Virgen del Cisne nuras acabando los sembrados. Los indiecitos aterrados viendo cerca la miseria y la muerte, acudieron a su Madre Santísima de El Cisne y jurándole edificar una mejor iglesia conjuraba el flagelo. La Augustísima Señora oyó sus plegarias y en contados días desapareció la plaga. Este milagro fue uno de los que más divulgaron la celebridad misericordiosa de la taumaturga imagen de El Cisne”. Un despojo ilegítimo llena de súbito terror a los moradores de El Cisne. Los españoles blancos de la villa de Zaruma, concertados de antemano, en 1596 sitiaron El Cisne y usurparon por la fuerza la Sagrada Imagen y se la llevaron consigo. Angustiada, la gente de El Cisne lloró, corrió al abandonado templo y allí hizo reclamos al cielo por su tesoro perdido. Pero Mará amaba a sus indiecitos. Pasados unos pocos días “la Sagrada Imagen volvió por sí sola de Zaruma al Cisne, llevando señales evidentes de su camino en las fimbrias de su vestido, humedecidas por las gotas de rocío caídas en la montaña” (Narración del archivo de Madrid). El visitador Don Diego de Zorrilla en febrero de 1617 mandó al cacique de El Cisne Martín Catzama un edicto en que se le ordenaba se traslade definitivamente con su pueblo al vecindario de Chuquiribamba. En cumplimento de dicha ordenanza, los moradores de El Cisne, cargaron por turno en la envoltura de sus mantas las urnas de su Virgen Milagrosa, se pasaron con el alma torturada por la pena. Mas, apenas coronaron la montaña desde donde se miraban las verdes estribaciones de Chuquiribamba, cuando el cielo con sus nubes negras los anuncios de una catástrofe. El trueno convulsionó las hondonadas de la cordillera, el huracán furioso armó lucha contra el poblado. “Rabiosos torbellinos remecieron los aires y sacu-
domingo, 20 de agosto de 2017
diéndolos causaron tan gran estrago que desgajados los árboles viniéronse a tierra hecho pedazos y al propio tiempo volaron por los aires las cubiertas de las chozas y ranchos, dejando las viviendas descobijadas. Muy grande fue el estupor que sobrecogió a los indios de Chuquiribamba y conociendo por estas demostraciones del cielo cuál era la voluntad de Dios, rogaron a sus huéspedes que torciendo el camino se volviesen al Cisne, con lo cual así tornaron los cisneños con la Sagrada Imagen, al punto cesó la borrasca y se aquietaron los vientos. Por tres veces las, autoridades conminaron a los Cisneños a reducirse a Chuquribamba y por tres veces se repitió el raro y estupendo prodigio”. Dio mayor crecimiento a la devoción de la Madre Santísima de El Cisne este inconvertible portento. Decadente y exánime aplastado por un sol caluroso de verano, un tuberculoso del Perú, que hacía su romería al Cisne, derribóse en el suelo atormentado por la sed. Revolcándose su cuerpo en presencia de la muerte con una convulsión horrible e impulsivamente entornó sus nublados ojos hacia el cielo, al propio tiempo que entre sí decía: ¡Madre mía de El Cisne, no consientas que muera!...¡Dame agua…! Y luego, en un arranque de paroxismo, raspó el suelo reseco con su huesuda mano. Prodigiosamente, de la grieta del rasguño corrió un hilo de agua cristalina. A nada es comparable el regocijo inmenso que tuvo el afortunado enfermo. Lágrimas de gratitud derramó ante la Virgen cuando arribó al Santuario. Hasta hoy se denomina agua del milagro al brote exiguo que corre sin jamás extinguirse en la serranía de Huasir”.
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historia. Procesión con la Sagrada Imagen acompañada de decenas de romeriantes y peregrinos. 15 de agosto de 1934. P/11-4820