está donde los jesuitas, así que mejor lo visita y le dice que venga a rendir cuentas conmigo.
—Excelencia, soy el jefe de la Misión Geodésica Francesa, estoy aquí para comandar el trabajo de medir el arco del meridiano, tengo poder para tomar cualquier decisión.
—A mí no me interesa ninguna misión científica, ni que quieran medir ningún arco. Este es un territorio joven, rico e inexplorado, tengo mucho cuidado con los extranjeros—Lo miró con ferocidad y le dijo—Cuidamos que no haya contrabando, esa práctica está causando mucho daño a los erarios reales—Caminó hacia la ventana y mirando a través de los cristales dijo—Si he llegado
a ostentar cargos tan importantes en el gobierno español es por mi desconfianza hacia los extranjeros, lo aprendí cuando fui prisionero de guerra en Inglaterra. He combatido al contrabando con mano férrea, por eso estoy donde estoy.
Godin iba a responder pero alzó la vista hacia los ventanales y se quedó tan fascinado, que olvidando la presencia del presidente, se encaminó hacia las ventanas desde donde pudo observar la Plaza Mayor y más allá la campiña de Quito, verde y fértil alargándose hasta los montes y nevados donde parecía encontrar su destino.
—¡Qué portento!—Exclamó como si estuviera solo.
El presidente dio unos pasos hasta quedar junto al francés y extendiendo el brazo le señaló toda la belleza que se observaba desde su despacho, le dijo: —Lo que usted alcanza a ver es una mínima parte de lo que España tiene en éste lado del mundo. Ahora bien, la Real Audiencia de Quito pertenece al Virreinato del Perú y Lima está muy lejos, España aún más, así que la última palabra la tengo yo.
Godin se retiró unos pasos y se sentó sin que lo hubieran invitado, le vino una opresión en el pecho al darse cuenta que no iba a tener el apoyo que tanto necesitaba.
—Señor Godin, comprenda que España tiene muchos enemigos, los peores y más peligrosos son aquellos que
deberían sentirse completamente españoles, pero que se sienten dueños de estas tierras por haber nacido aquí.
Tenga cuidado con la adulación peligrosa que va a recibir de los criollos; son extremadamente ricos y presumidos, tienen extensas propiedades y mandan sobre indios y mestizos como si fueran pequeños reyes con casas de hacienda que parecen palacios y caballos enjaezados en pura plata.
Godin seguía sentado respirando con dificultad, Dionisio de Alcedo mandó a traer un té de coca con raspadura que era lo habitual para los visitantes.
—Es raro que se sienta así si ha pasado ya por sitios altos, pero el mal de altura siempre viene de improviso, sobre todo cuando se camina tan aprisa como lo hizo usted, lo vi por la ventana.
Godin lo regresó a ver, pero en ese instante un guardia le trajo el agua medicinal y el se la tomó poco a poco y en silencio. Dejó la taza vacía sobre una mesita y vio que el presidente, que seguía de pie lo miraba como a un bicho y raro y le dijo:
—A primera vista parece que Quito no debería ser la capital de la Audiencia ni debía haber suscitado tanto interés en los Incas—Lo miró con superioridad y continuó—Como usted ya ha visto es una ciudad dominada por un volcán que erupciona más de lo que debería y tiene tantas quebradas que es difícil caminar y está la altura que tanto le molesta. —Creo que pronto me pondré bien— Dijo Godin.
—Sin embargo, el clima es ideal, la tem-
peratura deliciosa con más frío que calor, pero nunca tan fría ni tan caliente como en Europa, además está en un lugar que durante el Equinoccio el Sol brilla sin rastro de sombra. Godin, enervado por la perorata del presidente, quiso llegar al grano y sacó unos papeles de su casaca y dijo: —Solicito carta blanca para mi trabajo— Le entregó las instrucciones del rey. Alcedo leyó los permisos del rey, su mano tembló pero dijo con aparente calma.
—Está bien, señor Godin, hasta que encuentre hospedaje puede quedarse en el palacio.
—Gracias, ordenaré a mi comitiva que se traslade para acá—Godin hizo una leve reverencia y continuó—Necesito casas, caballos, sirvientes—Se retiró. Alcedo lo vio salir y al quedarse solo se acercó a su mesa y releyó las instrucciones del Virrey “Asista a los astrónomos en todo lo que necesiten; entre sus obligaciones está la de levantar el mapa de las colonias” Aquello interesaba a Alcedo porque él mismo se había lanzado a trazar un mapa de la cuidad de Quito. Pero luego leyó otro párrafo en el que el Virrey decía “Esté atento a que los antes mencionados astrónomos no utilicen sus permisos en cosas que no sean su misión específica que es científica.” Estas últimas palabras hicieron recordar al presidente que las autoridades le dejaban actuar a su arbitrio, estaba solo frente a la llegada de los geodésicos. Se sentó en su escritorio y escribió al Virrey
Su excelencia, Marqués de Villagarcía:
He recibido la visita del señor Godin, jefe de los astrónomos franceses que me ha blandido en la cara las instrucciones del Rey, nuestro señor, mientras exigía que se le dieran casas, sirvientes, mulas y dinero para gastar, todo pagado por las rentas reales.
Estoy muy preocupado por el deterioro que está sufriendo el poder español en estas tierras; las bases de la economía siempre ha sido la venta del paño azul y de los tejidos de los cuatrocientos obrajes de la Audiencia, que han estado en poder español y eclesiástico, pero el precio del paño azul ha bajado mucho debido al contrabando de las telas europeas. Es un golpe para el poder español, los criollos pueden asumir ciertas pérdidas porque son dueños de todo lo demás. El año pasado ya se vio un intento de usurpación de poder por parte de estos criollos cuando el Tesorero Real, el criollo Fernando García Aguado posicionó en el cabildo a toda su parentela. Esto fue una afrenta frontal al poder español, mucho tuve que moverme, gracias a Dios con la ayuda de mi yerno, el Fiscal Juan Balparda y el jefe de los gremios Lorenzo Nates. Ahora, cuando yo deje el poder, viene a posesionarse como Presidente de la Real Audiencia de Quito, el criollo José Araujo y Río que ha pagado veintiséis mil pesos por esta presidencia. Por eso hay que estar con los ojos bien abiertos ante la llegada de estos franceses
que vienen vestidos a la moda de la corte y traen asistentes, sirvientes y esclavos. Cualquier movimiento en falso puede dar poder a los criollos. Sin embargo, creo su excelencia que debemos ayudar a los franceses ya que vienen con permiso del Rey, nuestro señor.
Quito, Dionisio de Alcedo, Presidente de la Real Audiencia de Quito.
Godin salió con paso apresurado, en la calzada lo esperaban Jussieu, Morainville, Couplet, Verguin, Godin des Odanais, Senierges, Hugot y los esclavos y asistentes. Respiró hondo y se acercó al grupo que estaba rodeado de una muchedumbre que les preguntaba cosas y querían tocar sus vestimentas tan ricas y vistosas. Godin ordenó en francés:
—Miembros de la misión, vamos a instalarnos en los dormitorios de palacio, así lo ha ordenado el presidente, y luego en español—Señores guardias, llévenos a nuestros cuarteles.
En ese momento salieron personas de las casas, eclesiásticos de los conventos, sirvientas con el cesto de la compra, todos estaban impresionados con semejante elegancia y con los negros traídos de las islas del Caribe.
—Los esclavos tienen unos instrumentos extraños—Dijo un lego y luego vociferó—Hay que echarlos, son enviados del demonio, vienen con aparatos para hacer brujería.
La muchedumbre asustada comenzó a lanzar piedras y los académicos buscaron refugio entre los soldados. Por fin salió el presidente que dispersó a todo
el mundo con la espada en la mano y la amenaza de ordenar fuego contra los agresores. Enseguida la gente se dispersó y entonces se abrieron las ventanas de las casas, desde donde observaron en silencio y con mucha preocupación a los extranjeros que entraron en el palacio con la venia de la autoridad. Godin, a la cabeza de los suyos, siguió al presidente que le dijo:
—Señor Godin, por el momento es esto lo que les puedo ofrecer.
—¡Cómo cree que podamos instalarnos aquí!—Examinó las paredes sin pintar, el piso levantado.
—Señor Godin, es por el momento, hasta encontrarles algo mejor.
—¿Pero nadie le advirtió que veníamos, cómo funcionan ustedes?
—No sea insolente, señor Godin, hago lo que puedo, no hay remedio, este palacio está destrozado por tanto terremoto—Caminaban juntos, sus espadas se tocaban.
—Y por el pillaje también, fíjese cómo han sacado los cuadros, los retablos que debieron estar un día—Señaló con su dedo los sitios donde se veían huecos, clavos y rastros de adornos de otro tiempo.
—Tenga paciencia, señor Godin. Entiendo su frustración, yo mismo he tenido que tomar una casa particular para vivir, el palacio está arruinado, sólo mi despacho y unas cuantas piezas están en buen estado.
Godin lo miró con la ceja levantada y dijo.
—Espero que pronto me den un lugar decente para vivir, no estoy acostumbrado a este tipo de viviendas.
—Lo entiendo, se lo ve a usted muy señorito, muy guapito y elegante, pero tendrá que esperar.
Y sin decir más, salió y dejó a sus huéspedes con el corazón encogido. En ese alojamiento oscuro y deprimente estuvieron tres días hasta que se les dio una casa para ellos solos, pero luego de seis días, Godin entró nuevamente en el despacho presidencial, sin hacer antesala.
—Señor, presidente. Es intolerable que tengamos que pasar el tiempo buscando una vivienda adecuada.
—Pero si ya les hemos proporcionada una muy a propósito para sus trabajos.
—Se nota que usted no tiene idea de lo que venimos a hacer, necesitamos una vivienda amplia, soleada, limpia y con buenos muebles. He visto dos en el barrio de Santa Bárbara y allá quiero que se traslade nuestro equipaje.
—¿En el barrio de Santa Bárbara? Para vivir donde dicta la moda.
—No me importa lo que piense, nuestra misión así lo exige y usted tiene que obedecer los mandatos del rey.
Días después Godin ordenó su equipaje en una de las lujosas casas donde iban a habitar, pronto llegó Bouguer y se acomodó en uno de los dormitorios que tenían sala y cuarto para el aseo.
—Qué buenas casas has conseguido, Godin—Le dijo y se sentó en el borde de su cama.
—Sí y mira qué jardines tan a propósito para nuestras observaciones.
—Esto lo lograste solo, ya me imagino tu enfrentamiento con el presidente, pero siempre ganas.
Godin salió al jardín, tan elegante como cuando vivía en París.
Mientras tanto, en el Colegio de los jesuitas, La Condamine recibía la visita de criollos que lo escuchaban fascinados. Los cocineros del refectorio preparaban almuerzos y meriendas y La Condamine, tapado con la capa prestada, recibía a sus invitados que lo escuchaban hablar hasta por los codos.
Los criollos, atestados en su dormitorio, oían una y otra vez el relato que el académico repetía cada noche. A la luz de las velas imaginaban los rugidos del jaguar y la ventisca de los riscos. Un escalofrío les recorría el cuerpo al escuchar el miedo que tuvo que vencer al pasar un puente colgante.
—¿Cómo son esos puentes colgantes?—preguntó una visitante.
—¡Oh, Madame! Son los que aún quedan de los que construyeron los incas, no entiendo cómo no sentían vértigo al ver bajo sus pies tan caudalosos ríos. En un momento creí desfallecer, pero un sacerdote jesuita que pasó por ahí me dijo que no mirara abajo y confiara en la infinita bondad del creador, así lo hice y pude llegar al otro lado.
—¿Cómo pudo sobreponerse al susto?
—Bueno, Madame. Cuando uno pasa por peligros tan grandes y no puede dormir las noches, se acostumbra al rugido del jaguar.
—Yo voy a escuchar los rugidos de ahora en adelante, es usted muy malo para contarnos eso a nosotras, que somos tan sensibles.
La Condamine sonrió y sujetó la mano de la joven entre las suyas, ella le dijo:
—Charles, el presidente ya sabe que usted está aquí, está furioso así que mañana a primera hora debe presentarse ante él.
La Condamine se desplomó sobre su lecho ante la consternación de sus amigos. Pedro Vicente Maldonado le dio una copa de un licor que había traído bajo su capa, le dijo:
—Vamos, un hombre tan valiente que ha pasado riscos, puentes incas y ha dormido en los territorios del jaguar, no puede tener miedo del presidente por muy español que sea.
Los demás dijeron vivamente que sí, que no tuviera miedo y que si las cosas se ponían escabrosas, ahí estaban ellos para protegerlo.
—Sí, Charles—Le dijo una señora— Nuestros esposos son tan poderosos que en último caso pueden formar un ejército para salvarlo del presidente que a veces puede ser terrible, ya sabe que hizo quemar vivos a dos falsificadores de moneda.
—Gracias, Isabelita—Le dijo un joven— No asuste usted así a nuestro amigo, estoy seguro que mañana se mete en el bolsillo al presidente.
La Condamine, contagiado por la seguridad con que habló el joven criollo decidió mandar a lavar y arreglar su peluca prestada para presentarse ante el presidente y se fue a dormir con el firme propósito de no postergar más la
angustia.
La ciudad estaba oscura, iluminada por débiles velas que se agitaban entre los vidrios de los faroles de hierro aclarando un poco la noche. La Condamine, embozado, caminaba delante del fiel sirviente indio que le habían asignado. No entendió cómo pudo vivir antes sin sus cuidados y buena voluntad; le lavaba la ropa en la lavandería del colegio y la ponía a secar al sol y al viento del patio de la cocina, así podía vestirse con cierta dignidad.
Con ropa vieja pero limpia se presentó ante Dionisio Alcedo Herrera que lo esperaba con el ceño fruncido y las manos crispadas.
—Buenas noches, excelencia—saludó
La Condamine con una reverencia respetuosa y elegante—Pido perdón por haber guardado en secreto mi estadía en Quito.
—No entiendo cuál es su excusa, porque ningún extranjero que viene en misión a Quito puede esfumarse de esa manera, es altamente sospechoso. La Condamine se irguió y con una sonrisa amistosa, contestó:
—Señor, me da mucha pena que mi presencia en Quito haya levantado temores en las autoridades.
—Estamos hablando de mí autoridad, yo soy el presidente, soy la máxima autoridad en esta Real Audiencia.
—Lo sé, y por eso no encuentro en el idioma español las palabras exactas para expresar mi remordimiento—Bajó los ojos y miró fijamente la alfombra
que le pareció de buena calidad—Señor, qué hermosa alfombra tiene usted, no he visto una así en ninguna parte.
—Son alfombras que se hacen en los obrajes de las haciendas de los criollos, pero con diseños españoles, si se les explica bien, los indios hacen buenos trabajos.
—Los tejidos incas tienen fama de haber sido extraordinarios…
—Sí, sí. Los indios son buenos tejedores, pero no me gustan sus diseños. En fin, no demos vuelta al asunto y diga sus razones para tanta demora en presentar su saludo al presidente.
La Condamine, cuando el presidente le señaló un asiento, se sentó. Bajó la cabeza otra vez y dijo con timidez:
—Tal vez usted que es español de pura casta pueda entender a un francés como yo, simplemente no podía pedir audiencia con estas ropas tan viejas, mi equipaje está en algún lugar en la costa, los jesuitas me lo van a traer.
—Pero veo que trae puesta la capa española, con eso no hay problema, es una pieza muy elegante—El presidente hizo una pausa para agitar una campanilla de plata que tenía cerca de su mano, en una mesita lateral.
Un sirviente mestizo entró y recibió la orden de traer una botella de vino y dos copas.
—Después nos traes la cena—ordenó el presidente.
Con el primer sorbo de vino, La Condamine se sintió más animado, dijo:
—Gracias por comprender mi situación
, espero estar perdonado.
—Lo entiendo perfectamente, debe ser muy penoso andar con ropa vieja— Dionisio Alcedo no pudo evitar que su mirada se detuviera en un pedazo de tela que asomaba bajo la capa negra. Arqueó las cejas cuando vio que estaba remendada con hilo grueso.
—Se ha fijado usted en los remiendos de mi ropa, es lo que hace mi sirviente indio, es un ser de gran creatividad, todo lo resuelve.
El presidente rió gracias al vino y se sintió a gusto con este francés encantador, tan diferente al presumido de Godin. La Condamine relató sus aventuras, el presidente lo escuchó extrañado, tantas veces había echo él mismo ese camino y jamás lo había considerado como una aventura sino como un fastidio.
—A mí nunca me ha gustado desplazarme por estos territorios, señor La Condamine, lo he hecho como parte de mis deberes, es muy fatigoso, ni siquiera le he puesto atención al rugido del jaguar.
La Condamine bebió lo que tenía en la mano y se dispuso a contestar, pero en ese momento entró el sirviente mestizo que hizo una reverencia y dijo:
—Excelencia, doña María Luisa ha dispuesto que la cena se sirva en la antecámara de sus aposentos.
—Está bien, donde manda María Luisa no queda más que obedecer.
La Condamine dejó la copa sobre la mesita y siguió al presidente.
Sintió un cálido ambiente en la sala donde esperaba doña María Luisa y Filomena, que tenía trenzas oscuras y tez
blanca. Cuando La Condamine se acercó, la joven bajó la vista. Él dijo:
—Doña María Luisa, es un honor el que me ha hecho invitándome a su mesa, no lo olvidaré nunca.
— Todavía no ha probado la comida. A lo mejor no es tan buena como la de los jesuitas.
La Condamine era un hombre corpulento con el rostro picado de viruelas y mal trajeado pero Filomena pensó que tenía una personalidad desbordante y una inteligencia superior y se mantuvo en silencio casi toda la velada escuchando los relatos fantásticos sobre su viaje de Francia hasta llegar a Quito. Escuchó con las mejillas encendidas y bebió mucho vino.
—Señor La Condamine. Nos ha hecho soñar, temblar, morirnos de miedo con su historia—Le dijo la esposa del presidente—Pero, venga. Deme su brazo y vamos a la mesa.
La Condamine observó la mesa de mantel blanco, la vajilla, las copas de cristal y la cubertería de plata que relucía bajo la luz de la araña de cristal que pendía del techo. Dijo:
—Se nota un gusto exquisito, una mano de mujer mesurada.
