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Gestión para los más vulnerables

Losdesafíos socioeconómicos que implica vivir en Ecuador le pasan la factura más alta a quienes menos pueden asumirla. El empobrecimiento del Estado afecta principalmente a aquellos para los que este es el único proveedor de servicios básicos. Hechos fortuitos como la pandemia o inevitables aunque previsibles como El Niño golpean con especial saña a quienes apenas subsisten. Incluso fuerzas de calibre supranacional —la inflación, la crisis de las cadenas de abastecimiento o el avance de la automatización— se ensañan con aquellos en extrema pobreza, carentes de las habilidades laborales y la capacidad de consumo que el sistema exige.

Así, el país observa a diario desventuras que deberían haber quedado atrás. La necesidad obliga a los jóvenes a abandonar los estudios secundarios, una decisión que casi siempre impone un techo bajo y definitivo para su futuro desarrollo profesional y económico, más temprano aún a las mujeres. La indigencia —reflejada en los albergues abarrotados— está más presente que nunca. A ello hay que sumarle la pobreza entre los adultos mayores, la vulnerabilidad de la infraestructura educativa, la precariedad de las cárceles y más.

La productividad nacional no puede mejorar con una población que deserta en secundaria, ni se puede consolidar un mercado interno si tantos ciudadanos carecen de todo poder adquisitivo. Mientras, el Estado gasta miles de millones en subsidios para los sectores más ricos, derrocha recursos en corrupción disfrazada de ineficiencia e insiste en sostener a toda costa a una clase media burocrática artificial. Sería bueno saber qué piensan hacer los candidatos ante este flagelo que no tiene visos de detenerse.

Discernir masivamente sobre el ITT es erróneo. Se requiere conocer temas económicos, técnicos y ambientales para concluir con alguna idea. Sin embargo, la desastrosa política ecuatoriana confronta a la ciudadanía a tomar una decisión sobre un tema de alta complejidad.

Estudiada la información pertinente sin matiz político se concluye que la explotación petrolera en Yasuní no es desastre como se pretende mostrar. Los técnicos de Petroecuador trabajan con la mejor tecnología y minucioso cuidado al entorno, coordinan con y benefician a las comunidades ancestrales Waorani y Kichwa. Es clave entender que esa producción petrolera es parte del sustento económico del país y fundamental para los recursos que reciben los pueblos amazónicos.

La operación es ejecutada a mínimo riesgo, incomparable a lo que hizo Texaco. Lo saben los habitantes de la Amazonía que cuidan el bosque y las aguas y los jóvenes aprovechan contactando con las universidades que hacen investigación científica en su territorio y contrastan información al conocimiento ancestral de la selva. Tal y como lo sugirieron especialistas, se buscó negociar en el mercado de carbono, pero no resultó. También se intentó obtener recursos equivalentes en los países desarrollados; fue inútil. Europa, que clama salvar el planeta, no fue capaz de aportar 3 mil millones de dólares. ¿Por qué nosotros debemos liderar la lucha a costa de nuestro sacrificio?

Consultar el tema a una población desinformada y con visiones distorsionadas por la intencionalidad política no es válido. Pese a que estemos plenamente de acuerdo con cuidar el planeta, no es posible asumir la decisión de cancelar la fuente de riqueza que nos permitió llegar hasta aquí como sociedad. La “maniobra política” nos lleva de riesgo en riesgo y hacia abajo, sin que la mayoría de la población avale objetivamente el costo de sus decisiones erróneas y emocionales.

Columnista invitado

Seres raros y únicos dilema el que enfrentan 2’013.915 electores del Distrito Metropolitano de Quito! Disfrutan sus rutinas con tecnología derivada de la minería, pero deben optar entre contribuir para impulsar la modernidad o bloquearla, impidiendo exploración y explotación minera formal en el Chocó andino.

Parece imposible pensar que, en el siglo XXI, Quito albergue “seres raros y únicos (que) viven pobres en medio de incomparables riquezas”, como describió el científico alemán Alexander von Humboldt a inicios del siglo XIX.

Estos ‘seres raros’ no advierten que sin minería no habría caminos vecinales, carreteras, tecnología turística, calles, vehículos, viviendas, electrodomésticos, comunicación digital, resultado de asombrosos procesos investigativos mineros

De la dilatada Edad de Piedra la humanidad pasó a la de los Metales y en el año 2023 la humanidad promueve establecer ciudades inteligentes, ocupar el espacio sideral, inteligencia artificial, impensados servicios de salud, etc., pero los ‘seres raros’ promueven que Quito se excluya de estos procesos de desarrollo.

En el fondo, el intento de veto a la explotación minera parece querer estacionar al Ecuador lejos del desarrollo tecnológico, al pretender impedir transferencia tecnológica económica y social, ingresos fiscales, mayoritariamente destinados a satisfacer populistas subsidios, a disfrazar pobreza, que también presionan esos ‘seres raros’.

La disyuntiva enfrenta a la ciencia y al dogma, a la modernización y al estancamiento tecnológico con sus secuelas económicas y sociales. Los ‘seres raros’ revelan incoherencia: mientras utilizan sofisticada tecnología para desplegar sus consignas, promueven mantener rocas y suelos en estado bruto.

Mientras la humanidad se empeña en mitigar el dramático cambio climático, cambiar la matriz energética con minería, ellos bregan por bloquear estas urgencias. ¿Añoran la Edad de Piedra?

La explotación minera demanda cuantiosas inversiones; ya se exige protocolos ambientalistas. Imperativo ciudadano es impulsar aterrizajes de industria siderúrgica en Ecuador. ¿Por qué será que la consulta no se orienta a impedir minería informal?

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