Quito 7 de septiembre 2014

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Ecuador, domingo 07 de septiembre de 2014

Perfil

5 Esa inquietud por el arte, resulta ser perjudicial”.

Nilo Yépez Artista ecuatoriano (Tulcán, 1936). Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Quito. Se desempeñó como profesor en la Universidad Central del Ecuador. Su afán por la enseñanza le motivó a participar en la fundación del Centro de Promoción Artística. Junto con Enma Roca tiene dos hijos, Ricardo y Venus. Tiene dos nietos: Rafael y Daniel. Asegura que amar es tan peligroso como odiar: “Si se revisa la historia con detenimiento, se puede percatar de los riesgos del amor: siempre se desemboca en tristezas”.

Pinto mis inquietudes y eso no es un negocio”.

De todo lo que he pintado nada me gusta, nada me convence”. resulta que el maestro Pedro León Donoso estaba siendo velado. Por suerte, también podía entregarle la recomendación a Manuel Monard”. Eso no fue necesario. Nunca entregó la misiva. “Con Manuel entablamos una buena amistad desde el inicio. Él sabía que llegaba de parte de Oswaldo Moreno y no tuve que entregarle la carta. Desde el principio me acogió en su cuarto y me ayudó para que me ambientara a este mundo. Un mundo que está lleno de arte, estudios, poetas y bohemia”, detalla con cierta picardía, mientras su mano derecha extiende una copa imaginaria, como si brindara por los viejos tiempos. De Bellas Artes agradece la disciplina, además de ser el espacio que le impulsara a “esa imaginativa” que asegura todavía le falta. “Qué buenos profesores tenía. Para empezar, quedó como director Diógenes Paredes, estaba el maestro Leonardo Tejada, César Bravomalo, Antonio Negrete, el profesor Edmundo Ribadeneira, el maestro Galo Galecio… En verdad, qué buenos profesores tuve”. Si bien recuerda a todos con afecto y gratitud, algunos están más latentes y palpitan con más fuerza en su memoria. “Galo Galecio era tajante, impenetrable. Imposible mantener un diálogo con él fuera de clase. Simplemente, hermético. Pero en el aula, mientras nos explicaba desde el dibujo en pluma hasta el aguafuerte, se transformaba en un ser paternal: estaba entregado a la enseñanza. Cómo olvidar a Diógenes Paredes, quien te daba las últimas pulidas al final de la carrera, a las enseñanzas de Mena Franco. Y cómo olvidarme del profesor Edmundo Ribadeneira. Sí, sus clases estaban cargadas de seriedad, ni una risa se soltaba en el aula, pero un formador de primera, sin duda alguna”.

ARTISTA. En su escritorio, donde practica la lectura y lanza sus pinceladas.

De 60 aspirantes, 12 quedaron hasta el final, pero solo Nilo Yépez logró graduarse como pintor y escultor. La docencia vendría por añadidura y sería el gran trayecto de su vida. Además de impartir clases en la Universidad Central, junto con Paco Coello, funda el Centro de Promoción Artística de Quito. *** -Entonces, ¿la soledad es el mejor aliado? -Hay que dedicarse a reflexionar en soledad. Eso me permite saber qué pasa con la sociedad, qué sucede con los individuos. Los conozco y luego los plasmo. -¿El ser maestro debió haberlo ayudado a relacionarse, es decir, le ayudó a plasmar? - Al dar tantas clases uno pierde la posibilidad de quedarse solo para plasmar. Sí, puedes relacionarte, pero te falta ese espacio de intimidad, que para mí es vital. Se necesita una reconciliación espiritual con uno mismo. Cuando hay un ejercicio de introspección, se aviva el conocimiento plástico. -¿Cómo define su trabajo? - Como un pintor que por su formación arrancó como todos los de su época: con el indigenismo y el impresionismo. Después abordó más corrientes hasta llegar a una obra romántica. Una obra que aborda a la mujer y la maternidad… -¿Algo comercial? -Nunca pienso en vender. Para mí cada cuadro es un sufrimiento. Ningún cuadro está terminado. Lo comercial es una preocupación de mi mujer y mi hijo. –¿Pero no le va mal en ventas? –De todo lo que he pintado nada me gusta, nada me convence. Todavía no hago algo que diga: ‘Esto es lo que quiero’. –No debería ser tan severo, mire dónde

está… –¿Y dónde estoy, joven? –Ud. es un referente de la plástica nacional…No creo que sea un referente. No hago una obra que me satisfaga y valga la pena. Tengo una obra nada distinguida. –Entonces, ¿qué se considera? –Creo que hay otros verdaderos maestros. Lo único que tengo es experiencia, algo de conocimiento en la materia plástica, en el uso de los materiales, pero sería un mentiroso si digo que soy un referente de la plástica ecuatoriana. No sería sincero conmigo mismo. Confío en que podría hacer algo mejor. –Cuando era profesor, ¿qué le decía a sus estudiantes? –Lo repito hasta ahora, siempre lo digo hasta hoy en mi casa: El arte no es una profesión. Yo no tengo profesión. Fui profesor, pero pasó. Gané un sueldo. Pinto mis inquietudes y eso no es un negocio. Si mi hijo y mi señora venden, problema de ellos. Yo no pinto para vender, insisto. Eso les he dicho y lo ratifico. *** Deja correr la puerta y su mundo se abre a sus anchas. En su taller los libros son infaltables. “Además de pintar y de hacer las artesanías, soy un lector empedernido”, explica. La literatura nacional prima en sus anaqueles, mientras que en el caballete descansa un retrato. “No es mío. Lo está pintando mi nieto Rafael. A él le doy clases y va avanzando el muchacho”, expresa con cierto orgullo. Al dejar correr la puerta, uno se encuentra con la bóveda de su trabajo. Muchas de sus pinturas, listas para exponer, están resguardadas bajo llaves. El maestro comparte algunas y así saca los óleos ‘Armonía’, ‘Vuelo’, ‘Mercancía’ y ‘Refina-

ORGULLO. Junto a la pintura de su nieto Rafael, a quien imparte clase.

miento’. “Estos son mis cuadros –dice mientras carga y acomoda las pinturas compartidas-. Los que ve colgados en el taller son los de mi esposa, Enma”. Ella también talló las figuras de las puertas -unas delicadas siluetas femeninas, con esos ojos de ternura que caracterizan a las líneas de Yépez-, luego de que el maestro bosquejara sobre la madera. Acomoda los pinceles, reubica el libro ‘Picasso: azul y rosa’ y se sienta alrededor del escritorio y el caballete para que le realicen unas fotografías. “Pero recuerde, esto todavía no acaba. Esta charla es como mis pinturas: nunca están terminadas. Así que esta historia continuará”, manifiesta de forma profética, antes de las ráfagas de la cámara. (DVD) ddelatorre@lahora.com.ec


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