—Gracias. Soy muy cuidadosa con el dinero de la corona, no me gusta derrochar lo que pertenece al rey, solamente esta ala del palacio está adecuada con cierta decencia, el resto está casi en escombros.
La comida, muy española sin el sabor criollo que le daban cada día en el colegio de los jesuitas le gustó, hubo carne
de caza y un vino tinto pesado y fuerte.
Preguntó:
—¿Hay cacería por los alrededores?
—Mi querido Charles, hay perdices americanas, venados y otros pájaros que se dejan derribar.
—¿Tienen que salir muy lejos para cazar?
—No, hombre no. Todavía queda algo de venado en los barrios de la periferia de Quito, y pensar que hace años se pagaba a los cazadores para que los cacen—Contestó el presidente.
—¿Los venados se comían las sementeras de maíz?
—Sí, eran una plaga, ahora ya están casi en extinción.
—Es increíble la facilidad que tenemos los humanos para acabar con todo lo que florece, lo que crece y se reproduce, soy muy amante de la naturaleza y me preocupa lo que estamos haciendo con ella.
El presidente soltó una carcajada que hizo que se atorase, un sirviente lo levantó al vilo y le apretó el estómago, el trozo de carne voló hacia el plato de doña María Luisa que sin hacer ningún aspaviento se lo dio al mastín que estaba junto a sus pies.
Dionisio de Alcedo se recuperó del atoramiento, bebió de su copa y dijo:
—Mi querido Charles, ojalá pudiéramos desmontar un poco la tupida naturaleza que nos rodea, me deprime.
—Me imagino que será por razones administrativas, pero yo quedé embrujado por las selvas, los bosques húmedos, los matorrales cerca de Quito, la
cantidad de agua que corre por la ciudad y el campo, es algo que no se ve en otras partes del mundo, es muy hermoso. Por uno de los patios del colegio corre un río que se crece cuando llueve. ¿No le parece que estamos en una ciudad mágica?
—Me parece que usted es romántico a morir, la ciudad es fea y la gente descuidada, tuve que hacer el puente de la Merced y Los Arcos de la Reina, es duro, nadie coopera.
Les sirvieron helados y dulces de coco que el académico dijo que eran superiores a los de los jesuitas, María Luisa rejuveneció. Filomena, que casi no comió pero bebió todo el vino que le dieron, dijo:
—No entiendo cómo no extraña París, he oído tanto de sus lujos, palacios, fiestas. Ustedes tienen coches para ir de un lado a otro, no como nosotros que debemos ir andando o a caballo.
La Condamine no la había escuchado en toda la noche y ahora hablaba a borbotones, como si tuviera miedo a que la interrumpieran. Se acomodó en su asiento, se tapó mejor con la capa para que no le viera las calzas y dijo:
—Filomena, París es muy bello y los campos franceses son tan hermosos que hacen suspirar, pero nada se compara a esta monumental comunión con el cosmos que se encuentra aquí—Volvió a cambiar de posición y la miró directo a los ojos para que no mirara los remiendos de su capa vieja—Yo me
bañé en lagunas azules en la mitad de la selva, vi al jaguar que es una figura portentosa, he sentido cerca mío el frío de la nieve, lo correntoso de los ríos. Calló y se sumió en un silencio triste, como si tuviera miedo de que tanta belleza se perdiera en un instante, como cuando a veces se apaga una estrella.
La esposa del presidente se levantó de la mesa y propuso pasar al salón contiguo para tomar café y continuar la charla. Se sentaron en los sillones que estaban ubicados juntó a un brasero que daba calor a la habitación. La Condamine se sintió cansado, la expectativa de entrevistarse con el presidente y la cena pesada le hicieron sentirse un poco indispuesto, la esposa del presidente lo notó enseguida y con voz maternal le dijo:
—Mi querido Charles, veo que está cansado. Todavía debe resentir el viaje, así que no lo vamos a retener más, pero antes que se vaya quiero pedirle un favor.
—Lo que pueda hacer por usted, señora.
—Mire, están invitados todos los nobles, criollos y autoridades a una fiesta que daremos en honor de la misión geodésica, lo malo es que con su retraso, no hemos enviado las invitaciones. El favor que le pido es que escriba los nombres de todos los que conforman la misión geodésica.
La Condamine asintió y buscó con la mirada donde escribir, doña María Lui-
sa señalando a lo lejos, le dijo:
—En éste escritorio tiene todo lo necesario para escribir.
La Condamine se levantó y se encaminó hacia el lugar donde había un escritorio de pie cubierto con paño verde. Mojó la pluma en la tinta y escribió:
ACADÉMICOS:
Luis Godin, matemático jefe de la expedición, nombrado por la Academia
Pierre Bouguer, matemático y astrónomo, nombrado por la Academia
Charles Marie de La Condamine, geógrafo, nombrado por la Academia.
ASISTENTES:
Joseph de Jussieu, médico y naturalista, Couplet, geógrafo ayudante.
Godin des Odonnais, técnico agrimensor, sobrino de Godin.
Morainville, técnico.
Siniergues, cirujano.
Verguin, ingeniero
La Condamine entregó la hoja con los nombres de los franceses y se retiró besando la mano de sus nuevas amigas y con un abrazo del presidente, que era ya su amigo. María Luisa añadió el nombre de los dos tenientes de marina españoles, don Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
Doña María Luisa recorría los salones del palacio de la Audiencia dando órdenes para que todo saliera perfecto, caminaba con paso inquieto y se encontró con el presidente que decía:
—Cuidado con dejar entrar a cualquiera, sólo pueden entrar los que tienen invitación.
—Dionisio— le tocó en el hombro para que la escuchara.—El palacio está horrible, me da pena por los invitados.
—Pero los salones están muy bonitos.
—He tratado de tapar todos los desportillados, pero es una vergüenza recibir así, se van a dar cuenta de que todo es una capita de barniz.
—Qué nos importa, la comida está exquisita y los vinos llegaron de España, no son como los que traen en barriles de Chile tapados tan mal que se dañan al llegar.
—Si tú dices.
En ese momento entraron los Dávalos, los Maldonados y los Gramesón, luego llegaron los marqueses de Maenza y poco a poco el salón se llenó con criollos y españoles. En un instante formaron grupos, la conversación parecía un murmullo a punto de desvanecerse.
—Hay que servir el licor o esto se muere antes de que lleguen los extranjeros—Dijo María Luisa a uno de los mayordomos. Se abrieron unas puertas y los pajes entraron con bandejas llenas de licor.
—Qué buen vino—Dijo el marqués de Maenza.
—Tienes razón, en tu casa se toma el mejor.
—Pero no dura mucho cuando vienen mis amigos a visitarme–Dijo el marqués riendo.
Ahora hablaban alto y se movían de un grupo a otro.
—Señora, ya llegaron los extranjeros— Dijo un guardia.
María Luisa y el presidente se colocaron en el sitio de honor para recibir a los huéspedes de la ciudad. Una exclamación apenas disimulada salió de la garganta de la esposa del presidente, se llevó la mano a la boca y se quedó petrificada cuando vio llegar a los extranjeros. Los invitados locales, que estaban detrás del presidente, también enmudecieron.
—Parece que nunca han visto un francés elegante—Dijo Godin al oído de Bouguer.
–Los quiteños están vestidos como en el siglo pasado—Contestó Bouguer atónito.
—Magdalena—murmuró Mariana al oído de su amiga—Están disfrazados de príncipes o qué les pasa. Nunca he visto una elegancia igual.
—¿Te parece que son más elegantes que nosotros?
—Por supuesto que sí. Vienen de París.
—¿Cómo vestirán las mujeres en París?
—No como nosotras, seguro que estamos con la moda bien pasada.
—Bueno, pero tenemos más oro en nuestros vestidos que las mujeres pa-
risinas en sus joyas—Contestó Mariana. Mariana puso atención a cada uno de los franceses cuando se acercaron a saludar a los anfitriones, nunca había visto pelucas tan finas ni casacas tan sobrias y a la vez bordadas en forma preciosa, las medias y los zapatos les deba una apariencia casi femenina pero las espadas al cinto recordaba que eran hombres valientes. De todos el que más llamó su atención fue Godin.
—Magdalena, creo que el que está saludando primero es Godin, lo sé por sus maneras tan finas.
—¿Cómo sabes que tiene las maneras finas si no lo conoces?
—Se nota en la forma como se mueve, como saluda.
Los pajes circulaban con bocaditos y licores; los hombres rodearon a los académicos y les contaron todo sobre sus haciendas, obrajes, leyes, la comida, los volcanes y casi no dejaron que sus invitados dijeran nada. Cerca de la medianoche, el mayordomo hizo pasar a los invitados a una mesa de mantel largo. Los franceses se detuvieron ante las fuentes de plata maciza donde reposaban piñas, sandías, babacos, chirimoyas y toda clase de fruta, las velas de los candelabros de la mesa daban una luz cálida a los vasos de cristal y las cucharitas de plata.
—¿Cómo vamos a comer esas frutas sin no hay platos ni cubiertos?
—Tenemos que imitar lo que hacen— Contestó La Condamine en voz baja. Los extranjeros vieron a los comensa-
les acercarse a la mesa y desmoronar las frutas con las cucharas de servicio y luego servirlos en las copas, iban poniendo un poquito de mango, naranjilla, mora, chirimoya.
—Son helados de Quito—Les dijo la marquesa de Maenza—Se toma con estas cucharitas y se acompañan con barquillos y quesadillas. ¿Qué les parece?
—Delicioso, madame—Le contestó Godin mirando cómo se metía la cucharita en la boca.
Gregorio, que hablaba con La Condamine miró a Godin conversando con su mujer, se les acercó y dijo:
—Espero que le gusten los helados— Tomó del brazo a Mariana y dijo—Con su permiso me llevo a mi mujer.
Cuando los marqueses estuvieron solos, Gregorio le dijo:
—Sabes que nuestro amigo es La Condamine, Godin es su enemigo, si se reúne con él es porque tiene la obligación de trabajar con su jefe. No quiero que hables a solas con él.
Mariana sintió un nudo en la garganta y miró a Godin, pero desvió la mirada con rapidez al notar la forma intensa con que el francés le clavó los ojos.
Poco después llegaron los músicos, Bouguer dijo al oído de La Condamine:
—Qué trajes tan raros, pero llamativos, vamos a ver cómo interpretan la música.
Pero no tuvieron tiempo de comentar nada porque comenzó el baile y momentos después sudaban y brincaban como no lo habían hecho nunca.
Las mujeres casadas se retiraron al estrado de doña María Luisa para tomar más helados y conversar hasta que sus maridos decidieran regresar a casa.
—¿Se siente confortable en este palacio, María Luisa?
—No veo la hora de que llegue el nuevo presidente y podamos vivir otra vez como siempre en nuestra casa particular. Tuvimos que trasladarnos acá para dejar más o menos habitable el palacio, que de palacio no tiene nada.
—La vamos a extrañar, doña María Luisa.
—Mi querida Mariana, siempre la recordaré como la más bella de Quito—la observó con atención y dijo—La veo un poco pálida y parece que se aburre.
—Nunca había estado en un baile en el que nos encierren en el estrado.
—Es para dar una buena impresión a los visitantes, además ¿Para qué quiere usted bailar si ya está casada?
Un criado entró con refrescos y Mariana pudo ver por la puerta abierta el baile desenfrenado en el salón.
—Mañana van a estar todos enfermos— Dijo mientras trataba de ver lo que sucedía en el salón.
El sirviente salió y cerró la puerta tras suyo, ella se durmió en el sofá mientras las demás hablaban en voz baja para no despertarla. María Luisa la tapó con un rebozo e hizo señas a las otras para que no subieran la voz.
Un velo cubrió la mente de Mariana mientras dormía bajo el rebozo y suspiró. María Luisa la examinó con atención y le pareció más bonita que antes; te-
nía una llama rosada en el rostro y en la postura en que estaba se podía apreciar las trenzas oscuras recogidas sobre la nuca con diamantes y flores de azahar. Se ve tan joven, pensó y como también estaba aburrida dijo:
—Qué les parece si dejamos abiertas las puertas y vemos cómo bailan los muchachos, las niñas están locas por los jóvenes franceses.
—Pero los académicos ya tienen su edad.
—Ni tanto, La Condamine que es el mayor está en unos treinta y tantos, los demás son menores, pero los que están causando furor son Jean Godin, Couplet, Jorge Juan y Antonio de Ulloa—Se levantó y abrió las puertas. La música y las risas entraron en el estrado y despertaron a Mariana, que abrió los ojos. Se acomodó con cuidado y pensó que lo que pasaba frente a sus ojos era un sueño; su marido bailaba con una rubia, La Condamine trataba de seguir el paso a Filomena y Louis Godin daba vueltas con todas las que se turnaban por bailar con él. Sintió una languidez en su cuerpo y agradeció que todos creyeran que estaba dormida.
Bajo el mando de Godin trataron de hacer una cuadrilla y bailar el minuet, los esclavos negros atravesaban el salón con bandejas de bebidas para los que se detenían sedientos. Por momentos, los pajes uniformados se paraban frente a la puerta tapando la vista, entonces Mariana se impacientaba pero pronto se movían de un lado a otro y ella podía observar tranquila. Vio a uno de los
guardias abrir la ventana para que se pudiera respirar mejor, el aire que entró le trajo el aroma de la fiesta y se estiró un poquito porque se le había adormecido una pierna. Le llamó la atención un grupo de niñas de diez y once años que bailaban con los más jóvenes y pensó con tristeza que pronto sus hijas estarían en una fiesta y ella recostada en un sofá por vieja. Las niñas eran bonitas y llevaban flores olorosas entretejidas en las trenzas, aretes de perlas y esmeraldas. Se volvió a acomodar recordando su niñez y pensó que en pocos años esas niñas iban a estar casadas.
Louis Godin, que enseñaba los pasos más novedosos de París, sintió que alguien lo observaba desde algún sitio, no le dio importancia y continuó con la danza, pero era tanta la presión en su nuca, que decidió detenerse y encontrar lo que le estaba distrayendo tanto. Buscó por los rincones, por las sillas donde algunos descansaban sin encontrar la mirada que adivinaba se escondía en alguna parte, hasta que descubrió los ojos verdes que lo miraban sin pudor y se sobrecogió como si estuviera ante una aparición.
Mariana tardó unos segundos en desviar su mirada pero fue tarde porque Godin se aproximó a las puertas abiertas del estrado. Ella se sentó y se arregló el cabello y el vestido, el collar de perlas se balanceó sobre el pecho agitado, miró fijamente al suelo y fingió no haber visto a Godin cuando entró en el estrado y dijo:
—¿Pero qué pasa aquí que no dejan
bailar a las mujeres más bellas, no sabía que en Quito se castigara así a las mujeres?
—Señor, Godin. No castigamos a nadie, solamente queremos que ustedes se diviertan con las jóvenes solteras.
—Doña María Luisa, ustedes son lo más bello de esta región, vengan a bailar con nosotros.
—Pero Señor Godin, no estamos acostumbradas a esa danzas tan nuevas. —No son tan diferentes, además para eso estamos nosotros, para guiarlas en estos nuevos placeres—Abriendo los brazos continuó—Huyan, ya no son prisioneras.
La señoras rieron y salieron apresuradas para no perderse esa fiesta memorable, única en Quito. Se formaron las cuadrillas, se perdieron en los pasos, se detuvieron para recibir las instrucciones de Godin y la ayuda de los demás académicos que tenían unas maneras exquisitas. Mariana bailó como cuando tenía trece años, se deslizó por el salón bajo la atenta mirada de Godin que la llevaba tan bien que nunca perdió el compás. Un viento helado sopló en las afueras, los indios ya estaban barriendo y cargando las inmundicias de la ciudad, casi no levantaron la mirada hacia el palacio ni escucharon la música, ni vieron el fuego de las velas flameando tras las ventanas.
Esa noche, en su habitación, La Condamine recordó la fiesta mientras, Juan Andrés, su sirviente indio lo ayudaba a
desvestirse. Frente al espejo observó la forma delicada con que le quitó los broches de brillantes y los botones de oro con diminutas gemas incrustadas. Sonrió al recordar el asombro de los criollos al verlo tan elegante. Su equipaje había llegado sin ningún inconveniente y ahora tenía en su poder alhajas de mucho valor, pelucas a la última moda de París, capas, zapatos y mucho más que había traído. Dijo:
—Juan Andrés…
—Mande su merced.
—¿Puedes hablar con el marqués de Maenza?
—Sí, su merced.
—¿Conoces a los marqueses bien?
—Sí, pes.
—Ya, ya—La Condamine alzó la mano para hacer una seña y continuó: Ya sé que te mandó el marqués a que me sirvas. ¿Pero puedes acercarte a ellos?
—Sí, amito.
—Entonces oye bien lo que te voy a decir—La Condamine ya estaba acostado en su lecho y Juan Andrés le arregló las cobijas—Vas a decirles que tengo joyas y ropa para que la marquesa compre, pero no se lo dices a nadie más.
—Sí, su merced, no diré nada a nadie.
—Así me gusta, somos amigos.
—¿Quiere que apague las velas, su merced?
La Condamine vio una luz clara en las pupilas oscuras de Juan Andrés cuando apagó las velas de su mesita. En la oscuridad lo sintió salir sin hacer el menor
ruido.
En la soledad del lecho, La Condamine se puso a recordar la fiesta de esa noche. Todo Quito estaba ahí; los hacendados habían viajado semanas atrás para para recibirlos.
—Son nuestros huéspedes más ilustres—Le dijeron muchas veces. Se volteó en la cama para cambiar de posición y recordó las cuadrillas de baile que armaron los académicos con sus técnicos, las quiteñas bailaron con una cadencia que no había visto en Europa. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el interés que despertó su traje, peluca y joyas. Sus diamantes son extraordinarios, usted es la viva imagen del aristócrata francés, le dijeron muchas veces durante la velada. Recordó que Paul le había dicho:
—Se lo dije en las cartas que le envié; los criollos tienen más dinero que los duques de Francia y no tienen en qué gastarlo.
—Sin embargo, no sé cómo aproximarme a ellos con algo tan delicado.
—Mi querido, la marquesa de Maenza le puede comprar lo que usted le ofrezca y los otros criollos también.
—Sí, sí, sí. Pero pensarán que hemos estado gestando un contrabando desde hace mucho tiempo.
—¡Oh, no! No les va a importar de dónde saca usted tanta mercadería.
Charles Maríe de La Condamine durmió esa noche como un santo.
