Ambato18deoctubre2015

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ensayo

I

Ecuador, domingo 18 de octubre de 2015

Enrique Ayala Mora, apu

HIStoRIadoR. Ayala Mora, con su infaltable corbata roja, en su despacho. (Foto: UASb) PoR maRco antonIo RodRíguez*

el hombre

De mediana estatura, delgado, enérgico y cordial (cordial viene de cordis, corazón “… que tiene la virtud de fortalecer el corazón”, dice la RAE), orgullosamente sencillo como todo el que padece hondos ideales, solidario y sensible, ponderado y transparente, sabio (sabio es quien procura conocer la razón de ser y el principio de las cosas y de él mismo), Enrique Ayala Mora (Ibarra, 1950) es uno de los más esclarecidos historiadores latinoamericanos. Ostenta varios títulos académicos, uno de ellos obtenido en una de las universidades más importantes del mundo, Oxford, Inglaterra. Ayala Mora, pensador, maestro por antonomasia, orador de fuste, utopista empedernido, ejecutor de sueños imposibles, político comprometido con las causas más nobles de nuestra patria, pertenece a esa rara estirpe de ecuatorianos de veras ilustres que han engrandecido al país con su vida y su obra. En los ochenta reemplaza a Hernán Malo González en la dirección de la Corporación Editora Nacional, institución que ha gestado la bibliografía más significativa de nuestro ser nacional. En los tramos iniciantes de ese decenio, estudiante de Oxford, escribe la tesis ‘La Revolución Liberal en el Ecuador’. En esos mismos años despunta no como el relator simplista de episodios nacionales y regionales, sino como el intelectual lúcido y creador que zahonda en hechos y personajes. En ese período publica numerosos ensayos -prelación de futuros libros suyos-. Resalto solo algunos títulos: ‘Los partidos políticos en la década de los setenta’; ‘Cacao, Capitalismo y Revolución Liberal’; ‘Gabriel García Moreno y la Gestión del Estado Nacional en el Ecuador’… Dicta conferencias, escribe estudios introductorios (cito al azar el del volumen cuarto del ‘Pensamiento Básico sobre Federico González Suárez y la Polémica sobre el

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Estado Laico’ y la del tomo I del ‘Libro del Sesquicentenario’); así como numerosos artículos para revistas nacionales y extranjeras… En 1982, en Londres, conoce que en nuestro país se había conformado el Frente Amplio de Izquierda (FADI). A su retorno organiza el Partido Socialista Único. Su fervoroso anhelo inmediato: urdir un partido vertebrado en los principios socialistas que fracturara su ominosa tradición de escisiones y desvínculos. La de Ayala Mora es —a contrario sensu de lo que es la de la mayoría de políticos— una militancia de vida, de dación integral a los demás, de dignidad. Muy pocos personajes de nuestra historia reciente congregan los cimeros valores de Ayala Mora. Las contrariedades lo alientan y los obstáculos lo engrandecen. Y en los tiempos de peligro, que es cuando la patria conoce la excelencia de sus hijos, allí está él, puntual y valeroso, exento de griteríos y verbalismos, con su preclara inteligencia y sin rehuir riesgo alguno.

los primeros años

Ayala Mora no abdica de sus orígenes familiares de raigambre católica. Menos de sus estudios primarios cumplidos bajo la égida de los Hermanos Cristianos; los secundarios en colegio de sacerdotes salesianos y los universitarios en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Formación, diríase, religiosa, de acendrado signo católico. Y en la hora de las gratitudes (“el agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien”, decía Quevedo), Ayala Mora evoca a los salesianos Jorge Ugalde y Adolfo Álvarez como los suscitadores de su pasión por la historia. Ellos lo condujeron a esa materia académica de tanta trascendencia para el destino de los pueblos. Con idéntico, entrañable afecto, nombra a Hernán Malo González, mentor de la transformación de la Universidad Católica del Ecuador, quien guía a Ayala Mora hacia las ciencias humanísticas, suprimidas en la actualidad por la novelería seudoacadémica que atraviesa las ‘reformas’ edu-

cacionales del Gobierno de turno. Durante algunos años vive en casa de Mariano Suárez Veintimilla, figura del conservadurismo, quien le ofrece consejos que Ayala Mora reconoce con la nobleza que le signa. Seres humanos como Ayala Mora honran a su patria, más aún, a la especie humana, y deben —los deberes no se impetran, sirven para ser cumplidos— ser los guías de sus naciones. La caída del Muro de Berlín marcó un punto de inflexión drástica, uno de los más fuertes de todos lo tiempos. Viraje del tiempo histórico en el ámbito planetario. Mundialización. Derrumbe del marxismo como sistema actuante de ideas: arraigo y circulación en instituciones y sociedades y la conmoción del llamado “estado de bienestar” que en muchos casos fue desmantelado. Lo ocurrido fue calificado como “cambio civilizatorio”. Vivimos los tiempos de la transpolítica, más en los países eufemísticamente llamados tercermundistas. Bajo esta ideación deben actuar los gobernantes y no a los tum-


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