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El desarrollo del Campo Amistad agoniza por los ‘privilegios’
Cuando, hace más de una década, el Campo Amistad pasó a manos del Estado, se esperaba que eso beneficiara a las arcas estatales y aumentara la productividad del país. Sin embargo, compromisos precoces y exageradamente optimistas —a los que después no se dio seguimiento—, y giros demasiado abruptos en política y economía, dejaron a todos en una situación precaria: el Estado sigue gastando una fortuna en importaciones, no llegan las inversiones que requiere Campo Amistad para desarrollar su potencial, la infraestructura sigue subutilizada y deteriorándose, y las industrias allegadas enfrentan costos mayores a lo presupuestado.
Los únicos ganadores son los grupos económicos con los que, en su momento, el Estado llegó a acuerdos apresurados. La planta de Bajo Alto, pese a su lamentable situación, signi- ficó ganancias para los constructores; no importa que el Estado no produzca cuando se suponía que iba a producir, las empresas de grandes grupos económicos se benefician igualmente de energía a un costo privilegiado que, en su momento, el Gobierno les otorgó; los importadores de combustibles siguen enriqueciéndose a manos llenas.
A corto plazo, lo más fácil y barato siempre será mantener el status quo. Sin embargo, si el país logra mantener una política a largo plazo, proyectos como el desarrollo de Campo Amistad o el aprovechamiento del gas de los pozos —que implican un elevado costo de oportunidad para un país crónicamente carente de recursos— llegarían a significar nuevas oportunidades de crecimiento, nuevos estándares ambientales y un gigantesco ahorro en divisas.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO rosaliaa@uio.telconet.net
Los graduados de la UNIR
Enmedio de noticias dramáticas, de situaciones límites en nuestro país, es reconfortante asistir a ceremonias en las que jóvenes y no tan jóvenes se incorporan como nuevos graduados en maestrías diversas, luego de un año redoblado de esfuerzos, en el que muchos de ellos pudieron armonizar sus trabajos personales con las demandas de estudios de calidad como los que la UNIR ofrece.
Así, en dos ceremonias ocurridas el viernes y el sábado, centenares de jóvenes de todo el país y algunos del extranjero, se dieron cita en el Centro de Exposiciones Quito, para recibir sus títulos en las más diversas ramas del conocimiento.
La emoción de los graduados y de sus familiares era evidente, las ganas de abrazar, de felicitar, de estrechar las manos, se puso de relieve en múltiples ocasiones, con los sentimientos a flor de piel y la satisfacción de haber cumplido una etapa que supuso sacrificios, pero que valió la pena.
Los estudiantes cursan estudios online, con la garantía de calidad, proporcionada por un seguimiento de cerca, gracias a tutores experimentados que acompañan de manera muy personalizada a los estudiantes, lo que garantiza la permanencia en primer lugar, pero también la posibilidad de rendir mejor en esos estudios que eligieron.
UNIR le hace bien al país. Vino a remover prácticas, a enseñar cómo hacer educación online, que demostró su utilidad, sobre todo durante la pandemia, pero también posibilitó que muchas personas que no habían tenido oportunidad de hacer estudios de postgrado lo hagan, remontando espacios geográficos y las obligaciones laborales, gracias a que pueden organizar su tiempo y acomodar los horarios.
Ver a las filas de estudiantes, con sus birretes y togas, recibir los títulos de manos de las autoridades universitarias, resulta emocionante, aleccionador, y ciertamente brinda esperanzas en un futuro mejor.
y dogmáticos que tratan de influir en el pensamiento de los demás. Una mente flexible practica un estilo de vida diferente, sano, que permite adaptarse a las presiones del medio y la sociedad, genera cambios constructivos mejorando la calidad de vida de sí mismos y de su entorno. Una mente cerrada es un problema para la sociedad. Vive anclada al pasado, no progresa y la rigidez psicológica en la que vegeta le provoca sufrimiento, estrés, depresión, ansiedad, hostilidad y sumisión, mientras gusta de la violencia individual y colectiva. Es incomprensible como muchos avalan el dogmatismo y el fundamentalismo como forma de vida. Una persona con un pensamiento flexible admite las nuevas experiencias, no teme la controversia, acepta la crítica, reconoce el error y lo corrige, no necesita de solemnidades ni eventos forzados, no es obediente ni irracional, no practica el prejuicio, sabe pensar con profundidad sin ser complicado, rechaza toda forma de auto- ritarismo y practica la democracia.
La vida nunca se detiene, está en constante cambio. Por ello, los seres humanos tenemos dos opciones: estancarnos en el ayer con la rigidez del pensamiento o buscar nuevas y fundamentadas formas de vivir y pensar. Muchas personas prefieren la comodidad del pasado, se niegan a cualquier posibilidad de cambio, ostentan lo adquirido con engaños, fraude o cualquier forma de corrupción; mientras otras prefieren la tranquilidad de la mente, la satisfacción personal y colectiva y el fortalecimiento del ‘yo’ como un factor de protección mental, biológico y social.
Ser flexibles es una virtud que nos permite liberarnos de dogmas y mandatos de tendencia paranoide, de gobernantes irracionales que han sometido a sus pueblos y cuyo pasado los condena. Las buenas relaciones interpersonales permiten una vida más tranquila, puesto que nada está resuelto y podemos ser jueces de nuestra propia conciencia.