A la mañana siguiente,
La Condamine caminó hasta el barrio de Santa Bárbara y se detuvo frente a una de las casas de los geodésicos, le llamó la atención el jardín grande y bien cuidado. Subió al segundo piso y deambuló por las habitaciones amplias y aireadas de muebles cómodos y cuadros en las paredes. Bajó por las escaleras para encaminarse al patio y sin darse cuenta entró en una cocina grande donde una mestiza daba órdenes a dos negras y varias indias que limpiaban cebollas, cortaban papas y lavaban trastes. Cuando la cocinera lo vio le dijo: —Usted debe ser el señor de La Condamine—Se había alejado de los fogones y se limpiaba las manos con un paño que encontró sobre la mesa de las legumbres.
La Condamine caminó hasta el barrio de Santa Bárbara y se detuvo frente a una de las casas de los geodésicos, le llamó la atención el jardín grande y bien cuidado. Subió al segundo piso y deambuló por las habitaciones amplias y aireadas de muebles cómodos y cuadros en las paredes. Bajó por las La Condamine miró a esa mujer morena y gorda que tenía las trenzas negras rematadas con unas cintas de colores, su delantal tenía bolsillos donde guardaba tijeras y las llaves de la despensa. Le contestó:
—Sí, soy La Condamine y quiero ver a mis compañeros.
—¡Ay, señor! Desde tempranito están en el jardín de atrás colocando esos aparatos rarísimos, casi no desayuna-
ron así que tengo que hacer un buen almuerzo—Se secó el sudor de la frente con el delantal sucio y dijo—son un montón, el trabajo es demasiado para lo que me pagan.
—Quiero hablar con ellos pero no sé por dónde llegar al jardín.
—Su mereced, enseguida le mando a este guambrito para que le acompañe—Y haciendo señas gritó:
—¡Rosalino, shamui!
El joven sirviente corrió a ponerse a las órdenes de La Condamine y lo guió hacia el jardín donde encontraron a los hombres acostados en el suelo, arrodillados junto a los instrumentos. Godin daba las órdenes y los asistentes lo obedecían como si fuera un mariscal, así habían estado desde el amanecer.
La Condamine encontró a Bouguer, lo llamó a un lado y le dijo:
—¿Te parece que es necesario trabajar bajo el mando de Godin?
—No hay otra salida, Godin es el jefe absoluto, tiene nuestros pasaportes y los salvoconductos, sin él no somos nada.
—Al menos por el momento—Contestó La Condamine.
Godin vio a sus compañeros conversando y dejó el mando a Sinierges para reunirse con La Condamine, Bouguer y los dos oficiales españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
La Condamine dijo:
—He logrado dulcificar al presidente y parece que nos va a ayudar siempre y
cuando comencemos por levantar el mapa de la ciudad, debemos verificar la posición exacta de Quito.
Se sentaron alrededor de una mesa grande donde desplegaron los apuntes y cuadernos, trabajaron hasta que Godin dijo:
—Vamos a almorzar—Mandó a llamar a sus asistentes.
La cocinera tenía lista la mesa con un mantel limpio y loza de buena calidad.
—Me ha costado mucho acostumbrarme a esta comida, incluso me he enfermado.
—Todos nos hemos enfermado con la comida porque es diferente y además la altura nos hace difícil la digestión— Dijo La Condamine devorando un plato de locro.
—Le he dado instrucciones a la cocinera para que le de un toque francés al locro y a muchos de los guisos que se hacen acá, ha quedado delicioso. Me encantan los llapingachos y el seco de chivo—Dijo Godin.
Los demás lo miraron sorprendidos porque nunca lo habían visto entrar en la cocina.
—Me ha llamado la atención lo mucho que utilizan mantequilla, crema y quesos—Dijo Ulloa mientras bebía una copa de vino—Me dijeron que es por la cantidad de haciendas de leche y queserías que hay.
—Lo que sí es malo de verdad son los vinos, los traen en unos barriles rancios y cambian de sabor—Dijo
La Condamine que se comió las empanadas de mejido antes del segundo plato de sopa.
—¿Qué les pareció la recepción del presidente’—Preguntó Couplet —Extraña, pero divertida.
—A ver, La Condamine, qué es lo que más te llamó la atención
—Lo que me sorprendió fue la ropa que usan. ¿Cómo les decimos a las damas que ya en París no se lleva el terciopelo, que las mujeres usan ballenas para ensanchar las faldas, que no se acostumbra tanto oro en el vestido? En fin, espero que compren lo que traje.
—Tienes que convencerlas.
—Me parece que están receptivas, les gustamos mucho, nos ven como si estuviéramos un siglo adelantados.
—Estamos un siglo adelantados—Dijo Godin—Somos franceses.
—Recuerda que estamos en territorio español—Dijo Bouguer, que bebía jugo de de naranjilla.
—Sí, es territorio español, pero lo han ocultado tanto al mundo que se ha formado una sociedad extraña, algunos son muy ricos pero les falta el aire de Europa.
—¿Adivinen que es lo que más me gustó?—Dijo Couplet mirándolos con una sonrisa especial.
—Si tú no nos lo dices, cómo podemos adivinar.
—Godin, señor. Nunca he visto mujeres tan lindas y dulces. Me gustó mucho la forma como llevan el cabello en largas
trenzas que les cae sobre la espalda, trenzas adornadas con diamantes y flores perfumadas. Me gustaron las mujeres que vi esa noche.
—¿Más que las francesas?—Preguntó Godin
—Son más dulces, no saben nada y lo escuchan a uno como si fuera un sabio. En cambio en París, las mujeres de la buena sociedad son instruidas e insoportables.
Ante esas palabras todos rieron, bebieron y entornaron los ojos recordando que habían arrasado con las mujeres de la recepción.
—Lástima que separaron a las mujeres casadas, eran las más hermosas e interesantes—Dijo Godin.
—Pero tú las salvaste—dijo La Condamine
—Si pero perdimos mucho de la noche.
—Según me han contado a las mujeres las apartan de los hombres y son sus hermanos y padres los que las cuidan celosamente, pero han desarrollado ciertas habilidades para burlar tanto cuidado.
—Me han dicho que si un hombre se enfurece porque has traspasado su territorio, lo puede matar—Dijo Senierges.
—El vino que traen de Chile lo dañan por la forma como lo transportan—Jussieu cambió de tema y miró al infinito, continuó—Pero hay licores muy finos.
—Los mejores son esos licorcitos dulces de café y cacao, son deliciosos—Dijo el
joven Godin de Odanais.
La cocinera entró en el comedor y comenzó a retirar los platos con la ayuda de una sirvienta chiquita y morena que hacía lo posible por sostener lo que la cocinera arrumaba entre sus brazos. —Deja a la muchacha que se desocupe de lo que tiene para que haga otro viaje, va a romper toda la vajilla—Dijo Godin. La cocinera obedeció como estaba acostumbrada mientras pensaba que el señor Godin era un tirano. Luego de las empanadas de mejido y los gatos encerrados llenos de miel, Godin mandó a traer las frutas que les había regalado Ramón Maldonado.
—No te comas todas las chirimoyas, Jean.
—Es la fruta más deliciosa que he conocido, no creo que se dé en ningún otro lugar.
—Sólo en este Virreinato del Perú—interrumpió Godin y estirándose en su silla dijo—vamos a la siesta y luego regresamos, en esta altitud no se trabaja con el estómago lleno.
Se levantaron de la mesa y Godin dijo:
—Con las mediciones que estamos haciendo me imagino que para 1738 ya estamos de vuelta en París. Couplet se desperezó y se acordó de sus padres, los extrañaba mucho.
Juan Andrés se acercó a su amo francés y le dijo:
—Amito, te pido una semana de permiso para ir a visitar a taitas que están solitos.
—¿Hace cuánto tiempo no ves a tus padres? —Preguntó La Condamine.
—Tiempos tan que no les he visto.
—¿Y cómo crees que voy a pasar sin un sirviente? Ya sabes que mandé a mi esclavo con el equipo que está examinando el mejor lugar para las mediciones
—Para eso va a venir mi cuñado Segundo, te va a servir como yo.
—¿Estás seguro de lo que dices?
—Sí, amito. Ya está aquí tan.
—Está bien, pero tienes que avisar al marqués.
Juan Andrés se estremeció un poco y mintió:
—Ya me dio permiso.
—Entonces ve con Dios pero antes trae a Segundo para conocerlo—Iba a despedirlo pero cambió de idea y le dijo—Mejor te vas después de tres días, hasta que tu cuñado entienda cómo servirme.
—Como mande, su merced.
Esa noche, después de enseñar el oficio al Segundo, Juan Andrés, sentado en el suelo comía lo que
Pastora le sirvió. Hablando en quichua dijo:
—Me voy en unos días a Sigchos para visitar a taitas.
—Tendrás cuidado, es peligroso viajar solo. Te pueden apresar.
Juan Andrés miró al techo humilde de la vivienda que compartía con Pastora en la casa de Santa Catalina y dijo:
—No me han de encontrar, conozco chaquiñanes bien escondidos.
—Hablá con el patrón, no te vayas sin su permiso.
Juan Andrés puso cara de preocupación y aspiró el olor penetrante del humo. La tulpa prendida
iluminó la cabeza de uno de sus hijos que dormía rendido de cansancio.
—El guagua está bien cansado, duerme como tronco.
—Es que se pasó cuidando al amo Gregorito y se quedó rendido. Pastora puso otra cucharada de comida en el plato de Juan Andrés y le dijo:
—Te veo preocupado.
—Tranquilo estoy—Pero sintió una opresión en el pecho.
—Algo te pasa, tomá aguita de toronjil.
Juan Andrés tomó entre sus manos callosas la taza de barro que le dio Pastora y sintió la tristeza de
su casa, el futuro de sus hijos. No importaba lo que se había esforzado en la vida, nada contaría
después, nadie sabría nunca quien fue.
Recordó cuando su papá le pegaba con el acial y los golpes y palizas que
le propinaba su mamá y las veces que le azotó con ortiga mientras le bañaba de madrugada en la acequia helada que pasaba por su casa. Era un niño y sin embargo, no lloró porque intuía que era una forma de amor que sus padres le daban. Entre tanta misera, nadie sabía amar de otra manera. Siempre estaba apurado pastando la manada de ovejas de su familia y ayudando a su papá a trabajar en los grandes sembríos de la hacienda. Ahí recibió los latigazos del mayoral y comió al apuro una colada de granos semi crudos.
—Vení a dormir que mañana hay que trabajar—Le dijo Pastora.
Juan Andrés se sobresaltó y contestó:
—Me dio permiso el amo francés, no tengo que trabajar.
—Andá a hablar con el patrón. Juan Andrés se tendió sobre la estera y se cubrió con el poncho viejo. Hacía suficiente calor en ese espacio chiquito donde todos dormían juntos con el sueño pesado y el aliento seco de cansancio. Miró al techo de paja por donde el humo se agolpaba buscando las hendijas para salir y recordó el día que lo mandaron a buscar un venado en las faldas del Cotopaxi:
Los amos estaban de cacería y se les escapó un macho soberbio por el escarpado. El patrón le ordenó que lo buscara y él, en lugar de sentir miedo, sintió paz y se alejó a la carrera para buscarlo entre el pajonal, atrás lo seguía el patrón en su caballo castaño. Se le afinó el olfato y se le agudizó el oído mientras
buscaba agazapado y nervioso. La niebla tapó el sol y al perder la orientación gritó de gusto sin saber por qué, sólo tenía diez años y se sintió poderoso. Comenzó a sudar copiosamente a pesar del frío que era intenso, y entonces se apareció como un milagro el Cotopaxi con un tinte rosado en la cumbre, había nieve dispersa sobre las rocas. Cayó de rodillas porque no supo otra forma de reaccionar ante semejante revelación; el monte blanco lo había llamado y se había descubierto sólo para él. Mientras estuvo arrodillado sintió la presencia del volcán, el frío intenso de la nieve y una energía cálida se le fue metiendo por los poros. Siguió un largo rato de rodillas en comunicación silenciosa con el monte y entonces el sol brilló y dispersó las nieblas. Sintió un vuelco al corazón cuando vio al venado acercarse despacio con los ojos fijos en él. Se miraron con seriedad, como si se estuvieran comunicando y entonces, escuchó el disparo que derribó al animal poderoso y la sangre se regó sobre la nieve blanca. En ese momento desmontó el patrón, le pasó la mano por el hombro y le dijo:
—Eres un macho, machote Juan Andrés. Él se inclinó para agradecer el cumplido, el hijo del patrón desmontó también y se colocó junto a su padre que le dijo:
—Hijo, quiero que seas amigo de este indiecito, que aprendas a ser valiente como él.
Desde ese día, acompañó a Gregorio en sus cacerías y juegos y cuando
el joven se convirtió en el amo absoluto tras la muerte de sus padres, lo tomó a su servicio como su hombre de confianza, a veces llegó a pensar que lo consideraba su hermano.
Esa mañana, Gregorio inspeccionaba unos rosales junto al jardinero que estaba reemplazando a Juan Andrés. Levantó la mirada y lo vio acercarse con timidez.
—¿Qué haces aquí? Estás con permiso del señor de La Condamine?
Juan Andrés se detuvo a una distancia corta del patrón y con el sombrero entre sus manos y la mirada baja dijo:
—Sí, su merced. Amo patrón.
—¿Qué vienes a hacer?
Juan Andrés enmudeció, las palabras no le salieron de la boca y fue Gregorio quien se le acercó y tomándole por los hombros le dijo:
—¿Qué te pasa? Dime lo que tengas que decirme—lo obligó a mirarlo y le dijo:
–Tranquilo. Seguro que no has matado a nadie.
—Patrón, quería pedir permiso para ir a Sigchos.
—Claro que puedes ir si te lo ha permitido La Condamine.
Juan Andrés no alzó la mirada y el marqués le dijo:
—Voy a ordenar a José que te redacte una autorización para que puedas viajar sin problemas. Llévate un caballo y cambiarlo en La Ciénega por otro descansado.
Juan Andrés besó la mano del patrón y dijo:
—Dios se lo pay, amo patrón.
—Está bien, anda con cuidado que no quiero que te pase nada.
Gregorio lo vio partir y sintió una corazonada muy mala, pero luego se acordó lo valiente que era y descartó esa intuición para retomar lo que estaba haciendo con el jardinero. Un chihuaco graznó sobre la copa del capulí, el semblante del patrón se ensombreció y entró en la casa apresuradamente.
—José—Gritó
—Señor—José apareció y dijo—¿Me llamó?
—Sí. Verás, el Juan Andrés va a ir a Sigchos a visitar a sus padres, quiero que redactes un documento que diga que viaja por orden mía.
—Enseguida, señor.
Gregorio se alejó pero luego regresó y dijo:
—Quiero que le den un buen caballo y que tenga la oportunidad de cambiarlo en La Ciénega. No sé, estoy preocupado por este viaje, a lo mejor no debería permitir que se vaya—Se pasó la mano por la cabeza.
José lo miró con incredulidad y dijo:
—Señor, nadie sabe viajar mejor que ese indio, usted mismo me ha dicho que tiene poderes sobrenaturales. No creo que haya que preocuparse, desde que es guaguito anda viajando por todas partes.
—Tienes razón, un hombre que vuela sobre los riscos no puede sufrir ningún percance.
Gregorio pasó el día malhumorado, la casa le pareció sombría y una nube ne-
gra se instaló sobre su cabeza.
—Rebeca, voy a dormir en mi cuarto. Me duele la cabeza, dile eso a mi mujer. Rebeca fue al cuarto de Mariana y le dijo:
—Señora, el amo dice que está con dolor de cabeza y va a dormir en su dormitorio.
—¿Qué pasó, Rebeca? Hace meses que mi marido está extraño. No entiendo su comportamiento—Mariana caminaba en círculos por su estrado.
—No lo sé, su merced. Lo veo preocupado—Entrelazó las manos y la miró de frente. Le dijo—Por favor, no le moleste ahora, ya sabe cómo se pone cuando está aproblemado.
—Lo sé. Da miedo acercarse a su puerta—Mariana se sentó al borde del lecho y puso la cabeza entre las manos—Hace tiempo que está lejano, ya no confía en mí ni puedo hacer que se ponga contento.
—Señora—Rebeca se arrodilló junto a ella y le dijo—Son tiempos difíciles, las autoridades aparecen por todas partes y últimamente han confiscado mercadería del patrón.
Mariana levantó la cabeza y la miró sorprendida. Dijo:
—Eso no ha pasado nunca, me hubiera enterado.
—Al amo no le gusta preocuparla por los negocios.
—¿Ves lo que digo? Para el amo me he convertido en un mueble de su casa, en un adorno más.
—Por favor, recuerde que a más de que confisca la mercadería, el
comercio está difícil. Ya no son tan productivos los obrajes.
—Lo sé, las reformas borbónicas no han traído más que pérdidas para los obrajes.
—Sin embargo, los obrajes del amo todavía son muy productivos pero está ocupado en consolidar la ganadería para hacer quesos y no depender tanto del obraje, vienen nuevos tiempos.
—Sí, ya sé. Todo el mundo se lamenta pero Gregorio tiene una fortuna tan grande que no debería preocuparse tanto.
—Eso pensamos todos. Pero está decidido a diversificar la producción. Por eso está construyendo canales de riego y sembrando pastos para el ganado lechero.
—Sí, pero eso no le da derecho a alejarse tanto, se pasa en el campo, me deja muy sola.
Rebeca sólo consiguió que le doliera la cabeza a ella también y se retiró llena de pena.
Juan Andrés respiró con amplitud y sintió los rayos del sol que le quitaban las penas y le señalaban el camino. Iba en el caballo que le dieron en La Ciénega y tenía los papeles en su morral, había pasado muchos controles y cuando vieron sus papeles, le dejaron partir. El nombre del patrón era poderoso. Pasó Saquisilí, Canchagua, Toacaso y en Isiinlivi se detuvo para tomar alimento y descansar un momento.
