El deseo de Selfo

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C. P. CARMEN SEDOFEITO Abril 2015



En el año 2.045 vivía en una cueva excavada, dentro de un gran cráter de la Luna, un alienígena llamado Selfo. Selfo era de color verde pistacho, muy alto (medía 3 m y medio) y muy, muy delgado. Tenía dos brazos larguísimos, que le llegaban hasta las rodillas y sus manos terminaban en dos dedos enormes con uñas de color naranja. Sus piernas tenían unos grandes pies sin dedos, pero con la punta curvada en espiral. Tenía la cabeza con forma de corazón, con tres grandes ojos amarillos. Su boca parecía un gusano y sus orejas terminaban en punta. 1


Desde pequeño Selfo era muy tímido, por eso le costaba mucho hacer amigos y pasaba la mayor parte del tiempo solo. Disfrutaba mucho leyendo y haciendo experimentos, aunque no siempre le salían bien. Hace un año inventó una máquina para cambiar el color de las cosas. Para probarla metió una cuerda de 2


color marrón y en vez de cambiar de color, salió convertida en serpiente. Otra vez inventó una máquina para crear un hermano que jugara con él, utilizando rocas lunares. Al abrir la puerta de la máquina, en lugar de un hermano, salió un perro mutante que le atacó y quería comérselo. Menos mal que al final consiguió que volviera a la máquina y de nuevo se convirtió en piedra.

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Un día, en la biblioteca de la Luna, encontró un libro que hablaba del planeta Tierra. Le impresionaron mucho sus paisajes y sobre todo la gran cantidad de animales diferentes que había. Desde entonces pasaba todo su tiempo libre construyendo un cohete espacial para viajar a la Tierra. Por fin llegó el momento de probarlo. Metió comida, agua, una gran colección de libros y un maletín de herramientas. Cuando ya estaba todo preparado se despidió de sus padres y, muy nervioso por el viaje, entró en la nave. 4


Tras dos días completos de viaje la nave aterrizó. El paisaje no era como esperaba, por lo que se quedó muy sorprendido. Algo había fallado y se encontraba en Marte. Selfo tenía una mezcla de sentimientos. Por un lado estaba asustado, no se había informado sobre ese planeta, y se encontraba perdido, pero también 5


estaba muy triste por no haber conseguido llegar a la Tierra. El planeta Marte le parecía muy pequeño, muy frío y sobre todo no tenía los paisajes tan bonitos que imaginaba tendría la Tierra. De repente detrás de unas rocas escuchó un ruido y se armó de valentía para ver qué o quién lo producía. Detrás de la roca había escondido un alienígena con mucho pelo en el cuerpo y dos antenas enormes en la cabeza. El color de su piel era naranja y tenía cuatro brazos con tres dedos en cada mano. Lo que a Selfo le llamó mucho la 6


atención fue que aquel alienígena no tenía ojos en la cara, solo tenía nariz y boca, y en dos de sus manos aparecían unos ojos grises y enormes.

Cuando Selfo le preguntó al marciano cómo se llamaba, éste agitó los brazos con ojos para verlo bien. Tardó en contestar, pues estaba desconcertado 7


con la presencia de Selfo, pero de pronto se oyó una voz potente y rara que decía: -“Me llamo Pacardo” Y con voz enfadada preguntó: -¿Quién eres tú y qué haces en mi planeta? - Me llamo Selfo, vengo de la Luna. Me dirigía a la Tierra, pero no sé lo que ha pasado para aterrizar aquí -contestó. Durante varios días Pacardo y Selfo pasaron la mayor parte del tiempo juntos. Intentaron buscar el fallo en la nave. También Pacardo le enseñó a Selfo algunos escondites secretos de Marte, entre ellos la cueva donde vivía 8


su mascota y que se la vigilaba cuando él no estaba. La mascota se llamaba Choker, era muy grande. Tenía cuatro patas, la cabeza parecida a un león, dos enormes alas y una cola dividida en dos. Pacardo le dijo que, si quería, Choker le daría una vuelta volando por Marte. Le avisó que antes de que se hiciese de noche tenían que regresar a la cueva porque algo muy peligroso sucedía en Marte por la noche. En otra cueva de Marte había una especie de portal del que salía un monstruo. Era una serpiente morada y amarilla de tres cabezas que lanzaba un chorro 9


pegajoso, y al que pillaba lo inmovilizaba y se lo llevaba a su guarida.

