Ecuador, domingo 23 de diciembre de 2012
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diálogo
‘No podemos vivir de mitos’ REDACCIÓN ARTES · El comandante de un cañonero muere sospechosamente en Guayaquil, un teniente de navío se convierte en el detective que busca dar con la verdad de ese deceso, y la intrigante visión y trabajo de la hija de un comerciante quiteño que lleva las riendas del negocio familiar son historias que se entretejen en medio de las vísperas del arrastre de los Alfaro. El periodista y escritor Gonzalo Ortiz Crespo (Miembro de la Academia Nacional de Historia) publica ‘Alfaro en la sombra’ (Paradiso Editores), donde a través de los géneros policial, epistolar e histórico narra una ficción que se construye en medio de los hechos reales que se suscitaron en el pasado. El autor asegura que es muy difícil decir cuánto tiempo le llevó escribir la novela, pues la vida de Alfaro la percibe desde niño y cientos de documentos han sido revisados por años, tras su curiosidad. Claro que se puede ubicar como punto de partida el momento en que encontró en el Cementerio Nacional de Arlington (Washington), hace 36 años, la lápida de Levi Calvin Bertolette, quien feneció en Guayaquil el 24 de enero de 1912 y comandaba el buque Yorktown. Desde allí, quiso darle una historia a ese personaje que murió de fiebre amarilla, según el parte mortuorio. Ese impulso da vida a una mirada sustentada de la tragedia que sufrió el ‘Viejo Luchador’ y sus coidearios. En la novela se arriesga a humanizar a Eloy Alfaro, lo que no es otra cosa que mostrar el lado positivo sin dejar el negativo del hombre que se transformó en mito. ¿Por qué esbozar los defectos de la figura más representativa de la política nacional? “Es necesario desmitificar. No podemos vivir de mitos. Como historiador y periodista estoy acostumbrado a contar lo que, después de una investigación seria, se puede considerar como verdad. Entonces, pienso que escribir la novela se debe en parte al malestar producto del exceso, de la exageración sobre la vida de Alfaro. Se dice que los pueblos necesitan de mitos y, desde un punto de vista antropológico, esto es válido pero lo que no se puede dejar pasar es la distorsión histórica”, sustenta Ortiz Crespo.
Enganche
La correspondencia que mantiene Miguel Echeandía con su hija Isabel cautiva la mirada atenta del lector. Desde la intimidad de las misivas se desarrolla la atmósfera del trágico desenlace de Eloy Alfaro,
GONZALO ORTIZ
LIBRO. El autor incursiona por segunda vez en la novela con ‘Alfaro en la sombra’.
además de advertir los sucesos que lo generaron. “Las cartas vienen de una vieja aspiración mía. Siento que estoy contando lo que sucedió ayer. Un narrador omnisciente podría haberlo hecho, pero las misivas le dan cierta intimidad a las cosas, mientras están sucediendo. También, como periodista intento narrar los acontecimientos de manera vívida y que el destinatario se entere de todo lo que está pasando”, explica. Por su parte, el recurso epistolar también enriquece al contexto pues se destacan las costumbres y los dialectos empleados hace 100 años: “Eso es algo que me gustó y que sedujo al editor (Xavier Michelena): El buen humor de la época. Esto nace de la experiencia familiar y propia. De cómo en uno influyeron las cartas antiguas que leyó, además de escuchar las historias familiares”, comenta el historiador, quien con esta obra produce su segunda novela. Por otra parte, la trama policial que encabeza William O’Grady para develar la verdad ante el dudoso ocaso del comandante Matthewman atrapa al lector,que
No se puede dejar pasar la distorsión histórica”. deduce en cada pista lanzada por el escritor, sin atinar a qué hacer ante un final inesperado. Datos
“Claro que uno no puede justificar hechos como el ocurrido a Eloy Alfaro, pero las personas deben contextualizar el momento en que los personajes se desenvuelven… Alfaro, por ejemplo, fusiló a muchas más personas que el propio García Moreno, quien también tuvo un final trágico. Años antes fueron arrastrados los hermanos Gutiérrez en Perú, también políticos. Y no hay que olvidar que, en 1901, fue asesinado el presidente estadounidense McKinley, sin olvidar que antes corrieron con esa suerte sus pares Abraham Lincoln y James Garfield. Esa violencia, lastimosamente, se daba por entonces”, argumenta Ortiz Crespo, quien realizó un trabajo con mano de precisión incisiva, para referirse a los acontecimientos de enero de 1912. “Hay que quitarse la idea de que solo en Ecuador somos unos bárbaros, pues revisando la historia nos encontramos con datos que muestran el cómo se de-
PERFIL Periodista, escritor, editor y catedrático universitario °ecuatoriano (Quito, 1944). Es miembro de la Acade-
mia Nacional de Historia. Actualmente es decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Comunicación de la Universidad Internacional del Ecuador. Ha escrito más de una decena de libros, coautor de más de otros 20 y editor de siete. En 1979 obtuvo el Premio Nacional de Investigación de Historia Económica y en 1981, el ‘Isabel Tobar’ a la Mejor Obra Ecuatoriana en Ciencias Sociales. Publicó en 2009 su primera novela: ‘Los hijos de Daisy’.
senvolvía la humanidad en cada época”, añade. Sobre el papel de la prensa ante el incidente, el escritor menciona: “El rencor a Alfaro surgió por el descontento de la gente que se sentía afectada por la muerte de algún familiar tras las batallas generadas entre montoneros alfaristas y opositores. Por supuesto que la prensa mostraba su malestar, pero la mayoría de periódicos que circulaban eran de tendencia liberal. Liberales como Juan Benigno Vela y Manuel J. Calle mostraban el descontento. Hubo una guerra mediática entre los propios liberales”. ddelatorre@lahora.com.ec