Se sentó sobre un montículo y sintió la
inmensidad del paisaje que se desplegaba entre nubes rosadas y cielo azul. Sonrió con la boca llena de tostado y le mandó un saludo con la cabeza al caballo que pastaba tranquilo sin bocado ni riendas. Dormitó por un rato y su cuerpo se llenó paz y olor a páramo. Cuando despertó, ensilló el caballo y llegó a la laguna del Quilotoa. Vio el azul del agua y bajó a pie el camino arenoso y difícil, cuando llegó al borde alto del cráter, levantó las manos al sol y absorbió la luz con una respiración rítmica. Sus células resplandecieron y cuando abrió los ojos no encontró la línea divisoria entre el cielo y el agua azul que se hizo verde y luego amarilla. Sintió un aleteo poderoso y el aire se pintó de esmeralda y ámbar dorado. La Naturaleza cambiaba de colores mezclándose con el blanco de las nubes y las plumas del cóndor. Se esfumó lo concreto y tomó forma el diseño primordial de las cosas que él conocía, entonces vio el molde de la chuquiragua, la sombra de un frailejón y la lluvia como movimientos verticales sobre el tapiz de colores que se desplegó ante sus ojos en ese instante .
Un fuerte viento le azotó en la espalda y le arrebató el sombrero obligándolo a sentir su cuerpo y a subir la cuesta para volver a montar y llegar a Sigchos antes del atardecer. El tapiz desapareció y volvió a ver el contorno de las rocas y de todas las cosas.
Cuando divisó Sigchos sintió la presencia de ancestros del tiempo que se ha-
bían mimetizado con los montes y las rocas del camino. La región era luminosa por la ausencia de neblina a esas horas y entonces vio a lo lejos la choza de sus papás que vivían en las tierras altas. Cuando era pequeño le gustaba bajar por las estribaciones de la cordillera para hablar con los hombres de tierra más caliente y aprender sobre su magia. Un frío líquido le cubrió la cara y desmontó. La mujer que trabajaba la tierra alzó la vista y le dijo que se acercara. —Bendición, mamacita—Se arrodillo ante la mujer de pies llenos de tierra que le hizo la señal de la cruz sobre la cabeza.
—Taita está desgranando el maíz, no sabía que vendrías.
El corazón de Juan Andrés sintió la frialdad del recibimiento pero no le importó porque así eran. Entró en el cuarto humilde y oscuro y su padre, como si no hubieran pasado años sin verse, le dijo:
—Apura, entra rápido que tengo que hablar contigo.
—Sí, taiticu.
El viejo no contestó y continuó desgranando el maíz, Juan Andrés lo miró con los ojos luminosos, lo amaba a pesar de los maltratos. Sabía que los azotes y golpes eran una forma de amar que no sabía manifestarse de otra manera, el viejo masculló:
—Tomá lo que viniste a buscar y regresá donde el padre Juan.
—¿El padre Juan sabe que estoy aquí?
—Ari
Juan Andrés Supo lo que tenía que hacer pero antes bebió chicha con su familia hasta quedarse dormido en la hierba en plena madrugada. Se despertó bien entrada la mañana, cuando el sol lo obligó a levantarse.
Cuando Juan Andrés llegó a Quito era noche sin luna. Antes de presentarse ante La Condamine, entró al cuarto del padre Juan y se dispuso a prender la vela, pero el cura le dijo:
—Vamos a hablar en la oscuridad, cualquier luz nos puede delatar. Has venido a ciegas y ahora quieres ver iluminado mi rostro.
—Lo que diga su merced—Se postró y dijo—Bendición, padrecito.
A tientas el padre Juan hizo la señal de la cruz sobre la cabeza del indio.
— Juan Andrés, escucha bien lo que digo.
El indio sintió sobre su hombro la mano del padre y suspiró tratando de entender cada palabra.
—Juan Andrés, la gente del pueblito de tus padres se han convertido a la religión verdadera, sin embargo, sé que hacen rituales paganos, que siguen adorando a los huacas.
Juan Andrés lo escuchó temblando, tenía miedo de que castigaran a los suyos, que los obligaran a trabajar en un obraje y no los dejaran lo único que tenían. Pero el padre lo tranquilizó:
—No los voy a denunciar, me interesa salvar el alma de cada uno de ustedes
por el convencimiento y no por el temor.
—Gracias, su mercé taitico, papacito lindo, eres como taita y mama.
Sintió la mano en su cabeza mientras le decía:
—Juan Andrés, sé que fuiste donde tu huaca y que trajiste lo que te pedí, sólo que no me lo has entregado. Juan Andrés calló.
—No calles, Juan Andrés. Di siempre lo que piensas, no te voy a traicionar, recuerda que no soy como los demás españoles, yo sólo quiero ayudar a los tuyos aunque sean pocos mis parroquianos voy a lograr que vivan con dignidad.
—El dios verdadero es el dios del padre Juan.
—El dios en el que creo es misericordioso y no juzga a los pecadores que somos todos nosotros, no hables por hablar y dame los objetos de oro que te pedí, así yo puedo ayudar con los impuestos para que los dejen vivir en paz. Otra vez el silencio, el padre Juan se alejó un poco y perdió la ubicación de Juan Andrés. Escuchó la respiración acelerada del indio que debía continuar arrodillado frente a él. No sabía por qué estos naturales podían ver en la oscuridad mientras él apenas se orientaba por el sonido del aire que salía de su boca. Levantó los brazos y los puso alrededor de los hombros del indio; no se había equivocado, Juan Andrés seguía arrodillado, le dijo:
—Escucha, necesitamos dinero para ayudar en las siembras, para que tengan buenas cosechas y paguen los impuestos con puntualidad, por eso necesito que me des las piezas de oro lo más rápido.
Lo sintió temblar bajo sus manos, no pudo contestar.
—No quiero que me digas quién te entregó el oro, yo sé quien fue y te prometo guardar silencio, lo juro por Dios—Bajó la voz para que sonara más creíble—Sólo quiero ayudarlos y cumplir con mi consciencia y de una vez si se puede que Dios perdone tanta maldad que han hecho contra tu pueblo. Se escuchó un sollozo, el jesuita calculó la distancia en la oscuridad y tanteando con las manos tomó la cabeza del indio para decirle lo más quedito posible:
—Nadie debe sospechar, el dinero será para guardarlo en caso de necesidad y pagar los impuestos.
Esta vez el padre Juan no tuvo que esperar respuesta, el indio le dijo:
—Te creo, taiticu. Vos has sido bueno con nosotros, no te vamos a defraudar, vos tranquilo que yo tan te traigo regalito de huaca.
—Tienes que tener mucho cuidado en cómo traes las piezas de oro, de una en una porque te pueden descubrir.
—Ari, taiticu, padrecito. Nadie tan me ha de ver. —Así será, mientras tanto sirve al señor La Condamine como si fuera un príncipe, como si fueras sus ojos y sus oídos.
El marqués decidió que cuidaras a La Condamine para que se sienta bien en esta tierra, tú obedeces a tu amo y me cuentas todo a mí.
—Ari, padrecito.
El padre Juan sonrió; supo que el indio había visto la sonrisa en la oscuridad.
Juan Andrés se acercó a su amo francés y le dijo:
—Amito, te pido una semana de permiso para ir a visitar a taitas que están solitos.
—¿Hace cuánto tiempo no ves a tus padres?—Preguntó La Condamine.
—Tiempos tan que no les he visto.
—¿Y cómo crees que voy a pasar sin un sirviente. Ya sabes que mandé a mi esclavo con el equipo que está examinando el mejor lugar para las mediciones?
—Para eso va a venir mi cuñado Segundo, el te va a servir como yo.
—¿Estás seguro de lo que dices?
—Sí, amito. Ya está aquí tan.
—Está bien, pero tienes que avisar al marqués.
Juan Andrés se estremeció un poco y mintió:
—Ya me dio permiso.
—Entonces ve con Dios pero antes trae a Segundo para conocerlo—Iba a despedirlo pero cambió de idea y le dijo—Mejor te vas después de tres días, hasta que tu cuñado entienda cómo servirme.
—Como mande, su merced. Esa noche, después de enseñar el oficio
aL Segundo, Juan Andrés, sentado en el suelo comía lo que Pastora le sirvió. Hablando en quichua dijo:
—Me voy en unos días a Sigchos para visitar a taitas.
—Tendrás cuidado, es peligroso viajar solo. Te pueden apresar.
Juan Andrés miró al techo humilde de la vivienda que compartía con Pastora cuando trabajaba en Quito y dijo:
—No me han de encontrar, conozco chaquiñanes bien escondidos.
—Hablá con el patrón, no te vayas sin su permiso.
Juan Andrés puso cara de preocupación y aspiró el olor penetrante del humo. La tulpa prendida
iluminó la cabeza de uno de sus hijos que dormía rendido de cansancio.
—El guagua está bien cansado, duerme como tronco.
—Es que se pasó cuidando al amo Gregorito y se quedó rendido.
Pastora puso otra cucharada de comida en el plato de Juan Andrés y le dijo:
—Te veo preocupado.
—Tranquilo estoy—Pero sintió una opresión en el pecho.
—Algo te pasa, tomá aguita de toronjil.
Juan Andrés tomó entre sus manos callosas la taza de barro que le dio Pastora y sintió la tristeza de su casa, el futuro de sus hijos. No importaba lo que se había esforzado en la vida, nada contaría después, nadie sabría nunca quien fue.
Recordó cuando su papá le pegaba con el acial y los golpes y palizas que le propinaba su mamá y las veces que le azotó con ortiga mientras le bañaba de madrugada en la acequia helada que pasaba por su casa. Era un niño y sin embargo, no lloró porque intuía que era una forma de amor que sus padres le daban. Entre tanta misera, nadie sabía amar de otra manera. Siempre estaba apurado cuidando la manada de ovejas de su familia y ayudando a su papá a trabajar en los grandes sembríos de la hacienda. Ahí recibió los latigazos del mayoral y comió al apuro una colada de granos semi crudos.
—Vení a dormir que mañana hay que trabajar—Le dijo Pastora.
Juan Andrés se sobresaltó y contestó: —Me dio permiso el amo francés, no tengo que trabajar.
—Andá a hablar con el patrón. Juan Andrés se tendió sobre la estera y se cubrió con el poncho viejo. Hacía suficiente calor en ese espacio chiquito donde todos dormían juntos con el sueño pesado y el aliento seco de tanto
cansancio. Miró al techo de paja por donde el humo se agolpaba buscando las hendijas para salir y recordó el día que lo mandaron a buscar un venado en las faldas del Cotopaxi. Los amos estaban de cacería y se les escapó un macho soberbio por el escarpado. El patrón le ordenó que lo buscara y él, en lugar de sentir miedo, sintió paz y se
alejó a la carrera para buscarlo entre el pajonal, atrás lo seguía el patrón en su caballo castaño. Se le afinó el olfato y se le agudizó el oído mientras buscaba agazapado y nervioso. La niebla tapó el sol y al perder la orientación gritó de gusto sin saber por qué, sólo tenía diez años y se sintió poderoso. Comenzó a sudar copiosamente a pesar del frío que era intenso, y entonces se apareció como un milagro el Cotopaxi con un tinte rosado en la cumbre, había nieve dispersa sobre las rocas. Cayó de rodillas porque no supo otra forma de reaccionar ante semejante revelación; el monte blanco lo había llamado y se había descubierto sólo para él. Mientras estuvo arrodillado sintió la presencia del volcán, el frío intenso de la nieve y una energía cálida se le fue metiendo por los poros. Siguió un largo rato de rodillas en comunicación silenciosa con el monte y entonces el sol brilló y dispersó las nieblas. Sintió un vuelco al corazón cuando vio al venado macho acercarse despacio con los ojos fijos en él. Se miraron con seriedad, como si se estuvieran comunicando y entonces, escuchó el disparo que derribó al macho poderoso y la sangre se regó sobre la nieve blanca. En ese momento desmontó el patrón y le pasó la mano por el hombro y le dijo:
—Eres un macho, machote Juan Andrés. Él se inclinó para agradecer el cumplido, el hijo del patrón desmontó también y se colocó junto a
su padre.
—Hijo, quiero que seas amigo de este indiecito, que aprendas a ser valiente como él.
Desde ese día, acompañó a Gregorio en sus cacerías y juegos y cuando el joven se convirtió en el amo absoluto tras la muerte de sus padres, lo tomó a su servicio como su hombre de confianza, a veces llegó a pensar que lo consideraba su hermano.
Esa mañana, Gregorio inspeccionaba unos rosales junto al jardinero que estaba reemplazando a Juan Andrés. Levantó la mirada y lo vio acercarse con timidez.
—¿Qué haces aquí? Estás con permiso del señor de La Condamine?
Juan Andrés se detuvo a una distancia corta del patrón y con el sombrero entre sus manos y la mirada baja dijo:
—Sí, su merced. Amo patrón.
—¿Qué vienes a hacer?
Juan Andrés enmudeció, las palabras no le salieron de la boca y fue Gregorio quien se le acercó y tomándole por los hombros le dijo:
—¿Qué te pasa? Dime lo que tengas que decirme—lo obligó a mirarlo y le dijo—tranquilo, seguro que no has matado a nadie.
—Patrón, quería pedir permiso para ir a Sigchos.
—Claro que puedes ir si te lo ha permitido La Condamine.
Juan Andrés no alzó la mirada y el marqués le dijo:
—Voy a ordenar a José que te redacte un permiso para que puedas viajar sin problemas, puedes llevarte un caballo y cambiarlo en La Ciénega por otro descansado.
Juan Andrés besó la mano del patrón y dijo:
—Dios se lo pay, amo patrón.
—Está bien, anda con cuidado que no quiero que te pase nada.
Gregorio lo vio partir y sintió una corazonada muy mala, pero luego se acordó lo valiente que era el indio y descartó esa intuición para retomar lo que estaba haciendo con el jardinero. Un chihuaco graznó sobre la copa de un capulí, el semblante del patrón se ensombreció y entró en la casa apresuradamente. —José—Gritó
—Señor—José apareció y dijo—¿Me llamó?
— Verás. el Juan Andrés va a ir a Sigchos a visitar a sus padres, quiero que redactes un documento que diga que viaja por orden mía.
—Enseguida, señor.
Gregorio se alejó pero luego regresó y dijo:
—Quiero que le den un buen caballo y que tenga la oportunidad de cambiarlo en La Ciénega. No
sé. Estoy preocupado por este viaje, a lo mejor no debería permitir que se vaya—Se pasó la mano por la cabeza. José lo miró con incredulidad y dijo:
—Señor, nadie sabe viajar mejor que ese indio, usted mismo me ha dicho que tiene poderes sobrenaturales. No creo que haya que preocuparse, desde que es guaguito anda viajando por todas partes.
—Tienes razón, un hombre que vuela sobre los riscos no puede sufrir ningún percance.
Gregorio pasó el día malhumorado, la casa le pareció sombría y una nube negra se instaló sobre su cabeza.
—Rebeca, voy a dormir en mi cuarto. Me duele la cabeza, dile eso a mi mujer. Rebeca fue al cuarto de Mariana y le dijo:
—Señora, el amo dice que está con dolor de cabeza y va a dormir en su dormitorio.
—¿Qué pasó, Rebeca? Hace meses que mi marido está extraño. No entiendo su comportamiento—Mariana caminaba en círculos por su estrado.
—No lo sé, su merced. Lo veo preocupado—Entrelazó las manos y la miró de frente. Le dijo—Por favor, no le moleste ahora, ya sabe cómo se pone cuando está aproblemado.
—Lo sé. Da miedo acercarse a su puerta—Mariana se sentó al borde del lecho y puso la cabeza entre las manos—Hace tiempo que está lejano, ya no confía en mí ni puedo hacer que se ponga contento.
—Señora—Rebeca se arrodilló junto a
ella y le dijo—Son tiempos difíciles, las autoridades aparecen por todas partes y últimamente han confiscado mercadería del patrón.
Mariana levantó la cabeza y la miró sorprendida. Dijo:
—Eso no ha pasado nunca, me hubiera enterado.
—Al amo no le gusta preocuparla por los negocios.
—¿Ves lo que digo? Para el amo me he convertido en un mueble de su casa, en un adorno más.
—Por favor, recuerde que a más de que se confisca la mercadería, el comercio está difícil. Ya no son tan productivos los obrajes.
—Lo sé, las reformas borbónicas no han traído más que pérdidas para los obrajes.
—Sin embargo, los obrajes del amo todavía son muy productivos pero está ocupado en consolidar la ganadería para hacer quesos y no depender tanto del obraje, vienen nuevos tiempos.
—Sí, ya sé. Todo el mundo se lamenta pero Gregorio tiene una fortuna tan grande que nada lo puede dañar.
—Eso pensamos todos, pero él, está decidido a diversificar la producción. Por eso está construyendo canales de riego y sembrando pastos para el ganado lechero.
—Sí, pero eso no le da derecho a alejarse tanto, se pasa en el campo, me deja muy sola.
Rebeca sólo consiguió que le doliera la
cabeza a ella también y se retiró llena de pena.
Juan Andrés respiró con amplitud y sintió los rayos del sol que le quitaban las penas y le señalaban el camino. Iba en el caballo que le dieron en La Ciénega y tenía los papeles en su morral, había pasado muchos controles y aunque lo insultaron y azotaron, le dejaron partir. El nombre del patrón era poderoso. Pasó Saquisilí, Canchagua, Toacaso y en Isiinlivi se detuvo para tomar alimento y descansar un momento.
Se sentó sobre un montículo para sentir la inmensidad del paisaje que se desplegaba entre nubes rosadas y cielo azul. Sonrió con la boca llena de tostado y le mandó un saludo con la cabeza al caballo que pastaba tranquilo sin bocado ni riendas. Dormitó por un rato y su cuerpo se llenó paz y olor a páramo. Cuando despertó, ensilló el caballo y llegó a la laguna del Quilotoa. Sus ojos se llenaron del azul del agua y bajó a pie el camino arenoso y difícil, cuando llegó al borde alto del cráter, levantó las manos al sol y absorbió la luz con una respiración rítmica. Sus células resplandecieron y
Los marqueses de Maenza desayunaban en una mesita que habían colocado en una galería de vidrios en la planta alta con vista al convento de Santa Catalina. El marqués, vestido con su atuendo de montar, miró al convento y preguntó:
—¿Qué parte crees que sea?
—Debe ser un patio privado, a lo mejor las monjas hacen ejercicios espirituales ahí—Dijo Mariana achicando los ojos—La madre superiora ha sido muy amable conmigo, me ha enseñado el convento entero menos este patio—Tomó entre sus manos la taza de chocolate y bebió lentamente mientras observaba hasta la última hoja de la palmera alta, llena de coquitos, luego se fijó en los naranjos y limonares.