Selfo estaba tan entusiasmado con el paseo, sobrevolando Marte, que se le hizo tarde enseguida. Aterrizaron y se despidiรณ del leรณn volador dรกndole las gracias por el paseo. Decidiรณ entonces, 10


dirigirse a la casa de Pacardo a descansar. Pero no había dado ni cinco pasos cuando se encontró con la serpiente peligrosa. Selfo se quedó paralizado por el miedo, aunque su cabeza trabajaba a toda velocidad pensando cómo podía escapar de allí.

Se acordó de que llevaba su pistola grapadora de la caja de herramientas. 11


La disparó muchas veces y la serpiente se quedó grapada a la pared de la cueva. Más tranquilo llegó a la casa de Pacardo. Selfo le contó lo que había pasado, que la serpiente ya no le daría más problemas pero que le daba pena verla allí pegada. Pacardo le dijo que no se preocupara porque él tenía una poción que si se la daba a la serpiente ya no podría fabricar más líquido pegajoso. Los dos fueron deprisa a la cueva, le dieron la pócima y ya pudieron tranquilamente quitarle las grapas.

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Ya era muy de noche, Selfo y Pacardo muy cansados se fueron a dormir. A la mañana siguiente los padres de Pacardo habían prometido una deliciosa comida marciana para festejarlo. Selfo estaba inquieto por la comida, no sabía si le gustaría. Él solo había comido la comida de la Luna. La madre de Pacardo preparó de primer plato: unos trozos de cerditauro adobados con escarabajos rosas y todo bañado con salsa de líquido radiactivo. El padre, que era muy buen cocinero, se encargó del segundo plato: patas de araña acompañadas de kepchup marciano. 13


Pacardo también quiso participar preparando el postre, eligió su preferido, “gelatina pegajosa de babosa”.

A Selfo la comida le resultó fascinante. Jamás había comido nada igual, todo estaba riquísimo. Sentado con la familia de Pacardo, se acordó de sus padres y sintió que los 14


echaba de menos. Nunca se había separado tanto tiempo de ellos. Entre los dos construyeron una pantalla para comunicarse con sus padres en la Luna. Cuando por fin Selfo se pudo comunicar con sus padres, les dijo que los quería mucho y que los echaba de menos. También les contó que se encontraba en Marte por un fallo en el viaje, pero que gracias a eso, había encontrado un gran amigo llamado Pacardo, al que también le gustaba mucho construir máquinas y con el que viajaría pronto hacia la Tierra.

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LlegĂł el dĂ­a del viaje. Los dos estaban entusiasmados. Prepararon el equipaje, sus libros y sus herramientas. Los padres de Pacardo fueron a despedirlos y les dieron una foto suya con un intercomunicador para poder hablar con ellos cuando llegaran a la Tierra.

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Choker, el león volador mascota de Pacardo, quiso entrar en la nave, pero no había espacio suficiente para los tres. Pacardo, con mucha tristeza, tuvo que despedirse de él, pero le prometió que volvería a buscarlo. En tan solo cinco días de viaje llegaron a la Tierra. La nave aterrizó en un campo de flores gigantescas de cuatro metros de altura. ¡Eran margaritas multicolores! Selfo estaba sorprendido por la belleza del paisaje, que era mucho más hermoso de como lo había visto en los libros.

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El aire tenía olor a frutas y un brillo misterioso. Tanto Selfo como Pacardo no paraban de mirar a todos lados. Además de las flores multicolores, vieron un río de agua muy muy transparente. De pronto, apareció un pequeño humano de pelo rubio. Era una mujer. La humana era tal y como la habían visto en los libros de su biblioteca. Los dos se sorprendieron y se quedaron un momento callados mirándose. Por la mirada, los dos descubrieron que la mujer no era peligrosa. Los tres comenzaron a hablar, sobre todo Selfo que no paraba de hacer preguntas. 18


-¿Cómo habéis conseguido que el planeta esté tan limpio? María, que así se llamaba la mujer, les habló de cómo después de muchos años de contaminación se dieron cuenta de que si seguían así iban a destruir la Tierra.

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Entonces se consiguió lo que nunca antes se había logrado: que todos los países del planeta, se pusieran de acuerdo. Todos los pueblos y ciudades se reunieron junto al “árbol de la vida” y prometieron cuidar el planeta.

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Este libro ha sido escrito e ilustrado por los alumnos/as de 3ºA, 3ºB, 3ºC con la colaboración de sus tutoras Francisca Gallardo del Pozo, Inés de Oñate Sánchez y Mila Jiménez Carrasco.


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