—Mariana, anoche fuiste la más bella de la noche—El marqués le pasó la mano por el cuello.
—De ti no sé nada porque me encerraron con las viejas.
El marqués bajó la mano y con aire serio le dijo:
—Mariana, lo importante es que hice una buena amistad con La Condamine.
–Pensé que eran amigos, le mandaste a Juan Andrés.
—Sí, está feliz con él—Luego cambió de tema y dijo—A éste lugar quiero trasladar la biblioteca, no me gusta para comedor.
—¿Vamos a tener un comedor permanente?
—Sí, es la moda hoy en día tener una habitación dedicada a servir las comidas, en la Ciénega tenemos algo así, aunque cambiamos muchas veces su ubicación.
—Extraño la Ciénega, me hace falta el campo.
—Pronto conocerás el campo que tenemos por acá, Quito es precioso y sus alrededores son lindos me gusta que la ciudad esté rodeada de tanto verdor, tanta naturaleza.
Ismael entró en ese momento y dijo:
—Sus mercedes, el Juan Andrés viene de parte del señor de La Condamine.
—Hazlo pasar, quiero saber cómo se porta con La Condamine.
Minutos más tarde apareció Juan Andrés descalzo, pantalón de tela tosca que le llegaba un poco más abajo de las rodillas, camisa del mismo género, el pelo negro y lacio le caía sobre la espalda. Tenía la mirada baja y un sombrero de paño duro entre las manos, se mantuvo en silencio hasta que el marqués le dijo:
—¿Para qué te ha mandado el señor de La Condamine?
—Su mercé, amito, el amo La Condamine tiene cosas que le puede interesar.
La marquesa se revolvió en su asiento; un olor a tierra y humo le rozó la cara. Le pareció que una presencia etérea había entrado para recordarle los días de su adolescencia cuando comía mote y chochos en las quebradas. Sentía cariño por ese indio talentoso que además era el marido de Pastora.
Juan Andrés no levantó la vista, la tenía clavada en el suelo en señal de humildad pero sintió a la marquesa como si fuera una mariposa azul volando entre los guaicundos. El marqués se levantó.
—Habla—Le ordenó y se sentó en una butaca alejada de la ventana.
—Su merced, el señor francés dice que tiene cosa bonita para vender a tu esposa si te gusta a vos tan.
—La Condamine tiene algo que ofrecernos.
—Ari, su merced. Tiene cosas brillantes y bien bonitas que va a gostar a la patronita.
—¿Y dónde?
El indio alzó por primera vez su mirada
tímida y contestó:
—El amo Charles dijo que vengas al almacén del colegio cuando sea ya de noche tan.
Mariana se sentó junto a su esposo en el brazo del sillón. Dijo:
—Dile a tu señor que esta noche estaremos ahí.
El indio bajó la cabeza y contestó:
—Ari, su merced, madrecita, yo le aviso al patrón extranjero.
Mariana esperó a que el indio saliera por la puerta y dijo:
—Cómo puedes vivir sin Juan Andrés, le has prestado a La Condamine y la pobre Pastora se pasa llorando por su marido.
Gregorio tomó a su esposa por la cintura y bajándola del brazo del sillón, la sentó en sus rodillas. Le dijo:
—Al Juan Andrés le sienta estar con los sabios, aprende mucho—La besó en el cuello y continuó—Vamos a ver qué cosas lindas tiene el francés para
mi mujer.
—¿Piensas comprarme algo?
—Claro, todo que te guste.
Mariana se sintió incómoda, hace tiempo que sentía a su marido lejano, parecía que la compensaba con cosas caras y bonitas, pero pronto desechó la nube que le nubló el corazón y se alegró al oír el trajín de ensillar caballos.
Esa noche, los marqueses escoltados por Ismael y cuatro hombres más, caminaban por las calles de Quito, entraron a rezar en La Compañía que estaba iluminada por más de cien velas creando un ambiente místico. El oro resplandecía bajo la luz de las velas y la gente que rezaba estaba elegante, más de lo que se ve en una iglesia de Quito a esas horas. Tocó el brazo de su marido con el codo y le murmuró al oído:
—Parece que seremos muchos en el almacén de los jesuitas.
El marqués asintió con la cabeza, estaban arrodillados en los reclinatorios que habían traído sus sirvientes.
—El padre Juan es mi amigo, nos reservó el primer puesto en la fila, él se encargará de hacernos pasar antes que nadie—Bajó aún más la voz—Debemos
simular que no conocemos a nadie.
—De todas maneras es imposible saber quiénes son, están todos tan embozados.
—Nosotros también, nadie nos ha reconocido.
Los marqueses siguieron el resto del servicio religioso con fervor a pesar de que sentían el nerviosismo de los que estaban detrás. Cuando la misa terminó, el padre Juan se les acercó y los hizo pasar primero. Entraron a un patio oscuro iluminado por antorchas desfallecientes que a duras penas dejaban ver las piedras talladas del adoquín. La marquesa sintió frío y se tapó con su rebozo de alpaca. Una dulce languidez la invadió al divisar la tenue silueta del Pichincha elevándose detrás de los muro del Colegio. Juan Andrés apareció en el corredor oscuro que debían cruzar, los alumbró con un farol grande hasta llegar a las habitaciones donde estaba adecuado el almacén de La Condamine. Siguieron por corredores que les parecieron interminables siempre alumbrados por el sirviente que caminaba despacio. Por fin se detuvo ante una puerta grande y golpeó. La Condamine
abrió y besó la mano de la marquesa: —Qué honor que la más bella venga a ver mis pertenencias.
Ella sonrió y entró seguida de su marido, Juan Andrés cerró la puerta y esperó afuera.
—Mis enseres, mi ropa—Señaló La Condamine con su mano abierta—Todo lo he puesto en venta porque los fondos para nuestro trabajo están cortos y hasta que llegue una carta a París, pasarán más de mil años.
—¿Pero no les mandaron con suficiente dinero?
—No, madame. Hubo dinero, pero Godin, nuestro jefe de misión, gastó más de lo que debía y hemos quedado en bancarrota.
El marqués le dijo:
—No te preocupes que todo Quito está esperando para terminar con lo que tienes, mira—Señalo con la cabeza a Mariana que estaba perdida entre tanta mercadería.
—¡A mi querido marqués! ojalá no te equivoques, es terrible no tener cómo pagar las cuentas y vivir de la caridad de los Jesuitas.
—Bueno, bueno. Nadie va a dejar que mueras de hambre.
—Gracias, lo sé. Amigos como ustedes son lo más valioso que uno puede encontrar.
La marquesa acarició las mesas de madera lustrosa, la seda de los muebles, el tejido de las alfombras…Los cuadros.
—No sé por dónde empezar.
—Mariana, creo que debemos comenzar con buenos muebles para arreglar la biblioteca y el comedor.
—¡Ah! Tengo un juego de comedor de última moda en París, vengan conmigo. Los marqueses lo siguieron, Mariana pasó la mano por el tablero de la mesa y por unos muebles con vidrio.
—¿Para qué sirven estos?
—Son los aparadores y sirven para guardar la vajilla—La Condamine se agachó un poco y dijo—en estos cajones de la parte inferior del mueble se guardan los cubiertos. Hay dos aparadores.
—Hermosos, quiero los dos..
—Me parece que queremos el juego completo—Intervino el marqués.
La marquesa sonrió cuando vio que su marido decía:
—El escritorio, las butacas, los espejos, el reloj de malaquita, el de bronce, los cuadros.
La Condamine iba poniendo unos papeles con una cruz en los muebles que escogió el marqués.
—Ahora quiero ver las joyas.
La Condamine sacó un cofre del cual Gregorio escogió lo más fino, lo que le gustó más.
—No quiero acabar con todo, les arruinaría la diversión a los que esperan—Se detuvo frente al francés y le dijo:
—Mañana mando una cuadrilla de hombres para trasladar los muebles a mi casa, lo haremos a la hora de la siesta cuando nadie ve nada—Se quedó un momento pensativo—Lo podemos ha-
cer en tres días, pero mañana ven a visitarme para pagarte en efectivo lo que te debo.
—Pero marqués, es una pequeña fortuna.
—No hay ningún problema; embellezco mi casa y ayudo a un amigo. Los dos se fundieron en un abrazo y un rato después los marqueses salieron por otra puerta donde los esperaba Juan Andrés. Minutos más tarde entraban los demás, admirados ante tanta maravilla nunca vista en Quito.
Fueron días de trajín; el templo de La Compañía se llenó todas las tardes con gente elegante, los hombres con sus capas negras y las mujeres cubiertas el rostro con mantones finos. No se daban cuenta que muchas veces coincidían los criollos y las mismas autoridades españolas que también querían comprar unas tijeras, unas joyas para sus queridas.
La Condamine hacía cuentas a la luz de las velas del candelabro que reposaba sobre el escritorio. Estaba asustado porque el dinero no iba a alcanzar para meterse de lleno en el trabajo académico al que habían venido. Godin había gastado casi todo en mujeres y placeres a lo largo del viaje y ahora no bastaba lo que recaudó de las ventas que hizo a los criollos. Recibió una pequeña fortuna por ello, pero se dio cuenta que no iba a ser suficiente para el tiempo que pensaban quedarse en la Real Audiencia. Sumó, restó, mojó la pluma en el tintero y no encontró la manera de escapar de la realidad; tendría que pedir prestado o hacer magia para colectar la suma necesaria. Dejó la pluma en el plumero, puso las manos tras la nuca y comenzó a balancearse en la silla para ver si le llegaba alguna inspiración divina, en ese momento escuchó unos golpecitos en la puerta. Se levantó, quitó el cerrojo y retrocedió, un viento helado le rozó el torso, un hombre embozado entró y se descubrió. La Condamine sacó un puñal del cinto, el hombre le enseñó las manos limpias y dijo:
—No se asuste, soy el padre Juan, jesuita misionero.
—¡Padre Juan, casi me mata del susto!
—No es para tanto, señor De La Condamine, no soy tan feo como cree usted.
—No se crea, no se crea. Si usted se hubiera visto cuando abrió la puerta se hubiera desmayado, parecía un fantasma o la aparición de la muerte.
El jesuita, con su hábito oscuro y la capucha sobre sus hombros preguntó: —¿Puedo sentarme?
—Por supuesto—La Condamine quitó los libros que estaban sobre una silla y los puso en otro lado—Siéntese y póngase cómodo.
El padre Juan se sentó en la silla y el francés sobre la cama, la luz de las cinco velas lanzó sombras sobre las paredes blancas, hacía frío, La Condamine le prestó un poncho de alpaca que el padre se lo puso al instante mientras decía:
—¡Dios, qué frío!
—Voy a llamar a mi sirviente para que nos prepare un chocolate, así nos protegeremos un poco del hielo que hace en este páramo.
—Usted debe tener algún licor fuerte, eso sí nos protegerá toda la noche.
—¿Toda la noche?
—Es un decir, mientras dure la conversación y usted no me arroje a la calle. La Condamine se echó a reír y se levantó para traer una botella de pisco peruano que tenía en su cómoda. Sacó dos copas y dejó la botella sobre su mesita de noche.
—Mire, quiero ir al grano y explicarle el motivo de mi presencia en su dormitorio a estas horas de la noche. La Condamine se encogió de hombros y llenó las copas.
—Sé que usted está corto de dinero, que lo que pudo obtener de la venta de sus bienes no le va a alcanzar para las investigaciones que quiere realizar.
—¿Entiende cuál es mi trabajo, padre Juan?
—Sí, entiendo que tiene que medir el ancho de la Tierra para ver si es achatada en los polos o tiene forma de huevo, pero tengo prisa para explicarle mi presencia en su cuarto. Puedo ayudarlo económicamente.
La Condamine abrió los ojos y dijo:
—No me diga que un espíritu lo ha mandado hasta aquí justo cuando estaba pidiendo al cielo un milagro.
Las sombras volaron por las paredes, el jesuita hizo un ademán con la mano y barrió el aire, La Condamine lo miró con asombro y dijo:
—Estoy confundido, es mucha coincidencia su presencia en este momento, comprenda que estoy un poco alterado—Y adoptó un aire más sereno.
—Soy un jesuita misionero, las almas de mi rebaño viven en un sitio tan difícil de acceder que el único cristiano que ha ido por ahí soy yo y un antiguo sacerdote que murió desbarrancado en un abismo. Los fieles de este humilde pueblo me tienen una confianza muy grande.
El padre Juan calló para ver si La Condamine tenía algo que decir, pero este, se levantó para llenar otra vez las copas.
—Los indios a los que catequizo tienen parte del oro del rescate de Atahualpa—Esta vez tuvo que callar porque vio la impresión que sus palabras hicieron en el francés, pero como no lo escuchó decir nada continuó—Usted sabe que una parte del tesoro del rescate del inca nunca llegó a Cajamarca y dicen
que Rumiñahui lo escondió en tan gran secreto que nadie lo h encontrado a pesar de las cuadrillas que se han armado a través de los siglos para encontrarlo. —Sí, padre. Sé que hay gente que sólo vive para buscar el tesoro de Atahualpa y que nadie lo ha hallado jamás, he llegado a pensar que se trata de una fábula y que tal tesoro no existe.
—En una cosa está usted en lo cierto; pienso que el tesoro no es lo que espera un hombre normal, los que invierten dinero y recursos humanos para buscarlo siguiendo rutas que nos han dejado cronistas que vivieron en la época de la conquista y de Francisco Pizarro— El padre Juan se inclinó un poco y posó su mirada en la copa mientras decía—Yo pienso que el tesoro no es tan grande y que además está enterrado en varios sitios, cada uno más inexpugnable que otro, también pienso que mucha gente ya ha encontrado partes y no han dicho nada, sin embargo, se han hecho muy ricos.
—Padre, me parece muy interesante y si tuviera tiempo me dedicaría a buscar el tesoro, pero por ahora me urge arreglar mis asuntos financieros para dedicarme de lleno en las mediciones astronómicas.
—Ya se olvidó de lo primero que le dije. La Condamine lo miró con cara de no entender, se acomodó en la silla.
—Le dije que puedo tener la solución para sus problemas económicos sin que tenga que acudir a nadie ni sufrir humillaciones.
—Esto amerita más pisco. El padre Juan esperó a que le llenara su copa y se sentara otra vez en silencio para continuar.
—Cuando Francisco Pizarro decretó la muerte de Atahualpa, los españoles que estaban con él en Cajamarca habían ya fundido el oro.
—Almagro llegó de imprevisto y quiso parte del botín. ¿Verdad?
—Sí, pero eso en este momento no importa, nos vamos a centrar en qué pasó cuando algunos españoles decidieron regresar a España con llamas e indios cargados de oro—Hizo silencio para ver la reacción del francés que lo escuchó sin pestañear—Algunas llamas rodaron con el oro demasiado pesado sobre sus lomos y los indios huyeron para no entregarlo a los españoles y lo escondieron en huacas.
La Condamine escuchó casi sin respirar. Lo que le estaba diciendo el jesuita era más fantástico que lo que muchos hombres hablaban sobre el misterioso tesoro del inca. Se levantó para llenar otra vez las copas vacías; estaba preso de un encantamiento y no quería que amaneciera antes de entender qué era lo que el padre le quería decir. Le pidió con una seña que continuara, no se atrevió a poner palabra para no alargar el relato.
—Hay un hombre entre los que viven donde yo catequizo que sabe dónde está y cómo conseguir el oro. Es una parte pequeña del tesoro, son reliquias
que encontraron hace mucho tiempo
—¿Pero, cómo es que las autoridades españolas no lo saben?
—No lo sabrán jamás, los indios guardan absoluta reserva, no comentan sobre esto, yo me he enterado por una casualidad mientras caminaba por un páramo que prefiero no nombrar, fui testigo de un ritual donde utilizaron oro.
—¿Logró observar sin ser visto?
El padre le contestó con la mirada, La Condamine se pasó las manos por la cabeza y exclamó:
—¡No entiendo por qué me está contando esto si es tan secreto, por qué no habla con sus superiores!
—Jamás. Mis compatriotas sólo quieren el oro, no ha terminado la conquista; éste territorio interesa sobre manera por el oro que está oculto, continúa la obsesión de Pizarro y Cajamarca.
—¿Cómo puedo ayudar?
—Ponga mucha atención. En el mundo hay gente que piensa en el horror y terrible pecado que los españoles cometieron contra Atahualpa, contra los indios que confiaron en ellos. Yo no puedo hacer mucho, sería un iluso si pensara que puedo pedir la absolución divina para los españoles que tanto mal hacen a los indios, pero desde mi humilde servicio puedo ayudarlos.
El padre Juan se levantó, La Condamine vio su sombra desvanecerse por las paredes blancas a la luz de las vela agonizantes. Lo escuchó con una emoción desconocida hasta entonces. No entendió dónde estaba ni qué hacía a
esas horas de la noche hablando con un cura medio loco mientras el viento y el frío se metían por las hendijas.
—Señor de La Condamine, usted puede llevar objetos de oro y fundirlos en Lima, allá hablará con un inglés que se encargará de venderlo en Europa sin que se enteren las autoridades españolas.
—¿Usted piensa regalarme el oro así como si nada?
—No, usted se llevará un buen porcentaje, el inglés un poco menos y el resto me dará a mí para ayudar a estos pobres hombres a pagar sus impuestos para que las autoridades no los esclavicen en los obrajes.
—¿Cómo piensa justificar el pago de esos impuestos? Van a sospechar que algo pasa.
—Para eso necesito la ayuda suya y de Paul.
—¿Usted conoce a Paul?
—Sí, es una persona comprometida con la causa. Se ha ofrecido pedir al marqués de Maenza que compre la producción de maíz, lana y papas de mis feligreses, de esa manera y con su protección las autoridades no tendrán duda de dónde sacan el dinero mis pobres amigos.
—¿Pero, no sospecharan del marqués, que produce maíz y papas compre lo que tanto tiene?
—No, el marqués es demasiado poderoso y puede hacer lo que quiera.
—Puede denunciarnos ante las autoridades.
—Esto amerita más pisco. El padre Juan esperó a que le llenara su copa y se sentara otra vez en silencio para continuar.
—Cuando Francisco Pizarro decretó la muerte de Atahualpa, los españoles que estaban con él en Cajamarca habían ya fundido el oro.
—Almagro llegó de imprevisto y quiso parte del botín. ¿Verdad?
—Sí, pero eso en este momento no importa, nos vamos a centrar en qué pasó cuando algunos españoles decidieron regresar a España con llamas e indios cargados de oro—Hizo silencio para ver la reacción del francés que lo escuchó sin pestañear—Algunas llamas rodaron con el oro demasiado pesado sobre sus lomos y los indios huyeron para no entregarlo a los españoles y lo escondieron en huacas.
La Condamine escuchó casi sin respirar. Lo que le estaba diciendo el jesuita era más fantástico que lo que muchos hombres hablaban sobre el misterioso tesoro del inca. Se levantó para llenar otra vez las copas vacías; estaba preso de un encantamiento y no quería que amaneciera antes de entender qué era lo que el padre le quería decir. Le pidió con una seña que continuara, no se atrevió a poner palabra para no alargar el relato.
—Hay un hombre entre los que viven donde yo catequizo que sabe dónde está y cómo conseguir el oro. Es una parte pequeña del tesoro, son reliquias
que encontraron hace mucho tiempo
—¿Pero, cómo es que las autoridades españolas no lo saben?
—No lo sabrán jamás, los indios guardan absoluta reserva, no comentan sobre esto, yo me he enterado por una casualidad mientras caminaba por un páramo que prefiero no nombrar, fui testigo de un ritual donde utilizaron oro.
—¿Logró observar sin ser visto? El padre le contestó con la mirada, La Condamine se pasó las manos por la cabeza y exclamó:
—¡No entiendo por qué me está contando esto si es tan secreto, por qué no habla con sus superiores!
—Jamás. Mis compatriotas sólo quieren el oro, no ha terminado la conquista; éste territorio interesa sobre manera por el oro que está oculto, continúa la obsesión de Pizarro y Cajamarca.
—¿Cómo puedo ayudar?
—Ponga mucha atención. En el mundo hay gente que piensa en el horror y terrible pecado que los españoles cometieron contra Atahualpa, contra los indios que confiaron en ellos. Yo no puedo hacer mucho, sería un iluso si pensara que puedo pedir la absolución divina para los españoles que tanto mal hacen a los indios, pero desde mi humilde servicio puedo ayudarlos.
El padre Juan se levantó, La Condamine vio su sombra desvanecerse por las paredes blancas a la luz de las vela agonizantes. Lo escuchó con una emoción desconocida hasta entonces. No entendió dónde estaba ni qué hacía a
esas horas de la noche hablando con un cura medio loco mientras el viento y el frío se metían por las hendijas.
—Señor de La Condamine, usted puede llevar objetos de oro y fundirlos en Lima, allá hablará con un inglés que se encargará de venderlo en Europa sin que se enteren las autoridades españolas.
—¿Usted piensa regalarme el oro así como si nada?
—No, usted se llevará un buen porcentaje, el inglés un poco menos y el resto me dará a mí para ayudar a estos pobres hombres a pagar sus impuestos para que las autoridades no los esclavicen en los obrajes.
—¿Cómo piensa justificar el pago de esos impuestos? Van a sospechar que algo pasa.
—Para eso necesito la ayuda suya y de Paul.
—¿Usted conoce a Paul?
—Sí, es una persona comprometida con la causa. Se ha ofrecido pedir al marqués de Maenza que compre la producción de maíz, lana y papas de mis feligreses, de esa manera y con su protección las autoridades no tendrán duda de dónde sacan el dinero mis pobres amigos.
—¿Pero, no sospecharan del marqués, que produce maíz y papas compre lo que tanto tiene?
—No, el marqués es demasiado poderoso y puede hacer lo que quiera.
—Puede denunciarnos ante las autoridades.
—No lo creo. El marqués pertenece a un grupo nuevo, mucho más refinado e intelectual que los funcionarios españoles, es decir, es un grupo que ha adquirido clase y reconocimiento, son nacidos aquí, éste es su hogar, no conocen otro—Miró al techo y continuó— Además nunca va a saber que está comprando nada.
—¿Cómo puede usted vender al marqués sin que se entere?
—Paul se encargará de eso.
—¿Paul es un santo que quiere ayudar a los indios?
—Tampoco es así. Paul es un francés que está obsesionado con las culturas prehispánicas y con Atahualpa. Quiere encontrar el tesoro, ya tiene muchas obras valiosas que piensa llevar de regreso a su país.
—¿Para eso vino a estas colonias?
—Sí, y para ayudar a la misión geodé-
sica, está muy interesado en las ciencias—Miró al suelo y sonrió escondiendo el rostro. Dijo—Quiere escribir un tratado sobre las similitudes y diferencias entre la ciencia occidental y la de los antiguos habitantes de esta tierra. Se escuchó la lluvia golpeando la ventana, La Condamine miró la copa que tenía entre sus manos y dijo:
— El viento nunca trae lluvias, padre Juan. ¿Qué pasará?
—A veces sí, puede tratarse de una nevada o qué se yo. Regresemos a donde nos quedamos.
La Condamine suspiró y dijo:
—Me parece que he llegado en un momento interesante en las colonias españolas, verá usted, padre Juan; el mundo nunca se detiene, las estrellas en el cielo también están en constante de cambio.
—Esta llovizna es como un rocío del amanecer, es normal a estas horas,
pero se me ha hecho muy tarde—El padre señaló a la ventana y dijo—Ya brilla el lucero de la aurora, debo partir.
La Condamine lo miró sin entender bien lo que estaba pasando, el licor le había hecho efecto y antes de salir, el jesuita lo acostó en el lecho, le sacó los zapatos y lo tapó con las mantas de lana pura.
A la mañana siguiente La Condamine se encaminó hacia las casa de sus compañeros y los reunió en la salita más privada que había, les dijo:
—El Virrey ha negado dinero para nuestra misión y el presidente dice que no hay nada en los caudales de la tesorería. Voy a ir al banco Castanier en Lima para cambiar letras personales mías y de esa manera financiaremos nuestros trabajos.
Mariana estaba sentada en una banca del jardín cuando un soplo de aire le rozó la cara y la hizo estremecer. Sin saber de dónde, le llegó un impulso por ver la torre de vigía que su suegro había construido a finales del siglo pasado y se levantó con rapidez. Mientras caminaba en dirección a la torre pensó en que estaba casi en ruinas y en desuso porque ya no eran los tiempos peligrosos de años atrás en que siempre había alguien vigilando para proteger la casa desde un sitio alto. Se detuvo un momento en el que vaciló, pero un deseo extraño la obligó a subir a lo más alto para que nadie la interrumpiera en sus pensamientos. Caminó con prisa hasta que se encontró con las gradas casi ocultas en una esquina y trató de no rozar con sus manos las paredes llenas de telarañas.
Cuando llegó, se sentó en una silla vieja que era lo único que quedaba en la edificación del tiempo de su suegro. Sentada como estaba se reclinó sobre el muro de la ventana de cristales rotos y lo que vio hizo que olvidara sus problemas. Se entretuvo viendo los tejados rojos, los patios encerrados, las casas de sus amigos y las iglesias. Su mirada iba y venía veloz hasta que descubrió a una pareja que se besaba junto a una pileta de piedra, no vio su cara porque el hombre tapaba a su novia y a si mismo con su capa larga. En otro patio más lejano unas mujeres lavaban trastos en la acequia que pasaba por el medio del adoquín. Algo le llamó la atención y se fijó en un hombre que cavaba un hueco, puso mucha atención al ver que depositó una muñeca de trapo y bebió chicha de un solo trago. Estiró el cuello para ver mejor porque se dio cuenta de que se trataba de un trabajo de brujería y se persignó, la gente hacía cosas sin saber que una mirada lejana los observaba con las pupilas dilatadas. Hacía frío y se levantó de su asiento con tal rapidez que tropezó con una estera vieja que estaba enrollada en el suelo.
Para no caer puso instintivamente las manos contra la pared y entonces se percató de que había un mueble muy antiguo escondido tras unas cortinas llenas de polvo y descoloridas por el paso del tiempo. Se limpió las manos con el ruedo del vestido y tosió varias veces. De pronto, se quedó inmóvil y sintió un miedo irracional; del mueble parecía irradiar una fuerza oscura y poderosa. Se animó y descorrió las cortinas, el polvo la obligó a estornudar, en uno de los cajones encontró unos pergaminos que quiso leer, pero encontró arrimado contra la pare el cuadro de Rosa de La Escalera que pareció mirarla con desaprobación. Dejó todo como estaba y con mucho nerviosismo apresuró el paso para salir de ahí.
Cuando alcanzó la planta baja se detuvo al ver a Adolfina que le dijo:
—Mi niña, tiene visitas.
—¿Quién es?
—El señor La Condamine y otro francés que no entiendo cómo se llama—Adolfina pareció fijarse en algo extraño y dijo—Niña, algo le pasa, está muy pálida.
—Sí, cuando estemos solas te comento lo que vi en la torre.
Adolfina le hizo una mueca y la miró con los ojos interrogadores, la marquesa se alzó de hombros y no contestó. El viento quebró una rama del capulí y un gavilán grande y oscuro sobrevoló sobre sus cabezas.
—Me está entrando miedo, Adolfina. Ese gavilán nos quiere picotear.
Pastora, que llegó en ese momento y la escuchó, le dijo:
—Patronita, su merced. Encima viene volando el quilico para avisarnos que el gavilán quiere hacer algo malo.
—¿Qué puede querer el gavilán?
—Amita, patronita. Se quiere comer los pollos pero el quilico grita así para avisar que hay peligro.
—El quilico es tan chiquito, mucho más chiquito que el gavilán—Dijo Mariana siguiendo el sobrevuelo con la cabeza.
—El quilico es bien hanchi pero avisa, las gallinas tienen tiempo de esconderse.
Mariana vio una nube negra que venía del Pichinchi y ocultó al pájaro de mal agüero. Caminó junto a Adolfina y le dijo:
—Anda y di a Ismael que no ha hecho lo que le pedí, quiero que ponga el cuadro de doña Rosa en su habitación, que no lo deje arrumado en la torre vieja que ya mismo se derrumba—Iba a marcharse pero se volteó y dijo—¡Ah! Quiero que bajen el mueble viejo que está allá arriba y lo pongan en la misma habitación, creo que pertenecía a la madre del marqués.
Mariana nunca supo porque dijo eso, a lo mejor sintió que doña Rosa de La Escalera la había llamado a la torre para que la sacara de ahí.
Decidió ir a ver a sus visitantes y caminó con paso rápido, cuando llegó al segundo piso se detuvo frente a un espejo y se pasó una mano por el collar de perlas. Adolfina dijo:
—Su merced, los franceses se van a morir del susto.
—¿Por qué?
—Es usted demasiado hermosa—mintió Adolfina que se asustó al verla tan transformada.
La marquesa entró en la sala más importante de su casa y encontró a los dos franceses admirando los cuadros y objetos de arte, se volvieron cuando la oyeron llegar y ella les dijo:
—Buenas tardes, señores—Hizo una leve reverencia con la cabeza y su aroma se esparció por el aire.
—Madame, permita que le presente al señor Hugot, relojero de nuestra misión.
La marquesa los invitó a sentarse y cuando vio llegar a Ismael, preguntó:
—¿Les puedo ofrecer un chocolate caliente y espeso para este frío?
—Oh, madame. Es usted por demás amable, pero hemos tomado ya un chocolate con quesadillas en el refectorio del colegio. Le aceptaríamos un café bien cargado para despejar la mente. Ismael se inclinó y se retiró para traer lo que habían pedido.
En el salón, la marquesa dijo:
—Me han dicho que usted es relojero, señor Hugot.
Hugot se fijó en el polvo que tenía la falda de la marquesa pero no dijo nado, fue La Condamine el que contestó:
—Es de los mejores de Francia, ha fabricado relojes para catedrales y conventos. Lo he traído porque quiero que ponga a punto el reloj que compró
el marqués y que veo lo han puesto sobre esa mesita. La marquesa se levantó para situarse junto al reloj y dijo:
—¿Esto es malaquita?
—Sí, madame—Hugot se colocó junto a ella—Fíjese en la delicadeza de los dorados que hacen resaltar el verde de la malaquita. ¿Sabía usted que la malaquita es una piedra que espanta los malos espíritus?
La marquesa abrió los ojos. —Bueno, es un decir. Pero en la antigüedad se decía que era una piedra protectora, que atrae la buena fortuna y ahuyenta a los envidiosos.
La marquesa pasó su mano sobre la malaquita rodeada de oro y sintió una palpitación extraña en el corazón. Hugot dijo:
—A veces la malaquita produce palpitaciones—Pasó su mano por la superficie lisa—Está constituida por carbonato de cobre que produce esas vetas de color verde.
—Pero, señor Hugot. Quiero saber sobre sus propiedades mágicas.
—Madame, a las mujeres les gusta mucho el misterio, le diré una cosa que no sabemos si es verdad.
La marquesa lo miró atenta.
—Se dice que estas vetas verdes actúan como reguladores de los nervios y que ayudan a sobreponer las tristezas— Miró los zapatos de Mariana llenos de polvo y dijo—absorbe la tristeza.
—Señor Hugot. Es maravilloso lo que me dice.
Hugot estaba volcado sobre el reloj,
ella se movió un poco para ver lo que estaba haciendo pero sólo pudo ver su espalda inclinada.
—¿Qué pasa, señor Hugot?—Se acercó y se paró en las puntas de los pies para observar lo que hacía.
—Madame, cuando Hugot trabaja no escucha nada, se vuelca en los relojes, es como si fueran sus amantes—Dijo La Condamine.
Hugot parecía buscar su alma en la parte trasera del reloj. Por fin se enderezó, se colocó delante de la esfera de cristal y la abrió. Sacó de su bolsillo un paño de seda con el que limpió las manecillas. Dijo:
—Mire, estos son los números romanos que señalan la hora, los días de la semana están representadas por estas divinidades antiguas.
—¿Qué estaba haciendo en la parte posterior del reloj?
—Me aseguraba que el rodamiento estuviera bien engranado, ya lo revisé e hice los ajustes necesarios—Le enseñó una llavecita—Tiene que darle cuerda todos los días para que siga funcionando.
—Señor Hugot, sé como dar cuerda al reloj, sé qué hora es por el sol y el tañer de las campanas. Lo que me interesa del reloj es la malaquita.
En ese instante entró Ismael con Adolfina para servirles el café. Sentados alrededor de una mesita los franceses observaron a los esclavos abrir un frasquito con esencia de café que pusieron en cada taza. Adolfina,
con la jarra de agua caliente en sus manos, preguntó:
—¿Le gusta cargadito, señor La Condamine?
—¡Oh, sí! Muy cargado, bien negrito como tú.
Ismael y Adolfina rieron, le pusieron doble ración de esencia y cuatro cucharitas de azúcar. Lo mismo para el relojero que estaba sentado con la vista fija en las flores de la alfombra que casi cubría todo el enladrillado.
—Madame—Dijo La Condamine—Su marido está por llegar, me imagino.
—No, mi marido fue a visitar algunas de las propiedades que tenemos por los alrededores, se quedará a dormir en una de las haciendas.
—¿En la Ciénega?
—No. En alguna de por acá, no me acuerdo el nombre.
—Es usted una señora muy rica que no sabe el nombre de todas sus propiedades—Dijo La Condamine.
—Sí, mi marido tiene que recorrer un territorio para visitar sus propiedades.
—Y usted es ajena al manejo de su fortuna, me imagino que a una dama tan bella no le gusta la rigurosidad de los números.
—Se equivoca, señor La Condamine, amo los números. Paul me ha enseñado mucho pero por el momento tengo otras preocupaciones.
La Condamine dejó su taza de café vacía, se acomodó en el asiento y observó a la marquesa mirar de reojo al reloj.
—Señora, quería hablar con su
marido porque pienso emprender un viaje a Lima para negociar unas letras de cambio, me habían dicho que el marqués conoce a los limeños más influyentes y podría darme una recomendación.
La marquesa se inclinó hacia él y poniendo su mano sobre la suya le dijo:
—Señor, yo lo puedo ayudar en la ausencia de mi marido, nací en Lima y conozco a una persona que lo pondrá en contacto con todos los influyentes y poderosos.
—Estoy por demás agradecido y sorprendido de que esta visita fuera tan fructífera. Si no le incomoda me gustaría saber a quién me va a encomendar.
La marquesa lo miró con los ojos sonrientes y dándole una palmadita en la mano dijo:
—A mí madre, si gusta puede pasar mañana para recoger mi carta de recomendación.
Los franceses se levantaron para despedirse. Si se quedaban más de lo debido en la casa de una mujer con el marido ausente, se meterían en problemas. —Madame, ha sido un placer estar en su compañía. Nos retiramos con pesar porque nos espera mucho trabajo.
—No se olvide de pasar mañana por mi carta, se lo pide al guasicama—Al ver la cara de extrañeza del francés, dijo—al indio que está de servicio, lo encontrará cerca a la puerta de salida.
—Así lo haré, madame—La Condamine le besó la mano.
Cuando la marquesa se quedó sola llamó a Ismael que vino acompañado por
Adolfina y le dijo:
—Ismael, quiero que quites este reloj de aquí y lo lleves a mi estrado.
—Su merced, el amo me ordenó ponerlo aquí.
—No vuelvas a desobedecerme y haz lo que te ordeno. Además quiero que bajes el cuadro de doña Rosa y ese mueble viejo, no quiero que sigan en ese sitio destartalado.
Mariana salió seguida de Ismael y Adolfina que transportaban el reloj. Caminaron con pasos rápidos como si se tratara de un acto militar, la marquesa abrió el estrado y se encontró con dos indios que encendían las velas de la gran lámpara central, le costó orientarse al ver a la araña de cristal tan cerca del suelo. Esperó a que la levantaran y divisó la tabla de mármol de una repisa alta de madera oscura que estaba al final de la habitación. Dijo:
—Ismael, pon el reloj sobre la repisa de mármol, pero limpia bien el polvo. Ismael obedeció.
En su apuro, Mariana no se fijó que sus hijas estaban sentadas en un rincón, cerca del brasero que calentaba el aposento. Estudiaban castellano sentadas sobre almohadones, la monja sentada en un sillón bajito. se acercó y les dijo:
—¡Pongan un poco de esmero, sólo les pido un poquito y aprendan a hablar bien el castellano, no me gusta esas erres arrastradas ni esas eses que parecen serpientes!
Trató de serenarse pero dijo:
—Madre, por favor espero que logre quitarles ese acento tan feo, usted que
es española sabrá cómo hacerlo—Se retorció las manos enjoyadas mientras hacía punta y talón con los pies.
—Señora, no es culpa mía que hayan entregado a las niñas al cuidado de indias que solamente hablan quichua, hago lo que puedo.
La marquesa la miró con ferocidad y la monja bajó la mirada. Las niñas estaban asustadas y trataron de pronunciar con elegancia el español pero por mucho que lo intentaban no podían imitar el cadencioso acento de su madre. Ismael se mantuvo quieto con la cabeza baja mientras Adolfina miraba para otro lado.
—¿Dónde están los niños?—Preguntó de pronto la marquesa.
—Su merced, están con la señora Rebeca.
Mariana se acercó a la repisa del reloj, pasó la mano por la superficie lisa de la malaquita y sintió la magia de los ojos calmos rodeados de vientos verdes bajo su palma. La horas pasaban lentas en el reloj de malaquita, las campanas de una iglesia dieron las cinco de la tarde y en ese momento entraron Ismael y Adolfina con el chocolate caliente y los bizcochos recién horneados, Pastora traía al niño Manuel sobre sus espaldas envuelto a la manera indígena y tras ella venía Gregorito mirando al techo mientras la baba le caía por la quijada. La marquesa tuvo ganas de llorar pero se contuvo y tomó el chocolate rodeada de sus hijos, criados y esclavos. La monja se tomó dos tazas y cuatro bizcochos.
El 28 de diciembre de 1736 hizo su entrada en Quito el nuevo presidente, José Araujo y Ríos. Los balcones brillaron con los estandartes del rey y la Iglesia, hubo comparsas del Colegio de los jesuitas y las mujeres se pusieron sus joyas más finas. Vestido con sus mejores galas saludó al pueblo, iba en caballo enjaezado y desmontó frente a Las Casas Reales donde tomó juramento como gobernador y capitán general. El acto fue sobrio, lo acompañaron caballeros de capa y espada.
José Araujo caminó por las calles de Quito acompañado de su amigo el fiscal Balparda, saludó con unos y conversó con otros hasta que se detuvo y despidió a los que estaban junto a él, quería conversar a solas con el fiscal:
—Balparda, no me gusta como están Las Casas Reales, no pienso hospedarme en ellas.
—Señoría, está dispuesto su nuevo alojamiento en una casa particular—Le contestó Balparda con tono de enojo. —Lléveme entonces a mi domicilio, estoy cansado.
José Araujo, como si toda la vida hubiera sido el amo del lugar se dirigió a su nuevo alojamiento y pidió que le sirvieran la cena y le prepararan la cama. Un criado lo ayudó a desvestirse y a ponerse la bata de dormir, se hizo cargo de su ropa y lo dejó solo en su lecho de colgaduras finas.
Apoyado en las almohadas releyó una vez más la carta que recibió en Madrid de su amigo Balparda:
“Amigo y querido mío: sabe, soy todo suyo, ya sabe cuanto es de mi obligación servirle haciéndome del favor y confianza de Vmd”, “me haga el gusto de mandar comprar media docena de botijas de vino de la Concepción de Chile y encargar a un criado las traiga con cuidado como que son de VM, pues esperando esta ocasión no se puede conseguir en esta ciudad
. Hizo un alto en la lectura y pensó en voz alta:
—Esta carta me la envió cuando yo estaba finiquitando los trámites para legalizar mi nombramiento como presidente de La Real Audiencia de Quito. Ahora entiendo; está furioso porque no le traje el vino y porque en Latacunga me pidió que me pusiera de parte del grupo de Álvarez de Nates y Monteserrín. Yo me negué y creo que fue lo mejor, sólo que ahora tengo un enemigo en Balparda.
El sirviente, entró en la habitación y con una reverencia dijo:
—¿Su excelencia, usted me llamó? Escuché su voz y por eso vengo.
—No hombre, no. Estoy hablando en voz alta y no quiero ninguna intromisión. ¡Fuera!
Acostado sobre su lado izquierdo recordó que al llegar a la ciudad de Latacunga visitó primero la casa de unos particulares que le habían preparado un agasajo, eso también enfadó a Balparda, pensó. Antes de dormirse vio la cara indignada de su antiguo amigo, que ahora era su enemigo feroz. No importa, para algo tengo este carácter fuerte, sabré imponerme. El cansancio lo venció y se quedó dormido
Era entrada la mañana cuando alguien retiró las cortinas de su lecho. Se tapó los ojos con la mano para protegerse de la luz y se volteó en la cama para seguir durmiendo. Una mano respetuosa se posó sobre su hombro y le dijo:
—Amo, es hora de levantarse—Era su esclavo negro, uno de los que habían venido con él desde Lima.
—Maldito negro que me despiertas cuando el sueño era tan bonito.
El esclavo no se inmutó, le alcanzó el bacín para que hiciera sus necesidades y cuando estuvo listo le dijo:
—Amo, ya está el baño.
—¿Tengo que bañarme en este hielo? Si esta ciudad es un páramo.
—El agua está caliente.
José Araujo observó a unos indios descalzos y sudorosos que llevaban a sus espaldas pondos de barro llenos de agua caliente. Con eso llenaron la tina de cobre donde se sumergió y se dejó lavar por su esclavo.
—Se ve que ahora eres un caballero que ni siquiera puedes calentar mi agua, tienes indios para que te ayuden en eso, malditos sirvientes que sirven a otros de su misma clase, tú deberías preocuparte por calentar mi agua.
—Amo, aquí son los aguateros los que se encargan de traer agua caliente de la cocina.
Se dejó lavar y perfumar para su posesión como Presidente de La Real Audiencia de Quito. Extrañó de forma inusitada a su esposa Rosa Larrea que iba a llegar con días de retraso y no podría acompañarlo en tan importante día.
José Araujo era oficialmente el Presidente de La Real Audiencia de Quito y como tal pasó a tomar su desayuno en la casa donde se había hospedado. Tenía tanta hambre que devoró panecillos
con chocolate batido de forma tan exquisita que no encontró rastro del más mínimo grumo.
Le avisaron que los ministros de la Audiencia llegaban a pie, en cuerpo de Tribunal para sacarlo de su casa y llevarlo a la plaza donde se darían las corridas de toros, los invitó a desayunar y luego salieron juntos. Se situó en el medio y juntos se encaminaron haciendo sonar sus espadas mientras el viento ondulaba sus capas oscuras.
El presidente llegó a la plaza y alcanzó a ver, en los palcos designados a los funcionarios, al fiscal Balparda que salió apresurado para darle el encuentro en medio del albero, pero los ministros, en actitud solemne le cerraron el paso y llevaron al presidente a sus palcos particulares donde disfrutaron del espectáculo de los caballistas y el capeo del toro. Fueron tres días de festejos en los cuales el pueblo, los funcionarios, criollos y eclesiásticos tuvieron la oportunidad de compartir con el Presidente Araujo.
A Balparda, la muchedumbre lo abucheó por adulador, entonces tomó la salida y fue a su despacho donde escribió al rey sobre los últimos acontecimientos. Estaba concentrado en contar hasta el último detalle para hacer quedar mal al presidente cuando escuchó unos golpes en la puerta y con la pluma en la mano dijo:
—¿Quién es?
—Su merced, soy yo.
El fiscal alzó la vista y vio entrar al
potentado Álvarez de Monteserín.
—¿En qué puedo servirlo? Estoy muy ocupado.
Balparda miró con aire preocupado a su amigo Álvarez que venía sofocado, aparentemente había corrido para llegar a tiempo. Dijo:
—Vengo a comunicarle querido amigo que han entrado en el territorio muchas mulas cargadas con tanta mercadería que es sospechoso.
—Habrá que averiguar quién es el dueño de la mercadería y seguir el debido proceso, ahora por favor puede dejarme porque estoy muy ocupado.
Álvarez Monteserín se acercó al escritorio donde escribía el fiscal y sentándose en la silla que estaba frente a él, le dijo:
—Vas a cambiar de opinión querido amigo cuando sepas a quién pertenecen las recuas y la mercadería.
—Quien quiera que sea se verá conmigo.
—¿Y qué diría su merced si le cuento que con esas mulas hace entrada en Latacunga la señora Rosa Larrea?—Se levantó de la silla y se mantuvo de pie a la espera de una respuesta. El fiscal dejó la pluma y miró a su amigo con la boca abierta. Álvarez Monteserín lo miró con aire triunfal, la espada al cinto, la capa casi rozando el suelo.
—¿Doña Rosa Larrea? Me dices que la esposa del presidente está en….
—En Latacunga haciendo tambo en la casa del marqués de Maenza.
—¿Y dices que viene con más mulas de
las que pueden traer el menaje de su casa?
—Por supuesto, aquí tiene casa de alquiler con todo lo necesario, con lujos digamos así, hasta que se arreglen las Casas Reales y pase a vivir donde debe. No necesita traer tantas cosas, dicen que es un cargamento enorme.
—Eso es contrabando, Simón Álvarez de Monteserín, vil contrabando y hoy mismo voy a escribir al rey para que sepa la calidad de presidente que tiene aquí.
Monteserín se paseó por la habitación observando los cientos de papeles arrumados en estanterías de madera tallada con aplicaciones de pan de oro y esmalte rojo. Se detuvo y volvió a mirar al fiscal, dijo:
—Querido mío, no sé si sea bueno enemistarse con José Araujo, tiene fama de saber lo que hace y un enorme don de mando, no es hombre de titubeos.
Monteserín se sentó en una de las sillas que estaban por ahí y dijo:
—Hay que tener cuidado porque Quito está claramente dividida en dos grupos; el mío y los otros.
—Siempre ha sido así.
—Siempre, pero recuerda que cualquier decisión que tomemos tendrá una respuesta del otro grupo que ya debe estar en gracia con el presidente.
—Ahora tiene enemigos que nunca imaginó—Continuó el fiscal que retomó la pluma—Somos dos bandos es verdad, ahora veremos cual es el más fuerte.
Simón Álvarez de Monteserín y Nates,
Corregidor de la Real Audiencia sonrió confiando en su poder y riqueza; ni el presidente podría contra su grupo poderoso. Dijo:
—Pasando a otra cosa mi querido Fiscal, como sabes La Condamine tiene embobados a todos, se dirigen a él como si se tratara del mismísimo Rey de Francia.
—Sí, lo sabemos, lo sabemos. Mi suegro, el anterior presidente tiene en muy alta estima a los geodésicos franceses, son sabios. Nunca antes habían llegado a Quito gente de tanto prestigio.
—El presidente Alcedo, tu suegro ha sido hombre muy cuidadoso en sus deberes y supo recibirlos como se debe. Lo que no nos hemos puesto a pensar es que también están con ellos dos españoles: Jorge Juan de Santacilia y Antonio de Ulloa.
El fiscal dejó nuevamente la pluma en el plumero, se limpió sus manos con un paño que tenía sobre el escritorio. Miró fijamente a Simón Álvarez de Monteserín y le dijo:
—No entiendo qué tiene de particular el que el Rey de España haya mandado a dos oficiales españoles, no es conveniente que vengan solamente franceses. Tú sabes el interés que tienen los países de Europa en conocer los dominios españoles, esa es la razón por la que vienen los dos oficiales peninsulares.
—¿Vienen como espías?
—Yo diría que vienen para evitar que los franceses nos espíen, hay que apoyarlos y ayudarlos en todo.
—Sin embargo, parece que están predispuestos contra los españoles nacidos en América.
—Eso siempre será así, me imagino la inquina que tendrán con el Presidente Araujo que es nacido en Lima. El fiscal limpió la pluma y afiló su punta.
Dijo:
—Mira en lo que tengo que pasar el tiempo, mi secretario está en los toros adulando al presidente.
—¿Qué es lo que tanto escribes?
—Denuncias contra Araujo, es corrupto y de malas maneras, a más de tu denuncia sobre la introducción de contrabando. Lorenzo de Nates y mi suegro firmarán este escrito, son de los más respetados en la Real Audiencia.
— No pierdes el tiempo, gracias a Dios tenemos experiencia, desde que recuerdo hemos sido dos grupos enfrentados en Quito.
—Es nuestra obligación que el presidente esté con nosotros, de otra manera Quito nunca saldrá adelante. Si Araujo se niega a lo que pedimos, haremos que el rey lo destituya.
—Entonces, te dejo con tus escritos y no te distraigo más.
Se despidieron y Simón Álvarez Monteserín se dirigió hacia los toros para unirse al festejo. Su cara seria se transformó cuando una joven lo tomó del brazo y le dio un jarro de chicha de jora que lo refrescó y puso de buen humor. Cuando terminó de beber botó las últimas gotas sobre el piso como lo hacían los indios.
—Bien, bien su merced, así me gusta que moje el piso—Le dijo ella mientras se apretaba a su pecho.
Tenía el cabello negro, el escote generoso y la boca abultada. Simón no pudo resistirse y la besó apasionadamente. Juntos se unieron a las fiestas, bailaron fandangos y bebieron chicha durante los tres días que duró el festejo. Por la noche durmieron en el dormitorio sucio y humilde de la joven, al mediodía comieron tortillas de papas con hornado de chancho y jarros de chicha frente a la carnicería para luego retomar el baile. Balparda salió de su despacho y vio a lo lejos a Álvarez Monteserín bailando frenéticamente con una mujer de corpiño ceñido. La música era mala aunque muy pegajosa, las parejas sacaban los pañuelos que parecían palomas blancas volando por los aires. Balparda no pudo dar crédito cuando vio que Simón Álvarez saltó en un sólo pie, se arrodilló y la mujer dio vueltas alrededor suyo entonando coplas obscenas. El fiscal huyó antes de que lo invitaran a la fiesta que presidía el presidente recién posesionado, un viento súbito casi le saca el sombrero por lo que prefirió subirse al portal de la Catedral para protegerse. Dobló la esquina, saltó una acequia llena de agua y pateó dos perros flacos que le ladraron al paso. Cuando llegó a la puerta de su casa no pudo ver en la oscuridad del zaguán. Mierda, siempre me pasa lo mismo, pensó. Se detuvo un instante hasta que sus pupilas se acostumbraron a la oscuridad y vio el patio con la pila de pie-
dra de cuya corona brotaba un chorro de agua fresca y cristalina. Por primera vez escuchó el piar de los pájaros y se llenó del aroma de los naranjos agrios. Tomó las escaleras de piedra para subir a la segunda planta y miró con asco la basura acumulada en las esquinas, se propuso castigar con todo rigor al indio que no había limpiado como se debía.
Cuando Balparda llegó al segundo piso escuchó el bullicio de invitados a una hora inusual. Se detuvo en la entrada del salón porque nadie lo escuchó llegar a pesar de su paso firme y el sonido que hacían sus espuelas. Su mujer conversaba con un grupo de caballeros, le gustó oír la fuerza del idioma castellano bien pronunciado, entonces puso atención en los dos jóvenes que llevaban capa militar y peluca blanca.
Balparda observó el porte de su esposa y la forma tan natural con que alternaba con los marinos enviados por el propio rey, se acercó hacia donde estaba ella y, a pesar de que sabía quienes eran, le dijo:
–Preséntame a tus amigos. Su mujer lo miró con una sonrisa y le presentó a los dos extranjeros que terminaban una empanada de queso y se limpiaban las manos con unas servilletas que les ofreció uno de los criados.
—Mi esposo, el fiscal Juan Balparda—
Los jóvenes le hicieron una reverencia y la señora Balparda continuó—Los capitanes de navío don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa.
Balparda los saludó con educación, sabía que estaban en Quito hace
unos días y que no tenían buena impresión del presidente Araujo.
—Por fin los conozco, no he dejado de oír maravillas sobre ustedes, parece que son muy competentes para que el rey los mande a una misión tan difícil.
—Gracias, señor Balparda, estamos encantados en Quito con los españoles que viven aquí, no sabíamos que eran tan hospitalarios.
—Señor Ulloa, me alegro que esté contento con nosotros, es difícil ser fiscal pues la gente no entiende por qué razón doy casi siempre mi apoyo incondicional a los peninsulares.
—Francamente, no lo sé estimado Balparda—Contestó Jorge Juan con una copa en su mano.
—Bueno, los criollos son tan ignorantes que a duras penas saben hablar español, entonces sus escritos y demandas están mal planteadas, eso es suficiente para que uno se de cuenta de que si no saben escribir bien, no saben tampoco cumplir con la ley.
—Tiene usted toda la razón, Balparda. Ayer fuimos a visitar al presidente y nos trató con una frialdad difícil de comprender.
—Mi querido Ulloa—Balparda pasó sus brazos sobre los hombros de los dos oficiales españoles y se los llevó al corredor—Ya ven, es imposible tratar con un criollo, el presidente es limeño de nacimiento, criollo hasta la médula y de un carácter encendido, pierde la cabeza por cualquier minucia.
—¿Entonces, se portó tan maleducado con nosotros porque somos españoles?
—Eso está más claro que el agua, no soporta tratar con españoles como ustedes, venidos por orden del rey.
Los tres hombres, que se habían colocado junto a los geranios, hablaban mientras desde lo alto del corredor veían la fuente de piedra que manaba agua, Balparda dijo:
—No olviden nunca que ustedes, como marinos reales tienen fuero militar y no existe nadie que tenga rango superior en esta Real Audiencia.
Jorge Juan regresó al salón y dejó al fiscal y a su compañero solos en el corredor. Ulloa, que se había colocado con los brazos sobre la baranda del corredor, miraba sin ver los limonares y la fuente hasta que se fijó en unos indios que asomaron de la nada para cargar agua en pondos que llevaban a sus espaldas. Sujetaban las inmensas vasijas con una soga colocada alrededor de las frentes sudorosas y sucias. El olor rancio que despedían los indios le llegó como un soplo y volvió a pensar en el Presidente José Araujo. Se volteó hacia Balparda que también miraba a los indios y le dijo:
—Mi querido fiscal, quiero hacerle una consulta.
—Lo escucho.
—El caso es que el arriero que se encargó de traer los instrumentos de matemáticas desde el embarcadero no nos deja ni a sol ni sombra por los veinte pesos que cobra por el transporte, pero como usted sabe todo lo concerniente a nuestro trabajo debe ser pagado con dineros del Real Tesoro.
Balparda sacó pecho y echando los hombros atrás dijo:
—Por supuesto, ese asunto lo tiene que resolver el presidente, no dude en escribirle una carta insistiendo que dé la orden al tesorero para que pague al
arriero, faltaba más. Recuerde, Ulloa miró al fiscal que se se adornaba con gestos dramáticos y palabras difíciles, pero le inspiraba más confianza que los criollos y mestizos. Volvió a apoyarse sobre el pasamanos mirando a la pileta que sobresalía en la mitad del patio, los indios ya se habían marchado.
Dijo:
—A usted no le gustan mucho los criollos por lo que veo.
—¡Cómo se le ocurre! —Balparda, que era alto y fornido gesticuló con las manos sobre su cabeza y continuó—yo no me tomo trabajo para estudiar los alegatos; me basta saber quiénes son los litigantes para conocer a quién se ha de hacer justicia; a los españoles se la hago, aunque no la tengan.
—No debería hablar en ese tono, Balparda—Dijo Ulloa que había abandonado la baranda.
—¿Dónde se hospeda don Ulloa?
—En su casa, su esposa nos instaló con excesiva amabilidad.
—Qué tonto soy—Balparda se golpeó la cabeza con la mano.
Balparda y Ulloa regresaron al salón donde los invitados, todos españoles continuaban charlando alrededor del capitán de navío Jorge Juan que parecía cansado, cuando vio a Ulloa, se apartó del grupo y le dijo en voz lo suficientemente alta.
—Ulloa, estoy muy cansado, tanto que apenas entiendo lo que me dicen.
—De pronto me ha sucedido lo mismo, tengo mucho sueño—Contestó Ulloa que sintió un viento helado filtrándose por una hendija.
Balparda los tomó por el brazo y les dijo:
—Ordenaré a mis criados que los lleven a sus habitaciones, sus cuartos están limpios y el equipaje en orden. Les tengo un sirviente español que los ayudará en todo hasta que se reúnan con los suyos.
—Mi querido fiscal, no tenemos cómo agradecer tanta amabilidad. Los dos tenientes de navío siguieron al criado español que iba con un candelabro de cinco velas en la mano. Eran las seis y cuarenta de la tarde pero en Quito ya estaba oscuro, los dos sabían que en en estas latitudes todos los días tenían la misma duración. Atravesaron el corredor frío a esas horas y se detuvieron frente a la recamara donde una araña de bronce pendía del tumbado.
Jorge Juan miró con agrado el mobiliario; las cortinas, los lechos de dosel de bronce, los dos escritorios con todo lo necesario para el estudio y el trabajo. Se dejó desvestir por el criado mientras Ulloa revisaba sus instrumentos. Jorge Juan, que estaba frente al espejo vio la figura de un indio descalzo que miraba fijamente el entablado. Le dijo a través del reflejo en el cristal:
—¿Y tú qué haces ahí?
—Su merced, espero que se desocupen para llevarme las bacinillas.
—Su merced, hay dos biombos al final de la habitación—Dijo el criado español. Jorge Juan se volteó cuando el criado le quitó la capa y la espada, dijo:
—Ya veo, son buenos biombos—Se fijó
en que estaban pintados en oro y nácar y junto a ellos vio dos mesitas con las palanganas para el aseo.
Ulloa soltó una carcajada y se dirigió al biombo que escogió para él mientras decía:
—Qué amable el fiscal, luego de desahogarnos en selvas infernales y nieves que nos congelaban. El sirviente español se despidió y dejó las puertas semiabiertas.
–¡Cierra la puerta!–Ordenó Jorge Juan. El sirviente hizo una reverencia y contestó:
–Su merced, dejo las puertas entrecerradas porque si hay un temblor, pueden obstruirse.
–¿Hay temblores a menudo?
–Sí, sus mercedes. Pero no deben preocuparse que estas edificaciones son seguras.
Cuando los dos tenientes de navío se quedaron solos decidieron escribir una petición al presidente Araujo para que ordenara el pago que adeudaban al arriero que, según el criado español, ya estaba esperando en los bajos de la casa.
Enfundados en sus batas de dormir, cubiertos con mantas de lana de alpaca que les regalaron en Lima, se pusieron a escribir. Ulloa, se sentó frente a uno de sus escritorios y Jorge Juan acercó una silla para sentarse a su lado, hacía frío y se cubrieron lo que más podieron.
—¿Cómo comenzamos, Jorge Juan?
—Como se comienza una petición
cuando se dirige a la máxima autoridad que en este caso es el Presidente de La Real Audiencia don José Araujo y Ríos, es decir con el tratamiento de “su señoría”
Iba Ulloa a mojar la pluma en el tintero cuando se le cruzó algo por la cabeza y sonriendo dijo:
—¿El presidente no es un criollo? No hay necesidad de llenarlo de saludos que merecen solamente los peninsulares.
Los dos jóvenes rieron y decidieron darle el tratamiento de su merced, aquello les causó emoción y Ulloa con su letra impecable comenzó a escribir. Cuando terminaron la carta, la secaron, enrollaron y sujetaron con una cinta de seda roja.
—Mañana por la mañana enviamos al sirviente que nos puso Balparda para que lleve la carta.
—¿Crees que ordenará el pago para el arriero, Jorge Juan?
—Por supuesto, un criollo se desvive por un español, sobre todo si viene como enviado del Rey.
—Estoy tan alterado que no puedo dormir, ¿qué te parece si jugamos un poco a la baraja hasta que nos de sueño? Los dos jóvenes se sentaron en una de las camas y barajaron las cartas, jugaron hasta muy tarde y cuando se serenaron corrieron los cortinajes de sus camas y durmieron hasta bien entrada la mañana.
Las horas del cielo de Águeda Pallares
Después de 45 días de realizadas las elecciones legislativas de primera vuelta están definidas las curules de 116 asambleístas que constituye el 84,6 % de los integrantes de la Asamblea Nacional y que representan a 24 provincias del país. La última provincia en definirse la votación fue Napo, por un recurso pendiente en el Tribunal Contencioso Electoral (TCE), que fue resuelto el 4 de octubre de 2023.
Queda pendiente por definirse 21 curules, de las cuales quince son nacionales y seis del exterior tras la anulación de la votación por resolución del Consejo Nacional Electoral (CNE), argumentando fallas en el sistema del voto telemático que se implementó en el exterior. Esa votación se repetirá el próximo 15 de octubre, y con ese proceso, el CNE proclamará los resultados oficiales y posteriormente entregará las
Con este alto porcentaje definido, cuatro fuerzas políticas llevarían la mayor representación de asambleístas, pero ninguna logra por sí sola los 70 votos que constituye una mayoría absoluta en el
Los cuatro movimientos políticos con más representación se conforman así:
Movimiento Revolución Ciudadana: 42, incluye una
Movimiento Construye: 25, incluye una alianza.
Partido Social Cristiano: 16, incluye cinco alianzas.
Acción Democrática Nacional: 11
En noviembre del 2023 se cumplirá un año desde que arrancó el concurso para la elección de la máxima autoridad de la Contraloría General del Estado; sin embargo, no concluye por los efectos de acciones de protección y la crisis de gobernabilidad en el Consejo de Partici-
Desde la elaboración del reglamento hasta casi llegar a la designación, la elección de un nuevo contralor del Estado ha sido un proceso reñido por las fuerzas políticas en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), que podría terminar con acciones de sanción a los miembros de la comisión ciudadana que lleva a cabo el concurso público.
La comisión ciudadana fue posesionada el 28 de octubre del 2022 con diez personas. Cinco electos por concurso de méritos en representación de la ciudadanía y cinco por delegación de las funciones del Estado.
103 aspirantes presentaron su postulación y pasaron a la calificación de méritos sobre 50 puntos, y el 12 de septiembre, con seis votos de un bloque de mayoría, la comisión aprobó el informe en el que había dos candidatos con alto puntaje: Alejandra Vivanco, exfuncionaria de la Contraloría entre 1997 y 2017, con 49,5/50; y Juan Falconí Puig, con 47, exdiplomático en el gobierno de Rafael Correa.
En los primeros días de septiembre, para detener el avance del proceso, una ciudadana, Jenniffer Díaz Ortiz, planteó una acción de protección con medida cautelar que fue admitida por el juez Jorge Medina, de la Unidad Judicial de Bucay (Guayas). Después de doce días de suspendido, Díaz desistió de la acción y el juez levantó la medida cautelar.
Finalmente, la prueba de conocimientos se llevó a cabo el sábado 30 de septiembre. La sorpresa fue el aparecimiento del candidato mejor puntuado, Xavier Torres Maldonado, con 42/50 puntos, que sumados a sus méritos, 45,5/50, alcanza los 87,5/100.
Con resultados preliminares, este resultado hizo bajar de puesto a Alejandra Vivanco, exsubcontralora en el periodo de Carlos Pólit, con 82,5, pues en su prueba tuvo 33 y en méritos 49,5; a la vez, Juan Falconí Puig bajó al sexto puesto, con 79 puntos: 32 en su examen y 47 en méritos.
Una vez notificadas las notas, se abre la etapa de recalificación, en la que los aspirantes al cargo pueden plantear, en un término de tres días, que se revisen sus notas si consideran que hay errores tanto de los méritos como del examen escrito. La comisión tiene otros tres días para resolver y elaborar el informe final con la nómina de los mejor puntuados, que será enviado al pleno del Consejo de Participación Ciudadana.
La noche del lunes 1 de octubre el país presenció con mucha expectativa el debate presidencial entre los candidatos finalistas Daniel Noboa y Luisa González.
El formato fue bastante similar al utilizado en el debate de la primera vuelta. Se definieron cuatro ejes temáticos: economía, seguridad, social y política.
El medio de comunicación Washington Examiner, informó que el Gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden, habría firmado discretamente dos acuerdos con el presidente Guillermo Lasso para enviar fuerzas militares a Ecuador para que trabajen tanto en tierra como en las costas del país y ayuden al combate del narcotráfico y a los cárteles que tendrían operaciones.
Según la nota de prensa, Lasso se habría reunido el 27 de septiembre con funcionarios del Departamento de Estado de EE. UU. para firmar dos acuerdos, según el representante Dan Crenshaw, quien participó en la reunión y conversó con el Washington Examiner. Él es líder del Grupo de Trabajo del Congreso para Combatir los Cárteles de la Droga Mexicanos.
En la publicación se menciona que el acuerdo marítimo permitiría que buques militares estadounidenses estén presentes en las aguas frente a la costa noroeste de América del Sur.
Días después de hacerse públicos los acuerdos, el canciller ecuatoriano Gustavo Manrique confirmó que las tropas estadounidenses podrán ingresar al país sudamericano por períodos cortos para realizar operativos antidrogas y contra la pesca ilegal, el tráfico de combustible y la trata de personas.
El primer eje sobre el que debatieron fue el económico, que incluyó temas como: presupuesto interno, Fenómeno de El Niño, generación de empleo y dolarización. En el eje de seguridad González señaló que entregará 500 millones de dólares para equipar a la Policía Nacional, además militarizará los puertos y aeropuertos para impedir la salida e ingreso de drogas. Aplicará el plan Resurgir: Paz y Seguridad.
En el tema social Noboa ratificó que está en contra de la privatización de la educación y salud, mientras que González insistió en que es necesario mirar a la educación como un eje para el desarrollo del país y declarar zonas seguridad a las áreas educativas. Se esperaba que en el debate haya mayor confrontación de ideas entre los candidatos y también que se toquen temas delicados como la corrupción en gobiernos anteriores y el pago de impuestos del Grupo Noboa; sin embargo, ambos candidatos evitaron profundizar en temas polémicos, lo que dio a la audiencia una percepción de poca intensidad en el debate.
Como parte de las investigaciones por el asesinato del excandidato presidencial Fernando Villavicencio, la Fiscalía General del Estado dispuso que 25 personas entreguen sus teléfonos celulares, con el fin de explotar la información que contienen. Los señalados deberán atender el pedido en un plazo de 48 horas.
El impulso fiscal fue emitido el martes 3 de octubre y se dio en atención a un requerimiento hecho por Cristina Villavicencio, hija del excandidato presidencial.
Uno de los ciudadanos que tienen que ceder su teléfono es Christian Zurita, periodista y amigo de Villavicencio, quien lo reemplazó en la carrera presidencial como candidato del movimiento Construye, lista 25.
El plazo para que las 25 personas notificadas por la Fiscalía General del Estado entreguen sus teléfonos celulares, en el marco de la investigación por el asesinato del excandidato presidencial Fernando Villavicencio, venció el jueves 5 de octubre. Algunos sí cumplirán, mientras otros consideran ilógico el pedido y al ser solo una solicitud, estarían amparados en el derecho a la intimidad.
En la lista también constan de César Gonzaga, escolta y amigo personal de Villavicencio; Víctor Hugo Enríquez; Carlos Figueroa, médico y amigo de Villavicencio; Patricio Carrillo, asambleísta elector por el movimiento Construye; Boanerges Villagómez, asambleísta electo por Construye; Galo Robalino, exdirector del Centro de Inteligencia Estratégica (CIES); Antonio López Cobeña, gerente de la campaña presidencial de Fernando Villavicencio; Janeth Santos, Selva Osorio Villavicencio, Gloria López, entre otros nombres.
La economía ecuatoriana creció un 3.3% interanual en el segundo trimestre de este año frente al mismo período del año anterior, impulsado principalmente por el incremento del gasto público del 6.4% según información proporcionada por el Banco Central del Ecuador.
Según el reporte, también contribuyeron a esta dinámica de forma importante el aumento del consumo de los hogares del 4,3% y la formación bruta de capital fijo (FBKF) en 3,8%.
Por otro lado, el crecimiento del consumo de los hogares se vio impulsado por el aumento de las remesas y las operaciones de créditos de consumo. Mientras que el desempeño positivo de la FBKF reflejó en un incremento en la adquisición de maquinaria y equipo de transporte y en el crecimiento del sector de la construcción, añade el documento.
También, el Banco Central reportó un aumento del 6,2 % en las importaciones, impulsadas por la adquisición de maquinaria, equipos eléctricos, productos químicos básicos y equipo de transporte, mientras que las exportaciones mostraron una ligera reducción interanual de 0,2 %, por la disminución de las ventas externas de petróleo, pescado elaborado, y minerales metálicos y no metálicos.
En las proyecciones hasta finales de año, se prevé que la inflación del país se ubicará en un 2%, un indicador estable dentro del rango meta del Banco Central.
Richard Salazar, director ejecutivo de la Asociación de Comercialización y Exportación de Banano del Ecuador (Acorbanec), afirmó que impulsa el sector bananero esta semana en el mercado europeo aprovechando su participación en la Fruit Attraction 2023, que se desarrolla en Madrid desde el 2 al 5 de octubre.
Salazar aseguró que no solo están exportando fruta sino seguridad, refiriéndose a los problemas de contaminación con sustancias ilegales que se han detectado en algunos embarques de banano que salen desde los puertos ecuatorianos hacia Europa.
El mismo día en que arrancó la feria hortofrutícola en España, el presidente de la República, Guillermo Lasso, en Quito, anunciaba que hasta el 15 de noviembre próximo entrarían en funcionamiento los escáneres en siete puertos y aeropuertos de Quito y Guayaquil. Estos equipos, explicó el mandatario, servirán para detectar no solamente ilegalidades en la declaración de mercaderías, sino también para detectar el tráfico de drogas.
Mientras, ya enfocándose estrictamente en la promoción comercial de la fruta, el titular de Acorbanec destacó que este año es la segunda ocasión consecutiva en que la delegación ecuatoriana es la más numerosa de todo el evento, a donde asisten delegaciones de más de 135 países. En el caso de los socios de Acorbanec, Salazar destacó que llegaron alrededor de 24 empresas que se ubican en un espacio de 384 m².
El anuncio que en la mañana de este 3 de octubre hiciera el Ministerio de Energía sobre que entre el 3 y el 5 de octubre se iban a realizar desconexiones puntuales de energía, en el horario de 16:00 a 17:30, por problemas generados en la entrega de energía desde Colombia, fue desestimado pocas horas después por el propio ministro Fernando Santos Alvite, Gabriel Argüello, gerente del Operador Nacional de Electricidad (Cenace), y por el gerente de la Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec), Gonzalo Uquillas.
En una rueda de prensa que se dio a partir de las 16:00 del mismo día, el ministro aseguró que finalmente el problema registrado no iba a tener consecuencias mayores de desconexiones de electricidad. Gabriel Argüello, del Cenace explicó que lo ocurrido el lunes pasado, cuando se dieron cortes de luz en varios sectores del país, fue un problema transitorio, provocado por la reducción en la transferencia de energía desde Colombia. También dijo que el estiaje que se vive al momento es severo y que incluso se adelantó, pues empezó en septiembre.
Entre tanto, el gerente de la Celec, Gonzalo Uquillas, explicó las medidas a futuro a tomarse para enfrentar el estiaje que ya está presente en el país. A la par enfatizó que no se han iniciado los racionamientos, como han dicho algunos expertos, y dijo más bien que se están haciendo los esfuerzos para gestionar de manera adecuada el estiaje.
La producción petrolera del país cayó en 28.899 barriles entre el 27 de septiembre y el 1 de octubre tras una medida de hecho protagonizada por comunidades aledañas al Campo Auca, bloque 61.
De acuerdo con los datos de Petroecuador, la producción petrolera del 27 de septiembre en dicho bloque era de 78.971 barriles diarios, pero el 30 de septiembre se ubicaba en 61.065 barriles diarios, mientras que para el 1 de octubre esta bajó a 50.072 barriles. Esto también repercutió en la producción total nacional que incluye la actividad de la empresa estatal y de las privadas. Así mientras al 27 de septiembre la producción total fue de Petroecuador fue de 406.241 barriles (incluidos barriles equivalentes), pero para este 1 de octubre se ubicó en 377.765 barriles.
El problema de caída de crudo se produce justamente cuando el precio del crudo se encuentra al alza, lo que supone una mayor afectación a las arcas fiscales por el tema costo oportunidad. El precio del crudo WTI, marcador del crudo ecuatoriano, este 2 de octubre se ubicó en $ 88,73.
Las comunidades que protestan exigen que se mejoren las condiciones viales y de conectividad, mediante la reconstrucción de puentes en la zona. El detonante de la protesta habría sido el fatal accidente que fue reportado el 27 de septiembre por el ECU911. Ese día hubo un volcamiento de un bus en el sector de Tiputini, cantón Orellana, en el km 55 de la vía El Auca.